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Pero… ¿por qué sabía que estaba en el interior de un búho? Porque había escuchado la leyenda que dice: «Hace mucho tiempo, en un momento de oscuridad, los habitantes de la Nacho, decidieron estrechar sus manos y uno a uno encender una velita, iluminando el búho que yace con sus alas abiertas siglo tras siglo, enseñando las muchas posibilidades de volar…»
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Un niño en una bicicleta verde con un diseño extraño en las llantas me llamo la atención, se veía tan feliz. A través de su recorrido, pude ver los arboles increíbles que te refugian y te tranquilizan, los edificios que, imponentes y singulares, se mezclan con el paisaje; los grafitis que hacen que las paredes sean un gran periódico en el que se escribe y se lee constantemente la realidad del país.Vi también, a los seres de la Nacho; solo podría decir que son de mil colores y pasean con sus ojos puestos en el infinito. Poco tiempo después entendí que había recorrido el estómago del búho y que su alimento es la esperanza de construir un mundo nuevo, uno en el que se reinventan los escenarios, las formas, las palabras, las relaciones… Mi siguiente caminar me llevó hacia los bosques; de repente yo estaba en silencio, así que, mi oído se agudizó y escuché el sinfónico canto de los pájaros que felices vuelan a estudiar; también pude escuchar el aire moviendo las ramas de los árboles, el ruido de los pocos carros pasando, el de las bicis rodando y el de una orquesta azarosa de voces que suenan por doquier. Llegó la hora de alimentarme, por lo que decidí probar la comida de este mundo. Encontré postres, sandwi-che, hamburguesas vegetarianas y lo mejor de todo: comida preparada en leña que evoca la comunidad.