Revista Phoenix No. 12

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Ensayo

Ante la palabra del poeta, llámese cuentista, novelista, ensayista, lírico, es imposible responder sin convicción. A diferencia de las profesiones de orden pragmático o productivo, la literatura exige una ética del estar convencido, vocación que es una evocación de uno mismo. No se puede enmascarar el engaño, se requiere una transparencia y una sinceridad consigo mismo. La palabra poética nos interpela en nuestro estar ahí, pregunta por nuestro hacer y nuestro ser. No se puede ser neutral, cada vez que nos enfrentamos a ella, nos transforma: después de leer un cuento o un poema ya no somos los mismos. Eso indica que, en profundidad, respondemos con nuestra propia actitud ante lo que la literatura nos pregunta; sus preguntas siempre nos dejan en una encrucijada, en un laberinto que abre diversas posibilidades. La responsabilidad es ir constituyendo la senda más personal, la que nos pertenece. Una estética del encuentro

El instante poético es, pues, necesariamente complejo: conmueve, prueba —invita, consuela—, es sorprendente y familiar. En esencia, el instante poético es una relación armónica entre dos opuestos.

Gaston Bachelard

Ante todo, el asombro: esa disposición del sentir para que la palabra impresione, para que la imagen se vuelva apertura libre. Ante todo, lo bello y lo sublime de la obra poética. De esta manera, nos sentimos tocados por ella, sin prevención, sin predisposición, sino como hecho estético. La poesía es primordialmente un evento estético que multiplica los sentidos, crea ambigüedad, rompe las diferencias entre lo real y lo imaginario, entre lo lógico y lo ilógico. Nos sitúa en un no lugar, un no espacio lleno de espacio, en un silencio que habla más, entre las realidades de lo ficticio. En este ámbito estético, siempre nos sentimos creadores; la palabra poética es, eminentemente, creación, invención que nunca repite lo inventado. Cada vez que leemos una obra poética, volvemos a estar en el origen mismo de lo que existe, siempre vuelve a crearlo todo como si todo comenzara a existir por primera vez: es el asombro de la obra de arte. Pero esta experiencia estética abre la experiencia teórica, la reflexión, la crítica. Por eso, desde el desajuste conceptual, se inicia el juego entre sentimiento y reflexión, entre sensibilidad y teoría.

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Phoenix: literatura, arte y cultura 12


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