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Revista La Ventana
personaje más simple, más práctico, sus hipótesis son sencillas y, paradójicamente, acertadas, por lo menos en esta ocasión; para Treviranus el primer asesinato siempre se trató de un error por parte del asesino, observemos lo que nos dice en la escena del primer crimen: Un par de horas después, en el mismo cuarto, […] el comisario Treviranus y Lönnrot debatían con serenidad el problema. —No hay que buscarle tres pies al gato —decía Treviranus, blandiendo un imperioso cigarro—. Todos sabemos que el Tetrarca de Galilea posee los mejores zafiros del mundo. Alguien para robarlos, habrá penetrado aquí por error. Yarmolinsky se ha levantado; el ladrón ha tenido que matarlo. (Borges, 2012, p. 158)
Esta hipótesis que a Lönnrot, como ya vimos, le parece “posible, pero no interesante” será luego corroborada por Red Scharlach cuando le confiesa que todo ha sido un artificio para saldar una cuenta pendiente entre los dos; sobre este punto nos detendremos más adelante. Por ahora, veamos la confesión de Scharlach y que, dicho sea de paso, es el “efecto sorpresa”, el giro que da el cuento y sorprende al lector: En esas noches yo juré por el dios que ve con dos caras y por todos los dioses de la fiebre y de los espejos tejer un laberinto en torno al hombre que había encarcelado a mi hermano. […] El primer término de la serie me fue dado por el azar. Yo había tramado con algunos colegas —entre ellos, Daniel Azevedo— el robo de los zafiros del Tetrarca. Azevedo nos traicionó […] En el enorme hotel se perdió; hacia las dos de la mañana irrumpió en el dormitorio de Yarmolinsky. […] Azevedo le intimó silencio; Yarmolinsky alargó la mano hacia el timbre que despertaría todas las fuerzas del hotel; Azevedo le dio una sola puñalada en el pecho. (Borges, 2012, p. 169)
Aquí está la segunda variación de los componentes estructurales del género hecha por Borges. Aunque Treviranus se deja llevar por las apariencias, su hipótesis resulta acertada y en este sentido es más listo que