La Múcura Revista No. 1

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/ El soplo sobre la arcilla: disertaciones en torno a la creación humana en el Génesis

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de Dios: puede ser que el cristiano adora a Dios porque sabe que al hacerlo también se adora a sí mismo, pues considera que en una forma espiritual él es Dios. El cristiano es su propio Dios mientras el Espíritu más se comunique con el espíritu y den cuenta de la filiación divina del hombre, es decir, el hombre se hace más Dios mientras más ora, pues el poder del espíritu para comunicarse con el Espíritu está en la oración. La cualidad divina del hombre está en su espíritu y al consagrarse a él por medio de la oración, en realidad está deificándose a sí mismo. La oración no es entonces un medio de sumisión a Dios —como lo creen la mayoría de cristianos—, por el contrario, un análisis nos indicaría que es un método del cristiano para sentirse a sí mismo Dios. Al contrario, el alma es tan corruptible como el cuerpo. El salmista nos canta: «nuestra alma está hundida en el polvo y nuestro vientre se arrastra por el suelo» (Sal 44:25). El alma de los humanos, según este salmo, está hundida en la tierra, ¿qué queda debajo de la tierra en el cristianismo, si no el infierno? Es importante recordar la metáfora del vientre arrastrado porque luego se retomará. Jesús en el evangelio según Mateo, confirma la corruptibilidad del alma al decir: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno» (Mt 10:28). Así queda sentado que el alma no es plenamente bondadosa como el espíritu que regresa siempre a Dios, al contrario, puede arder en el infierno si se llena del pecado, lo cual introduce la siguiente cuestión que nos interesa: mientras el espíritu es parte de Dios, y como tal siempre es bueno, el alma está sujeta

a la voluntad humana. Solo si el hombre quiere seguir La Palabra lo hace, y si no, su alma se funde en el infierno por el pecado. Retomando, el alma es el pensamiento humano, los sentimientos y la voluntad; el espíritu es el aliento de vida, es la comunicación con Dios y también es Dios; y el cuerpo es la parte física del ser humano, el barro con el que fue creado y el polvo en el que se ha de convertir porque «Si él retirara hacia sí su soplo, si retrajera a sí su aliento, al instante perecería toda carne y el hombre al polvo volvería» (Job 34:14-15).

La caída y la cultura Ahora que hemos definido la estructura de la persona en el cristianismo, podemos hallarla en el relato del Génesis sobre la creación humana. Nos cuenta la Biblia que «entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente» (Gen 2:7). Vemos que Dios dio al ser humano dos cosas: un cuerpo, con el polvo, y un espíritu, con el soplo; pero aparentemente hasta este momento no se nos habla de un alma. Dio al hombre el poder sobre todos los animales y los árboles del Edén, excepto uno: «Y ordenó el Señor Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás» (Gen 2:1617). Al parecer hasta este momento, según el mito, el hombre no muere y es completamente inocente, porque el espíritu es lo único que habita en su cuerpo. No hay un alma con voluntad para escoger entre el bien y el mal, por el


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