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MONUMENTAL Guadix, la llamada Colonia Iulia Gemella Acci por los romanos y Wadi-As por los árabes, es una ciudad afortunada tanto por su ubicación geográfica como por su riqueza monumental y la enorme sugestión de su casco histórico. Su primer atractivo es el puramente orográfico, gracias al privilegiado emplazamiento a los pies de Sierra Nevada, en la llamada Hoya de Guadix, depresión que está rodeada de unos espectaculares farallones de tierra arcillosa, secularmente labrados por el viento, el agua y el hombre. Con el paso de las horas, de los días, de las estaciones y la climatología, el paisaje deviene en un variado collage de rojos, ocres, verdes, azules, blancos y grises, que en destellos y luces siempre cambiantes supone un regalo para los ojos y el espíritu.
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DESCUBRE GUADIX. 1. Guadix Monumental 1ª Edición, marzo de 2007 © Centro de Iniciativas Turísticas de la Comarca de Guadix © Textos: José Manuel Gómez-Moreno Calera © Fotografías: José Manuel Gómez-Moreno Calera (G-MC) A.D.R. Comarca de Guadix (ADR) Antonio López Marcos (LM) Base cartográfica: Edantur S.L. Diseño y producción: DSIGNUM Estudi Grafic, s.l. (Barcelona) ISBN: 978-84-935722-0-4 Depósito legal: B-24254-2007
Centro de Iniciativas Turísticas de la Comarca de Guadix Ctra. de Murcia, s/n (Antigua Azucarera) 18500 Guadix (Granada) Tfno. y fax: 958665070 – 958665191 info@guadixymarquesado.com www.guadixymarquesado.com
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GUADIX MONUMENTAL Jos茅 Manuel G贸mez-Moreno Calera
ÍNDICE ▇ Presentación
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▇ Breve secuencia histórica
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▇ PRIMER ITINERARIO: Guadix monumental
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1. Catedral
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2. Plaza de la Constitución, de las Palomas o de los Corregidores
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3. Calle Ancha
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4. Iglesia de Santiago
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5. Palacio de Peñaflor
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6. Alcazaba
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7. Cueva-museo de alfarería La Alcazaba
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8. Paseo de la Muralla
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9. Placeta del Álamo y del Conde Luque: Barrio Latino
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10. Palacio de los Marqueses de Villalegre
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11. Calle de Santa María del Buen Aire
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▇ SEGUNDO ITINERARIO: Cuevas de Guadix
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1. Torreón de Ferro y murallas árabes
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2. Monumento al Cascamorras
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3. Barrio y mirador de la Magdalena
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4. Barrio de las Cuevas
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5. Plaza Ermita Nueva
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6. Mirador cerro de la Bala
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▇ Bibliografía
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P R E S E N TAC I Ó N Una ciudad milenaria se abre ante nosotros. Guadix es pasado y presente. Agradablemente situada, es el punto de reunión de muchos caminos, quizás por eso fue elegida por los romanos como asentamiento para los veteranos de dos de sus legiones. Pasear por sus estrechas y sinuosas calles nos traslada también a un lejano momento donde las frescas noches veraniegas daban paso a la ajetreada vida de comerciantes musulmanes vendiendo sus mercaderías en el bazar y al almuédano llamando a la oración desde el alminar de la Mezquita Mayor. Más tarde los cristianos erigieron numerosos palacios señoriales, iglesias, conventos y, presidiéndolo todo, la imponente catedral, portentoso ejemplo de dinamismo constructivo y uno de los más bellos ejemplos de arquitectura religiosa de Andalucía. Las más placenteras sensaciones se experimentan al visitar el impresionante conjunto monumental de Guadix cincelando en nuestros corazones recuerdos donde encuentran cobijo y se perpetúan los ecos de la memoria. Esta guía nos invita a sumergirnos y disfrutar de la ciudad a través de dos recorridos, uno peatonal por el centro histórico y otro en coche atravesando el peculiar y pintoresco Barrio de las Cuevas, en los que se muestran los elementos más relevantes y los rincones con mayor encanto de la ciudad. El Centro de Iniciativas Turísticas de la Comarca de Guadix inaugura una serie de guías histórico-artísticas que nos irán descubriendo, paso a paso, el rico y variado legado cultural de nuestra comarca, a través de unas rutas diseñadas por todo el territorio para que los que nos visiten puedan sentirlo igual que los que habitamos esta tierra.
Sonia Soria Martínez Presidenta del CIT
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Guadix
M O N U M E N TA L Introducción Guadix, la llamada Colonia Iulia Gemella Acci por los romanos y WadiAs por los árabes, es una ciudad privilegiada tanto por su ubicación geográfica como por su riqueza monumental y su casco histórico. Su primer atractivo es el puramente orográfico, gracias al especial emplazamiento a los pies de Sierra Nevada, en la llamada Hoya de Guadix; una depresión que está rodeada de unos espectaculares farallones de tierra arcillosa, secularmente labrados por
el viento, el agua y el hombre. Con el paso de las estaciones, el paisaje se convierte en un variado collage de rojos, ocres, verdes, azules, blancos y grises, que supone un regalo para los ojos y el espíritu. La ciudad en sí está formada por un abigarrado caserío, presidido por su magnificente catedral y la altiva alcazaba, que por detrás se va diluyendo hasta fundirse con el quebrado y tortuoso paisaje de sus “malas tierras”. Guadix es histórica y monumental. Es pasado y presente, en lucha muchas
Panorámica de la ciudad de Guadix.
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veces desigual, pero puede presumir todavía de ofrecer una perfecta fusión de arquitectura aristocrática y popular, civil y religiosa, en un ambiente urbano de continuos contrastes que sorprenden a cada paso al visitante. A la cabeza monumental e institucional, podemos encontrar, una al lado de la otra y a modo de frontera entre la ciudad antigua y la moderna, la plaza porticada de la Constitución y la catedral, dos conjuntos de la más alta consideración artística e histórica. La primera es la plaza mayor y centro urbano por antonomasia, con el airoso balcón del Ayuntamiento (que antes lo fue del Corregimiento) como término eminente de su prestigio y calidad arquitectónica. Justo al lado, la catedral reúne de forma magistral estilos artísticos y secuencias históricas, ejerciendo ya a primera vista un impacto de sorpresa y dominio urbano con su deslumbrante fachada y la elevada torre. Entrando ya en el casco histórico, en sus tortuosas callejuelas y recónditos rincones, encontramos numerosas casonas y palacios, con portadas blasonadas y torres esquineras rematadas en airosas galerías de ladrillo, que nos descubren un Guadix señorial de pasado aristocrático y culto; posiblemente no haya en toda Andalucía otro caso de mayor densidad de arquitectura señorial en comparación a la arquitectura doméstica, aunque la escala de los edificios y su sobriedad exterior no permita a veces percibirlo. En el notable conjunto de iglesias y conventos la tradición mudéjar dejó muestras tan sorprendentes como la parroquial de Santiago, con su capri12
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chosa portada y la original solución interior, las iglesias de Santa Ana, San Miguel, la Magdalena, así como las antiguas conventuales de Santo Domingo y San Francisco, con espléndidas armaduras policromadas. Remontándonos en el tiempo, y como testimonio eminente de su pasado islámico medieval, descuella en el punto más elevado de la población la imponente mole bermeja de su alcazaba; entorno a ella, un menudo caserío muestra herencias urbanas que se remontan a los tiempos medievales y los primeros siglos de la modernidad, alternándose calles cortas y sin salida con otras larguísimas, siempre en disposición quebrada o en curva, para desembocar en variados rincones, placetas o anchurones, hasta configurar un verdadero dédalo. Pero aún más sorprendente, y para muchos su valor más excepcional, es el famoso Barrio de las Cuevas, uno de los mayores enclaves de estas características conservado en Europa. Su anterior marginalidad y pobreza se está tornando, no sin contradicciones, en espacio alternativo que ofrece un atractivo pintoresco para el visitante. La recuperación y puesta en valor de las cuevas en toda la zona ha permitido potenciarlas como turismo rural. Además de lo ya descrito, al pasear por sus calles encontraremos otras huellas de su rico pasado histórico, como pueden ser el antiguo Pósito, la Lonja y el Hospital Real; los arcos de la Imagen, de Mensafíes y la puerta de San Torcuato; la torre del Ferro y
M O N U M E N TA L los restos de murallas frente a la antigua iglesia de San Miguel, son fiel testimonio de una ciudad fortificada y principal, cuyos vestigios aparecen en un subsuelo riquísimo en restos arqueológicos. Igualmente, museos de arte (Museo Catedralicio) y de costumbres populares (Museo de Cerámica La Alcazaba y la Cueva Museo) nos permitirán conocer el Guadix de los artistas y los artesanos. Todo esto podremos comprobarlo de cerca deambulando por sus calles o contemplándolo en perspectiva desde los estratégicos miradores de la Magdalena y del Cerro de la Bala, atalayas privilegiadas desde donde podremos tomar plena conciencia de lo excepcional de esta población y de su entorno inigualable.
Breve secuencia histórica La primera población estable en el actual casco histórico pertenece a la cultura argárica, en la Edad del Bronce, a principios del segundo milenio antes de Cristo. Durante el milenio siguiente se identifica un poblamiento protoibérico y más tarde otro, plenamente desarrollado y con calles empedradas, de cultura íbera, el cual será absorbido definitivamente por la ciudad romana, la cual, de forma excepcional, se establecerá sobre la estructura indígena anterior. Surge entonces la llamada Colonia Iulia Gemella Acci, establecida poco antes del 27 a.C. en el espacio comprendido entre la alcazaba y la plaza mayor y catedral; sus ciudadanos gozaban del ius italicum, máximo estatus jurídico que equipa-
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Excavación de una calle romana en el casco histórico.
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raba a los habitantes de la colonia con los de las ciudades italianas. En recientes excavaciones y hallazgos fortuitos en las calles de San Miguel, la Concepción, de Palacio, Hospital Real, plaza de las Palomas, etc., han aparecido importantes restos de viviendas, murallas, cerámica, capiteles, monedas, así como de las infraestructuras esenciales para su funcio-
Calle Mendoza.
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namiento, como acueductos, cloacas, conducciones de agua, termas, etc. que dan idea de la importancia de esta ciudad romana. Su emplazamiento en el paso natural entre el Levante y Andalucía es un factor determinante para su prosperidad económica, aunque el fin del Imperio Romano supone su primera gran crisis hasta la llegada del Islam.
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M O N U M E N TA L La difusión del cristianismo supone un nuevo refrendo a su posición de privilegio: su obispo Félix preside el famoso Concilio de Elvira a principios del siglo IV; además han quedado al mismo tiempo referencias literarias y monedas que documentan la existencia de varios templos en época visigoda, como el de la Santa Cruz en el Barrio de la Magdalena o la sede episcopal con catedral bajo la advocación de san Juan. En la primera etapa islámica (siglos VIII-X) se documenta la presencia de una comunidad mozárabe. Es entonces cuando se origina la tradición popular de la evangelización por Torcuato, uno de los Siete Varones Apostólicos, con la conversión de santa Luparia, primera mártir cristiana accitana. Algunos autores consideran que de este tiempo son la Alcazaba y las primeras construcciones defensivas. Es a partir del siglo XI y XII, cuando Guadix, el Wadi-As de las crónicas árabes, aparece como una ciudad ya plenamente formada (lo que en la cultura árabe se denomina una madina, “medina” en castellano), ceñida por murallas y con abundancia de agua como valoraba el geógrafo del siglo XII al-Idrisi. Entonces se levantan o refuerzan con fines estratégicos y de control económico sus murallas y puertas, se organizan los barrios con sus mezquitas, fuentes, baños y hornos, y se construye la mezquita mayor en la zona más comercial, junto a la judería y la alcaicería de la ciudad. El máximo desarrollo económico y poblacional llegaría en el periodo nazarí, último rescoldo de la antigua grandeza de al-Ándalus.
A finales de 1489 los Reyes Católicos toman la ciudad por capitulación y a partir de ese momento se realiza una clara reorganización social y urbana. El primer momento de convivencia y permisividad acaba casi inmediatamente con un levantamiento sofocado pronto, tras el cual se expulsa a los mudéjares (musulmanes que conservaban sus privilegios, religión y costumbres bajo dominio cristiano) del centro urbano desplazándolos a los arrabales de la Magdalena, Santiago, Santa Ana y la zona de las cuevas. A partir de este momento se produce una clara escisión social, económica y constructiva, que marcará hasta nuestros días el peculiar aspecto urbano de Guadix. La ciudad se organiza en tres zonas que hoy todavía se identifican con claridad en su casco histórico: el centro urbano (perfectamente delimitado y que ocupa casi en exclusividad nuestra propuesta de recorrido monumental); los arrabales históricos hacia levante y poniente; y por último el barrio de las cuevas, extensísimo en superficie, marginal e independiente durante siglos y que adquiere una realidad histórico-social propia, aunque administrativamente estuviera unido fundamentalmente a las parroquias de Santiago y la Magdalena. La nueva ciudad se organiza, administrativa y religiosamente, en torno a unas parroquias que centran sus barrios históricos, como son las de Santiago, Santa Ana, San Miguel, la Magdalena (actualmente extinguida) y Sagrario-catedral. Se da el caso curioso de que en el casco urbano original, centro de la colonia romana y Monumental
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la medina islámica, no existe ni existió más parroquia que la de la propia catedral, las demás se implantaron sobre las antiguas mezquitas menores de los arrabales, en el entorno de las puertas del recinto amurallado. Igual se puede decir de los conventos originarios ligados a la conquista: el de San Francisco de nuevo al sureste, por debajo de Santiago y en el barrio próspero de la ciudad; el de Santo Domingo hacia el oeste, también extramuros, por encima de San Miguel y cerca del barrio de las cuevas. Casi mediados el siglo XVI se funda junto a la iglesia de Santiago un monasterio de clarisas y más tarde el de la Con-
cepción; a finales del mismo siglo y en el XVII aparecen el colegio de San Torcuato de jesuitas, el convento de los agustinos y el de San Diego, de franciscanos alcantarinos, actual convento de monjas de la Presentación. A lo largo del siglo XVI la ciudad se va cristianizando pero solamente en lo institucional porque el peso de los moriscos (los mudéjares bautizados), su forma de vida, tradiciones y arte siguen presentes con fuerza, quedando la arquitectura y artesanía como un buen ejemplo de sus capacidades y herencias culturales. Las iglesias, conventos, palacios y casas sencillas muestran el gran peso de la
Convento de la Concepción y Alcazaba desde la catedral.
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M O N U M E N TA L tradición mudéjar, ya que, salvo el proyecto renacentista de la catedral y el primer intento de remodelación de la plaza de la Constitución, todas las parroquiales, conventos e incluso las viviendas aristocráticas se construyen en el siglo XVI con una técnica y estética claramente medievales. Es en los siglos XVII y XVIII cuando se imponen los nuevos modelos del Barroco, sobre todo en los conventos (San Torcuato, San Agustín y San Diego) y en las nuevas estructuras palatinas, pero sin perder del todo la tradición constructiva, que identifica tan claramente la arquitectura guadijeña. En estos edificios, el elemento más notable y peculiar de Guadix y su comarca son sus espléndidas armaduras, en las que la policromía alcanza valor de virtuosismo y originalidad únicas. Guadix en el siglo XVII busca su identidad histórica y la legitimidad institucio nal, reforzando el papel del Corregimiento, cristalizado en el nuevo balcón que ahora preside su plaza, y refuerza su papel eclesiástico, fruto de las directrices emanadas de la reforma de Trento, reivindicando su primacía en cuanto a los orígenes religiosos que se ven reforzados con la llegada de los restos de san Torcuato. Pero su base esencialmente agrícola y artesanal se ve inmersa en la gran crisis que atenaza la economía de la España de los llamados Austrias menores, profundizada aquí aún más por la no superada expulsión de los moriscos, cuyo vacío no llenan los nuevos repobladores. En el siglo XVIII, como en toda España, Guadix vive un cierto desarrollo eco-
nómico y auge demográfico; la catedral, su empresa constructiva más ambiciosa, alcanza su fin, y se levantan nuevos palacios, se reforman otros, se reconstruye y amplía el Pósito, las iglesias se engalanan con imágenes y retablos, se construye el nuevo Seminario enfrente de la catedral y la calle vive, al menos esporádicamente, un ambiente festivo. No obstante continúan profundizándose los desequilibrios sociales y económicos y la marginación sigue siendo un problema social. La invasión napoleónica y la crisis del siglo XIX suponen un duro revés para la identidad institucional y física de Guadix. Aunque sigue siendo cabeza judicial y diocesana, pierde entidad en el ámbito nacional, la nobleza busca nuevos hogares y se pierde el Corregimiento. Paradójicamente, la población experimenta un importante incremento, ya que las nuevas industrias agropecuarias y mecánicas revierten en una importante inmigración que seguirá en las primeras décadas del siglo siguiente, afectando tanto a la comarca (las minas de Alquife) como a Guadix capital. De todas formas su estancamiento es claro y pierde ese valor de encrucijada y centro de paso entre el Levante y Andalucía Oriental, ya que los nuevos medios de comunicación la hacen quedar postergada. La ciudad, que sigue siendo cabeza de la comarca, se amplía pero sólo en algunas calles específicas y sobre todo hacia el llano, sin mutilar apenas la antigua estructura del casco histórico el cual se estanca, iniciando un paulatino declive. Monumental
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PRIMER ITINERARIO
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Catedral
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Catedral. Vista general.
La catedral es el monumento de mayor trascendencia histórica de Guadix. Desde cualquier punto que nos acerquemos a la ciudad destaca soberbia y dominante, toda hecha de buena cantería de piedra franca (salvo los cuerpos superiores de la torre). Su construcción abarca prácticamente de los siglos XVI al XVIII, con largos periodos de inactividad, por lo que en ella se conjugan todos los estilos presentes en la llamada edad moderna: gótico, renacimiento, manierismo, barroco y neoclásico. Sin embargo, el gran impulso constructivo tuvo lugar en el siglo XVIII, de manera que algunos elementos y partes realizadas con anterioridad quedaron en cierta me-
dida fundidos o enmascarados con la estética barroca, dominante en aquel tiempo. En su exterior se consiguió un estilo más unitario, pero, en el interior, algunos de sus elementos de las primeras etapas, como fueron las bóvedas góticas o las columnas adosadas de la girola, quedaron como referencia y modelo para la continuación dieciochesca por motivos de funcionalidad y de equilibrio estético. Con esta fusión de estilos podía haber resultado un edificio híbrido y mal ensamblado, y, sin embargo, como raras veces suele ocurrir, su complejo equilibrio estilístico derivó en un exotismo y rareza que supone su principal atractivo. Monumental
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Historia de la construcción Fundada bajo la advocación de la Encarnación de la Virgen en 1492, su primer edificio fue la antigua mezquita mayor, repitiendo un procedimiento habitual en las ciudades recién conquistadas. Al ser muy reducido y poco adecuado su espacio, en los años 1510-1520 se levanta un primer cuerpo de estilo gótico, que corresponde con el actual coro y sus dos colaterales, siendo las bóvedas su parte más reconocible ya que los pilares están, en parte, ocultos bajo la decoración dieciochesca. Poco después se amplia hacia los pies con otro tramo gótico, pero es en 1549 cuando el burgalés Diego de Siloé, entonces maestro mayor de la catedral de Granada y del monasterio de San Jerónimo, proyecta una nueva catedral ajustada al estilo renacentista. Con estas directrices se comienza a construir la cabecera, se levanta el perímetro exterior, con las paredes del cuerpo inferior de la torre y de la capilla redonda de San Torcuato. El estallido en 1568 de la rebelión morisca y la crisis generada por la posterior expulsión de éstos, frena las obras hasta finales del siglo XVI, en que se produce un tímido intento de continuarlas. Entonces se llama al arquitecto Juan de la Vega, aparejador de las Obras Reales de Granada, el cual diseña una capilla mayor ovalada, pero de nuevo los trabajos quedan interrumpidos por falta de fondos. En las décadas siguientes se termina el segundo cuerpo de la torre y la bóveda de la sacristía, y se paran de nuevo las obras en 1632. En todo este tiempo y hasta el siglo XVIII el culto se 20
Guadix
realiza en el edifico antiguo, mitad mezquita mitad templo gótico. A comienzos del siglo XVIII se reinician las obras, en un proceso que ya es el definitivo; se termina el tercer cuerpo de la torre en 1710, fecha que aparece sobre los huecos de las campanas. En el año 1713 el rey Felipe V concede al Cabildo la libre disposición del octavo del diezmo del obispado para continuarla, en agradecimiento por haberle apoyado en la llamada Guerra de Sucesión. El maestro mayor de la catedral de Jaén, Blas Antonio Delgado, elabora un proyecto para su continuación y es en gran medida el responsable de la configuración actual del templo. Como maestro mayor se nombra a Vicente Acero, el cual reemprende los trabajos por la cabecera, cierra la girola, levanta el tramo siguiente, con sus capillas anejas, e inicia los pilares de la cúpula. Esta etapa queda reflejada en las ventanas exteriores junto a la capilla redonda, con las inscripciones “año 1717”, abajo, y “agosto de 1718” arriba. En 1719 Acero es sustituido por el entonces aparejador Gaspar Cayón de la Vega, cuya suficiencia quedó avalada por el afamado arquitecto y retablista Francisco Hurtado Izquierdo, el cual introdujo algunas modificaciones sobre la forma de hacer la cúpula (sin tambor), la manera de ensamblar la parte nueva con la vieja y la solución formal de los pilares. Cayón continuará al mando de las obras varias décadas, pero se dio el caso singular de que Acero, que había sido nombrado arquitecto de la catedral de Cádiz, también allí abandona la dirección, y es nombrado en su
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Catedral. Cúpula.
lugar de nuevo Gaspar Cayón. Así, de una forma excepcional, en las décadas siguientes ambos maestros, Acero y Cayón, se van a ir alternando y compartiendo la dirección de la catedral de Guadix, ya que en las largas ausencias de Cayón, Acero se encarga de remediar las dudas y dar soluciones concretas, al seguir gozando de la confianza del Cabildo. Resulta bastante complicado saber en el momento actual a quién corresponde la responsabilidad en la traza concreta de algunas partes, ya que se superponen los diferentes arquitectos sin que haya quedado muestra ninguna de sus diseños. A grandes rasgos, se puede sostener que la idea general del proyecto fue de Delgado, la solución de los pilares y cúpula de Hurtado; las capillas laterales, la portada de Santiago y la fachada principal pasan por ser de Acero, y la portada de San Torcuato es, claramente, de Cayón, así como la solución técnica de los pilares, muros de carga, bóvedas y cubiertas.
Por fin, en 1730 se termina la cúpula y en 1738 la cabecera se une con la parte gótica y queda habilitada la nueva capilla mayor para el culto. En las décadas siguientes se continúa construyendo hacia los pies hasta englobar la parte gótica en el nuevo templo, como puede deducirse de las fechas inscritas en las ventanas exteriores (1740 a 1757, en el lateral izquierdo, y 1746 en las que están en las salas altas del Museo). En los años siguientes se terminan algunas dependencias accesorias y se encargan algunos enseres complementarios para el culto, como los púlpitos y la sillería. Un incendio en la torre en 1747 destruye la bóveda de la sacristía y obliga a rehacerla junto con sus paredes, frenando un poco los trabajos, pero, al fin, la fachada se levanta a partir de 1754-1762 el primer cuerpo, el segundo de 1762 a 1767, y el tercero de 1767 a 1770. El remate fue trazado por el arquitecto Domingo Thomás y terminado el año 1799, fecha que aparece en el medallón superior de la fachada y que significa la coronación y fin de las obras. El remate del chapitel, la reja que protege la fachada y la escultura del Sagrado Corazón de la torre se hicieron en los siglos XIX y XX respectivamente. Descripción exterior El elemento más notable del exterior de la catedral es su propio volumen compacto, la robusta torre, la fuerza arquitectónica que ofrecen los contrafuertes que van delimitando las capillas y contrarrestando los empujes de las bóvedas, las dos portadas laterales y, sobre todo, su fachada Monumental
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principal. Esta gran fachada, llamada de la Anunciación, es uno de los elementos de mayor sugestión estética y una de las aportaciones más originales de nuestro barroco. Sin duda lo más original es la disposición de los
contrafuertes al sesgo, mediante grupos de tres columnas en saliente, a modo de espolón, que aligera enormemente el aspecto de soporte estructural, solución que Acero y Cayón repitieron en la catedral de Cádiz.
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Catedral. Fachada principal.
El primer cuerpo presenta columnas de orden compuesto, el segundo corintias, mientras que el tercero se aligera y alegra con el empleo de unos estípites que abrigan el medallón con el escudo Real y cartela conmemorativa. Remata la fachada una cornisa absolutamente caprichosa y coronada con multitud de pirámides y bolas, que viene a ser como un festón caprichoso de esta gran pantalla 22
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liviana. La rotundidad de esta obra se acentúa, además, al faltarle las torres que suelen flanquear normalmente las fachadas catedralicias. Tiene gran interés el discurso iconográfico que se desarrolla en esta fachada. El primer cuerpo está dedicado a san Pedro y los Siete Varones Apostólicos, cuyas esculturas son obra reciente de Mª Ángeles Lázaro. El se-
De las portadas laterales sobresale por su calidad plástica la que da a la calle Santa María, dedicada al apóstol Santiago, labrada por el entallador Francisco Moreno a mediados del siglo XVIII. Hay que destacar la disposición de las columnas en saliente, el bello angelote que corona el arco de la puerta, toda la labra de molduras del arco, entablamento y cornisa, y el festón engalanado que bordea la hornacina que alberga la imagen del Santo Peregrino. A su izquierda podemos ver incrustada en el muro una lápida romana alusiva a Aurelio Vero.
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Catedral. Detalle de la portada de Santiago
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gundo está dedicado a la Virgen, centrado por un relieve en mármol de la Encarnación, obra de Antonio Moyano de 1765, acompañado por emblemas marianos en los paneles de los contrafuertes rodeados de hojarasca. El tercero está presidido por el escudo borbónico, en reconocimiento a su magnanimidad y más arriba remata en una cartela con inscripción conmemorativa y la fecha de 1799.
Catedral. Inscripción romana incrustada junto a la portada de Santiago.
La portada de San Torcuato es mucho más sencilla, aunque debe destacarse la disposición, un poco extraña, del segundo cuerpo sobre la cornisa y el gran declive que forma aquí el terreno, salvado con una amplia escalinata. Este lateral está flanqueado a la izquierda por la antigua sala capitular y a la derecha por la elevada torre. En cierta medida esta torre de la catedral es, junto con la silueta bermeja de la alcazaba, una de las imágenes más emblemáticas de Guadix. Sus cuerpos se terminaron, el primero, en 1556, el segundo, ya labrado en ladrillo, en 1626, el campanario y el pequeño banco sobre el que se asienta en 1710, como reza en las cartelas de su friso, el chapitel se comienza en el mismo tiempo pero se reforma en el siglo XIX y el Sagrado Corazón se colocó en 1945. Monumental
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Descripción del interior y tesoro catedralicio
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La visión interior de la catedral nos puede ofrecer una mejor comprensión de su organización y su complejidad estilística. Consta de tres naves separadas por pilares compuestos, un crucero que no sobresale ni de los laterales ni en altura, y una cabecera compuesta por la capilla mayor y otro tramo añadido para ampliarla e iluminarla, más una girola de cinco tramos que las envuelve y comunica con el presbiterio mediante estrechos arcos de medio punto. Las bóvedas son todas de crucería salvo la de la capilla mayor y el tramo adyacente en que se utiliza una cúpula. En este conjunto de bóvedas destaca, en riqueza y por su original disposición entre la capilla mayor y el crucero, la cúpula sobre pechinas con adornos que ilumina el interior a través de unas originales claraboyas alveoladas y una pequeña linterna.
Catedral. Interior y coro.
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Los pilares de esta catedral ofrecen una curiosa solución, pues hacia la nave central y bajo los arcos formeros los capiteles son corintios, mientras que los dispuestos hacia las naves laterales son dóricos, para armonizar con las pilastras de la girola, las cuales también condicionaron a los capiteles de las pilastras que flanquean las capillas adyacentes. Igualmente se aprecian diferencias en las retropilastras o ángulos de retranqueo en estos pilares, ya que las de la girola, capilla mayor y crucero son rectangulares, mientras que en la zona gótica lo son circulares. Las columnas de estos pilares en los tramos de las naves están tallados en yeso y recubren los primitivos pilares góticos, de los que solamente se respetaron los baquetones o molduras circulares que van entre columna y columna. Por el contrario, en las bóvedas de la cabecera se desarrollaron una serie de adornos sobrepuestos a las bóvedas para armonizarlas, en este caso, con las primitivas góticas. Al margen de los resabios góticos y renacentistas de bóvedas y columnas dóricas, ya señalados, las ventanas, bóvedas y adornos de las capillas laterales son ya plenamente barrocos, con vanos acodados, frontones partidos, roleos y encurvamientos, fajas y repisas, con variados y bellos adornos. El altar mayor está presidido por un tabernáculo de estilo neoclásico con una pequeña Inmaculada de estilo canesco, de finales del siglo XVIII, diseñado por Domingo Lois de Monteagudo, el cual también diseñó el trascoro por las mismas fechas. Sobre los arcos de comunicación con la gi-
rola hay cinco lienzos con la vida de la Virgen, pintados hacia 1730-1738, bien compuestos y correctos aunque algo fríos y oscuros. De los pilares torales penden ángeles lampadarios, muy movidos y corpulentos, de Torcuato Ruiz del Peral. En el perímetro exterior de la girola se encuentran tres capillas, dedicadas a san Fandila, la Encarnación y san Sebastián, las tres con retablos del siglo XVIII pero con imágenes modernas. En el arranque de la girola se encuentra el acceso a la sacristía, con una portada del siglo XVI pero remodelada en su parte alta en el XVIII, y en el lado opuesto la llamada capilla de San Torcuato, que fue diseñada por Diego de Siloé como panteón para alguna familia ilustre pero que no se terminó hasta el siglo XVIII, quedando entonces dedicada al que fuera primer obispo y evangelizador de Guadix. Es destacable el arco de acceso por el magnífico despiece de sus dovelas, adoptando la forma en esviaje, alarde estereométrico de los canteros del siglo XVI. En el interior, dobles columnas jónicas separan los huecos para retablos en los que se albergan santos de especial significación para Guadix, como son san Torcuato en el centro, encima el relieve de santa Luparia y a los lados los dedicados al obispo Medina Olmos y al Padre Poveda, canonizados recientemente. Las bóvedas se adornan con profusos enramados y molduras de estilo barroco. Obras especialmente suntuosas y meritorias de esta catedral son los dos púlpitos y la sillería del coro. Los primeros fueron ejecutados por Ruiz del Peral en 1737, con alardes de vir-
tuosismo, hechos a base de incrustaciones de mármoles de colores, ágata, pórfido y jaspe, que acogen profetas y otras figuras bíblicas, todos decapitados excepto Jeremías; los respaldos y tornavoces son de madera dorada, con profusión de moldurajes. La sillería del coro fue comenzada en 1744 y tuvo en sus respaldos preciosas esculturas talladas por Ruiz del Peral, Salazar, Trujillo, Felipe González y Moyano. Destruidas en 1936, en la actualidad se están colocando otras realizadas por Asenjo Fenoy. Queda de lo original el relieve de la Asunción Coronada, sobre ella la escultura de San Torcuato y remate de jarrón de azucenas. Es de destacar en este coro la riqueza de los doseles y la filigrana de los asientos, tallados en nogal. El órgano, de gusto barroco, fue renovado totalmente después de 1940. Delante del trascoro, de estilo neoclásico y labrado en mármoles de colores, se ha instalado una buena copia de la Piedad del Vaticano, de Miguel Ángel, restaurada en 2001 por Mª Ángeles Lázaro. Museo catedralicio Inaugurado en 2001 ofrece una selección de obras de pintura, escultura, orfebrería, bordados y documentos. Son destacables en pintura la colección de cobres barrocos de temas bíblicos y una Trinidad doble, del estilo de Risueño; en escultura, sobresalen las imágenes de Ruiz del Peral y su taller, en especial una Dolorosa, y la Inmaculada de José de Mora, siendo notable la colección de orfebrería, con tres custodias de complicadas labores, varios copones y cálices renacentistas y baMonumental
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rrocos, una cruz procesional cuajada de medallones y ornato manierista, obra de gran mérito realizada en 1581 por Cristóbal de Ribas, y, por su valor devocional e histórico, el relicario que guarda el brazo de san Torcuato. Sagrario Adosado en el costado derecho de la catedral se encuentra el templo del sagrario. Su construcción se realizó entre 1765 y 1791, con trazas de Gaspar Cayón y terminado por Fernández Pachote, con un estilo más
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austero y descargado de ornato que la catedral. Hacia fuera muestra sus paramentos lisos, solamente alegrados por una portada terminada en 1770 y entre cuya decoración se incorporan diversos emblemas eucarísticos (espigas, vid, cordero, custodia). En su desnudo pero bien ordenado interior existen retablos neoclásicos diseñados por Domingo Lois con pinturas modernas copias de originales de Tiziano, El Greco, Murillo y Tiépolo realizadas por el pintor accitano Jesús Valverde, en 1951.
Plaza de la Constitución, de las Palomas o de los Corregidores
Esta plaza, es una de las más felices creaciones urbanas del antiguo Guadix, aunque la configuración regular
Plaza de la Constitución o de las Palomas.
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Guadix
que ahora pre senta, completamente porticada, es fruto de una remodelación historicista de mediados del
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Plaza de la Constitución o de las Palomas. Ayuntamiento.
siglo XX. En época islámica ocupaban este espacio numerosas tiendas, talleres y almacenes, en el entorno de la llamada Puerta Alta de Baza, una de las principales de la ciudad. Por el costado septentrional y oriental corría la muralla medieval, de la que han aparecido recientemente algunos restos, junto a otros romanos, que nos hablan del peso histórico de esta zona. Tras el asentamiento cristiano en el siglo XVI pasa a ser centro administrativo y de representación política, instalando en dicha plaza y su entorno inmediato el Ayuntamiento, el Corregimiento, la Cárcel y otros edificios de servicio municipal, como carnicerías, matadero, pescadería y alhóndiga, además de algunas tiendas y negocios, así como la picota para los ajusticiamientos públicos. Desde muy pronto se pretendió darle carácter de plaza mayor porticada, distribuyendo tiendas a las que se les
obligaba a realizar unos portales delante, pero el inicio de configuración con una mayor nobleza tiene lugar a mediados del siglo XVI. El contrato en 1547 de los canteros Juan García de Gibaja y Juan Ruiz con un carretero para que les trajera unas piedras para las obras que estaban haciendo en esta plaza puede aludir a su construcción, ya que los capiteles y arcos coinciden estilísticamente con este momento. El Ayuntamiento se levantó en el siglo XVI en el lugar que ahora ocupa y contaba con un balcón que se eliminó en el siglo XIX para habilitar una sala. Enfrente, en el lateral que da a la catedral, estaba el palacio de los Corregidores, cuyo monumental balcón corrido es el que ahora preside el Ayuntamiento, terminado en 1606 y construido por el cantero Juan Caderas de Riaño y los escultores Juan de Freila y Pedro de Mezcua. Monumental
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Su elemento más notable es el amplio balcón de los Corregidores, con la leyenda que testimonia su construcción en 1606 ostentando encima el escudo Real, en el centro, y a los lados los de Guadix y del Corregidor bajo cuyo mandato se realizó esta magna obra. También se remodeló y adornó con una portadita neoescurialense el pasadizo de entrada a la plaza para los vehículos con el fin de facilitar su comunicación con la plaza de la catedral. Desde las balconadas del Corregimiento y las que tuvo el antiguo ayuntamiento y muchos de los edificios que rodean la plaza, las autoridades y vecinos asistían a los espectáculos públicos (corridas de toros, entre otros), celebraciones religiosas y populares y las proclamas políticas que tenían en este espacio su centro neurálgico. Todavía hoy sigue siendo un lugar de recreo, descanso y comercio, y alcanza su punto álgido lúdico y festivo en diferentes eventos y fechas señaladas de la ciudad.
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La plaza sufrió varios incendios durante la pasada guerra civil que afectaron a parte de los inmuebles, por lo que a partir de los años 40 se remodeló, y fue entonces cuando se cierra todo el perímetro de cantería y se traslada el balcón de los Corregidores para instalarlo en el actual Ayuntamiento. La parte más antigua y original de la plaza son trece arcos del lateral izquierdo (si miramos hacia el Ayuntamiento) que sirvieron de referencia para construir el resto. La plaza tiene forma rectangular, delimitada por robustas columnas de fuste liso y capitel jónico muy estilizado que van descargando arcos carpaneles doblados con ménsula de acanto y en las enjutas se alternan los emblemas de los Reyes Católicos (que vienen a ser los de la propia ciudad) y el escudo de Carlos V con su poderosa águila bicéfala coronada.
Plaza de la Constitución o de las Palomas. Escudo de Carlos V.
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Guadix
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Calle Ancha
Por el arco lateral derecho del Ayuntamiento podemos pasar, a través de la zigzagueante calle del Magistral Domínguez (personaje destacado del cabildo catedralicio), a la calle Ancha. Esta calle era la antigua rambla que discurría paralela a la muralla, la cual subía hasta entroncar con la Puerta Alta o de la Rambla, en la esquina del Palacio de Peñaflor, sobre la plaza de Santiago. Fue intensamente renovada a finales del siglo XIX y principios del XX, como es fácil percibir en sus edificios, cuyas fachadas reflejan los gustos decimonónicos y de un modernismo moderado. Algunos inmuebles antiguos se remodelaron y ocultaron bajo fachadas modernas, así por ejemplo hace pocos años aparecieron los restos de la antigua lonja de mercaderes que se creía desaparecida. Este edificio presenta
tres arcos doblados sobre robustos pilares circulares, todo de ladrillo, muy parecidos a los que presentan las iglesias de Santa Ana y Santiago. Sobre estos arcos había una inscripción fechada en 1563 y los escudos de la ciudad y el de Carlos V. A su lado, y en la calle trasera del actual Ayuntamiento, se encuentra el antiguo Real Pósito (almacén de trigo y granos que servía para prestarlo o entregarlo a labradores y ciudadanos en tiempos de escasez); en otros lugares se denomina cilla o alhorí. La parte superior conserva el característico aparejo de ladrillo con cajones de tapial, al modo habitual en las construcciones históricas de Guadix, ostentando en el centro un relieve en piedra con adornos de hojarasca, el escudo de la ciudad y la inscripción que lo fecha en 1759 con la leyenda siguiente:
HIZOSE ESTA OBRA REINANDO FERNANDO VI. DE ORDEN DEL ILUSTRÍSIMO SEÑOR MARQUES DEL CAMPO DE VILLAR, DEL CONCEJO DE SU MAJESTAD, SECRETARIO DE ESTADO GRACIA Y JUSTICIA, SU PRESIDENTE GENERAL DE POSITOS DEL REINO. AÑO DE MDCCLIX.
Debajo hay otra lápida, en este caso romana, con el siguiente texto: FAVSTINE AUGVSTAE ANTONINI AUG[USTO] PII FIL. COLIVLGEM ACCIS;
Debajo, con otra grafía más moderna y menor incisión, se añadió: G-MC
INVENTVS AÑO MDCCLIX Escudo de la ciudad e inscripción en el antiguo Pósito.
Es decir, el mismo año del de la placa superior. Monumental
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Enfrente se encuentra, formando un atractivo chaflán, el Palacio de los Martos, con fachada del siglo XVIII, del cual destaca su elegante portada con balcón superior y la cornisa abovedada del remate simulando grandes
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conchas. Calle arriba se suceden una serie de edificios y negocios que testimonian el haber sido la calle comercial y burguesa por antonomasia hasta su desplazamiento a la zona de la avenida Medina Olmos.
Iglesia de Santiago
El entorno de la iglesia de Santiago ofrece uno de los rincones más sugestivos y de mayor encanto del viejo Guadix. Dos edificios se muestran protagonistas de la historia institucional y monumental de esta plaza. Arriba, el Palacio de Peñaflor, dominante y altivo sobre la cresta que forma el terreno en este lugar, como magnífico telón de fondo. Una cuesta en zigzag, con su pilarillo en el arranque, comunica este altozano con la parte baja que forma la plaza ajardinada, cuyo frente preside la iglesia parroquial de Santiago y el monasterio del mismo nombre.
Por encima de esta plaza y a su costado oriental se extienden otros barrios no incluidos en nuestro recorrido por el Guadix Monumental, pero cuya visita puede deparar nuevas sorpresas y puntos de referencia que ayuden a comprender todo el peso histórico y el encanto pintoresco que esconde esta ciudad única. Es el caso de la calle Santiago o la plaza del Osario (nombre curioso que nos evoca la presencia de un antiguo macaber o cementerio musulmán); o de las calles Moral, de la Cruz o de la Solana, que nos ofrecen una buena vista del Barrio de las Cuevas. 30
Guadix
Por debajo de la plaza, podemos acercarnos a la plaza de San Francisco, en donde se encuentra uno de los conventos e iglesia más antiguos de Guadix; más al este, la iglesia parroquial de Santa Ana, con bella portada del primer renacimiento, y en su entorno, el barrio del mismo nombre de viejos y nobles caserones, entre los que destaca el que acoge el curioso arco de la Imagen, antigua puerta de Fiñana, que marca el límite del segundo recinto amurallado de la ciudad antigua.
Iglesia de Santiago, interpretación del proyecto de Diego de Siloé, según José Manuel Gómez-Moreno.
de templo tradicional mudéjar, supo proyectar unos elementos de especial novedad, como fueron su monumental portada, el remate de las naves laterales en curva y la armadura de la capilla mayor. Su construcción fue llevada a cabo por el albañil Francisco Centeno, de 1533 a 1551. El exterior ofrece un atractivo especial por la blancura de sus muros; la disposición quebrada de las capillas y naves, que motiva el elegante quiebro de los tejados, el chapitel cerámico de la torre y la monumental portada renacentista. Esta portada, terminada en 1546, es elemento de gran nobleza y
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La iglesia de Santiago es una de las iglesias de mayor belleza y novedades constructivas al tiempo que es una de las fundaciones de mayor prestigio del Guadix del XVI. En este hecho fue decisiva la especial protección dispensada por Gaspar de Ávalos, obispo de Guadix, arzobispo de Granada y cardenal de Santiago de Compostela, nacido en esta ciudad, el cual la dotó espléndidamente para constituir el panteón de sus padres y hermanos y fundó el monasterio anejo. La iglesia fue diseñada por el gran arquitecto y escultor Diego de Siloé, el cual, partiendo de un modelo
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Iglesia de Santiago.
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Iglesia de Santiago. Detalle de la armadura.
un magnífico ejemplo de la estética renacentista, en la que la maestría del diseño de Siloé se vio completada por la habilidad del cantero, posiblemente Cristóbal Nuño. En ella se desarrolla, sobre un apilastrado doble, arco central y hornacina superior, una caprichosa decoración a base de candelabros, angelotes, monstruos, emblemas, máscaras y frisos vegetales que acompañan y sostienen los escudos del obispo Antonio del Águila y del Emperador Carlos V, con sus emblemas columnarios a los lados. En el arranque de la pilastra inferior derecha se puede identificar a un Santiago Peregrino que nos recibe medio confundido con toda esta maraña de motivos fantásticos. En la torre, su chapitel forrado de cerámica vidriada y la jarra en que engasta la cruz, recuerdan viejos usos conservados aquí. Su interior se estructura en tres naves, con una capilla mayor exenta de tamaño reducido y capillas alojadas en las naves laterales. Dichas naves presentan la original solución de terminar en curva, lo cual permitió abrir las últimas capillas con unos arcos alabeados y a curvar, igualmente, la armadura, creando un efecto extraor32
Guadix
dinario de concentración visual hacia la capilla mayor. La nave central se articula con unos pilares curvos sobre los que apoyan arcos de medio punto y sobre ellos se extiende un magnífico artesón mudéjar policromado, adornado con ruedas de lazo, y tirantes con canes dobles que ofrecen figuras monstruosas y motivos vegetales. La armadura de la capilla mayor es como una gran concha, con adornos de cupulitas cuatrifoliadas formando el arco de arranque y TRES paños con casetones que descienden de una concha muy al gusto de Siloé. En las enjutas del arco toral se ven dos grandes escudos de Gaspar de Ávalos como protector de este edificio. Las obras de arte actuales son todas modernas, muchas de ellas vinculadas a devociones y cofradías de Semana Santa. Destacan el Cristo de la Luz, la Virgen de las Lágrimas o el Nazareno (llamado popularmente el Llavero). Adosado al templo se encuentra el monasterio de Santiago, de monjas clarisas, fundado por el obispo Ávalos y construido a partir de 1540. Fue el primer monasterio femenino de Guadix y en su solar existieron sucesivamente una terma romana y un baño islámico (hammam). En su exterior dominan los muros de albañilería blanqueados, con aleros de ladrillos doblados como mensulones, y el ingreso (restringido por ser clausura) se realiza por un callejón que desemboca en una portadita de ladrillo presidida por una Inmaculada. Son elementos destacables de su interior el patio, la armadura del coro y algunas imágenes y pinturas barrocas.
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Palacio de Peñaflor
Este palacio, por su propia monumentalidad y el caprichoso balcón esquinero, junto a su privilegiado emplazamiento y el entorno pintoresco, es uno de los edificios más nobles de Guadix. Perteneció a la familia
Pérez de Barradas, marqueses de Cortes, que llegaron cuando la conquista, cuyas ramificaciones y alianzas alcanzan hasta el siglo XIX, en que reciben el título de marqueses de Peñaflor, nombre que ha prevalecido.
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Palacio de Peñaflor.
Su morfología actual es consecuencia de una serie de remodelaciones hechas entre los siglos XVI y XVIII. En su exterior, la fachada principal es extremadamente sobria pero imponente, con un paramento liso de ladrillo, ventanas enrejadas y cuatro escudos de piedra por todo adorno. En las esquinas sendas torres rematan en galerías abiertas con arcos
sobre pilares ochavados, sello característico de la arquitectura señorial guadijeña. El costado izquierdo, construido sobre la antigua muralla medieval y mostrando ampliaciones y reformas, como un gran arco cegado, se adelanta y retranquea caprichosamente, con unos muros enlucidos y otros mostrando aparejo de ladrillos y cajones. En el quiebro de ambas faMonumental
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chadas hay un caprichoso balcón volado, con finísimos pies derechos y arcos livianos, mirador privilegiado para admirar el singular paisaje que se extiende a sus pies. El interior presenta un patio alargado y porticado en dos de sus costados, con dobles galerías de arcos deprimidos rectilíneos (rehechos modernamente de hormigón) sobre finas columnas de mármol toscanas; sobre los capiteles ostenta variados escu-
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dos de sus antiguos propietarios. En el rincón del fondo se encuentra una diáfana escalera barroca, cubierta con cúpula elipsoidal. Las habitaciones conservan algunas techumbres de madera antiguas, sobresaliendo una armadura con tirantes que cubría la sala noble principal; también se conservan algunas puertas labradas de cuarterones. Es de propiedad municipal y en ella se planea instalar el futuro museo histórico municipal.
Alcazaba
A pesar del abandono secular y de las excesivas reformas realizadas en el siglo XX, este recinto todavía ofrece
La Alcazaba desde el mirador del cerro de la Bala.
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Guadix
una silueta sugestiva y es atalaya privilegiada que se yergue en medio del Guadix histórico. Sus orígenes son di-
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En lo actualmente visible se identifican tres recintos envolventes. El primero es una explanada vacía de construcciones verticales salvo en el costado oriental, en la que durante muchos años hubo un campo de fútbol y otras dependencias del colegio anejo. Los restos más visibles se pueden observar en la calle Muralla y Amezcua, con trozos de tapial antiguo y remiendos de ladrillo y mampostería; en el lado opuesto se encuentra la puerta y torre antes indicadas, con tapial de cal y canto y todo muy reformado. Hacia la esquina sur de este recinto se encuentra el segundo, más elevado y con antemuro o barbacana circundante, formando en planta una especie de abanico, con refuerzo de tres torres hacia el rincón sur y restos de murallas perfectamente visibles, hechas de tapial, en todo el perímetro. Una gruesa torre sobre la Carrera de las Cruces, con aljibe incluido, los restos de la torre-puerta, ya mencionada,
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fusos, pero algunos autores la consideran comenzada en el siglo X, en época califal, por su parecido con la alcazaba de Almería. Aunque su investigación arqueológica aún está en un estado incipiente, los restos más antiguos hasta ahora identificados corresponden al siglo XI, y corresponden a una puerta y torre del recinto bajo (ángulo SO). Por los datos conocidos, parece que la configuración de Guadix como ciudad plenamente formada y la consolidación de esta alcazaba como su principal centro castrense, se produce ya en el siglo XII, bajo el gobierno almorávide o a lo sumo en el almohade.
La Alcazaba.
cerca de la plaza de Pedro de Mendoza, y la llamada del Homenaje, son los hitos más sobresalientes de esta fortaleza. Desde el siglo XVI ha sufrido numerosas modificaciones, mermas y adaptaciones, aunque conservó un uso militar hasta el siglo XIX. Las almenas que ostenta, así como muchos de los paramentos murarios, fueron rehechos en los años 40 del siglo pasado, pero aún así todavía es posible recuperar bastantes elementos de su estructura antigua. Ha sido adquirida por el Ayuntamiento y se está diseñando un ambicioso plan de rehabilitación, pero por el momento su acceso es restringido. Monumental
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Bajando de la Alcazaba por la calle San Miguel, en el número 59, nos encontramos, justo debajo de la muralla, esta cueva-museo de cerámica y alfarería, en una instalación tan modesta como de encantadora sensibilidad. En ella se muestran diversos utensilios de carácter doméstico, fundamentalmente de cerámica, usados hasta no hace mucho tiempo en casas, cortijos, tabernas y demás lugares donde el hombre ha comido, bebido o cocinado. Además del interés que la propia colección tiene, su ubicación en una cueva original, luego ampliada con nuevas dependencias para darle un mejor sentido expositivo, constituye un pequeño parque temático de la alfarería, actividad que en Guadix tienen una larga tradición. Podemos encontrar jarras, tinajas, cántaros, platos y otros recipientes de uso doméstico, y pequeñas muestras más concretas, como la granadina de Fajalauza o las célebres jarras accitanas popularmente denominadas “joyeros de la novia”, alarde creativo de estos verdaderos orfebres del barro. No faltan otros objetos de uso doméstico y rural como romanas, medidas para grano, balanzas, planchas de hierro y hasta una lámpara de car-
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La cerámica. Tradición artesanal de Guadix.
buro. En la cocina y despensa aneja se muestra con orgullo un pozo antiguo que sirvió para abastecer la vivienda desde hace siglos. Especial interés presenta la pequeña colección de escultura en barro del maestro local Jesús Campaña, con grandes bustos de paisanos y un curioso conjunto de pequeñas reproducciones de oficios tradicionales y personajes pintorescos. La visita a este museo puede ser complementaria a la del Barrio de las Cuevas, que amplía su sentido temático y carácter costumbrista.
Paseo de la Muralla
Continuando por la calle San Miguel hacia el norte y desviándonos por la calle Almorejo (o bien rodeando el recinto de la alcazaba por la calle 36
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Cueva-museo de alfarería La Alcazaba
Guadix
Amezcua y Muralla), llegamos al llamado paseo de la Muralla. Desde aquí podremos disfrutar de otra bella panorámica de Guadix, con vistas al an-
tiguo convento y jardín de Santo Domingo, más abajo San Miguel el Viejo, actualmente en restauración, por detrás el barrio de la Magdalena, con la silueta de su iglesia coronando el cerro, y a la izquierda las cuevas, casi a tiro de piedra, con sus blancas chimeneas surgiendo de las entrañas de la tierra.
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El paseo discurre sobre la muralla oeste de la ciudad primitiva que bajaba desde la alcazaba hasta alcanzar el Torreón del Ferro, bordeando el barranco que ocupa la calle San Miguel. Esporádicamente se descubren al filo de la baranda restos de torres y murallas que fueron desapareciendo debajo de los edificios modernos.
Placeta del Álamo y del Conde Luque: el Barrio Latino
Bajando por este paseo dejamos a la derecha la calle de la Tercia y la del doctor Oliva que nos llevan a la parte alta del Barrio Latino, al convento de la Concepción y de aquí a otro convento, el de San Agustín, hasta llegar al palacio de Peñaflor. Pero si seguimos los indicadores urbanos trazados
en esta “Ruta de Guadix Monumental”, nos adentraremos buscando la placeta del Álamo, rincón encantador y tranquilo del Guadix antiguo. A la derecha nos recibe una portada dieciochesca, con su alero de madera que conserva todavía las garruchillas de madera, testimonio de viejos usos.
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Casas señoriales en el Barrio Latino.
Monumental
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Enfrente, a ambos lados del arranque de la calle Marmolillo, las torres con galerías arqueadas de dos casonas del siglo XVI parecen enfrentarse en pugna secular. Calle arriba, un recodo nos conduce a un laberinto de calles y perspectivas que parecen detenidas en el tiempo, con gran cantidad de casas solariegas, palacetes y viviendas de carácter popular, muchas con sus correspondientes blasones y conservando sus airosas torrecillas, con galerías dibujadas mediante arcos y pilares de ladrillo, tan características de Guadix. Hacia abajo, la calle Álamo nos lleva a la plaza del Conde Luque, dejando a su derecha las fachadas de dos palacetes, el primero con discreta portada
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Palacio de los marqueses de Villalegre
Palacio de Villalegre desde la calle Mendoza.
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renacentista en cuyo dintel se lee la fecha de 1563; el siguiente con otra portada más antigua y en piedra, mostrando capitelitos e impostas góticas y arriba escudos borbónico y de cruz florenzada. Llegamos así a la plaza del Conde Luque, originalmente más recogida y pequeña, pero que a partir del siglo XVII se fue ampliando. La rodean algunos edificios nobles de familias ilustres del Guadix de la conquista, como los Benavides, los Mendoza (de cuya familia era el adelantado don Pedro Mendoza fundador de Buenos Aires) y la del propio Conde Luque, todas sobrias hacia fuera pero conservando sus deliciosos interiores en torno a patios como centro de vida y frescor.
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rres, muy del gusto accitano, con sus pilares ochavados y arcos de medio punto enmarcados por un recuadro y pilarillos que actúan a modo de alfiz. Los muros de las otras tres fachadas son los característicos de cajones encintados de ladrillo, que junto con las armaduras y techumbres interiores denuncian el empleo de la tradición constructiva mudéjar que en Guadix tuvo una larga experiencia. La portada, por el contrario, es de estilo renacentista en su fase final, labrada en piedra y adintelada. Elemento de gran notoriedad en esta fachada son los dos escudos enormes
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Por la calle Mendoza, de nuevo con sus balcones de hierro y galerías que denuncian la presencia de casas de noble estirpe llegamos a la plaza de Villalegre. Aquí se encuentra el segundo gran palacio monumental de Guadix. Se trata de la casa solariega de los Fernández de Córdoba, rama colateral del ilustre militar popularmente conocido como el Gran Capitán, una de las familias de mayor linaje de Guadix llegadas con los conquistadores. Siglos más tarde recibirán el título de Marqueses de Villalegre, con cuya denominación es ahora conocido dicho palacio.
Palacio de Villalegre. Escudos de la fachada.
Es un gran caserón cuadrilongo de robusta estampa, que vino a ocupar el solar de otro palacio medieval nazarí. Su construcción tuvo lugar a lo largo del siglo XVI, reformando y añadiendo elementos en otros momentos, pero incluso la terminación del patio tuvo lugar no hace muchos años. Su potente fachada, toda labrada en ladrillo sobre base de sillería, está flanqueada por dos amplias to-
que, junto al balcón central, le otorgan el obligado aire de dignidad señorial y de orgullo de nobleza ; sobre el dintel la fecha de 1592 y otra de 1946 fueron retalladas más tardíamente, en una de sus últimas restauraciones. El interior está articulado en torno a un bello patio con doble galería de arcos sobre finas columnas de márMonumental
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mol en cuyos capiteles esquineros ostenta blasones heráldicos. De estas arquerías, la opuesta a la portada y la del lateral derecho han sido construidas recientemente ya que carecía de ellas con anterioridad. Sus habitaciones y
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escalera tienen buenas techumbres de madera, en especial la de la escalera. En este palacio localiza Pedro Antonio de Alarcón parte de su obra literaria El Niño de la Bola.
Calle de Santa María del Buen Aire
Calle Santa María del Buen Aire con la catedral al fondo.
Terminamos este recorrido por el Guadix Monumental en la calle de Santa María del Buen Aire, digno broche a nuestro paseo. Como todo Guadix, esta calle es un continuo monumental e histórico, con escalas diferenciadas de 40
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estilos y funciones en sus edificios. Al fondo la majestuosa fachada de la catedral, que muestra su delicada portada de Santiago, se convierte en un dignísimo telón de fondo y una nueva oportunidad para su goce estético.
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En el lateral derecho, formando esquina con la plaza, nos encontramos con el antiguo Hospital Real (hoy edificio del INEM), construcción que según la tradición se erigió sobre la antigua sinagoga, aunque las excavaciones realizadas no han identificado ningún resto de la misma y sí restos de la cloaca máxima de la ciudad romana de la que aún es posible ver parte de la misma en el interior. De la primitiva construcción hospitalaria queda visible solamente el pequeño testero de la plaza, con una arquitectura modesta de ladrillo, y algunos alfarjes de madera en sus dependencias interiores y en la escalera. Siguen dos palacetes con adornos de carácter historicista producto de reformas del siglo XX, el primero conocido como casa de D. Adriano y el segundo perteneciente al colegio de la Divina Infantita. En la estrecha calle que arranca junto al costado del Hospital Real, en el llamado callejón del Hospital Viejo, nació en 1833 el ilustre literato Pedro Antonio de Alarcón. El lateral de enfrente está ocupado, en una sucesión casi ininterrumpida, por el palacio episcopal, la curia y la catedral. Lo que hoy vemos es el resultado de una profunda remodelación y ampliación del edificio del XVI, llevada a cabo por el obispo Fernández del Rincón a finales del siglo XIX y principios del XX, además de otras más recientes. Nos encontramos ante un edifico historicista hacia el exterior (mitad neogótico mitad neorrenacentista) que remata, en su costado colindante con la catedral, en un pequeño pasadizo elevado que comunica con aquella, creando un rincón
de gran encanto, debajo de cuya arcada se divisa el Guadix moderno y, a lo lejos, los farallones de su vega. Dentro de la curia se encuentran algunos elementos reconocibles de la primitiva estructura del XVI, como una de las arquerías del patio, numerosos alfarjes con canes de tracería gótica y, sobre todo, la bella escalera de la antigua escolanía, con una delicada baranda labrada en piedra y una armadura de madera ochavada con adornos de lacería mudéjar y piña de mocárabes en su almizate. Como ya se ha indicado, toda esta zona y hacia arriba es conocida como el Barrio Latino, que sin menoscabo de otros barrios del antiguo Guadix, ofrece un conjunto de edificios y entramado de calles de enorme sabor pintoresco e histórico. Delimitado por las calles de la Concepción, Santa María del Buen Aire, San Miguel, Doctor Oliva e Ibáñez, ocupa parte del que fuera emplazamiento de la antigua ciudad romana y posteriormente judería y alcaicería en la época medieval, con una gran actividad comercial en la Guadix islámica. Tras la conquista se establecieron numerosas familias hidalgas, personajes de iglesia y otras instituciones de elevado rango intelectual que dieron el nombre al barrio, por su ilustrada “latinidad” o uso del latín como lengua culta. La acumulación de secuencias históricas y monumentales, por tanto, es enorme. En este barrio nacieron o vivieron, aparte del ya mencionado novelista Pedro Antonio de Alarcón, el literato Mira de Amezcua, el magistral Domínguez y otros prohombres de la intelectualidad guadijeña. Monumental
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SEGUNDO ITINERARIO CUEVAS DE GUADIX Nuestro segundo recorrido se inicia en el Paseo de la Catedral, un lugar recientemente urbanizado, muy despejado y en claro contraste con el estrecho y tortuoso entramado del casco histórico. Desde este paseo y desde la explanada que se extiende por delante de la catedral podremos captar la fuerza monumental de este edificio y de su entorno. Al mismo tiempo podremos comprender cómo adquiere carácter de frontera entre el Guadix actual y el histórico. El paseo de la Catedral discurre paralelo a la que fuera muralla y adarve medievales que defendían la ciudad en esta zona, reforzando este declive natural.
Torreón de Ferro y murallas árabes
La muralla de la medina islámica de Wadi As (Guadix) tenía 1.230 m de recorrido y encerraba una superficie superior a las diez hectáreas. Su trazado, de forma trapezoidal, se adivina en la estructura urbana actual: paralela a la calle de San Miguel, continuaba por las calles de Cruz de Piedra, Puerta Alta y Ancha, siguiendo por la Plaza de las Palomas y el Paseo de la Catedral para llegar finalmente al Torreón de Ferro, el mejor elemento defensivo conservado, que protegía una de las entradas a la ciudad. Sus desvencijados muros muestran una fábrica de tapial (aparejo hecho a base de guijarros, tierra y cal, luego enlucido), sobre una base de mampostería. Aunque numerosas torres cuadrangulares de tapial jalonaban todo el perímetro defensivo a intervalos re-
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De hecho, algunos documentos del siglo XVI mencionan su existencia e incluso su aprovechamiento para acomodar algunas dependencias; igualmente, en las excavaciones realizadas no hace muchos años para instalar el nuevo museo catedralicio aparecieron algunos de sus restos. Esta muralla venía desde la plaza de la Constitución y discurría por todo este costado, pasando por la trasera del palacio Episcopal (donde hoy está el Instituto de Estudios Pedro Suárez, dedicado a impulsar el conocimiento de la cultura, historia, religiosidad, geografía y arte de la comarca), continuaba por la trasera del palacio de Villalegre hasta desembocar en el torreón de Ferro.
Torreón de Ferro.
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gulares, de la mayoría sólo perviven los zócalos de piedra, algunos visibles aún en la calle Almorejo. A pesar de que la fecha de construcción resulta difícil de precisar, algunos autores consideran que las murallas de Guadix se levantaron durante la época califal. Sea cierto o no, sí lo es que a mediados del siglo XII debían de ser lo suficientemente notables como para que el geógrafo árabe al-Idrisi las nombrara en su Geografía. En el Torreón de Ferro arranca la calle de San Miguel, artería fundamental del Guadix actual y que lo fue desde antiguo, ya que discurre por una profunda hondonada del terreno y que desempeñó importantes funciones estratégicas y urbanas. En el Guadix medieval venía a ser como una calle de ronda que separaba el centro de la medina y los arrabales. En época cristiana siguió siendo vía de comunicación y articulación de un barrio muy activo en el que se estableció la iglesia de San Miguel, más arriba el convento de Santo Domingo y por detrás, y en contacto ya con el barrio de las cuevas, la parroquia y barrio de la Magdalena. Subiendo por esta calle, frente a la antigua iglesia de San Miguel existe un solar en el que no hace muchos años aparecieron restos del antiguo poblamiento argárico, otros romanos y por supuesto islámicos que se superponen como es habitual, formando estratos y niveles de gran riqueza arqueológica. Antigua iglesia de San Miguel Fue una de las cuatro parroquias fundadas tras la conquista, y se estableció sobre una antigua mezquita. Este 44
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templo fue pronto sustituido por otro de dimensiones modestas para el cual se construyó la torre actual; guiándonos por un escudo que encontramos allí, el del obispo Antonio del Águila, podemos datar su construcción entre 1537-1546. Hacia 1560 se decide renovar el templo con un proyecto más ambicioso, ajustado a modelos renacentistas, siendo sus principales promotores la familia Fernández de Córdoba, patrones de su capilla mayor. La traza, posiblemente dada por Juan de Arredondo (maestro mayor entonces de la catedral), denuncia unos inusitados aires de grandeza respecto a las restantes parroquiales guadijeñas, pero la crisis abierta tras la rebelión morisca en 1568 paralizó la construcción. Años más tarde, y en distintos momentos, los Fernández de Córdoba intentaron retomar las obras -que todavía continuaban a finales del siglo XVII, y de la que sólo estaba levantada la cabecera, que fue lo único que se acabó- y fue habilitada para iglesia (igual que ocurrió con la de San Torcuato). De lo construido, destaca la envergadura del crucero, con una cúpula y bóvedas de casetones, los altos pilares torales y los arranques de las bóvedas de las capillas laterales sin concluir que pueden observarse desde el exterior. La fábrica de piedra de sus muros inferiores es considerada por algunos como los posibles restos de un templo romano, aunque es poco probable. Actualmente se está rehabilitando y está cerrada al culto; se ha trasladado la parroquia a la vecina iglesia de Santo Domingo. Junto a la cabecera de la iglesia se encuentra el encantador Arco de Mensafíes, antigua puerta
que conducía hacia la aldea de Paulenca y tras ella nos podremos perder por un intrincado laberinto de callejas
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estrechas y casas de reducida escala, siempre con el sabor de lo peculiar y lo antiguo.
Monumento al Cascamorras
Subiendo por la calle San Miguel llegamos al cruce con la calle Real de Santo Domingo en cuyo arranque se ha levantado recientemente el monumento al Cascamorras, una de las figuras más peculiares de la tradición festiva y religiosa del viejo Guadix, en que se plasma la vieja rivalidad de esta ciudad con la de Baza. Es este un personaje cuyo origen se relaciona con el descubrimiento de la imagen de la Virgen de la Piedad, allá por el año de 1490, por el accitano Juan Pe-
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dernal. En los días del 5 al 9 del mes de septiembre, se rememora el intento frustrado del rescate de dicha imagen por el Cascamorras, que aparece efigiado en este monumento con su traje de gala, a modo de bufón o arlequín con vistosos colorines y una vejiga por toda arma. Detrás, en paneles cerámicos se recogen distintos pasajes de su salida y llegada a Guadix. La fiesta ha sido declarada en 2006 de Interés Turístico Nacional y es digna de conocerse.
Barrio y mirador de la Magdalena
Remontando la calle Real de Santo Domingo encontramos a nuestra izquierda la Iglesia de Santo Domingo (actual parroquia de San Miguel). Fue en sus orígenes iglesia del convento de Santo Domingo, fundado por los Reyes Católicos en 1500. Detrás de un
modesto exterior, en el que se observa una portada con sencillos motivos renacentistas y los canes con la antorcha en la boca, emblema de la orden dominica, se esconde uno de los templos más espectaculares de Guadix, construido en la primera mitad del
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Iglesia de Santo Domingo. Detalle de la armadura.
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siglo XVI. Aquí refulge con personalidad propia la belleza de las armaduras mudéjares que cubren la nave central, la capilla mayor y la antigua capilla del Rosario. Los caprichos que dibujan las filigranas de las ruedas de lazos se ven enriquecidos de forma espectacular por una policromía deslumbrante, en la que no faltan curiosos retratos, los escudos de los patrocinadores y de la orden y todo un nutrido repertorio de guirnaldas, grutescos y otras fantasías propias del ornato renacentista. En la antigua capilla del Rosario, la armadura octogonal muestra su perfecto trabado del llamado lazo de diez, con los centros (sinos) adornados de florones dorados. A los pies del templo, se encuentra la capilla nueva del Rosario, con su camarín, construida a finales del siglo XVII y principios del siguiente, que responde ya a los conceptos ornamentales y espaciales propios de la cultura barroca, completada con un conjunto pictórico en torno a la Virgen del Rosario. El barrio de la Magdalena, bajo su apariencia modesta, encierra un gran peso histórico, considerándose antiguo emplazamiento de la comunidad mozárabe en tiempos de la dominación islámica. Más tarde albergó precisamente a los muladíes o renegados cristianos convertidos al islam. Centra el barrio la calle Real de la Magdalena, hoy un tanto desfigurada por la renovación o ruina de muchos de sus edificios, pero conservando todavía el carácter intimista y popular de antaño. La iglesia que le da nombre fue de fundación tardía y su construcción, iniciada a mediados del siglo XVI, muestra características propias de 46
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la tradición mudéjar, con cubiertas de madera y torre al modo normal de las guadijeñas, con un campanario sencillo. La portada es obra ya de 1621, perteneciente al primer barroco, con escudo del obispo Tosantos y la imagen de la santa pecadora. En su entorno inmediato se encuentran algunas casas de interés histórico, como la número 20 de la calle, llamada casa del obispo, justo en la esquina en la salida hacia la puerta de Paulenca, con su sencilla portada toscana de ladrillo. Mirador de la Magdalena Por detrás de la iglesia, aunque son posibles otros accesos, se llega a este emplazamiento a modo de curiosa azotea, perfectamente integrada en el entorno, que nos permite admirar un paisaje tan espectacular como es el de Guadix. Sobre su abigarrado caserío vemos emerger los edificios de carácter singular, apareciendo, de izquierda a derecha, San Miguel, detrás la dos torres del palacio de Villalegre y más atrás la mole impresionante de la catedral; seguimos con San Torcuato y su torre arrimada al buque del crucero y, un poco más a la derecha y más cercana, el costado del convento de la Concepción. Sigue el perfil rojo y blanco del antiguo convento de San Agustín, más tarde Seminario, con su fina espadaña; justo por detrás se atisba levemente la punta del chapitel de Santiago para rematar hacia arriba en la mole dominante de la alcazaba. De aquí hacia la derecha la escala arquitectónica se rebaja para descubrir el peculiar Barrio de las Cuevas, que llega prácticamente hasta nuestros pies.
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Barrio de las Cuevas
Abandonamos los barrios de San Miguel y de la Magdalena para adentrarnos en uno de los espacios físicos y humanos más peculiares de Guadix. Con todo el rico patrimonio arquitectónico y urbanístico que encierra esta ciudad, nada hay tan sorprendente y
excepcional como su famoso barrio de las Cuevas, cuya extensión rebasa a la del propio casco histórico, en un paraje de absoluta rareza. En muchas ciudades, la cueva fue un lugar de vivienda bastante habitual y una muestra más de la capacidad
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Barrio de las Cuevas.
de adaptación del hombre al medio natural. Pero en este caso, lo especialmente admirable es su extensión: en un pasado no muy lejano albergaron a casi la mitad de la población. Todavía hoy, a pesar de la despoblación experimentada en las últimas décadas, sigue siendo un espacio urbano y humano plenamente activo y que en cierta medida está encontrando una nueva dignificación y consideración, tanto para los foráneos como para sus habitantes tra dicionales. Ya sea contemplán-
dolo desde algún lugar elevado o paseando por sus intrincadas veredas y cañadas a modo de callejuelas campestres, sorprende el mantenimiento de una forma de vida ancestral que en la mayoría de los sitios ha desaparecido, pero que en esta comarca se mantiene y aún fomenta como alternativa al turismo y vivienda rural. Este fenómeno se entiende porque a sus cualidades específicas, que permiten mantener una temperatura estable en inverno y verano, se ha de añadir la reciente incorporación de elementos Monumental
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de confort y salubridad antes impensables (agua, luz, teléfono, asfaltado de las veredas). Como afirmara Sermet en una afortunada frase, este paisaje cuevero, como el de todo Guadix, no es para ser descrito sino para ser visto. Su curioso perfil presenta un contraste absoluto y asombroso entre el color amarillento de la arcilla en que están horadadas; el blanco de las sencillas fachadas y cercas, las chimeneas que despuntan como salidas del fondo de la tierra; y, esporádicamente, pequeños corralitos para animales, una parra o unas macetas formando un pequeño vergel. Ahora bien, bajo esta pintoresca imagen se encierra una forma de vida basada en organizaciones artesanales, grupos familiares y étnicos muy complejos y que desde el punto de vista social en su gran mayoría está integrada por las clases menos favorecidas. Documentos fotográficos antiguos o las propias imágenes que se exhiben en la ermita Nueva nos pueden dar una vaga idea de la miseria y desamparo que aquí se vivió secularmente, aunque ahora el panorama sea algo diferente. No se conocen referencias de su existencia en el Guadix medieval, por lo que su origen se relaciona con la primera revuelta de los mudéjares, poco después de la conquista en 1489, su posterior expulsión, y sobre todo tras la rebelión de 1568, después de la cual volvieron muchos de ellos a este lugar y se confundieron con los gitanos y otras minorías. Recientemente se está replanteando 48
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esta teoría y el que los moriscos fueran mayoría en el hábitat cuevero. Sí es un hecho constatado el que la población de este barrio y de la comarca se duplicó prácticamente en los últimos años del siglo XIX, en los primeros decenios del XX y hasta 1960 en que comenzó su declive, ahora más o menos estabilizado. De la importancia de las cuevas como enclave humano y social baste decir que el barrio de Santiago, hacia 1985, tenía 3.223 cuevas frente a 2.684 casas-vivienda. La cueva, con ligeras variantes, suele presentar una estructura bastante repetitiva, siempre adaptada a las peculiaridades del terreno en que se asienta y excava. Hacia el exterior ofrece una fachada pequeña, con su alerillo de teja, la cual alberga la puerta de acceso y a lo sumo una o dos ventanas que iluminan la cocina o la habitación colindante. Tras la puerta está la sala o cuarto de estar que comunica por detrás con varios dormitorios, integrando al mismo tiempo un corral, cuadra y almacén o granero, pues en su mayor parte sus habitantes tiene una clara vinculación rural. Aparte de que se pueda acceder a alguna particular, la visita a la Cueva Museo de Costumbres Populares puede ser altamente clarificadora para entender las ventajas e inconvenientes que esta forma de vivienda y de vida ofrece. La ruta oficial indicada en las señales urbanas es una propuesta para ordenar su recorrido, pero hay otras alternativas para conocer en toda su dimensión este espacio tan singular.
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Plaza Ermita Nueva
Este lugar y sus aledaños están impregnados de una dimensión histórica especial por la presencia en los albores del siglo XX del Padre Poveda, (ahora san Pedro Poveda), que tan buena labor evangélica y educativa desarrolló en este barrio. Su paso fue efímero pero su semilla se perpetuó en el tiempo, quedando testimonio de ello en un monumento erigido recientemente, una placa que recuerda su canonización, la escuela por él creada y otros signos que agradecen su entregada labor. Ermita Nueva de Nuestra Señora de Gracia
El origen de la ermita se remonta al siglo XVI y era una cueva como las viviendas de su entorno. Fue remozada en los inicios del siglo XX y de nuevo en 1944. En 1964 se inauguró un
nuevo templo, anejo a la antigua ermita, que se convirtió entonces en parroquia. La iglesia es un modesto aunque amplio edificio. Desde el costado izquierdo se accede por un estrecho y corto pasillo a la antigua ermita-cueva. La escala arquitectónica, la térmica e incluso la espiritual cambian radicalmente al acceder a este lugar. A pesar de estar toda excavada en la tierra y con un tamaño reducidísimo, no le falta su nave, varias capillas laterales comunicadas por pasadizos, el púlpito saliendo de una de ellas y su pequeño presbiterio, presidido por la Virgen de Gracia, pintura atribuida a Domingo Chavarito, de la primera mitad del siglo XVIII. Esta imagen fue coronada canónicamente como Patrona de las Cuevas en 1960. A los pies del altar se encuentra una reliquia de san Pedro Po-
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Barrio de las Cuevas. Ermita antigua de Nuestra Señora de Gracia.
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veda y alrededor toda una serie de motivos ornamentales de carácter popular. En una de las capillas se encuentra el altar de un Niño Jesús Salvador del Mundo que quedó perpetuado en la memoria colectiva guadijeña a través de una novela de Pedro Antonio de Alarcón, el Niño de la Bola, en la cual se recogen algunas de las fiestas y costumbres ancestrales de este barrio. Cueva Museo de Costumbres Populares En esta misma plaza ha habilitado el Ayuntamiento una Cueva Museo de carácter etnográfico, en la que se integran a un tiempo lo que es la vivienda-cueva propiamente dicha y las dependencias destinadas a guar-
Cueva Museo de Costumbres Populares.
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dar los aperos de labranza y animales, todas ellas completadas con el mobiliario, ajuar e instrumentos que le son propios y que han constituido su forma de vida y herramientas de trabajo. Así vemos en la entrada la mesa de camilla, con sus ropas antiguas, la máquina de coser, cobres y el botijo o pipo para refrescar el agua. En la segunda habitación se representan algunos de los tipos populares de la ciudad y la comarca, como un maniquí con el traje del Cascamorras (coincidente con otro personaje atávico como era el Floreo, que participaba en el peculiar baile de ánimas) y otros dos con los trajes populares de la comarca. Más adentro se encuentra el dormitorio, verdadero santuario del hogar, con su cama de metal, sá-
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pastoreo y al fondo una pequeña marranera, todas ellas literalmente repletas de instrumentos, objetos, aperos, mil y un chisme a cual más curioso y para los más jóvenes apenas reconocibles; no así para los mayores, y sobre todo los que han vivido en o dedicados a las tareas del campo.
Cueva Museo. Vista del interior.
banas de hilo y colcha de damasco rojo, la mesita con su jarra y vaso para el ultimo trago del día, la escupidera, el baúl, la manta, el espejo, el candil de aceite y el pequeño lavabo con su jofaina y jarro. Entrando, a la izquierda, se suceden la cocina, la cuadra, la habitación para los aperos de labranza y otra para el
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Por último, a la derecha de la entrada se ha habilitado, ya de nueva planta, una sala complementaria para exposición de publicaciones y proyecciones audiovisuales. Todo ello se ofrece al visitante con la mayor sencillez pero con el primor y el sentido directo que caracteriza la cultura popular y el carácter generoso y amable de estas gentes. Al lado otra cueva está dedicada al Padre Poveda, su fundación y la obra docente por él emprendida y en el entorno se están habilitando otras cuevas como forma de turismo alternativo.
Mirador del Cerro de la Bala
Las indicaciones urbanas le conducirán por medio de este laberíntico barrio hasta llegar a un anchurón arbolado desde el cual se asciende, a pie, al mirador de la Bala. Desde esta azotea espléndida, habilitada hace poco con un criterio acertadísimo, se puede contemplar, una vez más pero desde un ángulo absolutamente novedoso, este singular enclave humano y paisajístico que es el viejo Guadix, con las cuevas rodeándonos por completo y sucediéndose hacia el norte la pesada mole de la alcazaba, los campanarios y torres de iglesias y palacios, detrás la catedral y al fondo
las arboledas de la vega recortadas sobre los acantilados de arcilla. Hacia el este, la Vega, que nos lleva por el frondoso Valle del Zalabí y más allá al Marquesado del Cenete, paisaje de nuevo sorprendente. Mirando al sur, vemos las crestas y cañadas recortadas a capricho sobre el cielo azul y al fondo las cimas blancas o pardas (según la estación del año) de Sierra Nevada. Sólo por contemplar este espectáculo, en el que la acción de la naturaleza y la mano del hombre se dan la mano para crear un entorno único, merece la pena visitar Guadix.
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BIBLIOGRAFÍA Son numerosos los libros y artículos de investigación que aportan datos sobre el pasado histórico, artístico, arqueológico, geográfico, antropológico y cultural de Guadix. Es imposible recogerlos todos, pero recomendamos en todo caso, para aquellos que deseen profundizar en el conocimiento de esta ciudad, las guías siguientes, de carácter divulgativo pero con una base científica:
- ASENJO SEDANO, CARLOS. Guadix: guía histórica y artística. Granada, Diputación Provincial, 1989 (3ª 1996). - FERNÁNDEZ SEGURA, FRANCISCO JOSÉ. Nueva Guía de Guadix. Encrucijada de culturas. Guadix. Instituto de Estudios “Pedro Suárez”, 2000. - RUIZ PÉREZ, RICARDO; RODRÍGUEZ TITOS, JUAN. Guadix y su tierra. Granada, IdealDiputación Provincial, 2005. Colección “Granada en tus manos”, nº 6.
Para información turística visite: www.guadixymarquesado.com
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GUADIX
MONUMENTAL Guadix, la llamada Colonia Iulia Gemella Acci por los romanos y Wadi-As por los árabes, es una ciudad afortunada tanto por su ubicación geográfica como por su riqueza monumental y la enorme sugestión de su casco histórico. Su primer atractivo es el puramente orográfico, gracias al privilegiado emplazamiento a los pies de Sierra Nevada, en la llamada Hoya de Guadix, depresión que está rodeada de unos espectaculares farallones de tierra arcillosa, secularmente labrados por el viento, el agua y el hombre. Con el paso de las horas, de los días, de las estaciones y la climatología, el paisaje deviene en un variado collage de rojos, ocres, verdes, azules, blancos y grises, que en destellos y luces siempre cambiantes supone un regalo para los ojos y el espíritu.
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