2 minute read

La uva y el calor

Germán Camarero / Periodista

Miembro de la AEPEV (Asociación Española de Periodistas y Escritores del Vino) y de la FIJEV (Federatión Internationale de Journalistes et Ecrivains du Vin)

Advertisement

Alguna vez he comentado desde estas páginas lo que supone el cambio climático en la viticultura y como está afectado a las plantaciones de los viñedos. Ahora que estamos en pleno verano y hace calor no esta demás recordar a que nos exponemos en el mundo del vino con el calentamiento global que estamos padeciendo.

Ya muy poca gente se cuestiona el cambio climático, solo un 13 por ciento frente al 84 por ciento de los españoles, dudan de que este fenómeno este científicamente demostrado. Esto dice una encuesta del Departamento de Estudios Sociales del BBVA.

Siempre habrá incrédulos que negaran evidencias tan palpables y recientes como grandes tormentas de nieve

a destiempo (llámese Filomena) o intensas olas de calor fuera de temporada (en primavera por ejemplo o de inviernos que parecen primaveras).

En el caso del vino, que es de lo que suelo hablar aquí, el aumento de la temperatura afecta a su producción y a la calidad, incide en la fotosíntesis de la planta, en la acidez y concentración de azúcar de la uva, en el grado alcohólico y de forma generalizada en su crecimiento y en las distintas fases de su ciclo biológico.

El vino, además de dar placer, es una actividad social, económica, cultural, histórica… que afecta a regiones y comarcas enteras de población en todo el mundo, por lo que el problema también es global y preocupa mucho a los afectados.

Empresarios, profesionales, organizaciones internacionales, universidades, administraciones… están estudiando y trabajando seriamente sobre lo que se avecina en este sector en los próximos años.

Un empresario y bodeguero tan respetado y exitoso como Miguel Torres pide a los productores que luchen contra el cambio climático porque asegura que esto “no es cambio climático, es una emergencia climática, peor para la viticultura que la filoxera”.

Parece ser que las organizaciones sectoriales españolas se lo están tomando en serio y ya cuentan con 23,9 millones de euros para financiar e impulsar 12 proyectos de investigación, desarrollo e innovación que contribuyan a paliar o mitigar los efectos del cambio climático en el sector.

Muchos bodegueros por su parte, están comprando terrenos en otras localizaciones, fundamentalmente en altura (montañas, laderas etc) para plantar viñas y cambiando los sistemas de cultivo para que las variedades de uvas existentes sean más resistentes y sigan funcionando dentro de cien años y no nos tengamos que ir a Noruega a comprar vino. En nuestra comarca jerezana, ya el año pasado se tuvo que adelantar la vendimia (se va haciendo crónico en muchos sitios) a los primeros días de agosto y en el Consejo Regulador reconocen que tan solo un par de grados de temperatura sería un verdadero problema en el proceso de elaboración. “La maduración sería más corta y la calidad se resentiría”, dice Beltran Domecq.

Muchos investigadores, profesores universitarios y expertos de todo el mundo aseguran que hay esperanza para atajar el problema, cambiando la forma de gestionar el ciclo productivo de la planta, manteniendo las tradiciones y valores de esta actividad tan importante para el ser humano.

Que así sea.