Luna Nueva. No. 42. Octubre 2016. Revista de Poesía

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LUNA NUEVA



Contenido

LUNA NUEVA No. 42 Octubre de 2016 Lic. Mingobierno Res. 081 de 1993 Carrera 27A No. 32-54 Teléfono: 224 5781 Tuluá, Valle del Cauca, Colombia http://omarortiz.blogspot.com/ omar.ortizforero@gmail.com ISSN 9121-666X DIRECTOR Y EDITOR Omar Ortíz

Resistir, resistir, resistir

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La “suite” femenina de Moreno-Durán o el

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desmantelamiento de los poderes masculinos

Rojas Herazo: El verbo encarnado

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Del caos a la intensidad: vigencia del poema en

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prosa en Sudamérica

POETAS INVITADOS

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CALI. Clara Schoenborn

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EL SOCORRO, SANTANDER. Yirama Castaño

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Güiza CONSEJO EDITORIAL J.J. Guzmán Abella Omar Ortíz Pionono González Carolina Urbano FOTOGRAFÍA Cristian Millán EDICIONES VIRTUALES http://luna-nueva-revista-poesia.blogspot.com/ DISEÑO E IMPRESIÓN Grafiartes Ltda. Calle 24 No. 24-47 PBX: 224 8185 grafiartes@grafiartes.com Tuluá, Colombia

SANTA MARTA. Fernando Linero Montes

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LIMA,PERÚ. Silvia Miranda

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BUENOS AIRES, ARGENTINA. Ricardo Rojas

67

Ayrala BUENOS AIRES, ARGENTINA. Lidia Rocha

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SAN PEDRO, ARGENTINA. Gerardo Curiá

80

MENDOZA, ARGENTINA. Marta Miranda

89

NUEVAS VOCES CARTAGENA. Rodolfo Lara Mendoza

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ROLDANILLO. Daniel Augusto Lozano

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BUCARAMANGA. Danny Yesid León Moncada

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CALI. Alejandra Lerma

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BUCARAMANGA. Angie Gaona

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Contenido EN EL NOCHERO

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El amor Romántico

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La patria del poema

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Tangos para Barbie y Ken

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Estación Rimbaud (Al espíritu de rebelión)

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Juan Manuel Roca, toda la poesía

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La estética de la depuración (A propósito

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de “Islas”, de David Cortés Cabán)

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Resistir, resistir, resistir

Pensamos en octubre para seguir la tradición que hemos venido formando en los últimos años de presentar Luna Nueva, por ser este un mes representativo de la confrontación entre dos modos de vida, como son la historia amerindia y la empresa conquistadora y colonizadora europea. No sobra comentar que entre estas dos realidades, estamos por la poesía que significa el mundo americano en contraste con la dinámica avasalladora y depredadora del orbe europeo. Sin embargo, en este año de 2016 los colombianos acabamos de escoger la opción segunda al despreciar una extraordinaria oportunidad de lograr iniciar el sendero de la paz. De todas maneras seguimos insistiendo en la primera realidad, ya que igual que las comunidades indígenas, seguimos reafirmando que la palabra y en especial la palabra poética, es nuestro mejor espacio de resistencia. Por eso este número adquiere un valor especial, como son especiales los ensayos que en él se incluyen, los poetas invitados que nos aportan sus trabajos y las nuevas voces que siempre cuentan con nosotros para publicitar su obra. Así como nuestro artista invitado Cristian Millán. Agradecemos también la constancia de nuestros lectores en estos 29 años de trasegar aleros y ventanas, a quienes aportan con su pauta para hacer posible esta publicación y a todos y cada uno de quienes nos dedican su amistad y solidaridad.

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Omar Ortiz

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La “suite” femenina de Moreno-Durán o el desmantelamiento de los poderes masculinos

Conocí a R.H. Moreno-Durán el mismo día que puso en mis manos la primera edición de Juego de damas (1977). El libro venía acompañado de una dedicatoria neutra que no es del caso transcribir, donde auguraba, sin embargo, una larga amistad. Esto se cumplió. Estábamos por entonces muy jóvenes y Rafael Humberto había llegado de España a darse una rápida vuelta “por acá”. Medió en esta aproximación nuestro común amigo, el escritor Darío Ruiz Gómez, de Medellín. Durante la tertulia, que se extendió hasta el amanecer, de labios de Rafael Humberto iban brotando de manera tan natural como fluida, constantes improvisaciones que colgaban de juegos de palabras absolutamente inteligentes e ironías finas intercaladas, todo ello suficiente para hacernos saber, de entrada, que el interlocutor que teníamos por delante había decidido instalarse por siempre en una especie de “suite” verbal, lúcida y lúdica, que terminó por adoptarlo a él mismo como su natural patria. En vivo, Moreno-Durán era una auténtica fiesta. El lenguaje y el estilo fueron su mundo, su tejido. Las anécdotas y las historias por él contadas a lo largo de su obra narrativa fueron, a mi parecer, pretextos para poner en movimiento su frenesí verbal. La literatura colombiana, hasta entonces, no conocía esta desmesura. Tampoco, por esto mismo, reconocía el valor inmenso de la levedad como opción narrativa, sustentada en el puro estilo, la ironía y la lúdica verbal. Todo entre nosotros intentaba ser “profundo”, “serio”, “fundamental” y “solemne”, a pesar de que la vida cotidiana real no es más que levedad, azar y casualidad. El humor y la risa no habían encontrado espacio digno en la narrativa nacional, que insistía en vestirse

1. Doctor Honoris Causa en Literatura. Profesor titular. Universidad del Valle

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Fernando Cruz Kronfly 1

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siempre de negro y con corbata. Luis Carlos López había sido una planta rara, exótica, considerado el poeta por muchos “poco serio” y nada “sustancial”.

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Pero la obra de Moreno-Durán no se reduce al humor y al juego de palabras sólo en su dimensión leve y liviana, sino que va mucho más allá en términos de la inteligencia y lucidez de esos juegos para volverlos cultos. Y, además, para volverlos críticos, demoledores, penetrantes. Pues, lo que estos juegos e ironías logran, finalmente, no es otra cosa que el desvelamiento absoluto y la puesta en evidencia de las verdaderas y reales lógicas que gobiernan el complejo vínculo entre hombres y mujeres en relación. Así como la manera como “ciertas mujeres en ciertos círculos” usan el cálculo en su afán moderno de ascenso al poder social, cálculo al que terminan por asociar, como instrumentos eficaces, los encantos de su cuerpo. La cultura moderna y, mucho más la contemporánea, al convertir el cuerpo humano en objeto de culto estético, ha tentado a lo femenino a valer casi sólo por el cuerpo y todos sus poderes derivados. Entonces se hace visible la lógica que Moreno-Durán denomina “coñocracia”. Descifrar lo femenino en relación, fue la obsesión del autor nacido en Tunja. Pero no mediante la infiltración del género del ensayo y de trazas explicativas en su obra narrativa, sino mediante los juegos del lenguaje y la ironía, para a través de estos recursos eminentemente literarios, poner en evidencia el mundo real humano que condensa en ciertos círculos sociales, donde lo femenino pone en marcha toda su capacidad de cálculo en las relaciones de poder puestas en el asador. Despliegue irónico, regusto en el estilo, frenesí verbal, delicadeza culta, todo esto en reunión. La narrativa colombiana no conocía hasta entonces esta concepción de mundo.


Aunque la obra total de R.H. Moreno-Durán se extiende mucho más allá de la trilogía novelística que es Femina suite, considero que en dicha trilogía se encuentra concentrado el núcleo fuerte de lo que podríamos denominar la “mirada al mundo” del autor, su “punto de vista” sobre lo femenino en los altos círculos y la relación de poder entre los géneros. De hecho, Femina suite no se agota en Finale capriccioso con Madonna (1983) tercera novela de la trilogía, en cuanto se prolonga, y de qué manera, en Metropolitanas (1986) y en Pandora (2000). Esto ocurre, precisamente, porque el “núcleo fuerte” del imaginario literario y humano, personal, de MorenoDurán, fue la puesta en evidencia de lo femenino en sus juegos de poder, en ciertos ámbitos sociales del arte y la política. Tuve la convicción, derivada de las muchas conversaciones de horas que sostuve con Rafael Humberto, que la mujer fue siempre su “objeto” narrativo y, de paso, de fijación obsesiva por enigmática. Como dice Juan García Ponce en el prólogo que escribió para la trilogía, publicada por Editorial Alfaguara en el año de 1997, se trata de la “celebración” de la mujer. De este tema Moreno-Durán fue un fiel siervo y en dicha “suite” femenina se instaló hasta su muerte. Los libros de ensayos de Moreno-Durán expresan, de otra parte, la lucidez de su pensamiento. Pienso que la generación de escritores del post-boom, de la que hacen parte Moreno-Durán, Germán Espinosa, Darío Ruiz Gómez, Oscar Collazos y en la cual me atrevo a incluirme, no sólo expresa fortaleza y originalidad narrativa, sino también pensamiento y postura intelectual escrita. Nuestra generación se propuso no sólo hacer ficción, sino también pensar el mundo que nos correspondió vivir y lo hemos consignado por escrito en nuestros ensayos. Igualmente, hemos tenido postura política crítica. A diferencia de nuestra generación, compuesta de intelectuales integrales, los escritores que nos siguieron carecen de pensamiento ensayístico escrito. Son sólo narradores, algunos de ellos tentados por la farándula. Desde este punto de vista, la obra de Moreno-Durán, en su conjunto, es ejemplar como trabajo integral de orden narrativo y ensayístico intelectual fuerte. De la

2. Todas las referencias a la trilogía Femina suite, de R.H. Moreno-Durán, así como las citas y fragmentos, han sido tomadas de la edición de la Editorial Alfaguara, publicada en Santafé de Bogotá, 1997.

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Pero Moreno-Durán, una vez que su obra fue madurando y haciéndose pública y visible, empeño en el que el autor puso mucho de su parte en cuanto sutil propagandista de sí mismo, empezó a ser visto por las mujeres como un furioso misógino. Lo acusaban de propagar el machismo y de burlarse de lo femenino, a todo lo cual él respondía con más humor y juegos de palabras inteligentes que a la vez que dejaban desarmadas a sus críticas, de igual manera acrecentaba sus furias. Y todo esto, debido a su “teoría” de la “coñocracia”, expuesta, desarrollada e incluso probada en su trilogía Femina suite2, “teoría” cuya sóla mención puso más de una vez en punta los pelos de los antebrazos de sus opositoras.

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barbarie a la imaginación (1976), es un texto central, para mencionar sólo este libro, que constituye quizás el mayor logro de Moreno-Durán en su incursión en el género del ensayo. Puesto que considero, de acuerdo con todo lo antes expuesto, que en Femina suite se concentra el núcleo fuerte de la concepción del mundo según MorenoDurán, y puesto que estimo que el ojo de ese centro son los juegos del poder entre los géneros, me concentraré a partir de este momento en el análisis de la trilogía narrativa que es Femina suite.

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Empecemos:

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El lenguaje simbólico articulado es propiedad única de los seres humanos. Con este “instrumento” prodigioso, en Juego de damas, primera novela de la trilogía Femina suite, Moreno-Durán invita al lector a asistir a una fiesta interminable, en la que deliciosas y libres mujeres asumidas en su autonomía, despliegan aquella estrategia según la cual “todo medio vale” cuando se trata de la consolidación del poder que con tanto sudor inguinal han arrebatado a los hombres. Fiesta interminable, donde sin tregua se conversa en lengua banal, espacio imaginario creado por el autor para el despliegue de una culta y divertida obra literaria que tiene el tono y el sabor de la provocación, a partir de la apariencia de una fuerte misoginia puesta en escena. Misoginia que no es tal sino todo lo contrario, como podremos ver más adelante. En el lenguaje hotelero, “suite” es un lugar reservado a los huéspedes especiales. En el lenguaje de Moreno-Durán, la trilogía es el lugar privilegiado donde se hospedan las mujeres que, de la mano de Maquiavelo, calculan los medios cuyo despliegue garantizará su ascenso al poder y, luego del ascenso, su consolidación. Nos encontramos en la “Suite Femenina” de Moreno-Durán. Abramos sus puertas y entremos. Pero, antes, un poco de teoría necesaria. Del lenguaje humano básico al lenguaje literario El lenguaje literario es mucho más que el simple artificio por medio del cual los adultos arrastran a los niños que han nacido hacia la humanidad del habla básica. El lenguaje literario es el dispositivo de la imaginación en marcha, del estilo posible, del juego polisignificante, de la creación de mundos que no existen pero que al mismo tiempo existen en el imaginario de otro modo. Los animales no están en condiciones de darse este placer. Ciertamente, no es lo mismo la emisión de feromonas por medio de las cuales una mariposa en celo envía una carta de amor a través del viento a su eventual Casanova de los charcos lustrosos, que los “globos” simbólicos enviados por María a Efraín a través de los pétalos con que ella poblaba de sugerencias apasionadas el agua del baño en el estanque, allá en el Paraíso. Estamos ante dos mundos


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inconmensurables. El lenguaje humano traza la frontera básica con el reino animal. Pero el lenguaje literario corre esa frontera kilómetros adentro, hacia una humanidad más compleja y elaborada. El lenguaje literario constituye, entonces, un “plus” enorme respecto del lenguaje básico, esencial. Implica imaginación de mundos que no existen, implica estilo. “La literatura –dice Nabókov– nació el día en que un chico llegó gritando el lobo, el lobo, sin que le persiguiera ningún lobo” (30).

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Segundos pasos en la aproximación

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Mediante este lenguaje literario, precisamente, lleno de brillos irónicos, invenciones, embaucamientos, traspasos permanentes de focos de emisión y ambigüedades, en Toque de Diana (1981), segunda novela de la trilogía Femina suite, Moreno-Durán nos presenta, reiterado aunque esta vez en otra dimensión, el complejo proceso de disputa de los poderes entre los géneros. De este modo, mientras los poderes del Mayor Augusto Jota declinan y él se retira a morar en su lecho como un triste desertor de su profesión militar –la escogencia de un mayor del ejército como personaje doblegado no es, a mi juicio, puramente circunstancial en Moreno-Durán–, su esposa, Catalina Asensi, convertida en mujer pública y además infiel, asume con el vigor de un General de varios soles la dirección de la Boutique “Las Indias Galantes”. De manera análoga, valiéndose de este instrumento tan especial que es el lenguaje elevado al grado literario en la ficción, encaminada al propósito de “fabricar verdad” (Robert 54), en Finale capriccioso con Madonna Enrique Moncaleano es llevado por Moreno-Durán a penetrar de entrada en “territorio enemigo”, frase de puro comienzo capaz de poner en marcha la novela y de imponerle a la misma la lógica de su posterior despliegue. Lenguaje literario con el que Irene Almonacid, esposa de Moncaleano, le da sin inmutarse el “chao” de la despedida para expulsarlo de su corazón y así poder unirse a otro corazón y pasar a realizarse en relación infiel. De tal manera que, no obstante, la misma Irene Almonacid termina entrando en tratos tan torcidos como insólitos con Myriam León Toledo, la nueva amante de Moncaleano. Y, todo, porque el lenguaje humano, y mucho más el literario, tiene la cualidad de producir equívocos que en ocasiones disparan, como flechas, fantasías y deseos atravesados. En efecto, Moreno-Durán, de puro malo, pone a flotar en los labios de Irene una aterradora ambigüedad, ya tarde en la noche y al final de una velada, cierta vez que de la manera más animada e inocente se encontraba reunido el trío, comiendo, al parecer, galletitas con té. Las galletitas y el té van por mi cuenta en este delicioso ejercicio de relectura. Pues bien, esto fue lo que dijo Irene: “Creo que es hora de irnos a la cama ya que mañana hay que madrugar” (543). La frase podría parecer de cajón. Pero ocurre que en vez de irse todos a dormir, como era de esperarse, sucedió que los tres se fueron literalmente a la cama, con todas las consecuencias imaginables, a disfrutar sexo en trío.


Del lenguaje se conoce, en términos generales y en primera instancia, su función más evidente: hacer posible la comunicación entre los seres humanos, el disfrute de la literatura, el ingreso en los códigos de la ciencia y otras maravillas. Pero resulta que esto no es todo. Pues, ciertamente, existe otra función invisible del lenguaje absolutamente crucial. Me refiero a la capacidad que el lenguaje humano tiene de constituir al Yo psíquico de todos los seres humanos, a través del uso de los pronombres. Hablo del Yo de todos nosotros, construido en la trinidad del YO-TÚÉL (Dufour pássim). Estos “Yo” de mujeres y de hombres, constituidos en el forcejeo de los géneros, entran en esplendor, precisamente, en la trilogía Femina suite. Propongo que en estas tres novelas de Moreno-Durán no es otro el tema principal narrativo. Veamos esto, pausadamente: Sabemos que la primera expresión de todo niño al ser depositado en esta tierra es llorar. Bastante después vendrá la risa. El péndulo trágico, de algún modo, se pone en movimiento. Con el paso de los meses el niño deberá aprender a nombrar el mundo, interiorizando los nombres de las cosas. Las obras literarias, que todo lo inventan como en un juego demasiado serio, no inventan sin embargo el nombre de todas las cosas, que ya ha sido asignado por la cultura de la lengua. De esta labor básica y hermosa de nombrar el mundo se encargan los sustantivos. Después, el

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Del enigma del poder y del dominio de los pronombres: otro poco de teoría imprescindible

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niño aprenderá a nombrar algunas propiedades de las cosas que ya están en condiciones de designar.

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Los colores de los cuales se encuentran investidos los objetos, el tamaño y la forma con que se nos ofrecen a la contemplación. De esta tarea preciosa se habrán de encargar los adjetivos. Más tarde, el niño nombrará la acción humana. Esto se ha encomendado a los verbos. Pero todavía el niño no ha aprendido a utilizar los pronombres. Ignora por completo el misterio de la trinidad de los pronombres. Al nacer, el niño carece por completo de Yo, no tiene todavía tampoco la menor idea de quién es Tú. No le interesa saberlo, no lo necesita aún. Pero una vez que tenga Yo, gracias al Tú y al ÉL, y sepa entonces quién es él, empezará apenas para él la ansiedad de su afirmación obsesiva frente al Tú y al Él que lo han constituido, para de este modo intentar apoderarse de la otredad que, sin embargo, le sirve de espejo y de soporte configurativo en doble vía. Queda entonces instalado el Yo en el terreno de la ansiedad, el desasosiego, la angustia que derivan de la evanescencia del Yo, de su permanente evaporación, debido a que jamás depende de él mismo. Este apoderamiento, esta reducción de la otredad masculina por parte de las Meninas devenidas en Mandarinas y que culminan en Matriarcas es, precisamente, el trasfondo fuerte de Femina Suite. El lector me disculpará el poco de “teoría” que precede, que en este caso juzgo imprescindible, en la medida en que nos lleva al núcleo duro de la trilogía de Moreno-Durán. El uso y dominio de los pronombres por parte de la cría humana es, como bien se sabe, bastante tardío. Se requiere una larga inversión de tiempo y dedicación para que los seres humanos quedemos instalados por fin en el reino de los pronombres, que es el territorio esencial del poder, de la identidad del Yo y de las consecuentes rivalidades y tensiones propias de la condición humana. Habrá entonces envidias y venganzas. Una vez que el ser humano ha quedado instalado en el uso de los pronombres, empieza a imponer quién es él y se arma el conflicto y las tensiones con el Otro que no es él. La pulsión agresiva, propia de todos los animales, en el ser humano cambia de sentido y queda prisionera, principalmente, de la necesidad de afirmación del Yo, que no puede sobreponerse a la tentación de colonizar al Otro. Asunto que deriva en rivalidad, hostilidad, violencia o crueldad. Ahora bien, en este contexto cada una de las mujeres “pensatrices” que recorren la trilogía de Moreno-Durán, lo que se proponen en su proceso de transformación de Meninas en Mandarinas, es precisamente afirmar su Yo sobre el Yo de los pobres hombres a los que desmantelan de sus poderes.


Y en el fondo de este paisaje desolador el amor, que también, como delicada colonización del Yo ajeno, recurre a la seducción para ocupar sus territorios. Porque aquello que se entrega en la entrega amorosa, no es en realidad el cuerpo sino el Yo. Todo el sistema narrativo de Femina suite tiene por objeto la resignación-resistencia de los hombres cornudos que transitan cabizbajos por sus páginas, presenciando desde un cierto cinismo resignado el éxito a todo costo de sus mujeres que los utilizan como trampolines. En la obra de Moreno-Durán, las mujeres no entregan a sus hombres su Yo, sino apenas su cuerpo que usan como medio para su afirmación. Las Mandarinas, en la obra de Moreno-Durán, son entonces aquellas mujeres que en su carrera rumbo al éxito social y cultural, terminan reduciendo a sus hombres a la simple condición de objetos de apoyo y legitimación. Es decir, objetos desmantelados de sus poderes delante de los cuales la Mandarina de turno puede decir Yo existo, a plenitud, por “pensatriz”. El anterior es el trasfondo psicológico de la “teoría de la coñocracia” y del Gran Principio expuestos por Moreno-Durán, según los cuales “[...] en un específico medio cultural la mujer empieza a abrirse camino con la cabeza, pero termina graduándose repartiendo culo” (68). En Femina suite los hombres, desvalijados de sus poderes, son la escalera por la que las Mandarinas ascienden en su carrera a la gloria. De tal manera que detrás de toda gran mujer, en Moreno-Durán, hay un pobre hombre desmantelado de sus insignias y encima bastante resignado y anónimo, que ha sido empujado al cuasi lugar de los trastos viejos que, sin embargo, jamás se arrojan del todo a la basura porque entre otras cosas se quieren y requieren, en cuanto forman parte de la historia de estas “exitosas” mujeres cuyo Yo se afirma sobre ellos en su frenética carrera al “logro”. El Yo-Tú en el altar del deseo El Otro tiene para ofrecer en lo sexual, precisamente, lo que el Yo no tiene y por lo tanto desea locamente. Y, viceversa. Esto que uno no tiene pero el Otro sí, se levanta como loco objeto del deseo. Casi siempre es el cuerpo ajeno en su conjunto, que se fantasea, a veces sólo sus partes. Pero igualmente el objeto del deseo es el enigma que el Otro representa y que es preciso penetrar, sus signos descifrar, incorporar, colonizar, poseer, incluso anular. Es decir, se trata de reducir al Otro en su conjunto a uno mismo. El Tú del deseo humano es un tú extraño, complejo, ambiguo, enigmático, que jamás se reduce sólo a su cuerpo. A veces ese Otro se entrega, palabra misteriosa, pero lo hace una vez que ha sido desplegada una compleja estrategia de “digna” resistencia. El Yo de nadie se entrega fácil a la reducción por seducción, que al final ocurre. Pero la entrega es la máxima señal del amor. Porque no es el cuerpo el que en realidad se entrega sino el Yo. Sin embargo,

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¿Poner en evidencia estas lógicas constituye acaso misoginia?

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cuando el Yo se ha entregado, ocurre que por virtud de ese mismo movimiento de su entrega, en el acto se apodera del Tú que ha intentado “tragárselo”, que ha procurado reducirlo. Es rara esta maravilla antropofágica mutua. Estas metáforas antropofágicas jamás fueron inocentes, gratuitas.

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Si Yo tengo lo que el Otro no tiene y cuyo goce él o ella implora, dispongo entonces de un poder que hace hincar de rodillas al carente, si dicho motivo de poder es bien usado. “[...] ofrezcamos nuestro sexo a los hombres, y que sea lo que el Señor quiera”, dice Constanza Gallegos a sus amigas (191). El poder que emana de este ofrecimiento sin enfado es aplastante y desvalija a los pobres hombres de sus orgullos, presunciones y aleteos. En el acto los infelices caen vencidos y sueltan la baba sobre pisos, alfombras, sábanas, mesas de comedor, empedrados y senderos. Nada de esto es grato admitirlo, porque las debilidades no se confiesan ante el “enemigo”, sino que suelen racionalizarse en la dirección de “las uvas están verdes”. No obstante, es preciso reconocer la importancia de la “carencia esencial” en el fondo del deseo sexual humano, carencia en todo momento convertida por el Otro en herramienta de poder. El encuentro pues, entre el hombre y la mujer, es el encuentro entre dos tenencias y dos carencias. Las Meninas de Moreno-Durán, que son chicas muy especiales y visionarias de su propio futuro, sospechan de la contundencia de este poder y se preparan para muy pronto ejercerlo como aplanadoras. Las Mandarinas en flor ya conocen muy bien la eficacia de este poder y lo utilizan a conciencia para su promoción social y cultural. Las Matriarcas se acomodan en su madurez, como sobre una poltrona muy sólida, para recordar desde allí la manera como alguna vez desplegaron sus aleteos sobrecogedores, capaces de ponerlas en el lugar de privilegio donde ahora se encuentran, por poco ya viejas, instaladas en la Suite cuyas lógicas han aprendido a dominar a la perfección. Mientras tanto, otras Meninas de relevo en el orden generacional entrarán de nuevo en la conciencia de este poder y se prepararán para trepar por la pierna arriba de los hombres que seducen, que utilizan y sobre cuyas debilidades cruzan la pierna para beber muy animadas, fumar tabaco y charlar. La fiesta interminable es el espacio propicio para esta puesta en escena. Las mujeres a las cuales se refiere Moreno-Durán en su obra no son las obreras, dignas y trabajadoras. Tampoco las “abnegadas” amas de casa ni las intelectuales auténticas. Jamás habla de las mujeres que habitan el campo. Mucho menos se refiere a las mujeres que con absoluta seriedad y honradez asumen su trabajo intelectual y académico en los escenarios de la docencia y la investigación. Las mujeres de las que se ocupa Moreno-Durán en su trilogía Femina suite no son en absoluto todas las mujeres, sino sólo aquel tipo de plantas trepadoras que desde Meninas se proponen llegar a Mandarinas y que al final de sus vidas, atrapadas por la obsesión del poder, terminan de Matriarcas. Veamos:


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[...] Stellita, viuda o no, casada o soltera es el mismo demonio, ¿conoces tú a alguien más culicaliente? Esa no se pone con rodeos, idem Paulette, pues Lucrecia Borgia a su lado no es más que una beata infeliz, o si no vean la gran lucha por el poder que en estos momentos desarrollan las dos ahí afuera. Pobre Rodrigo, y que conste que cada cual va a lo suyo, por el bocadito, sin importarles ni Ramoncito ni David. Ni pensar en ellas, mujer, sigamos. Según eso debemos eliminar igualmente

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a Aída..., propuso salomónica Constanza. Ella es el dolor de cabeza de las combatientes, pues el Gran Simpático es suyo, como todos saben, aunque no obsta para que Alfonso siga marcando tarjetica en casa (192. Las negrillas son mías). Las “pensatrices” de Juego de damas no son jamás, entonces, las intelectuales auténticas. Las “pensatrices”, definidas de este modo con


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demoledora ironía, son las simuladoras de la cultura que hacen carrera social y política y trepan en medio del simulacro. Los hombres alrededor de ellas no lo son menos. Son también simuladores y forman parte del simulacro de todos por igual, tan común en esos medios. Es en semejante entrevero de simuladores que ocurre la “fiesta eterna”, cargada de miraditas, cálculo y premeditación, utilizaciones y risitas, tabaco y copas; es allí donde se impone el reino de la banalidad. Citemos: “Has acertado, Toilette Lambert, se las dio de gracioso el Gran Simpático: filosofía de tocador, cultura de inodoro” (205). Es que durante la fiesta eterna, las Mandarinas no pueden dejar de ir a “filosofar” al cuarto de baño, donde se dedican a pulir y a sacar punta a la estrategia. El Gran Simpático y Rodolfo Monsalve son por completo unas cacas. Se la pasan “teorizando” sobre la mujer de una manera tal que conduzca a su degradación. Esta es la venganza de los impotentes. Las mujeres con las cuales tratan los hombres de la trilogía de Moreno-Durán son huidizas, calculadoras, utilizantes, evanescentes, jabonosas. Ellas poseen a rodos lo que esos pobres


hombres carecen. Esas mujeres tan listas y dispuestas a todo tienen a sus hombres vencidos, colonizados, por completo en la palma de sus manos, comiendo maíz trillado. A ellos sólo les queda el cinismo como horizonte, el “no me importa” y la “teorización” de su desgracia. Han perdido el poder absoluto de que hacían ostentación. De este modo, necesitan instalar en su mente un sistema de representaciones cáustico respecto de sus mujeres espléndidas. Dicho sistema de representaciones condensa en la “teoría” de Rodolfo Monsalve que, como ya se sabe, denomina “coñocracia” (67). “Teoría” que la carroña de Rodolfo Monsalve desarrolla a partir de la página 67 de la edición de Femina suite que tengo en mis manos.

Los personajes de las obras literarias no son ellos mismos el autor. No son su voz, porque todos ellos tienen voz propia. Tanto más en estas tres novelas de MorenoDurán, en las que la voz del narrador se torna absolutamente plural, huidiza, inubicable. Pluralidad simultánea y aplastante del foco narrativo, flotante, según el cual en cada renglón que avanza habla un personaje diferente, por turnos, en constantes re-envíos. La técnica narrativa de Moreno-Durán es clara. Todos los personajes en Juego de damas hablan a la vez. Y tiene que ser así, por cuanto todos ellos han sido invitados a hacer parte de la misma fiesta eterna, donde parlotean como cotorras, se prestan la palabra el uno al otro y no hacen más que soltar banalidades, mientras de reojo calculan el modo de usar a los demás y trazan las estrategias del acceso al poder, las mujeres, en tanto los hombres resisten cínicos, resignados. Siendo así, como lo es, resulta absolutamente equivocado atribuir a Moreno-Durán una misoginia que jamás le conocí y de la que jamás hizo ostentación, a pesar de su humor cáustico, de su refinada ironía. Pero, hay algo más: La “teoría” de la “coñocracia” jamás fue expuesta por Rodolfo Monsalve como una teoría general de la mujer. Veamos: Se trata de un Manual de la Mujer Pública. Esto dice Monsalve cuando intenta el despliegue de su punto de vista. “El Gran Principio –dice Monsalve en la página siguiente–, es tan lacónico y sabio como sencillo. En un específico medio cultural la mujer empieza a abrirse camino con la cabeza, pero termina graduándose repartiendo culo.” (67) (las negrillas son mías). En un específico medio cultural, puntualiza Monsalve. El Gran Principio que preside la “teoría” de la “coñocracia”, por lo tanto, sólo aplica para ese “específico medio cultural” del que se va a ocupar la trilogía de Moreno-Durán, mediante un seguimiento espléndido a la parábola que suelen trazar en la vida ciertas Meninas que aspiran a Mandarinas y terminan de Matriarcas, en cuanto han tenido suerte.

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¿Rodolfo Monsalve o Moreno-Durán? Por supuesto que sí, ambos, pero al mismo tiempo por supuesto que no.

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Veamos lo que, al respecto, responde Constanza Gallegos, cuando Stella le pregunta qué es exactamente lo que su amiga denomina “carrera”. La respuesta es esta: “Imagínate que por esa época, al salir de la Universidad, me creía con fuerzas para llegar a no sé dónde. He llegado lejos, sin duda, pero cada día me pregunto qué es lo que he obtenido, qué he ganado, qué me queda aún por hacer..., y me da risa”. Luego, al escuchar a Constanza, Stella agrega: “No es cualquier bicoca para nadie llegar a tu edad a la posición a la que llegaste, hermana”. Finalmente, ante sus propias dudas e inquietudes, Constanza concluye: “Creo, Stella, que mi mayor defecto ha sido llegar demasiado pronto a todas partes” (195).

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Ofrecer el sexo a los hombres no es garantía segura del ascenso social y político de una mujer en este medio “específico” cultural en el que aplica el Gran principio según el cual, lo reitero, la mujer empieza a abrirse camino con la cabeza, pero termina graduándose repartiendo culo, según Rodolfo Monsalve. Pero, aunque la táctica de ofrecer el sexo a los hombres no es infalible, de todos modos es ineludible si se quiere trepar. Y lo es, porque en ese “específico medio cultural”, y yo agregaría que político, los hombres son los escalones sobre los cuales estas muy prácticas y calculadoras mujeres ascienden como cohetes. De ahí que la “teoría” de Rodolfo Monsalve sobre la “coñocracia”, no sea más que un conjunto de lágrimas que brotan de la herida narcisista masculina. En este específico medio cultural y social del que Moreno-Durán se ocupa en su trilogía, los


hombres ven de pronto invadido de voces y estrategias femeninas su antiguo territorio de dominio masculino, en otros tiempos tan único como hegemónico. Y se reconocen desplazados. Esas mujeres que al dejarse seducir –inocentes, los hombres lo creen así–, se instalan en este nuevo mundo hasta apoderarse de él, se tornan huidizas y a la vez implacables en el juego en el que ellos mismos caen y al que tienen que jugar sean cuales sean las consecuencias. Por esta razón, en el desarrollo del Gran principio, llega a decirse: “Los primeros maridos de las candidatas deben ser si no brutos bastante opacos, pues de lo contrario la carrera de sus señoras se jode” (73). “No hay Mandarinato sin marido, no hay carrera, no hay nada, en fin, si falta este práctico utensilio del hogar” (71).

A las dos semanas de desaparecido Monsalve vine y me casé con Joao Aldemar. Créeme que no me pareció nada raro lo que hacía y que jamás me molestó en absoluto. Hasta fuimos felices [...]. Ni siquiera yo podía compararme con él, fíjate que había una gran diferencia entre los dos, es decir, entre nuestras vidas, nuestras actividades y nuestras metas. Él era emotivo hasta la locura, en tanto que yo siempre le parecí a todo el mundo calculadora y reflexiva. Yo era el método, Monsalve la anarquía (196). Calculadora y reflexiva: estupendo método. ¡Ah, Constancita, no seas tan cruel! No comparto la idea de que la “coñocracia” de la que habla Moreno-Durán en Femina suite, sea la versión en grotesco de la ginecocracia o gobierno de las mujeres, tal como lo propone Juan García Ponce en su prólogo a la edición de Alfaguara. Tampoco se trata del matriarcado ancestral, propio de algunas sociedades humanas en el pasado, basadas en los mitos de la fecundidad o cosa parecida. La “coñocracia”, en Moreno-Durán, es la “teoría” que explica el método que han debido cumplir y de hecho cumplen ciertas mujeres contemporáneas en el específico mundo público de la cultura, método capaz de conducirlas mediante el cálculo, el uso de los hombres como peldaño y el cinismo infiel, de Meninas a Mandarinas, para finalmente y con los años quedar instaladas en el lugar de las Matriarcas. Nada de la “coñocracia” en Moreno-Durán tiene que ver con la ginecocracia y mucho menos con el matriarcado, propio de algunas sociedades ancestrales. Y, todo esto, en manos del humor y los juegos del lenguaje, que Moreno-Durán manejó a voluntad.

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La “teoría de la coñocracia”, juzgo, es mucho más cruel con los hombres que con las mujeres que pueblan este “específico medio” en el que transcurre Femina suite. Los maridos han quedado reducidos a simples medios útiles, a utensilios domésticos en poder de las “pensatrices” calculadoras. Dice Constanza Gallegos a su amiga:

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El enigma de las erinias

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Las veces que he tenido el placer de re-crearme con la lectura de Femina suite, me he preguntado cuál pudo ser el sentido que Moreno-Durán quiso introducir en Juego de damas, mediante el recurso culto de subdividir la estructura de la novela haciendo expresa y fuerte mención a los nombres de las tres Erinias de la mitología griega: Megera, Tisífone y Alecto. Hermanas entre sí, como bien se sabe. Se conoce de Megera que era “la de los celos”, “la celosa”, una de las tres diosas infernales por cuyo conducto se cumplía el castigo y la venganza divina, cuando ocurría en el reino de los seres humanos algún crimen contra el matrimonio y la promesa de fidelidad. De las tres Erinias, Megera era la más temible porque al mismo tiempo que inducía a los celos y la envidia, era también la encargada implacable del castigo y la venganza ordenadas por los dioses. Tisífone y Alecto, por su parte, eran bastante semejantes a su hermana Megera. Las tres fueron concebidas como demonios femeninos alados que se desplazaban con el cabello poblado de serpientes venenosas, armadas de puñales y látigos, con los cuales atacaban a sus víctimas. Se decía de ellas que se comportaban como “perras” capaces de seguir hasta el final el rastro de los culpables. Se dijo que tuvieron relación necesaria y directa con la maldición que cayó sobre Edipo Rey. ¿Perras implacables? ¿Exactamente perras? ¿Fue esto lo que Moreno-Durán se propuso significar, a partir del mito de las Erinias? La literatura nos informa que se debe a Hesíodo la versión según la cual las tres Erinias nacieron de Gea, es decir la Tierra, cuando fue fecundada con la sangre y el esperma derramados por Urano, una vez fue castrado por Cronos, su padre. He debido recurrir a este breve resumen para preguntarme, de nuevo, cuál pudo ser el propósito que tuvo Moreno-Durán para introducir estas tres diosas infernales del castigo y la venganza, de manera tan visible y fuerte, en la estructura formal de Juego de damas. Cierta vez, caminando ambos en París por la orilla del Sena, desde el Arco del Triunfo hasta el Barrio Latino, en una primavera helada de un abril de hace algunos años, le pregunté a Rafael Humberto por este asunto. Me acababa él de obsequiar Pandora, que leí en una noche. El tema de ambas obras literarias era análogo, al fin y al cabo un asunto de mujeres en el que MorenoDurán imaginaba ser experto en el colmo de su inocencia. Nos carcajeábamos a medida que avanzábamos. Recuerdo que, en el momento en que Moreno-Durán me pidió una opinión sobre Pandora, le respondí que Remedios la Bella no tenía el perfil suficiente, como acostumbra decirse, para haber ingresado con suficientes méritos en Pandora, hombro a hombro con las otras mujeres espléndidas del racimo por él elegido. Y le rematé de este modo: “me parece que has hecho una concesión innecesaria a Gabo”. Rafael Humberto se detuvo, a nuestra mano derecha la imponencia de las Tullerías, me miró fijamente y me dijo: “debo reconocer que has llevado a cabo una lectura lúcida”. Y nada más. Yo entendí el resto. Entonces volví con la pregunta de las tres Erinias en Juego de damas. En el acto


Pienso que el origen de las tres Erinias, según el relato mítico, es la clave de la interpretación. He sido informado de que ellas nacieron de la sangre y el esperma derramados por Urano, con ocasión de la castración sufrida por el infeliz, de manos directas de Cronos, su padre. Más allá del conjunto de esta historia de diversas implicaciones, lo concreto es que las diosas infernales brotaron de un procedimiento de castración, que es exactamente lo que las Mandarinas llevan a cabo con sus hombres, simbólicamente, mediante el recorte de sus poderes. ¿Qué es del destino de un pobre hombre, ya sin esperma y sin huevos? Este recurso mítico, en tus manos, pienso, se convierte en la metáfora que explica el perfil de los hombres que circulan por la trilogía Femina Suite, simples peldaños de los que las Meninas se valen para escalar a la condición de Mandarinas pensatrices. Para lo cual deben poner ellas en práctica lo que tú denominas filosofía de tocador y cultura de inodoro, toda vez que en medio de la fiesta interminable, que es Juego de damas, los baños y los sanitarios se convierten en los espacios privados de sus cálculos de espléndidas trepadoras. Pues la paradoja, Erre-Hache, consiste en que ninguna Mandarina podrá llegar a serlo por sí misma, sin la presencia de un marido ad-látere que le sirva de pie de apoyo legitimador. Las Meninas devenidas en Mandarinas, por tanto, si bien podrían verse como “diosas infernales”, no lo son en el exacto sentido de Megera, Tisífone y Alecto, sino quizás apenas como aquellas mujeres específicas que procuran el poder castrando el poder de sus hombres, sin dejar de divertirse con su sangre y su esperma.

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me respondió con otra pregunta, al tiempo que me invitaba a una cerveza en un cafetín al lado del camino. La pregunta fue la siguiente: ¿Y tú, que crees? ¿Cuál es tu hipótesis? Lo que en aquel entonces le dije fue lo siguiente:

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Delante de la cerveza que ya tenía puesta sobre la mesa, Rafael Humberto me dijo: “podría ser cierto, estás haciendo una re-lectura que juzgo igualmente lúcida”. Volvimos a reír y nos pusimos a hablar de otras cosas.

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Fínale: del lazo líquido entre hombres y mujeres en Femina suite

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El lazo afectivo entre las mujeres y los hombres que habitan la “Suite Femenina” de Moreno-Durán, no puede ser más que un amor “líquido” (Bauman pássim). Dicho de otro modo, se trata de todo lo contrario de un vínculo sólido construido a partir de afectos duraderos, lealtades extendidas en el tiempo, fidelidades y promesas, compromisos mutuos, mundos idealizados y proyectos en común de larga duración. Ha entrado allí, en la “Suite”, en bancarrota aquella relación amorosa humana que en otros tiempos, no exactamente postmodernos, tenía el propósito fundamental de durar toda la vida, propósito que en la “Suite Femenina” de Moreno-Durán se encuentra afectado de extrema “liquidez”, por haber sido desmantelado de sus presupuestos de lealtad y haber quedado instalado en el cálculo de la simple conveniencia, donde el Otro se convierte en simple medio. Se conoce, gracias a los estudios actuales encaminados a describir los rasgos característicos de la condición humana postmoderna, que la causa de esta “liquidez” del lazo entre hombres y mujeres en el mundo contemporáneo es múltiple, en términos generales. Pero, en el “específico medio cultural” del que se ocupa con tanto humor, estilo, ironía y detalle Moreno-Durán, la “liquidez” del vínculo amoroso se torna imprescindible como condición que hace posible la Trilogía novelada e incluso el resto de su obra narrativa, a modo de fundamento de su misma concepción. Pues, en este mundo, en el que las Mandarinas usan a los hombres como peldaños, resultan castrados de sus poderes y orgullos hasta quedar convertidos en simples muebles, ningún vínculo amoroso podría ser “sólido”. Constanza Gallegos lo sabe: “Muchachas, ofrezcamos nuestro sexo a los hombres [...]” (193). Y esto es todo, en cuanto base del “método”. Pues, si el vínculo entre hombres y mujeres fuera “sólido”, de inmediato habría de convertirse en serio obstáculo para la “carrera” al poder y al éxito que las Mandarinas emprenden. Lo que abunda en Femina suite es sexo lato sin amor. Es decir, placer y cálculo femenino, uso del poder de seducción (Baudrillard pássim), desmantelamiento del compromiso, liviandad y levedad. Mientras las mujeres que pueblan Juego de damas flotan en el aire de una fiesta interminable que no tiene piso diferente de los juegos del lenguaje a través del cual se expresan el cálculo y la premeditación, en Toque de Diana, Catalina regenta la Boutique y le pone los cuernos posibles a su marido militar, el infeliz Mayor Augusto Jota, “castrado” de sus viejos poderes “castrenses”. Convertida ella en la Erinia al mando de “Las Indias Galantes”. Gea nutrida de la sangre y el esperma del pobre hombre degradado, desvalijado, desmantelado, sus charreteras en el piso. Santiago de Cali, Valle de las aguas sombrías, diciembre de 2010.


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Obras citadas Baudrillard, Jean. La seducción. Barcelona: Gedisa, 1972 Bauman, Zygmunt. Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. México: Fondo de Cultura Económica, 2007. Dufour, Dany-Robert. Les Mystères de la trinité. Paris: Gallimard, 1990. Traducción de Anthony Sampson, documento universitario. Moreno-Durán, Rafael Humberto. Pandora. Santafé de Bogotá: Alfaguara, 2000. ---. Femina suite. Trilogía. Santafé de Bogotá: Editorial Alfaguara, 1997. ---. Metropolitanas. Barcelona: Montesinos, 1986. ---. Toque de Diana. Editorial Montesinos, 1981

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---. Juego de damas. Barcelona: Seix Barral, 1977.

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---. De la barbarie a la imaginación. Barcelona: Tusquets, 1976. Nabókov, Vladímir. Curso de literatura europea. Barcelona: Bruguera, 1983. Robert, Marthe. Novela de los orígenes y orígenes de la novela. Barcelona: Taurus, 1973.


Rojas Herazo: El verbo encarnado

Y ahora vas a hablar de la edad del hombre: el terror. Eres el juguete elegido, y sobre este barro indefenso arriaré el soplo de la creación, sobre esta piedra insolente levantaré mi casa… Así acude el idioma, compasivo y terrible, encarna en el poeta, incursiona en la sangre hablada. Empotrado en las palabras trae la conciencia de muerte. Construye su casa y le da el tiempo que es la casa derruida, traza sus corredores por donde pasea el hombre en su infinita soledad. Y este juguete enervado toma prestadas sus palabras y las hace resonar en el aire como los pasos de lo desconocido. Héctor Rojas Herazo ha sido herido por el delirio de estas fuerzas, invadido su ser orgánico por la imagen que excava un cuerpo, es el idioma, el espejo desde donde nos habla con su voz abismada de niño antiguo como desde la profundidad de una entraña. Celia es el tiempo contado en todas las formas posibles del sedimento, la luz que sangra en la historia; Héctor Rojas con astillas de esta luz compone un saludo de compañía, construye la casa que los vientos devastan, abre ventanas en el horror de la luz de donde desarraiga las desnudas raíces. A este dolor orgánico que es el hombre, se le ha dado la palabra, como restitución de una ausencia, la mano que escribe rapta su ración de luz, la palabra es el pan, y es la herida. Y el poeta es el raptado por la luz del idioma. El hombre es tránsito y descomposición, desde el fondo del lodo sedimentario suelta sus burbujas buscando el oxígeno gemelo en el aire, y en este trance siente la palmada en el hombro, y habla con voz sobrehumana; como, cuando por sobre el

1. Escritor y periodista colombiano.

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hombro nos llama una palmada, en estas palabras del poeta Vallejo aparece el terror presentido por Rojas Herazo como presencia afectiva de la divinidad, el amor como forma compasiva de ese terror que el idioma inflama como una guerra sobre los frágiles pies del hombre, la palabra desciende con la mano amistosa sobre la huérfana humanidad, el espaldarazo de dios. Y empiezas a arder en el idioma, ángel de fuego, y es entonces cuando acude la luz que rapta tus cenizas.

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Ya no puedes huir, eres el juguete elegido y tampoco deseas incumplir tu palabra, sabes como en la intuición lezamiana que solamente “de la traición a una imagen es de lo que se nos pueden pedir cuentas y rendimientos”. Ahí tienes pues el veneno y las alas. Y también el horror, el vacío, la soledad, el absurdo ¿Cómo no habrías, entonces, de buscar compañía? Ahí tienes para compensar el abismo de las palabras, pero un abismo prestado en el que abrirás tu propio desfiladero. Al fondo, en el baldío sedimentario encontrarás al hombre con su angustia de sal y ceniza. Sí, también la muerte. Y cuando no, la palabra como fraterno saludo de la muerte. La amistad vallejiana con el terror, el cómo, el cuándo.

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La escritura es el cuerpo de un sueño, de signos está hecha, de la misma materia del sueño. Escribir es descifrar, entrever, mantener la vigilia en pleno sueño. Escritas para una conversación en el sueño de Celia están las palabras de Lezama, “apesadumbrado fantasma de nadas conjeturales, el nacido dentro de la poesía siente el paso de su irreal, su otra realidad, continuo. Vas saltando de la barca a una concepción del mundo como imagen, la imagen como la última de las historias posibles.” La imagen invade al hombre, su signo ha sido escrito con el fuego raptado, su tatuaje está grabado en el cielo de la cueva, de este fuego condensado surgió la voz humana, fue la primera raya en la piel de su sombra, y desde entonces nuestro eterno contemporáneo. Pero una cosa es el contemporáneo en la historia y otra el contemporáneo del sueño ¿Por qué no nos hemos visto paseando por el sueño de Celia? Porque Héctor Rojas no es nuestro contemporáneo, es un escritor no nacido aún, no presente, no existe para sus contemporáneos históricos que no somos sus contemporáneos mentales; Héctor Rojas está sentado a la mesa futura bebiendo un trago invisible con Lezama Lima, César Vallejo y Juan Rulfo, se embriaga en el mismo sueño con su trinidad paridora. Crear personajes en la novela es labor de artesano, pero seguirlos como lector sabueso es entrar en la trampa que nadie ha construido, para caer en la casta de los letrados. Atrapar el juguete ingenuo, penderle unos zarcillos, calzarle unos grandes zapatos para hacerlos resonar en el terror de la calle y darle una voz de pato para que haga bulla y ayude a confundir en la algarabía de las vitrinas labor del marchante, pero acudir al llamado de su cencerro, es acción frívola. Rojas no, otra cosa es pulsar las fuerzas que avasallan a los personajes y de las que éstos son apenas


lo incidental, la hojarasca orillada por fuertes vendavales. Ahí está Celia descompuesta por temporales sobrehumanos. Incursiono en sueño ajeno ¿Qué hay en el sueño de Celia?, lo visto es el mundo orgánico, el dolor primitivo, la primera materia hermana del hombre que abre un ojo en la realidad, otro es el lodo sedimentario y otro más ya fuera de la historia. ¿De qué otra manera podría Celia recordar e dolor del momento original de la incursión del ser en la biología? Celia lo sabe, entiende su irrefrenable descomposición, ha visto y ha entendido. Celia no puede detenerse ¿cómo enfriar o fotografiar la imagen de un sueño? Celia, aventada por la fuerza oscura del idioma que habla a través del espíritu vegetativo, Celia se pudre y es el dios del idioma que sufre y vocifera entre las llamas del cordero encenizado. ¿Por qué lloriquea ese violín La oficina en forma de cruz gotea sangre invisible, la gota de sangre de pato que vio Federico debajo de las multiplicaciones. Sangra el doctor Estroncio encalvado en la cruz de la oficina, lo acompañan los capitanes y los gerentes de la herrumbre, es el ser orgánico que asciende, como en los desmesurados mataderos, por las

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a que madre llama su voz angélica?

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escaleras de una maquinaria de destrucción, es el Lura, el barco de la muerte que despliega sus velas en la noche humana, en la noche del hombre indefenso, sin poderes y en actitud guerrera contra la muerte; el hombre en guerra desigual que resiste por medio de la imaginación y de la escritura. Por aquí pasa el viento rumor del poeta Juan Rulfo en donde todos somos fulano, piedra, o ceniza; aquí sólo está el hombre saqueado por la luz, el doctor Estroncio ¿Quién podría llamarse así?

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Pero también Franz Kafka estuvo presente en el hundimiento del Lura, vio el vació y arrojó los papeles, el horror manifiesto de su propio proceso, allí están las palabras que le dictó la oscura presencia de un submundo en refriega y pugna con el hombre que hace resonar en el aire el látigo de las palabras como raíces expuestas de lo indefinible. “De ahí el irrealismo, la sombra es su presa” dice Blanchot al referirse a la literatura y al sentido de salvación en la escritura de Kafka… ¿Pero, por qué una crítica de la burocracia habría de terminar con una conversación en la catedral y en la muerte?

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Por los desfiladeros de Sade se llega a Kafka y por los laberintos burocráticos al Espíritu Santo, y si bebes de su licor llegas a la silla burocrática de Dios. Rojas Herazo bebió de ese trago trinitario y entrevió la imagen autoritaria y a la vez compasiva del dios que sufre encarnado en el hombre histórico, el espíritu vegetativo azotado y liberado por su propia descomposición, la tiranía del padre en llamas sobre el lomo de los mortales portadores de los mismos élitros de la monstruosa cucaracha Kafkiana, “los sacristanes, gerentes y maromeros que regentan la arquidiócesis, comisarías, planetarios y salchicherías” y en la salida de ésta corte celestial la custodia del rostro castrense de los perros de caza, la arquitectura de un poder anónimo sobre la espalda del amotinado ser orgánico. La historia, es decir, la dictadura, la parafernalia militar de la calavera con kepis. Celia es reflexión por la imagen, el idioma que pastorea el lodo sedimentario, la fuerza animal del hombre instrumentalizada en poder ¿Cuál es la diferencia entre un grasoso luchador en el ring y un juez de la corte suprema bien peinado?, ¿Cuál la diferencia entre la bestia y el dictador enjaezado? La ley son las fuerzas del acecho, una fuerza superior que predomina y avasalla, cae con todo su rigor sobre el mundo y lo descompone al antojo de la herrumbre y la corrupción. Celia es dios degradado, Celia se pudre y Dios se pudre con Celia, el Dios encarnado sufre autoritario y compasivo la degradación humana y el horror vallejiano de existir. Cercando el vaho de la atmósfera animal está el idioma, el espacio abismado en donde habita la palabra sola, la sola conversación sin boca ¿A quien podría pertenecer el idioma? El hombre abre el caracol de su oído y ya no sabe lo que escucha, se halla en su orfandad emboscado por el horror y no recuerda su nombre ni su lugar de origen; acaba de salir de un sueño y no sabe hacer otra cosa que acudir al mendrugo de las palabras, o apelar como Héctor Rojas.


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Si Kafka aspira a la salvación por la escritura, y Sade al trono mismo de la divinidad, Rojas apela al tribunal, paga y apela ante la justicia. Ante la corte suprema, extenuado, aventado, y encarnado por su fatiga espiritual escucha una respuestas, “desde siempre sabes: no hay término ni llegada; no hay techo para el cobijo ni almohada donde reclinarse. Eres terrible en tu sueño porque no eres nada ni eres nadie. Solitaria soledad que ni busca ni encuentra ni necesita ni merece el descanso. Sin mitigarte, sin posible mitigación otra vez tu miedo, lo que tú verdaderamente eres, lo que sudas y evaporas en tu centro. Otra vez sin ningún aquí… Que el hombre alcance el deseo, siquiera el deseo de querer entender. Eso es todo. Ya no requeriríamos ninguna farsa. Ni siquiera necesitaríamos remediar la caridad o la lástima. Y cada hombre empezaría a entenderse a sí mismo. Y perdonaría y perdonaría en él, a todos los hombres, por haber usado y abusado y sacralizado el terror, por haber usado y abusado con deleite de la propia y extraña desdicha. Y sobrarán las pancartas, las iglesias, los hospitales, los burdeles, las banderas y las comisarías. Sobrará toda la basura que ha aplastado el amor”. Esto escuchó Héctor Rojas en su solar, la epifanía de las gallinas que cantan como gallos, la palmada en el hombro vallejiano. Celia ha visto y ha entendido.

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EL SUEÑO EXPIATORIO

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Por algún lugar de la luz incursiona el ejército de la muerte con la siniestra suficiencia del asaltante, el autoritarismo patriarcal de la muerte, el padre, el Uno, “la hermosa, horrible o temible unidad” vista por Jung. Dios es la muerte, su ubicuidad, permanente presencia, y el demonio es Dios que ha enloquecido, la fuerza loca, “el diablo, con polainas y sable, montado en un caballo cuya memoria ha querido ser menguada por el Espíritu Santo en el parlamento.” ¿Y Celia?

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Celia es el centro de ese saqueo, la memoria degradada, es la guerra sobre nuestros pies, es el hombre reclamando el derecho a no hacer de la tierra su enemiga, es la naturaleza y las crepitaciones de su descomposición, el reclamo sobrenatural del ser orgánico por haber sido convertido en campo de guerra, el hombre saqueado por los dioses. Y también, la restitución por la imagen, la ceniza, el cáliz ensangrentado, el pagamento al dios idioma, su invocación y uso de sus fuerzas raptadas a lo indefinible, intuición del mundo sobrenatural señalado en la exhumación de un cadáver, porque un cadáver es también la divinidad. “La tierra, dice Héctor Rojas, no tiene el diámetro suficiente para sostener un cadáver”; igual entrevisión hay en la imagen lezamiana en donde está escrito con el mismo fuego raptado, “mi alma no está en un cenicero”. El tejido mental del americano no ha sido desgarrado de la imagen, de allí su pulsión religiosa y el deseo sobrenatural de libertad absoluta, de la escritura hace una hoguera o una piedra de expiación, la piedra del sacrificio maya al sol del idioma, su reflexión es síntesis por la imagen, alianza del espíritu entintado, manchado con sangre. Religar es crear, es acto contra natura, pero desglosar es exhumar el cadáver y sólo ver el hueso.


Igual está en Vallejo la escritura como alianza, como amistad mediadora y como fuego raptado, “todos mis huesos son ajenos; yo talvez los robé”. Vallejo ha visto y ha entendido, y entonces se ofrece en el “sueño expiatorio” como obrero de las palabras, quieres restituir por la palabra, en el idioma como sentido único de la existencia, sabe que su esfuerzo necesita de la desmesura, el dolor en el costado sobrehumano, su tarea de obrero es la de ayudar a construir el Nuevo Mundo espiritual, habitar el idioma como se habitaría un continente infinito, siendo contradicción, el único continente infinito es el del idioma.

Y sufres con Celia, te duele hasta la invisible entraña, hasta la más oculta raíz, igual al desgarramiento de la amputación de una de nuestras ramas en el primer día de la creación, Celia es la herida de una parición mental, el “sueño expiatorio”, el muñón que duele en la invisible parte amputada. La palabra es dolor diferido, en la oscura noche sientes el terror del vacío y te quedas inmóvil, igual a la liebre que ha visto la sombra de un halcón. Te santificas en ese terror paralizante, todo lo que tiende a la perfección tiende al reposo. Alguna vez sentiste tus ramas completas, por ello sabes que ha ocurrido una amputación, sientes el dolor en la llaga, el vacío de la parición de Celia, estás en trance, ves por el dolor. Escuchar los desgarramientos de la descomposición, la indescifrable compañía de la muerte, el dedo de dios que señala al hombre con la uña ensangrentada. Has tenido tu primer noche con la divinidad que no está en las laminillas sino en la santidad de la imagen y en el terror de la epifanía, en esas aves escuchadas desde algún lugar del solar que abren el pico de la luz cantando como gallos. Para entender y ser entendido se ha escrito este largo y sostenido poema, para sugerir lo que ya no pueden decir las palabras y que es expresado con mayor claridad por las simples aves de corral. ¿Y este desmesurado poema sólo para manifestar el terror de escuchar a las gallinas, que cantan como gallos? Sí, para entender y ser entendido, para decir lo que ya no puede ser explicado, lo que no puede abstraerse, lo que no puede atrapar el concepto. Lo que sólo puede ser visto y entendido. Entender es ver, no es desgarrar. “No es que el hombre perciba la santidad –alcanzó a decir Jung- sino que esta lo aprisiona y lo domina. No es que el hombre reconozca la revelación, sino que esta se le revela, sin que el pueda alabarse de una comprensión adecuada”. Este sueño desmesurado sólo es posible que haya sido engendrado con la ayuda de fuerzas sobrehumanas, o bajo el influjo de un hechizamiento, hechizados son

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Este poema dilatado de Héctor Rojas ha dicho la ruina, la ruina que se construye todos los días, el sucesivo cadáver, el Lura, el barco gaseoso sobre el mar de leva, el divino cadáver navegante que no cabe en el mundo, el Lura desvanecido sobre el agua salada. Absolutismo del idioma en el afán de decirlo todo, hasta su disolución en el silencio, hasta la más esquiva e íntima claridad, hasta entender y sen entendido.

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Héctor Rojas y Lezama Lima. ¿Sueño engendrado? Sí, no pueden ser otra cosa Celia se pudre y Paradiso. ¡Novela!, dicen algunos, de la materia expuesta de tales hechizamientos, ¡Novela!, y con eso basta para esquivar horror que produce la entrevisión de lo creado en una entraña invisible.

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El hechizamiento primitivo pinta con vegetales el cielo de su cueva. Si Lezama tritura los vegetales, Héctor Rojas llena el cuenco ensangrentado, y acude a la imaginación pictórica que es la misma imaginación de dios, y la mano escritora graba el tatuaje mientras da sus golpes amistosos sobre el hombro, es el acto ritual en el que se revela el Nuevo Mundo, el continente infinito, y allí el poeta levanta la arquitectura descomunal; sobre el Nuevo Mundo geográfico, el poeta construye el Nuevo Mundo espiritual, la revelación del idioma. Lezama entrevió, “No hay novela de Afganistán, ni la metafísica americana. Europa hizo la cultura. Y aquel verso: tenemos que fingir cuando robemos los frutos.

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¿Hambre fingida? ¿Esto es lo que nos queda a los americanos? Aunque no estemos en armonía ni en ensueño, ni embriaguez o preludio: el toro ha entrado en el mar, se ha sacudido su blancura y su abstracción, y se puede oír su acompasada risotada baritonal, recibe otras flores en la orilla, mientras la uña de su cuerpo raspa la corteza de una nueva amistad”. El toro raptor de Europa, “amante de su blancura y de su abstracción” ha sido devorado por el mar de otra imagen, y desde el centro de su nueva imagen habla con la voz del recién nacido. Los cangrejos no entienden y prefieren ser buzos en la arena, se ocultan cuando esa voz dice, “Queremos hacer sacrificios y rendiremos lo primero que llegue, y tenemos que sacrificar a toro, hasta que se pierda en las aguas oscuras”. El toro amante de la abstracción ya ha sido inmolado y hemos llegado tarde a la fiesta, ese día estábamos con los cangrejos. La abstracción y su blancura ya despertaron, sucias en la resaca han salido de una noche espesa atrapadas en la malla de luz; sueñan, no abstraen nuestros poetas. Europa, cuando quiere soñar se abstrae. Cuando el surrealismo inventaba artefactos y peldaños para escalar el sueño América ya estaba en él, descendía del mito y descargaba en la arena las lozas grabadas en el sueño. Algunas se quebraron en su entrevero con la historia, ahora las recompone con pegamentos que halló abandonados en el campo de guerra, con unturas mestizas religa sus partes, mientras sigue buscando su propio sentido el sedimento solar del Nuevo Mund0o, y cuando Europa entra de nuevo en su noche, raptada por el toro, y buscando sus pasos perdidos, América despierta y reconstruye su imagen.


Del caos a la intensidad: vigencia del poema en prosa en Sudamérica

Una forma circunscribe el caos, una forma da estructura a la sustancia amorfa; la visión de una carne infinita es la visión de los locos, pero si cortase yo la carne en pedazos y los distribuyese a lo largo de los días y según los apetitos entonces ya no sería la perdición y la locura: sería nuevamente la vida humanizada. Clarice Lispector (La pasión según G. H.)

Yo había humanizado demasiado la vida, continúa diciendo Lispector. Y es que cuando llegamos al punto de la cristalización de una forma se hace necesario dar un paso atrás y otear de nuevo en el caos, pero no para quedarse allí sino para construir una nueva intensidad. En un estudio anterior1, he intentado reflexionar sobre un concepto de intensidad emocional asociándolo a la presión interna del texto que no termina por estallar. Bajo esa óptica, la forma no mata sino que da vida, da intensidad. Esa pugna viva entre el texto y la barricada que impide su desborde es su intensidad y el cuerpo la siente. Y es que cuando la forma estalla, se vuelve al caos. Pero a veces es sano volver allí, volver para que desde allí se construya algo distinto, una nueva intensidad. Por ello esta selección de autores se plantea a manera de continuación de la antología de Darwin Bedoya: Hijos de puta, 15 poetas

*. Poeta y narrador argentino. Doctor en Física. Trabaja en el IAFE (Instituto de Astronomía y Física del Espacio) y docente de la UBA. Colabora con revistas literarias del país y del exterior. Columnista de poesía en el programa Moebius de la FM: arinfo.com.ar. e-mail: archubi yahoo.com.ar / web: http://carchubi.wix.com/claudio-archubi.

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Claudio Archubi *

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latinoamericanos2. Dicha compilación aborda la vigencia de los proyectos de escritura-límite o del reverso como una tendencia distintiva en Latinoamérica, muchos de cuyos jóvenes escritores apuestan a la disolución de los géneros. Pero el propósito de nuestra nueva antología es más específico: mostrar ejemplos representativos de la vigencia actual del poema en prosa –tensándose a veces hasta sus límites con la narrativa o con los géneros híbridos–, entre las últimas generaciones de escritores sudamericanos de habla hispana. Más allá del realismo mágico, el indigenismo, la antipoesía, el minimalismo, el objetivismo, el coloquialismo y otros ismos que estamos fatigados de encontrar. Más allá, siempre más allá están los arriesgados, en busca de lo que salva. Ellos se van apartando de la impaciencia para escuchar nuevamente en el caos, buscando otra manera para aquellas voces ancestrales que nos remiten a una época en la que nos reuníamos alrededor del fuego para exorcizar nuestros temores, y estábamos desnudos y quizás, por eso mismo, nuestras palabras apuntaban a lo esencial. Sin embargo, escuchar en el caos no es mimetizarse con el caos. El poema en prosa mantiene la mayoría de los recursos lingüísticos del poema en verso, incluida su autonomía. Al respecto, podemos compartir aquí, aunque esto sólo sirva como primer intento de aproximarnos a los textos, el criterio de diferenciación entre poema en prosa y prosa poética, si se entiende esta última por su falta de autonomía, es decir, como fragmento momentáneo de una prosa más amplia, como puede ser una novela, una crónica, o un ensayo, pero no podemos compartir el criterio de la extensión3. Así como tampoco podemos excluir las técnicas narrativas del poema en prosa. ¿Acaso –como ha escrito alguna vez la escritora


Intensidad Norte El odio que te tengo (Alex Aillón, Bolivia, 1969) El odio que te tengo es capaz de pulverizar montañas, de secar mares, de cambiar el curso de los buses. Es un odio sincero, a la altura de gente como nosotros. El odio que te tengo es tan odio que es un odio al que no puede acceder la gente común,

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argentina María Rosa Lojo4 –, “poema en prosa” sólo puede denominarse a una breve parrafada ansiosa y sin pausas donde el silencio no tiene más presencia que la que se produce al comienzo y al final del texto? ¿Qué decir entonces de los silencios internos, aquellas pausas que permiten que un pensamiento siga resonando en nuestra mente y en nuestro cuerpo, para expandir el texto a zonas inesperadas? El rol de la sintaxis –puntuación, cortes de párrafos e incluso renglones vacíos entre un párrafo y otro– puede ser fundamental en un poema en prosa (pongamos por ejemplo algunos textos de Henri Michaux) tanto como lo es la escansión en un poema en verso. Y si una novela sostiene, además del manejo de la narración, los elementos del poema en prosa durante todas sus páginas, ¿no podríamos afirmar que esta novela es también un poema en prosa? Si bien fue Baudelaire quien bautizó esta forma literaria, no nos sentimos obligados a tomar la extensión de sus textos como el metro patrón. –El largo soliloquio autobiográfico5 de Juan Ramón Jiménez titulado Espacio, por ejemplo, sería a nuestro entender un poema en prosa, y no una mera prosa poética. Bajo esta óptica, libros como Agua Viva6, de la escritora brasileña Clarice Lispector, o Maizal del gregoriano7, del escritor argentino Arnaldo Calveyra, por su unidad rítmica, sus recursos sonoros, su riqueza de imágenes y su potencia emocional, podrían entenderse como extensos poemas en prosa, así como también existen extensos poemas en verso. Y viniendo más cerca en el tiempo, ¿qué decir de novelas como El sueño de Úrsula8, de la argentina María Negroni? Salvo por la versificación y la métrica, remarcamos, un poema en prosa no se diferenciaría, en sus cualidades y en su jerarquía literaria, de un poema en verso. Es más, el poema en prosa suele desnudar el hecho de que el poema en verso libre, en muchos casos, posee una escansión caprichosa y desafortunada (los invito, a cada uno de los lectores, al interesante ejercicio de probar prosificando algo de lo que escuchan en las tertulias locales). Decíamos entonces que la pura mímesis verbal con el caos –además de ser imposible– nos retrotraería de la literatura al mero aullido (y no me refiero al metafórico título del lúcido poema de Ginsberg) o al aturdimiento. Escuchar en el caos no es mimetizarse con el caos. La intensidad es algo distinto. Para escuchar en el caos, es necesario aprender a pensar. Y los integrantes de nuestra antología dan muestras claras de esta búsqueda fronteriza, asumida como un compromiso con el lenguaje. Adopto como criterio la brevedad para presentar aquí una pequeña muestra de esta selección de veinticuatro autores de nueve países de Sudamérica.

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que también odia. Al final, todos tenemos derecho a odiar, pero mi odio es diferente. Mi odio es, de lejos, mi mejor arte. Odiar puede parecer fácil pero es un arte extremo, es algo que se aprende tras largas temporadas en el infierno, buscando amor en avenidas desiertas empapadas de tristeza bajo lluvias de fuego. Fácil es querer, fácil es amar, fácil es pensar en la limitada armonía de las cosas porque nos hace creer que somos buenos y la bondad es un sentimiento miserable y mentiroso. Estúpido es decir “te amo” y esperar que te crean. Odiar en cambio, te acerca a lo monstruoso, te enfrenta a lo siniestro, a lo sucio, a lo espantoso de ser quien eres. Te hace saber que eres, también, malditamente humano. Un murciélago ciego en busca de su caverna en la desolada extensión de la noche y la palabra. El odio es eterno, el odio procura la locura. El odio enfrenta la frustración de no poder retener eso que llamamos amor, entonces lo mejoras, lo superas, lo odias. Odiar es de lejos un sentimiento contradictorio, pero eso es lo que somos, también. Odia y serás libre. Odia y vencerás. Odia y caminarás. LUNA NUEVA No. 42

De Libro de Exilio: preludio en Moro (Miguel Ildefonso, Perú, 1970)

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Desesperados buscamos un refugio para escapar de la nada – y sólo para decir que existimos hacemos el amor: tú con la soledad yo con la soledad – después enciendo un cigarrillo y tú te quedas dormida como un verdadero cadáver – no sé si dejarte – marcharme por el bosque y reír como loco – o por el contrario quedarme a convivir contigo para siempre – lo uno o lo otro te daría igual De Tiniebla de esplendor (Luis Carlos Mussó, Ecuador, 1970) POÉTICA (1) Y vi durante mucho tiempo tus rostros desde el fondo del misterio, los afanes del equilibrio por desgarrarse del fragmento, el empinado nombre adhiriéndose a la madrugada en contorsiones de scherzo. Vi la muerte alzándose contra las sepulturas; y estuve frente a la orilla en el destierro de los dioses, a la hora de los pechos anegados de peces y corales. Pero nunca vi a nadie quebrar la perfección. ¿O crees que solamente con proferir palabras y música (acaso un poema) romperás el silencio? De Maiastra (Lucía Estrada, Colombia, 1980) Abres el libro, no de los muertos sino de los desenterrados. La reina es llevada por el aire negro, la luna a sus pies y el mundo. Densas nubes aprisionan su cuerpo blanco, un cuervo que se precipita, un grito de lechuza. ¿Quién puede dormir? El viaje prosigue a través del espanto. Vas prendida a su cabello, corona de horror te sientes. ¿Hacia dónde se dirige? Desnuda, es la tormenta que ven desde abajo, un lento castillo de niebla que avanza. No puedes desprenderte; la reina te ha sumado a su vértigo. Se deja llevar. Fuerzas invisibles hacen de su paso el ascendente de los


nacimientos, de la vida que rompe sus tallos esta noche. No puedes ocultarte. Su cabello es la estela en que graba su nombre la pesadilla. Usted habla como si fuera la lluvia del primer día del mundo: lo indescriptible, lo indeterminado que detrás de la niebla hace señas para que responda. Dice lo extraño que causa malestar a muchos. Son las cruces, las cruces en todas las montañas que hablan del mar y el agua trágicamente derramada por la angustia y el miedo de cara a un mar con flores. Usted habla del secreto que comentamos a solas, del perdón que también otros piden callados y del clamor al lado de la primera luz del día. Es la canción que en sus labios llora por los otros, los viciosos, los que naufragan en la montaña más alta donde los sepulcros no fueron bien cerrados, y ahora el ojo humano no quiere ver, por esa lágrima atravesada en mitad de cada palabra y por las peleas en el cielo muy adentro del que mira y escucha, igual a los que sólo tienen una plegaria para recuperar lo arrojado y una furia que alimenta el miedo. Usted pronuncia lo que no tiene tamaño, escarbando en el silencio que se acaba para dar con su verdadero nombre. Intensidad Sur De Coreografía de una vigilia (Natalia Rojas, Chile, 1983) en la orquesta del vacío solo una nota se toca. con respeto y sin fin se ahuyentan las riberas de lo oscuro apenas quedando el gesto del recuerdo –un poema fue el autor que puso a andar los ríos.– que nadie se burle de esta madera callada: espejo del viento que no tiene viento solo la traducción del oxígeno cansado ya de imitar la tormenta cuando lo expiro –afuera, hermosamente, alguien quiere entrar– De Prosas del desbarranco (Leticia Hernando, Argentina, 1976) Tal vez el lenguaje crezca como una rara flor solitaria: breve espacio de sombra–luz. Rueda la lengua en los cabos sueltos del silencio, piedra la boca. Con la brutalidad del toro en la arena. Allí, donde toca fuego –toca sombra. Niña del alba, bruna de vino, rosa de la jarana. Mira: te asomas a los desvíos del lenguaje por cerrar las puertas que dan al mundo. Ignoras la arena que desenvuelves. Ignoras que más allá de las palabras, abruptos, los cuerpos caen (y no hay voluptuosidad en el caer). De La jaula (María Laura Pintos, Uruguay, 1971) A un lado del camino estoy cavando un pozo. Me veo desde la ventanilla del auto, nuestra marcha se ha detenido. Hay otros conmigo. Todos sabemos lo que va a suceder cuando el trabajo termine. Damos forma a nuestras propias sepulturas. Algunas lápidas se yerguen frente al pozo. Levanto tierra con la pala, me duelen las

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De Los plegamientos del agua (Jairo Rojas Rojas, Venezuela, 1980)

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41 manos, me quema la madera del mango. Sobre la tierra removida hay un espejito que siempre llevo conmigo, un delantal amarillo, un colador de té muy antiguo, al que le falta el mango y que solía usar para sostener varillas de incienso. Yo soy eso. Tierra y un par de objetos. Trato de organizar una huida con mis vecinos de tumba, tengo la esperanza de correr muy rápido y escapar. Pero no me hacen caso. Entonces vuelvo a cavar, sin prisa, deteniéndome de tanto en tanto para sacudir de mis cosas el polvo que las va cubriendo. De (Lupa) (Lía Colombino, Paraguay, 1974) Él toca su nuca mojada. La palma de la mano se amolda. Se hace un pequeño cuenco que registra la nuca de ella. La toca una y otra vez, como para comprobar que todavía sigue allí. Ella se ha dejado ir, como hubo prometido. Hay un eco en ella, ahora. No sabe qué hacer con aquel eco.


Lo deja temblar Notas: 1 Archubi, Claudio, Del poema en prosa a la ficción brevísima, revista Hablar de Poesía Nro 5, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, año 2001. Véase la versión electrónica en la revista: Bitácora de vuelos, año 2016: Sobre la ficción brevísima: del poema en prosa al minicuento poético.

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2 Bedoya, Darwin, Hijos de puta: 15 poetas latinoamericanos, editorial Hijos de la lluvia, Perú, 2011

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3 Yezzed, Fredy, Poema en prosa vs. minificción: Concepciones genéricas y críticas, El Cuento en Red, revista electrónica de teoría de la ficción breve. 4 Véase el interesante cruce entre poema en prosa y microficción en la obra de María Rosa Lojo: Bosque de Ojos, editorial Sudamericana, 2011. 5 Respecto del indiscutible carácter de poema extenso del texto de Juan Ramón Jiménez, véase: José Rastrollo, La tradición del poema extenso, revista electrónica Círculo de poesía, marzo 2016. 6 Lispector, Clarice, Agua viva, editorial Sudamericana, 1975. 7 Calveyra, Arnaldo, Poesía reunida, Adriana Hidalgo editora, 2008. Estrictamente, de las más de 60 páginas que componen Maizal del gregoriano, existen dos y media que están escritas en verso libre, lo cual también abriría el debate acerca del carácter híbrido de este bello poema. Aunque con menos intensidad musical, su posterior libro Diario de Eleusis apostaría al formato de un poema en prosa más puro. 8 Negroni, María, El sueño de Úrsula, editorial Seix Barral, 1998.


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POETAS INVITADOS


CALI

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Clara Schoenborn

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Cali, Colombia, 1957. Graduada en Economía de la Universidad de San Buenaventura de Cali con diplomado en Gerencia de la Universidad Javeriana de la misma ciudad. Ha publicado cuatro libros de poemas y ha figurado en antologías y revistas, así como en encuentros y festivales nacionales e internacionales. Con su libro Los oficios en clave de Atenea obtuvo el premio Ediciones Embalaje, del Encuentro de mujeres poetas colombianas del Museo Rayo en el 2011. También fue finalista en el Concurso Red de Bibliotecas Públicas Comunitarias de Cali, 2009, con su poemario Colores y respiros; finalista en el Premio Carmen Conde, Ediciones Torremozas, Madrid, España, 2012, con su libro Huecos en la luz, y mención de honor con su poema La rosa en el Concurso Poesía de los objetos, Casa de Poesía Silva. Bogotá, 2012. blog: www.loqueledijealpapel.blogspot.com.

Carta perdida en el fondo del océano (Para Alice Munro) Te escribo desde ésta que se agota al ritmo de su casa. Quiero decirte que detrás de estas puertas he desvirtuado el mar, de mil en mil he sido una bandolera, también una reaccionaria. Todos lo han sabido desde siempre y por eso esperan que escape como un águila humillada. Yo al contrario, elaboro mi propio mimetismo


entre estos demonios, los relaciono con extraños amantes, con profetas que me hacen jurar y cantar. Escribo poemas como éste, cuentos, pequeñas notas que luego bullen y desaparecen.

No. No necesito huir. Quedarme ha sido demasiado tiempo mi reto, mi conquista.

Un minuto para las seis En esta cama hay melodías, bajo la sábana trota en silencio un caballo. En esta cama ensaya la muerte. Aquí dentro hay una casa, besos, una historia. Sobre la almohada algo se devuelve, algo pregunta a gritos pero siempre resbala. En esta cama soy junto a mí- desconocida. Tengo nombres que jamás recuerdo. No hay punto de retorno en esta cama, todo es viajar y viajar hacia mí misma.

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Criaturas que enaltecen mi adorada transgresión.

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Aquí dan las seis y comienza el mundo. Un mundo de aguas estancadas, sin locura, donde nadie cuenta su verdad, su pesadilla.

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Testamento I

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Nadie pensó en mí antes de que existiera. Surgí de un juego de azar en el cual la probabilidad de ganar se confundía en una aguja. Llegué triunfante para empezar de nuevo en una espera. Cada día que pasaba era el resultado de una guerra impuesta, ganada a sangre y fuego, pagada con cielo, con tiempo, y ante la cual, se abría un nuevo día con su nueva guerra y su nueva batalla. Siempre me inquietó ese mundo detrás de lo que yo era capaz de combatir. Pero nadie pensó en mí antes de que existiera. Yo no contaba para el universo. Nadie podía mandarme una señal, ningún planeta me reconocería. Mi nombre era apenas un sonido con sus ondas vagas en un teatro de átomos impostores. Para traspasar las fronteras debía retroceder en ese nombre, regresar al vacío donde una palabra es todas y en donde ningún sol está errado. La poesía, por ínfimos segundos me abría un pasadizo. Entonces, podía dejar de morir por un instante, ser eso que era sin darme cuenta, y mirarme más allá de una voz, de aquellas manos que jamás conocería. La poesía me atraía sustrayéndome de mí misma y me vapuleaba hasta hacerme nada y todo a la vez, tan grande como el sueño que me soñaba. La poesía me llevaba por el poema, pensando en mí antes de que yo existiera.

Luz y sombra Amo el mundo cuando se muestra recién nacido y se hace masa de pan, madre o alquimista. Cuelgo árboles dulces en los domingos de mi padre. Su Danubio insistentemente azul. Valses que sujetan mi vida mientras cruzo pasadizos de rítmico misterio. Hurgo en la cantera de las matanzas, en la cruel matemática de los hombres, para luego enrollarme la materia cóncava de mis seres amados, su respiración fosforescente.


Aprendo con todos los demás, que la vida es un tentáculo de sangre amoratada y aprendo también a olvidar en el hueco de unos labios, en el remedio natural de los orgasmos. Busco la luz. En las letras, se consagra una obra teatral, un desafío estilizado. La poesía y su sonido estereofónico. La poesía y su buena costumbre de escapar. Y al tiempo la sombra, agua de carbón -la de los platos sucios- aplaudiendo esta tragicomedia de sordomudos ante quienes el incrédulo papel se carboniza. Sin duda, es necesario dar esos tres pasos de gloria. Cruzar por entre el hambre y la muerte. Soñar; así afuera, rían -rían- los endiosados destructores.

Un callejón de lagartijas ha corrido paralelo a mis caminos. Lo supe desde que mi madre me cantaba canciones de cuna. Detrás de ellas, rondaba esa cicatriz lamida por demonios -hueco de huesos. La primera luz de vida me desgarraba como un nervio líquido y sentía la leche bajando por mi garganta con peligrosa aproximación al conducto del aire. Respirar se me presentaba más cercano al miedo que ninguna otra cosa. Más tarde, recibí la orden de salir al mundo. Debía armar una lista futura de actos heroicos. Me costaba mucho, pues no dejaba de temer a esa cueva desde donde me acechaban las lagartijas mirándome con mis ojos ciegos puestos en ellas. Lugar familiar a todos, pero del cual nadie hablaba. Ahí dentro, solamente parecían sentirse a gusto aquellos que metalizaban palabras sin encontrar un verso de salvación. Afuera, el amor saltaba de aquí para allá con lo más siniestro del beso, en los picos de las montañas los animales carroñeros leían nuestros contratos. Muchos inventamos religiones, otros partieron en barcos enfermos. Algo se tenía que hacer. Entonces, mis manos armaron floreros y mis brazos sirvieron en las guerras. Me colgué medallas, salvé a las crisálidas de cristal y a las mujeres-paloma. Pero nada fue suficiente. Vivir era lo mismo que un suicidio. La vida manaba de los fluidos de esa caverna. La vida: fructificando a base de muertes ajenas, el corazón: multiplicándose ante cada quebradura, amando a ángeles que huelen a ropa húmeda y abrazado a esas sabandijas, tan indiferentes a nuestro baile de arañas en el alquitrán. Ahora no sé qué más hacer. El viaje casi termina. A ratos me consuelo pensando que quizás sufrir sea otra forma de luchar o el paraíso necesario para escribir poemas como éste, una simple esfera de mármol que tragamos y hacemos tragar a otros. Nada que tenga mayor trascendencia.

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Breviario con lagartijas

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Sumatoria

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Cuando hago cuentas, nunca paso del número dos: Dos lunas, dos planetas, dos oscuridades, un par de lágrimas, un par de besos, dos muertes. Todo lo que sobrepase el número dos está de más. Más allá del dos no hay magia ni misterio. Todo es tan simple y tan complejo como uno más uno, como un universo tan falto de sus manos y sus piernas al encuentro de su cuerpo entero con su grito de guerra. El dos es la unidad con su espejo cierto. El dos no necesita más que la verdad y una cintura desnuda.

En el borde He estado enferma en estos días. Siento un hueco en la mitad del ojo, algo que está herido de naturaleza, árboles que ya no reptan, ciudades poéticas en estado de coma. Al despertar duermo en algo dormido, un ápice de letra quiere consolarme, pero nada puede hacerse contra esta deficiencia aguda en el tiempo. He estado enferma en estos días con una dolencia que siempre ha estado aquí un desconcierto útil para seguir viviendo. Quisiera escribirlo o fabularlo, pero si no hay nadie en la punta de las hojas, tampoco estoy yo para arañar los huesos. No hay nadie aquí y estamos todos invisibles ante esta soledad que cree en la vida . Esta enfermedad es tal vez una llanura, una madrugada de leche, un espesor, mi beso en el tabaco, ese labio farsante. Esta enfermedad tiene la oscura liviandad del escalofrío que transmite este milenio, el terror necesario del pie ante el abismo. Yo no sé nada que mate el remedio, solo sé que estoy enferma y triste, equivocada, hecha de arcilla y jabón, sin un nudo que alcance a demolerme. Sin una cicatriz para la lengua de los lobos.


EL SOCORRO

Yirama Castaño Güiza

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El Socorro, Santander, 1964. Periodista y editora. Ha publicado los libros de poemas: Naufragio de Luna (1990), Jardín de Sombras (1994), El Sueño de la Otra (1997). Memoria de aprendiz, 2011. Malabar en el Abismo, Antología, 2012. Participó en la creación de la Revista y la Fundación Común Presencia. Sus poemas han sido traducidos y publicados en medios de Colombia y el exterior.

Secreto de mediodía Profeta: Silencios en la sombra regalan adioses a los duendes. Presagios con turbante vienen lento y arrastran contra si las dimensiones. ¿Te llevas el asombro? ¿Te lo llevas? ¿Y la validez de la noche sombría? El tiempo suele robarse las heridas pero yo te advertí que soy aprendiz en el olvido. Nunca te he dicho que el resplandor de los azares

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horada sin embargo mis mañanas y las fiestas que a veces ofrezco en tu nombre. Recuerdo, por ejemplo, que existen días en que llevo báculo, saxo y tambores cuando dirijo la orquesta con los hombros.

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Construyo sueños en los arrabales y bamboleo los crescendo, menguantes y altibajos que mandaste a perecer conmigo.

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Debo agregar, que en medio de la luz hago la venia con Charlot. Me visto de negro. Doy tres pasos y te sonrío con orgullo de pionera en estas lides. Que te parece, viven los secretos.

Se fueron los heroes

La oportunidad para escapar huyó entre las fronteras de lo imposible. Las trampas empezaron a delatarse y el muro a caer de espaldas. Como cuando te conocí que era diferente porque te ocultabas en los árboles. La casa estaba pintada y las paredes eran más pequeñas. El camino pavimentado no resiste las muletas. Ya no te conozco Las ruinas te han rodeado Te han tomado de rehén. Se fueron los que no debían apagar el fuego.


Se fueron los que no y quedamos sólo nosotros quedamos solos nosotros.

Comienzo con la paciencia que me concede el corazón de un pájaro Desde ayer late en mí un escudo para el tiempo Entonces, la muerte es nuestro gran espejo Acerca su manto a contraluz y cuando llega la videncia nos quedamos dentro Damos pasos largos entre cintura y espasmo En el deslizar de la cascada el agua corre por las venas Abrazo de las piedras donde no hay espacio para las fisuras del invento El bosque es el único encanto: sigilo y guardián de los silencios Recogimos el temblor en nuestros cuerpos Como talismán tomé el cristal de las batallas.

Minima para un malabarista Opuesto a lo que algunos puedan pensar o escribir, la poesía sirve para profanar. Y este verbo es mucho más que sacar la tierra de los muertos, o llegar hasta el tú después de excavar en el yo,

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Parque nevado

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o espiar por la rendija del paraíso. Profanar es habitar el silencio para darle forma de boca roja.

Rumor de ciegos Luego del lamento, luego de la estrechez en muchos cuartos.

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Aun después del ahogo en una cama, aun después de los silencios.

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Más allá de la agonía y las deudas del amor, más allá de la frontera entre los labios. Tarde y noche. El feliz jinete se despide. Ahora, en el futuro, desprendido de la tierra, retoma la inocencia. Ese niño recorre los parques, en busca del trébol de cuatro hojas.

Malabar en el abismo Di mi nombre una vez llévame, breve, entre la seda o la espiral hirviente. Recorre conmigo el laberinto para no llegar o para fugarnos en la ceguera.


Aunque el año que nos sigue esté tan lejos. Deja resbalar la tristeza mientras duermo dócil. Despojo anciano, sepulcro de la culpa. Deslízate en la cavidad de los lamentos.

Toma el corcel y busca mi disfraz. Es preciso que te espere. Suave, en harapos. Al margen del poniente. Agrega un redoble a esta noche: La cumbre de mi sueño está nevada. Ligera, feliz.

Rumor del Valle Cuando comencé a viajar, no pude resistir la tentación de parar en la estación equivocada. Pequeño pueblo de bombilla en la escalera, habitar cualquiera de tus casas era bailar en una ronda eterna de gaitas y

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Allí me encuentro. Detenida. Pálida. En invierno.

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tambores. No importaba la lengua arenosa, ni el calor colándose en la pared de la cocina. Bastaban eso sí los olores de la tierra, la lentitud descalza en el centro de la plaza. Nadie tenía nombre y sin embargo todos se llamaban. Las mujeres pintaban sus labios en punto de las seis y los hombres aplastaban fichas en medio de los gritos y la fiesta. Pero un día llegaron los falsos monjes a pintar con aerosoles agujeros negros en tu cielo. Pequeño pueblo, ahora que vuelvo con el camino despejado, ahora que la brújula señala el norte sin equívoco hay algo que no entiendo, todos callan y una fila de cantadoras con velas en las manos alumbran la marcha que aleja a los niños de la prometida tierra.

San Silvestre A Clara Inés Güiza Intento vestir tu delgada figura para caminar las hirvientes calles, que tatuaron el mapa de tus pies. Y alcanza la vista para divisar el río, las pequeñas casas de esta orilla y el vaho de la muerte en los espejos. Ya no es, de este lado, como lo conociste. Miles de lenguas se han lamido el puerto. De las alianzas entre hombre y madera, sólo quedan crucifijos en el pecho. Mañana visitaré la ciénaga. Puede ser que allí te encuentre, sembrando tu humedad, en tierra color bermejo. Con los mismos ojos tristes de la niña que dejó puesta su mesa para escaparse con el tiempo.


SANTA MARTA

Fernando Linero Montes

De la música, ejercida como oficio (Linero realizó estudios de música en el Conservatorio de la Universidad Nacional de Colombia.) proviene la característica tonalidad lírica presente en sus textos, evidenciada de manera expresa en los títulos de tres de sus libros publicados: Sonata del Sonámbulo (Pijao Editores, Biblioteca de Autores Colombianos. No. 1 Bogotá, 1980), La risa del Saxo (Cuadernos de Poesía Ulrika. Vol. Bogotá, 1985), y Lecciones de fagot (Universidad Nacional de Colombia, 2005). Desde 1977, reside en Bogotá, donde vive de, y se dedica a, la música, de cuyo género creativo –ejercido en el espacio del son, el bolero y el jazz- ha creado y producido trabajos ligados a la poesía como el compacto musical El poeta canta dos veces (El habitante de la bahía producciones, Bogotá, 2003). La filosofía (Linero realizó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de la Salle), desplazada por el poeta en su acepción academicista, ha sido una constante presencia en su obra, aunque invisible en el tratamiento preconcebido de conceptos sí bastante visibles en cuanto a la búsqueda o exaltación de una actitud humana atenta a los valores de ennoblecimiento y comunión, que en su caso particular, desarrolla en Bogotá junto a su mujer y a sus dos hijos. De ese pensamiento humanizante, de pronto intrínseco al poeta, dan cuenta sus libros Aparte de Amor (Escritores en un Nuevo Siglo. Centro Colombo-Americano, 1993.), Guijarros (Fundación Simón y Lola Guberek. Bogotá, 1990), Palabras para el hombre (Editorial Magisterio. 1999), Experto en tachaduras (El zahir editores, Villavicencio, 2010) y Cuaderno de insectos y otros poemas (Ediciones Pluma de Mompox, Cartagena, 2011).

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Nacido en Santa Marta, Colombia el 4 de octubre de 1957 –cuando el lanzamiento del primer satélite artificial a la órbita terrestre, el Sputnik-, no pudo escaparse de ser músico y poeta.

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Este verso Es el azar quien hasta este verso me ha traído. Este verso que deja caer la nostalgia de repente. La verdad yo quería escribir otra cosa.

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Arte poética

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Hoy no me preocupa el verso perfecto. Hoy quiero escribir simplemente como quien oficia un rito para alejar un maleficio. Hoy no me preocupa la gramática. A estas alturas cuando ya uno es de ninguna parte todas esas cosas poco importan. No es la voluntad la que escribe sino la frustración. Hoy no me preocupa el destino de estos versos con los que me traiciono y firmo con un nombre vulgar.

El panadero y yo Lo mío es tan importante como lo del panadero que tiene el sagrado compromiso de elaborar el primer alimento del día. Lo que yo produzco es tan real tan nutricio como un pan. Lo del panadero es tan importante como lo mío. Hacer un pan no es menos misterioso que hacer un poema. Cada día tiene para su pan de cada día una fórmula distinta que el panadero debe descubrir en el color del alba. Lo mío es tan importante como lo del panadero, tan nutricio, tan real.


A la vida se entra solo A la vida se entra solo. Algunos con una camisa. Otros con un racimo pero solos. Bostezando o preñado de luz cada cual con su tristeza. Se entra sin saber qué se quiere, qué se busca, qué piezas encajan en el juego: acaso los destellos del infortunio. O el recuerdo de una ciudad triste. O la imagen de una madre que espanta el calor y las moscas del sueño de su hijo. Breves de memoria y de olvido como los niños que ahora repintan la rayuela. Como el padre dormido. Como el amigo que no volveremos a ver. Cada cual con su tristeza. Se entra y es ya un lugar del sueño. Algunos con el corazón atiborrado de palabras. Otros portando una copa amarga. Algunos en el mes de los ahogados. Otros cuando las primicias del ciruelo. Cada cual con su propia confusión. Todos con la misma soledad. Para Augusto Cesar Sandino Cubillos

Apuntes para una autobiografía Nací en Santa Marta el 4 de Octubre de 1957. Tengo mujer, dos hijos que veo crecer y un perro. No estoy atado a nada en particular. De los 510.101.000. kilómetros cuadrados que tiene la tierra de extensión ni un sólo metro es mío.

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“La palma que está en el patio nació sola, creció sola” NICOLAS GUILLEN

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Mi única preocupación es acaso la de amar verdaderamente. Acaso la de arder con aquello que amo. Creo en el diálogo con la luz, el diálogo con la tierra, para exaltación de los sentidos. Desde los 15 años escribo poesía. Ella cura de cierto desencanto, de cierta melancolía, permite así sea fugazmente recuperar cosas perdidas. Ayuda a comprender en algo el sentido de lo humano. Me gusta el mar, los libros, la marihuana, las bebidas fuertes. Me gusta recordar a los amigos. Me gusta la música, la noche, los caminos. He cruzado los dedos y respirado hondo. He compartido con el ocaso la gloria de no ser nada. A mis años en esta lucha por llegar yo no sé adonde nunca he sentido envidia de nadie. Solo el aire sabe del final de la ruta. En lo profundo de mí guardo la esperanza de que la muerte no sea más que un espejismo.

Palabras para Lele

En ese espacio en el que frente al tiempo todo se vuelve irrisorio, ya te confundes con mi amor por las cosas y eres presencia y eres recuerdo y a veces olvido. Contemplando la espuma que queda cuando la marea de la vida empieza a retirarse, ya nos hacemos silencio y horizonte, abrazados a la noche y sus tatuajes; ya no nos lastiman las viejas desesperanzas, nos sabemos solos, solos, a pesar de que nos tenemos el uno al otro.


Quiero volver

¿Qué fue de esos lugares en los que, soñando con el pan y el vino del poema, me arriesgué persiguiendo una sombra? Llévame otra vez a la orilla de la playa, que mis pies descalzos pisen la arena mojada, quiero volver donde aúllan las sirenas de los remolcadores, donde huele a hollín. ¿Recuerdas los insectos que igual que esmeraldas, llovían por encima de las luces del paseo? ¿A dónde ha ido todo aquello? ¿Todavía florecen las cayenas? Quiero volver de nuevo a la taberna donde atiende la mujer de las manos hermosas.

Yo tuve una ciudad que ahora pertenece al sueño. Mientras aprendía que el mundo es de los otros era mía una ciudad. En noches como ésta surcan la memoria -flotando sobre el aire estancado entre los limoneros del patio – sus febriles estrellas a finales del verano; y es otra vez en la brisa luminosa de junio el vuelo de gaviotas. Yo tuve una ciudad casi como un olor, casi como un color, casi como un dolor, cuando todavía la vida se centraba en cosas muy elementales: el árbol y la playa y la casa en la colina. Yo tuve la amistad de una estrecha y humilde calle, de cuyo pálido polvo hace tiempo se borraron mis huellas. Yo tuve una ciudad hermosa en los remotos días de una estación lejana. Por ella tengo en el rostro reflejos del Mar Caribe, y restos de un fuego que se encendió en la infancia y no quiere apagarse. Yo tuve una ciudad ahora dormida bajo la pleamar de las quimeras. En noches como ésta vuelve con sus aguaceros torrenciales, con sus largos estíos, con un tropel de cosas que han perdido mis ojos y que hoy hacen parte de los recuerdos de otro. Yo tuve una ciudad casi como un olor, casi como un color, casi como un dolor. En noches como ésta hiende la memoria, entonces la sufro como a una mujer con un amor triste y sumiso. Yo tuve una ciudad y la perdí.

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Yo tuve una ciudad

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Hay que cantar

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Para Robinson Quintero Ossa, zorzal de Caramanta

Aún con la certeza de que nunca has dado en el blanco, canta. Por encima de la imbécil desilusión se escuchará tu canto. No importa si frágil como la verdad, si como la línea del Ecuador inasible. Al mediodía o en la inmensidad de la sombra tu canto debe ser el mismo corazón, rotundo e inevitable. Canta como si el tiempo fuese sencillamente algo que se puede traspasar igual que el aire, como si fuese inofensivo igual que un pan. No interesa si tu canto es rudo, desafinado o estentóreo. Canta para los especuladores de la desgracia humana, para los que creen que tienen posesión de un pedazo de la tierra. Está claro que ningún hombre es libre, por eso canta para que las lentas, interminables y vacías horas se deslicen inadvertidas. Canta, que a las furias siguen las furias, a las dificultades las dificultades, los días a los días, los años a los años. Aún con la certeza de que nunca has dado en el blanco sobre el ocaso sin valor del mundo se escuchará tú canto.


LIMA

Lima, Perú, 1966. Doctora en Filología por la Universidad Complutense de Madrid. En 1990 publicó en Lima su primer poemario Como todos anduve en el invierno, con prólogo de su maestro el poeta Wáshington Delgado (Lluvia Editores). Actualmente reside en España. Obtuvo el Premio Tomás Luis de Victoria, Salamanca, 1994, con su poemario Zita, más tarde publicado bajo el título de Zita y otros poemas (Catriel, Madrid, 2001), así como el Premio Novela Corta del Banco Central de Reserva del Perú, edición 1996, por su novela Memorias de Manú (BCRP, Lima, 1997). En 2004 se publicó su Poema del tigre y el mar con un grabado de Sylvain Mâlet (Centro de Arte Moderno, Madrid). Su tesis “El imaginario de Lima y la ciudad moderna en los poetas vanguardista peruanos: Carlos Oquendo de Amat, César Moro y Emilio Adolfo Westphalen” obtuvo el Premio Extraordinario de tesis doctoral por la Universidad Complutense de Madrid, curso 2006/2007. Su último libro es Tiempo de sol, Madrid, Hueso de jibia, 2014, en el que reúne su poesía escrita entre los años 2001 y 2007.

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Silvia Miranda

61 Ángel de invierno Aquí, en el décimo primer piso de una torre del mundo, un ángel como tantos que caminaron por el tiempo, un simple ángel – tú –, hace su vida cotidiana, toma café y mira hondamente al vacío. Se calienta las manos con su cigarrillo, piensa en todo, tirita.


Al descuido, coge su cartera, asoma la nariz por la ventana, despliega las alas, parte. Sólo un ángel puede entrar así al mercado de las bestias.

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Ángeles de Wasserburg

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Dos jóvenes ángeles dentro de un viejo simca celeste miran la hoguera nocturna en medio del bosque de Wasserburg. Por el baile de los hombres adivinan la música mas no bajarán a unírseles. Apartadas miran fascinadas las humanas danzas. ¡Qué interés habría en acercarse! Hay noches en que los ángeles se pueden pasar de la pueril humanidad, hacer oídos sordos a ese reír animal, ignorar ese fuego que pronto se hará ceniza o la seducción -bastante dudosade la forma deseable de una sombra. Les basta el verano, las voces del río, la expectación de las hojas, la respiración de los pétalos, el musgo, la paciencia. Unas vacaciones en la otra margen.

Ángel de madrugada en Salamanca Dónde está aquel ángel repetido a veces tigre o mariposa dorada unas veces las fauces chorreantes otras parpadeando la brisa de la mañana. Sólo un ángel puede vivir la madrugada implorar un instante humano como un vil fugitivo sobrevolar los tejados de una ciudad incendiada amar torpemente y caer.


Humo

Del manatí y la culebra De vuelta a la estación primera al lugar y al invierno como un fantasma sobre las frescas cenizas apartado de los irrisorios helechos volcado a las viejas estafetas. El mensaje vuelve a ser enviado desde la pequeña constelación de icnitas la luz vuelve a ser la de una página votiva la indignidad de este peregrinaje se acentúa con los años la carne enmohece y recuerda ferozmente el apetito todo verdor se repite se es joven una vez y a cada instante llenamos las noches y las madrugadas con esta certeza burlados los relojes se está en el sueño marcando la hora del acontecimiento a la diagonal del manatí y la culebra al minuto del agua tibia y la mariposa única. Duermo exactamente como la primera vez y como mañana. ¿Para qué hemos dado tantas vueltas? Cierro los ojos y deshago la historia.

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Él fuma dentro del coche mientras espera. La noche de invierno es dura, dice, frente al Museo del Prado. En esos minutos de sacrificio diario renueva al ángel Saturno y al maestro huaringa en su hondonada cuando algo aparece entre las sombras aún más frágil que el humo, y duda en ser.

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En la ciudad

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¿Quién me ama en esta ciudad desconocida? Antonio Gamoneda

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Había pasado medianoche y todo seguía vivo. Las noches sin sueño. Algunas luces apagadas, otras encendidas y el calor sofocante. En el balcón ella mira a sus vecinos –¿los suyos?-. El cielo sin estrellas de la ciudad. No veía calles, ni mares, ni bosques, sólo edificios, balcones abiertos, toldos recogidos, risas extrañas, emisiones televisivas, música de discoteca. No estaba feliz pero tampoco triste. No codiciaba pero tampoco era indiferente. Veía, oía, sentía un horrible calor, una hoguera circular y luminosa. Lo que pensaba no importa, lo que sentía está desasido en miles de extraordinarios fragmentos. El mundo estaba allí, tal vez la llamaba, pero su respuesta habría sido incomprendida, como la de un civilizado entre los primitivos, y desperdiciar así la primera noche suya, sobre ese nuevo balcón, en esa nueva ciudad.

Canto a la mañana caníbal de Madrid Se puede vivir sin pensar... Julio Cortázar Como si se pudiese vivir sin pensar un día, amanece Madrid sin pensamientos, radiante en este invierno de losa azul soluble sobre la mañana única, rayonada de sol, que como un río se desploma sobre los coches maravillosos y multicolores que se deslizan por las grandes avenidas, sobre las fachadas informes de casas y comercios de corridos colores luminosos. En cualquier esquina de la ciudad, en el más anodino rincón, el sol a esta hora irrumpe en hecatombes de luz, tempestades de luz, violencias de luz que todo lo electrizan. Uno olvida, uno puede olvidar un instante, entregarse al placer, nadar en el mar de la luz. Un Madrid donde las voces se apagan y una sola voz lejana y viva llama desde antiguas orgías de luz, abiertas cópulas de primavera en pleno invierno, como diamantes extraños en desiertos sin fin por los que enloquecemos liberados, mostrando garras y fauces relucientes, desatando deseos de estrellamiento en luces inmarcesibles, liberando naves que van a hundirse irremediablemente en la luz, a la velocidad neurótica del pájaro agorero que vuelve para anunciar cada siglo el


mismo augurio: se puede vivir sin pensar un día, vivir a la manera caníbal, hasta el ardor y la luz.

Él estaba dispuesto a pasar una vida de escultura a mi lado, aquí, sentado a mi lado, en el mismo escalón, delante del Museo. Mirar así, pasar el tiempo, pasar la gente, con esa sonrisa siempre fiel a sí misma, segura de su imposible defección. Me parece verlo, confiado en ese proyecto perfecto. Planificando cada detalle del gesto, la mirada. No tuvimos tiempo para querernos demasiado, pero sí para idear lo que sería una vida juntos, juntos como dos estatuas más frente al puerto de Génova, sin temor a la muerte, cagados por los pájaros, mirando el mar infinito.

Fez I El sol brilla en el Museo de la madera, en el barrio Nejjarine, sobre la terraza del palacio. El sol es intenso y el viento calmo. Él, el chico, pinta, y yo tomo el sol como los cocodrilos en las ciénagas, como las serpientes que duermen sobre las arenas del desierto, como el camaleón que enrojece sobre las rocas. El tiempo es tranquilo, el tiempo de enrojecer, de comer del sol, de masticar las hojas de menta húmedas en el fondo del vaso. El tiempo de dejarse hundir de espaldas sobre un tonel de mantequilla y dormir para despertarse a pleno sol resplandeciente. II La torre de la fortaleza grande y dorada sobre un cielo de plomo. La soledad de pájaros en la gran plaza delante de la puerta. Una mujer en foulard atraviesa la calle desconfiada. Algo se rompe. Fuera de las murallas, el eco del mercado, los autobuses, la llamada a la oración, los colegiales parten corriendo, las carretas se mezclan, la voz del almuecín crece, mientras el pájaro carpintero hace su hueco en la ignorancia de la seda, del olor a sándalo, de millares de trocitos de cerámica que arden desperdigados y dispuestos a rodar.

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Las estatuas

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Pisco

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I Llegar a Pisco a mediodía, desde Cañete, por la Panamericana, bordeando las chabolas llenas de costa, ver el mar, casi oculto. Buscar el mar como un salvavidas, pero ver más casuchas, más banderitas…hay una zona virgen, una duna que sigue dibujando suavemente el horizonte, curvas de mujer cansada, hastiada, curvas con pies de casas de esterillas. Parecen todas deshabitadas, cadenas muertas, pero viven por dentro soñando. Sueñan el agua potable, una alameda, una mujer rubia, delgada y semidesnuda, sonriendo en California.

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II Pisco sigue triste, como hace diez, cincuenta, cien años. San Martín desembarcó en este puerto, fundó una idea, imaginó una bandera, luego salió como loco. Murió lejos, como mueren los lugares, murió abandonado como esta plaza que lleva su nombre y su efigie, como esa iglesia jesuita que se cae a pedazos mordida por la humedad, llena de estatuas desmembradas. Poemas del libro Tiempo de sol


BUENOS AIRES - ARGENTINA

Buenos Aires, Argentina, 1968. Desarrolla una intensa tarea de gestión cultural desde hace más de veinte años, se desempeña como Secretario de Cultura de una Organización Fraternal de Trabajadores, es prosecretario del Sindicato de Escritoras y Escritores de la Argentina (La Sea) y organiza con Marta Miranda Vapoesía Argentina, un encuentro internacional de poesía e integración, entre otras actividades culturales. Sus libros han sido publicados en Argentina, México e Italia. Su obra literaria édita está compuesta por once libros: siete de poesía, cuatro de narrativa. Entre otros reconocimientos a su labor literaria obtuvo del Tercer Premio Municipal de Literatura de la Ciudad de Buenos Aires. En el 2014 fue finalista de la V Edición del Premio Internacional de Poesía Valera Mora.

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Ricardo Rojas Ayrala

67 1 - Nube uno

No caminé en vano de ti al corazón de las nubes, con paso enjuto y lento sollozar de sauce. Dando trancazos como un ferroviario extraviado. No dejé el espíritu, henchido, lejos de las sombras y enmudecí de rara alegría ante el ocaso ya inaugurado, mientras nos vamos arruinando entre spleen y spleen, como bolcheviques borrachos, suicidas y nostálgicos. No atesoré nunca, hasta ahora, esa clase de nubes en mi pecho.


2 - Nube cuatro La nube del ácrata

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Falso ropaje del aire, tan primorosamente ajado, que corrobora, claro, cierta desnudez de reyes, de mercachifles, de Papas, de enamorados, de patrones y de príncipes, mientras marchan, alegremente, barranca abajo en su caída. Detrás no hay nada.

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3 - Nube siete

Brinquemos de alegría en alegría, brinquemos de desazón en desazón, brinquemos de insurgencia en insurgencia, brinquemos con el traje todo arremangado de nubes. Quién puede contradecirnos, quién se anima, quién retumba, amada mía. ¡Quién es capaz de objetarnos nada de nada! Bebamos de la vida a borbotones enloquecidos, juntos. A tragos seguros, revolucionarios, infantiles, memorables. Brinquemos, amada mía, brinquemos sin fin. Así la vida, a nuestra vera frenética y presurosa, no es más que un infinita danza sagrada de la posibilidad, desabismándonos.

4 - Nube doce La nube de un romántico neerlandés

Nubes: vasijas del aire, amor mío, y de tierna espuma, donde duermen, arropaditas e inocentes, todas nuestras desesperaciones.


5 - Nube dieciocho

6 - Nube veintinueve La nube del joven paisajista

La nube no es la sombra del cielo, de este cielo que nos abriga con desdén. ¡Manet nos resguarde en el bolsillo de su levita! La nube no es el espectro del celeste operario. ¡Monet nos consienta, por sus mansas barbas! Mientras, enfardados de vastos deseos entre tantos nenúfares en flor, usted y yo elegiremos arder, desembrujándonos, pincelada a pincelada.

7 - Nube treinta y siete La nube de los párvulos

Porque, también, esa corte de bulliciosos niños que en todo momento descifran el correcto significado de las nubes, las que tanto atormentan a los enamorados, a los delegados de fábrica más comprometidos, a las maestras de primeras letras, a los cosmógrafos, a los embajadores, a los cosecheros y a los suicidas, un día crecerán y lo olvidarán todo.

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Dos nubes solas en el cielo, con un titubeante “dramatis personae”, chiquitas, débiles, como un rastro de lo fugaz. La primera, de la izquierda, simula ser el amor con tan poca suerte. La otra, la segunda, aún más chica y escuálida, simula ser la pasión más arrebatadora que todavía resplandece. ¿Y todo el vacío alrededor, entonces? Puro desasosiego.

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8 - Nube treinta y ocho

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En el día una nube de besos, para aquél que lo presiente todo, aún esclavo de esta torpe vida que insiste en disciplinarnos, unas tripas de oro, un amor raudo y pasajero y cierto tiempo criminal que juega sus previsibles reyes de pique al intentar, de nuevo, cualquier insurgencia. En la noche, apenas, temblorosa, una cárcel de llanto.

9 - Nube treinta y nueve

Apologéticas, dos nubes solitarias, delicadas, no desatan toda la tormenta. Intraducibles, quizá, zumbonas, como un vaso proletario de asaí. Dos besos suyos, amor mío, tampoco son todo todo el paraíso.

70 10 - Nube cuarenta y cuatro La nube del telegrafista

Igual que nuestros compadres los indios, cuando el sutil hormigueo de los signos encuentra su propio remanso, asustemos a las nubes para que nos bailen, sólo, sus mensajes más trascendentes.


BUENOS AIRES - ARGENTINA

Trenque Lauquen, provincia de Buenos Aires, Argentina 1959. Es profesora de literatura, diplomada en Ciencias del Lenguaje. Publicó en poesía Aves migratorias, en 2006, y Roma, en 2010. Actualmente se encuentra en proceso de edición, Así la vida de nuestra primavera. En ensayo: El lenguaje del amor en la poesía de San Juan de la Cruz. Participó en los talleres literarios de Susana Szwarc, Enrique Blanchard y Félix de la Paollera. Fue agente de extensión cultural en el Archivo General de la Nación. Formó parte del plan de lectura Leer es crecer de la Subsecretaría de Cultura de la Nación. Realizó el ciclo Poesía en el Living de Recoleta, junto a Susana Szwarc. Actualmente se dedica a la escritura y a la docencia. Realiza, con Gerardo Curiá, el encuentro literario Literatura Viva y el programa de radio Moebius, además de colaborar con Inés Manzano en la realización del ciclo de poesía Interiores. Poetas del país e Interiores. Poetas de Latinoamérica. Coordina talleres literarios de lectura y escritura.

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Lidia Rocha

71 -- De Aves migratorias (plaqueta), Ediciones del Tren, 2005

Pánico

... en esta inmensidad/ se anega el pensamiento Giacomo Leopardi En la hora de Pan el día suspende su aliento, el instante se une a la eternidad. Jürgen Habermas

Acostada sobre la madera rústica del puente me dejo llevar en la contemplación del cielo


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hasta formar parte de su infinito abismo. El atardecer se construye en pinceladas únicas y efímeras que van del negro humo al violáceo, del rojo púrpura al lila y aun al pálido celeste. Los pájaros que hacen su ronda del final del día pasan a pocos centímetros de mi cuerpo y me estremece que no sean capaces de distinguir mi humanidad de la madera del puente, del pasto o de los árboles. Tampoco yo y me hundo en una clase de felicidad indescriptible mientras las chicharras aturden el aire. Una luna casi transparente se insinúa lejos de la primera estrella.

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-- De su libro Roma, La mariposa y la Iguana, 2010

Roma

por todas las manos que esa tarde, su noche y su mañana, me tocaron, podría jurarte ahora, (como quien hace a los dioses su rendición de cuentas) que, cuando yo nadaba en el líquido amniótico de tantos cuerpos juntos, en su perfume a sándalo gastado, en esa intermitencia del mirar y el deslizarse, no escuchaba los címbalos sino mi corazón, y mis dedos buscaban bajo una piel y otra el flujo de tu sangre. al resplandor de fuego de la orgía, las hebras enroscadas de unos cabellos negros sobre el óvalo, la pulpa de unos labios, la tentación dispersa y mis manos hundidas en un cuerpo que era copia del mío y que temblaba… en el humo dorado de los suspiros de los que Afrodita no se harta (nunca), un arco tendido era yo y recibía amor a manos llenas, y esperaba tu toque y me iba muriendo convencida que al recibirte así lujuria y castidad eran exactas. unidos por la madre bajo el humo del opio, éramos fuego líquido de piedra incandescente, y ahora otra vez uno cada uno, brizna, fragmento… si los dioses del alba nos mirasen, verían en tu lengua sobre el anillo de oro de mi ombligo, un gesto de siameses que resisten a nacer separados.


-- De su libro Así la vida de nuestra primavera (inédito)

Dulcísimo

Sembrabas para mí semillas secretas Yo, sin gracia, te confundía con el delirio y los ensueños.

Allí las horas se contaban en letras. Te abrí las puertas de mi casa como quien atiende un llamado equivocado: “no señor, es el número, pero no soy la persona que usted busca, se lo habrán dado mal”. Claro de luna sólo la luz de la pantalla y las antenas con sus guiños rojos. La hora se volvió sobre sí misma instante concentrado del así era antes y así será después. Al traspasar la línea que separa mi voz de mi silencio partiste en dos las aguas de los días como un barco y te estiraste sobre el horizonte para marcar mi cuerpo con tu diente. La noche pierde su virginidad de arena. Un avión encamina sus luces hacia el río. Cada ventana se hace isla de tu abrazo. Un relámpago de fe arde desde tus dedos

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Como un dios condescendiente preguntabas. Ciega, torpe, yo respondía al desgaire, como si apenas pudiera despegar mis ojos de las páginas. De tan hermoso te hacías transparente.

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donde lengua es verano detenido.

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¿Cómo regresaré después de esta estampida de palabras? Atónita asisto a tu maestría. Límbica, como un animal de la prehistoria, ¿Cuándo era antes? ¿Dónde comienza?

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Cisne, lluvia de oro, no sé por qué a mí, la de los libros tan displicente tan resguardada por qué para mí se dice este lenguaje de milagro. Caen las horas como manzanas puro jugo de dios. El cielo a veces nos convida una vuelta, semillas no previstas. *

Menhires No habrá ensueño eterno lazos de la memoria sino destino en la ceniza. El fuego a la madera desata el aliento de los dioses demorado en la raíz del bosque para que el alma siga el rumbo ascendente de las piedras


*

y no

allí donde no estoy, la espuma salada, sucia de animales marinos en silencioso repliegue

donde yo no estoy los pensamientos se hamacan sin hacer pie y el olor a canela los ahoga y no siquiera el hueco de una forma adónde trasmigrarme. *

… que la tarde se moría de a poco y yo que estaba punto de ponerme triste, estaba como si hubiera adivinado ese filo y me doliera y había un vidrio en el suelo una botella rota, un vestigio cortante en mi costilla, donde el corazón late el cuarto chakra se cierra y así oscurece el sentido como el cielo, y la luna no brillará sobre este vidrio partido ni habrá mar

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donde no estoy ahora un árbol azul dátiles un caballo a su sombra una voz que se da manos llenas de frutas la boca roja y el fuego

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ahogada de sus lágrimas, sigue llorando aunque ya no respira más que sal su calavera da contra la piedra sus dientes contra la piedra ¿tenía que morder y no haber llorado? morderse a sí misma masticarse de odio y no hacer agua ese dolor

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en la ruta del oeste una sirena canta y la noche tiene que ser dulce sobre sus labios *

Ragnarok

voy a dibujar otra ventana que se abra al sur así no veo cómo el sol se mueve tan rápido desde la ventana del este a la ventana del oeste así mueren mis días mis manos sobre tu cabeza, derriten el hielo de la locura las siluetas afuera parecen niños… caballos… todo se disuelve bajo la luz diluida del sol que se traga el lobo del invierno


una mujer delgada aguanieve nubla tu pensamiento clava su garra con un gesto de reina coloca allí su escudo una bandera loca en el cerebro. habría que irse habría que abandonarte en esta isla con tu mujer nevada pero las manos siguen allí como dos ágatas de fuego sobre una tumba

voy a escuchar el ruido de la nieve. voy a dibujar otra ventana que se abra al norte

-- Poemas inéditos

escribo para buscarme pero cada vez me encuentro otra

escribo para seguir itinerarios: gotas de luz o de la tierra húmeda al ser tocado el círculo zigzaguea del rojo al azul del verde al lila se desanuda así que me resigno a lo que en mí se canta como cualquier insomne a la pesca del sí del tú o del sentido alegre en mi fracaso

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pero una chispa salta desde el piso rojo de la tarde

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dejo mi identidad junto a un paraguas rosa y me dejo mecer

*

el día un arco azul entre dos líneas de anaranjados y celestes

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una trampera para las moscas del ensueño

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arde un chisperío de veranos sobre las nubes margaritas con un tinte violeta en el molino de la brisa el pájaro que cae otra vez hacia el claroscuro del agua y del barro ¿Será fuerte una casa bajo la noche tensa marcada por el brillo de una estrella sola? ¡y sin embargo tiene tanta belleza el apego a ese país imaginario! bajo las acacias me quedo casi ciega de tanto mirar soles y líneas imposibles todo se deshará al fin y al cabo arena no me devuelvas a la resignación


*

de mi pasión, tal vez lo vulnerable gravedad cero estar al ras

en lo real no hay aire ni agua sólo pensamiento conciencia del cuerpo que se está haciendo trizas ni lágrimas viven en este ambiente seco ¡cómo el espíritu soporta sin romperse todo lo que sabemos!

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sino es la muerte es un estado de máxima conciencia pasado y devenir un hilo único desde la prehistoria la sucesión de potencia y desamparo

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SAN PEDRO - ARGENTINA

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Gerardo Curiá

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San Pedro, Argentina, 1968. Sus poemas fueron premiados en varias oportunidades por la biblioteca Rafael Obligado de su ciudad natal. Recibió numerosas distinciones por su actividad literaria. Ha integrado antologías en su país y en el exterior. Participó en varios festivales internacionales de poesía. Formó parte del taller literario El Tren de la Palabra. Condujo los ciclos literarios: Las Vacas Sagradas y Maldita Ginebra. En la actualidad, Literatura Viva, junto a Lidia Rocha y El Contingente de Poesía y Canciones, con el músico Eduardo Méndez. Colabora con el ciclo Interiores poetas del País. Realiza el programa de radio Moebius, dedicado a la literatura y el arte, que actualmente se emite los jueves de 21 a 22 por la emisora ARINFO. Publicó Sol, iris, sueño (poesía), edición de autor, Buenos Aires, 1990. Crónicas de San Acustio (relatos), edición de autor, Buenos Aires, 2002. Quebrado Azul (poesía), Ediciones Patagonia, Buenos Aires, 2004. Serie los suicidas (poesía), edición de autor, Buenos Aires, 2005. Caldén (poesía), Ediciones El Mono Armado, Buenos Aires, 2008. Reeditado en 2015 por La Mariposa y la Iguana. Música del Límite (poesía), El Suri Porfiado, Buenos Aires, 2010. El damero de los sueños (poesía), La Mariposa y la Iguana, Buenos Aires, 2013. Su último libro, Pescador (poesía) permanece inédito.


-- De su libro Quebrado Azul, Ediciones Patagonia, Buenos Aires, 2004

Rociadas de anís

Había tanta ausencia clavada en su cuerpo que no pude, y me abrí el alma, robé mi propio fuego y con unos troncos hice una fogata para protegernos del tiempo desolado *

El celeste, la distancia y el gallo

Un aire celeste y casi blanco, entonces, el espacio madura y se abre, igual hacen las frutas con su pulpa dulce.

El horizonte es un detalle gris que se evapora en el mismo segundo en el que un gallo rojo con pocas plumas negras se detiene bajo el sol, observa, y ni siquiera tiene sombra. Se queda quieto y el mundo es inmenso, mas la quietud del gallo pareciera ubicarse en el centro de toda la distancia.

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Conocí una mujer color jazmín. Ella guardaba inviernos en sus ojos, y sus palabras tenían sabor a cuentas de tabaco rociadas de anís.

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Ni siquiera parpadea, en sus ojos, la oscuridad se contradice y es una imagen permanente de luz en la retina. Instante en que el gallo llega a la hermosura y es una bestia perpetua e infinita, pero el animal tan completo de vida es atraído por la vida y picotea un gusano entre los pastos.

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Toda la tarde de enero, todo el calor sobre la pampa.

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*

Quebrado azul

a Alejandro Mendez Casariego

En el falo mayor de Buenos Aires se quiebra el azul en arcoiris grises que tocan a un hombre del insomnio a la altura del asfalto sucio, allí, donde la sombra carga su soledad como una astilla de carozo condenado en el centro de su propia existencia, y el color se vuelve plomo, herida, y el viento arrastra esa humedad de barro. Figura trasnochada junto a mendigos que duermen y el sol que amanece en gorriones de polvo, silueta de edificios. Quebrado azul y la calle ancha camina hacia el lejano puente que atraviesa el Riachuelo, en el límite último de las fábricas secas donde viven las ratas


Asesinos con quince pesos en la mano. Quebrado azul, y más allá, sobre la línea del sur y del oeste, hacia el agua cae la calle, el cuerpo endurecido de golpes de la noche, hacia el negro del río. En la costa gritan eriales cancerberos. Azul, azul quebrado, y el cuerpo flota hasta ahogarse en la basura y dejarse arrastrar por los desechos Azul, Azul quebrado, Buenos Aires, justo en la médula que trama el abandono su exquisito desconsuelo, donde te mirás la tristeza con tus piernas abiertas y tu húmedo pubis de borrasca infinita, puta ciudad de la agonía. Azul, quebrado azul.

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y el silencio es un chirrido de óxido en el hierro de la máquina quieta. Y el azul quebrado penetra en los ojos del alma donde reside la memoria de los muertos con sus huesos como flores de luto con su polen de miedo. Y en la última esquina el azul se quiebra en rojos hacia el tórax, metal en la entraña.

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-- De su libro Caldén, Ediciones El Mono Armado, Buenos Aires, 2008. Dedicado a ese árbol de la pampa argentina y al héroe de los ranqueles Yanquetruz-Nor (Zorro Cazador de Leones).

Zorro cazador de leones: Ñamlu

El cazador no alcanza el arco de su iris

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Una piedra se rompe de luces

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Y es la Machi elipse del golpe le llega hasta el hueso en una sola fuerza Le saca los ríos con las uñas lo deja virgen Mesura de un sosiego blanco La muela del cutral es lo que brilla y se enroja la arena hasta ser la arena del cazador El viento lame las manos de la Machi Alba torrente de ambigua opacidad que a lo completo lo deshace Un cielo nacido al desamparo Llanantu kai lancuyen Se enredan las hebras de la noche en las ramas de su torso va a florecer ahora el invierno


en la espina de sus huesos Humo de hierba sagrada Ngümanhuenu Los caciques golpean la tierra para espantar pesadumbres y kalkus

Chicha del fruto del huitru para la mañana de la muerte

Zorro Cazador de Pumas Cuatro ancianos te dieron a beber la Pampa Tu cráneo ya mira hacia el poniente hoguera en la noche del sur

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Un río de sal refleja los ojos de doscientas mujeres

P i e d r a Zorro Cazador de Pumas el sigilo es el rastro hasta ser el ausente Más esqueleto que los ríos de sed atravesás el monte galopás tu alazán degollado

-- De su libro Música del Límite, El Suri Porfiado, Buenos Aires, 2010. Música gris la hostilidad del viento es un cristal sucio en

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naranjos y en la gravedad un hornero regresa el vuelo se hace noche en la medida del relámpago se eleva en su cuerpo el aire que trae el agua no hay más refugio que su propia travesía se abandona a la inclemencia alcanza su signo en sus alas la intemperie se rinde

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*

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Nieve del estío

Una mujer ha terminado de bañarse

Parada en el centro del vapor se acaricia suavemente la espalda con una toalla blanca y una gota de agua tibia cae de sus cabellos Una mujer secretamente hermosa Se peina el amor como una novia La vida late debajo de la nieve *

Apenas nunca y siempre

Construimos en el viento una casa de huesos de ballena


Insectos de fuego en las noches de noviembre y al besarnos se apagó una estrella gris

Lo demás fue el tiempo de un solo largo día

*

Acerqué mis manos a la roca inasible, respiración de los árboles de antiguos bosques sentí en mi piel la tormenta la nieve en la montaña esconde al río la abeja y la flor de cada primavera algún día escribiré un poema de silencios * Seda en los acordes del viento mi cuerpo es la piedra que desnuda su trama no más que una armonía de arena inasible filo en que la luz

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Nosotros que de siempre y nunca hambrientos éramos apenas dos pequeñas piedras acunamos al lobo con el agua de un río de montaña

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respira de su sombra música del límite -- De su libro El damero de los sueños (poesía), La Mariposa y la Iguana, Buenos Aires, 2013.

Hilos de luna

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La anciana le habla al puente de Bulnes del pelo suave de la muñeca de porcelana que el tío Luis le regaló para su cumpleaños

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Hilos de luna para tejer el nudo de los sueños y en la trama la luz es eclipse La anciana sonríe y sus ojos se vuelven chiquitos


MENDOZA - ARGENTINA

Nació en Mendoza. Poeta y gestora cultural. Publicó: Mea Culpa (Nusud, 1991), El Oleaje (Nusud, 1998), La misma piedra (Ediciones Del Dock, 2004), Nadadora (Bajo la Luna, 2008), El Oleaje y otros poemas, antología bilingüe (Ruinas Circulares, 2013), Antología (Cuadernos Amerhispanos, México, 2013), El lado oscuro del mundo (Bajo la luna, 2015). Entre otras participa de las antologías Poetas Argentinos de Fin de Siglo II, Buenos Aires 1999; Ventanas, Madrid, 2000; Poetas Argentinas 1961-1980, Buenos Aires 2007; Animales Distintos: muestra de poesía de Argentina, España y México, México DF, 2008; La poésie au coeurs des arts, Éditions Bruno Doucey, Francia, 2014; Un verano antes del verano, Editions Clandestin, Suiza, 2015. Ha sido traducida al francés, alemán, catalán y croata. Dirige junto al escritor Ricardo Rojas Ayrala el Festival Internacional VaPoesía Argentina.

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Marta Miranda

89 Cinco poemas de Nadadora (Bajo la luna, 2008)

Dice la nadadora

No hay como sumergir el cuerpo en la superficie azul, camina por el borde contempla el impecable espejo En un punto preciso


se detiene y calcula la distancia respira profundo alza los brazos Es corto el movimiento las piernas se flexionan y empujan el cemento

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el resto cae al agua por su propio peso

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Bajo el agua

exhalaciĂłn intensa burbujas lenguaje del agua

Flotando

el cuerpo recorre el camino inverso se deshila en el agua

Quiero ser agua

y que te sirvas de mĂ­ que me tengas en la boca que me aproveches


La cabeza

en cuarto de giro la hace ver alternativamente el agua la arena alternativamente la costa el agua El agua salada purifica el ojo

los bañistas aguanta la respiración afuera el mundo es imperfecto

El mar no es

una piscina el mar tiene vida propia nomás sumergirse y el cuerpo pierde fuerzas a veces se avanza a pesar se retrocede Cae la tarde con los pies en el agua mira el mar, avanza unos pasos se detiene: ahora avanza el mar y la rodea De eso se trata, en la orilla poseer ser poseída

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la costa el agua

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Dos poemas de El lado oscuro del mundo (Bajo la luna, 2015)

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El río poderoso

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En medio de la isla sola en una cama que no es mía escucho la tormenta. Para amainar el miedo trato de identificar los ruidos prevalecen ante todo el chasquido potente de la rama de los sauces y a lo lejos el enorme caudal del río poderoso. Después de muchas horas, seca y viva recostada en el muelle veo el rostro de la amiga que se acerca en canoa Imposible me digo pero allí están su sonrisa sus bellos ojos claros Luego de la alegría me cuenta que su casa queda frente a la mía, a pocos metros cruzando el río Hubiese sido bueno saberla allí anoche en el momento en que un rayo sacudió la isla cuando temía a todo lo que no se ve Miro el Paraná y calculo son a lo sumo unos cuarenta metros hasta la otra orilla en el medio


corre calmo el río trayendo lo que trae El río es variable en su anchura y así entre las hojas lleva y deja la gente que se quiere las partes de una misma

No recuerdo la sonrisa de mi padre

Aunque la enfermedad lo devoraba siempre ponderé la belleza de mi padre: sus grandes ojos sus manos alargadas el aire irónico con que miraba el mundo

Desde su silla si alguien cometía una torpeza, cosa frecuente dado el lugar las circunstancias, si me miraba en esas circunstancias sonreía calladamente yo tomaba ese gesto como una señal de bienvenida, de ser parte de su mundo Sin embargo no recuerdo su sonrisa, digo, lo material de su sonrisa ¿Sus dientes eran amarillos o parejos?

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aquello que no veremos más

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En el recuerdo la sensación es de felicidad pero la imagen congelada al mirarme tiene sonrisa que ofrecemos al perro abandonado que al cruzarnos en la calle nos sigue mueve la cola, no nos muerde

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Creo que es suficiente

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con saber que mi padre sonreía más allá del recuerdo para poder creer en la regla de bondad de todas las sonrisas de todos los perros de todos los padres de este mundo


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Nuevas Voces

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CARTAGENA

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Rodolfo Lara Mendoza

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Afirma no tener biografía, sino sólo poemas que hablan de un hombre dado a la tarea de rescatar de sí un poco de inocencia, de retornar al niño que una vez fue. Tiene publicado el libro de cuentos La gravedad de los amantes (2016) y los de poesía Y pensar que aún nos falta esperar el invierno (2011) y Esquina de días contados (2003). Ha sido incluido en las antologías Al pie del agua (2006), El corazón habitado: Últimos cuentos de amor en Colombia (2010) y Sólo la herida: Veinte poetas jóvenes colombianos (2013). Con La gravedad de los amantes obtuvo el Premio Nacional de Libro de Cuento de la UIS.

Alguna vez me he dejado caer sobre las cosas Alguna vez me he dejado caer sobre las cosas. No a la manera de los brazos cuando estamos cansados, pero juro que me he dejado caer. Y allí, a solas, he aguardado en silencio junto a una camiseta, tranquilo sobre el borde de una taza de café. Desatado el hilo de los días, no he podido dar fe de lo que pasa o si algo pasa, de si me he refrenado o sigo andando, cayendo de bruces contra el filo de los años. Mas después de un tiempo he recordado y he vuelto desde las cosas donde me había escondido. A veces se me olvida que es dura esta refriega de la nada contra lo que arde, de la muerte contra este incendio. No digo que no se gasta mi vida en ese intento, no digo que al olvidarme gane yo cualquier batalla,


pues siempre salgo perdiendo. Pero ese olvido vale más que cualquier triunfo.

También entre mis excesos me he encontrado al buen Dios. Lo vi brillando una noche sobre el contorno metalizado de la lámpara de un bar. Tenía mi mismo rostro, aunque algo deformado por la curva del metal. Tomó a la par que yo, codo a codo como ante un espejo, en silencio remedando mis gestos. Es todo lo que recuerdo. Eso, y que en algún momento lloré bajito cuando dejaron oír: “Calabaza, calabaza, cada uno pa' su casa” y Dios se quedó a oscuras, solito el pobre Dios, mientras yo me devolvía, fiel a la Orquesta Aragón, entretejiendo callejones rumbo a la madrugada.

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Teofanía

97 Dilema del que vuelve Salí del paraíso aquella tarde con ganas de fumarme un cigarrillo. Adentro, en el reverso de las cosas, noté que habían escrito un categórico “No smoking”. He oído que lo duro del infierno es esa abierta ventana por la que se mira el cielo. Diré que lo peor de cualquier cielo es poder imaginarnos un cielo más allá. Lejos de aquel jardín hoy me pierdo entre calles. La noche me ha enseñado a confundir lo amargo, cualquier breve cornisa en el edificio de mi caída,


con el dulce amor. A veces, sin embargo, una idea me asiste. Dicen que encontraré a un ángel terrible custodiando aquella entrada, que dos espadas de fuego trazando círculos en el aire. Bellas metáforas para quien sabe que al regreso solo se encontrará a sí mismo, con las mismas multiplicadas ganas de volverse a perder.

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Pequeña lección de soul con Amy Winehouse

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La ropa interior es como el alma. Me lo hizo saber Amy Winehouse en una pieza de motel donde acabamos buscando un techo momentáneo a nuestro mutuo desamparo: a esta esperanza adolescente que amordaza mi embriaguez; a esa tristeza sempiterna que ocultaba tras su disfraz de yonqui y que ponía en su boca, una tras otra, esas canciones que estremecen por igual a ángeles y demonios. Seguro regresabas a lo negro, Amy, esa noche de tragos en que pude verte, sola, perdida por los bajos de la Torre del Reloj, tan alta en tus tacones de puta, tan chic bajo ese moño nido de canarios, mientras yo flotaba en ese aire de suficiencia que a los torpes nos concede el alcohol. En el Tropical, mientras te adelantabas por la escalera meneando tu culo flaco, dudé de las noticias que decían que habías muerto, más aún cuando pude quitarte aquel vestido y sacaste a relucir tu delgadez, tus cicatrices, y ese triste agujerito en tu ropa interior que me hizo sentir tan poca cosa. Balada del podador de árboles


Mi oficio es podar árboles, hacer que entre sus ramas pase el cielo. No digo que sea fácil, pues siempre con sus ramas manifiestan alguna vocación contraria a mi trabajo: tendidas hacia arriba como manos que imploran me suelen despertar negros presentimientos. A veces, quien se cree dios del árbol, su dueño y señor, me pide que lo corte en su totalidad. Entonces vuelvo a casa con las manos manchadas, flotando en el olor del verde herido. Todo esto compromete mis sueños. En ellos crecen hojas, ramas, líneas, apéndices, una oscura maraña que amenaza con ahogarme. Mi oficio es podar árboles. Los árboles que corto no me dejan soñar.

Legendaria Ya cobra esa mañana un aura de leyenda. El recuerdo de dos cuerpos a la orilla de ese río que corre sin remedio hacia el final del día. El recuerdo de dos seres que reposan juntos sus mutuos misterios, sus universos de esperanza y de carne. Creo que entonces yo te hablé de un milagro, de mis manos yendo lentas por tu vientre, de tu aliento atravesando como un pájaro las nubes de mi desconsuelo. Sé que me obsequiaste dos estrellas, dos gotas de felicidad que bañaron tus mejillas al dejar tus ojos.

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Balada del podador de árboles

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Hiroshimas del alma A Eliana Betancourth Ramos

A diario reconstruyo una Hiroshima en mi alma. Encima de los cimientos de la que despierta en ruinas comienzo nuevamente a edificar mi sueño. Ladrillo tras ladrillo voy haciendo habitable este deseo de amar que arrastro desde niño.

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Afuera todo es vértigo o ausencia. Adentro mi Hiroshima deslumbra de hermosura. En ella las personas tienen algo de ti: esa infantil dulzura que me pone de rodillas como una Magdalena ante su Cristo herido.

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Hacia el atardecer, parcialmente poblada, mi ciudad se desvive en tu espera. Doscientos cincuenta mil corazones laten dentro de mí. Eso sin contar árboles y otros seres del silencio que conmigo aprendieron a extrañarte. No es nada mi Hiroshima y al mismo tiempo es todo. Nada para quien solo alcanza a ver al hombre. Todo para él, que vive asido del milagro, sintiendo el paso de las horas, la efímera alegría de una ciudad que adentro crece y se esperanza. Sabrá Dios si en tu ruta figuran estas calles, los muros que serán polvo al término del día, y esta necesidad de ti que vuelve a poner ladrillos sobre las ruinas con que despierto en cada madrugada.


Último poema sobre pájaros Recuerdo que poníamos nuestras jaulas en aquel baldío, que creíamos nuestro el triunfo del pájaro en la trampa, suya la estupidez de dejarse atraer por el canto de la pájara.

La lección fue simple, aceptarla es lo que duele: Podemos apresar al pájaro, mas no su canto. Resta solo agradecer al cielo por la música y las palabras, y el efecto de ciertas bebidas que sirven de bálsamo cuando la pájara que asediamos decide mantenerse callada.

No es triste este paisaje del fin del mundo No es triste este paisaje del fin del mundo. Hay algo en su silencio que preludia tu regreso. Lo digo por la forma en que retienen el aliento todos sus animales, y el hecho de que en la vieja aldea se empecinen en contar las tardes, en marcar con una equis el paso de los días. No tocan tus nudillos a la puerta de este paisaje del fin del mundo. No asoman como círculos de asombro tus ojos en su soledad, ni el frasco donde traías como una panacea tu risa. Ni aquel tibio camino que comienza entre tus piernas cuando todo en mí son ganas de caminar. Aun así no es triste este paisaje del fin del mundo. Ni esta sombra que ha quedado a la espera de que el milagro vuelva a repetir.

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De niños nos valemos del misterio, de grandes lo sufrimos. Años después sobre el baldío crecieron casas. Venganza sutil de la vida, dentro de una de ellas una muchachita cantaba. Mis alas se mezclaron con sus alas. Ramas secas, mis días, en el fuego de sus días crepitaban. Hasta que un día de tantos solo tuve su cuerpo.

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Llegabas al atardecer sin falta

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Llegabas al atardecer sin falta, merced a una mentira que decías a tus padres. Traías contigo el mar y esa urgencia de saberme náufrago que arriba finalmente a tu playa. Por mi parte valoraba esa mentira que ponía olas grandes a la pasión que me entregabas, y ese no sé qué de pájaro cayendo sobre aquel fulgor que echabas a nadar en tus pupilas.

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Llegabas al atardecer sin falta. Traías contigo el mar. En mí aguardaba la necesidad de ver desde tu playa algún lucero, tras esa tibia redondez donde acababa tu espalda.

Diré que afuera estaba la noche Diré que afuera estaba la noche, y en ella florecida, como una planta extraña, la Torre del reloj. Diré que junto a él se sentaba la muerte, como en esa película de Bergman, a jugar ajedrez con los lentos peones de sus besos, mientras él deslizaba una mano por sus piernas convencido de tocar a una mujer. Diré que no han pasado los años. Que no amanece nunca sobre aquel balcón. Que nada insulso o vano ha venido borrando las marcas que sobre la mesa dejaron aquellos que trataron de beberse, uno en el otro, el largo trago de ausencia que vendría después.


Último poema sobre pájaros 2

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Vuelve en tus ojos aquel pájaro que maté una mañana. En los míos pesa aún aquella piedra que sostuve entre mis manos. Me aliviaba entonces el pensar que erraría. Ahora temo que tu mirada alce el vuelo antes de tiempo, y yo tenga que conformarme viendo rebotar la mía como una piedra plana sobre la oscura superficie del agua.

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ROLDANILLO

Daniel Augusto Lozano

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Poeta nacido en Roldanillo, Valle, actualmente cura estudios de Filosofía en la Universidad del Quindío. Los poemas cedidos para la revista hacen parte de su primer libro, actualmente en preparación.

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No te conozco Te arrullas en mi pecho, como agua de pájaro. Y me miras con ternura, deseando el mar, aunque esté seco. Buscas bajo mi abrigo de flores, la primavera boreal que te acompañará el canto, el dulce pacto nocturno, que encuentra al resbalar tu vientre, la rosa manantial de la dicha. Sonríes… Y me besas con la boca empapada de nubes y mariposas azules. Mojados ligeramente, por la lluvia tibia sagrada que susurra el aliento de dos cuerpos que apenas se conocen. Un sentimiento nos arropa el llanto, y abrimos los ojos al mundo que nos aleja, al mundo en que no somos.


Sin título número siete Melena de arreboles caen por tu cara sonríes no contenta, te molesta el viento, y a mí me molesta porque no tengo café para la tarde. Tal vez se lo llevó el sol, O la flor que vi morir esta mañana.

Pero te ríes como una nube, Ahora escucho el Jazz de este lado donde te miro desconocido, apenas para ti.

Poema de la cuchara Quizá fue la enfermedad, una tormenta amarilla y salada nos fue alejando poco a poco. Cómo extrañaba tu risa de infancia, cuando llegaba el dulce con calor de leña y limón. Ya no ves por cuestiones que ignoro pero te cuento… No me han tocado otros dedos, ningún otro hombre ha puesto su mano, en esta piel que lleva tu nombre. Cómo ansiaba tus labios al borde de mi vientre, con el cereal o el arroz frío. Estoy llorando porque vas a morir y no puedo hacer nada. Estoy llorando porque fui como una madre y se me va el hijo. Quedaré aquí sola porque nunca fui amiga del plato, del vaso, ni mucho menos de la taza. Quedaré aquí con tu recuerdo, aunque ya no vuelvas a tocarme.

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Estas triste, amor, del otro lado con la luna entre los párpados y tambores en la boca.

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Número Zero (A Umberto Eco)

Allí estás junto a las nubes, Con el pecho ante la brisa y la infancia. Dos pájaros cantan en la noche, y tu sonrisa de pluma se refleja al borde del agua.

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Miras una rosa con sencillez de ave, con ternura de lluvia y viento tímido. Sabes que no la entregarás a la niña amada, no es igual a la estrella roja de tu alma, y tal vez la rechace o la arroje en cualquier lado. Nerviosas las campanas pintadas por Baudolino, anuncian el canto que penderá de tu mano. Hay que ser un desgraciado para entrar en tu templo, Y navegar en tus ojos como cualquier oso.

Hay que saber mirar el cielo y tener el espíritu blando, 106 para encontrar bajo las nubes algún crepúsculo olvidado Eco, Eco, Eco… Águila ausente de lágrima, sombra bailarina en el bosque. La niña amada está triste. Y la rosa en tu mano, brilla en la mirada de los hombres.


Nocturno Hoy la madrugada ha cantado tanto, que hasta los pájaros se han quedado en silencio. Aún recuerdo cómo mi alma quedó dormida en tu beso y cómo las aves jugaban entre la castañees de tu pelo. Pero hoy la tarde me ha dicho, que tu silueta se fue junto a la aurora y que por eso los pájaros no cantaron. Te esperaré… LUNA NUEVA No. 42

Como el crepúsculo espera la luna Mientras se sienta junto al fuego. Pero hoy amor mío, ya la noche, tocó su último bolero.

Papel Entre campanas que palpitan el pensamiento Se encuentra el silencio del color y la letra. Ese reflejo de carboncillo musical al alba de poemas, cuentos y mitos. Calcado perfecto de montaña y alma o del amor de algunos dioses. ¡Oh! pena de los hombres, ciegos desconocen, al gran partidor del verso.

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Sin título número ocho (A Sara Zuluaga García) Una noche de invierno seco, salí en busca de tu recuerdo, y lo encontré en la calle.

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Bajo la lámpara, el cigarrillo a medio apagar, dibujaba la imagen de un rostro tierno y conocido.

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Tu no lo sabes, estabas dormida, y entre grietas coloridas tu silueta se me fue mostrando como queriendo pintar la mañana.

El olor a café se parecía a tu boca, y aquella humilde rosa, estaba en víspera de tu canto. Pregunté por tu voz, y la encontré en los árboles. Pregunté por tu mirada… Luego vino el amanecer. Tu no lo sabes, estabas dormida. Sólo digamos que una noche, salí en busca de tu recuerdo, y lo encontré en la calle.


Ese otro yo que me habita… Ese otro yo que me habita, tiene una voz que huele a perfume amargo. No tiene color porque la infancia se lo regaló al cielo, y no tiene manos porque un poema se las pidió prestadas para que el olvido lo dejara solo.

Ese otro yo que me habita, siempre habla triste y en voz baja, habla con odio y rabia pues sabe que yo soy el culpable de su tristeza y su llanto. Sí… yo tengo la culpa de que no ría ni sienta y por eso ese otro yo que me habita es quien habla ahora. Ese otro yo que no ríe, ese otro yo que siempre llora, ese otro yo que me detesta.

Poema catorce

Esa mujer que está allí sentada, no sabe que su mirada, ha dibujado el jardín de un hombre. Él queda en silencio… Sus palabras no pueden acariciar su pelo, ni tampoco pueden, pincelar la tarde en su sonrisa

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Ese otro yo que me habita, no sabe distinguir entre el pétalo de una estrella ni el canto de una mariposa… pues un atardecer le arrancó los ojos y luego la noche incrédula y silenciosa, vino para dejarlo sordo.

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BUCARAMANGA

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Danny Yesid León Moncada

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Cursó estudios de Licenciatura en Español y Literatura. Actualmente se desempeña como Consejero Departamental de Cultura y director del Encuentro Internacional de Poesía de Bucaramanga. Textos suyos han aparecido en periódicos como Vanguardia Liberal y El Frente, además de las revistas de poesía Luna Nueva, La Raíz Invertida, Revista Ombligo, Punto en Línea, Mexican Cutural Centre y Revista Contratiempo, entre otras. Fue incluido en el libro Espejos de doble filo, antología binacional de poesía sobre la violencia, Colombia – México (Ediciones Atrasalante). Preparó las antologías La voz alucinada y La oscuridad tras el relámpago (Ediciones UIS). Ha publicado los libros Momento del decir (primer puesto en el VIII Concurso Internacional Buenaventuriano de Poesía), Cantar de bruma (Ediciones UIS) y Desde estancias habitadas (Premio de Poesía Editorial Praxis 2014). Ganó la beca Artistas Jóvenes Talentos- ICETEX, Ministerio de Educación, 2015.


Los mercaderes del silencio Yo oía el crepitar del árbol, ese ruido de madera quebrada cuando el agua irrumpía con su insistencia.

Yo puedo oír la hierba crecer Nick Cave

Era la lluvia inclemente del ocaso y no quedaban hojas impávidas por la fuerza del viento.

De tarde en tarde venían los mercaderes del silencio llevando a cuestas las palabras ensordecidas en el invierno. Yo los veía desfigurados por la niebla, dando pasos inciertos y dejando huellas profundas en el lodo que solo desaparecían ya entrado el verano. Subían en caravana y el temporal no cesaba en sus hombros. El árbol resonaba con mayor furia y se henchía a punto de herir la ausencia. Cuando los mercaderes detenían su marcha había cierto temor en los establos: los perros ladraban erizados, las moscas interrumpían su vuelo y algo en el corazón punzaba hasta el ahogo. Era el abandono de todo murmullo, la calma angustiosa de la mudez. Los mercaderes

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Los charcos rebosan de ramas desgajadas y de sapos cantores del diluvio.

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emprendían el camino nuevamente y la nada , como perfume, envolvía en el aire a los recuerdos olvidados. Entonces, ponía más leña en la hoguera, atizaba el rescoldo y la llama regaba la estancia.

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Suspendido así en la luz de la habitación yo seguía oyendo el crepitar del árbol, las palabras del agua, la voz que un día, por tres monedas de plata, vendí a los mercaderes del silencio.

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Pasos del carcelero Yo hollaré la lumbre que dejaste, desgastaré mis dedos tratando de revivir el fuego, porque esta casa es hielo y es agua suelta entre la roca y vacío adentro no hay manera de abrir los ojos. Yo hincaré el diente en la despensa, probaré la sal fermentada que nutre los huesos que dejaste en desuso. Saldré al patio, donde dormita la ausencia, y llenaré de espanto cada rincón del aire. Seré como el rayo que me hirió de costado cuando te fuiste muy lejos de aquí. Yo rayaré las paredes, dibujaré palabras insanas que irrumpen y te golpean a oídos sordos y dicen del ruido que fecundas en soledad. Yo mudaré tus desgastados enseres, los abandonaré bajo cerrojos imposibles


hasta que las polillas y el orín los hiera, los pudra como a mi corazón sin tiempo. Seré en esta morada el carcelero de tu imagen, de tus recuerdos que buscan la memoria y llegan a mí, sin esperanza alguna, mientras ahora los someto, los encierro y les doy su ración de pan y vino amargo. Yo apostaré el fuego imposible de revivir, azotaré las columnas y el techo, pondré luz donde no hay sino sombras de ti y hundiré la casa en pesadas cenizas.

Monólogo frente al mar

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No quedará más que el camino que se alza hasta aquí, donde no permanecen puertas abiertas, el camino que se pierda abajo en silencio y mis pasos que regresan hacia la nada, hacia ese cuerpo con el que un día viene a encontrarte.

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La lluvia talla su rumor en las paredes, deja vestigios de polvo en la respiración y la memoria se inflama, cesa lentamente sus recuerdos. Vivimos en la morada del olvido, mecidos por el vaivén de olas distantes. Hasta aquí llega el eco de la espuma al despuntar contra las rocas del acantilado y ese ruido es el que inunda la voz. Por eso bajan a media tarde los alcatraces y las gaviotas hasta el tejado maltrecho y hunden sus nidos entre las grietas.


Estamos acompañados en la orfandad por ese batir de alas, por su mudanza de plumas en el vuelo, por el aire que desprenden los picos al graznar y cuajar su hambre en las sombras. No tenemos más pensamientos que el fuego que cruje en las nubes y refleja el azul del mar en el firmamento como si fuera un espejo quebrado.

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No sabemos de arrecifes ni caracoles que aguardan adentro el zumbido de aguas etéreas.

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Estamos en el recinto dispuesto, en el sopor que raya la amargura, bebiendo licor fermentado en oscuridad o masticando abrojos y castañuelas que crecieron en la herida del tiempo. Nos falta el aire salobre que pulula en la costa, la arena que teje remolinos y llena la cuenca de los ojos con visiones. Faltan aquellos desembarcos sin marea, los encuentros con cangrejos o cachalotes que perecieron al albor y entregaron sus últimos despojos al silencio. Añoramos los atardeceres encallados, las algas que regresan a la playa, los corales desprendidos y las medusas que aun después de viejas levantan sus tentáculos contra la piel que las embiste. Pero el deseo no es suficiente, la sangre mengua y los nervios decaen.


No basta la furia que nos caldea los huesos y arremete su centelleo contra las paredes. Seguimos tendidos al abrigo del encierro, buscando una palabra certera que forje la llave para las cerraduras y nos permita la huida.

Solo así sabremos de lo que perdimos, de lo que fue arrebatado por el abandono cuando la oquedad irrumpía en el pecho y cegaba los latidos de la carne. Mientras tanto, seguiremos aquí zurciendo espejos, rehaciendo ventanas clausuradas que lleven la mirada al ocaso, hasta el mar donde navegan los barcos en que zarpamos para llegar a esta tierra y encontrarnos con la muerte.

Mudanza Nos hemos mudado de piel y de nombre, pero no de casa. La casa es la misma de corredores inhóspitos, techo arqueado, paredes de terracota y patio consumido en la niebla. Ya no jugamos, como antaño, a los resplandores, ni a los traficantes de alegría. Nos queda la voz labrada en abandono y un rostro indiferente, nos quedan los labios heridos

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Necesitamos hacer de nuestra boca la clave que desarme los muros y disponga el cuerpo a la intemperie.

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y el corazón contraído por el tedio. Por eso nuestros silencios son implacables y agotan las habitaciones, hunden el lecho donde soñamos futuras huidas y arrastran nuestras bocas a la sed, a la ausencia de toda luz.

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Perdura, entonces, el deseo de la niñez perdida entre calendarios y relojes varados. Aun así, algo todavía fulge en las palabras: una punzada, un ardor, el fuego imposible que mantiene a plomo la esperanza.

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De ahí que recreemos ventanas y puertas sin cerrojos por donde escapamos para siempre volver. De ahí que intentemos migrar aunque la realidad nos retorne con fracaso del exilio. Porque es cierto, regresamos a cada momento, luego de surcar áridas estepas y dormir a la intemperie, con los párpados hacia el cielo hecho bruma y la angustia de lo desconocido. Regresamos porque tememos la mudanza, los lugares disímiles y la hostilidad del desamparo. Por tanto, seguiremos en esta morada, anclados como sombras en los rincones, alimentándonos con pan de herrumbre o agua suspendida en la acequia del tiempo. Y así envejeceremos: sin irrumpir en otra geografía, trasegando las coordenadas del encierro, hasta que la lluvia deshaga las paredes y no quede estancia de tanto polvo acumulado, ni cuerpo para los sueños, y por fin, sin miedo alguno, mudemos nuestros enseres bajo tierra.


Tendido en el lecho

Que no venga el viento de antaño, con su arista incansable, a poblar las hendiduras, a hacerse ruido con la respiración que tienta a oscuras las paredes de la estancia.

A Francisco Trejo, por la amistad

Que no traspase el hielo, aterido en las ramas de los almendros, ni trastoque la ráfaga herida, entre hojas y cortezas, esta honda postura en que yazgo.

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Que todos olviden la ruta sinuosa, a través de la maleza y los despeñaderos, y no regrese el rumor de pasos hasta mi puerta clausurada. Que el turpial y el venado de montaña perezca al beber del aljibe en el patio, cuando la niebla se asiente y sea de las horas un transitar desmedido. Porque reclamo para mí el silencio, la tranquilidad impuesta en los párpados, esa urdimbre de sosiego necesaria para los abandonados. Quiero ya la justa ración de olvido, que nadie repare en su memoria los recuerdos o mi cuerpo menguado por la violencia de tantos inviernos. Exijo la soledad en este momento, justo ahora que mi lecho está tendido y la sangre mana sin premura. Pero me permito una palabra más, las sílabas desgranadas en mi pecho, para decir que voy como agua: brotando de la noche, discurriendo sin orillas y marea, para caer en el último sueño.

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Ya no veré el vuelo de la grulla ni el trasegar sonámbulo del jabalí, tampoco asistiré al pregonar de la aurora, con su tonada desleída, en los juncos de la cañada. Así, entre el humo y la ceguera, entre rescoldo y ceniza, me quedaré inerte, casi murmullo, mientras mi cuerpo ahonda el silencio y la voz en el alma recomienza.


CALI

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Alejandra Lerma

Alejandra Lerma, Cali, Colombia, 1991.Comunicadora social y periodista de la Universidad del Valle. Ha participado en diferentes espacios de lectura de poesía tanto en la ciudad de Cali como en otros lugares de Colombia (Caicedonia, Jamundí, Manizales, Popayán, Roldanillo, Riosucio , Quindio y Palmira), a nivel internacional fue invitada en el 2013 al encuentro de mujeres poetas en el país de las nubes, en Oaxaca México, a lecturas de poesía en Ecuador en 2014, y al encuentro la poesía se eleva en Tacabamba Peru, también el 2014. Ha sido finalista en varios certámenes y concursos de éste género. Sus poemas han sido publicados en una Antología individual El Lenguaje de Mi Alma (2008) y en obras colectivas como la Revista Fundación Plenilunio, la revista Clave, la Antología Poética Amores Urbanos (2011) , la Antología Trébol de cuatro hojas ( 2014), fue ganadora de la beca de estímulos 2015 del fondo mixto de cultura y la secretaría de Cultura de Cali para publicar su poemario “ Oscuridad en Luz Alta” ( 2015).

118 En el II Concurso Municipal de Poesía “Luis Alfonso Castrillón”, en Restrepo (Valle, 2005) ocupó el segundo puesto al igual que en los concursos, III Concurso Departamental de Poesía “Casa de La Cultura” (Jamundí, 2008); XVIII Concurso de Poesía Edición Embalaje del Museo Rayo (Roldanillo, 2008), en el Concurso de Poesía Red de Bibliotecas Comunitarias de Cali, 2009, y en el II Concurso de poesía Ciudad de Palmira ocupo el primer puesto (2014), fue ganadora de la beca de estímulos para publicación de autores caleños en 2015 del fondo mixto de cultura y la secretaría de cultura de Cali.


¿Cómo será el rostro de mi padre cuando muera? ¿Compraré azucenas o me quedaré inmóvil mirando los floreros vacíos? ¿Qué tamaño tomará mi corazón al darse cuenta? ¿Llevaré zapatos altos al entierro? ¿En el hombro de quién recostaré mi cabeza? ¿Discutiré con mamá la frase del obituario? ¿Mamá estará todavía? ¿Mi hermana llorará junto a mí o se encerrará en su rostro? ¿Cuál frase guardará mi memoria, olvidaré su malgenio, pondré en un pedestal sus cinco virtudes? ¿Podrá recordarme él a donde vaya, me llevará en su angustia o en su sueño? ¿Cuantos días me vestiré de negro? ¿Aullaré de remordimiento por lo que callé o por todo lo que le dije? ¿Será el silencio de la tierra o el crepitar del fuego lo último que escuche? ¿Guardaré la sortija de su dedo anular o evitaré sus cosas, como si fueran tristes? ¿Descubriré una noche que lo estoy olvidando? ¿Abriré mis heridas, me obligaré a gritar, dudaré de mi amor? La incerteza es lo cierto Me hago estas preguntas en una mañana cualquiera mientras papá sirve un tazón de aguapanela humeante y me mira escribir sin saber lo que pienso

Poema a mi hermano muerto

Los muertos no crecen son memoria detenida Tendría 16 años si contara con relojes esta ausencia pero aún tiene 2 , sigue con las manos sucias No recuerdo las palabras inventadas por su lengua pequeña Ni el olor exacto de su pelo dormido no recuerdo porque la infancia es neblina Pero tengo una idea muy pulida de él ajustada a mis propios amores y abismos Llevo una tumba conmigo un ataúd diminuto atado al pecho Agradezco su muerte me arrojó ante la vida me mostró el otro lado del jardín y de la risa

LUNA NUEVA No. 42

Futuro imperfecto

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Me enseñó que algo arde que algo sangra que algo jamás va a curarse Aprendí que el dolor no solo está en las rodillas raspadas y en los globos que revientan en el cielo.

LUNA NUEVA No. 42

A la anciana que seré

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Aún no nos conocemos pero estoy muriéndome de a poco para que existas Voy a dejarte un cuerpo que ostentarás gloriosa de haber sido la que fuiste la que no vendrá nunca más a contemplarte ante el espejo Recordarás la firmeza de estos pechos la angustia de tu cabello herido por el verano seco La valentía alegre de sonreír con los dientes intactos el desparpajo de entregar tu cuerpo a otro cuerpo en plena luz Lo fácil lo fugaz que era el amor En cada lunar hallarás una arruga como un cráter del tiempo Te dolerán los huesos no podrás saltar más para alcanzar estrellas –espero que a esa altura tengas constelaciones propias– Se te va a caer todo y en ese abismo virtuoso te encontrarás a ti libre de mascaras libre de esta fútil belleza que te pesa en los hombros y en las caderas anchas Vas a ser tan tú, tan yo es decir, tan nosotras Reirás de pronto al leer un poema de una niña extraviada que cumple 23 y revienta de llanto ante el reflejo oscuro de su rostro.


A contraluz

Esta historia pequeña es infinita llevamos siglos debajo de los ojos Ahora entrelazamos nuestros dedos es el universo entero el que se toca Podemos cambiar mucho a veces soy tu madre que te arropa el llanto y vos como un hermano me empujas en el columpio Somos jueces y oasis nos conocemos casi todos los demonios hacemos fiestas de alas Escribimos finales odiamos las distancias miramos fijo al sol Sabemos que no es necesario estar juntos pero elegimos quedarnos Esta humanidad nos hunde nos condena a la carne al pensamiento que es torpe

LUNA NUEVA No. 42

Oscuridad en luz alta

La vida es un pasillo oscuro en el que nuestra sombra enciende velas Sonreímos en el fondo hay violencia somos un dolor intermitente Para poder vivir hay muerte en abundancia dejamos nuestro rastro de caníbales perseguimos el oro y el fracaso Estamos ciegos iluminados de angustia cansados de querernos Todo es un hermoso río marchito que resuena en la mente Jamás comprenderemos la eternidad es silenciosa Intentamos amar a los otros descubrir en la deformidad la belleza de Dios La oscuridad es un pacto de la luz para podernos ver.

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LUNA NUEVA No. 42

Viajamos por la piel como una lluvia de fuego nos apagamos de furia dejamos de existir somos abismo Todas nuestras promesas las desintegra el aire Siempre no es una palabra, es una soga por eso no juramos , este amor es presencia No hay más esperanza que este río que fluye en el que no hay naufragio sino descubrimiento Ya hemos comprendido que aunque venga la noche la claridad que somos enlazará las sombra.

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Cicatriz Tengo una cicatriz Me la han hecho con un hacha sobre la espalda y el recuerdo. Miento. Es cicatriz de bala, encontrada por mi cuerpo, ¿Alguien la habrá perdido? No sé a quién regresarla. Pero no es de bala mi cicatriz, es de vidrio. Un ebrio me ha cortado las entrañas. Parece de colmillos mi marca, como si un lobo furioso hubiera mordido un pensamiento. Sigo mintiendo. La cicatriz es de boca, de amante desesperado y fugitivo. Pero no, esta señal es de ausencia, la huella de no ser tocada. Tengo una marca de vientre oscuro, de llanto, de ternura, de placenta dormida. Todo es una mentira. No tengo cicatrices. Sigo siendo herida abierta.


Hanna

No sé quién la sostuvo, no estuve para alzarla no sé quién calmó su llanto ni su sangre mis manos dormían lejos. No sé qué ráfaga pasó por su memoria mientras entraba el puñal no sé a cuál oración se aferró cuando desgarraban su vagina. Mi cuerpo estaba ileso y abrigado.

Sólo puedo oír su silencio hondo, como un mar antiguo. un oleaje de sal y de gritos. No sé cuál fue la luz que le cubrió la cara cuando la encontraron no sé cómo se veían sus pies después de un siglo de oscuridad no sé cuál fue su primera palabra después de la vergüenza. No sé cómo pedirle perdón por la hermosa vida que he tenido, lejos de ella y de su espanto. No sé cómo hilar las palabras para que sepa que comprendo todo aunque no haya vivido nada. No sé como invitarla a mi casa, no conozco su nombre, ni el color de su país. Sólo quiero acunarla y cubrir con mi boca cada herida latente, Hacerle saber que soy su madre, su hermana, su amante, su hija ,su amiga. Hacerle saber que de este lado no hay un bando enemigo, que nadie va a saquearla, que nadie pasará por encima de su belleza, que nadie quemará su cuerpo ni sus ojos. Sólo quiero que comprenda que puedo envolver todo el amor que me contiene y entregárselo tibio para su pecho hueco. No sé como decirle que no está sola.

LUNA NUEVA No. 42

No sé cuantas cicatrices se cerraron sobre su alma y dejaron adentro los atisbos del amor.

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De este lado del mundo

De este lado del mundo nadie duerme llevamos siempre un ojo abierto, por si la muerte se atraviesa.

De este lado del mundo nadie come la boca esta medio llena, medio vacía, siempre hay alguien con más hambre a quien regalarle el pan.

LUNA NUEVA No. 42

De este lado del mundo nadie descansa, entre el cemento, entre el polvo, entre las horas que nunca acaban. De este lado del mundo nadie calla siempre se escucha un llanto, un canto, una carcajada, un grito, un alarido, un trueno. De esta lado del mundo nada es quieto ni el agua reposada, ni los cuerpos sedientos, ni los bares cerrados, ni las casas caídas, ni el cementerio viejo. De este lado del mundo esta mi casa, que aunque es tibia por dentro , sangra afuera.

este lado del mundo, mis amigos, 124 Delas mujeres que amo, los hombres que me pierden,

las manos de mi abuela y mi vientre sellado. De este lado del mundo nadie vive, hacinación volcánica en colores.

Aquí sobrevivimos, tomamos aire atrancándonos las vertebras como peces deformes en un pantano oscuro. De este lado del mundo en que he nacido nadie me pregunto nunca, si yo quería Sólo es el lado del mundo que me toca la dimensión que otorga el santo azar la mano blanca que bendice la muchedumbre hirviente. De este lado del mundo ya no hay nada todo se lo llevo un disparo, un barco rebosante de oro, una firma dorada sentenció las selvas. Un yanqui, un europeo


una igual que nosotras que vendió su belleza una oración de hombre que nos mató las diosas un contrato de fuego sin cenizas, ni rastro un hermano del norte, de otro lado del mundo que no conoce este.

Este lado del mundo, que es mi mundo insoportable y bello como nada más puede serlo es un lado terrible. olvidado por todos, padecido por todas es un lado del mundo que se cae a pedazos en el que siempre escribo para no derrumbarme.

Canta

Canta la canción de la montaña y la lluvia del águila que duerme en lo profundo del río. Ondula con la boca la brisa de la flauta y llénate por dentro de luz multicolor Haz de esta muerte vida, de este ramaje bosque, de este silencio pájaro. Canta para que duerma Para que despierte en ti Y resucite en tu sonido inmenso, de hombre infinito. Cae la noche turbia de mi parpado hirviente y busca nota a nota la melodía del viento. Regresa con la boca llena de cantarina lluvia de raíz aromada por el sol con los dedos en musgo y pupilas de luciérnaga. Regresa siendo selva, sonido de volcán, sabiduría de rana, oso blanco de luna, encantador del aire. Canta la canción que teje tus los huesos, la que cantó tu madre cuando crecías adentro. Cuando cantes recuerda que no hay nadie, es sólo el universo el que nace de ti.

LUNA NUEVA No. 42

De este lado del mundo esta mi tinta este dolor sin termino que se estalla en palabras, esta agonía tan coja, la repulsión tan honda, este miedo macabro esta rabia tan roja este odio que no me cabe más.

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Estruendo para ti

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Si cruzas el sonido abrirás una puerta que no chilla aceitada con rezos en murmullo.

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Sentirás en la lengua las palabras que no van ha ser dichas que nadie ensuciará para acallar lo mudo. Si cruzas el sonido, en tu garganta brotara un caudal oscuro y aprenderás a olvidar el camino de regreso. Si cruzas el sonido, solo con el cadáver de tu voz en las manos vas a encontrarme en una fiesta de silencios donde todo es brillante con música de sordos espejismos. Pero advierto podrías quedarte ciego de soles musicales. y caer sin remedio en la alegría de no pronunciar nada para sentirlo todo.


BUCARAMANGA

Angie Gaona

Elegía de las preguntas

El oro se pierde tiempo abajo se lo traga la tierra como a los muertos. El oro, pero ¿la lengua? La lengua perdida ¿adónde va? La voz de treinta mil Guanes da vueltas en un bohío inmaterial. El agua también se pierde tiempo abajo. Se la tragan los hombres y las bestias. Lagunas perdidas, quebradas extintas. El agua negra se fue al mar, pero ¿la lengua? La lengua perdida ¿adónde va? Los hombres y las bestias se pierden laguna adentro. La Laguna de los Caracoles era muy brava se tragaba a las personas en el centro de la ciudad. La laguna se recuerda. Pero ¿la lengua? La lengua ya se ha ido en un viaje Junto a los Guanes sucumbidos en las minas. El nombre extinto de un ave extinta. El nombre del árbol desaparecido.

LUNA NUEVA No. 42

Nació en Bucaramanga en 1980. Colaboró en la realización del Festival Internacional de Poesía de Medellín de 1998 a 2002. Estudió Licenciatura de Español y Literatura en la Universidad Industrial de Santander, en donde dirige el Club de Lectura y Pensamiento. Tiene publicado un libro de poemas Nacimiento volátil (Bucaramanga 2009), ilustrado por Natalia Rendón. El libro del que hacen parte los poemas para Luna Nueva, Comentarios sobre el carácter radical, mereció la Beca Departamental de Creación en 2015.

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El nombre del Río de Oro del Río Frío, ¿adónde han ido? El agua extrañada de la laguna corrompida por la sed de los hombres y el hollar de las bestias. El tiempo también se pierde, tiempo abajo en el recuerdo del oro de la laguna y de la lengua desaparecidas.

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El tiempo da vueltas junto a los Guanes en un bohío inmaterial.

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Las gentes se ubican en el espacio repiten Zapamanga Bucarica Chitota Chimitá Cuatro resguardos extintos. El tiempo da vueltas junto a las gentes por los cuatro puntos cardinales cuatro palabras que guardan una lengua y la lengua completa ¿adónde ha ido ya? La lengua estaba hecha de piedra caliza como las montañas y las cinchas. La lengua se desmoronó y se fue por los aires formó estoraques inexplicables. Una peña llamada de Sumangá aparece en las crónicas desaparece n los mapas y se dispersa espectral en la cabeza. Ahí en Chocoa, en Chocoita Los Guanes y Yariguíes se salen de la batea como el oro y dan río abajo. Tiempo abajo otros Guanes escalan las cinchas se refugian en una cueva inmaterial lanzan luego su lengua a los abismos. Y el abismo tras la lengua. ¿adónde irá?


Tedio, tedeum, Floridablanca.

Hubiera querido, dice bien. Hubiera querido comer helados con los chicos vecinos y en motocicletas dar la vuelta al parque con amigos de otros pueblos con palabras de otros libros con aromas de otros juegos. Baloncesto los sábados, obleas junto al Molino o incursiones al Tejar y más arriba, sin anuncios previos ni quejas ni diatribas. Subir las montañas antes del cable y la cadena, La Esperanza, Helechales, La Judía. Hubiera querido, se dice bien, ir en paz, buscando ríos. Acampar y tomar chicha del camino sin que saliera chisme directo a mamá repitiendo que soy tal o cual. De señorita el padre Coronado quiso encerrarme en la sacristía. No lo consentí y me maldijo.

LUNA NUEVA No. 42

Si de niña me robaron el placer de corretear diablos hasta La Cumbre, de señorita me mandaron a dormir temprano como si tuviera ya dos vidas.

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Comentario sobre el Carácter radical. Por la imposible vamos hasta el desgaste nos hacemos matar y a lo fiero.

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Guerras de medio siglo nos dan la vuelta y al cabo hay que vernos levantados de los más difícil de lo rudo no más entendernos

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Ningún infierno nos ataja sabemos esperar y nos llaman díscolos por preferir la muerte al hastío Nada que perder en la desgracia. Las crisis crecen en lo indócil los mayores cultivan rayos en las miradas ellos conocen los nombres de la libertad perturbador tema nuestro que impulsa el aire Una turbulencia se nos antoja no por osadía no por capricho a lo imposible cultivamos en las noches claras lo guardamos en anaqueles ocultos hasta que llega el día Por lo imposible vamos hasta el desgaste nos hacemos matar y a lo fiero Hay que vernos


Río de piedras A Daniel Pineda Solano. Yo vi una vez a un hombre correr sobre el lecho de un río. Corría perseguido por algún contrario. Impulsado por un motor infernal. Se le veía con el agua como si fuera tierra firme Y la piedra como si fuera barro.

Hoy no pregunto por el hombre sino por el río. En dónde está ese río sobrevolado por ese hombre. Y el hombre, acaso ¿habrá recuperado la cabeza que hacía correr a sus pies?

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El agua a su paso se suprimía entre las calizas.

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Diario de Bucaramanga Por la noche hubo ropilla y duró hasta las doce.-S.E. observo que era un juego fastidioso que no ocupaba bastante la imaginación: que su movimiento es lento, y que era preciso hallarse en Bucaramanga, no saber qué hacer para ocuparse con tal diversión. Luis Perú de Lacroix Diario de Bucaramanga, 1828

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Se aburren los libertadores. Entran en un sopor ciego. Pero no para siempre. No para siempre. Se refugian aquí los asesinos. Al parecer duermen tranquilos. Pero no para siempre. No para siempre.

132 Vuelven en Corpus Christí los fanáticos desfilan orlados de satén, Pero no para siempre. No para siempre.


Cantan los gallos a las 3 en la ciudad. Cantan los gallos a las 3 en los campos y también en la ciudad a donde los primeros gallos vinieron en guacales o amarrados de las patas.

Que algunos son gallos de pelea, es cierto. Pero también los hay con familias renombradas de gallinas bien tenidas y luciente porvenir que crecen bajo los plátanos en las calles destapadas de los barrios recién nacidos. Como los gallos crecerán barrios nuevos encargados del canto de las 3 del canto de las 11 del canto de las 6 Emanarán barrios y gallos y gallinas de la ciudad.

Café Centenario, 1948 ¿Qué hacen los sábados, de tarde, las mujeres en Bucaramnaga? En las calles no están. ¿Escuchan las melodías demolidas en el Mesón de los Búcaros? A los parques, solas, no van. ¿Buscan en sueños algún muerto desenterrado por el viaducto? Más tarde, seguro, saldrán.

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Todavía llegan gallos en los buses intermunicipales.

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¿Organizan en una larga espera la restauración de San Mateo? Ocupadas se encontrarán. ¿Con quién desean las mujeres tomar las onces en esta ciudad? Preparan meriendas a caballeros contados con sus dedos: a-g-u-a-r-d-i-e-n-t-e once letras por brindar.

El venado de oro, grill

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Yo entraría en la luz, de lo que digo. Armando Rojas Guardía Si me trajeras a lo oscuro para entregarme el corazón y me dijeras que fuera de tu parte hasta mi casa a reclamar para ti un cubierto de acero. Pero en cambio te apareces con entradas frisa y salidas calientes que yo acepto pensando en los bailes y luego me traes serenatas pendencieras que convencen solo a los vecinos.

134 Aparte de que he descubierto la indecente hipocresía de tus manos y conozco íntimamente la intención con la que te calzas y te vistes de blanco. Ya sé que atrás de ti quedaron las penas mientras yo reproduzco el deseo de la melodía que no he escuchado nunca.


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En el Nochero

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La patria del poema

LUNA NUEVA No. 42

Mario Pera

Perú Teresa Obregoso Buenos Aires Poetry, 2016 77 páginas

136 La armonía del dolor y la reconciliación con el pasado familiar y personal se encuentran resumidas en Perú, poemario de Teresa Orbegoso. La autora plantea con él un recordaris de su vida en su país natal; una tierra que, como su texto, se encuentra inundada por un conjunto de presencias que guían nuestra travesía por los intersticios del corazón y de la mente. No obstante, no se debe pensar que estamos ante un poemario instalado en el recuerdo, ya que Perú crece como crecen las piedras y avanza como avanzan los árboles. Sus raíces no siempre están ocultas y, cuando se dejan ver, lucen sonrisas y lágrimas en una misma niebla que se empecina en esconder el pasado, aunque sin éxito. En Perú las heridas están expuestas. Llegan desde las diferentes voces de escritores, huacas, danzantes de tijeras, dioses occisos, viejas


La geografía de este libro es tan extensa como la de nuestra nación. Pasa por la infancia y la primera juventud de su autora. Por sus relaciones de familia, la historia de su país, el misticismo no católico y las referencias a la cultura peruana precolombina y colonial en los que, verso a verso, la poeta labra los poemas al ritmo de un huayno y zapateo muy íntimo, para sorprendernos y revelar ante nosotros las nuevas formas que adopta la evocación del pasado bajo el peso de su pluma. A su vez, la historia nacional trabaja en conjunto con la personal cruzando la introspección para adoptar la voz de aquello que le generó los sinsabores. La familia, y como dije en particular la figura del padre como maestro y creador, es la piedra angular en torno a la que giran estos poemas como una pulsión continua que nace de la memoria para manifestar el mundo tal como lo vio y lo vivió la poeta, un mundo que no siempre fue perfecto pero sí aleccionador, a través de un bien estructurado paralelo entre la patria (la eterna madre) y el padre. Es así como Perú, de Teresa Orbegoso, desciende y se abre camino entre los escombros y las tramas del pasado, no para lamentarlo sino para hilvanar, a partir de él, los nuevos nudos que resistirán el peso de los recuerdos y, también, el de los nuevos tiempos.

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civilizaciones y un largo etcétera que nos hablan de un país en estado de gracia natural, pero en estado de desdicha habitual al no oír el eco de las experiencias de sus antepasados. Las metáforas caen en nuestros oídos como potentes huaycos que nos despiertan; y el gran nudo (o quipu) de la vida se afloja entonces lo suficiente para permitirnos atisbar, en tono de elegía, los hábitos que explican lo que las palabras sumergen. Así crea Orbegoso. Así construye el recuerdo de su país.

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Estación Rimbaud (Al espíritu de rebelión)

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Juan Manuel Roca

Estación Rimbaud Juan Manuel Roca Fernando Rendón Colección Prometeo, 2016 148 Páginas

138 De Rimbaud se ha dicho todo, o casi todo, inclusive lo que no agrega nada a su obra, a su vida y a su incalculable legado, pero todos los días tenemos noticias suyas, reales o fabuladas. Cada vez que hay una certeza sobre Rimbaud, gracias a sus múltiples rostros, se evade. Se evade de la civilización, sea esto lo que fuere, de su familia, de sus palabras, de la cultura togada, pero no ha podido evadirse de la gloria, así la supiera sol de muerto, luna de estercolario. Su obra se evade de las interpretaciones privativamente religiosas, ocultistas, políticas, nacionales (“tengo horror a la patria”), simbolistas, historicistas, apocalípticas; pero todas lo que hacen es señalar que el poeta de Charleville era una paradoja en movimiento.


La tarea de reunir esquirlas de lo que sembró en otros este irremediable contemporáneo del futuro podría llevarse décadas y aun así no bastarían miles de legajos, anaqueles y bibliotecas del mundo, para abarcar su prontuario.

A contravía de la costumbre de los viajeros que compran guías de las ciudades a las que habrán de viajar, este libro es como un mapa sin país, como un lugar sin una geografía específica no obstante su vocación de Ahasverus, de trotacaminos, una geografía, sí, que tiene muchos senderos y más huellas, incluida la sombra mutilada del poeta, viuda de sí misma. Es extraño, y no mero fetichismo, que esa pierna amputada de Rimbaud siga caminando en un centenar de poemas escritos en todos los confines del mundo.

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Estación Rimbaud es un pequeño aporte a esas pesquisas, a las diversas interpretaciones, para armar su gran rompecabezas. Está dirigido, aunque no sea el único propósito, a nuevos lectores. Es como una llave para abrir puertas que una vez cruzadas difícilmente volverán a cerrarse.

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La estética de la depuración (A propósito de “Islas”, de David Cortés Cabán)

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Pedro López Adorno

Islas David Cortés Cabán Monte Ávila Editores, 2011 66 Páginas

140 David Cortés Cabán (1952) es un poeta puertorriqueño que radica en la ciudad de Nueva York desde la década del 70. Desde entonces ha venido forjando, paciente y diligentemente, una obra de entrañable belleza lírica: Estamos ante una de las voces más diáfanas, conmovedoras y profundas no sólo de la llamada “poesía de la diáspora puertorriqueña” (a la que sin duda pertenece) sino también de la poesía puertorriqueña de la generación de los 80 escrita en la isla (a la que está vinculada lingüística y culturalmente). Pero para David, como para tantos otros de nosotros que vivimos y escribimos dentro de dos espacios culturales simultáneamente, ser reconocido como poeta puertorriqueño dentro del complejo ambiente poético tanto puertorriqueño como latinoamericano no ha


En los poemas de este nuevo libro nos percatamos de inmediato que el rasgo emblemático de su quehacer literario sigue presente: su fuerza lírica. No obstante, muchos de los poemas de esta nueva jornada articulan lo que podría conceptualizarse como minimalismo expresivo, o sea, comunicar lo máximo posible con el menor número de recursos léxicos, retóricos o descriptivos. De esta forma, el poeta aspira a llegar a un nivel de transparencia semejante al de las lecturas orientales que tanto admira. En Islas el poeta hace gala de integridad y rigor en un estilo diáfano y conmovedor. En este sentido el poeta se eleva alto poniendo toda su fe en las palabras. Y vuelve a la tierra como si nos entregara pan, tiempo, paisajes.

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sido una empresa fácil. David, con disciplina y tesón y con la humildad y generosidad que le caracterizan, ha logrado conquistar un espacio dentro de tan difícil, azaroso y caprichoso ámbito. Cabe destacar en la obra de David, como en la de otros poetas puertorriqueños en la gran urbe niuyorquina, el compromiso y la valentía de reafirmar su condición de creador usando la lengua española dentro de un ambiente cultural que responde, lógicamente y con mayores estímulos y recompensas, a lo escrito en inglés.

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El amor Romántico

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Omar Ortiz

Eliza Brown, la hija del Almirante Silvia Miguens El Ateneo, 2012 235 Páginas

142 En su Manual de Filosofía Portátil, Juan Arnau, al introducirnos a Novalis, nos habla de los forjadores del Romanticismo que esperaban Romantizar el mundo, dando a lo conocido la dignidad de lo desconocido y un supuesto: la poesía entiende mejor el mundo que la ciencia. Y este parece ser el propósito de Silvia Miguens en su novela Eliza Brown, La hija del Almirante. La biografía de la hija del Almirante Guillermo Brown, un recio marino irlandés que gracias a sus andanzas como corsario y como navegante curtido vino a recabar en la recién establecida Santa María de los Buenos Aires, donde ganó el título de Almirante, una vez que tuvo a su cargo la exigua flota naval que


Elizabeth, criada bajo la influencia de las sagas irlandesas, pobladas de seres extraordinarios y maravillosos, habitante de un mundo en permanente revulsión y cobijada por una casa que bien podía ser un buque pronto a izar velas, donde la espera del ausente era pan cotidiano ya que el hombre no fue engendrado de barro, sino de tiempo y ausencia, conoce casi niña al que sería el amor de su vida y con el que establece una relación amorosa que vence a la misma muerte, el ya mencionado capitán Drummond. Si tenemos en cuenta que cada capítulo de la novela tiene como epígrafe un fragmento o un verso de un poema que anticipa el desarrollo o la continuidad de la historia, podemos afirmar que es notorio el empeña de la autora por establecer un vínculo permanente entre lo narrado y la realidad o realidades intangibles de la poesía. De alguna manera entre sus páginas asoma, sin ser explicita, la huella de Alfonsina mientras se adentraba en su mar. Eliza Brown, escrita como novela histórica, ya que sus personajes y la relación de los hechos narrados en verdad sucedieron, es en verdad un delicado y amoroso homenaje al amor, o mejor a la perennidad del amor.

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combatió a su homónima brasilera, en singular batalla desigual donde perdió la vida el capitán Francisco Drummond, descendiente del pirata Barbanegra y prometido de su primogénita.

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Tangos para Barbie y Ken

LUNA NUEVA No. 42

Carolina Urbano

Tangos para Barbie y Ken Maritza M. Buendía Textofilia, 2016 77 Páginas

144 La narrativa de Maritza Buendía está atravesada por la historia de Alondra, una niña de ocho años criada por su abuela y bajo el constante recuerdo de la madre enferma, de la madre ausente. En Tangos para Barbie y Ken, Alondra aparece de nuevo en el escenario típico de los niños que mezclan la realidad con el mundo creado a través de los juegos, en este caso, a través de la muñeca Barbie y su compañero Ken. Alondra crece y esos juegos se convierten en un continuo intercambio de roles e identidades entre sus amantes y ese “mundo” paralelo en el que se mueve la historia de Barbie, Kelly y Ken, en donde no queda claro qué es lo real, qué es lo ficticio, ni cuál es el personaje que en realidad se transforma en otro, o cuál es el que habita el mundo del otro. Como en el cuento de Chuang Tzu, no


El libro, entonces, representa un gran reto, por un lado, está la expectativa creada sobre lo que nos puede decir una historia creada a partir de una muñeca que se ha convertido en el símbolo de lo artificial y frívolo, un juguete que reafirma los estereotipos de belleza occidental, tan cuestionados y polémicos. De otro lado, está el reto de conjugar la historia de Alondra desde la esfera de lo erótico y desde la esfera que constituye el mundo de la Barbie. A partir de esto, Buendía hace un despliegue de recursos literarios para dichos escenarios y las inquietantes historias capaces de mantener al lector entre la curiosidad y el deleite narrativo. Así, aparecen inmersos en las historias procedimientos como notas explicativas o el coro. El último cuento, Cueva de plata se presenta como un mito, Alondra al mejor estilo de Scherezade vivifica un sueño que representa un nuevo nacimiento. Las influencias literarias se hacen evidentes a lo largo del libro, en el cuento Collar de marcas rojas, encontramos la frase de Musil “enseñar es pervertir” a manera de máxima convertida en relato, lo cual alude también al libro de Juan García Ponce. La poesía también está presente en el ritmo y la musicalidad a través de imágenes y metáforas que nos recuerdan las palabras de García Márquez, para quien un buen novelista debía ser un buen lector de poesía. Cada cuento es tan original, independiente y fuerte que se sostiene a sí mismo, aunque esté relacionado con los demás. Por esto, es importante resaltar que la escritora Zacatecana no se repite, en cada uno de ellos sorprende al lector y lo engancha para que no abandone el libro. Allí, la perversidad y el erotismo nos recuerdan el viejo refrán popular de que en la guerra como en el amor todo vale.

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sabemos si Alondra es Barbie o viceversa. Tampoco es obvio que ese mundo provenga de la imaginación de Alondra, todas estas cuestiones nos llevan directamente a la literatura, y es ahí donde Maritza expone toda su maestría.

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Juan Manuel Roca, toda la poesía

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Albeiro Montoya Guiral

Silabario del camino Juan Manuel Roca Asociación Cultural Letra a Letra Confiar Cooperativa Financiera, 2016 651 Páginas

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Cuando supe que iban a publicar la poesía reunida de Juan Manuel Roca, lo que llegó a mi cabeza en primera instancia fueron estas preguntas, que no han dejado de merodear mi cotidianidad: si el poeta para construir su obra tiene que gastar su vida en preconcebirla, es decir, hacer de ella misma la materia más extraña, milagrosa y hasta irreverente, dada su condición de ángel maldito, que conforma sus versos, como una suerte de poética, ¿no será pequeño cualquier libro, árbol ya sin viento, para encerrar unas obras completas? Si, como decía Eduardo Castillo, los versos más hermosos del poeta quedan en el agua y en la arena escritos, ¿habría que hacer una


reunión de esos versos en un libro borgeano, renovado por cada lectura y siempre distinto?

Las palabras salen de él como pájaros y anida el mejor humor en su sombrero. Así va por la vida tendiendo la mano a los nadies, ofreciendo un café a los parias. Siempre he querido contar que cuando lo conocí estaba sentado en una banca solitaria del parque y los árboles lo arrullaban. Corazón de nube creían que tenía. Palabras del viento pensaban que había en su respiración. Siempre he querido contarlo, decir que sus amigos fueron escogidos por el tamaño de su lealtad, que sus amigos son de sus más queridos poemas. Pero me faltan palabras, soy perito en el silencio, y admirador de este ciudadano de la noche, Magritte de la palabra y el sueño, que anonada mi imaginación. Aún teniendo en cuenta que a toda la poesía de Juan Manuel Roca le quedó pequeño el mundo, Luz Eugenia Sierra, editora como las de antaño, como ninguna, porque entiende su oficio sin límites con el de la poesía, mujer valiente, inequivocable, compiló los 19 libros publicados del poeta en un solo volumen de 651 páginas. La portada, con una ilustración de Fabián Rendón, contrasta perfectamente con el rojo de las guardas que dan paso a una carta, a manera de prólogo, de Gonzalo Rojas, fechada en 2005, sentida y sincera, que no se priva de elogiar a quien concibe como el único con quien le fue dada tanta proximidad, de visión y de lenguaje. Y así, cada libro, presentado por un facsímil de su portada original, le da a entender al lector que se enfrenta a una obra de arte en todo el sentido de la palabra, a un libro fundamental de la poesía colombiana. Es harto conocido por sus lectores y por los amantes de la poesía en general que libros como Luna de ciegos (1975) y Los ladrones nocturnos (1977), están impresos del imaginario más alto, y ya de los

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La obra reunida del autor de País secreto no cabría en un solo volumen, y le serían necesarias a Sherezada todas las noches de su vida para contar, alrededor del fuego, el milagro de su poesía. Porque Juan Manuel Roca no es un solo poeta, viene de muy lejos después de herir a Polifemo; embarcó de la noche y habla de Paz en todas las lenguas de Babel. También a nosotros nos sería necesaria la vida entera para escucharlo empezar apenas a contar la epopeya de su vida y de su pensamiento.

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temas centrales del poeta: la noche, el desarraigo, el color y la anarquía –entendida como una de las estructuras más fuertes del pensamiento–, y que un libro como País secreto es un himno a la verdadera libertad obligado para propios y extraños, y que ya está instaurado de una manera indeleble en muchas de las mejores mentes de su generación. Y aunque reconozca que en todos sus poemarios haya no una verdad sino su provocación, un temblor nuevo por cada lectura, una arenga contra la guerra, no puedo dejar de reconocerme en su magistral Biblia de pobres, porque es un canto para quienes perdimos de nacimiento el destino, es la hoguera para quienes su patria es la fría noche, una palabra amiga para quienes amanecemos a solas en el café del mundo. Estoy seguro que cada lector de Silabario del camino tendrá mil y una oportunidades de reencontrarse con la belleza; de sentir el pulso, la sangre fluir de un hombre que ha hecho de la poesía la égida de su vida y de la vida de otros. Si el milagro ocurre cuando hombre y poema se encuentran, Letra a letra nos permite encontrarnos en el milagro de cada uno de estos versos. Una de las intenciones de la editorial con este libro era celebrar la vida del poeta que está en vísperas de cumplir 70 años dedicados en su mayoría, como él mismo lo dijera, a pastorear el abismo. Y lo logra, porque página a página de esta imprescindible edición nos podemos asomar al corazón de la humanidad, de los colombianos que, por no encontrar refugio en la cotidianidad dolorosa, la buscan en la acracia, flor de siglos. Y logra también regalarnos un libro como pocos se hayan publicado en Colombia en los últimos años, con tanto rigor, y tanta fraternidad, tanto amor. Larga vida para Juan Manuel Roca, que es toda su poesía, toda la poesía.

Más información acerca del autor en: http://ntc-libros-de-poesia.blogspot.com.co/2016_09_05_archive.html


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