TRAS BAMBALINAS

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EQUIPO DE TRABAJO

TABLA DE CONTENIDO EDITORIAL.

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UN PAQUETE DE CHITOS.

PAG. 5

REQUIEM POR MARTHA TRABA Y ANGEL RAMA 1983.

PAG. 9

LOS BORROSOS RECUERDOS.

PAG. 12

CINE CLUB UNIVERSITARIO.

PAG. 19

MEMORIAS DEL CINECLUB UTP ENTREVISTA A GERMAN OSSA.

PAG. 23

UN FESTIVAL DE TANGO Y UNA LLUVIA DE CALZONES.

PAG. 40

CONVERSACIÓN CON ALFONSO SEGURA TEATROS CONSOTA Y NÁPOLES.

PAG. 48

NOCHES DE HUNGRÍA.

PAG. 62

CIEN AÑOS DEL CINE.

PAG. 88

Gabriel Posada Yolady Ruiz Marisol Henao Jorge Mario Palacios Yennifer Uribe Álzate COLABORADORES Alfonso Segura Carmen Lucía Posada Dora Montoya (la madre) Ernesto Cortéz Fernaín Hernández Germán Gómez Germán Ossa Gustavo Colorado Hugo Sánchez Ayala Jaime Ochoa Ochoa Jesús Calle (Chucho) José Wilman Salinas Juan Carlos Velázquez Luz Stella Ruiz Martha Ochoa Martin Mejía Norbey Tobón Sebastián Valencia Muñoz Sonia Pachón Fernández Víctor Pérez Yady Hernández Agradecimiento especial a Geross y su generosidad con el archivo de imágenes que hace parte fundamental de la gráfica de esta edición.

PROYECTO GANADOR DE CULTURA EN CASA 2020 - ALCALDÍA DE PEREIRA BECA DE INVESTIGACIÓN, FORMACIÓN O PROMOCIÓN DE PRÁCTICAS ASOCIADAS AL PATRIMONIO - GRUPO CONSTITUIDO MAGDALENAS POR EL CAUCA - SECRETARIA DE CULTURA.


EDITORIAL

Las ciudades sin duda tienen la textura de la piel de quienes la han habitado, transformado, recorrido; recordando las palabras del profesor Carlos Mesa cuando en sus clases se refería a los “pellejos de uno”, a la manera en que nuestro cuerpo se queda en cada lugar que tocamos y ese lugar queda afectado, asido, acariciado; así mismo en nuestro cuerpo queda la huella del lugar, ambos configurando otro espacio, tal vez el frágil lugar de la memoria. Magdalenas por el Cauca ha hecho la apuesta por construir su obra desde los lugares, sobre todo en relación al sitio, al territorio, al archivo; en “Tras Bambalinas” el lugar es el de la memoria y los recuerdos que se contrastan con el eco de otras voces que arman un “entre cuerpo”, una polifonía de anécdotas y vivencias de quienes entre 1980 y 1999 construyeron parte de los cimientos en los que se eleva la cultura en la ciudad. Gabriel Posada, como un fantasma recoge a manera de autobiografía sus pasos por los teatros de la ciudad, como espectador, como trabajador, como colaborador, como cine clubista, como inspector de cine, como programador, como empresario, como artista, como amigo y recupera el legado de los dos primeros directores del Teatro Municipal Santiago Londoño Londoño, escenario que acaba de cumplir 30 años y no existe ningún texto o investigación que narre su creación y sus primeros años, teatros que fueron su casa y su escuela, lugares que conoce de primera mano al lado de sus iniciadores y trabajadores, compañeros todos tras bambalinas. Nuestra ciudad en sus dinámicas de progreso ha resaltado el empuje de “sus titanes” para hacerla grande y ocupar un lugar preponderante a escala nacional, “Sus hijos” herederos del hacha y el machete han talado por generaciones preocupaciones culturales que no han trascendido por el maquiavelismo de imponer una ciudad comercial y “echada pa´ lante” en su crecimiento. Insignes pereiranos añoran su “tierrita” paisajística y aguardientera tañendo de parroquianismo su memoria e insultan de alguna manera a los que vivimos en ella, trabajando y haciendo y re-haciendo a través del arte y la cultura la posibilidad de tejer otra mirada y no la meramente contemplativa y tradicional trazada por el negocio y la picardía. Hoy que los telones han bajado y el polvo de la pandemia acumula y esparce el silencio en los teatros, los fantasmas, tras bambalinas, viven el desconsuelo de nuestra ausencia... ¿cuándo volverán a escenificarnos, mortales?


    -  Una noche de abril de 1980, Rubén, un compañero de bachillerato en el colegio nocturno Deogracias Cardona, con su noble y vivaracha voz me anunció de una vacante de trabajo en el teatro Comfamiliar, intuí que mi vida cambiaría en ese momento. El trabajo en el que pagaban por horas, de oficios varios, lo había abandonado “un suertudo” que barriendo la sala del teatro se había encontrado una bolsa de chitos con el premio gordo que Jack snacks promocionaba por la época: un viaje a los E.E.U.U. con todo pago me dije: “ese puesto es mío”- al teatro ya había asistido por el año 1976 con unos amigos del barrio El Jardín que me invitaron a un cine club universitario de la UTP en el que me topé, a la entrada, con la mirada de uno sus miembros , Fabio Ocampo, que no veía desde niño cuando su familia vendió la Droguería Real de la calle 32 con 7ª y se fueron de la cuadra llevándose de tajo mi primer amor, Patricia, una de las hermanas menores de Fabio y Humberto.

Foto del álbum familiarde Juan Guillermo Gil García * Grupo musical La Gaitana del frente cultural Berlot Brecht

ESA NOCHE ME SENTÍ RARAMENTE UNIVERSITARIO Y NERVIOSAMENTE REVOLUCIONARIO Y SOÑÉ TRABAJAR EN ESE TEATRO

Tras esa mirada furtiva y mi cabeza dando un giro de 90 grados por la sala del teatro pensando en ver a su hermanita, las luces se apagaron y vimos una película “de guerra” pero no gringa, era en español y contaba la historia de cómo Fidel y el Ché llegaron al poder, esa noche me sentí raramente universitario y nerviosamente revolucionario y soñé trabajar en ese teatro al que volví un año después por intermediación de mi papá que trabaja en el Supermercado Comfamiliar lográndome conseguir una entrada para ver un recital poético de Sabas Mandinga, promocionado en una cartelera de la biblioteca pública del segundo piso de la Alcaldía. Por primera vez veía un espectáculo cultural en vivo y llegué a pensar, retraído, que Sabas Mandinga había venido de África como Simón el Africano, el cantante de “Barracuda,” cuando se presentó por televisión en el show de Jorge Barón y soñé en trabajar alguna vez con artistas a los que acompañaría por el mundo en sus presentaciones. Sabas Mandinga era un declamador de poesía negra pereirano que por ese entonces recorría pueblos y veredas con las letras de la memoria negra del mundo y estaba pronto a terminar sus estudios de ingeniería en la UTP.

1.https://www.youtube.com/watch?v=AiV2x-PFtBA&list=RDAiV2xPFtBA&start_radio=1&t=187&t=189

Foto por: JOSE FERNANDO MARIN


Meses después, sentado junto a Ochoa, un compañero de 3º. Bachillerato del Rafel Uribe en las bancas de concreto del Lago Uribe viendo pasar muchachas bonitas dando repetidas vueltas al lago con sus bocas magreadas por los helados de la heladería Tropical, le pedí que me llevara al taller de arte del sótano de la Alcaldía donde era alumno del maestro Rubén Jaramillo, allí, además de clases de pintura, también daban películas de cine mudo y se me reveló Buster Keaton, Chaplin y las bañistas (bathing beauties) de Mack Sennet en ese momento 2 preferí las películas mudas que la pintura. Por esos días junto a la programación de las películas y la actividad del Sótano de la Alcaldía ví anunciado un concierto de Rafael Urraza, el de un éxito en radio llamado “Caminando” que venía a presentarse a Comfamiliar. De nuevo mi padre intercediendo ante la directora del teatro ya no por una sino por dos entradas, me “colé” junto con una compañera del colegio, la señora del teatro nos entró a hurtadillas porque era un concierto privado, Gabriel Rondón en la guitarra, raramente tocándola con guantes blancos y Rafael Urraza voz y canto intermediando en una corta y vigorosa noche de adolescentes perdidos.

Rubén, al día siguiente de su anuncio en el colegio Deogracias me presentó y recomendó con doña Norma Montes la directora del teatro que ya sabía de mí y cuando entré a su oficina se me vino a la memoria las clases de acordeón que tuve de niño en ese mismo sitio en 1970 y cómo tuve mi primera presentación pública junto a mi profesor y dos alumnas mayores en la inauguración del Salón Auditorio de la Caja de Compensación Familiar de Risaralda, aquel día interpretamos “Doce Cascabeles” y “Cielito Lindo”, tanta gente viéndolo a uno chiquito tocando un acordeón chiquito fue toda una novedad social y para mí toda una frustración hasta el punto que no volví a las clases y le devolví el acordeón a mi hermana mayor que era la destinataria para aprender música, ella tampoco lo logró, tiempo después la familia tuvo su recompensa musical, su hijo hoy es un excelso músico de la banda del municipio de Pereira, José Gentil Flores Posada. 1.https://www.youtube.com/watch?v=AiV2x -PFtBA&list=RDAiV2xPFtBA&start_radio=1 &t=187&t=189


En 1973 se inauguró el teatro Comfamiliar y su primer director fue el fotógrafo e intelectual Antonio Gallego. De él me hablaba con cierta nostalgia de tufo don José Suárez, el proyeccionista del cine, me contaba “que el Dr. Gallego era una excelente persona y que a hurtadillas se metían sus tragos de cuando en cuando en la cabina de proyección y por ello las directivas le buscaron la salida, ya que le tenían muchas ganas por ser comunista”. Don José me enseñó a manejar las máquinas que en ese entonces la luz que proyectaban se hacía a partir de barras de carbón hasta que un año después llegaron las lámparas de xenón. Fui feliz en mi primer trabajo, doña Norma vendía boletas para el cine y yo de portero las recogía, cuidaba la sala, cerraba el teatro, nunca miré al piso buscando el sueño americano porque ese sueño me robó muchos amigos de infancia y lloré junto a mi hermana la partida de mi padre a ese país en el año 74 cuando perdió su empleo en la multinacional Papeles Nacionales por negarse a transportar a su jefe español un día festivo que lo tenía programado como todos los festivos para ir a pescar.

El teatro Comfamiliar en ese entonces era el epicentro cultural de Pereira, por allí pernoctaban artistas que llegaban a la ciudad de diferentes partes del país y del departamento o errantes de otras culturas, recuerdo que acompañé manejando las luces (un caja de madera con perillas para 6 bombillas de colores) la obra “Historia del Silencio“ del grupo de teatro Acto Latino de Armenia, de Juan Monsalve y la hoy icónica y fallecida artista y precursora del performance en Colombia María Teresa Hincapié en escena.

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Allí por vez primera vi el magnífico teatro colombiano y regional como “La Panadería” de Bertold Brecht adaptación de Gustavo Rivera. También tengo presente como si fuera hoy la potente imagen del maestro Santiago García presentando su adaptación del “El Diálogo del Rebusque” de Quevedo, bromeando sobre la cantidad de trapos que colgaban en escena, decía que eran adquiridas de la rancia y putrefacta burguesía bogotana.

También para un cumpleaños de Comfamiliar se trajo “Quién le teme a Virginia Wolf” de Edward Albee del teatro Nacional dirigida por César Campodonico actuando en ella Fanny Mickey, Luis Eduardo Arango, Consuelo Luzardo y Kepa Amuchástegui, este último barría en sintonía en la TV colombiana como el Inquisidor Juan Mayorga en la tele novela “La Pezuña del diablo”.

Por allí pasó “I Took Panamá”, la hermosa Laura García dirigida por Ricardo Camacho del Teatro Libre de Bogotá con “La Balada del Café Triste” de Carson McCullers y Edward Albee donde actuaba César Mora y Germán Jaramillo.

El TEC de Cali de Enrique Buenaventura pasó por aquí con “La Ópera Bufa”.

Obra: Dialogo del Rebusque. Grupo de Teatro La Candelaria.

Foto Archivo de Bogotá ( Teatro Nacional). Obra: “ ¿Quién le teme a Virginia Wolf?” Kepa Amuchastegui, Fany Mickey, Luis Eduardo Arango y Consuelo Luzardo.

Las Alianzas entre instituciones que en el presente se han ido perdiendo, permitían presentar, por ejemplo, con la biblioteca Pública Ramón Correa dirigida por Julián Serna Arango, un concierto clásico cada mes con unas introducciones magistrales de Eduardo López Jaramillo, presidiendo los conciertos de Rafael Puyana que cargaba su propio clavecín, o del pianista Harold Martina, sólo por citar dos nombres.

Las alianzas con la Sociedad Amigos del Arte dirigida por Eduardo López traían recitales poéticos como los inolvidables de Eduardo Carranza, Fernando Charry Lara, Germán Arciniegas, Andrés Holguín y un muy asiduo poeta de estas tierras como fue Luis Vidales a quien se le profesó una empatía social muy importante en la ciudad realizándole múltiples homenajes en vida.

En la Casa de la Amistad Colombo Cubana del médico y activista Santiago Londoño Londoño existió el taller literario Luis Vidales, Casa de la Amistad donde también en los 70s y 80s se programaba cine en 16 milímetros.


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REQUIEM POR MARTHA TRABA Y ANGEL RAMA 1983 Para esta época el teatro contaba con presupuesto para eventualmente programar presentaciones especiales para la comunidad cultural de la ciudad y en noviembre entró una llamada a la oficina de doña Norma en la cual le ofrecían la presentación del cantante argentino Atahualpa Yupanqui, aunque Atahualpa ya había estado en Pereira en 1979 en el club del Comercio, presentarlo en el teatro constituía un honor a sus 75 años. La llamada era del propio Atahualpa que no andaba con empresarios ni intermediarios para sus presentaciones, venía solo (no conocí nunca un cantante así, libre, acompañado sólo de su guitarra). Recuerdo me encomendaron ir por él al aeropuerto, me encontré con un hombre grande que inspiraba un respeto gigante pero muy humilde al tratarlo, vestido de traje negro, lo llevé a la hostería Los Frailes donde se hospedó y en el camino me preguntó por el poeta Luis Carlos González, que tenían una cita para almorzar. Con doña Norma que tenía cercanía con la familia González Mejía fuimos al almuerzo, el maestro Luis Carlos andaba delicado de salud y fue un encuentro muy bello y conmovedor, hubo foto, en la oficina de doña Norma estuvo colgada durante toda su administración.

Luis Carlos le regaló a Atahualpa el libro “Poemas” que dos meses atrás el presidente Belisario Betancourt le había llevado hasta su casa junto a la Cruz de Boyacá en el grado de Caballero. Lamentablemente el poeta de la tierra no pudo asistir al concierto, donde oficié de luminotécnico y sonidista y recuerdo que hasta de conserje porque al tercer timbre y el teatro colmado, la gente empezó a aplaudir y Atahualpa no salía, bajé desde la cabina de sonido y entré al camerino que quedaba un poco distante del escenario, Yupanqui se encontraba embebido leyendo el libro de Luis Carlos González y no había escuchado los timbres. Terminando el concierto pidió un minuto de silencio mientras tocaba con su guitarra el réquiem de Mozart “Lacrimosa” en homenaje a sus íntimos amigos Martha Traba y Ángel Rama, muertos en un accidente dos días atrás en Madrid.


Homenaje a Lennon La actividad cultural de Comfamiliar llamaba a toda una juventud a ejercitarse en diferentes áreas, vi muchos ensayos de noveles grupos musicales, declamadores, bailarines, cantantes, performistas y vi cómo se ejercitó una publicación literaria llamada El Elefante Rosado liderada por los jóvenes Juan Carlos Velásquez y Alberto Verón, este último junto a Jorge Enrique Osorio dirigieron un cine club juvenil que se llamó Cineclub Comfamiliar donde fueron llegando nombres como César Augusto Zuluaga, los Hermanos Juliana y Francisco Gallo Mejía, asesorados todos por el “Flaco Marín” quién era su referente. Se me viene a la memoria una conversación que tuvo por esa época doña Norma con el rector del colegio Salesiano, donde estaba por terminar bachillerato Alberto Verón, el rector interpelaba a doña Norma por el activismo que Verón estaba ejercitando en Comfamiliar y que probablemente por ello estaba en peligro su graduación. Foto: José Fernando Marín. Gesstor Cultural Juan Carlos Velázquez

Alberto junto a Juan Carlos Velásquez y el combo del cine club juvenil quisieron hacerle un homenaje a Lennon a dos o tres años de su muerte y promover la publicación de El Elefante Rosado, como doña Norma les exigió no meter grupos de rock, el concierto lo llamaron “Latinoamerica canta a Lennon” y contrataron grupos de música andina, armaron toda una programación con “Gitanos de los Andes” de Manizales, “Los Q SON” de Cali, “Canto de los Andes” y “Canto Rodao” de Pereira, entre los que me acuerdo. La taquilla según me cuenta Juan Carlos Velásquez fue un fracaso y estuvieron a punto de cancelar porque el dinero no alcanzaba para pagar los grupos. Finalmente se llegó a un acuerdo y el “Homenaje a Lennon” se realizó.

LOS CUATRO AÑOS QUE VIVÍ EN COMFAMILIAR FUERON PARA MÍ TODA UNA ´FORMACIÓN EMOCIONAL INIGUALABLE Y HACE PARTE DE UNA VIDA QUE HE FORJADO A TRAVÉS DE LAS PRÁCTICAS ARTÍSTICAS Y DE GESTIÓN CULTURAL QUE ME HAN ACOMPAÑADO HASTA EL PRESENTE CON LA CIUDAD.


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Los Borrosos Recuerdos Sentados sobre una escalera de madera que daba a la casa principal de mi abuelo adoptivo, papá y mamá miraban a hurtadillas por la puerta entreabierta que daba a la sala principal, embelesados, -como embelesado estaba el mundo-, la centelleante luz de un televisor a blanco y negro que transmitía en vivo y en directo la borrosa llegada del hombre a la luna. Con mis hermanas, nos unimos desde los bajos de la casa con cierto miedo, al festejo -sin televisor propio- para mirar los nuevos rituales de la imagen en movimiento.

Papá con una buena venta que hizo de zapatos de la fábrica de calzado Confort donde trabajaba, nos llevó a todos al cine que quedaba a escasas tres cuadras de la casa, al teatro Centenario donde presentaban la película mexicana “Viruta y Capulina “ en la que actuaba Tin Tan (Germán Valdés el hermano de don Ramón Valdés),

Acrílico de Gabriel Posada con fondo de Frida Kahlo.2002

mi hermana Carmen se quedó dormida en plena función como solía quedarse dormida en misa y tuvo una pesadilla tal que nos hizo salir a todos del cine. Mi madre diez años antes también salió de allí apurada por la fuente de la vida que mi hermano Carlos Alberto apuró para su nacimiento, el eco de Libertad Lamarque cantando “Duerme” de la película “Si volvieras a mí ”1 acompañó su parto.

1. https://www.youtube.com/watch?v=GbUwtkPV6ic


Ese año -el año de la luna violada- yo pasaba diariamente por el teatro Centenario para ir a estudiar a la escuela Uribe de la calle 27, allí eventualmente nos llevaban a ver cine de interés escolar, la luneta del teatro, en el primer bloque de sillas se inclinaba un poco hacia arriba, hacia la pantalla, dando siempre la sensación, cuando apagaban lentamente las luces- de ir uno en despegue como en el Apolo 11.

Nunca pude entrar a las noches del CENTENARIO, fantaseaba con las estriptiseras vagabundas a las que exhibían en fotos promocionando sus encantos en grandes carteleras afuera del teatro.


Entrados los años 70 junto a papá vimos todas las películas domingueras, especialmente las que presentaban en el teatro Caldas, sobre todo eran de vaqueros, grandes nombres aparecieron ante nuestros ojos: John Huston, John Ford, John Wayne, Clint Eastwood, Franco Nero, recuerdo cuando papá estuvo en el 76 en Los Ángeles (California) trabajando indocumentado; en una de sus llamadas a casa, le dijo a mamá que me dijera que había conocido a John Wayne en una gasolinería de los Ángeles, que era igualito a como lo habíamos visto en la películas con sombrero vaquero, unos jeans sucios y botas puntiagudas.

Mi hermana mayor Gloria Inés me pedía que la acompañara a ver películas de terror en el Consota, sus favoritas eran las de Drácula: “El Poder de la sangre de Drácula”, “El Conde Drácula”, “Sangre para Drácula”, “El gran amor del Conde Drácula”, “Las cicatrices de Drácula”, etc. Publicitadas siempre con ataúdes a la entrada, todas protagonizadas por Christopher Lee, sus ojos rojos y sus colmillos sangrantes no me dejaron dormir en muchas de mis noches solitarias.


Cuando tuvimos televisor propio, mamá era poco aficionada a sus emisiones, pero había una serie llamada “El Santo” que le encantaba, su protagonista era Roger Moore que encarnaba un personaje llamado Simón Templar y fue tan grande su éxito televisivo que lo llevaron al cine, en el teatro Nápoles pasaron la película y fue la primera vez que fui con mamá a cine solos.

El Teatro Colombia era muy lejos y nunca fuimos, al Capri lo inauguraron en 1970 con “Oliver”, un musical del Reino Unido que recibió varios premios Oscar en el 68.


EL TEATRO CAPRI para mí era fantástico, lleno de cortinas amarillas mate, elegante, alfombrado, el más cómodo con un hall espaciado antes de entrar a su sala y dos salidas de emergencia a sus lados donde resaltaban como oro las carteleras con los afiches y las fotografías de los próximos estrenos.

El Capri entró a competir hasta su cierre con el teatro Consota, ambos tenían las mejores máquinas para proyectar cine y por allí pasaron los más fantásticos efectos sonoros y de imagen, claro, con las tragedias como eje central, allí vimos “Terremoto” de Mark Robson, los parlantes gigantescos que pusieron en la sala para sentir su sonido Sensurround fue escalofriante para los sentidos.

También allí en el 79 volvimos todos en familia como en el 69 ya para ver “Chanfle” de Enrique Segoviano con todos los actores del Chapulín Colorado y el Chavo del 8, aunque mi hermana Carmen volvió a dormirse, esta vez no tuvo pesadillas.


En el teatro Karka se me reveló otra cinematografía, yo tenía 13 años y medía más de 1.70 mts y me dejaban entrar a ver las películas catalogadas para 18 años: “Las mil y una noches”, “El Decamerón” y “Los cuentos de Canterbury”, la trilogía de la vida de Pasolini, me iniciaron en un camino que encontré amplio y profundo cuando llegué a Comfamiliar y conocí el Cine Club Universitario.


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Cine Club Universitario Los ecos de un gran acontecimiento cultural ocurrido en Pereira me llegaron a los oídos en 1980 cuando llegué a Comfamiliar, había pasado un encuentro nacional de cine clubes donde el invitado principal era el maestro Hernando Salcedo Silva, padre del cineclubismo en Colombia, aún en las carteleras del teatro quedaban las huellas de la programación y fue lo primero que actualicé al organizar la publicación de la semana. Por primera vez tenía en mis manos fotos y afiches de películas que en las carteleras del Capri veía inalcanzables, el rostro de Geraldine Chaplin en la película “Ana y los Lobos” de Carlos Saura fue la primera caricia a los impresos que llegaban envueltos junto a las latas de las películas que por rollos (5 o 6) de 20 minutos cada uno conformaban una película. “Ana y los Lobos” se soporta sobre tres pilares: la religión, el ejército y la represión sexual como un todo del Estado español dictatorial de Franco. Apenas empezaban mis descubrimientos con el mundo del cine profundo, humano y político y fui su alumno durante 5 años.

En Comfamiliar había un trabajador, Carlos Realpe que eventualmente le daba una mano al teatro cuando lo necesitaran, reemplazaba a don José el proyeccionista cuando este descansaba y si había alguna actividad extra él la suplía. De él aprendí a manejar las puntas de un marcador y a echarle sombras a las letras y hacer avisos pequeños y de gran tamaño. Doña Norma la directora del teatro programaba el cine para la semana y los domingos la matiné. De a poco fui metiendo “las narices” en la programación que a veces doña Norma me consultaba.


Los octubres cumplía años Comfamiliar y el teatro hacía de sus galas una oportunidad para presentar una película de estreno, una obra de teatro, y una buena compañía de ballet, vi allí al maestro Jaime Osorio Guerra, precursor del ballet en la ciudad junto a Ana María Mejía.

El estreno en Pereira del filme “Con los Ojos Vendados” de Carlos Saura se lo “robamos” al cine club y metí mi primer gol en la programación, severo afiche con la imagen de Geraldine Chaplin emulando las torturas de la dictadura argentina.

Alguna vez el programador de Cine Colombia en Cali, donde se alquilaban la gran mayoría de las películas le jugó una broma pesada al teatro, doña Norma quería en las festividades mostrar un estreno para la franja infantil y desde Cali le ofrecieron el estreno de una versión de Blanca Nieves y los siete enanitos, obviamente se alquiló esta versión a ojo cerrado. Cuando don José empezó a proyectar la cinta infantil empezaron los gritos y los silbidos por lo que se estaba viendo, nos habían prestado una versión porno de Blanca Nieves. Por fortuna había otra película que aún no se había devuelto a la Casa Distribuidora y se pudo, al menos, proyectar una película “decente”.

Las funciones del Cine Club Universitario eran los martes en funciones de 6:30 y 9:00 p.m. de la noche, ese día era mi día libre ya que las funciones eran alquiladas por el cine club que en ese entonces lo conformaban Sonia Pachón, Germán Ossa, Jesús Calle, Fernando Maldonado, Henry Sánchez y Gilberto Noreña.


Disfruté de grandes ciclos de países para mí inimaginados como Polonia, Checoslavia y los más reconocidos directores de la época: Bergman (El séptimo sello, Fresas salvajes, Persona, Gritos y susurros, Cara a cara, Sonata de otoño, De la vida de las marionetas, Persona, Fanny y Alexander), Fellini (8 y medio, Amarcord, La Ciudad de las Mujeres…) Buñuel (El Discreto encanto de la burguesía, Ese Obscuro Objeto del Deseo), Saura, Antonioni, Rossellini, Costa Gavras (Z, La Confesión, Estado de Sitio, Desaparecido).

Las películas las veía a las 6:30 y a las 9 don José me dejaba proyectarlas y el Cine Club me pagaba su proyección.


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Memorias del Cineclub UTP Entrevista a German Ossa Gabriel Posada: Sería maravilloso empezar de cómo recuerdas esa afición por el cine, ¿qué recuerdas de esa época? German Ossa: Nosotros íbamos cada ocho días a matinal al teatro Karká, mi hermana, mi mamá, Rubén Darío y yo, y veíamos dos películas, ya que el Karká tenía la fortuna de pertenecer al Circuito Otún, ellos tenían, no voy a decir que buen cine, porque supiéramos ver buen cine, porque nosotros íbamos a divertirnos y en el descanso, en el intermedio nos íbamos a mecatear y eso era un paseo brutal, y lo hicimos muchos años, no sé cuánto tiempo. Después de toda esa maratón, yo seguía yendo a cine con Luz Alba, mi hermana y ya después íbamos al Consota, al Caldas o al Capri. Y a mí me gustaba mucho como Luz Alba, mi hermana, explicaba las películas. Hacía comentarios de las películas, porque es que yo simplemente como todo cristiano, como todo el mundo decía: me gustó o no me gustó, pero me gustaba que mi hermana hablara de la fotografía, hablara de la música, hablara de los ambientes y decía que tan bueno tal cosa o tal otra y yo miraba eso con mucho asombro, me fascinaba y yo dije: ah no! esto tiene como más película. Estás películas tienen como más encanto, tienen más cosas por dentro y empecé a averiguar (eso son como años de bachillerato) a averiguar cosas que tuvieran que ver con publicaciones de cine y no había revistas de cine, no se conseguían.

En la librería famosa en Pereira, El Nogal, de pronto tenía un libro que era la historia del cine de Georges Sadoul era lo único que había de cine; libros no se conseguían, revistas menos y cuando empezamos a descubrir que había revistas de cine eran en inglés o en francés porque se conseguía era Cahiers du Cinema y se conseguían revistas de cine de esas que traían de Estados Unidos, pero que eran más de farándula que de otra cosa y las que tenían comentarios de cine, pues estaban en inglés y hay quedaba uno noqueado, pero ya después cuando me fui, después de que aprendí un poco con Luz Alba, que me fui a estudiar agronomía a Ibagué, allá fue cuando conocí a Roberto Ruiz Rojas el escritor, que era fascinante, no era profesor de nosotros, pero él era amigo de mi hermano que era profesor de la universidad; entonces nosotros teníamos acceso a él, y él nos contaba lo que veía en muchos países a donde iba como jurado de concursos de cuento o cuando iba a reclamar premios. Entonces cuando venía, ya él había visto un poco de películas que a Colombia no habían llegado, entonces nos hablaba de eso. Y cuando llegaban esas películas ya uno las entendía “entre comillas” un poquito mejor, con él aprendí ya cositas que tenían que ver con el lenguaje del cine, que ahí es donde empieza uno a tener encariñamiento por el cine. Gabriel Posada: Con respecto a esa época. ¿Alguna vez entraste al teatro Centenario? German Ossa: Sí, claro, a los dos teatros, el Centenario y el Colombia que hoy día son tiendas, son supermercados. Los dos eran teatros pulgueros como el teatro Pereira, el teatro Pereira era un poquitico más elitista comparado con esos dos, que eran totalmente relajo y eran teatros donde uno nunca tuvo la posibilidad de colarse.


En el teatro Pereira sí y al Caldas, porque en el Pereira y en el Caldas muchos de los que trabajaban ahí como vendedores de mecato pasaban vendiendo la crema por encima de uno en plena película y nosotros como éramos amigos de los porteros de los teatros, nos dejaban entrar y muchas veces nos tocaba entrar con la bandeja donde estaban los conos para que el portero, si no nos conocía creyera que nosotros trabajamos ahí y así entramos colados y vimos muchas películas, sobre todo la época de Kirk Douglas, de Tony Curtis, las películas religiosas.

Hernando Salcedo Silva. Segundo en la foto conversa Ricardo Illian. Coctel de inauguración Encuentro de Cineclubes 1980

En Semana Santa nosotros no perdíamos película porque era la oportunidad bonita, espectacular para entrar colados a cine, porque había mucho público. Y el Centenario y el Colombia eran teatros que pasaban películas comunes y corrientes, mexicanas, películas de vaqueros, las taquilleras de Hollywood. Ese circuito, ese cine popular era más que todo mexicano. Los dos teatros pasaban películas que se empezaban en uno de los dos y cuando terminaba el primer rollo, empezaba el mismo en el otro teatro y había una persona que pasaba los rollos en bicicleta, de eso soy testigo, porque eso nos tocó a nosotros vivirlo y los porteros comentaban (que vivían cerca a la casa) que había veces que sufrían mucho cuando el público se quejaba porque decía que la película se cortó, se reventó y era que algún inconveniente había tenido el muchacho, el mensajero, que estaba transportando un rollo que acababa de terminar en el Centenario y que iba para el teatro Colombia. German Ossa, Hernando Salcedo Silva y Fabio Medellín.



Sobre el Cine club Universitario Según el libro de Hernando Martínez Pardo, el cineclub nació en 1973 pero yo no era miembro del cineclub. El cineclub nació en un tercer piso, en el apartamento de unos estudiantes en la calle 18 entre carreras 10 y 11, a todo el frente de la salida de Torre Central, donde yo tengo ahora la galería. Ahí vivían unos estudiantes y ellos botando corriente, le dieron luz a esa iniciativa. Estaban: Marco Tulio Sánchez, Isabel Cristina Gutiérrez, Manuel J. Bolívar, Fabio Ocampo (que entre otras cosas acaba de fallecer hace como tres o cuatro días) Foca el de Cali y Carlos Galvis; ellos fueron los fundadores del Cineclub. Yo venía con frecuencia de Ibagué porque estudiaba agronomía, cuando ellos formaron el cineclub y le preguntaba a mi hermano que, qué había para hacer y él me decía que el único cine que él veía que pasaban en Pereira que era como raro y que me pudiera gustar, era el de Comfamiliar. Entonces yo fui a Comfamiliar, y en Comfamiliar me encontré con Manuel J. Bolívar, que era de la barra mía de cuando yo estaba en bachillerato, él vivía en la 18 con 3a, y yo vivía en la 17 con 3a, éramos amigos de barriada. Pero ya cuando vine de Ibagué a Pereira y empecé a ir a las funciones de Comfamiliar, yo les tenía una ventajita a ellos, como yo era amigo del dueño de cinco de los siete teatros que había en Ibagué, en Ibagué se veía mejor cine que en Pereira, porque todas las películas que llegaban a Colombia, llegaban primero a Bogotá y casi paralelamente a Ibagué. ¿Por qué? porque Jorge Cruz era el dueño de esos cinco teatros y el hombre había vivido en Los Ángeles y él había tenido su participación en cine, había participado en unas películas.

Él me veía a mí en Ibagué entrando a las películas de ellos, unas películas que se pasaban en el teatro Imperial, en función de “hoy único día”, así decía la cartelera. Y todas esas películas que pasaban los martes, en “hoy único día” eran las películas buenas, las que después uno veía en los cineclubes en el país. Entonces cuando el cine club universitario pasaban X o Y película yo ya la había visto. Cuando yo empecé a hablar en los foros, ellos me dijeron, venga, hermano ¿Usted por qué no hace parte del combo de nosotros? pero yo estaba yendo y viniendo de Ibagué, entonces, yo entré al cineclub concretamente, en serio, dos años y medio después de haberse fundado el Cineclub Universitario UTP.


Gabriel Posada: Cuando yo llegué a Comfamiliar ya conocí a otro grupo, es decir, ahí conocí fue a Fernando Maldonado, a Jesús Calle. ¿Vos llegaste primero que ellos entonces? German Ossa: Sí claro. Gabriel Posada: ¿Entonces, la otra gente que inició el cineclub porque se fue o no vivían acá en Pereira o cómo fue? German Ossa: Se graduaron y se fueron. Porque son de Cali y Medellín básicamente y Manizales. De los fundadores del Cineclub Universitario, el único que era de Pereira era Manuel J. Bolívar. Gabriel Posada: Del encuentro de cineclubes, que además fue muy importante en Colombia, lo sé de unos testimonios de Hugo Sánchez y Fabio Medellín. Entonces, me gustaría saber ¿Cómo lo organizaron y por qué tuvo esa importancia tan grande dentro de la historia del cineclubismo en Colombia? German Ossa: Por algo muy elemental Gabriel, porque ya se habían hecho como siete encuentros nacionales de cineclubes, pero cuando se iba a organizar el octavo que fue el nuestro, ya estaba Fernando Maldonado, Amanda Castiblanco, Sonia Pachón; estábamos nosotros, la plana mayor.

Los que le pusimos mucho cariño al cineclub, demasiado cariño. Entonces nosotros dijimos: organicemos el encuentro, pidamos la sede para Pereira y como eso se definía era como por correspondencia, con telegramas y con cartas, las cartas se demoraban ocho o diez días para llegar, los telegramas eran más rápidos, pero nos ganamos la sede y en una de las reuniones del cineclub, no de junta directiva, porque el cineclub tenía junta, pero siempre que nos reuníamos, éramos todos los mismos y dijimos: vamos a organizar un evento bien bueno. Entonces Maldonado dijo: yo consigo recursos con la Universidad Tecnológica, además el cineclub se llamaba UTP, y él consiguió recursos y todos los demás conseguimos aportes, pequeños aportes, pero conseguimos de cómo poder hacer un Encuentro Nacional de cine, pues, con mucho caché. Trajimos al padre Hernando Salcedo Silva, lo tuvimos aquí con nosotros y a Fabio Medellín.

Cuando miramos el presupuesto era atender a 25 personas y vinieron 52, vinieron 52 miembros de cineclubes de todo el país y dicho por todos: “el mejor encuentro nacional de cineclubes que se ha organizado hasta hoy en la historia del cineclubismo en Colombia” porque en el Festival de Cine de Cartagena se han hecho encuentros de cineclubes, pero de manera incidental y accidental, no programada con el juicio, con la meticulosidad, con el orden, con el amor que nosotros lo hicimos. En esa época existía Prosocial en Dosquebradas, que era una sede social donde hacían fiestas de matrimonios, fiestas de 15 años (y no sé qué cosas) y nosotros conseguimos Prosocial prestado, nos lo prestaron como aporte al Encuentro Nacional de Cineclubes.


Gabriel Posada: Yo quería saber algo. En esa época desde que llegaste vos a Comfamiliar, es que tengo la duda de Antonio Gallego. ¿Él cuándo sería que fue director ahí en Comfamiliar? ¿Cuándo vos llegaste en el 77, de pronto él era el director de Comfamiliar? German Ossa: Yo coincidí con el también en un festival de cine de Cartagena, pero por la época él ya había salido de Comfamiliar. Él le cedió el paso a doña Norma Montes de Ramírez. Gabriel Posada: Y de Antonio Gallego ¿qué te acuerdas? Me dicen que él era fotógrafo también ¿Verdad? German Ossa: Un fotógrafo excelente y crítico. Era muy crítico, al hombre no le gustaba nada y sus comentarios eran muy asertivos, el hombre era muy fulminante, era demasiado inteligente y era muy irreverente, porque lo que le gustaba, le gustaba y lo que no le gustaba, no le gustaba. Gabriel Posada: Y hablando un poco más de Antonio, ya posteriormente, cuando vos fuiste gerente del fondo mixto, pues, esa obra, además que es una obra muy importante a pesar de que no fue acabada, la obra de Antonio, “El Gran Capo”; pues me he dado cuenta que lo tienen como referente en muchos estudios del narcotráfico, que hay gente además que quiere hacer una película con ese libro. German Ossa: Lisandro tiene ese texto, lo tiene desde hace rato y él lo ha querido mucho. Lisandro además ha querido hacer a Don Berlon. Bernardo el diplomático. Y ha querido también hacer la película sobre Carlos Hoyos, sobre Foto Hoyos, el papá de Carlos Hoyos el que inventó el Copter Vision. Esos tres referentes los tengo muy claros, que a Lisandro siempre le han patinado en su memoria con deseo de convertirlos en película.

Paticipantes en conversatorio del cine clubismo, Antonio Gallego, Jorge Hernando Delgado, Hugo Sánchez.

El conoció a Antonio Gallego, él supo de Antonio Gallego y a él le gustó mucho cuando publicamos el libro, cuando le llegó a sus manos él dijo: ¡Qué maravilla! y dijo que había que hacer lo posible por convertir eso en una película, pero no se ha podido por problemas de presupuesto. Gabriel Posada: ¿Y cómo editaste ese libro? ¿Fue la familia? ¿Cómo llegó a tus manos ese texto y porque se publicó? ¿Con autorización de quién? Pues, ya Antonio se había muerto hace rato. German Ossa: Creo, si no estoy mal que fue por el fotógrafo Fernando Henao. Fernando llevó el manuscrito, nosotros propusimos a la Junta Directiva del Fondo Mixto y el proyecto fue aprobado de primera apenas llegó. Antonio Gallego era irreverente, era atrevido, grosero, muy altanero, pero era muy inteligente y el hombre era muy indisciplinado, porque él se emborrachaba en la cabina de Comfamiliar. Gabriel Posada: Sí, sí, sí, eso me lo contó don José. German Ossa: Don José proyectaba las películas y Antonio se las veía desde la cabina. Además, le gustaban los recortes de las películas; cuando se partían por el calor o por lo que fuera, él ayudaba a hacer la edición, a pegarla, pero se quedaba con pedazos, con colas, y eso le encantaba a él. Uno en las agendas y cuadernos le encontraba colillas de películas, pedazos de película.


Nosotros teníamos un contrato con Comfamiliar para una sola función los martes a las seis de la tarde, seis y media. Si no que tuvimos tanto éxito, era tanto la afluencia de público, que no dábamos abasto y tocó solicitarle encarecidamente a doña Norma, que le pidiera a la Junta de Comfamiliar que nos dejara pasar dos veces la película y eso nos lo enredaron mucho rato, casi que no nos lo prueban. Eso nos tocó, creo que, montarle influencia y lo logramos, coronamos, logramos que el cineclub tuviera dos funciones; a las seis y a las nueve, seis y media y nueve de la noche. En el hall de entrada al teatro de Comfamiliar había una mesa de mármol, que el ancho de la mesa era de más o menos tres centímetros de grueso, el calibre. Esa mesa se nos partió una vez que en una función el público de salida de la función de 6:00pm se encontró con el público de entrada de la función de las 9:00pm, ya que hubo mucha afluencia de público, estábamos presentando la parte uno de El Padrino, y se rompió esa mesa porque se pararon en ella, además rompieron la puerta de entrada de Comfamiliar, que era y es de vidrio; la puerta y la mesa nos tocó pagarla a los del cineclub.

Gabriel Posada: Yo de aquella época recuerdo mucho, cuando llegué allá a Comfamiliar que había muchos cuadros de Chucho Calle, en la oficina del señor Baena, en la oficina de la dirección, por ahí empecé también a interesarme por la pintura y Chucho le regalaba a doña Norma cada diciembre un cuadro. Entonces, yo alguna vez hasta le pedí a doña Norma que, si me podía hacer el contacto con Chucho Calle, para que me diera unas clases de pintura, y ella llamó a Chucho Calle y de una vez me fui por allá, como poa Alfonso López, él tenía por allá un apartamento. Recuerdo que me dijo: “yo no soy un profesor común y corriente, yo me reúno con unos amigos a charlar y ahí nos ponemos a pintar, a dibujar. Usted vera si viene”. Y al final me di cuenta que era un grupito ahí como muy intelectual; no me han gustado mucho. Entonces decidí no volver, pero por lo menos tengo el recuerdo de Chucho que aceptó que estuviera ahí reunido con él. Otro pintor era un señor Héctor. German Ossa: Héctor Ramírez. Gabriel Posada: Quisiera que me hablaras un poquito de él. Tengo unas anécdotas con él. A veces llegaba con pinturas de él donde doña Norma, para empeñárselas, le decía a doña Norma que necesitaba una plata, para cualquier cosa, y le dejaba sus obras en empeño. Efectivamente luego venía por los cuadros, nunca dejó ningún cuadro allá.


German Ossa: Héctor Ramírez es un pintor muy bueno, extremadamente bueno y el dejó profunda huella en Pereira. El hombre puso a pintar a Diego Roldán. Diego Roldan pinta muy parecido a Héctor Ramírez y Juan Carlos Vargas, ellos le copian la pintura abiertamente a Héctor Ramírez. Héctor Ramírez fue el que les enseñó a hacer ese tipo de pintura, la que hacía Diego Roldan y en la que en su gran mayoría hace Juan Carlos Vargas. Ahora Vargas ha explorado mucho y se ha abierto a otras posibilidades, pero la esencia está en la pintura de Héctor Ramírez. Héctor Ramírez, le cuento, le enseñó también a Diego Roldán a vivir. Héctor Ramírez cambiaba la comida por cuadros. Y Diego Roldán cambiaba también por comida en el Mesón Español; muchos de los cuadros que hay hoy día en el Mesón Español eran cuadros que iban quedando empeñados porque Diego Roldan, que hacía lo mismo que Héctor Ramírez prácticamente, o los dejaba empeñados o los cambiaba por comida. Y Héctor Ramírez también tenía la osadía de invitarlo a uno a tomar cerveza y a comer salchichón, con un cuadro enrollado debajo del brazo, él le decía a uno: camine, vamos allí al frente del pavo, ahí había una cantinita y él vivía cerca (Héctor Ramírez) por ahí vivía Aparicio Posada, y nos íbamos los tres a tomar cerveza y a comer salchichón, y cuando estábamos ahí después de una cuenta grande que era de setenta, ochenta mil pesos. Nosotros decíamos que nos íbamos a ir y Héctor Ramírez nos decía: espérense un momentico yo miró a ver cómo cuadro esta cuenta. Y se iba y hablaba con el dueño de la tienda y dejaba empeñado el cuadro, y con eso pagaba y así lo hacía en muchas partes, por eso le cogí yo mucho miedo, porque a veces lo invitaba a uno a almorzar a la Tranquera y él se lleva un cuadro, y con el

cuadro enrollado era que empezaba el negocio, porque no solamente pagaba la cuenta del almuerzo, sino que quedaba el cuadro empeñado para poder seguir yendo a almorzar. Gabriel Posada: El Cineclub cómo tal en la ciudad fue muy importante, la cita era los martes, era una cita muy hermosa e iba todo tipo de gente; digamos como la misma ciudad que ha sido tan tolerante con sus ciudadanos, entonces, allí se reunían para ver una película gente de todo tipo de tendencia política; pues yo me acuerdo muy joven, Rodrigo Rivera por ejemplo, que aprovechaba ahí para hacer su proselitismo político con la gente que estaba haciendo cola, con los celadores, lo recuerdo perfectamente. Recuerdo a este señor Brito que alguna vez fue director del DAS y a Silvio Girón, que siempre iba todos los martes sagradamente al cine club, siempre llevaba un libro, normalmente de un premio Nobel y daba lora con el libro que le gustaba mucho. Ese tipo de cosas ¿de esos personajes de quién te acuerdas? Esa coyuntura ahí, tanta mente luminosa que se reunía justo los martes en Comfamiliar. Es que no había otro sitio, yo jamás vi en Pereira otro sitio igual, donde se reuniera tanta gente de tan diversa posición política e intelectual. German Ossa: Tengo para contarle que el único que no fue y que quiso ir fue Cesar Gaviria, porque al cineclub iba Ana Milena Muñoz, la esposa de él, iba Hernán Muñoz, el hermano de Ana Milena, que también ha tenido cargos importantes. Iba obviamente Fernando Brito que fue director del DAS, que fue del gabinete de Gaviria cuándo fue presidente, iba obvio, Silvio Girón, Rodrigo Rivera. Mucha gente que ha tenido cargos políticos importantes me conocieron personalmente en Comfamiliar, cuando yo hacía las presentaciones de las películas; muchos me dicen cada rato que me encuentro con ellos en la calle:


“yo aprendí a querer el cine por usted”, mucha gente me lo ha dicho. Pero por ahí pasó, creo que el 80% de la gente que tiene un cargo político importante hoy día en Colombia, qué es de Risaralda, que es de Pereira. Gabriel Posada: Disculpe ahí lo interrumpo, me consta. Alguna vez estábamos vos y yo, recuerdo en el hotel Meliá, por allá tomándonos un tinto, cuando llegó como un panel de abejas, porque eran muchos uniformados y guardaespaldas y se vinieron hacia nosotros, y nosotros más aterrados, cuando en medio de ese enjambre apareció este señor Fernando Brito a saludarte, a recordar viejos tiempos, lleno de guardaespaldas, eso fue impresionante para mi esa vez que estábamos allá en el Meliá. German Ossa: No hace mucho sucedió algo parecido Gabriel, estaba yo en el Movich (Antiguo hotel Meliá) con don Eduardo Toro, un señor amigo; ese día había estado militarizado todo el Movich, eso fue hace más o menos un año y cuando salía como por el lobby; nosotros estábamos en la cafetería, salían unos escoltas y unos militares, todas esas cosas, porque estaban esperando que entrara un personaje y era Rodrigo Rivera, que venía a dictar una conferencia sobre la paz y entonces el hombre, rompió el protocolo, se le salió a todos ellos y se vino derecho donde yo estaba con don Eduardo, a la cafetería y me dijo: es que como no voy a saludar yo a Germán, si fue mi profesor de cine; porque yo además le di cine a él en El Salesiano cuando él era estudiante (estaba terminando bachillerato) además de que iba al cineclub, fue alumno mío en una clase que se llamaba educación estética en El Salesiano.

Gabriel Posada: Yo recuerdo mucho a doña Norma, una señora de la alta sociedad Pereirana, que hacía todo lo posible para que las películas fueran de contenido un poquito familiar; ella organizaba la programación normal de Comfamiliar, de miércoles a sábado y los domingos, eran películas de familia. Siempre se mantenía muy prevenida con Usted, con el cineclub por el tipo de programación que se hacía. De esa relación, recuérdeme algo de doña Norma con su postura ideológica: German Ossa: Pues eso era aterrador. Era una manera de vivir la censura en carne propia. Yo no creía que la censura fuera verdad, después leyendo cosas me di cuenta que las censuras se pueden ejercer sobre las películas hasta en la misma traducción de los subtítulos, porque los hábiles y astutos (los gobernantes) pueden permitir que muchas películas sean exhibidas, pero en la traducción les meten el gol a los espectadores.

Pero con doña Norma era aterrador, ella entraba a la sala; ella todos los días salía a las seis de la tarde para su casa, pero cuando había cineclub, se quedaba porque ella alcanzaba a mirar un pedazo del comienzo de la película y con base en el comienzo se daba cuenta si la película era normalita o no, se podía dejar presentar o no, y nos pasó, no sé si usted lo recuerda con Novecento, las dos partes de Bertolucci, que la película empieza con unos niños jugando en la tierra que uno hace un hoyito y se acuesta sobre ese hoyito y empieza como a hacer el amor y entonces en ese momento, doña Norma me mandó llamar.


Me dijo: esa película no se puede exhibir a las nueve y ese día solamente la pudimos dar a las seis, la parte uno, y fue cuando nos tocó conseguir el teatro Consota, que nos lo prestaron, nos lo alquilaron para presentar el Cineclub a las doce de la noche, que eso lo pasamos algún tiempo hasta que volvimos a Comfamiliar. Gabriel Posada: Y de esas programaciones así ¿de qué te acuerdas? Es que ustedes hacían ahí unos ciclos espectaculares también. German Ossa: Vea, eso tiene una explicación muy elemental, lo bueno es que con el cineclub uno aprendió a conocer la gente que sabía de cine y entonces los mismos programadores de las casas distribuidoras le daban a uno referencias: háblese con tal persona de Bogotá o de Cali, que él programa muchas películas y él sabe qué recomendarles. y eso fue una maravilla porque así conocimos nosotros la posibilidad de exhibir cine cubano, cine soviético, cine polaco; que son países socialistas y eso nos dio la posibilidad de pensar en la posibilidad de traer cinematografías de otros países, pero nosotros lo hacíamos con un aporte, un aditivo que era muy llamativo y que a nosotros no nos significaba mucho económicamente y hacíamos el esfuerzo porque el cineclub daba para eso; nosotros nos dábamos el lujo de traer, por ejemplo, una muestra de cine polaco y traer a Mauricio Laurens para que hiciera la presentación de todo el ciclo y él estaba la noche de la inauguración del ciclo de la primera película, le pagamos hotel y al otro día por la mañana lo despachábamos. Así lo hicimos con varios críticos de cine del país y trajimos ciclos muy importantes, por eso tuvimos la oportunidad de conocer el cine de Tarkovski, conocimos a Donatas Banionis, que fue el actor ruso que hizo el papel de Goya y que también hizo el papel de Beethoven;

dos películas impresionantemente hermosas. Conocimos cine socialista que era imposible ver en las salas comerciales, vimos películas: El hombre de mármol, películas polacas que nunca en la vida han tenido la posibilidad de volverse a exhibir en la ciudad de Pereira. Gabriel Posada: Ya que hablas de ese tipo de cine ¿De pronto Santiago Londoño patrocinó algo de esos ciclos? ¿Lo conocieron? ¿Influyo en algo? German Ossa: No, porque Santiago Londoño, yo lo conocí a él, pero Santiago Londoño estaba casado era con La Casa de la Amistad con los Pueblos, entonces las actividades que se hacían en la casa de la amistad con los pueblos, contaban con una invitación para nosotros donde invitaban a Fernando Maldonado, a Amanda Castiblanco, a Sonia Pachón a dictar unas charlitas sobre películas que ya habíamos exhibido, o sobre películas que íbamos a ver, pero nunca tuvo una relación directa con el cineclub universitario, jamás. Gabriel Posada: Ni idea que Sonia había estado en el cineclub. ¿Guardas algo de esa época con ella? German Ossa: Claro, claro. Ella hizo parte del cineclub con Amanda Castiblanco y Sonia Pachón en la época de Fernando Maldonado, ellos tres fueron parte fundamental del cineclub universitario y ellos en cierta forma le dieron mucha organización al cineclub por la cuestión metódica, por respeto al manejo de las taquillas (claro que eso lo manejaban ellos) yo nunca manejé la taquilla, eso lo manejó fue Chucho Calle en la época en que estaba Chucho, a mí me tocaba pedirle plata a él para hacer llamadas telefónicas (imagínese) y para ir a Cali a mí me daban viáticos y yo era el que programaba. Yo era más o menos el que conocía un poquitico de películas que podían ser taquilleras para el cineclub y sin embargo a nosotros, a mí me


tocaba pedirle permiso a Chucho y pedirle los viáticos para ir a Cali a programar. Ese viaje había que hacerlo de un solo día, eso no era de hotel ni nada, sino ir madrugados: programar, almorzar y para Pereira. Pero Sonia fue clave en el cineclub con Amanda Castiblanco. El cineclub universitario es bueno que tenga en cuenta que fue clave fundamental en la consolidación de la Federación Nacional de cineclubes. El cineclub universitario, si lo quiere saber: yo fui jurado en un Festival de Cine de La Habana por culpa del cineclub universitario, porque hubo una reunión en 1983 en La Habana, en pleno festival de cine de los cineclubes del mundo, sobre todo de los países que hacen parte del festival de cine iberoamericano de La Habana y escogieron a tres personas en una asamblea de esos cineclubes de todo el mundo para que fueran jurados de ese Festival de Cine de La Habana España, Cuba y Colombia. Y de Colombia, fue el Cineclub Universitario. Fuimos nosotros. Gabriel Posada: En relación a la alcaldía de Rodrigo Campo Ossa, él quiso cobrarles impuestos. ¿Cómo hicieron ahí para evitar esa paga de impuestos por las boletas? German Ossa: Yo creo que tuvo éxito un artículo que yo escribí en mi columna de cine donde decía, que eso era una alcaldada y eso al hombre le dio muy duro, pues cómo se le ocurría en lugar de la alcaldía aportarle al cineclub, ayudar a esa actividad y cómo se venía con ese adefesio encima, que, ¿cómo nos iba a cobrar impuestos tanto a Comfamiliar como al Cineclub? y listo, ahí paró la cosa. Gabriel Posada: Y vos me recomendaste, yo no sé cómo, es que no recuerdo muy bien eso, lo de ser inspector de cine aquí en Pereira. Entonces éramos varios, Aparicio Posada, creo que también era uno de los inspectores de cine.

German Ossa: Tuvo carnet. Gabriel Posada: Con carnet, sí, yo tengo el carnet por ahí. German Ossa: Yo lo tengo.

Gabriel Posada: Yo también. ¿Eso cómo fue? ¿Eso cómo funcionaba? ¿Por qué? German Ossa: Eso fue a raíz del Encuentro Nacional de Cineclubes porque nos hicimos conocer de la gente que fundó el patrimonio fílmico colombiano, nos hicimos conocer de ellos y nos hicimos conocer de los críticos de cine duros que había en Bogotá, que no necesariamente eran de cineclubes. Por ejemplo: Mauricio Laurens, que ha sido y creo que es de la Junta Nacional de clasificación de películas, un nombre muy amañado, muy bonito, para encubrir la Junta de Censura, que son los que permiten que ciertas películas se exhiban o no en Colombia, esa junta de clasificación de películas, que la película debe ser apta para 12 años, para 15, para 18, para 21-23-25...50. Ahí es cuándo sacan las películas que no quiere un gobierno, un estado, que se exhiban. Ahí fue cuando nosotros tuvimos el llamado de Bogotá, del Ministerio de Comunicaciones, porque no existía el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Comunicaciones me llamo un día y me dijo vea: necesitamos que esa zona, Pereira, tenga unos fisgones,eran pendientes de que ciertas películas que estaban prohibidas en


las salas, no sé si usted se acuerda Gabriel cuando hacíamos los informes que tenían que cumplir con unos requisitos: que la película empezara a determinada hora, que se exhibiera el cortometraje de sobreprecio, que la luz se apagará a no sé qué, y que otra cosa que nunca, nunca en las salas comerciales respetaron: que era, no prender la luz hasta cuando no terminarán de pasar la ficha técnica, los créditos de la película al final de la misma, eso siempre cuando decía la palabra “the end” cuando decía “fin” antes de que aparecieran los créditos, la ficha técnica y los patrocinadores, la gente que puso el billete para hacer la película; prendían la luz y apagaban la proyección. Se robaban un pedazo de película y eso que no sé si usted se acuerda Gabriel, pero muchas películas, después de que la película termina tiene una canción muy hermosa, tienen una banda sonora espectacular que acompaña la lista de créditos y de patrocinadores y del elenco que participó en ella. Gabriel Posada. Sí, desgraciadamente, y aún sigue ocurriendo... German Ossa: Y eso nos servía para entrar a cine gratis a todas partes. Gabriel Posada: ¡Pero claro! Eso era lo más importante para nosotros. German Ossa: Claro Gabriel, y no solamente entrabamos en Pereira gratis a cine, porque con el carnet de inspector uno podía entrar a cualquier sala del país. Gabriel Posada: A cualquier sala del país, correcto, sí. Me ocurrió algunas veces que pude entrar a otras salas fuera de acá de Pereira. Y como anécdota: nos asignaban teatros, exclusivamente para cada inspector un teatro, y a mí me tocó el Teatro Pereira ¡imagínate! Y en esa época daban cine porno.

Alguna vez me tocó un informe, porque me di cuenta, que ellos por ahorrarse alquileres, presentaban la misma película, pero le cambiaban el título. Afuera en el cartel decía, qué se yo: “Quince días con Roxana”, un ejemplo, y a la siguiente semana era la misma película, pero afuera colocaban otro título. Me tocó alguna vez hacer un informe respecto a eso. German Ossa: ¡Qué maravilla! Gabriel Posada: Yo quedé con esa manía de no prender la luz hasta que saliera la palabra “fin” cuando fui proyeccionista del Santiago Londoño, al principio de tu administración. Yo estuve ahí, no recuerdo, como tres o cuatro meses. A la gente le daba rabia, porque yo prendía las luces, pero cuando decía “fin”, obviamente ya no había nadie en la sala, pero algunas veces me decían, que prendiera la luz porque podría ocurrir un accidente por la luz bajita y tal, pero verdad, era por una norma del Ministerio de Comunicaciones que no se cumplía, ni se cumple aún. Solamente eso lo vemos en los festivales de cine que es una cosa maravillosa poder uno disfrutar. Uno sabe que para hacer una película son cientos de personas que están ahí pendientes de cualquier detalle y los créditos son muy importantes en ese aspecto, la música, ese tipo de cosas. Me acuerdo mucho también por esa época de Comfamiliar y del cine club universitario que vos también programabas en el Banco de la República, el cine del Banco de la República, que era en 16 milímetros, que las películas, creo que las conseguías, era con la embajada alemana y con la embajada de Francia, creo. German Ossa: Si, correcto. Gabriel Posada: Y esas eran de día, tres de la tarde creo que eran las funciones. German Ossa: Sí, sí. Gabriel Posada: Háblanos un poquito de esa experiencia allá en el Banco de la Republica.


German Ossa. Fue una época muy bonita porque la directora era Alba Lucía Jaramillo, ella era una mujer muy, muy inquieta, era una mujer que le gustaba mucho la cultura y el arte, era una mujer que había viajado mucho por el mundo. Yo iba al Banco de la República a leer y a consultar y a mirar de pronto en la biblioteca fichas técnicas de películas que íbamos a programar. Entonces me fui haciendo amigo de todas esas muchachas que trabajaban allá y me fui haciendo amigo de Alba Lucia Jaramillo, hasta el punto que muchas veces yo iba al Banco de la República en la mañana y cuando llegaba, me decía Liliana o me decía Esperanza: ¡ay la doctora lo necesita! y yo muy aterrado, yo iba y entraba donde ella y era que no quería trabajar y se sentaba a charlar conmigo, por ahí de nueve de la mañana a doce del día. Eso se quitaba los zapatos y los ponía sobre otra silla y se ponía a contarme historias de sus viajes por todo el mundo. Esa amistad; ella me dijo a mí que le pasara una propuesta para pasar películas ahí, eso fue idea de ella. Entonces yo le dije: hagamos un cineclub, el cineclub del Banco de la Republica, con plata del Banco de la República, a mí me pagaron, me pagaban mensualmente por pasar una película semanal creo que era los jueves o miércoles, como a las 3:30 de la tarde, yo tengo afiches, tengo afiches de esos que ella mandaba a timbrar del Banco de la Republica, llegaban de Bogotá, timbrados con el logo del Banco de la República, cineclub Banco de la República y ahí pasamos muchas películas: Carmina Burana, nosotros llenamos la sala del Banco de la Republica con Carmina Burana cada que la exhibíamos, hasta que se la robaron en Manizales, esa película desapareció del mapa.

De la embajada alemana, pasamos todo el cine de arte, todo el cine hermoso, inteligente que tenía la embajada alemana en su cinemateca, ahí nos conocimos, nos hicimos muy amigos de Gustavo Valencia que es un crítico muy importante en el país, fue el director del cine club del Instituto Goethe, que era de la embajada Alemana, y conocimos a Sabine Menestreim que era la señora que manejaba el catálogo y ella nos prestaba las películas primero ocho días, después quince días y después nos prestaba una película un mes. La podíamos exhibir las veces que quisiéramos. Esa fue una actividad muy bonita. Hay celadores, de esos guardas que trabajan por ahí con seguridad estatales, seguridad no sé qué, que trabajaron en esa época como vigilantes en el Banco de la República que me hablan de cine. Gabriel Posada: ¡Qué maravilla! ¡Muy bonito eso! German Ossa: ¡Muy bonito! Gabriel Posada: Mira que dentro de mis anécdotas personales con ese cineclub del Banco de la República hay una vaina ahí que todavía no tengo clara, ni la voy a tener clara nunca, porque lo he investigado bastante, es decir: yo estoy casi seguro que yo vi una película allá, un documental alemán dónde vi una barca gigantesca que llevaba una especie de figura egipcia envuelta en telas, en una barca gigantesca, yendo de población en población hasta llegar al mar. Entonces, yo te preguntaba a ti, le pregunté también al director del Instituto Goethe en ese entonces, cuando tuve la oportunidad de ir a Alemania, pregunté también allá, le comentaba a mucha gente que le gusta el cine y nadie me dio respuesta a eso, de que la habían visto. Entonces yo ya he optado como por pensar que esa vaina me la soñé.


Pero yo estoy casi seguro que la vi fue en ese cineclub de dieciséis milímetros del Banco de la Republica. Porque es un referente muy importante para la obra Magdalenas por el Cauca, que fue tirar estás balsas al río y navegarlas por varias poblaciones por acá en Risaralda. Gabriel Posada: El doctor Alberto Ilian, muchas veces fui allá, que vos me mandabas con la cuenta de cobro por el aviso en la revista del cineclub. ¿Cómo llegó Alberto Ilian a conocerlos? German Ossa: Al doctor Ilian lo conocí por Gustavo Orozco, porque Gustavo Orozco toda la vida fue un padrino del Cineclub universitario en la clandestinidad, a él no le gustó nunca figurar, nunca, y él nos daba aportes económicos pequeños, y le daba al cineclub anterior, antes de que yo entrará al cineclub Universitario UTP, antes de nosotros, Maldonado, antes de que la generación cuando estaba usted, antes de cuando estaba Chucho Calle, antes. Él le aportaba al cineclub universitario, como mecenas, pues como alguien que quería el cine, porque el hombre ha sido un gomoso del cine toda la vida, por él conocimos a Alberto Ilian que también iba al cineclub. Él iba como espectador a algunas películas, además nos recomendaba películas porque era un hombre muy inquieto, y él muchos años después, nos dimos cuenta que se iba, por ejemplo a Argentina a ver cine; él me decía a mí cuando sabía que íbamos a ir a Cartagena a un festival de cine, me decía: de pronto nos vemos allá este fin de semana, porque quiero ir a ver algo del festival; tenía esa posibilidad y el hombre era un personaje que hacía todos los galpones de las fábricas de gaseosas del país y el hombre lo único que nos pedía era que le colocáramos el avisito en la revista “Estructuras metálicas Ilian”. Siempre, por él, se pudo garantizar que la revistica que hacía el cineclub universitario saliera, muchas veces (por eso nos dimos el lujo).

Yo le quiero contar otra anécdota que quiero que quede consignada en alguna parte. Nosotros tuvimos la osadía de cobrar la revista, que era la programación del Cineclub, una cosa que era una ventaja para nosotros, para el cineclub y nosotros cobrábamos la revista y eso era pues, un escándalo, pero el cobrar la revista, surgió a raíz de: como a nosotros nos apoyaban la publicación, a nosotros nos daban la plata suficiente para hacer la revistica, para hacer el programa y repartirla, distribuirla, pero a nosotros nos daba mucha tristeza, no sé si usted se acuerda, que cuando terminaba la proyección de la película nos encontrábamos la revista en un ochenta por ciento tirada en el piso, y alguien nos dijo: “pues es que ustedes son muy tontos, no regalen la revista”, porque nosotros la regalábamos con la venta de la boleta, a la entrada de la sala de Comfamiliar, y alguien nos dijo: “véndanla, que a la gente lo que le cuesta eso sí le duele” y ese fue el remedio. No era para que le entrara más plata al cineclub, porque no la necesitábamos porque la taquilla era suficiente para garantizar la programación, pero eso benefició mucho al cineclub. Gabriel Posada: ¿Conociste a Jaime Osorio ahí en la cuadra por donde vivías o fue tiempo después que lo conociste? German Ossa: Lo conocí después, porque él alcanzó a estudiar en el Deogracias. No creo que se haya graduado y yo lo conocí en el colegio, pero de lejos, y ya después nos hicimos amigos, cuando empezamos a saber el uno del otro, él varias veces me hospedó en un apartamento que tenía el hermano en Cartagena, que yo creo que alcanzamos a ir algún día nosotros. Jaime Osorio me relató, que él se acordaba de mi hermano Fabio y de mí en el colegio, que él nos había distinguido, como se decía la otra vez, en el Deogracias.


Gabriel Posada: Y Lisandro Duque ¿También estudió en el Deogracias? German Ossa: Lisandro también estudio en el Deogracias. Gabriel Posada: Como por esa misma época más o menos. German Ossa: A Lisandro también lo trajimos cuando estábamos en el cineclub y en el Banco de la República, y con él hicimos dos talleres muy buenos de tres días sobre cine. Que hasta Lisandro me decía que le parecía muy raro, que estuviéramos pensando en hacer un taller de cine en Pereira, que se le hacía muy raro. ¿Que, si era de realización, o de crítica o de apreciación cinematográfica? Ahí fue cuando yo aprendí esa palabra, me parecía muy bonita, “apreciación cinematográfica”.

Entonces los dos talleres se orientaron por el lado de la apreciación cinematográfica, que después dio pie para hacer talleres de todo tipo: de sonido, luz, fotografía en cine, etcétera. Pero los primeros talleres que había que hacer obviamente tendrían que ver con la apreciación cinematográfica, porque lo primero que hay que hacer es aprender a ver. Aprender a ver el cine, aprender a entender el cine y eso ya daba pie para la posibilidad de hacer talleres de realización y ya después crear escuelas de dirección cinematográfica. Gabriel Posada: Si, sí. Recuerdo perfectamente esos cursos de apreciación cinematográfica con Lisandro. Ustedes me becaron, me invitaron a hacer parte del grupo de asistentes, me acuerdo perfectamente y me gustaron mucho esas clases con Lisandro. German Ossa: Y él como instructor. ¡Él es muy bueno! Gabriel Posada: Buenísimo. Inolvidable. Me acuerdo mucho. Me acuerdo perfectamente. Eso fue en el Banco de la Republica ¿No hubo algo en la alcaldía? ¿En Fomento al Turismo de esa época? ¿No hubo algo ahí? German Ossa: Sí, porque teníamos un apoyo de la alcaldía por el lado de fomento al turismo para uno de los dos talleres. Entonces, el del Banco de la Republica, sí lo pagó Alba Lucía Jaramillo de Dupont, ella lo pagó, tres días. Eso era un poco de plata, eso era un infierno de plata lo que valía traer a Lisandro tres días. Yo me acuerdo que eso era una cosa del otro mundo, porque era traer un director de cine y tenerlo en Pereira tres días. Y tres días hablando mañana y tarde, y eran talleres de cuatro horas Gabriel, de 8:00 a.m. a 12:00 m. y de 2:00 p.m a 6:00 p.m. Eso no eran talleres de una hora y media o de una hora, sino de cuatro horas, tres días.

Curso dictado por Lisandro Duque Naranjo


Gabriel Posada: Me acuerdo perfectamente. Hablando de la alcaldía, ahí nació la Biblioteca Pública Municipal, que la dirigió Silvio Girón. Yo de niño me acuerdo que yo iba allá a ver revisticas, a ver cositas de arte más que todo; me acuerdo mucho que en los bajos de la alcaldía había un taller de arte también que lo dirigía un señor Rubén Jaramillo. German Ossa: Rubén Jaramillo Serna. Gabriel Posada: Sí, sí. Ese sótano ahí era espectacular, ese taller que el señor tenía, duró muchos años con ese taller. Yo la primera vez que baje allá con un amigo que me recomendó, que yo quería pues como unas clases de pintura y el señor me atendió muy formalmente porque eso era popular. German Ossa: Yo sabía del maestro, y yo llegué a ir al sótano. En el sótano dieron cine. Allá vi yo películas de Marc Chagall, allá vi yo El Circo de Chagall, la vi ahí en el sótano, en dieseis milímetros. Gabriel Posada: Que bien. Eso era un sitio ahí además grandísimo. German Ossa: Hoy día es el parqueadero. Gabriel Posada: ¿Es un parqueadero? Ah vea... German Ossa: Ahí en el sótano era donde se hacían los talleres de pintura, se hacían las conferencias y se proyectaban películas. Gabriel Posada: Si, sí. En estos días escuché a Dioscórides Pérez en una entrevista que le hace Luna de Locos, él comenta ahí, que también fue como de sus primeras apariciones, digamos en el mundo del arte. En ese taller del maestro Rubén. Y también cuenta de vos y cómo andabas con él por la calle y que alguna vez se encontraron con el dibujante...

German Ossa: Omar Gordillo. Gabriel Posada: Omar Gordillo, que en la época era muy famoso, aún todavía en muchos hoteles, en mucho hall de apartamentos, grandes apartamentos en Bogotá, aún encuentra uno esos dibujos de Gordillo; impresionante cómo vendía en esa época el Gordillo. Era un hombre famoso. Y cuenta Dioscórides, que les dio unas clases de dibujo a ustedes dos, a Dioscórides y a vos. German Ossa: en Amigos del arte. German Ossa: ¿Usted sabe que son los herretes? Herretes con H. Herretes. Gabriel Posada: No. German Ossa: Una familiar que fabricaba o fabrica cordones de los zapatos me contó que los herretes son lo que va en la cabeza y la cola, esa cosita que es como una cinta aislante, esa cinta transparente que va en la cabeza y en la cola del cordón. Esos herretes se fabrican con pedazos de película. Cuando estuvieron buscando la copia original de la María, los de patrimonio fílmico colombiano, que fueron a Cali porque dijeron que una de las copias de la película estaba en Cali y buscaron por todos lados, Nieto y los fundadores de patrimonio fílmico colombiano. A ellos alguien les dijo: vea, eso es muy probable que la María esté en la cabeza o la cola de los cordones de muchos zapatos, porque aquí hay una fábrica de cordones, que ellos utilizan ese material, esa celulosa del material con la que es fabricada las películas de cine, eso es materia prima para fabricar esa cintica que se le pone a los cordones en la cabeza y la cola. Entonces es muy probable que la María, como todas esas películas iban a parar a unas canecas de basura, allá las recogían los que sabían que eso era materia prima para la fabricación de los herretes de los cordones. Pereira, agosto del año 2020


        


Un festival de Tango y una lluvia de calzones Bajando las escalas de salida desde la oficina del teatro Comfamiliar en dirección a la calle, subía una persona enviada por Israel, el celador, quién asintió que conmigo podía hablar para el préstamo del teatro, al personaje desconocido le indique dónde era la oficina de doña Norma y proseguí mis pasos hacia la calle no sin antes despedirme de Israel y contarle que yo ya no trabajaba más allí, que el director de la Caja de Compensación don Eduardo Baena había pedido mi puesto para el hijo de un amigo. Mientras conversábamos de lo humano y lo divino, el personaje que averiguaba por el teatro volvió a abordarnos y nos preguntó con acento argentino si había un teatro más grande en la ciudad para alquilar.

Se llamaba Rogelio Jaufret, me ofrecí a ayudarlo. Fuimos al teatro Nápoles y de allí nos enviaron al Consota a hablar con el administrador Eduardo Salcedo con quién se cotizaron las posibles fechas y precio de alquiler. Rogelio Jaufret era actor y declamador, hijo de una destacada actriz argentina, Delfina Jaufret, que hizo cine en la década de 1930 “la Muchacha del circo” y vivió en España en los 60 haciendo teatro hasta su muerte. Rogelio, al ver que yo ya no tenía empleo, me dijo que al día siguiente llegaba el empresario Francisco Marafioti organizador de un festival de tango, que por su intermedio él estaba aprovechando para conocer a Colombia ayudándole en la gira.

Al día siguiente llegué a un pequeño hotel llamado “Las Vegas”, en la séptima entre calles 17 y 18, junto a Rogelio esperamos el arribo del empresario quien llegó en un automóvil cargado de unos rollos de afiches con el nombre del espectáculo: Festival Internacional del Tango 1985 más los nombres del elenco, los carteles tenían un espacio en blanco en la parte inferior para escribirles con marcador o pintura la fecha, el nombre del teatro y la hora del espectáculo a presentar. Marafioti, sin saludar, le preguntó a Rogelio si conocía en la ciudad a un tal Arnul Gil para llenar los espacios en blanco de los afiches, Rogelio le dijo que no pero que conocía a Gabriel Posada que podía hacer el trabajo. Ese día amanecí en ese hotel llenando los carteles con marcador de los primeros conciertos del festival. Al gran Arnul Gil quien tenía su taller a escasos 20 metros del hotel en el teatro Pereira le debo esta gira, él realizaba las pancartas de grandes letras arabescas anunciando todos los espectáculos de la ciudad especialmente afuera de Fuente Azul y la fuente de soda Bolívar.

Ya instalado en el hotel Las Vegas, al día siguiente llegó todo el elenco en una buseta de Expreso Arauca, uno a uno fueron entrando a la recepción del hotel –no lo podía creer- pasaron ante mis ojos Juan Carlos Godoy de quién conocía su voz en los discos de 75 revoluciones por segundo en casa de mi abuela Inés, Lalo Martel a quien mi padre y un pescador de apodo “ladrillo” cantaban sus canciones camino al río, Raúl Garcés y Armando Moreno, sus voces aún retumban en el recuerdo de cuanta cantina había en la ciudad que se contaban por decenas.


Al verme junto a Rogelio, bromearon: “¿conseguiste novio, Jaufret?”- Empecé a compartir habitación con Rogelio desde esa noche y en las dos primeras dormí con la misma ropa y la correa apretada - falsa alarma- era no solo un caballero sino un gran amigo que tuve en los seis meses que duró el festival y un tiempo después por correspondencia. Se me estaba cumpliendo el sueño de trabajar con grandes artistas populares, nuestra sede fue Pereira y de aquí salíamos a cuanto pueblo tuviera un escenario para verlos. Entrado en confianza y con una gira que llevaba ya tres meses, previo a una presentación en un bar de Santa Rosa de Cabal, el presentador oficial del show se enfermó y ni Marafioti, ni Rogelio estaban para remplazarlo, tomé el micrófono y con simulada voz de argentino presenté el show. Esa noche me tomé unos tragos en la barra del bar con Raúl Garcés que se estaba bebiendo su propia canción “Un dilema” frente a una de las bailarinas del espectáculo. Todas las noches llegábamos sobre la media noche a Pereira y cenábamos en un restaurante 24 horas que había en el Centro Comercial Alcídes Arévalo llamado “Fantasio” La exacerbada pasión que provocaba entre los asistentes escuchar en vivo a los tangueros llegó al paroxismo en un teatro de Chinchiná (Caldas) finalizando el concierto, el 70% del público asistente eran mujeres que en una gran cantidad se arremolinaron junto al escenario y empezó una lluvia surrealista de brasieres y calzones pidiendo “otra, otra, otra” tratando de subir al escenario asaltando tal vez un abrazo, un autógrafo o un pedazo de camisa sudada de los artistas. Estuvimos atrapados por varias horas atrás del escenario, detrás de la pantalla de Cine, escondiendo nuestro pudor y miedo a las Valkirias chinchinenses.

El Corredor del teatro Nápoles

Tomado de: Facebook fotos antiguas de Pereira

Transcurrido el 85 y entrado el 86 experimenté técnicas y manipulé materiales para expresarme pictóricamente, de esa época son las obras en puntillismo que me llevaban largas jornadas ocupando espacios vacíos sobre los soportes a pintar o dibujar.

La arena, el azúcar mezclado con óleo, el acrílico sobre plástico, pintar sobre baldosas, tablas viejas, periódicos, afiches de cine… y fue El Negro Javier Gómez quien me llevó a exponer en una taberna donde se homenajeaba al pintor Henri de Toulouse-Lautrec a quien conocí en un lleno a reventar en el Teatro Comfamiliar en la película Moulin Rouge de John Houston, “Avril, Avril, Avril “se llamaba la taberna y la exaltación que hacía a la imagen de la pintura de Jane Avril me encantaba.


En la calle 23 entre 7ª. Y 8ª colgué mis primeras obras. Por esa época existían en la ciudad dos asociaciones de artistas plásticos, ARAR (Asociación Risaraldense de Artes Visuales) liderada por Henry Sánchez y Guillermo Ortiz que hacía contrapeso a la Asociación Popular de Artistas donde se encontraba el escultor Antonio Vélez y entre exposiciones colectivas, resabios de artistas, críticas entre unos y otros, expuse colectivamente con ellos.

En los “ires y venires” de tratar de poner de acuerdo un enjambre de posturas artísticas diferentes el 2 de diciembre del año 1987 se inauguró la Sala de Exposiciones El Corredor del Teatro Nápoles bajo la dirección del teatrero y periodista cultural Aparicio Posada con la exposición de esculturas de Martín Mejía (Martin E.) y pinturas de Gabriel Posada (Gavián), lo curioso y anecdótico es que la inauguración fue a las 11 p.m. acompañada de la proyección de la película “Atrapado sin Salida” de Milos Forman basada en la novela “Alguien voló sobre el nido del cuco” de Ken Kesey. Esa noche literalmente quedamos atrapados en el teatro hasta ver amanecer debido a un fuerte aguacero que se soltó a la 1 de la madrugada.

En ese ambiente de asociaciones por las Artes me llegó el rumor de una reunión que se iba a efectuar en el teatro Consota para hablar sobre la posibilidad de abrir un espacio para exponer nuestras obras. Allí, en el segundo piso del Consota, en un vestíbulo largo y angosto nos reunimos varios artistas entre asociados e independientes con el recién llegado gerente de Cine Colombia Alfonso Segura Gómez.

La idea del gerente era acondicionar el hall del teatro Nápoles como sala de exposiciones, su propuesta era una iniciativa personal más no corporativa por ello se debía usar el espacio en horarios no comerciales.


A la media hora empezó el desfile de desertores que creyeron iban a ver una película a la usanza de los años 30 cuando el zorzal criollo vivía. La película es un musical exaltando la lucha de los exiliados argentinos perseguidos por la Dictadura argentina entre 1976 y 1983.

A partir de esa fecha hasta 1992 se realizaron vastas exposiciones cada mes con una película de estreno a media noche y vivimos el slogan en carne propia dedicado a la ciudad: “querendona, trasnochadora y morena”. Esta sala albergó más miradas que cualquiera otra en la ciudad por su programación de cine comercial diaria en horarios de 3, 6 y 9 p.m. Perfectamente podrían entrar en promedio 20.000 personas mensualmente a ver cine y una que otra, seguro, miraba nuestras creaciones. De esa época, recuerdo haber programado la película “Tangos, el exilio de Gardel” de Fernando Pino Solanas para acompañar una de las exposiciones a media noche, por ser nuestra ciudad tan tanguera, la sala se llenó especialmente con amantes “vieja guardia” de Gardel.

La Sala de exposiciones del Nápoles además la abríamos para nuestros invitados o a quién pudiera interesar entre 10 de la mañana y 1 de la tarde, para ello teníamos un comité Ad honorem que velaba por el funcionamiento de la Sala, ese comité lo integrábamos: Aparicio Posada, Carmen Elisa Vanegas, Martín Mejía y yo, más el artista expositor del mes. Aparicio en alguna ocasión trató de buscar recursos inventándose algunas presentaciones con grupos musicales o pequeñas puestas en escena cobrando la entrada, por allí pasaron agrupaciones como “la Papaya Partía”.


Un cine club infantil En agosto de 1988 el comité acogió la idea de realizar un cine club para niños, un proyecto maravilloso que duró un año largo y significó para nosotros una alegría inmensa por pasar cine gratuito los sábados a las 10 de la mañana con talleres de pintura, dibujo, arcilla, plastilina y fotografía al final de cada película. Los sábados invitábamos máximo 90 niños y cada dos meses los volvíamos a reunir llenando el teatro y no había niño que se fuera sin un detalle del cine club.

Aquí, el comité visitaba el comercio pereirano cerca al teatro y en un gesto solidario con los niños no hubo ningún almacén, ni entidad bancaria, ni librería que no aportara a esta actividad, fue inolvidable este cine club como inolvidable cuando cumplimos el primer año y de nuevo expusimos todos los trabajos en el parque Olaya Herrera con una fiesta donde nos acompañó la banda de músicos de la Corporación Biblioteca Pública Municipal bajo la dirección del maestro José Santos Camacho.

A Finales de 1989 al teatro Nápoles se le hicieron unas remodelaciones quedando dos teatros o cinemas que se bautizaron como los “Calle Real”, en homenaje a la calle 20 que en otrora llevaba ese nombre.


Cine club el corredor de la calle real,1990 El Cinema Calle Real 1 quedó en lo que era el balcón del teatro Nápoles, pequeño, acogedor con 150 sillas dotado con la mejor tecnología de la época. A Alfonso Segura, Cine Colombia le amplió su radio de acción y lo trasladaron a Cali desde donde gerenció los teatros del eje cafetero. Por intermedio de él, yo ya trabajaba en el sótano del teatro Consota pintando los grandes telones para publicitar las películas de la cartelera comercial. Entrar a ese sótano por primera vez me llenó de fantasía, en los 70s, cuando iba a cine allí con mi hermana siempre veía abajo de la pantalla una puerta a mano derecha y por ella entrar un trabajador del teatro, me intrigaba mucho que la película empezará con el trabajador dentro y no sabía cómo era la “película” de ese ser humano detrás de la pantalla: ¿amaba?, ¿moría?, ¿resucitaba? ¿era el malo de la película o le ayudaba al protagonista a vencer a los tiranos? Cuando entré descubrí que encima había un escenario y ausculté por dónde los magos desaparecían a sus mujeres. Una puerta al fondo del sótano conducía al escenario detrás de la pantalla y unas escalas coronaban los tiempos remotos, a lado y lado la escena incendiada por el polvo junto a unos pequeños camerinos y un muro con borrosos autógrafos de no sé qué fantasmas ya olvidados por el tiempo...

La sala de exposiciones pasó a llamarse El Corredor de la Calle Real y Alfonso me propuso hacer un cine club en el Calle Real 1 con muchas facilidades para manejarlo, un pequeño porcentaje de la venta de boletas para Cine Colombia y él desde Cali me prestaba sin ningún costo cualquier película de las que había en bodega y con el dinero recogido ayudar a la sala y a mi trabajo en la programación de exposiciones (ya Aparicio Posada se había retirado del proceso). Así nació el Cine Club El Corredor los sábados a las 11 de la mañana y empecé a programar cuanta película había visto en Comfamiliar, lo inauguré con “El Nombre de la Rosa” de Jean-Jacques Annaud, basada en la novela homónima escrita por Umberto Eco seguidamente presenté un ciclo de Luis Buñuel: “Viridiana”, “Ese obscuro objeto del deseo” y “El Discreto encanto de la Burguesía”. Fueron pocas personas a las primeras funciones, pero de a poco se fue consolidando su asistencia y ese pequeño cinema se convirtió en culto para muchos de los que amábamos y amamos el cine.


Alguna vez cerrando la taquilla se acercó un muchacho flaco al que le gustaba mucho la programación que teníamos y se ofreció a colocar una música diferente a la “ambiental” que habitualmente se ponía en los cines, al aceptarle su sugerencia me dijo que tenía de un amigo suyo una colección de diapositivas de grandes museos del mundo que sería lindo ponerla a rodar antes de las películas, hicimos el ensayo con el tambor de diapositivas que cotidianamente utilizaban los teatros para la publicidad de sus clientes y fue hermoso 20 o 15 minutos antes de iniciar la película disparar 100 o 120 imágenes con obras de los grandes: Van Gogh, Tiziano, Rembrandt, Goya con fondo musical de Erik Satie, Claude Debussy, Chaikovski…a partir de ahí, la taquilla hubo de abrirse con 40 o media hora anticipada porque era una delicia viajar a través de la música y la imagen estática con los grandes maestros de la música y la pintura universal. El flaco era Wilman Salinas y las diapositivas pertenecían al exalcalde de Pereira Gustavo Orozco Restrepo. En ese cine club nacieron amores y oportunas citas clandestinas, alguna vez la periodista Luz Patricia Cajiao me contó que allí conoció a quien fue posteriormente su esposo. El primer trabajo que tuvo en su vida, lo tuvo en este cine club Gustavo Colorado Grisales quien me ayudó cerca de un año en la programación y textos de una revista que editamos con la programación del Corredor. De esa época con Gustavo recordamos títulos como el documental sobre una gira de los Rolling Stones llamado “Let's Spend the Night Together”, o la revolucionaria película de la contemplación humana del poder ominoso de los terratenientes y la humildad infinita de los campesinos “El Árbol de los zuecos” de Ermanno Olmi …

Era tanta la aceptación y el nombre que llegó a tener el cine club de la Calle Real que en el año 1992 me llamaron del teatro Comfamiliar con la idea de montar un cine club allí, la llamada fue de Virginia Bernal quien manejaba el teatro Comfamiliar en ese año. A la cita fui con Gustavo Colorado y tuvimos una segunda cita con María Victoria Ocampo, una socióloga que venía de Medellín a encargarse del teatro, en esa reunión nació el Cine Club “Con Todos” haciéndole contrapeso al que había en ese momento de unos muchachos de tendencia maoísta estudiantes de medicina de la UTP que llamaban cine club “Vamos Juntos”. Gustavo Colorado se quedó allí con el cine club “Con Todos” y ese ejercicio le valió dos años después el llamado a crear el Área Cultural de Comfamiliar hasta hoy.


       


EL NÁPOLES UNA SALA DE EXPOSICIÓN PARA LOS INDEPENDIENTES Gabriel posada: ¿Vos llegaste a Pereira de dónde Alfonso? ¿Creo, que de Cartagena? Alfonso Segura: Yo me fui a Cartagena en el 85. Entonces eso fue en el 87 o el 88 que llegué yo a Pereira. Me acuerdo mucho de esas fiestas. Yo llegué en noviembre a las fiestas de noviembre a Cartagena y preciso llegué a Pereira en las fiestas de Pereira, en agosto. Me la pasaba de fiesta en fiesta. Había una oficinita en el segundo piso del teatro Consota. En el segundo piso había unas oficinas y en esas oficinas estaba la oficina de la administración. Entonces ahí fue que... Yo no sé con quién me contacté, la primera persona con que me contacté para hacer lo que pensábamos hacer... ¿No sé si fue usted Gabriel o fue...? Gabriel Posada: Yo creo que fue Aparicio Posada. Alfonso Segura: Aparicio empezó a hacer contactos con la demás gente y por ahí invitó a Martín Mejía, él estaba muy reacio a participar en la propuesta, empezó a despotricar pero, después se unió y fue uno de los colaboradores con Usted. Gabriel Posada: Claro. ¿pusiste un aviso de prensa? Es que siempre he pensado que pusiste un aviso de prensa convocando los artistas... ¿No fue así entonces? ¿O fue Aparicio? Alfonso Segura: Yo hice una convocatoria. Nos sentamos en el suelo, en el corredor de esas oficinas y tuvimos una discusión como entre cinco o seis personas qué eran importantes en la actividad artística, pero realmente los que quedaron participando fue Aparicio y usted. Gabriel Posada: Con Martín, además... Alfonso Segura: Pero Martín no estaba en esa época. Martín llegó como un mes después, una cosa así. Martín fue, pero puso... ¿Que los independientes qué? Porque invitamos a alguien de una asociación que había de artistas.

Gabriel Posada: Sí, a Nelson Sánchez de ARAR. Alfonso Segura: Sí. Una asociación de artistas, y Martín llegó a pelear contra ellos que, ¿qué asociación?... ¿Que los independientes entonces qué? ¿Qué, cómo hacíamos? Eso es lo que más o menos me acuerdo. Entonces Martín me hizo desviar la opinión hacia los independientes y no dársela a la asociación. Gabriel Posada: Estas charlas son buenísimas porque, aclaran muchas cosas. Yo no recordaba bien cómo había sucedido todo el encuentro. Sí, me acuerdo de la reunión ahí en ese hall, sabía que había habido una discusión, pero no tenía mis recuerdos claros. Entonces ya tú cómo que nos diste prioridad ahí a los independientes e hicimos la inauguración de la sala de exposiciones. Alfonso Segura: Ahí fue que decidimos hacer una galería en el otro teatro... ¿Cómo se llama? Gabriel Posada: En el Nápoles. Alfonso Segura: En el Nápoles, hacer una galería y en base a esa galería, buscamos al primero con que íbamos a inaugurar. No sé quién fue de los primeros que inauguró. ¿Fue usted el que inauguró? Gabriel Posada: Sí, claro. Yo con pintura y Martín con escultura. Los independientes. Alfonso Segura: Los independientes. Sé que estuvieron los hermanos Segura y hubo mucho público, pero, no me acuerdo bien de la gente que estuvo. Yo tenía todos los libritos que hicimos para el cineclub que hacíamos con los niños, quizá están en cajas en la casa de mi madre.


Gabriel Posada: ¡Precioso! Alfonso Segura: El cine club que hacíamos con los niños y después que lo hicimos con los ancianos. Entonces el artista que estuviera exponiendo tenía que inventarse unos materiales para que los niños trabajarán en la función de matinal que les dábamos gratis; invitábamos niños de orfanatos que no tenían recursos y los llevábamos al cine, les dábamos gaseosa, crispetas, y materiales para que hicieran sus dibujos o pinturas luego de la función. Se llevaron estudiantes de colegios públicos, privados y rurales y claro también llevamos a personas de los ancianatos.

Gabriel Posada: Eso fue muy bello. Yo por ahí creo que recuperé unas fotos, tengo los negativos de lo que acabas de decir, con la exposición con los niños y los ancianos.

Alfonso Segura: Yo tengo unas fotos, pero fotocopiadas, están en un libro que no sé si lo hizo usted o lo hizo Aparicio y me lo entregaron, lo he guardado siempre con un recelo, pero no sé en este momento dónde lo tengo guardado. Gabriel Posada: Es tanto el recelo que lo tiene ya camuflado.

Gabriel Posada: Sí, claro. Alfonso Segura: Después de ver la película hacíamos unas actividades artísticas, sentábamos a los niños en el hall del teatro y les entregábamos materiales a todos, hacíamos rifas con los juguetes que nos regalaba Postobón y después hicimos una exposición de todos esos dibujos que hicieron los niños y los viejos. De eso si me acuerdo.

Alfonso Segura: Sí, sí, sí. Lo tenía en ese concepto. Ahí fue cuando hicimos la oficina en el Nápoles, en el segundo piso que no teníamos oficina e hicimos la oficina y la galería abajo, fue casi simultáneamente que pusimos las maderas para colgar los cuadros y toda esa vaina y Aparicio fue el que más insistió en todo eso, y fue el que ayudó a organizar al comienzo toda esa parte. Yo fui un desagradecido, porque Aparicio pensó que se iba a quedar con un puesto en Cine Colombia y ahí fue cuando me trasladaron a mí. Entonces él se fue retirando y retirando del cuento y no volvió, no lo volví a ver, no sé qué se hizo.


Gabriel Posada: Se fue de a poquito. Yo tampoco lo he vuelto a ver, pero ya sé dónde está, él está viviendo en Cartago, de profesor. Gabriel Posada: También tiene una pinta muy parecida a la tuya, está todo peludo y no tiene un solo pelo negro. Alfonso, pero todas esas ideas con el arte, ¿eso siempre te ha gustado? Fue muy sorpresivo para nosotros que llegara un gerente de Cine Colombia con semejante idea de montar una sala de exposiciones. Ayudarles a los artistas que expusieran, darles, pues, todas las posibilidades, eso fue maravilloso. ¿Esas ideas de dónde te surgieron o qué? ¿Dónde estudiaste? Alfonso Segura: De crianza, pues, yo soy comunicador social, me especialicé en cine de la Tadeo Lozano. Nunca me gradué, porque me casé y todas las vainas, entonces la tesis la iba a hacer con un amigo y el amigo se fue e hizo la tesis con otra persona, rápido, porque les había salido una beca en Checoslovaquia o no sé dónde. Entonces yo dije: “Después hago la tesis, después hago la tesis, después hago la tesis” y nunca hice la tesis. Entonces, nunca me gradué, pero si terminé todos mis estudios y todas las vainas. Y mi papá le ayudó mucho a Manzur, cuando Manzur comenzó en el teatro que nosotros tenemos en Bogotá, aquí en Bogotá, hay un mural de Manzur grandísimo. Gabriel Posada: ¿Qué teatro es Alfonso? Alfonso Segura: El Arlequín, que ahoritica lo tiene Casa Ensamble. Entonces yo aprendí de mi papá de colaborar en eso. Yo tenía un compañero en el colegio que pintaba muy bien, pero en la casa no les gustaba que él fuera pintor. Entonces en mi casa había un salón de juegos grandísimo, había una mesa de ping pong y una mesa de billar, y yo, una pared la llené, hice un collage, en otra pared la llené de afiches de la época, de los años 60 - 70

porque eso fue en el año 69, 70, 71. Y en el otro lado daba como a un jardín y eran puras matas. Y quedaba una pared y entonces le dije: “Le regalo esa pared, haga lo que quiera” e hizo un mural súper lindo, lo que pasa es que, nunca saqué fotos ni nada de esas vainas y cuando mi mamá alquiló la casa, pintaron el mural y después la vendieron y nunca quedó nada, pero era un mural hermoso. Yezid Vergara, se llamaba el artista que hizo eso y ahora es profesor de la Javeriana. Y en pago a eso, yo le regalé un trípode de pintura grande, para oleo. Y desde ahí me imaginaba la idea de que los teatros deberían tener otras funciones, debía haber otros conceptos y cuando veo yo ese corredor tan amplio y tan grande que tenía tanto el Nápoles como el teatro de Armenia, el... Gabriel Posada: El Yanuba. Alfonso Segura: Yanuba... No, no era el Yanuba... El de Armenia, que eran tan grandes, podíamos hacer cosas muy buenas y entonces eso fue lo que me ayudó a la idea, pero yo no sabía si me iba a cuajar o no me iba a cuajar y si, Cine Colombia me iba a dejar. Yo nunca pedí permiso para eso, lo hice y después lo presenté y les gustó y cuando cambió de dueño Cine Colombia, lo primero que dijeron: “¿Eso es productivo? ¿Eso da plata?” Yo dije: “No, pero alegra la conciencia”. “Ah no, no. Entonces no sirve, quite esa vaina” Yo no me atreví a quitarlo, le tocó a Eduardo, pero... Sí, así fue, por eso me comenzó la idea, además porque Pereira... Yo hice un análisis. Pereira, por eso los reuní. tenía una escuela de arte en la universidad... Gabriel Posada: La Tecnológica. Alfonso Segura: La Tecnológica estaba botando mucho artista que no sabía para dónde coger, entonces yo dije: “Aquí ayuda uno a encaminar un poquitico a la gente de llegar a hacer unas cosas buenas”. Tan fue así, que yo no sé quién le


dijo a la decana de esa época, era una mujer: “Que si yo quería dar clases en la universidad” Yo le dije: “Que pena, pero es que yo soy comunicador social, pero no soy graduado de comunicación”. Entonces me dijo: “Ah que vaina, no sé qué” Además, no tenía tiempo, pero si me ofrecieron un puesto para dictar clases allá en la Universidad Tecnológica. Y de ahí viene todo el cuento. Y cómo puedes ver, que el único artista del que tengo cuadros. (Señala una obra de Gabriel Posada).

Gabriel Posada: La Gobernación...

Alfonso Segura: La Gobernación nos regalaba el trago y hacíamos unos coctelitos, que era lo que se daba y unos pasabocas. Creo que se hacían unos pasabocas que nos regalaba Postobón o Coca Cola o alguien así. Después de que ya habíamos inaugurado, no sé si a mí o a quien, se nos ocurrió la idea de hacerlo con niños. Gabriel Posada: No me acordaba de esos cuadros, qué barbaridad. Bueno, entonces siguiendo ahí... Es que eso era muy bello Alfonso, es decir, claro, las exposiciones no se podían inaugurar convencionalmente a las 7:00 p.m. o a las 8:00 p.m.

Gabriel Posada: ¿Hacer qué Alfonso? Alfonso Segura: De hacerlo con los niños y hacer el cineclub por las mañanas, que no era un cineclub, sino regalarles una película a los niños que no tenían la capacidad de ir a un teatro y que muchos niños nunca habían entrado a una sala de cine.

Alfonso Segura: No, no se podía. Entonces las inaugurábamos a las 11:30 pm y les dábamos un adicional, que era una película, hacíamos un coctel, y buscábamos que nos regalaran el trago

Gabriel Posada: Eso nos pasó, sí.


Alfonso Segura: Sí, entonces decidimos que cada artista formara un cuentico, me acuerdo mucho, que hacían un cuentico de cualquier cosa, sobre la película o sobre los materiales que iban a utilizar para organizar ese día que iban a hacer las manualidades, pero algo hacían. Y nosotros lo imprimíamos, pero ellos lo escribían y lo mandábamos a imprimir y se lo regalábamos a los niños. Y les dábamos las hojas, les dábamos el colbón, y les dábamos el arroz, y les dábamos lo que pidiera el artista con el material que se iba a trabajar. Gabriel Posada: Exacto. Sí, eso fue maravilloso. Alfonso Segura: Yo recuerdo, unos dos meses, alguien me presentó a alguien, que dirigía algo de ancianatos, ¿Por qué con los ancianos no lo hacemos? A mí se me ocurrió la idea de que debíamos regalarle a cada niño un anciano para que lo cuidara dentro de la película y lo manejaban así más o menos. Se sentaban en el suelo, una o dos veces que los ancianos se sentaron en el suelo a dibujar con los niños, con hoja y papel y colbón y todo eso de la misma manera. Y cuando también, lo que hicimos fue llevar artistas por la noche en las inauguraciones, alguien que quisiera tocar un instrumento o algo. Me acuerdo que hubo guitarrista, un flautista; hubo varias cosas y cuando cumplimos el año hicimos una fiesta la verraca, llevamos una orquesta, y llenamos el segundo piso de bombas, y soltamos esas bombas abajo y caían esas bombas al primer piso. Antes de que lo hubieran vuelto dos teatros. ¿Si se acuerda de esa parte

Gabriel Posada: El Nápoles. Sí, claro. Eso fue maravillosa esa fiesta. Severa sorpresa la que nos diste. Contrataste una orquesta. Entonces la gente llegó pensando que era una inauguración normal con película, las puertas estaban cerradas, y cuando ya sobre la medianoche se abrieron las puertas y empiezan a salir esas bombas de arriba y la orquesta a tocar, eso fue maravilloso; pastel y todo hubo, yo me acuerdo que mi hermana hizo un pastel grandísimo. Alfonso Segura: Ah sí, un pastel grandote. Todo lo conseguíamos con los proveedores de Cine Colombia, la mayoría de cosas. Cine Colombia lo que invertía era en el teatro, pero ni siquiera eran horas productivas del teatro, sino improductivas. Se utilizaban era para hacer arte. Gabriel Posada: Exacto. Alfonso Segura: Cine Colombia socialmente mejor en ese sentido.

se

veía

Gabriel Posada: Sí. Alfonso Segura: Pero no lo entendieron. Bueno, la gente que estaba conmigo si lo entendió y no me lo criticaban, pero la gente que llegó después no lo entendió. Gabriel Posada: Tú me dices que Cine Colombia cambió de dueño en ese entonces.


Alfonso Segura: Sí, lo compró el grupo Mayagüez. Por eso fue que yo salí, porque lo compró el grupo Mayagüez que tenía sede en Cali y como yo era gerente en Cali entonces decidieron un día que: “No más, que gracias” que metían una persona de su grupo. Esa época de nosotros fue muy linda. Fue una época, yo creo, que si le sirvió a la gente ¿o no?, más o menos.

Gabriel Posada: Eso fue en el teatro Consota, Alfonso. En la fachada, con una película creo que de Rambo. Alfonso Segura: Sí, una cosa de esas. Gabriel Posada: Era una cosa así violenta. ¿Qué te acuerdas de eso?, ¿Qué te acuerdas de ese momento?

Entre Hierbas y fachadas

Alfonso Segura: Y otra cosa, no sé si se acuerda del teatro Nápoles, la locura esa que hicimos, lo desbaratamos todo por fuera. Que Martin y Anita hicieron, yo no sé si usted se metió en ese cuento también. En una película que lo volvimos todo por fuera como destruido... ¿No se acuerda de esa parte?

Alfonso Segura: Uno de los gajes que me acuerdo es que la película era muy sangrienta y la idea era que se diseñara un montaje de guerra que complicara la entrada de la gente al cine. Pero también existía la posibilidad que si pasaba algo adentro y fueran a salir se enredaran con todas esas cosas del montaje. Eso fue un éxito. Todo el mundo se impresionó muchísimo con ese montaje que hicimos para “Rambo”. El teatro lo íbamos a mandar pintar para las fiestas, entonces dijimos: “Desbaratémoslo antes con esta película y después ya lo mandamos a poner bonito y todas las vainas”.


El otro fue el cocodrilo que hicieron para la película “Cocodrilo Dundee”, un cocodrilo que lo paseaban por todos lados de la ciudad y lo rifamos, se lo ganó alguien de una finca en Pereira. En todas esas cosas trataba yo de resarcir lo que ayudaban los artistas en las otras actividades, es decir por eso se les podía pagar. Gabriel Posada: Exacto. Sí. Pues a mí también me consta respecto a eso de ayudarnos. Vos también me diste la oportunidad, ahí de trabajar haciendo esas vallas gigantes anunciando las películas. Alfonso Segura: Martín y Anita después se fueron a Cali y trabajaron en varias “vestidas” de teatros, con Indiana Jones... Por ejemplo, con una película hicieron un tanque de cartón saliendo de una pared y unos ninjas botándose en cuerdas por las paredes de los teatros. Hicimos una convención de Crispeta y Raspao, así se llamaba en esa época una empresa que tenía Cine Colombia y ellos hicieron una bolsa de maíz gigante y un perro caliente que casi no cabe en el salón donde estábamos y un poco de cosas, chéveres con materiales que había en un teatro abandonado que teníamos en el centro. Yo trataba de involucrar a los artistas en esas cosas. Por ejemplo, hicieron un maniquí de Warhol. Gabriel Posada: ¿Te acuerdas que en el teatro Consota también tenía un taller debajo de la tarima? Debajo del telón había un taller ahí inmenso, ahí vos pues, me contrataste para hacer los telones de Armenia, de Manizales, de Pereira anunciando las películas. Yo ahí los hacía, en ese taller. Alfonso Segura: Sí, algo se hacía, se hacían buenas cosas.

Gabriel Posada: Tengo dos anécdotas ahí para que las recuerdes, Alfonso, respecto a lo que hacía Martin ahí en las fachadas, esa que acabas de comentar de Rambo, pues eso fue un escándalo también, en derechos humanos acá, porque acá puso el grito en el cielo Guillermo Castaño, que era la persona, y aún sigue siendo, defensor de derechos humanos acá, porque acá puso el grito en el cielo Guillermo Castaño, que era la persona, y aún sigue siendo, defensor de derechos humanos; entonces él escribió un artículo muy fuerte respecto a eso. Que además sirvió -es que me acuerdo perfectamente- para darle publicidad a la película porque la fachada salió en una foto en primera página en el periódico La Tarde, criticándola. Pero igual, pues en primera página... Recuerdo mucho que invitaste a Guillermo Castaño a la oficina, creo que lo invitaste a almorzar también y fuimos con él y se hicieron las paces y chévere. Se quitó la fachada, pero el impacto visual y publicitario ya estaba hecho. Y la otra anécdota es con “Cocodrilo Dundee”, que era el mensajero que tu tenías. Él se disfrazaba de Cocodrilo Dundee; es que era igualito al protagonista. Y él salía por las calles de Pereira con el cocodrilo promocionando la película. Martín trabajaba sus obras en un taller al lado del teatro, el taller era de un maestro profesor de la Universidad Tecnológica, un escultor, no recuerdo el nombre en este momento, era una casa grandísima con un hermoso patio. Alfonso Segura: Sí, grandísima. Ahí vivía Anita. Gabriel Posada: Entonces me acuerdo, que cuando ya llegaba el estreno de la película; ustedes decidieron colocar el cocodrilo ahí afuera en el teatro Nápoles, eso era bien amplio ahí. Pero no recuerdo si fuiste tú o fue Eduardo, que le dijo a uno de los empleados de mantenimiento que fuera y se consiguiera unas ramas, y le pusieran alrededor al cocodrilo.



Gabriel Posada: Eran unas plantas de marihuana que Martin tenía allá sembradas en ese taller. Martin se puso furioso porque imagínese... Además, no creíamos en la ingenuidad del empleado tuyo que fue hasta allá. Alfonso Segura: Yo también las hubiera cortado. ¿Cuántas veces no pasamos por ahí?... Y no nos dimos cuenta ni usted ni nadie. Gabriel Posada: No, yo tampoco. Eso fue espectacular. Alfonso Segura: Nos divertíamos mucho en esa época. Gabriel Posada: Pero harto. Y luego la llorada de Anita porque se le rifó el cocodrilo. Alfonso Segura: Ese fue el atractivo de la película, la rifa del cocodrilo.

Entonces, creo que fuiste vos, que le pediste permiso al maestro ese donde trabajaban Martín y Anita. Entonces, el empleado tuyo de mantenimiento fue con un machete hasta esa casa y recogió supuestamente un poco de maleza y la tiró ahí, al lado del “Cocodrilo Dundee” para darle como cierto aspecto de selva. Es que me acuerdo como si fuera ayer, que llegó Manuel Cantor, el profesor de la Universidad Tecnológica, el pintor. A él le gustaba mucho la marihuana en ese entonces, cuando hizo severo gesto y se puso las manos en la cabeza y exclamo ¿¡Qué es esta maravilla!?” Y empezó a recoger ramas de marihuana. Alfonso Segura: Lo recuerdo.

Gabriel Posada: Sí. Alfonso, ¿entonces te acuerdas cuánto estuviste tú acá en Pereira? Antes de que pasaras a Cali, a manejar todo desde allá. Alfonso Segura: Tres años, creo. Gabriel Posada: Tres años. Pues fueron tres años que trabajamos contigo en ese cuento, más; porque cuando estuviste en Cali seguíamos acá. Es que me acuerdo que fueron tres años donde, es decir, nuestro trabajo era Ad honorem, lo de Aparicio, lo mío, lo de Carmen Elisa, lo de Martin. Pues, sí se conseguían esos patrocinios a través de los proveedores que dices tú. Y vos alguna vez me dijiste, que: ¿Por qué no montaba un cineclub?, ya sabías de mi relación con Germán, los cineclubes y este tipo de cosas. Me acuerdo que me dijiste: “Ábrase de German y monte un cineclub aparte, yo le colaboro”.


Fue muy bella esa idea, además nos colaboraste, a la sala de exposiciones, con esa labor del Cineclub. Es decir, nos prestaste el teatro, que ya era Calle Real, ya habían tumbado el teatro Nápoles y habían colocado dos cinemas. Los Calle Real. Entonces montamos un cineclub que llamamos El Corredor de Calle Real, los sábados. Eso fue por ti, porque vos nos prestaste el teatro con un porcentaje muy pequeñito, era como el 10% de las entradas, era algo ahí simbólico para Cine Colombia, que también era una hora muerta digamos. Porque era un sábado y en la mañana. Nos diste la posibilidad de escoger una película que fuera de Cine Colombia, que nos las prestabas también. Ya estabas en Cali y desde allá nos colaboraste, allá era donde normalmente uno las alquilaba; entonces eran películas que ya habían pasado por el circuito comercial, ya habían pasado por los cineclubes. Estaban ahí casi que guardadas. Y empecé a programar con esas películas. Entonces la película no me costaba. Al principio entraron cinco, diez personas máximo, pero eso se fue incrementando porque el cineclub fue muy bueno. Alfonso Segura: Sí, claro, porque yo seguí manejando Pereira desde Cali. Gabriel Posada: Desde Cali, exactamente. Entonces las primeras películas fueron, verdad, las de Cine Colombia. Vos nos prestabas gratuitamente para el cineclub y esa plática que ya recogíamos, le ayudábamos a la sala de exposiciones, para el buen catálogo. Como para no pedirle tanto a las empresas que nos colaboraban, eso funcionó muy bien hasta lo que dices tú, que compraron Cine Colombia y ya nos volaron de allá. Pero eso duró como hasta el 92. Alfonso Segura: Yo en el 92 fui que salí de Cine Colombia.

Gabriel Posada: Exacto. Todo coincide, perfecto. Claro, fue en el 92. Ahí fue cuando el cineclub también desapareció, el del Calle Real.

HUEPA HE LA FIESTA DE LOS CINECLUBISTAS EN CARTAGENA Hablando de anécdotas, yo conozco otra anécdota, antes de que tú llegaras acá a Pereira, cuando estuviste en Cartagena. Que vos hiciste allá una fiesta, en un festival de cine de Cartagena. Alfonso Segura: Sí, sí. Que se la tiró el cineclubista de ustedes. Gabriel Posada: Eso. Cuéntenos. ¿Qué pasó en esa fiesta? Lo que pasa, es que luego conocí fue al pintor. Al que dibujó sobre ese mantel. Me gustaría que la contaras, porque eras el organizador de la fiesta. Yo no sé eso... ¿Cómo fue? Alfonso Segura: Yo estaba organizando la entrada de la gente a la fiesta y estaba cuidando todos los detalles, y de golpe me llama un mesero, me dice: “Nos tienen que pagar este mantel”. ¿Y por qué?”. “Mire, el señor, el dibujo que hizo encima del mantel”. Había dibujado a Amparo Grisales como Drácula, con los dientes muy alargados, porque Amparo Grisales se sentó al frente; algo le dijo el artista y Amparo, como que le volteó el culo. Entonces, él la dibujó como vampiro, toda despelucada. Pero igualita a ella, era impresionante. Entonces en el hotel me iban a cobrar el mantel... Yo dije: “Yo lo pago, pero me dejan el mantel”. Porque eso era una obra de arte. No me lo quisieron dejar. Esa fue una.


Y la segunda fue que, nosotros habíamos entregado invitaciones a determinadas personas y Carlos Mayolo, que fue socio y amigo mío, metió a todos los del cineclub, en esa época había problemas con los cineclubes, con Cine Colombia, por unas regalías o por algo que se pagaba para que los cineclubes subsistieran y Cine Colombia no los había pagado, los recursos los administraba FOCINE, (en esa época existía FOCINE). Entonces armaron un despelote, en la fiesta estaba el presidente de Cine Colombia y se asustó y tuvimos que sacarlo por una puerta trasera. Casi se tira la fiesta el mono ese, que era de Pereira. Yo nunca lo conocí en Pereira. Era un cineclubista de Pereira, pero no sé quién era. No sé cómo se llama. Ahí estaba el comandante de la policía. Entonces los sacó a bala. Gabriel Posada: ¿A los cineclubistas? Alfonso Segura: Los sacó, les tiró bala. Porque había una cantidad de gente en la puerta que se quería meter. Nos tocó cerrar las rejas. Pero no pasó a mayores. Por fortuna teníamos una orquesta buenísima y una artista de televisión que canta, se subió a la tarima y empezó a cambiar los ánimos. Alfonso Segura: Se tiraron la fiestica. Creo que eran los sesenta años de Cine Colombia. Gabriel Posada: Ya que nombras a Carlos Mayolo, yo alguna vez escuché aquí en Pereira, como una conversación que tenías ahí por teléfono, creo. Si llegaba una película de Mayolo tu no la exhibías. ¿Por qué esa pelea con Mayolo? ¿No fue así?

Alfonso Segura: No. Nunca, nunca. O sea, sí me desagradó la actitud que tomó Mayolo, porque Mayolo fue quién les llevó las invitaciones a los cineclubistas y los armó para que participaran de ese despelote en la fiesta de Cine Colombia. Gabriel Posada: Entonces fue la fiesta. Alfonso Segura: No hubo resentimiento ni nada de eso, porque eso son cosas que... Yo también fui cineclubista. Yo tuve un cineclub y uno entiende las situaciones y las posiciones de la gente que tiene cineclub. No, y cómo no voy a presentar una película de Mayolo, si yo no soy el dueño de Cine Colombia, yo no puedo determinar. A mí me programaban desde Bogotá, y no podía determinar nada, absolutamente nada de eso. Nosotros nos encontramos y nos saludamos, y nunca nos volvimos a comentar esa anécdota. Mayolo y yo fuimos socios en una empresa que se llamaba TRUCK AND BEATS y nos compramos una troca en sociedad con Carlos Mayolo y otra persona; Luis Enrique, pero no me acuerdo del apellido. Y cuando estábamos empezando a mí me salió trabajo, yo les dije: “Yo les vendo la parte de la sociedad” y no me la querían comprar. Entonces, mi papá era abogado, fue y reclamó la plata. Eso le disgustó a Mayolo y por eso fue el momento de venganza. Gabriel Posada: No fue en la fiesta. Estaba totalmente errado yo con ese concepto ahí. Ese recuerdo malevo más bien que yo tenía. Alfonso Segura: No, no. Fue un poco eso, ese detalle maluco. Pero no, todo bien. Gabriel Posada: ¿Qué cineclub tuviste Alfonso? Fue en Bogotá, me imagino...


Alfonso Segura: Sí, cuando estábamos en la universidad con Diego Hoyos, el actor, el que hacía de mujer en el programa de Jaime Garzón, estaba Diego Rojas, Juan Diego Caicedo y había otro señor. Es que no me acuerdo el nombre... Todos nosotros éramos de comunicación, el otro era de economía o algo así. Tuvimos un cineclub; es que no me acuerdo del nombre. Ya estoy muy viejito. Lo tuvimos en el Teatro Pekín precisamente. La misma forma, o sea, pagábamos un porcentaje al teatro por eso. Yo administraba las entradas y ellos se encargaban de conseguir las películas y así trabajábamos y nos fue muy bien. Una vez presentamos “Cali en Salsa”, que era un corto que había en esa época del grupo Fruko y sus Estrellas y una película que se llamaba “Salsa” o algo así que era de La Fania. Dimos una función a las doce de la noche y se armó la rumba más brava, el corto lo pasamos cinco veces y la película una sola vez, pero después pusimos música de salsa y duró la fiesta como hasta las 6:00 a.m. Empezamos a las 12:00 a.m. y hasta las 6:00 a.m. La gente no se iba. Cuando salió todo el mundo, yo encontré más botellas de trago que mejor dicho...No me alcanzaban las canecas... Gabriel Posada: ¡Qué barbaridad! Alfonso Segura: A ese teatro le cabían quinientas cuarenta personas, y había por lo menos una setecientas u ochocientas personas adentro bailando por todas partes, en los corredores, en la tarima. Ese cineclub tuvo un buen éxito, hicimos todo un manejo de La Nueva Ola Francesa. Presentamos como unas 60 películas, era todos los sábados a las 10:00 am y costaba quinientos o ochocientos pesos la entrada en esa época, una cosa así.

Gabriel Posada: Alfonso, he estado preguntando, con la gente que he charlado, que me narre un teatro, que tenga en su recuerdo, que se transporte a cierta época y que narre a cualquier teatro que le guste harto, no sé... como que me narre como era la entrada, que lo describa. Alfonso Segura: A ver... Teatros bonitos de entrada, estaba el Almirante, que era en la 85, abajito de la 15. Que tenía un mural. No sé; hay algunos teatros que tenían Murales, y ese tenía un mural como de la época de las cruzadas, con unos caballos con solados, con lanzas y tenía segundo piso y primer piso. El éxito era el segundo piso, porque uno en esa época (la mamadera de gallo era impresionante). Los que se hacían en el segundo piso jodían a los del primer piso, tirándoles güevonadas, toda la película. Entonces todo el mundo llegaba era a hacerse en el segundo piso. Eran los teatros que más éxito tenían en ese sentido. Aunque todos tenían éxito cuando las películas eran buenas. Me gustaba mucho el teatro Almirante, el Embajador, me parecía un teatro muy bonito, excelente. El Arlequín, el teatro de nosotros, nos gustaba por el mural de Manzur. El teatro Cartagena, muy lindo por dentro, y por fuera era también muy bonito, porque tenía un corredor muy amplio y desviaba a tres teatros, al Calamarí y no me acuerdo el otro teatro que había ahí, por dentro tenía balcones, aunque eran ficticios, pero se veían muy lindos. Usted entraba y veía los balcones y esa pantalla estaba sobre un escenario de teatro, detrás tenía todos los andamios para mover escenarios y vainas de esas. Y tenía un aire acondicionado que funcionaba con caída de agua. Entonces todo el tiempo que usted estaba dentro del teatro, sentía como el mar, como un airecito y era el aire acondicionado que tenía como diez metros de altura (yo no sé qué vaina) y caía el agua sobre


unos radiadores. Y volvía otra vez y subía, y caía. Era muy lindo, era muy chévere. De los teatros, así que más me han impresionado. Las cámaras de cine funcionaban, tenían que funcionar de a dos, ahora funciona de a una, pero era porque, resulta que funcionaban con carbones. Eran unos carbones, positivo y uno negativo qué formaban un arco voltaico, producían una luz que era la que iba a un espejo y rebotaba hacia la película. Por eso era que se paraba la cinta y se quemaba y se alcanzaba a ver en las proyecciones, porque el calor que producían los carbones era inmenso. En la actualidad es una bombilla. En cambio, en esa época había... Eran automáticos, (se controlaban solos) pero a veces se descuadraban y si se abría mucho se oscurecía y si se cerraba mucho se oscurecía también. Entonces había que tener un espacio y mantener con unas manivelas los carbones en su distancia y por eso eran rollos de quince, dieciocho minutos. Se cambiaba un rollo al otro, porque había que cambiar carbones y alistar la otra máquina. Cuándo empezaron las bombillas ya no necesitaba, sino una sola máquina. Entonces, ahora son unos rollos inmensos donde está toda la película y va girando y va entrando dentro del magazine y entra, dentro a la máquina y lo va recogiendo y pueden darla en dos teatros o tres teatros al mismo tiempo. Y por el techo van corriendo la cinta, y va y entra a la otra máquina de otro teatro. Ahora las casillas; como han hecho multicines, entonces las casillas pueden dar la misma película en dos teatros. La misma película y la manejan por el cielo raso y la enhebran nuevamente por una cola larga que se enhebra a la máquina y la máquina va recogiéndola en un rollo grande. Generalmente son laterales, a los lados, ya no van abajo, sino están laterales, a los lados, y tienen varias etapas y ahí se van enrollando.

Gabriel Posada: ¡Eso nunca lo había escuchado Alfonso! Alfonso Segura: Sí. Y las puede devolver uno automáticamente. En cambio, antes, tenía que coger uno el rollo, meterlo como en un disco-plato- y había otro plato aquí con manivela y darle a la película, girarla, girarla, girarla, hasta que volviera al otro lado. A veces estaba uno en ese camello y se le soltaba el centro y la película salía el rollo volando ... Eso era terrible porque volver a organizar esa película era horrible. Gabriel Posada: Sí, eso era terrible. ¿Ese invento llegó de dónde Alfonso? Ese que me acabas de contar. Yo nunca había escuchado eso. ¿Eso lo hicieron acá? Alfonso Segura: Ahora todos los teatros son así. Inicialmente lo estaban estudiando en Cine Colombia. Cuando yo estaba en Cine Colombia, había visto que estaban tratando de organizar eso. Después yo salí de Cine Colombia y no volví a saber de eso, sino hasta hace como diez años que llegué a Bogotá, que trabajé de administrador en un teatro (Me echaron porque no sabía de computadores). Entonces todo lo hacían era por computador y yo: “Qué carajos” ... Entonces me echaron, pero aprendí lo de las máquinas y vi lo de las máquinas y todo. Y lo del principio de las máquinas, porque cuando yo fui administrador del teatro Arlequín para pagar los estudios, papá me exigía que yo trabajara en el teatro como administrador y reemplazaba una vez a la semana al operador de máquinas. Entonces yo operaba la máquina y también administraba el teatro. Y estudiaba por las mañanas, estudiaba hasta la una de la tarde y a las 2:30 p.m. entraba a trabajar en el teatro todos los días. Hasta que me casé, la primera vez.


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Noches de Hungría Por 1988 la ciudad aún contaba con una cantina cada media cuadra, el fox, el tango y la ranchera exhalaban por cada una de sus puertas un fuerte sonido a nostalgia, afuera, la humedad resaltaba el olor a boñiga de antaño. Regresé al teatro Comfamiliar con el cine club universitario -ya Chucho Calle se había retirado, al igual que Fernando Maldonado, Henry Sánchez y Sonia Pachón- sólo quedaba Germán Ossa y junto a él lo sostuvimos tres años más. Anduve de vitrina en vitrina promocionando las películas que programábamos; me echaba al bolso 30 o 40 pases de cortesía e invitaba a quien nos dejara colocar un afiche en sus vidrios o carteleras, las más preciadas eran las de la Fuente de soda Bolívar en la calle 20 con carrera 7ª. y una cerca al lago Uribe, en el edificio Risaralda, donde me dejaban ubicar el poster de la película a cambio de 6 boletas de cortesía.

Paralelamente acompañaba el proceso del Corredor del Nápoles y ese año Cine Colombia estrenó en nuestro país la película “Salsa”, un novelón norteamericano dirigido por el israelí Boaz Davidson, protagonizada por Robi Rosa (hoy el gran Draco Rosa), película que tenía como ingrediente novedoso, el hecho de que en su banda sonora aparecía resaltado el tema “Cali pachanguero” del grupo Niche.

El éxito en taquilla se presagiaba y desde Bogotá se ideó una campaña publicitaria de hacer grafitis con la caligrafía que anunciaba la película: “pronto: SALSA”, “SALSA, la película”, me contrataron para hacer esa campaña con el aval del Secretario de Gobierno de la Alcaldía, pero sin su permiso escrito. Me lancé en la clandestinidad de la noche a grafitiar la ciudad, me acompañó un amigo que me cargaba los tarros de spray rojo y negro para las “pintas”. Después de recorrer las calles de Pereira desde el Parque La libertad hacia abajo, al llegar a la carrera 7ª. con calle 34 donde estaban construyendo el edificio “Conjunto residencial Castillos del Mural” (referencia al mural en mosaico realizado por Lucy Tejada a la antigua fábrica de gaseosas Postobón), rodeada la construcción de tejas de zinc oxidadas y llenas de publicidad de todo tipo, al agacharme con el spray rojo chorreando, yo que aprieto el spray y sobre mi nuca un pistolero me pone su arma tratándome de “guerrillero hijueputa”, mi compañero de andanzas en ese entonces estudiante de Derecho -Jhon Jairo Jiménez Jiménez- de inmediato ejerció su primera defensa sin titularse en el “teatro de los acontecimientos” y me quitó de encima al tombo de civil que andaba de caza esa noche. No pasó a mayores el susto, pero nuestra indignación y rabia la sosegamos de cantina en cantina y de trago en trago, subiendo la séptima, haciendo estaciones en “el Argentino”, en “la Luna”, en “Puerto Rico” en “El Colonial”, en “El Reno” y terminamos en el “Séptimo Cielo” en la 14 con 8ª. entonados y encontrando refugio en las Noches de Hungría…


La Noche Rosa de la Droga

Cuando Artistas Unidos distribuyó en Colombia la película “The Wall” de Alan Parker en 1984, se promocionó en Pereira como “La Noche Rosa de la Droga” y su estreno llegó una media noche al teatro Caldas. Animados por ver a Pink Floyd nos fuimos en barra algunos contertulios de la taberna Avril, Avril, Avril. El lleno fue impresionante, especialmente del humo aromatizado que ambientó el teatro y ambientó el comienzo de la película por ese pasillo gris con que empieza y el scratch de la canción The Little boy that Santa Claus forgot (El niño que olvidó Santa Claus) de Vera Lynn para meternos en esa aspiradora en el plano inicial donde la limpiadora anónima la acciona y nos presenta al protagonista y su profunda reflexión ante las consecuencias de un padre ausente.

El cine a media noche en Pereira no lo creamos en el Nápoles con la apertura de nuestras exposiciones, ya existía y fueron famosos los viernes del Terror del teatro Consota, Stephan King y John Carpenter fueron los invitados de honor en estas sesiones masivas de sangre y miedo, de llenos totales y un público exacerbado, popular y mal intencionado, lo convirtieron en un problema público y se retiró su programación para dar paso a la sosegada audiencia de bohemios e intelectuales con el cine arte de los viernes, allí vimos “Carmen” de Bizet, dirigida por Francesco Rossi, “Otello” y “La Traviata” de Franco Zeferelli, y a la salida armábamos “vaca” la poeta Nelly Arias, Viviana Botero, Jhon Jairo Jiménez, y veíamos amanecer a Pereira después de visitar las discotecas de los alrededores: “El Ticuna”, “El Zarape” y la “Munka Munka”.


Después de semejante viaje maravilloso en música y sonido, imagen, arte y política, sobre las 2 de la mañana salimos del cine, ahumados y bebidos junto a unos amigos que en gavilla y dementes tomaron rumbo a la plaza de Bolívar, parecían salidos de “La Naranja Mecánica” de Stanley Kubrick, los drugos pereiranos: Oscar Garcés, Gimoraes (Gilberto Morales el dibujante), Abel Restrepo y el “Químico” …- Alex Delargue, Pete, Georgie y Dim-… La ciudad rugió de miedo.

TEATRO MUNICIPAL “SANTIAGO LONDOÑO LONDOÑO”

Esta tradición de ver cine a media noche la continué en el año 1997 en el Consota, dando ciclos de cine erótico:

“El amante de lady Chatterley” con la icónica actriz Silvia Kristel; “La Teta y La Luna”, “Las edades de Lulú “y “Jamón Jamón” de Bigas Luna; “Calígula”, “La Llave”, “Miranda”, “Los burdeles de Paprika” de Tinto Brass; “Matador” de Almodóvar, etc. etc. hasta que unos arreglos de cambio de alcantarillado y pavimento agrietaron la carrera 9ª. por varias semanas y hasta ahí el cine a media noche duró en Pereira.

En noviembre del año 1989 después de repartir la publicidad del cine club universitario llegué a casa de Margarita Martínez que era novia de Germán Ossa a una reunión rutinaria, los tres nos ocupábamos del cine club universitario, la casa de Margarita y su familia, quedaba en la calle 25 con 7ª., encima del “Tranvía”. T an pronto entré me comunicaron que el Alcalde Jairo Arango Gaviria, le había dado un regalo a Germán, la dirección del teatro Municipal “Santiago Londoño Londoño”, el cual estaba en obra negra. He charlado con Germán Ossa contrastando recuerdos respecto a este episodio tan importante en la ciudad y su vida cultural.


Gabriel Posada: ¿cómo empezó todo con el Teatro Santiago Londoño”? Germán Ossa: Fue el doctor Alberto Ilián, el que me dijo que se estaba construyendo el teatro. Porque nosotros no sabíamos. Una vez me lo encontré en la Plaza de Bolívar y me dijo: “Germán ¿Usted tiene idea (por lo del cineclub) de acústica? Es que estamos en el problema de la acústica para el Santiago Londoño. Y yo que iba a saber de eso. Ni idea, pero por eso fue que me di cuenta que estaban haciendo el Santiago Londoño. En la esquina del tranvía bajando una cuadra, por ahí volteaba la buseta que venía de Dosquebradas y que pasaba por la quinta o cuarta y subía por esa calle y cogía la séptima y bajaba derecho a San Fernando – Cuba o a Gama o a Corales. Ahí en esa esquina estaba yo esperando buseta, un día como a las siete de la noche y pasó Jairo en el carro de la alcaldía, que era un automóvil y él venía ahí al lado del conductor y paró, y yo sacándole el cuerpo, pues porque me daba pena que me arrastrara hasta la universidad, porque yo iba a dar una clase. Entonces le dije: –siga. –Y me dijo–: –Venga, venga que es que lo necesito. Y me subí al carro y –me dijo–: –¿Usted para dónde va? Y –Voy para la universidad a dictar una clase. –Y me dijo–: –Ah! Es que le tengo un regalo. –Le dije yo–: –Ah! Qué bueno. –Me dijo–: –Porque es que ya casi está listo el Teatro Municipal, y yo quiero que usted lo maneje. –Listo, listo. Y eso fue...Yo en esos días me casaba. Entonces yo –le dije–: –Vea que bonito regalo de boda. Y ese fue el regalo de boda de Jairo Arango. Ya faltaba poquitico para abrir las puertas. Obviamente faltaban detalles, pero ya lo que es la estructura y las sillas, todo ya estaba listo.


Gabriel Posada: ¿El teatro fue un homenaje al médico Santiago Londoño? ¿Desde siempre se supo que el teatro se iba a llamar Santiago Londoño? ¿Verdad? German Ossa: Eso lo decidieron sencillamente porque él hizo un aporte (creo que cuarenta millones), dio eso en plata para que se comprara el terreno y para empezar con las tareas de construcción del teatro. Pero el teatro no se sabía que se le iba a poner ese nombre, según me lo contó Juan Guillermo Ángel, porque parece ser que Juan Guillermo Ángel fue el que vendió el lote para que Pereira hiciera ese centro comercial ahí, y adentro se hiciera el teatro Santiago Londoño finalmente. Que lo habían proyectado como para mil doscientas sillas, pero como ellos pensaron que el Centro Comercial iba a ser un éxito le quitaron espacio al teatro (cuatrocientas sillas), por eso fue que quedó de ochocientas. Le quitaron un pedazo en la parte de arriba por donde están las cabinas, eso se lo quitó el centro comercial. Porque ellos pensaron que Fiducentro iba a ser todo un éxito como centro comercial. Gabriel Posada: Que fue todo lo contrario. German Ossa: Claro, al revés, y sacrificaron el tamaño del teatro. Gabriel Posada: Es más, ya inaugurado el teatro, el teatro le dio vida a Fiducentro. German Ossa: Obvio. Por eso empezó a ir la gente a ese sitio y a utilizar el parqueadero. El parqueadero no lo utilizaba nadie, la gente que trabaja ahí en el teatro y en Fiducentro no más.

Gabriel Posada: Me acuerdo que hubo un concurso para hacer un mural en el lobby del teatro, el concurso se hizo, los artistas participaron; creo inclusive que hubo un ganador... ¿Por qué no se hizo la obra? ¿Qué paso en ese momento? German Ossa: Todo es muy extraño, el dinero estaba. La idea era hacer un mural en esa pared curva, que hay en el lobby entrando al Santiago Londoño para la parte del teatro, (no por la parte de las oficinas) que lo utilizamos muchas veces para hacer exposiciones ahí en el lobby del Santiago Londoño. Participaron como veintitrés propuestas, unas muy interesantes. Pero ganó aposta la que le adicionaba a la pintura, escultura, la del negro Jaime Mejía. Entonces eso desbordaba los costos de construcción, de elaboración. Porque la plata que había para el premio era suficiente para pintar el mural. Sí. Esa es la razón. Entonces cuando le pedimos al alcalde, porque el negro Jaime Mejía cuando ganó. –Dijo–: –Imposible pues que no haya algo más para hacer del mural una realidad. Y resulta que, nunca hubo esa posibilidad. Nunca se dio la posibilidad porque había el dinero para pintar el mural y había el dinero para el pago del premio. El pago del premio se hizo, pero no hubo dinero para la construcción porque era un diseño que incorporaba escultura y eso aumentaba los costos. Gabriel Posada: ¿Quién construyó el teatro? German Ossa: Tengo entendido que era Carlos Trujillo que era el pereirano. Pero él trabajó con dos arquitectos que venían de Manizales.


Gabriel Posada: La agencia publicitaria que publicitó lo del teatro, que hizo esa instalación afuera con unas telas naranjas y azules ¿fue una compañía de Manizales? ¿Verdad? German Ossa: Sí, correcto. Efraín Góngora (ellos los de Manizales) porque tengo entendido que Efraín Góngora era muy amigo de Amparo Aguirre la señora que manejaba la Empresa de Desarrollo Urbano, la EDUP que hicieron el Edificio del Lago, ellos manejaron el dinero con el que se pagó todo lo relacionado con la construcción del teatro. Entonces, ella se hizo amiga, se conoció, se relacionó con la gente que construyó el teatro (que era una cuota alta de manizalitas). Obviamente, ellos le propusieron los publicistas que se encargarían de hacer la publicidad para la inauguración del teatro.

Gabriel Posada: El logo del teatro lo hicieron los manizalitas, ese logo era muy bonito. German Ossa: Muy lindo, muy lindo. Gabriel Posada: Precioso. Que luego lo cambiaron. Otra administración le dio por unificar la imagen de la Alcaldía con unos símbolos Quimbayas, ¿verdad? German Ossa: Precolombinos sí, lo más de raro y también los acabaron después, en otra administración. El logo del teatro era muy lindo. Gabriel Posada: Y hablando de la inauguración, recuerdo que la idea era que las artes estuvieran escenificadas y representadas en una sola semana.


German Ossa: Esa fue idea mía. Porque la idea que tenía la alcaldía era un concierto con una orquesta y ellos querían la Orquesta Sinfónica Nacional, y ahí fue cuando nos dimos cuenta que eso valía mucha plata. La orquesta no cobra, ellos no cobran, pero traer la orquesta vale mucho dinero. Porque los instrumentos, que son más de cincuenta, hay que traerlos en furgones especiales y hay que pagar un seguro muy alto y el de los músicos también. Hay algunos músicos que son muy cotizados y muy pesados y esa gente vale mucho dinero transportarla y el seguro de vida también es muy costoso. “Eso salía más caro el caldo que los huevos”.

Entonces yo me puse a pensar en que podíamos a cambio de la Orquesta Sinfónica de Colombia poder traer y pensé en Manizales, en la orquesta de Caldas y alguien se atravesó y me dijo: –Y usted porque no piensa en la Universidad del Valle, ellos tienen una orquesta sinfónica muy buena y muy famosa. Y me dieron el dato del director y lo llamé y lo contacté y me dijo: –“Listo va pa´ esa”. Nosotros hacemos el concierto de inauguración. Y empezamos a organizar, le trabajamos a eso como dos meses y cuando ya teníamos todo definido hubo un paro universitario a nivel nacional, pararon todas las universidades. Y como los integrantes de la Orquesta Filarmónica del Valle eran estudiantes y profesores, entraron en paro también. Entonces, el director me llamó un día y me dijo que: “la orquesta no podía viajar”. Ya teníamos fecha, es más, teníamos programa, teníamos el programa establecido, yo le dije: –No. ¿Y entonces ahora qué vamos a hacer? Yo le tengo una solución: “Llevemos un ensamble”.


Ahí fue cuando yo aprendí qué significaba esa palabra. Que, eran ocho, entre cinco y diez músicos, pero muy importantes y que hacían las veces de intérpretes de las piezas que teníamos planeadas traer en el concierto con la orquesta entera. ¡Y eso fue divino, eso fue espectacular! Es más, nosotros no hicimos bulla, no hicimos escama, no le dijimos a nadie, a duras penas a la gente que sabía mucho de música que preguntaban que, por qué no vino una orquesta; a ellos le contábamos la historia. Pero de resto se hizo común y corriente. La inauguración fue el día planeado y se trajo el ensamble de la Orquesta Filarmónica de la Universidad Valle. Ya los otros días fue teatro, fue danza; trajimos cine y ahí se mostraron las distintas actividades. Vino un grupo de teatro de Cali también El ballet de Ana María lo trajimos para lo de danza. La película, creo que fue El Maestro de Música.

Gabriel Posada: Yo ahí sí tengo la memoria muy clara respecto a la película, al fin y al cabo, fui yo quien la proyecté, la pasé junto a John Uribe O’Sullivan, quien vendió las máquinas de cine. Recuerdo que El Maestro de Música del director belga Gérard Corbiau era ideal para inaugurar el teatro y se hizo la gestión con Cine Colombia porque en ese entonces teníamos muy buenos nexos.


Bueno y hablando de música, el teatro iba a tener foso de orquesta y estaba toda la infraestructura para hacerlo. ¿Qué pasó con eso, por qué no se realizó? German Ossa: ¿Usted sabe dónde está el teatrino? ¿Cierto? Gabriel Posada: Sí, claro que sí. German Ossa: Ese teatrino también fue idea mía porque eso era el sótano. Eso era el sótano donde no había sino cucarachas, ratones y basura. Toda la basura que se producía en los desfiles de las fiestas aniversarias de Pereira, todo iba a parar allá, al sótano del teatro.

Alfonso Segura nos hizo el favor y se logró la promesa de que esa película era la que iba a inaugurar el teatro. Pero por esos días, casualmente, la película fue un éxito de taquilla en Colombia, entonces la película se siguió mostrando en los grandes teatros del país y como había tan poquitas copias, ellos no iban a quitar una copia de un producto que les estaba dando dinero, así que no la prestaron en ese momento, nos dieron la opción de escoger cualquier otra película y escogimos en remplazo La Familia de Ettore Scola. German Ossa: Ah... Sí señor. Correcto. Gabriel Posada: Sí, esa es la anécdota, en las tarjetas de invitación salía “Maestro de Música”. Ese impasse se pasó y a las pocas semanas se la proyectó y fue maravilloso proyectarla en el teatro de forma exclusiva en la ciudad. Gérard Corbiau es experto en montar películas musicales, tiempo después presentamos de él “Farinelly” con un éxito superior de asistencia, por poco y se llena el teatro, eso fue en la administración de Norbey Tobón.

Era la única parte donde todas las entidades de la alcaldía tenían donde botar los escombros o botar las basuras o botar lo que sobraba de los eventos que se hacían. En esa parte era donde se iban a ubicar los ascensores que permitían subir y bajar el foso de orquesta, pero con tan mala fortuna para los que soñábamos con el foso de


orquesta, pero con tan mala fortuna para los que soñábamos con el foso de orquesta, que cuando se empezaron a hacer los hoyos para empotrar los motores que iban a subir y bajar el foso de orquesta; se encontraron agua, el agua de Egoyá. Ya cuando se dieron cuenta: “Imposible, físicamente imposible” ¿Cómo se drenaba? ¿Cómo se sacaba el agua, si por ahí pasa una quebrada? Entonces, se desistió completamente de la construcción del foso de orquesta; que estaba diseñado, estaba todo calculado, estaba todo preparado para montar el foso de orquesta. Gabriel Posada: Claro. Yo me acuerdo de esos huecos. Eso daba miedo, eso era muy hondo. German Ossa: Eran tapados con tablas en la parte de arriba. No dejaban que nadie que entraba al teatro bajara al sótano, precisamente previendo, que le diera por correr las tablas y cayera en él, porque no lo sacaba nadie. Además, la oscuridad porque a eso se le vino a poner luz cuando se hizo el teatrino, la Sala alterna. Gabriel Posada: Yo empecé a utilizar el sótano para pintar la publicidad del teatro y alguna vez por intermedio tuyo, Fanny Mickey necesitaba un telón para “Taxi” y empecé a pintarlo en ese sótano. Octavio Quintero, el de mantenimiento, puso un bombillo y a partir de ahí hice varios telones para Fanny Mickey... y otras presentaciones, recuerdo con mucho cariño un telón que hice de “Fresa y Chocolate “de Senel Paz, la obra de teatro que se realizó después de la película y llegó a Pereira gracias a nuestro amigo común Guillermo Ovalle (q.e.p.d.). el trajo la obra al festival de teatro de Manizales y aprovechamos tenerla en Pereira, Vladimir Cruz nunca se había visto pintado en esas dimensiones y

se tomó varias fotografías afuera del Santiago con su imagen de fondo. Bello recuerdo. Y hablando de Fanny Mickey ella estuvo allá al principio conociendo el teatro. ¿Te acuerdas? German Ossa: Sí, claro. Gabriel Posada: Es que me acuerdo una anécdota con ella. Estábamos ahí parados en el escenario del teatro y le dijimos que dábamos cine. Y esa señora: –“No, no. El cine hay que quitarlo, eso es un estorbo para el teatro”. German Ossa: Ella me mandó a llamar Gabriel, y en un momentico ahí en el camino entre el escenario del teatro y la oficina, me dijo: –“Yo te voy a dar un consejo, dejá que el teatro presente espectáculos en vivo todos los que querás, pero el cine, me lo quitás. Esto no es para cine, el cine es para los teatros esos de la galería”-. Así me dijo. Y yo por dentro: “Si, el cine es idea mía”. Que el teatro tuviera ocupación permanente. Porque nosotros teníamos muchos espacios entre espectáculo en vivo y espectáculo, y había mucha temporada muerta y el cine bien o mal, hacía a la gente ir al teatro a ver alguna actividad y mucha gente que no tenía dinero para pagar las boletas, (que si bien al principio eran muy baratas) la gente pensaba que era muy difícil entrar al Santiago Londoño y pusimos a la gente a ir a ver cine.


Gabriel Posada: ¿Después de la inauguración del teatro, la EDUP seguía gerenciando ese espacio? ¿Verdad? German Ossa: Sí, sí, sí. Gabriel Posada: ¿Cuándo la Alcaldía de Pereira directamente hizo suyo el espacio del teatro? German Ossa: Yo creo que, como a los cuatro años. Gabriel Posada: ¿Ah sí? ¿Fue todo eso? German Ossa: Nosotros manejamos el teatro siempre como una isla independiente, y completamente independiente. Yo no tenía a quien rendirle cuentas. Yo mantenía asombrado, aterrado. Yo guardé todas las colillitas de las entradas a cine; todas las colillas de las entradas a cine las guardamos y los recibos de todos los gastos que se hacían.

Gabriel Posada: Cuando hablaste del traje, me imagino que eran dos trajes que le compró a Gustavo Rivera para ser conserje. Me acabo de acordar que vos también me compraste dos overoles, para proyectar cine... German Ossa: Imagínese, sí. Todo lo hacía yo.

Es más, cuando nosotros contratamos a Gustavo Rivera, por ejemplo, como conserje; yo con plata de caja menor le compré a él todo lo que tiene que ver con el vestuario. Todo eso para ponerlo bonito, a Gustavo, para ponerle la pinta. Todo eso lo comprábamos de caja menor.

Gabriel Posada: Yo entré allá gordito al teatro y salí flaquito. Eso era un calor espantoso, un horno completo esa cabina. Eso no tenía ventilación.

Pero todos esos recibos afortunadamente los guardábamos, y con eso pudimos legalizar las cuentas con la administración municipal, para cuando ya el Instituto de Cultura de Pereira se hizo cargo del teatro Santiago Londoño. Yo le pagaba a Germán Gómez, yo le pagaba a Gustavo Rivera, después a René Chisco, yo les pagaba a ellos. Nosotros les pagábamos, pues, con la secretaria. Porque eso era la Corporación Biblioteca Pública, después se crea el Instituto de Cultura, que ellos son los que legalizan todo perfectamente.

Gabriel Posada: El teatro tenía aire acondicionado, pero no se podía prender todo el aire del teatro para darme vientico sólo a mí. Las máquinas que producían el aire eran enormes y consumían mucha energía.

German Ossa: No. ¿Y qué tal la subida y bajada? Subir esas ochocientas sillas.

German Ossa: Energía toda la que quisiera. Tenaz. Gabriel Posada: De esa época recuerdo que el teatro no tenía sonido, lo único era el sonido de los proyectores del cine. ¿Cómo llega el primer sonido al teatro?


German Ossa: Un buen día llegó Aidé, cuando eso estaba Aidé Botero, ya había remplazado a Marta Bedoya (no la alcaldesa) sino otra Marta que fue directora de la Corporación Biblioteca Pública, que fue la que tuvo la oportunidad de crear la Emisora Cultural, la Remigio Antonio Cañarte con Jairo Arango. Un buen día llegó Aidé y viendo que nosotros nos quejábamos mucho por el sonido, ella me dijo: –Germán, me hicieron una adición presupuestal y tengo una platica muy buena para que compremos un equipo de sonido excelente. –Recuerdo que me habló, que le habían dado $250.000 pesos para comprar un sonido muy bueno–. Y yo le dije: –No, pues con eso compramos unos bafles y un tornamesa y una cosa como para poner música. Pero, porque no me deja yo me averiguo con los amigos de Bogotá (yo siempre pensaba en los amigos de Bogotá) por lo de la Federación Nacional de Cineclubes; yo pensaba en Gustavo Valencia, en Juan Guillermo Ramírez, en fin, en los amigos de Bogotá. Y resulta que me dieron la idea de que, ¿por qué no me averiguaba con la Embajada del Japón? Porque no sé quién se dio cuenta, que ellos habían hecho una donación, no sé a dónde, una donación de un equipo de sonido, de un equipo de proyección de cine o algo así. Pues Gabriel, yo cogí el teléfono y le dije a la secretaria averígüese el teléfono de la Embajada de Japón, y por ahí nos metimos, eso fue completamente milagroso, llamamos a Bogotá, a la embajada del Japón y yo no sé porque, yo creo que, es que en esa época era presidente Gaviria, hablamos de Pereira. Nos dieron el nombre y todavía lo recuerdo, que eso para mí fue un milagro aterrador, Keiko Sakihara se llamaba la agregada cultural, porque el embajador era Hiroshi Takano. Entonces me dieron el teléfono de Keiko Sakihara que

hablaba español perfectamente. Y listo, esa fue la entrada. Nosotros le dijimos que, cómo hacíamos para comprar un equipo de sonido, que teníamos una platica, que así fuera que le quedáramos debiendo el resto, y esa señora me acuerdo yo, que se reía, porque eran como 250.000 pesos lo que había, y ella me dijo: –No. Espere que nosotros tenemos una línea de aportación a instituciones culturales, a entidades culturales, nosotros le hacemos una visita. Y preciso, como a los ocho días llegó ella con personal colombiano que trabajaba allá en la embajada y recorrieron el teatro, les fascinó el teatro y tal...Y ya después buscaron una visita con el embajador Hiroshi Takano, nos pusieron una cita, lo recuerdo muy bien; un lunes festivo a las siete de la mañana en la alcaldía con el alcalde Cesar Castillo y con Amparo Jaramillo. Cuando el alcalde nos llamó y nos dijo: –Que el lunes a las siete de la mañana era la cita. Recuerdo que Aidé dijo: “pero es que el lunes es día de fiesta” y el alcalde dijo: “Sí, también, es cierto: yo no había caído en cuenta, ¿porque no llaman y confirman?, y llamamos a Bogotá, y sí, sí. Era ese lunes a las siete de la mañana, ellos traían unas hojas donde había todo lo que era susceptible de donación. Entonces el alcalde era feliz ahí señalando cosas, hasta recuerdo, ellos venían a hacer una donación para un ente cultural. Yo me acuerdo que el alcalde vio en esa lista ambulancias y vio motonetas, entonces el hombre le dijo al embajador: “Que bueno unas ambulancias y unos ascensores para el Hospital” entonces él dijo: “No, no. Esta donación es meramente cultural, tiene que buscar lo que tenga que ver con ello”. Y ahí fue donde seleccionamos la iluminación del teatro, el equipo de sonido, y de ñapa, venía un equipo de proyección, no sé si usted lo recuerda, un EIKI, un equipo de proyección de 16 milímetros que nunca se utilizó; ese


equipo creo que se perdió, se dañó, nunca lo pusieron a funcionar. Y la pantalla, una pantalla grande para el equipo de proyección de 16 milímetros que nos regalaron era una pantalla como para 35 milímetros Gabriel, era una pantalla grande, era un tubo grandísimo que se desenrollaba y daba capacidad para proyección de 35 milímetros. ¡Esa pantalla la regaló Aidé a un colegio, ella la donó a un colegio porque nunca la utilizamos, “Ah! dizque porque teníamos pantalla”, ella argumentó eso. “Que, porque teníamos pantalla, que esa pantalla que hacía ahí”. Así se consiguió el sonido y las luces. Era muy complejo el montaje del sonido para el teatro y la Embajada de Japón, cuando nosotros le preguntamos que, ¿cómo hacíamos para hacer el montaje del sonido? Que, ¿qué nos recomendaba? Ellos dijeron: “Si nos esperan unos días, les traemos a un experto en montajes de sonido”. Y nos trajo al que montó el sonido en los juegos olímpicos de Barcelona que acababan de pasar. Estaban esperando solamente que terminara de hacer el montaje de la amplificación de sonido en esos juegos en Barcelona para traerlo a Pereira.

Gabriel Posada: Hablando de la arquitectura del teatro... Pues, luego nos dimos cuenta de que ese teatro quedó muy bien hecho. La acústica perfecta. German Ossa: ¡Perfecta! Todo el mundo se aterraba. Gabriel Posada: Todo el mundo. Los artistas con que tuve la oportunidad de trabajar, de viajar, de conocerlos, les gustaba mucho presentarse en el Santiago Londoño por la acústica que tenía. La cercanía de la gente, lo familiar, lo cálido del teatro. Creo que alguna vez El Águila Descalza te pidió los planos del teatro para hacer algo similar con el teatro que ellos iban a construir en Medellín. German Ossa: Sí. Gabriel Posada: ¿Es verdad? ¿Cierto? German Ossa: Sí, sí. planos y los vieron.

Les prestamos los

Gabriel Posada: Como pocos en el mundo, además. German Ossa: Sí. Raphael se dio el lujo de cantar ahí “a cappella” también, varias canciones en su única presentación allí.


Gabriel Posada: ¿Y Alberto Cortez? acuerdas?

¿Te

German Ossa: Alberto Cortez, ¡claro! Víctor Heredia también. Gabriel Posada: Sí. “A cappella” como dices. Alberto tiraba el micrófono al suelo y empezaba con ese vozarrón a cantar El Amor Desolado. Paroxismo total entre el público. German Ossa: ¡Hermosísimo! Gabriel Posada: Hablando de los artistas que llegaron al teatro en esa época, fuiste vos quien me recomendó con muchos de los empresarios que llegaban a la ciudad a programar sus artistas... Yo creo que todos los empresarios importantes del país pasaron por aquí. German Ossa: Sí, sí.

Gabriel Posada: vos me recomendaste con ellos, que yo podía hacer esa labor de hacer los permisos, de estar pendiente de la publicidad, de la taquilla, de los trámites. Por ahí empezó mi trayectoria como “empresario”, más bien como representante de espectáculos públicos. Recuerdo que uno de los primeros fue Les Luthiers. Yo hace poco coloqué una foto en Facebook donde estamos nosotros dos al pie del cartel de Les Luthiers y la gente aterrada que, porque Les Luthiers había estado acá en Pereira, no tenían ni idea. La generación nueva, por supuesto. Aquella vez fue muy complicado porque había un empresario muy importante en el país que llegó al teatro a ofrecerte el concierto “El Cantar de los Cantares” pero costaba mucho dinero.


German Ossa: Él era el que traía a Raphael, el que traía espectáculos taquilleros, buenísimos. Él fue el que trajo a Colombia a Les Luthiers. Gabriel Posada: Sí, sí. Una persona muy importante. Luego me di cuenta que fue el maestro y tutor de Juan (Iván), el que traía los ballets rusos. German Ossa: Sí. Gabriel Posada: Semejante espectáculo el de Les Luthiers, había que hacer la forma de presentarlo en el Santiago, la dificultad era el dinero porque adicionalmente para traerlos había que garantizarle al empresario la compra de tres funciones. Al teatro en ese momento, todo lo que llegaba la gente iba y pagaba, así que había una serie de personas que tenían algún capital –especialmente funcionarios públicos- que te llamaban a ver si te dabas cuenta de algún buen espectáculo para ellos invertir. La novedad del teatro nuevo, bonito daba estatus con el simplemente hecho de sentarse en sus butacas y muchas personas compraban ese estatus que incluso ni les interesaba el espectáculo. Entonces vos llamaste a una de las personas aquí en Pereira interesadas en invertir, una señora Cristina Acevedo, ¿verdad? Y la señora se interesó por Les Luthiers. Cuando abrimos la taquilla, la taquilla no se movía. Entonces ella estaba muy preocupada porque era mucho el dinero que había invertido, se preveía que iba a perder mucha plata porque la taquilla no se movía. Al final yo le ayudé mucho a ella con la experiencia que había acumulado ya en algunos espectáculos, ella era la secretaria privada del alcalde César Castillo. Y juntos hicimos esa labor de promoción y ella quedó muy agradecida conmigo porque al final, aunque ninguna función se llenó, pero si se

hicieron dos medios llenos y una función casi completa, que fue la última. Entonces se logró recuperar lo que ella había invertido, la señora quedó súper agradecida conmigo porque le había ayudado a recuperar su plata. En ese concierto Les Luthiers necesitaba un piano. Recuérdanos un poco cómo fue eso, cómo estuviste vos involucrado. Y el único piano que había era el de Comfamiliar y no se podía sacar de allá. Germán Ossa: En esa época nosotros ya éramos amigos de Diego María Arias, el director del teatro Los Fundadores y Diego María Arias fue él que nos ayudó a conseguir el piano. Nos costó más barato traer el piano de Manizales a Pereira, incluido transporte, alquiler y seguro, que un piano de cola que nos ofreció un señor en Pereira, lo alquilaba, pero salía más caro. Nos cobraba un dineral, un infierno de plata, nunca supe quién era el señor dueño del piano; porque aquí hay unas casas grandes que tienen piano, especialmente en la Circunvalar. Y tuvimos el piano de Manizales en la función de Les Luthiers, que fue el mismo piano que se utilizó en Manizales para el concierto de Luthiers allá. Gabriel Posada: ¿Te acuerdas que ese piano, como que hubo que desbaratarlo para poderlo entrar? Esas puertas eran muy chiquitas. German Ossa: Sí, sí. Hubo que quitarle la tapa y las patas como que se desarmaban y se empotraban otra vez, se instalaban adentro. Igual se tuvo que hacer lo mismo para sacarlo.


Gabriel Posada: Sí, a raíz de eso fue que (no me acuerdo si fue en la administración tuya o en la de Norbey Tobón) que se hizo una puerta lateral por la calle dieciocho para ese tipo de cosas. Eso nunca se había pensado. German Ossa: Correcto. Esa puerta hubo que hacerla después, detrás del escenario. Que saliera a la calle de la dieciocho. Gabriel Posada: Claro, a raíz de ese inconveniente de aquella vez con el piano. A propósito, ¿Cómo se hizo la labor para conseguir el piano que tiene actualmente el teatro? German Ossa: Eso fue un abuso de poder, porque resulta que como el Presidente de la República era Cesar Gaviria y la esposa del presidente era Ana Milena Muñoz de Gaviria; ella se enteró de esa bonita donación de la embajada de Japón a Pereira: del sonido, de las luces, del equipo de proyección en dieciséis milímetros, etcétera. Ella se dio cuenta por esos días de una donación que llegaba a Colombia de un piano para Popayán. Y el piano que hay en Pereira es ese. El piano iba para Popayán y ella logró convencer al embajador del Japón, que ese piano viniera para Pereira, porque el piano no estaba entre las donaciones para el Santiago Londoño. Gabriel Posada: Te cuerdas de un suceso que pasó ahí, recién llegado el piano y yo ya oficiaba como representante de espectáculos con el show de Mariano Mores que a propósito fue mi reencuentro con el empresario Francisco Marafioti con quien había trabajado en el Festival de Tango en 1985. Ellos venían de Cali, me acuerdo perfectamente y tuvieron muchos inconvenientes mecánicos. La buseta que venía de Cali con toda la tropa se varó varias veces por llantas en cuatro ocasiones.

Fue un sábado y eran las seis de la tarde y nadie me contestaba, en ese entonces no había celulares. Yo no sabía a dónde llamar, la boletería se había vendido bien y ya la gente estaba empezando a hacer cola para entrar. Y Mariano Mores y su orquesta no aparecía y nadie daba razón… cuándo aparecieron, Ay! casi a las siete de la noche en la misma buseta, no habían tenido tiempo ni de ir al hotel. Llegaron sudorosos, estresados para el ensayo y el ensayo prácticamente fue la función. Entonces ¿no sé si te acuerdas? si estabas presente: el flaco Marín estaba pendiente del espectáculo, creo que lo había invitado porque estaba muy expectante de una figura de esa envergadura en el teatro, él estaba ahí en la entrada por la administración del teatro cuando llegó Mariano Mores y preguntó si había piano y Aidé Botero, tu jefe, estaba allí también con el Flaco, cuando escuchó al maestro Mariano Mores dijo: “¡pero ¿cómo así que el piano lo va a tocar un


tanguero?! “El piano solo es para grandes conciertos, el piano no me lo tocan” y le ordenó a Octavio, que era el encargado de custodiar el piano, que “no lo fuera a sacar, que ella no iba a dejar tocar el piano de un tanguero”.

instituto iba a prohibir que él tocara ese piano, el hizo alusión en el concierto). Él lo dijo.

Cuando el flaco Marín oye eso, se le arrimó a Aidé y le dijo ¡Huy Aidé!: “Si es un honor tener a Mariano Mores acá en el teatro, no sabe usted la clase de artista que está en este momento pisando el teatro, es un honor que Mariano Mores inaugure la tocada de ese piano” y fue por el flaco Marín que Aidé accedió a dar el permiso de sacar el piano.

German Ossa: ¡Hermoso!

German Ossa: Sí, claro. Ella llegó a mi oficina. Yo estaba allá cuando me dijo: “Venga, Germán, el Señor que se va a presentar hoy, ese señor, “¿si sabe tocar piano?” ¡Así me dijo! “Yo necesito” (Póngale cuidado Gabriel) “Yo necesito que me traiga una carta del decano de la Facultad de Música de Bellas Artes diciéndome que ese señor (ella no sabía cómo se llamaba) puede tocar el piano, de otra manera yo no dejo”. Y yo le dije: “Doctora, me da mucha pena, pero esa carta yo no la solicito”. Porque afortunadamente a mí me habían informado ese día o yo me había informado. Yo no había buscado en Google, yo no sabía que el computador existía y ni nada de esas cosas, obviamente; no sé quién me ilustró y me había dicho que él era el compositor de Cuartito Azul y de Uno: “uno busca lleno de esperanza”… De pronto lo de Cuartito Azul por lo de la película del hermano de Luis Ospina. Yo le dije a ella: “Que ese señor era nadie más y nadie menos que el compositor de esas cosas” y en la noche en la presentación de Mariano Mores, él hizo alusión en medio del concierto a esa incómoda situación, porque él lo supo (que la directora de allá del instituto, no del director del teatro, Gabriel, la directora del

Gabriel Posada: Y fue un espectáculo maravilloso.

Gabriel Posada: Inolvidable. De los grandes espectáculos que han llegado al teatro en toda su historia fue ese el de Mariano Mores. Él no tuvo tiempo de ensayar, prácticamente el concierto fue el ensayo. Y él en su genialidad, me imagino que algún acorde no le sonaba bien y siempre que terminaba una pieza interpretativa le ofrecía disculpas al público. Contó la historia del tango en ese concierto y hubo una anécdota preciosa en ese concierto cuando empezó a contar cómo había compuesto “Cuartico Azul”, de la pobreza en que vivía compartiendo ese cuarto azul pintado con jabón de lavar ropa con su compañera de vida y termina diciendo “y ella, mi compañera del cuartico azul está esta noche con nosotros acompañando mi concierto” y el reflector del teatro la alumbra cuando se para de su silla ¡qué belleza! German Ossa: Con mucha humildad. Gabriel Posada: Sí. ¡Eso fue muy bello! German Ossa: ¡Extraordinario! Gabriel Posada: Fue muy bello. Y hablando de Aidé Botero, pasaron muchas cosas chistosas con ella, ¿medio me acuerdo algo con el telón de boca? German Ossa: Yo le cuento. Gabriel Posada: Sí.


German Ossa: En un festival del bambuco, ella llegó y estaban organizando, Tulita y la gente estaba organizando el telón de fondo (que Tulita siempre ambientaba) ponía ahí sombreros, ponchos, ruanas, y todo; los instalaba en el telón y obviamente eso quedaba de fondo, como escenografía para que los intérpretes no se vieran, pues con dos micrófonos y cuatro guitarras detrás y ahí parados y esa pobreza de escenario. Tulita siempre hacía la ambientación. Entones cuando le tocó a Aidé. Esta anécdota que tú quieres que te recuerde; es muy hermosa. Obviamente los telones se cuelgan de una barra horizontal de la parte alta, ¿cierto? la tramoya, que sube y baja porque uno puede bajar el telón y ella vio que lo estaban pegando con icopor, con agujas, las figuras que iban a hacer el telón de fondo del teatro, ella se asomó y vio eso. Vio prácticamente el telón en el piso y se fue a mi oficina furiosa “Que porque habían bajado el telón”. “Que, ¿qué era eso? Y que ahí le estaban pegando un poco de cosas, y que, si eso ¿se iba a ver así en la noche, en la función?” Yo le dije: “No doctora” -mire la tontería Gabriel- Yo: “No doctora”, esas imágenes se le ponen ahí, después se sube el telón y eso queda en el fondo y sirve de ambientación. “Aaaah” Y así eran todas las anécdotas con ella. Cuando Ana Milena Muñoz de Gaviria ofreció una visita al teatro después de la donación del piano, (le cuento, ella era muy regalada y muy lambona con todas las personalidades que tenían alguna razón para visitar el teatro). La Dra. Aidé fue al teatro a ver cualquier cosa que tuviera que ver con mostrar el piano e hizo lavar el teatro y organizar todo. Pero ella decía, que era lo que había que hacer y en qué orden. Recuerdo muy bien, que la vez que fue Ana Milena, ella, lavó todos los pisos y después lavó las paredes. Una de las empleadas,


Clarita, que trabajó allá en el teatro, que era mi auxiliar, mi asistente, era una mujer entrañable, impresionantemente buena, -en la época que trabajó Octavio en el teatro-; ella por miedo no le alcanzó a decir que lo hicieran al revés, que lavaran primero las paredes y después el piso; ya era muy tarde, la directora regañaba por todo…

para la casa, cuando al otro día. Sí, efectivamente llegó el señor presidente de los cineclubes de Colombia.

Gabriel Posada: Sí. Además, le untaron al piso ahí una cosa costosísima también para que brillara.

Gabriel Posada: Y resulta que el señor presidente era Julio Portilla que venía recomendado por el empresario Hugo Sánchez (que estuvo aquí en Pereira en 1980 representando el cine club Chaplin que manejaba en Bogotá con Estella) Hugo y Julio pertenecían a una entidad que se llamaba Semillas Dulces y hacían conciertos y espectáculos y la visita del señor presidente era para que le colaboráramos en los preparativos de un concierto de Pablo Milanés en la ciudad.

German Ossa: ¡Brillante! Y resbalosa, una cosa horrible. Gabriel Posada: Sí. German Ossa: Increíble. Eran los pisos y las paredes de todo el teatro. De la ida a los camerinos, de la bajada al teatrino. De todo eso, como si Ana Milena Muñoz fuera a conocer el teatro, a recorrer el teatro. A ella le tenían un galón de agua en cada camerino. Le tenían flores, le tenían de todo y ella nunca entró a ninguna parte. Ella entró al teatro y salió, no más. Que le querían hacer un agradecimiento por la donación del piano. Gabriel Posada: Claro, del piano. German Ossa: Ana Milena lo logró. O sino esta era la hora que no tuviéramos piano, yo creo. Gabriel Posada: Hablando de presidentes y hablando de la federación de cineclubes, que tanta importancia le has dado en la charla con el cineclubismo. En el Santiago Londoño alguna vez te llegó un fax que recibió tu secretaria Luz Inés que decía que “al día siguiente llegaba el señor presidente”. Vos me mostraste eso medio en broma, que al otro día llegaba el señor presidente al teatro. Yo me fui con esa duda

German Ossa: Sí, sí, sí. Correcto. Luz Inés estaba toda asustada, que porque venía el presidente y hasta me dijo “que cómo venía vestida”

De una me puse a trabajar con Portilla que le llamó mucha la atención un cartel gigante que tenía afuera del teatro anunciando la película “Sur” de Pino Solanas, que cómo era que un cine club tuviera plata para hacer semejante publicidad. Pues le dije que ese cine club tenía pintor, que era yo quien los hacía con todo el material reciclado del teatro. Con Julio tenemos una anécdota que cuando la contamos todo el mundo duda y no nos creen. Resulta que yo andaba con él todo el tiempo colaborándole, recuerdo que inclusive nos prestaron el Coliseo Mayor sin costo para el concierto de Pablo (por mi amistad con Cristina Acevedo, la persona que ayudé con Le Luthiers). Alguna vez coincidimos en el Hotel Meliá, él íba a cotizar y a separar los días en que Pablo Milanés íba a estar en la ciudad y yo andaba trabajando un concierto con los hermanos Visconti y Orlando Contreras, a propósito, los hermanos Visconti vivían peleando y había que mandarlos a los teatros en carros


distintos y en escena uno de ellos, Abel, colocaba un pie delante de Victor o viceversa, era un chiste verlos en esas. Y siguiendo con Julio pidió a un botón que le mostrara las habitaciones y al entrar al ascensor había una jovencita con su padre, el botón se dirigió al señor presentándole a Julio como el empresario de Pablo Milanés, el señor de inmediato se interesó en Julio y lo invitó a que viera a su hija que se presentaba esa noche en el bar del hotel con la posibilidad de pronto de representarla, ¿sabes quién era la jovencita que se estaba presentando en el bar? Una tal Shakira Isabel, Julio no asistió a verla, imagínate que Julio se perdió la oportunidad de ser representante de SHAKIRA, ¿cómo de malas no?, el concierto de Pablo tampoco se hizo y el señor presidente fue noticia en primera plana del diario La Tarde por la demanda que íba a ponerle a Semillas Dulces por el incumplimiento con el concierto de Pablo… Gabriel Posada: Hablando de otra cosa chistosa, ¿te acordás cuando fue el presidente de la República César Gaviria al teatro y Abner Gracia, el celador de la puerta se puso un frac blanco para recibirlo? German Ossa: ¡¡Sí!! Abner Gracia Angarita. Que en paz descanse, que ya se nos fue también. Nosotros tuvimos otro personaje muy lindo, muy bueno como Mariano Mores en el teatro, que fue Rodolfo Mederos, el bandoneonista, el que reemplazó a Astor Piazzolla en la vida real. Teniendo Buenos Aires (me imagino, yo no conozco) tanto teatro tan lindo, era fascinado con el Santiago Londoño y la acústica. Él ya había ensayado lo que tenía que ensayar, porque esa noche se presentaba, y sin embargo él llegaba a mi oficina, porque el hotel como le quedaba cerquita, estaba en el Meliá, lo que es ahora el hotel el Movich.

Y él me decía: “Que si podía ensayar otro rato; me pedía permiso para ir a ensayar otro rato y los muchachos me decían a mí: “Bueno, ese señor ya no vino a ensayar pues”. Y él se arrimó a mi oficina (que entre otras cosas yo tenía un equipo de proyección de dieciséis milímetros, que yo había comprado viejo y se lo regalé) el hombre me mandó carta y todo, yo tengo la carta; donde me da los agradecimientos porque él me lo iba a comprar y yo le dije: “No, yo se lo regalo” y él estando en Colombia lo mandó a Buenos Aires, me dijo: “Cuando llegue a Buenos Aires le aviso que me llegó” y me mandó la carta de agradecimiento. Pero él, en uno de esos momentos que fue a mi oficina, me dijo: “Es que estoy fascinado con la acústica de este teatro, yo nunca escucho mi bandoneón como lo escucho aquí; cuando estoy solo en una sala ensayando, nunca lo escucho como lo escucho aquí”. También trajimos varios años una muestra del Festival de Teatro de Manizales porque yo particularmente he sido muy amigo de Octavio Arbeláez Tobón, que es el director del festival, él ha sido casi el director durante toda la vida, aunque hubo varios años que renunció porque él fue funcionario del Ministerio de Cultura y en esa época él no podía ser director del festival y ahora lo es de nuevo, ya no es Festival de Teatro Internacional, sino universitario o de teatro al aire libre y trajimos el teatro Sevilla-España, el de la Universidad Católica de Chile; trajimos varios de los mejores grupos de teatro que venían al festival de Manizales. Trajimos a Manel Barceló, Manel Barceló es un actor, director de teatro, que es, tal vez, el más importante en el mundo del teatro unipersonal y no mimo, “teatro unipersonal” que el hombre solo con una camiseta, con un pantalón caqui, descalzo, con un palo y un trapo;


eso hacía banquetes, hacía guerras, contaba la historia de la humanidad; un excelente actor Manel Barceló de España. Cuando estuvo en Pereira Víctor Heredia, el hombre como todos los artistas, usted sabe que es muy difícil sacar un artista la noche que no se presenta, a una comida o a una taberna o a una fuente; a ellos no les gusta, a los artistas no les gusta, y nosotros gracias a usted y a Hugo Sánchez, pudimos sacar a nuestro amigo Facundo Cabral y llevarlo a comer a “Mamá Flor”, que eso era una odisea. Recuerdo que nosotros le decíamos a usted que nos ayudara, que le dijera a Hugo Sánchez porque la señora Cristina, la esposa del ex alcalde Luis Alberto Duque, ella decía que el hijo, que hoy día es concejal. Quería atenderlo, quería verlo, quería conocerlo, quería tocarlo, quería saber que ese señor existía en la vida real; que era de carne y hueso. Que nos invitó a comer allá, y gracias a usted y a Hugo lo logramos llevar porque a ellos no les gusta. Gabriel Posada: sí, recuerdo que llamé a Emilio Valencia el manager de Cabral al hotel Tequendama cuando llegaron a Colombia y él me dijo “pues llámalo, su habitación es la 304” –suite que dos años después se llamó Facundo Cabral homenajeándolo en vida- Cabral me contestó, le dije de la invitación a comer y muy amablemente me dijo- “dile a la señora que le agradezco mucho su invitación a comer, que allá nos vemos”. Cuando llegamos a “Mamá Flor” al bajar del carro nos dijo “¡¡en este sector vivía Fabio!!” (antes que existiera el “Santiago Londoño” Cabral se había presentado en Fiducentro, creo que en 1984 y se había visto con Leonardo Fabio, el cantante e importantísimo director de cine argentino, en Cali alguna vez Mariano Mores también

me pregunto por Fabio cuando se dio cuenta que yo era de Pereira). Cuando con Facundo Cabral llegamos al restaurante, frunció un poco el ceño y me dijo “pensé que la cena iba hacer íntima, en una casa”, poco a poco se relajó porque no hubo ningún avallasamiento de parte de los anfitriones y la comida fue inolvidable para todos, fueron varias horas donde no paró de contarnos historia de su vida, hasta hizo unos dibujos en servilleta mientras hablaba, que vos al final se los pediste y él te los regaló. Germán Ossa: Lo mismo hicimos con Víctor Heredia, lo llevamos a La Vitrola un bar donde cantaba Graciela, una jovencita también argentina, y en sus canciones metió una de Víctor Heredia, pero ella no sabía que Víctor Heredia estaba ahí en La Vitrola, estaba con nosotros y ella cuando cantó Razón de Vivir, explicó el origen de la canción y Víctor Heredia nos dijo a nosotros: “No. Eso no es verdad, todo lo que ha dicho ella no es verdad, eso es otra cosa” Entonces yo en el momento que me dieron papaya, ahí en la mesa estaba Jorge Sarria, el empresario, la esposa, Víctor Heredia y yo. Bajé y fui donde Graciela, que era amiga de nosotros, porque ella cantaba en muchas partes y cantó en el teatro también otra vez y tal. Yo le dije: “Venga, Gracielita ¿Le cuento un chisme? Lo que usted cuenta de Razón de Vivir y tal, eso no es así, nos lo dijo Víctor Heredia”. Me dijo: “¡Ay verdad que él está en estos días por Pereira! Porque había publicidad en todas partes. Yo le dije: “Él está ahí con nosotros. A él le gustó mucho su interpretación, si quieres vamos donde él y hablas con él”. Me dijo: “¡Ya!”. Y fue y listo, y él le contó la película verdadera, y obvio, me imagino que seguiría contando esa anécdota por dónde va. Gabriel Posada: Claro.


German Ossa: Pero, Víctor Heredia, cuando nos lo ofrecieron, ¿Qué era lo que le quería contar? Cuando nos lo ofreció Diego María Arias porque él lo llevaba a Manizales, él llenaba Los Fundadores, llenaba el teatro, cuando nos lo ofreció, la gente de Pereira no sabía quién era Víctor Heredia, no sabía. De hecho, le hicimos publicidad y todo y fueron como cuatrocientas personas no más y Diego María Arias vivía aterrado, asombrado, porque Víctor Heredia llenaba El Maracaná, setenta mil espectadores, imagínese. Víctor Heredia era una cosa del otro mundo. Cuando lo íbamos a presentar nosotros en el estadio, porque conseguimos el estadio y todo; empezamos a hacerle la publicidad, la promoción y tal, todo ese cuento... Llegó en esos días y se nos atravesó Ricardo Arjona, que estaba con una canción de moda, que era el último grito del desierto, era como decir J. Balvin, era Piso 21, era pues la última Coca-Cola del desierto, él se presentaba un 19 de agosto en el estadio, esa programación fue muy rápida, en ocho días ya estaba listo el Concierto de Ricardo Arjona en el estadio y todo el mundo le compró boleta a Arjona. Y el 20 que era la presentación de Víctor Heredia en el estadio, no había ochenta, cien personas y creo que el setenta por ciento eran pases, entonces, todos los que estábamos sentíamos una gran decepción. Víctor Heredia se nos arrimó a Jorge Sarria y a mí, me acuerdo que yo estaba con Jorge Sarria, porque Jorge Sarria estaba, pues muy triste, obvio, por lo de la presentación. Y nos dijo: “¿Dónde hay harta gente ahora?” Él fue el que dijo, Víctor Heredia: ¿Dónde hay harta gente que ustedes están en fiestas? Él supo que estábamos en las Fiestas de la Cosecha. Y le dijo a Jorge Sarria: “No me pague la presentación a mí,

pague lo de los músicos, pero a mí no me la pague, tranquilo que yo sé cómo es esto”. “No me pague los honorarios a mí, a Víctor Heredia, pague lo de los músicos y yo le canto donde haya harta gente” Y coincidencialmente esa noche había un evento cualquiera en la Plaza de Bolívar. Y los músicos tuvieron otro gesto muy bonito, que fue que el de acompañarlo en la tarima en la Plaza de Bolívar. Cantó como seis canciones allí. Apoteósico, inolvidable. Gabriel Posada: Y Razón de Vivir que era tan escuchada por esa época. German Ossa: Le encantaba al público. Gabriel Posada: Le encantaba a todo el mundo, era una canción muy popular. German Ossa: Claro. Gabriel Posada: Me gustaría saber, cuando tu saliste para el Fondo Mixto de Cultura, llegó Norbey Tobón a reemplazarte y Norbey tampoco era una persona como muy metida en la política. Es que uno ve en esos cargos, siempre han existido en esos cargos de la administración pública que son políticos y mucha gente la ubican en unos sitios donde no tienen ni idea de lo que van a hacer. Entonces, yo creo que fue muy afortunado que Norbey te hubiera sucedido en el teatro. German Ossa: Él me dijo: “Dígame, qué hay que hacer para la dirección del teatro” y yo le dije: “El único que puede nombrarlo a usted, si lo quiere saber, es Juan Manuel Arango”. Él me dijo: “Yo soy muy amigo de él, él me quiere mucho, yo le he hecho fiestas, yo le he llevado orquestas”. “No se diga más, hágale, que yo sé que él lo nombra”. Él es el que lo puede nombrar, y así fue. De buenas digo yo, que tuvo la precaución de preguntarme y haberse dado cuenta que


yo salía porque de lo contrario, hubieran nombrado a otra persona, como ahora, que ha pasado un poco de gente que yo creo no se ha dado cuenta que han estado en el teatro. Se volvió una oficina de arrendamientos Gabriel, porque la persona que nombran ahí es para alquilar el teatro. Para los grados y todas esas cosas, y alquilar los otros espacios que tiene lo que ahora es la Secretaría de Cultura, el Lucy Tejada, el teatro, los salones de Concertación, los audiovisuales… alquilar los espacios, no más, y el lobby, para eventos, para cocteles. Eso es lo que hace el teatro hoy día. Gabriel Posada: ¿A vos te recuerdan mucho algunas personas porque les prestabas el teatro a grupos culturales y a artistas gratuitamente, ¿verdad? Germán Ossa: Y lo grave es que tenía que ser a escondidas porque eso parecía un delito. Siempre hubo (y hay) muchas restricciones inexplicables e injustificadas. La verdad es que se lo presté al Grupo de Teatro “PALO Q´SEA”, en una oportunidad para hacerse un Estudio Fotográfico porque necesitaban armar un dossier para mostrarlo a unos empresarios europeos y creo que como ellos se maquillaban de manera un tanto sofisticada, dejaron huellas de sus pinturas en algunas sillas del recinto y hubo un escándalo porque se “filtró” que uno de los actores posó desnudo en una de tantas; también a varios cantantes de música popular para estudios fotográficos y dizque para probar cómo sonaban en un bello teatro; también se lo presté, y en varias oportunidades a William Cortés y Jaime Fernández, los directores del Grupo de Danzas “MICHUA”, que poseía entre otras un puñado de bailarinas muy hermosas, para varios estudios fotográficos en sesiones prolongadas y al

Ballet de Ana María y al Grupo MILUZKA que en esa época mía, ellos eran de Manizales y obtuve varios regaños porque me “pillaron”. Pero lo que más me pudo haber puesto en problemas por si se hubiera descubierto, fue que se lo presté en varias oportunidades a un grupo de teatro de unos jóvenes que muy tarde descubrimos que eran “peligrosos”, porque cada que iban a ensayar una obra que ellos mismos habían escrito, dejaban en custodia con uno de los técnicos del teatro, Octavio Quintero para ser más concreto, las armas con las que llegaban al teatro a ensayar durante varios sábados desde las 9 de la mañana y hasta medio día. Y lo mejor de todo, lo hacíamos gratis. Gabriel Posada: el empeloto de Palo Q sea fue Jaime González Moscoso haciendo de diablo con todo su cuerpo pintado de rojo y Wilson andando por todo el teatro con el avestruz gigante, a propósito de Wilson, en aquella época me ayudaba a colgar los telones en la fachada de Fiducentro por el simple hecho que le encantaba el vértigo, era feliz y danzaba después de ubicarlos en ese filo del tamaño de un ladrillo, yo ni me atrevía a mirarlo porque eso allí es muy alto, veinte o treinta metros quizá. Gabriel Posada: finalmente Gemán, quiero ponderar mucho la vez que conocí al maestro Víctor Pérez. Yo en ese entonces hacía los carteles para anunciar las películas. Vos habías programado Crónica de una muerte anunciada de Francesco Rossi. Y no recuerdo por qué no hice el aviso a tiempo y cuando llegué al teatro vi un cartel anunciándola con una interpretación del afiche con unos trazos muy ágiles, pero nada que ver con lo que yo hacía, que los hacía, digamos, exactos a los afiches. A mí me dio rabia y cuando entré a tu oficina para hacer el reclamo, estaba allí Víctor Pérez haciéndote un dibujo. Ahí fue que lo conocí.


Yo con los cachetes rojos, enfadado, me lo presentaste. Qué nos quieres decir de esos momentos que, Víctor estuvo en el teatro, que fueron muy especiales también... German Ossa: Víctor Pérez es un artista íntegro, Víctor Pérez es la esencia, es la razón de ser, es el prototipo del artista, del artista (no tanto el bohemio porque él toma cerveza diaria) pero que vive del arte, él es, de los poquitos en el mundo que viven del arte. El hombre en Bogotá, en Fusagasugá, en Zipaquirá, en Medellín, en Cartagena (me lo he encontrado en Cartagena en un festival de cine) lo vi arrastrando cables y era que estaba trabajando con Telecaribe, pero también combinando la actuación del trabajo en Telecaribe con la pintura. El hombre invita a un amigo a comer sin plata porque él piensa que se puede volar y se vuela. Y si lo cogen y lo meten a un calabozo, él les pide un lápiz y una hoja de papel a los guardias y los dibuja y con eso logra salir, y, además, conseguir plata porque los dibuja y les vende. Es increíble. Cuando él llegó a Pereira y que llegó al Santiago Londoño, él fue de los primeros que usó inteligentemente el sótano cuando era un basurero. Él mismo se encargó de recoger la basura, de despejar y armar un nicho para montar un taller de pintura. Y él iba allá a la oficina y me decía: “Germancito, ¿muy difícil que yo dé unas clases de pintura en el sótano?” Y yo: “Hágale, hágale”. Y se pone uno a decirle, que hágale, pensando en que se va a demorar para hacerlo, pues, a la media hora tiene el afiche, como el suyo, a la entrada del teatro, diciendo: “Clases de pintura”. Y ahí empezó a dar clases de pintura. El hombre pasa por la calle (la fantasía que el maneja es aterradora Gabriel). El hombre pasa por la calle y le dice a uno: “Vea Germán, ¿A usted le gustaría que esa muchacha fuera modelo mía?”.

Se le iba y le decía: “Yo soy pintor, y a mí me gusta mucho pintar desnudos... ¿Usted se le apuntaría? Y el setenta por ciento de las muchachas que él veía en la calle, las lograba llevar al taller y ponerlas a posar desnudas para pintarlas.

Eso lo hizo Víctor Pérez. A él lo sacó Aidé Botero de allá, porque le contaron que él empelotaba a las viejas ahí adentro. Una cosa es contar la historia así, contar, que ese señor, que tiene sombrero, que es como loco; lleva viejas y las empelota en el sótano del teatro. Es una manera de contar. Otra es que la gente supiera que él tenía quince o veinte estudiantes de artes, que estudiaban arte con él ahí, en el sótano del Santiago Londoño. El hombre es increíblemente admirable por eso, y eso lo hace en todas partes. Gabriel Posada: Yo lo acompañé en múltiples idas y venidas por los bares del sector y eso que tú dices de las modelos, efectivamente ocurrió y en la única ocasión que la modelo no fue, recuerdo que al teatro arrimaba mucho un personaje entrado en edad habitante las 24 horas de la calle que le decíamos “masato”, Víctor al ver que la modelo no llegaba salió y contrató a “masato” para que le posara en la clase y dijo a sus alumnos que “hoy en vez de hacer desnudos, vamos a dibujar la calle y sus habitantes más dignos a través de este modelo”. Víctor para mí ha sido uno de los


referentes más importantes que pude conocer en la vida, a través de él, el arte para mí se consolidó en la libertad y en la utilización de las formas más diversas para expresar mi inconformismo con el mundo.

inmenso, obvio; ahí estábamos todos cuando me encontré con Víctor Pérez. Entonces lo invité para que se sentara con nosotros, con Juan Guillermo Ramírez, con los críticos y los cine clubistas que éramos amigos, él se sentó con nosotros. Entonces él se sienta un ratico porque él es muy hiperactivo y dijo: “Voy a dar una vuelta” Y se fue y dio una vuelta y regresó y me dijo: “Por ahí está Amparo Grisales... ¿Usted quiere que la dibuje?”. Así me dijo: “¿Usted quiere que la dibuje?”. Yo le dije: “Hágale” Yo que iba a saber dónde la iba a dibujar y cómo. Entonces váyase consiguiendo un lapicero”. Así me dijo: “Un lapicero”.

De él ya tenía un referente que Alfonso Segura me había contado cuando fue gerente de Cine Colombia en Cartagena y en un Festival de cine, organizó una fiesta conmemorando los 60 años de la compañía, me dijo que había habido un pintor en la fiesta que había dibujado en el mantel donde habían comido y bebido, a algunos de los invitados, y que luego de haber pintado a Amparo Grisales y una serie de artistas que había allí, muchos curiosos al final, querían llevarse el mantel por pedazos. Porque era todo el mantel, la gente con cuchillos ahí tratando de rasgar su pedacito para llevarse. ¿Vos viviste esa fiesta?

Las mesas estaban cubiertas con manteles blancos, blancos y grandes. Eran alquilados por un hotel que estaba haciendo la recepción de Cine Colombia. Cuándo apareció con Amparo Grisales y el novio, que era uno de esos Echavarría, de esos ricos de Colombia, de esos tipos de los más ricos de Colombia, era el novio de ella. Ese señor andaba con ella y era como con miedo ahí al lado de ella. Era como con miedo, el viejo era todo respetuoso, el viejo no la cogía, no la tocaba, nada.

German Ossa: En la misma semana que le conté que me lo encontré en la calle arrastrando cables, que trabajaba con Telecaribe, en esa misma semana en la fiesta de Cine Colombia, Víctor Pérez, no sé por qué, de pronto porque trabajaba con Telecaribe, estaba en la fiesta, estábamos, los cine clubistas, los críticos, actores, directores, etc. Eso no hay mesas asignadas para nadie, solamente, como para la junta directiva y algunos invitados especiales, tienen sitios especiales y como esa fiesta la hizo Cine Colombia allá en el teatro Cartagena, en el patio, al fondo, eso era

Cuando llegó Víctor Pérez con ella, abrazada, Gabriel, y el novio de Amparo Grisales al lado de ella. Sí. Llegó a la mesa de nosotros. Entonces dijo: “Quédeseme quietica aquí”. Y se sentó y cogió el lapicero y la dibujó, pero yo no me acuerdo en qué momento, él dibujó como tres o cuatro cositas más en ese mantel, cuando llegó un mesero y el mesero le hizo un escándalo a Víctor Pérez. Le dijo: ¡Qué cómo así... que ese mantel!... y llamaron al personal de los organizadores de la fiesta. Y después apareció Segura. Y Segura dijo: “No, no.…Ese mantel nosotros lo pagamos, dóblelo y tal” Y creo que se lo dieron a Amparo. No recuerdo muy bien, pero ese mantel, ese pedazo de tela grande con el dibujo de ella. Hasta ahí recuerdo yo.


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“Pecoso” Juan Manuel Gómez manejaban en Caracol radio la programación de Radio Activa, la emisora más escuchada en la ciudad por esa época, pues nos patrocinaron el ciclo anunciándolo y fue todo un éxito, recuerdo de ese ciclo a “The Wall”, “The Commitments”, “Bird”, “The Doors”, “Tommy”, “Kiss”…

100 años del Cine En 1994 la Cámara de Comercio de Pereira compró máquinas de cine en 35 mm para su teatro y a quien se las compró fue a la misma persona que vendió las del Teatro Municipal, la primera proyección de ensayo fue con la cinta de Oliver Stone “El Cielo y la Tierra” que la estábamos pasando en el “Santiago Londoño” y la primera proyectada para el público fue programada por Wilman Salinas y yo: “Haz lo correcto” de Spike Lee donde Wilman se disfrazó de vendedor de pizza para promocionar la película y cuando pasamos “Nada es para siempre” de Robert Redford y la actuación de Brad Pitt, se disfrazó de pescador con los atuendos de mi papá. Al final de ese año 94 programamos dos semanas con las películas que existían en 35 mm de rock, recuerdo que un homónimo mío, Gabriel Posada junto al

Iniciando 1995 la mejor justificación para fundar un nuevo cine club en la ciudad, fueron los 100 años del cine y junto a Wilman Salinas nos montamos en la película de crear el Cine Cámara en alianza con Cine Colombia por la huella que había dejado el Cine Club El Corredor del Calle Real. Programamos conjuntamente películas por ciclos, el Calle Real pasaba sus películas los lunes y nosotros los martes, un coctel de inauguración en el teatro Calle Real anunció esta alianza y su programación, esa noche, el lunes 6 de febrero se proyectó la película “De Amor y Soledad” (Il ladro di bambini) de Gianni Amelio Gran Premio del Jurado en Cannes 1992.


Nosotros en la Cámara de Comercio teníamos programada “Recuerdos” ( Recordando a Hemingway) de Randa Haines, todo indicaba que esta nueva aventura funcionaría y el miércoles 8 de febrero a la 1 y 40 de la tarde ocurrió un terremoto que nos frustró la programación apenas iniciada, las baldosas de la fachada de la Cámara de Comercio cayeron sobre el andén de la octava y sobre la calle 23 y aunque el edificio no sufrió en su estructura el quedar en un cuarto piso fue imposible hacer que las personas pasaran por alto el impacto de los escombros caídos de la fachada. Recuerdo mucho que la película anunciada para la siguiente semana era Frankestein dirigida por Kenneth Branagh y protagonizada por Robert De Niro y yo había realizado una pancarta de tres metros por 2 metros del afiche de la película que contrastó visualmente para mal del cine club con el horror del momento del terremoto. Nuestra actividad posterior a la llegada de la calma nos encontró en otras actividades y abandonamos nuestro ímpetu con el cine en Cámara.

CAFÉ CINEMA

Trashumando los tiempos de mis pasos por la vida en los teatros, en 1996 nació Café Cinema en el teatro Municipal Santiago Londoño Londoño, el compendio del mirar y acumular experiencias de otros y sumar las propias. Aparece en mi mente Avril, Avril, Avril y otras tabernas visitadas en los 80s como Currumay en la 20 con 10 y 11, La Peña de Khalil en la 17 entre 7ª y 8ª, La Barraquera de los muchachos de Palo Q’sea en la 19 con 4ª y la tan cercana y fugaz Chaplin en la cual pinté en su fachada el Chaplin engarrotado de frío de la Quimera del Oro, en esta última tuve la suerte de no ser uno de los 5 socios que acompañaron esta ilusión empresarial en 1988 de Germán Ossa, Martín Mejía, Orlando Vásquez, Walter Mejía y Martha Zapata.


Con el ánimo que les impartió Alfonso Segura (el gerente de Cine Colombia) en una de las inauguraciones de la sala de exposiciones del Corredor del teatro Nápoles; el teatro contaba con un local detrás de la pantalla de cine con puerta hacia la calle 20 que no se utilizaba para nada y Alfonso les dio la idea de montar una taberna cultural. Las sillas de la nueva taberna se compraron estilo silla plegable de director de cine y en la parte trasera del espaldar fui el encargado de escribirles el apellido de sendos directores de cine de todas las épocas: Griffith, Wells, Visconti, Fellini, Scorsese, Bergman, Tarkovski, Buñuel, etc., etc, etc., digo fugaz porque fueron muy pocos los meses que duraron en este empeño que sólo “daba pérdidas” y prefirieron vender al primer postor que apareciera y efectivamente apareció y le encantó la cuadra para poner un putiadero, que además lo dejó con el nombre Chaplin y no tocó la fachada. Las anécdotas posteriores son muy chistosas porque Germán Ossa había mandado a timbrar tarjetas del tertuliadero y las había repartido entre sus estudiantes y compañeros de trabajo en la Universidad Libre…sólo imagínense lo que pasó por un tiempo, alumnos y amigos de Geross llegando a tertuliar en Chaplin. La socia Martha Zapata emigró a los Estados Unidos y a los pocos años regresó de visita a Pereira contando que estaba trabajando cuidando a los padres de Woody Allen y le regaló a Germán algunas postales y fotos de los Allen, incluido Woody en uno de su cumpleaños muy joven.

Woody Allen. Cumpleaños. Archivo Geross.



Con estos referentes más mi colección de afiches, fotos y revistas de cine en diciembre de 1995 y enero de 1996 me encerré en lo que iba hacer el foso de orquesta del teatro “Santiago Londoño” y con el aval de Norbey Tobón, el director en ese entonces, fui decorando la supuesta cafetería que alquilé para darle una mejor presencia a la que funcionaba allí manejada por los hermanos Luna en la administración de Germán Ossa. La decoración quedó muy llamativa y junto a Viviana Botero Marulanda y un préstamo que hicimos con el Fondo Mixto de Cultura de Risaralda adecuamos finalmente el espacio de mesas y sillas, le compramos el equipo de sonido al flaco Wilman Salinas quien la proveyó de música y el escultor Martín Mejía, de una puerta de la antigua estación del tren donde funcionaba la Corporación Biblioteca Pública, hizo la barra y esculpió en sus bordes el nombre Café Cinema, al igual que a las sillas y a las mesas.

Un jueves 15 de febrero de 1996 se inauguró Café Cinema, el nombre lo tomé del bar de los amigos de “Semillas Dulces” quienes en Bogotá manejaban un bar con ese nombre que aún subsiste. La idea con el Café Cinema en el Teatro Municipal era suplir la necesidad del teatro durante su programación habitual para abastecer lo básico de una cafetería y el Café, además de suplir esas necesidades tomó identidad propia y abríamos diariamente entre 3 y 10 de la noche convirtiéndose inmediatamente en un referente cultural de la ciudad. Me traje al bar una pequeña biblioteca de mi casa y la abastecí de mis propios libros y con los amigos artistas empezamos a programar exposiciones cada mes y a presentar teatro unipersonal y pequeñas piezas de grupos emergentes, instituimos “los poetas toman café” todos los martes, cuentería los miércoles y cine los sábados…Por allí durante dos años se realizaron reuniones de lanzamiento de libros, premiación de concursos, tertulias


de tango, bambuco, rock y la permanencia de una hermandad en las Artes y al buen gusto por la música. Sólo una vez cambié la disposición del mural con los afiches seleccionados para visibilizar la imagen permanente del sitio y fue en el Tercer Encuentro de Críticos y Periodistas del Cine que el Café y el teatro fueron anfitriones del Cine Colombiano en pleno, con el préstamo desde Patrimonio fílmico colombiano de varios afiches de la historia de nuestro cine. En ese encuentro y creo que por primera vez en un evento público estuvieron debatiendo sobre nuestro cine los directores Jorge Alí Triana, Lisandro Duque Naranjo, Jaime Osorio, Ciro Durán y Ricardo Coral Dorado junto a los periodistas y escritores Mauricio Silva y Fernando Quiroz.


Dos años ocupamos ese espacio que iba hacer un foso de orquesta y lo orquestamos con nuestros sueños En Café Cinema nacieron amores que hoy perduran, juntas que no se olvidan y sueños que aún persisten. “Tras Bambalinas” en su quinta entrega dialoga hoy con el segundo director del Teatro Municipal “Santiago Londoño Londoño”, Norbey Tobón Cardona y con uno de sus empleados más queridos y recordados en su puesto de celador y conserje del teatro, Germán Gómez Botero.


MEDIA DE VODKA PARA UNA RÉPLICA Entrevista con Norbey Tobón Gabriel Posada: ¿Cómo llegaste al teatro? Norbey Tobón: ¿Cómo llegué al teatro? De una forma muy particular; recientemente había montado algo que se llamaba El Cartel, donde hacíamos carteles grandísimos que se pegaban en las paredes. Con un par de socios le compramos esa máquina a don Libardo Gómez, con la única intención de competirle a La Linterna de Cali, ¿te acordás que esos carteles los hacía La Linterna de Cali? Aquí no había quien los hiciera y La Linterna era muy costoso y muy complicado. Entonces, nos asociamos para montar el negocio y lo llamamos “El Cartel de Pereira”. El negocio empezó a decaer muchísimo porque empezaron a poner trabas de Secretaría de Gobierno para pegar eso en algunos sitios, pasó de ser un medio interesante publicitario de eventos y espectáculos, a ser un encarte porque ya no había donde pegarlos. Entonces, yo andaba como un poco al garete. Cualquier día iba caminando por lo que yo llamo “la pasarela central” o sea por la Plaza de Bolívar y me encontré con Germán Ossa, me contó que él salía del teatro e iba para el Fondo Mixto y que no habían nombrado a nadie, que no había un candidato. Yo le dije: A mí me interesa Y lo primero que me dijo: ¿Usted tiene padrino político? Y le dije: ¡Ninguno! Tengo conocidos políticos, pero padrinos, ninguno. Me dijo: Pues hasta ahí llegamos al nudo.

Y yo era, y soy bastante amigo de Juan Manuel Arango (el alcalde de entonces), hablamos con Juan Manuel y Juan Manuel me dijo: Lo primero que tiene que hacer es conseguir un concejal que le dé el aval. Yo no tenía conocidos y alguien me presentó a Oscar Cruz. Este me dijo: ¡Listo!, usted me cae bien. Yo lo conozco a usted desde que era director de RCN. Listo, cuente con el aval. Cualquier día amanecí nombrado, o anochecí; me nombraron una tarde director del Teatro Municipal Santiago Londoño. Y pues, con un poco de miedo y susto, tal vez, porque era un mundo nuevo. Yo siempre fui un hombre de espectáculos, de eventos, de medios, de radio, de discotecas. Pero, de la magnitud del teatro Santiago Londoño, pues digamos, que yo no estaba completamente preparado, pero al final del día, creemos que se hizo una buena labor. Sobre todo, porque tuvimos la fortuna de que personas (y esto no es un piropo) como Usted, como Germán Ossa que nos guiaron en el mundo del arte y la cultura. Porque teníamos, yo tenía experiencia, tengo experiencia en el mundo de los espectáculos. Pero, el mundo tan complicado de la cultura no era mucha la experiencia y menos en la parte administrativa, de pronto como espectador y como periodista, pero como protagonista, no. Un punto de referencia son los dos sismos que afectaron al teatro. Uno fue en 1995 y el otro en 1999. Mira que el primero no fue tan grave Gabriel. Yo no recuerdo, pero estuvimos cerrados muy poquito tiempo, porque la verdad las afectaciones fueron leves. Pero en el segundo, en el de enero de 1999 fue definitivamente un desastre, estuvimos casi un año y medio cerrados. No había recursos y bueno, al final digamos,


que el teatro resurgió muy bonito; acuérdese que cambiamos las sillas, Usted mismo me guio para poner esas hileras de sillas de dos colores, me mostró fotos de algunos otros teatros y así lo hicimos. Logramos modernizar el teatro, ese sismo del 99´ digamos, que al teatro lo “disparó” en muchas cosas. Se cambió entre muchas otras cosas el banco de luces que estaba muy obsoleto. La verdad se hizo del desastre un éxito, porque el teatro quedó mucho mejor, sin duda.

Norbey Tobón: Por la película, claro. Farinelli es un personaje. Gabriel Posada: Fue un éxito esa película. Yo creo que algo ocurría ahí con las máquinas y él en esa sabiduría que tenía, sacó adelante la película. Norbey Tobón: Con el sistema que ustedes los especialistas denominan vaciado. Gabriel Posada: Exactamente. Entonces, pues, viendo semejante espectacularidad, semejante episodio, lo pusimos así, “Farinelli”. Y así se quedó para nosotros “Farinelli”. Norbey Tobón: Farinelli, todo un personaje en eso. Gabriel Posada: Hablando con él en estos días, nos acordamos que él fue quien proyectó la última película en 35 milímetros. Norbey Tobón: ¿Estaba yo en la dirección cuando eso? Gabriel Posada: Sí, claro. La película era Como un Pájaro Libre, me la había prestado Hugo Sánchez, el empresario de Bogotá. Norbey Posada: Sí, claro que la recuerdo. Muy linda.

Gabriel Posada: En estos días hablando con Fernain. ¿Te acuerdas de él? El proyeccionista. Norbey Tobón: Claro, que le decíamos Farinelli. Gabriel Posada: ¿Vos te acordás, por qué le pusimos así? Por la película.

Gabriel Posada: Eso fue muy anecdótico, porque las dos máquinas se quemaron a la vez, entonces no había forma de hacer lo que él hacía, el sistema de vaciado. Norbey Tobón: Creo, que sacamos un proyector de 16 milímetros (no sé cuál fue) ¿O no la pudimos proyectar?.


Gabriel Posada: Iba como en la mitad de la película y la poca gente que había, no sé, unas treinta personas, pues, les dimos una boletica para que volvieran luego a ver la película (todavía están esperando). Norbey Tobón: Una de las visitas fue la de Raphael (era una de las cosas que le dolía a Germán, que nunca durante su administración pudo traerlo). La primera vez vino en la administración mía. Entonces llegó como a eso de las once de la mañana a probar sonido y a conocer el teatro (a probar sonido y escenario) cuando salió, don Enrique Quintero (el empresario) lo llevó a la oficina del teatro y me dice muy orondo: (prácticamente exigiéndome) que tenía en ese lapso, de las doce del mediodía a las ocho de la noche que era la presentación “Tenía que construirle una puerta para él entrar directo de la calle al camerino y sin dar la vuelta por administración”. Llamé a don Enrique y me dijo: “No le haga caso que ese es loco, ese es loco, no le haga caso, eso por la noche ni cuenta se da por donde entra”. Pero quería que hiciera un daño en la pared del teatro en esas seis horas para él entrar directo. Un poco pretencioso, pero en el fondo un tipo formal a pesar de ser una estrella. Digamos que esa es una anécdota chévere. Y una anécdota bien buena, pero bien buena, es con los mismos Visconti, que ustedes mencionaron con Germán. En el transcurso de mi estadía en el teatro solo una vez llevé a mi mamá, a ver Los Visconti, que no me regalaron boletas los empresarios, me tocó comprarlas. Las compré porque mi mamá quería ver Los Visconti y la llevé con una hermana. En la tarde hicimos pruebas de sonido después de ir a almorzar a La Casona con ellos, que allá se pelearon entre ellos como

como siempre, porque el uno pidió churrasco y el otro pidió otra cosa, entonces se pelearon solo por eso. Gabriel Posada: Sí, a mí me pasó varias veces. Increíble, se mantenían peleando a toda hora. Norbey Tobón: Pero eso no es todo, probamos el sonido, quedó muy bien. Pero en la noche hubo un feedback (un pito) y uno de los Hermanos Viscontí haciéndole el corte de manga a Octavio desde abajo y gritándole cosas con el teatro lleno. Mi mamá, a pesar de su edad vio eso y me decía: “Que eso no podía ser”. Terrible, eran terribles. Algo de lo que yo me enorgullezco Gabriel. ¿Sabe qué es? Que parece un arboricidio, pero había que hacerlo. Y yo no sé, si usted recuerda Gabriel, que el teatro tenía muchísimas filtraciones, humedades en el teatrino, bueno, en el remedo de teatrino que había allá, que nunca a Germán lo dejaron terminar ese proyecto que era magnifico, no lo apoyaron. Lo que él dijo en la nota: “Lo que había era un nido de cucarachas, ratas y ratones” pero a él nunca lo apoyaron a pesar de que fue uno de esos proyectos interesantes, el teatrino, pero eso estaba lleno de humedades. ¿Se acuerda que teníamos unos árboles gigantes alrededor de todo el teatro? Gabriel Posada: Nada menos coloqué en Facebook una foto del teatro Santiago Londoño cuando lo inauguraron, que era unas estelas muy bonitas, se ven ahí los árboles. Y alguien preguntó: “Ve, esos árboles tan bonitos ¿Por qué los tumbaron?” Ahí está la respuesta.


Norbey Tobón: Sí, en primera instancia estaban acabando con los andenes. Yo aprendí un poco de agronomía en ese entonces, porque me tocó hacer una labor de convicción con la CARDER, con Parques y Arborización, que estaba Johana Marulanda como directora en ese entonces y mostrarles que eso estaba acabando, primero con los andenes, o sea, el que plantó los árboles se equivocó con el tipo de árboles, porque las raíces de esos árboles crecen enorme y buscan por naturaleza las cañerías de aguas limpias para abastecerse de agua, porque están en un pavimento donde no tienen agua. Eso estaba acabando con algunas bases del teatro, tocó aprovechar cuando el segundo sismo para hacer resanes y todo lo que había dejado las raíces, inmensas, gigantes, que ya estaban llegando hasta Egoyá esas raíces. Era realmente un peligro. Digamos que fue un arboricidio por bien del teatro. Germán dejó algo en camino que nosotros también lo concluimos, Gabriel. Yo no sé si por error, o con una visión muy a largo plazo, hicieron unos camerinos muy grandes. ¿Se acuerda que había unos camerinos o están todavía? yo creo... Gabriel Posada: Y lejísimos del escenario. Es el único teatro que tiene los camerinos lejos del escenario. Norbey Tobón: Pero eso estaba muy deteriorado y aprovechamos en el 95´con el primer sismo, por lo menos, para recuperarlos un poquito: pintarlos y organizar los gabinetes. Pero después, empezamos a prestar (nunca alquilar) a muchos grupos de danza, de teatro, de musicales que no tenían donde ensayar. Gabriel Posada: Como le decía en la charla con Germán, yo pintaba en el sótano lo que es hoy el teatrino.

Yo pintaba ahí los carteles, toda la publicidad de lo que llegaba al teatro y siempre escuchaba la gente ahí ensayar de todo tipo de espectáculos. Norbey Tobón: A mí siempre me pareció que ese era un espacio subaprovechado. Y digamos que ese fue un proyecto. Yo tuve la fortuna de tener como jefes, como gerentes del Instituto de Cultura, algunas personas que me oían. Gabriel Posada: Te iba a preguntar sobre eso. ¿Cuándo llegaste quién era tu jefe? Norbey Tobón: Álvaro Beltrán Alzate. Gabriel Posada: Me acuerdo cuando llegó. Mucha expectativa. Norbey Tobón: Álvaro Beltrán Alzate, no sé a quién le recibió él, pero él era el gerente cuando yo estaba. Esto es una cosa que yo no quiero pasar por alto Gabriel, yo pienso que en ese entonces había en el Instituto de Cultura, un equipo de trabajo muy bueno en todas las divisiones, por ejemplo, estaba José Santos Camacho (QEPD) en la banda. Con él hay muchas anécdotas simpáticas. La primera es que yo tuve la fortuna de insinuarle que hiciéramos los conciertos del mes. Montábamos unos conciertos y yo hice de productor. Le conseguía los artistas, los músicos adicionales para la banda. Me acuerdo que el primero fue: Recorriendo América y su Música, que empezamos con el tap norteamericano, después bajamos a México e hicimos una ranchera, después montamos un son cubano (digo montamos, porque yo le hice el repertorio a José) él lo montó, pero el repertorio se lo seleccioné yo. La Murga panameña ¿no sé si te acordás? Después en Colombia montamos Colombia Tierra Querida, montamos un tema ecuatoriano, uno peruano, un tango argentino. Ese fue el primer concierto del mes que se hizo.


Con la aquiescencia de Álvaro Beltrán que nos apoyó económicamente, porque eso valía una plata grande, para entonces eso valía una plata grande, adicional al presupuesto de la banda. Se volvió una tradición el concierto del mes que se aún se sigue presentando. Y después llegó una persona como jefe; yo me quito el sombrero y le pongo el tapete rojo: Jorge Alexis Mejía Bermúdez, una persona de una cultura vastísima y preocupadísimo por la misma en la ciudad. Yo pienso que el Instituto de Cultura recibió de Jorge Alexis un impulso muy grande. Te estaba contando del equipo que teníamos en ese entonces. Recordando a Cesar Betancourt en la emisora. Recordando a... ¿Quién era la directora en ese entonces, o el director de la biblioteca? no recuerdo. Farnesio que era el que ordenaba el gasto en el Instituto, el inolvidable Germán Vélez en planeación, Germancito (inolvidable también) ¿lo recordás? Gabriel Posada: Claro, ese verbo que manejaba, eso era espectacular, unas palabras más raras. Era muy preciso en sus comentarios. Norbey Tobón: ¿Sabes cuál fue una de las frustraciones que yo tuve cuando salí del teatro, que me quedó bien en el fondo?... También me estabas guiando en eso. Yo siempre quise sistematizar la taquilla del teatro, porque, acuérdate que llenabas las boletas a mano, con un plano a mano que Usted hizo, el que luego además sirvió para numerar las filas después del terremoto del 99´. ¿Te acordás que renumeramos el teatro? Gabriel Posada: Claro. Yo con Yorlady, mi compañera, me acuerdo que ella y yo lo

numeramos todo con un spray. Hicimos una plantilla y nos quedamos como dos días haciéndolo.


Norbey Tobón: Pero le completamente la numeración.

cambiaste

Gabriel Posada: Te iba a comentar algo. Hace muy poco, el año pasado, no sé porque, me llegó a las manos el plano -a través de alguien que iba a alquilar el teatro-, lo iba a asesorar en algo. Fue muy simpático que fuera el mismo plano. Norbey Tobón: ¿El mismo plano que vos diseñaste? Gabriel Posada: Todavía se lo reparten a los empresarios. Norbey Tobón: ¿Todavía es vigente? Gabriel Posada: Imagínate, con mis números. Norbey Tobón: ¿Y es que, el teatro no ha logrado sistematizar la taquilla? Gabriel Posada: ¿Te podés imaginar eso Norbey? Es increíble.

Gabriel Posada: Todo a mano, sí. Norbey Tobón: Bonito, de todas maneras, era medio artesanal, era agradable. Y sabes otra cosa, que yo no olvido a Germán con las estrellitas. Gabriel Posada: Ese es otro personaje inolvidable. Norbey Tobón: Germán Gómez con las estrellitas. ¿Te acordás que todo el mundo llegaba a preguntar por las estrellitas? Gabriel Posada: Sí, tenía una facilidad para entrarle a la gente, increíble. Todas las personas, empresarios, artistas... Norbey Tobón: Y mira que también vale la pena de pronto recordar, cuando yo llegué, en el teatro eran muy permisivos a la hora de que la gente entrara. ¿Te acordás que la gente llegaba a cualquier momento? Llegaban en mitad de la función y el cantante en su show y la gente entrando.

Norbey Tobón: No, no. La obsolescencia total. Imagínate pues hace cuantos años que yo estuve allá y ya estaba proyectando eso, lamentablemente el tiempo no se me dio y de pronto los presupuestos. Yo siempre quise sistematizar, porque lo vi como otra opción de ingresos del teatro. Porque yo también, obviamente, como director tenía que preocuparme porque el teatro generara unos ingresos para que por lo menos fuera autosostenible.

Gabriel Posada: Eso era un dolor de cabeza siempre.

Yo siempre vi esa necesidad, me daba pena tener que decirles a los empresarios que la taquilla no estaba sistematizada, pero me alegraba mucho por Gabriel Posada, que era el que hacía todo ese trabajo manual con las boletas.

Pero, en las boletas, yo creo que vos te acordás, porque las manejabas; poníamos un texto donde decía: “Que permitíamos el ingreso hasta quince minutos después de iniciada la función, que después se cerraban las puertas y el empresario no estaba obligado o nosotros, si el evento era del teatro a devolver el dinero. ¿Te acordás de eso?

Norbey Tobón: Me acuerdo mucho de Alberto Dapena Pérez por ese caso. Yo llegué, y al tiempito, tal vez, dos o tres meses, fui absolutamente estricto y me expuse a muchas cosas. ¿Te acordás que hicimos un folletico? (yo no sé si lo pagaba el Instituto) donde dábamos esas instrucciones, además de que se anunciaban en el altoparlante.


Gabriel Posada: Sí, claro. Norbey Tobón: Mientras recién empezamos con eso, Alberto Dapena Pérez, escribió en La Tarde una columna dedicada a eso, donde primero me daba palo y después me alababa, que, por fin alguien había hecho respetar, no sé qué, no sé cuántas... ¿Sabes por qué lo traigo a colación? Porque alguna vez se quedó el obispo de Pereira afuera de una función y me tocaban la puerta y me hacían llamar y obviamente no pudieron entrar. Recuerdo también al actual gerente de Chevrolet Caminos que en ese entonces era gerente de Frisby, que me tiró una vez una tarjetica por debajo de la puerta de la dirección, muy enojado diciendo: “Hay conmigo mucha gente aquí afuera, ¡ábranos la puerta!”. Y yo, obviamente no abrí la puerta, no autoricé a abrir. Llegó 25 minutos tarde… Y, después, la verdad fue una avalancha de agradecimientos por eso, que después se volvió una norma, la gente la entendió y llegaba temprano. Logramos, la verdad, darle seriedad a ese asunto que era tan molesto. Gabriel Posada: Respecto a eso Norbey, es que me acabo de acordar, no sé si fue en tu administración o al final de la de Germán, que se presentó Martha Senn en el teatro. Norbey Tobón: Fue en mi administración que estuvo Martha Senn. Gabriel Posada: Creo que fue William Salazar el que la trajo. Norbey Tobón: Sí, fue William Salazar. Gabriel Posada: Entonces, recuerdo mucho, comentando eso de que la gente entrando y el espectáculo empezando; esos ojos tan hermosos de esta mujer, unos ojos como verde profundos...

Norbey Tobón: Ella es toda linda. Gabriel Posada: Es hermosa. Y empieza a cantar, cuando alguien por platea, en primera fila, entra. Esta señora, cuando lo ve entrando le clava la mirada, esta señora parecía el diablo, la mirada tan hermosa le cambio por completo; lo siguió hasta donde se sentó, con la mirada furiosa. Norbey Tobón: Mientras cantaba, ¿cierto? Yo me acuerdo. Gabriel Posada: Sí, mientras cantaba. Le hizo todo el paneo hasta que se sentó, y siguió cantando y lo siguió mirando furiosa.


Norbey Tobón: Sí. Dentro del proceso de organización, la verdad, fue un buen logro que la gente aprendió a respetar a los artistas y a la gente que llegaba puntualmente. Y eso, digamos que marcó un hito. Te digo que me dieron palo y al obispo una vez le tocó devolverse. Hubo personas que después llamaron a presentar disculpas y a decir que estaba haciendo bien. En un principio fue un golpe muy duro, pero después la gente aprobó bien. Yo creo que eso fue interesante. Gabriel Posada: Hablando de eso de las puertas cerradas, es que me acuerdo una cosa muy chistosa con el celador de la puerta de administración Abner Gracia Angarita. (QEPD) Norbey Tobón: Abner Gracia Angarita, yo tengo una anécdota para contar. Gabriel Posada: Otro que también se nos fue. Norbey Tobón: Se madrugó. Gabriel Posada: Sí, madrugó. Norbey Tobón: Pero Abner, hace mucho tiempo murió. Gabriel Posada: Sí, hace mucho rato. Alguna vez llegó el alcalde no recuerdo a qué reunión, también llegando tarde como a veces pasa, que los coge la tarde para algún acto. Y Abner, yo no sé porque, no lo reconoció y le puso todo el cuerpo a la puerta para que el alcalde no pasara, pero contra la puerta y dándole a los guardaespaldas y todo, no iba a dejar entrar al alcalde que era la figura del evento.

Norbey Tobón: Abner era un personaje. Yo recuerdo que él una vez le escribió una carta, con una maquinita pequeñita, portátil que él tenía en la portería; le escribió una carta en español, obviamente, al presidente de Estados Unidos y le llegaron ciento cincuenta dólares en ese entonces. No sé en qué términos le escribió al Presidente, y le llegaron ciento cincuenta dólares cualquier día. No sé qué fue lo que le escribió. Abner (que en paz descanse) también era un personaje. En esa puerta hubo personajes muy especiales, recuerde que German Gómez también estuvo ahí. Cuando yo llegué, había dos personas, digamos, que con ciertos privilegios y como yo he sido de hacha y machete. Yo no sé si usted recuerda que yo cargaba sillas y cables y bombillos y que cuando me tocaba manejar la tramoya (porque no había quien) no había problema, yo lo hacía. Hubo dos personajes que no aguantaron ese trote. Cuando yo llegué, el conserje era Rene Fernando Chisco, un personaje, lo estimo, lo respeto muchísimo. Él mantenía muy bien puestecito, muy elegante. Cuando yo empecé a dar ejemplo de cargar sillas (yo como jefe daba ejemplo), le pedía a mis colaborados que hiciera lo mismo, Rene no quiso y más bien se fue. El renunció por eso Gabriel Posada: Sí. Me acuerdo. Norbey Tobón: Jairo Antonio Franco Herrera tampoco aguantó el trote, a pesar de que habíamos sido compañeros de radio, pero el trote en el teatro era fuerte. Y él no aguantó y se fue también. Dejó una estela interesante el hombre de aprendizaje. . Gabriel Posada: Sí, ahí con las luces, con el sonido, más que todo con el sonido. Norbey Tobón: Con el sonido. Él era más especialista en sonido.


Entre otras cosas, cómo te parece que, con Jairo, alguna vez me tentó y me subí al puente, ese puente que cruza el teatro y yo que sufro de vértigo, y yo no sé cómo hice, el problema el verraco, no fue para subir, sino para bajar. Y para acabar de completar, Jairo se había caído de ese puente, ¿te acordás que él se cayó de ese puente?

Gabriel Posada: Eso es exponer a los artistas también, gente que viene de afuera, es una vergüenza.

Gabriel Posada: Él se cayó, sí. Muy feo.

Gabriel Posada: De vidrio. Peligrosísimo.

Norbey Tobón: No se mató porque no le tocaba ese día.

Norbey Tobón: Ahí salió el famoso pet de plástico y ya lo vendían en plástico, pero igual. Siendo honestos, nunca pasó nada, pero siempre estaba ahí latente la opción de que un borracho o prendido armara lío. Nunca pasó nada.

Gabriel Posada: Claro. Norbey Tobón: Mira que, otra anécdota simpática (yo quiero centrarme en anécdotas) yo no sé si vos te acordás, del rife y rafe que se armó con la fundación del bambuco, la fundación Luis Carlos Gonzales; cuando yo llegué ellos ya tenían como norma vender licor en el teatro. Yo llegué, y me opuse y dije: “No, y no y no” porque yo consideraba, y sigo considerando, que en un teatro no se debía vender licor. Sobre todo, que la gente entraba con media botella de aguardiente... Gabriel Posada: Más en nuestra cultura Norbey, somos tan dicharacheros, nos mandamos dos o tres tragos y ya... Norbey Tobón: Nos creemos Superman. Sí, esa fue una pelea que perdí, la verdad, la perdí, porque era una pelea de cucaracha con chancleta, porque ellos tenían muchas influencias... Gabriel Posada: Mucho poder político... Norbey Tobón: Poder político. Al final me ordenaron que dejara así, pero yo di la pelea porque pensé y pienso y sigo pensando, que en un teatro como ese no se debe vender licor, nunca. Fue una pelea que perdí realmente.

Norbey Tobón: En un principio, vendían hasta el licor en botellas, en medias, nunca vendieron botellas para ser más exactos, en medias de vidrio.

Norbey Tobón: Yo peleé, ese sí fue una pelea... ¿Y vos te acordás Gabriel, el susto que nos metió Iván, el del ballet de los rusos? Gabriel Posada: ¿Cuál fue que no recuerdo? Norbey Tobón: Cuando fue por primera vez el ballet sobre el hielo, que nos armaron el hielo ahí en el escenario y nosotros cuidábamos mucho ese escenario. Todavía me estremezco con solo pensarlo, pero después no pasó nada, el escenario quedó perfecto la verdad. Lo que sufrió fue muy poquito. Gabriel Posada: Sí, me acuerdo, claro. El ballet del hielo en el teatro. Norbey Tobón: Sí, eso fue inolvidable también. Inolvidable, aún cuando sufrimos mucho. Me vuelve a venir a la memoria un personaje, Octavio. Gabriel Posada: Octavio Quintero.


Norbey Tobón: Octavio Quintero, que ya se fue también, nos cogió ventajita. Gabriel Posada: También nos cogió ventaja. ¡Qué geniecito, que geniecito! Pero más buena persona que él, pocos. Norbey Tobón: Octavio, cuando yo llegué me declaró de frente la guerra. Se declaró enemigo mío, por la misma razón, porque yo era bastante exigente. Germán habiendo hecho una muy buena administración, pues digamos, que era un poquito más permisivo. Gabriel Posada: Totalmente. Norbey Tobón: Era un poquito más permisivo. Al contrario, yo era más ejecutivo, y era, digamos, una característica mía es ser muy cumplido en cosas de tiempo. Por eso y algunas otras cosas tuvimos muchos enfrentamientos al principio, solo al principio. Porque cualquier día yo amanecí con la vena conciliatoria y lo llamé a la oficina y terminamos de excelentes amigos, me dolió mucho la muerte de Octavio, porque la verdad, fue más lo que yo aprendí de él, que lo que él aprendió de mí. Él me enseñó muchísimo sobre teatro. La parte técnica es bastante compleja y usted lo sabe mejor que yo. Gabriel Posada: Complejísima. Norbey Tobón: Octavio me enseñó muchísimo, sin egoísmos. Era un gran amigo, terminó siendo un gran amigo. Al principio fue un fuerte enemigo y terminó siendo un buen amigo, Octavio. Por eso lo recuerdo muy bien.

Gabriel Posada: Sí, ya que lo nombras Norbey, voy a aprovechar este proyecto también, le voy a hacer un homenaje y además criticar la forma en qué lo sacaron. La muerte de él, (creemos nosotros) él se debilitó mucho, porque Octavio toda la vida fue del teatro, toda la vida; él estuvo desde el principio. Norbey Posada: De acuerdo a esa frase “toda la vida fue del teatro”. Yo la complementaría diciendo, que: “El teatro fue su vida”. Gabriel Posada: Sí, el teatro fue su vida. Y en ese momento, que no recuerdo qué director, (tengo que averiguar a ver cuál fue) yo no sé, pero a Octavio lo mandaron para la biblioteca y nos decía a nosotros: “En la vida he leído un libro”. Me preguntan por un libro: “Yo que voy a saber de eso”. Yo sé de luces, sé de mantenimiento; que me pongan en lo mío. Norbey Tobón: Lo hacía muy bien, además. Gabriel Posada: ¡Súper bien! Imagínate, lo mandan a ese claustro, allá en la biblioteca, a una vaina que no sabía, que se puso enfermo y a los pocos días murió. Norbey Tobón: Ahí hay otro caso igual, Germán Vélez, de quien ya hemos hablado como dos o tres veces. Germán también, decimos quienes estábamos con él en ese entonces, la salida del Instituto de esa manera tan imprevista, tan injusta (cómo salimos todos de allá). Cuando la famosa reestructuración administrativa de la doctora Martha Helena, Germán no soportó eso, Germán nunca se recuperó de eso, y ahí fue donde Germán, digamos que, se le juntó la muerte de la señora, que se murió en ese entonces de un cáncer de mama y a Germán también le diagnosticaron un cáncer y se lo llevó rapidito


Pero él nunca pudo superar el hecho de haber salido del Instituto, para él eso fue terrible. Yo lo pude percibir porque hablábamos mucho, él era muy agradable para hablar... Lo recuerdo mucho, con mucho afecto... Vos te acordás también Gabriel, del proceso en la cafetería de la esquina, donde actualmente está la sala de exposiciones, que había una cafetería que alquilaba el Instituto. Gabriel Posada: Sí. Siempre fue como de mala administración. Norbey Tobón: Era de mala muerte. Gabriel Posada: De mala muerte, siempre... Por esa época creo que había un dueño, pero parecía como un traqueto de Medellín, una cosa así, ese señor era muy ordinario.

Norbey Tobón: Eso era muy ordinario. “Pero no hay mal, que por bien no venga”. Cuando el terremoto del 99´, que cerramos el teatro algo más de un año, mientras se reconstruía y se reunían los recursos y se hacía la parte legal frente al FOREC, se logró, digamos, que, de manera legal retomar la posesión de la cafetería. Por sugerencia nuestra (incluido usted) y creo que Germán Ossa también, dijimos que eso lo convirtiéramos en una sala de exposiciones, que es lo que es hoy. No le pusimos el nombre que tiene hoy, pero si le pusimos, si la convertimos en una sala de exposiciones, que la agrandamos hasta donde era Café Cinema. Hacíamos hasta dos o tres exposiciones en simultánea. Acuérdate, que expusiste ahí y Germán Ossa también expuso ahí sus rayones particulares. Hacíamos una en lo que era la cafetería externa, una donde era Café Cinema y otra en el lobby principal. Hacíamos tres exposiciones y era muy bonito.


Norbey Tobón: Eso era muy ordinario. “Pero no hay mal, que por bien no venga”. Cuando el terremoto del 99´, que cerramos el teatro algo más de un año, mientras se reconstruía y se reunían los recursos y se hacía la parte legal frente al FOREC, se logró, digamos, que, de manera legal retomar la posesión de la cafetería. Por sugerencia nuestra (incluido usted) y creo que Germán Ossa también, dijimos que eso lo convirtiéramos en una sala de exposiciones, que es lo que es hoy. No le pusimos el nombre que tiene hoy, pero si le pusimos, si la convertimos en una sala de exposiciones, que la agrandamos hasta donde era Café Cinema. Hacíamos hasta dos o tres exposiciones en simultánea. Acuérdate, que expusiste ahí y Germán Ossa también expuso ahí sus rayones particulares. Hacíamos una en lo que era la cafetería externa, una donde era Café Cinema y otra en el lobby principal. Hacíamos tres exposiciones y era muy bonito. Gabriel Posada: Muy bonito, muy bonito... Esa primera exposición. Quiero que me cuentes. ¿Cómo llegó Gabriel De Las Casas? Creo que él fue como el primer curador o por lo menos invitó a Roda a inaugurar esa sala de exposiciones. Norbey Tobón: Sí. Gabriel de las Casas, como fue hombre de radio también mucho tiempo, al igual que su hijo, No el tuyo, porque vos no tenés. Mira que el viejo Gabriel, llegó cualquier día a saludarme, a presentarse y hubo empatía inmediata. Y como el hombre sabe del cuento, abogamos para que lo nombraran curador y él fue el primer curador que hubo ahí, bueno, después de Germán Ossa, porque Germán también hacía el papel de curador, sin duda.

Pero después de Germán, que lo único que no se ponía era la escoba, porque no era capaz, pero Germán hizo de todo. Gabriel de las Casas hizo una buena labor de curador, lo nombró el alcalde, el doctor Duque, que fue la segunda administración que a mí me tocó. Lo recuerdo muy gratamente; además porque me regaló unos cuadritos muy bonitos, todavía están aquí. Gabriel Posada: Hablando de nombramientos Norbey, es que, en estos días, ahorita que publiqué, hace dos días, lo de la cuarta entrega del Santiago Londoño y cómo puse esa fotico que te digo del Santiago Londoño al principio. Una de las personas que hizo un comentario ahí fue Claudia López. A Claudia también la escuché en estos días diciendo que: “Cuando se formó la escuela de teatro fue en tu administración” y con la de Alexis. Quisiera que nos recordaras eso, que es tan importante dentro del teatro en la ciudad. Norbey Tobón: Por supuesto... Mira que, quiero retroceder un poquito. Yo hice teatro cuando estaba en el colegio y mi primer director de teatro fue Gustavo Rivera. Gustavo fue el director mío de teatro un poco de años. Y digamos, que, trabamos una amistad que por fortuna todavía subsiste. Entonces, cualquier día. Pacho, el esposo de Claudia, fue a saludarme. Claudia estaba en Bogotá estudiando teatro. Entonces, perdóname que hable en primera persona. Yo le dije: “Pacho, sabes que esta es una idea que a mí me llama mucho la atención. Montar un grupo de teatro municipal, que dependa directamente del Instituto de Cultura.


¿Será que ella se apunta? Dile que me mande la hoja de vida. Y ella mandó la hoja de vida, yo se la llevé al doctor Alexis Mejía, ya estaba de gerente Alexis y ahí nació el grupo de teatro del Instituto de Cultura, que Claudia López, trabajó muchísimo y dejó huella. Fue una idea mía, pero muy bien desarrollada por Claudia, la verdad que sí. Se hicieron montajes bonitos, se hizo trabajo bueno. Y ahí fue donde se aprovechó muchísimo esos grandes camerinos para que el grupo de teatro ensayara. Entretanto, trabajamos un poquito más en ir adelantando lo del teatrino, que se avanzó un poquito cuando el terremoto del 99´. Logramos hacer, yo no sé si vos te acordás, que eso era como un declive, no tenía todas las gradas, después se hicieron las gradas y empezamos a bajar unas sillas comunes y corrientes, a ponerlas ahí. Gabriel Posada: Era al contrario de un teatro, era inversa la caída. Norbey Tobón: Sí, sí... Gabriel Posada: Como eso iba a ser el foso de orquesta, que eso lo hablamos con Germán. Luego lo subieron y ya quedó como teatrino. Norbey Tobón: Sí, sí. Que se hizo el escenario y que bajamos el telón de boca, que se dañó en ese entonces, lo utilizamos ahí abajo un pedazo. Reciclamos ese pedazo de telón de boca para ponerlo abajo. Una de las cosas inolvidables, el teatrino. Gabriel Posada: Claudia hace otro comentario, cuando murió Santos Camacho, como te digo, hace escasamente mes y medio, dos meses máximo. También hace un comentario, que lo recuerda mucho, porque dentro de una de sus obras de ese entonces, el maestro Camacho le

sirvió también con la música dentro de la obra, no recuerdo cuál obra es, pero también lo recordó mucho en ese aspecto. Como Camacho era tan colaborador. Norbey Tobón: Mira que cuando montamos, o se montó ahí Carmina Burana. ¿Te acordás que lo montamos para unas fiestas de agosto? Y que luego con esa misma obra se inauguró el viaducto. Gabriel Posada: Claro. Norbey Tobón: Con Presidente y todo.

la

presencia

del

Gabriel Posada: Claro. Norbey Tobón: Cuando montamos Carmina Burana (fue un trabajo muy arduo de José Santos); es decir, de alguna manera yo me vinculé mucho a la banda, que me encantaba, y tenía una amistad bastante estrecha con José. Ese equipo de entonces... Nos colaborábamos mucho. Cesar Betancourt en la emisora, que no había celos profesionales, nos ayudábamos mucho todos los jefes de dirección en ese entonces... Gabriel Posada: Ya que vamos como encadenados en esa época, quisiera recordar, para cuando transcriba esto; es que recuerdo que fue idea tuya, yo no te la planteé, fue idea tuya, tú alguna vez me dijiste, que los Luna iban a terminar el contrato de esa cafetería, que, ¿Por qué yo no hacía algo ahí con ese espacio? Que montara una cafetería bien bonita, y yo te copié. Yo, que había transitado por esos teatros de Cine Colombia, sabía que eso daba mucho billete, una cafetería. Pues, yo no hubiera sido capaz de proponerte un negocio de esos, porque sabía que en un teatro una cafetería es magnífica económicamente.


Norbey Tobón: Claro. Gabriel Posada: Entonces por ahí nació todo. Norbey Tobón: Y aún como servicio Gabriel. Yo, no solamente pensaba en la parte económica, sino, como servicio a quienes asistían a todo. Y prohibíamos pasar con la comida al escenario, eso sí, lo teníamos muy claro, acuérdate. Esa fue una de las primeras condiciones que yo le puse a Gabriel Posada para el montaje de esa cafetería. Gabriel Posada: Claro que sí. Norbey Tobón: No quería ver a nadie, ni comiendo, ni bebiendo en la sala. Gabriel Posada: Exacto. Eso le dio también cierta identidad al Café en ese año que estuvimos ahí, fue muy bonito. Y, Germán Ossa nos prestó plata del Fondo Mixto con una propuesta que pasamos y con esa plata compramos las sillas, compramos el sonido... Fue algo muy bonito. Norbey Tobón: Yo me acuerdo. Diría yo, que una muy buena utilización de esa área de teatro, Café Cinema... Gabriel Posada: Y estaba Alexis, recuerdo que el contrato se hizo fue con Alexis, que firmamos por un año. ¿Cómo es qué llaman eso? de ensayo, a ver qué pasaba. Norbey Tobón: Una prueba, sí. Gabriel Posada: Sí, una prueba. Norbey Tobón: Alexis era, y es un hombre muy receptivo a las buenas ideas, y él las pulía. Nosotros le dábamos la idea y él nos ayudaba a pulirla. Gabriel Posada: Sí, sí.

Ahí en Café también hicimos muchas cosas, teníamos programación casi diaria. Había poesía, películas, teatro unipersonal, ahí se presentaron mucho, mucha gente llegaba que uno no conocía o de otras partes. Ahí se presentó, eso fue muy especial... Norbey Tobón: Sí, le dimos un toque distinto a esa área del teatro. Bueno, como lo hicimos en tantas áreas del teatro que estaban sub aprovechadas, esa fue una de tantas de las áreas que le dimos vida. Me pareció muy simpático cuando usted habló con Germán sobre el teatrino por lo del foso de orquesta. Es que realmente, yo creo que a usted le tocó oír, cuando Egoyá se crecía, que ahí en el teatrino se oía el agua como a cincuenta centímetros, yo no sé a cuánto, pero eso daba susto. Uno pensaba que a cualquier momento eso se podía hundir, por fortuna eso lo arreglaron. Pero, era tenebrosa esa área. Gabriel Posada: Y esas criaturas espantosas que salían de ahí, de inframundo. Alcanzamos a ver unas sombras horribles. Norbey Tobón: No me acuerdes de eso... La verdad Gabriel, yo viví y disfruté mucho la época del teatro. Yo la disfruté, y ante todo aprendí mucho. Muchas relaciones sin duda, uno ahí está cerca de mucha gente. ¿Sabes alguien que yo nunca voy a olvidar? Que me tocó atenderlo y pude entender que era un personaje muy simple y muy sencillo. ¿Te acordás, cómo se llamaba la obra que trajo Jaime Garzón con Fanny Mickey? ¡Mamá Colombia! Gabriel Posada: Yo lo tenía ya aquí para preguntarte eso. Es que, en la época, cuando matan a Garzón. Tú sacaste un cartel afuera del teatro que decía: “Aquí estuvo Jaime Garzón”. Un cartel gigante.


Norbey Tobón: Claro, fue una idea mía, demasiado bien realizada por usted. Sacamos un cartel, porque yo lo recordaba y lo recuerdo aún muy gratamente, a pesar de que solo hablamos una vez. Pero, fue una charla muy agradable, muy informal, parados en la puerta del teatro, ni siquiera fue en la oficina del teatro. Fue parados, viendo pasar los buses que pasaban raudos por ahí. Hablábamos de muchas cosas, cuando eso no se había hecho arreglar los dientes, los tenía todos torcidos y muy simpático, muy simple Jaime Garzón. Lo recuerdo muchísimo a ese personaje... A ver a quién recuerdo yo también bastante... ¡Ah! Paloma San Basilio. La bellísima Paloma San Basilio. Esa mujer despampanante, y con esa voz y tan simple. Yo tuve la oportunidad de ser el anfitrión una vez, que ella se ha presentado varias veces en el Santiago ¿No? Gabriel Posada: Creo que sí. Norbey Tobón: Me acuerdo que esa primera vez cantó “a cappella” un pedazo de La Ruana y deslumbró. Gabriel Posada: Imagínate. Norbey Tobón: Yo no sé quién se la enseñó y ni cuando se la aprendió. Después la montó, después la montó con orquesta y todo. Pero, ese día cantó sus canciones: Bailando, Recuerdos de una Isla, todas esas canciones de ella, y al final cantó un pedazo de La Ruana. Locura total en el teatro. Gabriel Posada: Me imagino. Increíble. Norbey Tobón: Y también me acuerdo cuando nació El Bolero. ¿Vos te acuerdas? El Festival del Bolero. Gabriel Posada: El festival del Bolero.

Norbey Tobón: Sino estoy mal (no lo recuerdo exactamente) pero creo que nació en esa época también. Gabriel Posada: Sí, sí. Claro que sí. ¿Fue con Jimmy o fue con otras personas? Es que no recuerdo bien... Norbey Tobón: No. Había por ahí una persona “un loquito”. Que más que loquito, era un visionario, que tenía una envidia de la buena del bambuco y empezó con la idea de hacer un Festival del Bolero que luego creció y fue grande; lamentablemente ha ido desapareciendo paulatinamente. Pero, recuerda que hubo grandes intérpretes, hubo cosas muy buenas. Mucha gente de Cuba, mucha gente de México. Yo recuerdo que estuvieron Los Tres Diamantes en uno de esos Festivales del Bolero, -ya no eran los originales, pero por lo menos era el nombre, y creo que la segunda o tercera generación de Los Tres Diamantes. Hubo gente muy buena del bolero, pero nació en esa época en que yo estaba al frente del Santiago. Eso es de los recuerdos que quedan en la mente. Te quiero contar una anécdota que a mí me parece simpática (a mí me encantan las anécdotas). Cuando ya empezó a tomar fuerza, que en el teatro era el sitio ideal para colegios y universidades hacer los grados, algún día le dije a la secretaria (no voy a dar el nombre) no era Luz Edith, ni era Luz Miriam (la eterna Luz Miriam) era otra secretaria. Un día le dije: “Por favor me actualiza los nombres de los rectores y directores de todos los colegios públicos y privados de Pereira para mandarles una carta ofreciéndoles el teatro, contándoles el precio, las tarifas, condiciones, etcétera.,” En fin, ella hizo la labor (yo redacté el texto) y le dije, por favor, en el rector del Diocesano, que en ese entonces era el padre Aníbal (no recuerdo el apellido) pero entonces yo le puse presbítero,


porque esa es la denominación. Al otro día, ella me pasó todas las cartas para que yo las firmara y cuando llegué a la monja directora de un colegio femenino, le puso presbítera.

Germán y yo, Germán Vélez y yo, que luego terminó la administración del doctor Luis Alberto Duque y llegó la doctora Martha Helena Bedoya...

Yo le pregunte: “¿Y esto por qué?”

Gabriel Posada: Y acabó con eso...

Me dice: “¡Ah no!, como usted puso presbítero, yo pensé que las monjas eran presbíteras”, Eso demuestra el tipo de secretarias que nos llevaban, porque eran nombramientos políticos. Era simplemente un puesto que nos imponían. La secretaria la mandaba un concejal y había que recibirla incondicionalmente. La presbítera esa...

Norbey Tobón: Y renunciaron a eso porque eso valía una plata grande. Yo la verdad sentí mucha frustración porque yo siempre pensé que eso era bueno para Pereira. Los costos y lo voy a recordar claramente (eran quinientos mil dólares) pero yo pienso que eso era poco para lo que decían en canales nacionales e internacionales de televisión para posicionar la imagen cultural de la ciudad.

Gabriel Posada: Así no supiera escribir, lo más importante para una secretaria. Norbey Tobón: A ver que más te cuento yo así de particular... ¡Ah! cuando la esposa de un alcalde (preferiría guardarme el nombre) estaba buscando ese puesto de la dirección para una amiga muy cercana a ella, que solamente un concejal y de él, sí quiero decir el nombre, el doctor Juan Carlos Valencia, me defendió, y no pudo concretar la celada la señora esta, que después, terminamos siendo muy buenos amigos y peleando por la capital americana de la cultura, que después nos la ganamos. Esa fue una lucha que dimos Germán Vélez y yo, obviamente con el asentimiento del gerente de entonces, que era Luis Fernando Orjuela. ¿Te acordás de Luis Fernando Orjuela? Fue mucho tiempo director de Fomento al Turismo. Gabriel Posada: Luis Fernando Orjuela. Es que le decíamos RoboCop, ¿no te acuerdas? Norbey Tobón: Un buen hombre, sin duda. Él cuándo llegó ahí no tenía idea de eso, pero aprendió rápidamente y nos ganamos la famosa nominación de la capital americana de la cultura. Un trabajo muy arduo de

Para quitarle un poco aquello de que nunca he sido partidario (me van a lapidar seguramente) de la “Querendona, trasnochadora y morena”, yo preferiría que dijeran: “La capital americana de la cultura”, que digan eso. Eso se perdió, su razón tendría la señora alcaldesa para renunciar, pero, yo no lo hubiera hecho, era un año donde iban a hablar de Pereira como ciudad cultural en todo el mundo prácticamente. Pero bueno, habrá otra opción. Yo no sé si vos sabes que a mí me ofrecieron de nuevo (hace ya algunos años) la dirección del teatro. Gabriel Posada: ¿Ah sí? No sabía. Norbey Tobón: Sí, a mí me ofrecieron, pero, digamos que, en condiciones contractuales nada favorables (les agradecí) y hasta ahí, no más. Me ofrecieron muy tangencialmente la dirección, me tantearon mejor, por si yo quería volver. Pero no, la verdad, ya estamos desarrollando otros proyectos de vida y no, no, no. Gabriel Posada: Es que el teatro (ya no). Ni suena, ni truena.


Norbey Tobón: ¡Qué lástima hombre! Gabriel Posada: Esta muy, muy caído. Norbey Tobón: La verdad que el teatro ha perdido tanto protagonismo siendo, debería ser el eje de la cultura en Pereira. Gabriel Posada: Claro. Norbey Tobón: Las instalaciones así lo ameritan. Es un espacio subutilizado. Ojalá, que luego de que pase este proceso de la pandemia, el señor alcalde actual, se ponga las pilas. El primer paso es despolitizar el teatro. Gabriel Posada: Definitivamente... Norbey Tobón: Que ese es el pilar para que el teatro vuelva a ser el eje cultural de Pereira, porque así debe ser. Ojalá después de la pandemia, pase eso y que nombren en la dirección del teatro a alguien del mundo de la cultura, del arte, de los eventos, de los espectáculos. Alguien que, sin dejar de verlo como una opción económica para el Instituto de Cultura y para el municipio, pues, sobreponga los intereses culturales de la ciudad. Y nombraste Gabriel, algo que hicimos, que en un principio a mí me dio mucho susto, pero que después cerré los ojos y lo hicimos: el famoso ciclo de cine erótico, ¿te acordás? Gabriel Posada: Para eso yo era especialista, para esos ciclos. Norbey Tobón: Es que vos me contaste la historia del teatro comercial, no sé si fue el Consota o el Nápoles. Gabriel Posada: En el Consota, yo ahí alcanzo a decir eso, sí.

Norbey Tobón: Hiciste ese ciclo de cine erótico y que luego lo hicimos en el Santiago Londoño, y que, muchos periodistas de muchas partes nos dieron palo, ¿te acordás? Gabriel Posada: Nos dieron palo, pero, no tenían porqué. Eran películas muy suaves. La gente pensaba como en el porno, ese tipo de cosas... Norbey Tobón: Es que la gente pensó que íbamos a llevar allá a Esperanza... Gabriel Posada: A Esperanza Gómez. Norbey Tobón: A Esperanza Gómez y películas... Gabriel Posada: Quinceañera, entonces estaría quinceañera.

en

ese

Norbey Tobón: Y todavía vivía en Belalcázar. Gabriel Posada: Vivía en Belalcázar, sí. Norbey Tobón: Ella es de Belalcázar, Caldas. Gabriel Posada: Es que me acuerdo mucho que programamos, Matador, una película de Almodóvar. Norbey Tobón: Claro. Gabriel Posada: Y yo coloqué, para llamar la atención que era con Antonio Banderas, que en ese momento era un gran actor, muy reconocido. Norbey Tobón: Sí, sí, sí. Gabriel Posada: Que era con Antonio Banderas, que salía desnudo. Por ese solo comentario, eso llegó gente ahí, pero en cantidades. Norbey Tobón: Sí, claro. Pero la verdad que nos malinterpretaron, aún pasa, la gente no


hace diferencia, bueno alguna gente, no generalicemos, entre erótico y pornográfico. Gabriel Posada: No, para nada. Grandes películas... Norbey Posada: Al final el ciclo fue exitoso. Gabriel Posada: ¡Exitoso! Norbey Tobón: Además que le dimos una hora muy propicia, ¿te acordás que lo hicimos a las diez o doce de la noche. Es que hacíamos dos funciones por noche Gabriel. En el primero hicimos dos funciones por noche, dado que venía precedido de un éxito grande en el teatro Consota. Gabriel Posada: Si, sí. Y yo tenía con Viviana, Café Cinema, entonces eso también nos beneficiaba mucho de lado y lado. Programar el cine, que la gente llegara allá a comprar sus cositas, o se quedaran media hora o una hora ahí comentando la película, que era lo bonito de Café Cinema también, que después del espectáculo, la gente se quedaba, media o una hora, ahí tomándose algo. Norbey Tobón: Ese ciclo fue muy bonito. ¿Lo hicimos una o dos veces? Yo no me acuerdo realmente... Gabriel Posada: Yo creo que lo hicimos un par de veces Norbey. Norbey Tobón: Un par de veces, con buen éxito. Y después, sacaron la mano los proyectores y no se volvió a hacer por esa razón. Gabriel Posada: No se volvió a hacer. Recuerdo mucho una que fue espectacular, Norbey y con mucho susto también porque... ¿Te acordás que yo programé una película del Che?

Norbey Tobón: ¡Ah sí! Gabriel Posada: Pero no era en 35, sino en VHS. Norbey Tobón: ¡Ah sí señor! Trabajamos con VHS un tiempo. Gabriel Posada: Que nos prestaron el video beam fue de ahí de Fiducentro, vos lo prestabas. Norbey Tobón: Sí, sí, sí. Porque yo hacía parte de la junta directiva de Fiducentro. Gabriel Posada: Por intermedio tuyo nos prestaban el video beam. Yo pasé cine, ahí en Café Cinema, sino que esa vez, Hugo Sánchez, el amigo mío de Bogotá, el empresario, él había pasado esa película en Bogotá, pero en el Café Cinema de Bogotá, que era una cosa chiquita y eso fue un éxito, y yo me di cuenta. Entonces, le dije que me prestara el VHS, que yo programaba la película. Entonces, inclusive saqué afiches de esos de cartel, de calle. El caleño los pegó donde lo dejaban pegar. Norbey Tobón: El famoso caleño. Gabriel Posada: Entonces, eso empezó la gente a llamar y a llamar y a llamar. Eso parecía un espectáculo del Águila Descalza. El teléfono no dejaba de sonar en el teatro preguntando por la película y yo empecé a vender boletas en Café Cinema que ya estaba en la 23. Norbey Tobón: En la 23 entre séptima y octava. Gabriel Posada: Sí. Ahí empecé a vender boletas. Eso era espectacular la forma de llegar la gente a comprar boletas para la película. Es más, la policía me hizo seguimiento ahí en Café Cinema, mandaron un tombo allá vestido de civil, a ver qué era


la cosa. Yo me acuerdo esa vez. Me acuerdo que una vez lo emborraché.

Norbey Tobón: Los vidrios de afuera, a punto de tumbarlos.

Norbey Tobón: ¿Al policía?

Gabriel Posada: Vos desesperado diciéndome. Yo: “tranquilo Norbey, la película ya viene” sin saber si venía, o no.

Gabriel Posada: Al policía, lo emborraché. Y el man pidió ahí canciones de Mercedes Sosa, no tenía ni idea, pero como que lo habían mandado instruido. Norbey Tobón: Llevaba libreto. Gabriel Posada: El hombre ese no volvió luego de lo de la película del che, pero lo anecdótico, Norbey, es que me acuerdo, era a las seis de la tarde y no teníamos aún la película. Hugo la había prestado a un amigo de él que no se la había devuelto, Hugo le hizo el seguimiento y ese día de la proyección, logró recuperarla. Entonces, pero era el día de la función. ¿Mandarla por dónde? Norbey Tobón: De Bogotá. Gabriel Posada: De Bogotá. Norbey Tobón: Y cuando eso el internet... Gabriel Posada: Eso no alcazaba a llegar, eso era la película física. Entonces, Hugo, con uno de sus empleados, por ese cuento de los espectáculos, tenía una conexión allá en el aeropuerto, fue con la película y la mandó con el piloto. Norbey Tobón: Sí, recuerdo. Gabriel Posada: El piloto la trajo, pero ya era el vuelo de las seis. Es decir, eran las seis y media. Me acuerdo que Wilman Salinas, se fue en un taxi para el aeropuerto por la película y la película era a las seis y media, y a las seis y media Wilman no llegaba. Y ese teatro afuera, es que se había vendido toda la boletería, ¿te imaginas? ochocientas personas afuera gritando, le pegaban a los vidrios, a las puertas....

Norbey Tobón: No, no, no. Digamos que eso lo va curtiendo a uno, porque el mundo del espectáculo tiene bastante incertidumbre, vos sabes y el mundo de la cultura tiene bastante incertidumbre, pueden pasar muchas cosas. Yo no recordaba ese suceso. Pero finalmente la gente salió satisfecha, ahora sí estoy haciendo memoria. Gabriel Posada: Claro. Se hicieron dos funciones, el de las seis, lleno completo. Y el de las nueve, fue medio teatro, que es mucha gente también, porque cuatrocientas, como mil doscientas personas entraron a las dos funciones. Yo no lo podía creer. En cine, nunca se había llenado el teatro como esa vez. Eso fue espectacular. Norbey Tobón: Para ver una película de VHS ¿Cómo te parece? Gabriel Posada: En VHS. Norbey Tobón: ¿Vos guardaste esa película, la tenés? Gabriel Posada: No, no, para nada. Sí la tuve por ahí, hice varias copias, se la regalé a la gente que venía al Café preguntando por ella, se la regalaba. Pero nunca conservé la copia, ni recuerdo como se llama. Norbey Tobón: ¿Los directores subsiguientes nunca te tuvieron en cuenta para nada? Gabriel Posada: Con Albeiro sí tuvimos una relación muy bonita. Con Albeiro sí, pero yo, ya estaba como de salida también, yo me mamé de ese cuento del espectáculo.


Es que, recuerdo mucho que mi papá murió en el 2000 precisamente, y recuerdo yo era ahí hablándole, porque yo lo acompañé como dos meses, ahí preparándose para irse, recuerdo que yo le dije: “Me voy a poner a pintar más bien, a hacer lo que yo quiero”. Norbey Tobón: Sí, recuerdo que vos me abandonaste en ese entonces. Para mí fue una noticia maluca. Gabriel Posada: Justo cuando se murió mi papá, yo me abrí de todo, del Águila Descalza, imagínese que eso me daba toda la plata del mundo, porque eso era fijo siempre. Y yo renuncié, yo renuncié a todo, a todo, al Águila Descalza... Norbey Tobón: Yo me acuerdo que para todos nosotros fue increíble y, en segundo lugar, un golpe, porque vos (y no es piropo) nos ayudabas mucho a los que fuimos directores del teatro, la verdad que sí es tiempo de reconocerlo. Gabriel Posada: Y con Albeiro, Albeiro se ideo una especie de estructura para colocar vallas publicitarias de los espectáculos o lo qué presentaba el teatro, y yo le alcancé a hacer muchas vallas ahí en la fachada del teatro. Pero fue lo único realmente, porque yo nunca volví a programar nada de ese tipo de cosas. Norbey Tobón: ¿Ya hablaste con Albeiro o no? Gabriel Posada: No, no. ¿Pero sabes por qué Norbey? Porque el proyecto es hasta 1999, y quiero cerrar con lo del terremoto. Me acuerdo que teníamos programado a Alberto Cortez en esa época. Norbey Tobón: Sí, claro. Gabriel Posada: Alberto Cortez venía a una

función y ocurrió el terremoto, y se tuvo que cancelar. Claro. El teatro quedó deteriorado. Norbey Tobón: Mucho, mucho, mucho. Gabriel Posada: Hablando con Hugo Sánchez, Alberto Cortez donó el concierto que se hizo en Manizales para los damnificados del Eje Cafetero. Norbey Tobón: Hablando del terremoto del 99´, yo vivía en ese entonces en el sector de Gama y yo iba para el teatro, no tenía carro, iba en bus. Y el terremoto de la una y pico de la tarde, ese enero me cogió como cerca al batallón, y entonces yo no sabía en esa buseta si bajarme y correr para Gama o seguir. Por fortuna (no me acuerdo) yo me logré comunicar con la familia, me dijeron que estaban bien, entonces seguí para el teatro y empiezo a encontrar escombros y desastres. Yo pensaba en el teatro, cuando llegué al teatro, todavía estaba saliendo polvo de la destrucción que había. Yo llegué tipo dos, dos y cuarto de la tarde, y como la destrucción fue tanta, acuérdate que el teatro quedó muy destrozado y yo tengo una característica, yo le tengo mucho miedo a los temblores ¡pero mucho es mucho! Pero pasa el sismo, e inmediatamente, a mí me pasa el susto, es mientras se mueve la tierra... Yo llegué y entré de una a la sala, y veo ese desastre, yo me pegué una llorada bien buena y llamé a Germán Ossa, y Germán Ossa llegó y destapamos una botella de vodka, y nos sentamos ahí en el andén, ahí en la entrada a tomar vodka, cuando la réplica de las cinco y pico ya llevábamos media. Ossa y yo, la carrera fue mucha, en medio del susto tan macho, por que volvió a salir


la polvareda de la parte interior del teatro. Yo llamé al doctor Alexis Bermúdez, le dije: “¿Qué hago?” “No, Norbey. Váyase para su casa. Váyase para su casa ya, no se quedé por ahí, está corriendo peligro y hasta nueva orden”. Pero a Germán y a mí, nos tocó la réplica ahí sentados en el andén tomando vodka. Gabriel Posada: No jodás. Norbey Tobón: Eso fue bravo. Esa fue una anécdota también digna de recordarse. Gabriel Posada: Totalmente. Esa va a estar de titular en mi proyecto. Esta muy conmovedora esa historia. Norbey Tobón: Sí, sí. Muy triste, a mí me dio muy duro el daño tan fuerte del teatro, porque se quedaba la ciudad sin un centro cultural. En ese entonces no existía el Lucy Tejada. No existía nada, no había más nada donde hacer nada.




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