Estancadas

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abía una vez tres hermanas, dos gemelas de 12 años (Katy y Naty) y la menor de 5 años, Líli. La menor apenas tenía un año cuando su madre, por asuntos de divorcio y de depresión, las abandona. Su padre se dedicó a velar más por ellas desde entonces: estaban en clases extracurriculares como música y ballet, las ayudaba a estudiar y había desarrollado una conexión con sus hijas tanto como padre así como llenando el vacío de su madre.


Fue tanto el afán por el que pasó su padre durante 4 años, que con el tiempo su salud se deterioró y muere. Esto significó un golpe fuerte para las tres pequeñas, más para Katy y Naty. Nadie respondió por las niñas al momento de las muerte de su padre, ellas solo lo tenían a él y además vivían en un lugar muy remoto como para ser auxiliadas. Solo eran visitadas por sus tutores cuando recibían cartas de su padre para la siguiente lección, pero por motivo de estar en sus últimos días no mantuvo contacto con nadie.


El dolor de encontrarse solas, la muerte de su padre y el no saber a dónde dirigirse las mantuvo estancadas por meses. Comían de las frutas que encontraban en el bosque próximo a su casa. Líli, la más curiosa e ingeniosa a pesar de su edad, descubre que con las semillas de las frutas que las sustentaban podía plantar su propia cosecha. Tomó semillas de manzana, uva, naranja, peras, fresa... Líli empezó su cosecha en temporada de otoño. Sus hermanas, aún sumergidas en dolor, no se vieron entusiasmadas.La ausencia de su padre y el haber experimentado a considerable edad el abandono de su madre había dejado a las gemelas en el mayor estado de ignorancia de lo que todavía les quedaba por delante. Pasa un año, dos...la cosecha de Líli era suficiente para ellas sustentarse. Iba al pueblo má cercano para poder vender algunas frutas y comprar lo que les hacía falta en casa. Sus hermanas seguían ahogadas en llanto, parecía que la alegría de sus corazones se había quedado en compañía de su padre en aquella tumba. A pesar de ocasionarle pena, esto no la detenía.


Ya con 9 años, Líli va como siempre al pueblo a vender su cosecha. En sus visitas al pueblo, había pensado que si se quedaba en casa con sus hermanas no progresaría jamás, siempre de aquí para allá consiguiendo de a poco. Un día, la pequeña decide no regresar con sus hermanas y conseguir mayores oportunidades en el pueblo.


Moraleja Nunca eres muy pequeĂąo para pensar en grande. Aunque la familia sea la base de nuestro desarrollo, a veces puede destruir nuestra propia fortaleza si nos quedamos atados a ella. Hasta de la peor pĂŠrdida se sacan grandes ganancias, solo hay que saber dĂłnde enfocar el ojo y estar despiertos.


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