La mitología:un discurso del pensamiento colectivo

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La mitología:

un discurso del pensamiento colectivo «Todos los hombres desean por naturaleza saber». Con estas palabras comienza Aristóteles el libro primero de la Metafísica. Y en esa necesidad de saber, tal vez, deberíamos buscar el origen de los mitos. En efecto, como se explica desde la antropología, los mitos, esas fabulosas narraciones de portentosos acontecimientos protagonizados por seres no menos extraordinarios y fantásticos, cumplen una importante función social como instrumento de representación colectiva del mundo. En los inicios de la civilización, el ser humano, siendo incapaz de darse explicaciones científicas de los hechos, habría inventado historias para contestarse preguntas acerca de su propia ascendencia, de los fenómenos naturales, del cosmos, etc., y poder dotar así de sentido el resultado de sus observaciones. Si esto es así, no debiera verse en el mito el reflejo de unas mentes abstrusas sino todo lo contrario. Tras el mito se vislumbra esa voluntad de saber de la que nos habla Aristóteles; la necesidad de encontrar las causas que den cuenta de la realidad aunque sea a base de idealidad. Sí, las ficciones de los mitos trascienden el mundo efectivo para adentrarse en tiempos remotos y primordiales, lugares imaginarios poblados de dioses, héroes, monstruos y humanos que se comunican, luchan, aman y odian en un constante ir y venir del más acá al más allá. Pero eso no es en nada incompatible con la razón, más bien todo lo contrario. Los mitos son una indudable muestra de la actividad racional de los pueblos que los inventaron. Múltiples disciplinas se han ocupado de ofrecer innumerables significaciones de los mitos, siendo la antropología la que más ha incidido en la utilidad de los mismos en su contexto social y en su valor como instrumento de representación colectiva. Sin embargo, la imposibilidad de subsumir la diversidad de mitos en un único modelo estructural y morfológico en relación con su utilidad, hace que esta caracterización funcional del mito no haya sido aceptada por todos los estudiosos. La mitología, entendida como examen y juicio de los mitos, es decir, como crítica, ha propuesto muchas y variadas interpretaciones. Ya en el siglo VI a. C., Teágenes de Regio hace una exégesis alegórica mediante la cual purifica los mitos a base de sustituir todo lo que considera absurdo; una operación que acaba por despojarlos de su sentido. Este tipo de hermenéutica iniciado por Teágenes alcanzará su máximo esplendor con los filósofos estoicos, que se sirvieron de la interpretación alegórica para que los mitos contuviesen sus propios presupuestos filosóficos. Otro análisis importante fue el del filósofo Jenófanes, en cuya desaprobación a la antropomórfica e inmoral imagen de la divinidad transmitida por Homero y

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Catalina Aparicio Villalonga Lic. en Filosofía Secretaria de la Sección Balear de la Sociedad Española de Estudios Clásicos

Hesíodo expresa su rechazo al saber tradicional. También el del sofista Pródico, quien elaboró una doctrina racional sobre el origen de los dioses. Pero la censura antigua más conocida es la de Platón, sin duda debido a la grandeza del filósofo. Platón llega a objetar la presencia, en su Estado ideal, de todo poeta que no esté dispuesto a someterse a una estricta censura. La reprobación platónica de la poesía radica en su función educadora. Para el filósofo, la formación de la ciudadanía debe ser responsabilidad del Estado y no de los poetas, cuyas reelaboraciones poéticas de los mitos tradicionales ofrecen imágenes tan distorsionadas que pueden mal formar la tierna mentalidad de los infantes. A Platón, para quien la perfección es atributo de la divinidad, le resulta inaceptable el comportamiento humano que se le atribuye en los mitos. No es propio de los dioses el sometimiento a pasiones abyectas y, sin embargo, los relatos están plagados de robos, asesinatos, engaños, parricidios,

violaciones, adulterios y otras inmoralidades protagonizadas por deidades. La oposición del filósofo a la transmisión mitológica llevada a cabo por los poetas, no le impide servirse del mito para expresar ciertos aspectos de su pensamiento incompatibles con la argumentación racional. Incorporando, a ese fantástico caudal, narraciones tan cautivadoras como la de la Atlántida, la mítica ciudad imaginada por Platón y que aún hoy la arqueología intenta encontrar su antiquísima ubicación. Y ello es porque los mitos inventados por Platón encajan en la estructura tradicional y cumplen con los requisitos para serlo. La glosa de la mitología ha estado presente en la cultura occidental desde que se iniciara en Grecia. Con pretensiones más o menos científicas, en todas las épocas se ha prestado atención a este deslumbrante tesoro cultural legado por los griegos. Basten dos ejemplos paradigmáticos de dos profundos conocedores de la cultura griega: Friedrich Nietzsche

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