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TALCA : experimentos didácticos
Juan Roman
Para contar la experiencia innovativa de la Escuela de Talca, al sur de Chile, que ya lleva más de dos décadas imponiendo una forma alternativa de enseñar arquitectura, aquí se presenta un texto explicativo de algunas instancias experimentales de esa Escuela, en que su fundador y primer director, Juan Roman, cuenta de qué tratan esas instancias que destacan por tratarse de acciones empíricas 1:1. Se complementa esta presentación con dos entrevistas que le fueran realizadas a JR, la segunda de ellas –Contra el Olvido– en que se expresan las ideas de la presentación que el trabajo de esta Escuela realizó en la Bienal de Venecia cuando ésta se da en un espacio tensionado por dos puntos de vista, uno definido y otro indefinido, uno que apela a un modelo y otro que, sin más, lo rehúye o intenta rehuirlo, tanto así que hoy el taller aquél lo entiendo como un curso de construcción, como un buen curso de construcción o como un curso de buena construcción, arte que atiende a la naturaleza de las partes y al modo de reunirlas, punto de vista que se acerca a aquella frase que por años ha intentado explicar lo que ahí se hace, cual es la disposición de la materia en el espacio cosa que, como se habrá podido colegir, es composición y, claro, qué es la composición sino construcción. 1. Cubo de materia constructivo, al cómo se ligan las cosas y, segundo, a las palabras, a los verbos que determinan la disposición de la materia en el espacio. Finalmente cabe acotar que el encargo remite a la condición personal del alumno, a esos dieciocho años que ha vivido en tal lugar con tales personas antes de ingresar a la universidad y que, a través de ese objeto, esos dieciocho años comparecen en el aula validándose académicamente, al punto que en numerosas oportunidades a la hora de la obra de titulación, se han rescatado elementos que ya estaban en ese cubo hecho hace seis años, para concebir la forma de esa obra final.
Taller de materia
Alguna vez discutíamos con Mauricio Pezo respecto del Taller de Primer Año, un taller que con el tiempo, por las cosas que ahí se hacían, fue tomando el nombre de Taller de la Materia. Pezo decía que se trataba de un curso de composición, semejante al que se dicta en cualquier escuela de arquitectura y por mi parte me limitaba a decirle que no, que estaba equivocado, que no era un curso de composición y que si algo de composición había lo que en verdad importaba era todo lo demás que ahí se podía encontrar. Con el tiempo que ha pasado desde aquellas primeras versiones del curso creo que ambos teníamos razón pero no es eso lo que importa sino lo interesante que resulta la reflexión
El cubo de materia es producto de la intuición. En marzo de 1999, parado frente a los primeros 80 alumnos de la escuela de los que nada sabía y, peor, de los que nada imaginaba, surgió el enunciado siguiente Traer un cubo de 25cm de arista confeccionado con materia de Talca Ni los alumnos ni los profesores sabíamos qué iba a resultar de tan escueto enunciado pero estaba seguro que en torno a cada uno de los cubos que habrían de llegar podríamos conversar largo rato con cada uno de sus autores para descubrir, a través de la conversación, la que nos esperaba. Lo que siguió fue reparar en el potencial de aquél objeto para representar el territorio y en la condición de construidores que tempranamente demostraron los alumnos. El tema se desarrolló principalmente en base, primero, al modo
Taller
del Cuerpo
El afán de dar forma con lo que se tenga a mano sin que medie desembolso alguno como excusa o justificación, constituyendo a las características del propio cuerpo en la restricción desde donde la forma ha de surgir, parece ser lo que está detrás del Taller del Cuerpo, nombre que los alumnos le dieron a esa parte del Taller de Primer Año al que a su vez llaman Taller de la Materia. El cuerpo estaría dando cuenta de la existencia y las experiencias con las que el alumno llega a la universidad por lo que el Taller, al constituir a aquél cuerpo en la materia de una primera forma, estaría articulando lo propio del alumno en cuanto persona con lo propio de la arquitectura en cuanto disciplina.
Se asiste ahí a la aparición de la belleza cosa que ocu- rre de manera inesperada provocando el aplauso de los alumnos que observan un movimiento que nunca tuvo por objetivo la construcción de aquella belleza. El acercamiento al cuerpo corresponde al ámbito de las artes escénicas por lo que el arquitecto que como profesor guía el ejercicio apela a esa herencia del movimiento moderno que dice de la honestidad estructural, no en cuanto valor moral sino como valor formal que lleva a anular el gesto de dolor cuando nada duele ni nada pesa.
Intervenciones escala 1: 1
El Taller de Primer Año termina con este ejercicio al que los alumnos llaman El-Uno-A-Uno en referencia a su ejecución en escala real, escala que por razones de costo obliga a recurrir a materiales baratos y livianos para resolver el problema que hayan podido conformar, determinando un lenguaje que claramente viene de la escasez, esa que tanto requiere de la abundancia de ingenio e inteligencia.
El Valle Central de Chile resulta ser un espacio bastante arbolado por lo que, arrinconados, algunos alumnos año tras año se dan maña para lanzar una cuerda atada a una piedra hasta la copa de los árboles para determinar un punto desde el cual poder colgar una estructura que alcanza su rigidez al fijar un punto en el espacio mediante la disposición de otras dos cuerdas. Sin embargo en un curso de 80 alumnos las respuestas inevitablemente se repiten y fácilmente se puede reconocer una manera de hacer que linda con el manierismo por lo que el rol del profesor es decir que no, que cambie de material, que eso ya está visto, que esto es una escuela de arquitectura y que alguna diferencia ha de haber entre estudiar arquitectura y estudiar construcción y toda esa cantinela a la que cualquier profesor de proyectos ha recurrido más de una vez en procura de algo nuevo.

Taller de Agosto TA 2019 Juan Roman
El Taller de Agosto no es una obra social ni un curso de construcción. Se trata de una práctica académica que aspira a la complejidad por lo que año a año desde 2004, los alumnos salen a los caminos para instalarse en entornos donde han de interactuar con el habitante, la materia y el lugar. Hay una hipótesis común a todos los talleres de agosto cual es que la inteligencia y el entusiasmo son los recursos que compensan la falta del otro recurso, el siempre escaso dinero. Así, con inteligencia, entusiasmo y sin dinero, los estudiantes se sitúan de manera que logran articular ideas, aportes y voluntades para –durante las cuatro o cinco semanas que dura el taller– construir plazas, sean grandes o pequeñas, efímeras o eternas, explícitas o abstractas, plazas que sin la mediación de esos estudiantes simplemente no existirían, esfuerzo que se justifica no sólo por el afán de hacer habitable un territorio sino por entender a la plaza como un elemento capaz de promover a una comunidad a través del fortalecimiento de su identidad.
tal cantidad de dinero, máxime estando en Chile, un país económicamente subdesarrollado donde esos US$ 2000 alcanzan para construir, digamos, 10 m2 de alguna cosa en alguna parte, una obra pequeña que se constituye en un problema lo suficientemente complejo para verificar si el estudiante está en condiciones de obtener el título profesional de arquitecto. La obra construida puede entenderse como un aporte a la discusión sobre los lazos establecidos desde la universidad hacia la sociedad, sin embargo el proceso inverso, el de los lazos que se tienden desde la sociedad hacia la universidad, puede resultar tanto más interesante atendiendo al hecho de que los estudiantes, como tantos otros habitantes del Valle Central de Chile, poseen una ligazón cultural y económica con la tierra, la cual quedaría expresada en la obra construida habiéndole correspondido a la universidad nada más que el darle cabida.
La obra de titulación se desarrolla tanto al interior de la academia como al exterior de ésta, en un espacio caracterizado por dicotomías como la cautela y el riesgo, la reflexión y la acción, el afán de calidad y la banalización del quehacer. Culminado el proceso sin embargo, aquel espacio pleno de dicotomías se presenta ahora como un espacio en el que coexisten las mismas dualidades pero como términos no excluyentes.

trabajos como profesional. Esto no es menor: habilitar a jóvenes que carecen del capital social necesario para desempeñarse profesionalmente como arquitectos.
Obra de titulación
Convengamos en que los planos y maquetas inherentes a la titulación tradicional, que al estudiante le significan un gasto mínimo de US$ 2000, terminan prontamente en la basura y parece poco lúcido tirar
Al terminar su obra el estudiante cuenta con una pequeña red de contactos formada por obreros, vecinos, administradores y empresarios, y son ellos, los que se han visto alcanzados por la ejecución de la obra, quienes le permitirán acercarse a sus primeros
