principio de normalidad. Lo mismo, aunque con otros argumentos, propone Minkowski al señalar que la esquizofrenia supone «una pérdida del contacto vital con la realidad», una forma más actual de insistir en el binomio locura versus razón (realidad). El caso es que cuando un sujeto está inmerso en una locura lunática, resulta llamativo su alejamiento de la realidad común. Pero la locura no siempre es chifladura ni el loco es en todos los casos un excéntrico. En su libro sobre la esquizofrenia, Bleuler se hace eco de eso al comentar que en los casos más leves la importancia afectiva y la lógica de la realidad «está sólo algo deteriorada». Al corriente de estas controversias, Freud terció sobre esta intricada problemática en varios momentos de su amplísima obra. Desde sus primeras contribuciones a la psicología patológica, había promovido la oposición entre la realidad psíquica (psychische Realität) y la realidad material. Lo curioso es que atribuía a la primera, la realidad fantasmática, el papel preponderante en el mundo de la neurosis, con lo cual la relación del neurótico (la persona normal en comparación con el psicótico) con la realidad estaba de por sí también trastocada, como se observaba en fenómenos como el déjà vu, la despersonalización, el trance obsesivo del Hombre de las ratas, los viajes marcianos de la visionaria de Théodore Flournoy, las visiones demoníacas del pintor Christoph Haizmann, las personalidades múltiples descritas por Morton Prince en la Srta. Beauchamp, las histerias crepusculares de Sigbert Ganser, y un ubérrimo etcétera. Cuando en 1924 Freud se dedicó a discriminar las diferencias entre la neurosis y la psicosis tomando como apoyo la relación del sujeto con la realidad y los nuevos conceptos de la segunda tópica (yo, ello y superyó), las conclusiones a las que llegó son un tanto sorprendentes. A su parecer y no sin razón, las pretendidas diferencias se le antojaron similitudes: tanto el neurótico como el psicótico ponen de manifiesto una rebelión contra la realidad objetiva, si bien el resultado del descontento tiene alcances diversos. Mientras que el neurótico la evita y huye, dejando patente, mediante la represión o la fantasía, que no quiere saber nada de ciertos fragmentos de la realidad, el psicótico (loco) la reconstruye mediante el delirio y se empeña en modificarla hasta hacerla más soportable. 78
Aunque resulte incómoda, la reflexión freudiana se ajusta más a las experiencias humanas tal como son observadas en la clínica mental, entre otras cosas porque una idea ajustada a la realidad común puede también constituir el corazón de un delirio. Desde este punto de vista, por más extravagante, irracional, lunática, ilógica o errónea que sea, ninguna idea se basta por sí misma para calificar a quien la enuncia de delirante o de loco. No hay ideas delirantes sino personas que deliran. Vale la pena tener en consideración este punto de vista de cara relativizar la falta de razón o la alteración de la realidad si es que pretendemos entender algo de la experiencia de la locura. Y para aclarar más este aspecto, pese a su extensión, recordaré las palabras de François Leuret, extraídas de Fragments psychologiques sur la folie (1834): «En una primera aproximación, nada parecía más fácil, al escribir este libro, que redactar un capítulo sobre la falsedad de las ideas [delirantes]: su carácter, evidentemente absurdo, debía en mi opinión ser considerado como uno de los elementos del delirio. Pero a medida que progresaba se me presentaban múltiples dificultades; con trabajo conseguía solventarlas, y he trabajado, pero lejos de avanzar me he confundido cada vez más. No me ha sido posible, pese a mis intentos, distinguir por su sola naturaleza una idea loca de una idea razonable. He buscado, tanto en Charenton, como en Bicêtre, o en la Salpêtrière la idea que podría parecerme más loca; después, cuando la comparaba con bastantes de las que circulan por el mundo, me quedaba sorprendido, casi avergonzado, por no encontrar ninguna diferencia. ¿Ocurriría lo mismo con las ideas de los sabios? [...]; permítaseme decirlo, pues es cierto: [los sabios] tienen algunas veces ideas locas, tan locas como las de los alienados».
Capítulo 3. Marco teórico de la salud/enfermedad mental. La locura y la enfermedad mental analizadas a partir de la razón, la realidad, el saber y la verdad