La transferencia de conocimiento, base de la cooperación Ángel Simón Grimaldos Descriptores: agua, abundancia y escasez, despilfarro y necesidad, cooperación, diálogo y reflexión, trabajar en red
Al declinar el pasado verano, se preguntó a una niña saharaui, que se disponía a regresar a la desértica cotidianidad de su territorio al concluir un solidario periodo de vacaciones en España, qué le gustaría llevarse. “Un grifo”, fue su rápida, espontánea y simbólica contestación. Una respuesta que evidencia mejor que nada esa dramática dicotomía que presenta el tema del agua: abundancia y escasez, despilfarro y necesidad; una especie de punto de partida de la fina línea que delimita esperanza y desesperanza. Es también un reflejo de esa percepción tan generalizada de que el agua nace en el grifo, del mito del eterno e infinito suministro, propio de las sociedades occidentales, tendentes a ignorar que más de un tercio de la humanidad vive en la escasez. Evidencia, asimismo, lo acertado de la decisión de Naciones Unidas de proclamar 2013 como Año Internacional de la Cooperación en la Esfera del Agua. La iniciativa de Naciones Unidas nos brinda la oportunidad de abrir una reflexión multidisciplinar sobre el concepto mismo de cooperación en esta materia e invita a cuestionar viejos esquemas y moldes. Las declaraciones oficiales e institucionales resisten mal el paso del tiempo y soportan con dificultad el duro peso de la realidad, su inmensa tozudez o su carácter refractario a cualquier proclama. En el caso del agua, como en tantos otros, las cosas acaban siendo como son y no como se
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pretendía que fuesen. Frente a esa especie de síndrome del grifo, síntoma inequívoco de enfermedad, todos cuantos tengan o tengamos algo que aportar al gran desafío de hacer realidad el derecho humano de acceso al agua potable y al saneamiento estamos llamados y obligados a debatir y a reflexionar. Ante la dimensión del reto, el Año de la Cooperación en la Esfera del Agua debe tener una larga proyección, incluso permanente. Una propuesta de estas dimensiones no puede quedarse reducida a un periodo de doce meses, ni estar sujeta a criterios periclitados. La cooperación debe trascender su significado tradicional. No debe responder a una idea o a un impulso transitorio de generosidad o altruismo, sino a una voluntad de integración, que cuente con la participación de agentes diversos que interactúen y puedan contribuir desde diferentes espacios al desarrollo y el bienestar. Un reto de las dimensiones que afrontamos ha de tener continuidad e incardinarse en nuestro quehacer cotidiano con una perspectiva de largo plazo, fundamentado en la concepción de un desarrollo sostenible y sostenido que permita situar el horizonte en 2050, lejos del regate corto actual o de una perspectiva inmediata más propia de la actividad política. El futuro es muy extenso y el presente, condicionante. Las cifras son apabullantes, pero ignorar su realidad es una irresponsabilidad. En definitiva, hay que impulsar un senti-