Arranz Bravo 75-75

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humana, a menudo distorsionada, en la que el eco de Francis Bacon aparece referencialmente. Así, su realidad gira en torno de una observación dolorosa y difícil de su alrededor, de unas situaciones inquietantes que se manifiestan en el dramático retrato de la soledad humana, insistentemente propuesta a lo largo de su carrera y que se reflejará de diversas maneras en diferentes etapas. A través de rasgos, manchas y líneas se produce la fragmentación de la imagen dentro de esta estética de desgarramiento en tensión constante. Su iconografía está conformada mediante formas orgánicas de una exageración barroca que destruyen la contención anatómica que sostiene internamente la composición. Mediante laberintos lineales y redes de entramados en los que entrañas, vísceras y órganos se aglutinan en una ordenación descuartizada, se configuran unos cuerpos humanos poseídos por torturadas aniquilaciones personales. En esta obra, especialmente, se pone de manifiesto una de las características de su trabajo: el equilibrio entre polos contrapuestos; nos referimos a lo geométrico y a lo orgánico, a la medida y a la expansión. En este sentido, si la carcasa es geométrica, la epidermis es corporal; si el esqueleto está construido bajo un gran orden y rigor, la musculatura va desmembrando la forma en un claro proceso de abstracción. De repente, la severidad se expansiona en organicidades que destruyen la esquematización geométrica: entre un lado y el otro, el artista se mueve a caballo entre los límites estructurales y la desmesura expansiva, pero siempre jugando en el límite de la frontera donde la razón puede perder su explicación. Esta desarticulación queda subrayada por unas gamas cromáticas profundas, penetrantes y cálidas y por una luz ingrávida, dura y silenciosa, que hace rezumar la lucha latente entre el yo y el entorno.

51/75 Mercè Pomer

Directora de Can Manyé. Espacio de arte y creación. Alella — ¿Usted es artista? —preguntó Julia Dallow a Gabriel Nash. — Lo intento —contestó Nash con una sonrisa—, pero trabajo con un material difícil. Dijo eso insinuando alguna cosa inesperada que hizo que la señora Dallow repitiera sin querer: — ¿Con un material difícil? — Sí, trabajo con la vida. HENRY JAMES, La musa trágica

52/75 Ricardo Castro

Director del Centro Cultural La Bòbila de L’Hospitalet “Preguntaron al amado sobre el amor de su amigo. Respondió que el amor de su amigo es mezcolanza de placer y desventura, y de temor, de ardor.” Ramon Llull, Llibre d’amic e amat

53/75 Martí Cormand Artista

Eduard: Todo lo que aprendí de ti en todos aquellos años que trabajamos juntos se podría resumir en una frase que tú mismo has dicho: “El único futuro es saber que aún tengo presente”. Gracias, Amigo. Martí

54/75 Sílvia Muñoz d’Imbert

Crítica de arte y directora del Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes (Conca) Poesía y pasión de Arranz-Bravo Mujer desnuda leyendo con la mirada fija en las páginas sólidamente inmóviles de un periódico arrastrado por la tramontana. La lectora devora ávida, indiferente a su alrededor, en posición mística. Su efigie permanece estática, convertida en una especie de tótem procedente de un pasado remoto que choca con el presente, ensimismada, con la solidez de quien persiste en el tiempo, flotando sobre las manecillas del reloj. Su cuerpo voluptuoso, construido por piezas biomórficas, los parpados bajados y un cabello de estética menina de Velázquez, que acoge la información. Su mente absorbe el goteo ansioso de una actualidad que rápidamente se vuelve obsoleta. Como en un palimpsesto, sobre la Mujer periódico se superponen los cuerpos hijos de Arranz-Bravo de Les Olímpiques (1967), Abraçada italiana (1982), Hot Venus (1983), New Human n. 7 (1994) u Homes i estrelles (2008), siguiendo una línea en la que destaca la visión antropomórficamente sensual del mundo. Entre el tiempo y el no tiempo, moviéndose en medio del ruido y la quietud, sensibilidad y reflexión, en Dona diari se concentra una dualidad exterior-interior de voluptuosidades místicas.

55/75 Franklin Bowles Galerista

En noviembre del año 2000, poco después de la creación de esta pintura, en Franklin Bowles Galleries debutábamos con la primera exposición catalogada en nuestra galería de Nueva York. Se titulaba La alquimia de Eduard Arranz-Bravo. En aquel primer mes exhibimos quince cuadros, y estábamos disfrutando del éxito de este nuevo y emocionante programa cuando Nueva York fue asolada por los atentados del 11 de septiembre. El impacto fue inmediato, y el negocio, que hasta entonces no había hecho más que progresar, se quedó parado. Todos estábamos preocupados por el futuro. Más tarde, en 2002, decidimos presentar la obra de Eduard a nuestros coleccionistas de la costa oeste. En el año 2004 abrimos nues-

tra primera exposición de Arranz-Bravo tanto en la costa oeste como en la costa este, Like a River (‘Como un río’). Tuvimos un éxito impresionante y nunca nos arrepentimos de aquella decisión. Me encanta este pequeño cuadro que homenajea a uno de los gigantes de la literatura. Su expresión, entre perpleja y pensativa, parece que diga «¡La vida no es tan mala!». Estoy orgulloso de haber facilitado que tantos coleccionistas del mundo entero hayan descubierto las obras de Eduard Arranz-Bravo. Es un artista con un talento extraordinario, y un hombre a quien también puedo llamar mi amigo.

57/75 Antoni Marí

Crítico de arte y poeta El azul más transparente Cuando recibí el dosier del pintor ArranzBravo que Albert Mercadé me envió, empecé a mirarlo poco a poco; iban pasando imágenes de sus obras, algunas me remitían al recuerdo de la pieza que ganó un concurso en Ibiza y que está colgada en el salón de Ebusus —una entidad cultural ibicenca—. Pero aquella sucesión de imágenes que casi desconocía me iba abriendo un nuevo panorama que mostraba la manera personal y propia de Arranz-Bravo de apropiarse de la tradición vanguardista del arte contemporáneo: desde Duchamp, Miró, Picasso, Ozenfant, Giorgio de Chirico, Jean Dubuffet y el arte sucio; empapado todo en una imaginación asociativa que me llevaba a reconocer a Arranz-Bravo en una presencia que siempre mantiene las constantes que posibilitan reconocerlo, aunque los trazos sean diferentes, múltiples las composiciones y similares —con todas las transformaciones posibles— las formas y los objetos. Cuando llegué a la pintura 56, el corazón me dio un vuelco, me quedé maravillado de la capacidad de asociaciones que esta pieza suscitaba en mi memoria plástica que a la vez iba suscitando otras disciplinas, como la poesía o la música. La pieza 56, Dona-blau, se mostró inmediata, con toda una carga de reminiscencias lejanas y cercanas. La primera: el bleu de Yves Klein: luminoso, resplandeciente, celestial y marítimo, provenzal y mediterráneo. Las líneas me llevaron a Paul Klee y, en su contexto, me aparecían Henri Matisse y sus recortables, casi siempre en un fondo azul de parecida intensidad. Todo ello, una maravilla de relaciones felices. Seguía contemplando a la Mujer azul y un susurro que no reconocía venía en mi ayuda: “El azul más transparente que está sobre nosotros como la luz de la divinidad”, Charles Baudelaire con sus sueños azulados que llenan de serenidad su diabólica poesía. Y tras él: “El azur profundo que me embriagaba los ojos, unas impresiones de frescor, de luz deslumbradora giraban junto a mí”. Como había escrito Marcel Proust, para quien el azul era la luz de la memoria regresada. El “azul más transparente”. “Pasó ante mis ojos una nue_145


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