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Hacia una interpretación marxista1. “En la actividad revolucionaria, el cambiarse coincide con el hacer cambiar las circunstancias” Karl Marx, La ideología alemana. De la necesidad del análisis marxista: En momentos de gran agitación de la escena socio-política, se multiplican los análisis de las fuerzas políticas fuera del bloque en el poder, que intentan comprender y hacer significativa la coyuntura. Estas interpretaciones a nuestro juicio adolecen de ciertos procesos contradictorios. Pese a que intentan acercarse a la realidad desde una posición antagónica a las formas de dominación capitalista, poseen un grado de sesgo epistemológico, donde no se posee una aspiración totalizante de la realidad social. Así, las conclusiones políticas sufren de un sentido de observación “desde abajo”, cuestión absolutamente contradictoria con las metodologías de análisis marxista. Las fuerzas políticas y sociales fuera del bloque en el poder y de intención revolucionaria, a nuestro parecer, deben pretender un análisis de la realidad que contenga una “auto-aplicación” creativa del método marxista, donde su propia realidad este inserta en un análisis que sintetice la coyuntura histórica. Por otra parte, los acontecimientos actuales, han motivado una aparición magistral del análisis academicista pequeñoburgués, que combina y somete a duros calvarios, a gran variedad de teorías y formas epistemológicas. Este fenómeno, de bombardeo de análisis desde la “ciencia política” y la “sociología” preferentemente, “contaminan” las formas interpretativas de las fuerzas políticas de la izquierda desconfiada, cuestión que se acrecienta en el propio desarrollo del conflicto. Así, al estar influenciados por este tipo de análisis, la interpretación política de la coyuntura se va desarrollando en proporción a la propia sucesión de acontecimientos, donde finalmente el acontecimiento es significado por la organización, dentro de los marcos ya pre-establecidos por estas interpretaciones pequeño-burguesas, que van desde análisis de expectativas y sujetos “aspiracionales”, hasta análisis de la violencia social y la teoría del conflicto. Esta cuestión por tanto, tiene como resultado, no una contaminación puramente teorética, sino, una más grave contaminación del que hacer de la organización política. De la revelación transcendental de la interpretación marxista: La interpretación marxista de la realidad, está vinculada estrechamente a los objetivos de la propia organización política. Como decíamos al principio, la aspiración de la interpretación marxista de la realidad es totalizante. A pesar de poseer una posición de clase (el marxismo se construye como teoría revolucionaria de la clase trabajadora) y por tanto, poseer una posición parcial, la interpretación marxista de la realidad orienta la acción hacia la revelación de la estructura esencial de la sociedad. Esta cuestión que está absolutamente ligada a los intereses de la clase trabajadora, desnaturaliza al mismo tiempo, la dominación burguesa de la sociedad. Es decir, a pesar de ser una teoría que se construye desde una parcialidad y no una universalidad social, posee una potencialidad reveladora de las relaciones sociales esenciales, por lo que aspira a la validez universal en la sociedad. Esto nos lleva a nuestra primera conclusión: La organización política revolucionaria debe enfocar su trabajo de interpretación de la realidad, en revelar aquellas cuestiones esenciales que faciliten la constitución del sujeto revolucionario, desde un método de acercamiento a la realidad de carácter totalizante, y desde una aspiración a la validez universal de sus postulados dentro de la lucha de clases. No podemos entonces dividir la realidad en el análisis, en ciertos momentos de las relaciones dialécticas, ni podemos obviar el conjunto de las fuerzas sociales. Pero debemos en este momento, argumentar para no caer en la vulgarización de la epistemología marxista. No se trata de que el marxismo quiera captar toda la realidad (cuestión que no creemos posible), sino captar la realidad a través de la categoría metodológica de totalidad. Es decir, captar la realidad de tal manera que teoría y práctica, consciencia y ser, infraestructura y súper-estructura, no sean oposiciones abstractas, sino que estén ligadas dialécticamente.

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Aportes teóricos, epistemológicos y metodológicos para la producción de análisis políticos de la realidad social.


Un

diagnostico

necesario,

la

descontitución

del

movimiento

popular.

La Desconstitución Social no es, para decirlo en sentido negativo, la fragmentación del Sujeto Social. La fragmentación supone fragmentos, trozos de Movimiento Popular, es decir, algo que existe, pero que está dividido, mutilado y al que hay que unir. Por ejemplo, el Movimiento del Pueblo chileno arrasado por el Golpe de 1973 y la Tiranía. Dicho Movimiento existía y se venía constituyendo, construyendo así mismo, desde mediados de los años 30 y alcanzó su clímax, su tope, durante los años de la Unidad Popular, presentando incipientes caracteres de constitución de Poder Popular. Con posterioridad al Golpe, dicho Movimiento seguía existiendo, pero tenía una característica: estaba ralentizado, fragmentado, había que reunirlo en sus trozos dispersos, en pocas palabras había que unirlo y conducirlo. Esto fue lo que ocurrió luego de los años 82 y 83, en los que se presenta una reunión de acción y conciencia del Pueblo chileno, conducido por organizaciones de carácter popular y con una historia reconocida por él. Hablamos del MIR, del PC (incluyendo al Frente) y fracciones Socialistas (Es necesario, sin embargo, tener presente la diferencia ideológica entre estas organizaciones). Este ascenso de la conciencia del Pueblo fue, a larga, cooptado por la idea del fin de la Dictadura y el mero retorno a la democracia burguesa. Con posterioridad al plebiscito de 1988 y el retorno a la democracia parlamentaria, el Movimiento de los pobres se desconstituye, es decir, se deshace, deja de existir. Es cooptado en forma total, material y subjetivamente por el Neoliberalismo2. Esto se expresa muchas veces con el término atomización del Movimiento, término que en el fondo yerra, por lo antes dicho, a menos que se entienda como una forma de decir que es tal la desconstitución popular que llega hasta el mero individualismo (unidad mínima de existencia de la población y manifestación de su destrucción subjetiva como Pueblo, es decir, de su desconstitución). La existencia de un “movimiento poblacional”, como se ha querido proyectar por algunos, basado en la demanda por el no pago de las gravosas hipotecas de las casas de los más pobres, ya sea del SERVIU o de la Banca privada, no deslegitima este punto de vista, toda vez que dicho “movimiento” a pesar de provenir de sectores populares y de pelear una lucha justa, es limitado en sus objetivos de clase, tiene una condición de lucha económica no clasista, y posee como norte, en su mayor parte, la mera respuesta estatal burguesa. Por lo anterior, la respuesta (y la propuesta) estratégica, desde un punto de vista político-social revolucionario, que se debe ofrecer a un Movimiento desconstituido es diferente en grado sumo a la que se debe dar a uno fragmentado. No es posible plantear, por ejemplo, la misma respuesta que se dio a la crisis económica de comienzos de los años ochenta y al desarrollo de movimiento popular de aquél entonces.

El que hacer revolucionario Conducción vs construcción. A partir de esta introducción básica es que hay que abordar el tema de la construcción política versus la conducción política, conceptos que se han levantado como posiciones antagónicas en el campo popular chileno. Es así como en la actualidad, estas dos proposiciones se presentan como dos opciones del camino político que se excluyen mutuamente. Así se expresa en la mayoría de las intervenciones que los actores político sociales hacen cada vez que surge el tema de ¿Qué hacer?, ¿Cuál es el deber del revolucionario? Bien, ¿Qué se entiende hoy por Además de la masacre de las orgánicas revolucionarias, por parte del Estado contrainsurgente, es necesario indicar la alienación cuasi-completa del Pueblo por la moral y conciencia de la ideología Neoliberal. El Movimiento Popular es sustituido por el “Movimiento Burgués” y el Pueblo va tras los ideales neoliberales. 2


construcción político social? Se entiende como la creación, desde las bases, de un movimiento acompañado de una organización de nuevo tipo, que no repita los viejos errores (“el dogmatismo marxista-leninista”), que se abra en definitiva a la apreciación de lo nuevo, de la moderna realidad del siglo XXI, con una reivindicación patente de esponteneismo en la lucha social. Por su parte, la conducción política social pareciera ir por el camino de la generación de una organización (orgánica) “correctamente estructurada”, a la manera clásica, que sepa leer los signos de los tiempos (armada de una correcta ideología) y que sea capaz de arrastrar tras de sí a la mayor cantidad de masas posibles. Plantear lo contrario, según esta postura, aparece como la negación del papel conductor de la vanguardia, del proletariado consiente y es dejarse llevar por las corrientes anarquistas, postmodernas y oportunistas que viven hoy su hora feliz. (Planteamiento de un sector de la izquierda revolucionaria). Los sectores reformistas, por su parte, señalan que la “construcción” que han llevado a cabo los sectores más radicales de la izquierda chilena después del año 1988, no han dado resultado alguno que valga la pena considerar, por lo que la única vía con factibilidad de llevar el poder a los trabajadores y pobres en general es el camino de la inclusión en el medio electoral burgués desde donde llevar a cabo una serie de reformas en pro de ellas. La construcción se revela a la larga, según ellos como un medio “ultra democrático”, absurdo, que deviene en obstáculo para llegar al poder, así lo platea, por ejemplo el Partido Comunista, La Surda o Fuerza Social. Estas organizaciones, mayoritarias de la izquierda organizada, muy minoritarias en el concierto electoral entienden el poder, por su poder, como su permanencia en el poder. Hoy no se plantean las antiguas facetas del reformismo en que se buscaba la llegada del socialismo por vía estratificada o escalonada, más bien se pretende una incierta humanización del capitalismo, sin dar pruebas practicas y teóricas de que ello pueda suceder. Se Plantea la metodología del antiguo reformismo sin pretender los fines socialistas buscados anteriormente por este. La respuesta a esta divergencia puede verse de inmediato como no solo valórica, subjetiva 3, sino que también reviste caracteres científicos, históricos e ideológicos, desde donde hay que abordar este problema. Como primer acercamiento a la resolución de esta divergencia (construcción vs conducción), es necesario indicar con presicion que, en términos absolutos, esta tesis de trabajo político no se excluye de manera total. Es decir, no existe la una sin la otra. Por el contrario, se vinculan, se influyen mutuamente, y plantearse de modo contrario (la desvinculación extrema) es simplemente hacer gala de una incomprensión grave de la realidad social. En la historia no se registran casos de mera conducción o construcción aislada de la conducción.La comprensión de la realidad social y política de manera superficial lleva en reiteradas ocasiones al entendimiento de que el proceso revolucionario o es blanco o es negro y no hay nada más que observar y analizar. Es en el fondo una visión reduccionista y determinista de la historia y de la sociedad. La existencia de posturas antagónicas del trabajo político social no se presenta como creen algunos, por ser más o menos revolucionarios los que la defienden, sino por iniciarse el camino revolucionario antes de mirar lo que hay que revolucionar. Por ello se hace necesario la majadera existencia de un buen diagnostico de la realidad social, de todas formas, el mero análisis sin practica del mismo, no pasa del intelectualismo pequeño burgués. Así una vez empezado el análisis, el luchador político atento advierte de inmediato el alto nivel de complejidad de las interrelaciones en la formaciones económico sociales, lo que le hace entender que el desenvolvimiento de la realidad social merece más que una simple mirada y lo que aparece a simple vista no es necesariamente cierto. En consecuencia, lo que aparece a secas construcción o conducción política es necesario mirarlo de nuevo a fin de escavar en profundidad si la mera manifestación fenoménica externa esconde alguna esencia, es decir, alguna concatenación interna. Así pues, luego de un análisis incluso somero parece necesario indicar de inmediato que:

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Existe, obviamente, un trasfondo más profundo que la contraposición del pasado con el presente. Hay, además una divergencia en la comprensión de la realidad social actual, una distinta visión del papel de la vanguardia, de la ideología, una distinta concepción de lo que el hombre es.


o El construye conduce (por lo menos conduce su construcción). De lo contrario su construcción no es tal, es una ilusión de construcción. No existen procesos puramente constructivos. El que no controla su construcción en términos de direccionalidad y que no disputa su conducción a la larga es conducido por quien esté dispuesto hacerlo. En la historia hay repetidos ejemplos de ello. Aquí hay que hacer un alto. Si lo que se pretende es la Revolución, el arrebatamiento del poder político de los explotadores por los trabajadores, el fin de la dominación capitalista, es ineludible tener presente la reacción burguesa a estos intentos proletarios. Como se sabe el recorrido del camino revolucionario no se realiza de manera lineal, sino que con innumerables altos y bajos que en gran medida están determinados por la reacción burguesa. Si no se construye una dirección clara con una metodología que asegure por lo menos que se va a buen puerto (aunque no se llegue a él), la construcción esta vacía y resulta a la larga perjudicial, puesto que se engaña al pueblo y no se le permite si quiera iniciar el camino debido a que desde el comienzo no tuvo aptitud para conducir a la posibilidad de hacer la revolución. o Por otro lado, la conducción presupone algún grado de conducción, por lo menos la construcción de la orgánica que conduce la masa, no existe la conducción pura de masas inertes. De igual modo, si se pretende la conducción de masas inertes no hay conducción revolucionaria, sino se hace el trabajo político de cara al pueblo no se es revolucionario. Sería la otra cara de la famosa frase del Che: “revolución o caricatura de revolución”. Sin participación consiente del pueblo no hay movimiento ni menos revolución, sería una revolución peleada por el pueblo, pero ganada por la orgánica. o Por lo tanto, la oposición “sin más” entre conducción y construcción política no existe. Solo existe contradicción en la medida que se explicita la naturaleza de dichos procesos en la medida que se establece que los distingue en la esencia, no en los aspectos formales o exteriores de los mismos, por lo mismo esta opción presentada de forma acrítica es un sinsentido. La construcción permanente de una direccionalidad del pueblo. Para nuestros afanes organizativos, es fundamental circunscribir cada momento de dicha lucha, al avance o no de la conciencia de la clase proletaria. A la mera conciencia “sindicalista” debemos avanzar o hacer avanzar a la conciencia política de clase y que ésta no se desarrolla ni espontánea ni automáticamente de los desarrollos objetivos de la lucha de la clase proletaria. Si pensamos en una organización política de la clase, del conjunto del pueblo, debemos concebirla no como un producto mecánico inevitable de la historia, sino como un resultado de una práctica teórica que debe unirse con la lucha de clases a través de una lucha prolongada, ni lineal ni uniforme. Sabemos que este proceso embrionario en gestación no da todavía para pensar que se está ante la presencia de una nueva vanguardia de luchadores y cuadros obreros, puesto que aún están haciendo sus primeras experiencias de luchas y de organización en el ámbito de sus conquistas básicas. Sin embargo, no pocos compañeros de la clase trabajadora ya habrán sacado algunas conclusiones como que la asociación es necesaria para el logro de sus demandas, rompiéndose, aunque sea parcialmente, el eslabón ideológico de que “como individuo me basto a mi mismo”. Dicho esto, estamos enfrentados a necesidades fundamentales de organización y conciencia de clases. Estamos en un momento en que se empiezan a conjugar ciertos estadios de organicidad del activo político, aunque marginalmente, y la reanimación de sectores de clase que empujan hacia una definición más clara y concreta del período que comenzamos a transitar. Debemos desprendernos de ciertos fetiches organizativos y avanzar a una concepción dialéctica de construcción, en que su eje debiera estar sustentado en la práctica y accionar permanente al interior de la clase. Ser duros en los principios y sustentar una ética en el quehacer se hace indispensable en estos tiempos. Pero no hay nada rígido ni definitivo. Menos puede serlo la organización revolucionaria que construyamos. Por eso una orgánica sumamente flexible se hace necesaria a la hora de convertir al programa y los principios en estrategias, tácticas, consignas y políticas concretas para incidir sobre la situación presente en la lucha de clases. Si hay un cambio en la realidad objetiva, cambiamos consignas, políticas, tácticas y estrategias… y también la forma organizativa. Esa es la


esencia de la forma revolucionaria de organización: el cambio, la adaptación a la realidad de la lucha de clases y a las tareas y objetivos que debemos darnos en cada etapa. La “estructura” deberá adaptarse a las características de las clases explotadas. No podemos pensar por tanto en una estructura u orgánica como la que se concibió hace quince, veinte o para la revolución cuando estuvo planteada en Chile. Los avances experimentados en el último tiempo en que se pone como eje la confluencia de los revolucionarios no deben desperdiciarse. Sin embargo, tampoco es correcto decir que con eso basta y sobra. Planteamos una forma de organización que empiece a dar cuenta de lo expuesto latamente, pero dedicada fundamentalmente a dotarse de ciertos instrumentos para que la clase pueda llevar a realización la necesaria asociación. Arrancándonos si fuera necesario del activo militante que quiera recrear lo que en el pasado sirvió por algún momento, pero que después devino en traba, quizá sea pertinente por un lapso de tiempo. Entonces, darse los plazos para que el proceso madure, no por si solo sino que acompañando desde nuestras capacidades es lo central. La organización debe tener la sapiencia necesaria de flexibilidad para comprender y hacer suya el proceso de organización en curso. En la práctica, debe ser capaz de atender e involucrar al trabajador en una acción política que se escape de la alienación del trabajo patronal, de acuerdo a los ritmos, tiempos y sistematización que se logre arrancar a la cotidianeidad explotadora. El punto de inflexión y, en el mejor de los casos, de reversión de la dispersión de la clase da pie para dar saltos en la organización política. Es por eso, que debemos estar atentos para desarrollar en toda su amplitud posible la centralización que debe darse, fundamentalmente en la esfera política y no en lo formal u organizativa. En este sentido, la centralización organizativa formal, se reduce a lo necesario para hacer posible la realización de un plan estratégico. Lo mismo comprende su disciplina militante. En esta última, la jerarquización no es personal, sino que está dada por el desarrollo del quehacer y la política implementada, de modo que la responsabilidad, la voluntad política militante y el desarrollo amplio de las capacidades del cuadro constructor sean desplegadas en todo su potencial, reflejo de una forma democratizadora de elaboración colectiva de la política, desde una posición en permanente retroalimentación. Lo anterior, hace también a la necesidad de la síntesis y direccionalidad política, entendido esto último no cómo una simple reedición de burocráticos esquemas de organización. Si pensamos que el deber de todo revolucionario no es SÓLO el desplazamiento de la clase capitalista del poder, sino que la demolición de ese poder y sobre la base de sus cenizas construir la nueva sociedad, nuestros esfuerzos están centrados en el cómo, de qué manera enfrentamos a la máquina político- ideológica y militar de la clase que nos domina ya que ésta está ejemplarmente organizada. Por tanto, nuestra propuesta organizativa debe estar basada en el desarrollo pleno del ser humano, es decir, una forma organizativa inmensamente superior que la de ellos. Indudablemente, no se puede decidir “iluminadamente” y de antemano qué tipo de organización debería adoptar el pueblo, pero sí se puede proyectar su viabilidad histórica. La organización revolucionaria debe permitir que la clase desarrolle su programa en forma amplia y democrática, capaz de sustentar el encaminamiento de la sociedad infinitamente más atractiva y productiva que la que nos tocó vivir. La organización revolucionaria debe ser capaz de involucrarse en el campo popular para la disputa y el enfrentamiento con las otras dos vertientes que actúan en su interior: la de la clase dominante y la no revolucionaria que pretende la subordinación del movimiento popular. Por tanto, la orgánica está llamada a la confrontación con el capital. Armados de una teoría, a través de un instrumento político- social se confronta al capital. Desde esta perspectiva, se va configurando, desde ya, la estrategia de la nueva


sociedad que queremos. Nuestra propuesta se asienta en la elaboración independiente en tres planos: GLOBALSECTORIAL Y LOCAL. El individuo al ejercer su derecho a expresarse en estos tres planos se empieza a construir como sujeto tomando en sus manos los instrumentos que sustentará su vida futura. Nuestro proyecto se enmarca en la preparación de los militantes constructores para transformar la movilización popular en proceso de acumulación de fuerza popular revolucionaria. Es una propuesta que aparece para iniciar la superación del deterioro ideológico con que se sale del período de resistencia. Esto dice relación con la debilidad a nivel discursivo y muchas veces de lenguaje, que no permite encarar el nuevo ciclo abierto. Ante eso se hace fundamental, que el proyecto se dote de los mecanismos necesarios para el rearme teórico de la clase. Este aspecto debe ser enfrentado planteando la formación permanente de los militantes constructores del estudio en la teoría revolucionaria. Desarrollo de la orgánica en los espacios de construcción. La realidad se nos presenta, a los que aspiramos un cambio social de fondo, compleja y en constante cambio. Por ello, nuestra organización político social tampoco rígida: nuestras tácticas y nuestras estrategias deben dar cuenta de la existencia del constante movimiento de la sociedad, de sus trasformaciones. Ergo, no basta con la sola existencia de una orgánica político social sino que por el contrario es imperante la necesidad de distinguir los espacios en que esta ha de actuar para de esta manera asegurar efectividad en nuestro trabajo y una real ligazón con los explotados y pobres. Es posible distinguir que en el accionar político existen, por lo menos tres espacios de construcción (de desarrollo del quehacer político social) – el espacio local, el espacio sectorial y el espacio global o multisectorial -. Debemos entonces preguntarnos, ¿Cuál debe ser el desenvolvimiento de la organización revolucionaria en cada uno de estos? Y con la respuesta, poder proyectar un adecuado accionar de la orgánica; respetando los diferentes espacios, y sabiendo usarlos, para retroalimentarse de ello, con el fin de lograr las síntesis políticas que nos permitan avanzar en la reconstrucción del movimiento popular. La necesidad de distinguir entre estos tres espacios es fundamental para dar cuenta de las reales necesidades del pueblo asegurando que la alternativa revolucionaria encarne dichas demandas, y no quede “haciendo política en el aire”. La organización debe surgir desde el pueblo y no ser un ente ajeno a este. Es necesario establecer, sin lugar a dudas que todos estos espacios señalados anteriormente se entrelazan constantemente siendo difícil distinguirlos cómodamente. Sin embargo, la correcta distinción es de la mayor importancia por lo antes dicho, esto es, por que las manifestaciones de la actividad político social deben ser esencial mente diversas en uno y otro espacio a fin de que cada uno de ellos de lo mejor de sí. Espacio Local Al hablar de espacio local, nos referimos a aquel en que nos desenvolvemos normalmente, día a día, es donde nos reconocemos como miembros de un grupo social de terminado, ejemplo de esto son los trabajadores en sus fabricas, los estudiantes en sus liceos o universidades, los pobladores en su población, etc. Es entonces, el espacio inmediato en que interactuamos con nuestros pares. En este punto el individuo se reconoce como integrante de un espacio social limitado y, por ende, está consciente de sus necesidades inmediatas y se organiza (eventualmente) con el fin de superarla; en el caso de los trabajadores la herramienta que utiliza son los sindicatos, ( o los grupos de hecho que se organizan para negociar con el empleador); en el caso de los estudiantes los centro de estudiantes o federaciones. Dicho organizaciones son fuerzas sociales, reconocidas por sus pares y por otras fuerzas adyacentes. Servirán como organización de opinión y lucha, para las reivindicaciones propias del sector, en su mayoría de índole económica. Estas organizaciones corresponden a la institucionalidad burguesa, es decir, no son generalmente, fruto de la organización independiente de la clase, sino que han sido el resultado de concesiones que se han hecho por medio de la legislación, ello explica, en gran parte, lo limitado de sus demandas.


En este espacio local, limitado en su visión y en sus expectativas de lucha, se da por lo general, un correlato de desarrollo de conciencia política: esta es tan limitada como lo es la cualidad de las luchas que se dan. Cuando la lucha es de mero carácter reivindicativo, y además, es parcial, limitada a un sindicato, a una junta de vecinos o a un centro de alumnos, etc. Los niveles de conciencia se “elevan” hasta cierto punto, desde el cual no pueden progresar si es que no se complementan con otras visiones políticas o con luchas sectoriales, que exceden lo local y que hacen comprender a los que luchan que sus reivindicaciones no son solo suyas y por otro lado, que se reconozcan como parte de un sector social mayor a su inmediato desenvolvimiento diario.

Espacio Sectorial Sin bien en el espacio local, nos organizamos en torno a los espacios creador y soportados por el sistema, en el espacio sectorial nos vamos dotando de herramientas organizativas que permiten identificar a la clase en su conjunto o por lo menos sectores completos de la clase trabajadora. Esto no quiere decir que las agrupaciones sectoriales, que exceden lo inmediato, tengan de por sí una política o una postura de lucha con contenido de clase. El pueblo ha sido capaz de constatar su realidad mediata, y se dota de organización y de líneas de trabajo a largo plazo para cambiarla. La demanda deja de ser economicista o cortoplacista y, por el contrario, se dota de elementos políticos superiores, que le proyectan más allá de los límites impuestos por el estado de los patrones. El ejemplo histórico por excelencia es la CUT de mediado de los cincuenta hasta el golpe, la de Clotario Blest y tantos obreros consientes. Cuando los obreros, los estudiantes, los pobladores, los campesinos, se organizan como tales, esto es, no solamente como asalariados de un patrón determinado sino que se asocian teniendo como contraparte a todos los patrones de un eje de producción, a todos los empresarios de la educación, a Estado, etc. El nivel de conciencia política que han alcanzado y los retos que han asumido exceden con creces las peticiones locales. Ahora ya no solamente “piden” por ellos mismos, por su familia, o por sus compañeros de trabajo o estudio, sino que luchan por todos los trabajadores de una región por ejemplo, lo hacen por personas que no conocen, pero que saben que viven en las mismas miserias y explotación que ellos. Se reconocen en definitiva como seres sociales, no solo como seres individuales. Han roto el primer muro ideológico del capitalismo.

Espacio Global de Síntesis En este espacio el sujeto entiende su papel en la historia y pretende hacer la historia a favor de la mayoría pobre, alienada y explotada. Aquí realiza la síntesis de los espacios sectoriales mencionados anteriormente, sin la limitación de desarrollar el trabajo en un solo sector, como sucede por ejemplo, con todos los trabajadores del cobre. En este punto se estaría en condiciones de tener una visión global, de clase. En pueblo elabora las políticas para su totalidad, aun que sin pasar a llevar los espacios anteriores y, al contrario, retroalimentándose de ellos, asegurando que la organización nazca del pueblo. La existencia de un espacio de síntesis, como se puede ver, se relaciona con el desarrollo de una conciencia de clase completa, que comprende por tanto la necesidad de organizarse de manera unitaria, de forma tal que la organización comprenda todas las manifestaciones de lucha que se dan en los diversos sectores sociales. Como ya hemos mencionado respecto a los espacios locales y sectoriales, existe ene esta instancia también un correlato de conciencia y organización. En primer lugar, el sujeto se reconoce miembro de una clase social, identifica sus antagonistas, pero no los identifica de manera inmediata, esto es, sus patrones, sino que reconoce al conjunto de la clase explotadora. Por otro lado, sabe que la clase antagonista está organizada y que procura organizarse unívocamente, por lo que el sujeto revolucionario comprende la necesidad de organizarse férreamente para luchar como clase en contra de los explotadores, en contra de sus organizaciones, de su Estado, y de su conciencia burguesa. No le


bastan las organizaciones (pero, que no se entiendan que le sobran) locales o sectoriales necesita una organización que comprenda la totalidad de las experiencias de la lucha de clases, que de un norte a las luchas parciales contra el Capital.

LA RETROALIMENTACIÓN DIALÉCTICA ENTRE LOS ESPACIOS Se hace necesario, luego de dar aproximaciones con relación a qué entendemos por cada uno de los espacios, tener una visión de cómo entendemos que debería actuar la orgánica revolucionaria, que pretende cambiar la historia, en la realidad humano-social en que se desenvuelve. Este tema se relaciona en mucho con la división que hacía Engels (y también Gramsci) acerca de la necesidad de comprender que la lucha tenía tres niveles posibles de diferenciar: Por un lado, tenemos la lucha economicista o meramente reivindicativa, por otro, tenemos la lucha política y por último, existe la lucha de carácter teórico. En cada uno de los espacios reseñados se dan o se presentan con preeminencia una u otra forma de lucha, la que es siempre político-social (o mejor dicho siempre debe ser), pero en la que adquieren mayor importancia los elementos reivindicativos, los elementos de dirección política o los elementos de comprensión y preparación teórica. Así, la organización que existe en el espacio local jamás desarrollará una comprensión teórica a cabalidad del movimiento popular en su totalidad porque carece de los elementos de juicio necesarios para realizarla. La organización sectorial, por su parte, no se puede hacer cargo de todas y cada de las demandas locales que existan en su sector. Debe, por lo tanto, generar las directrices generales del sector en que se asienta. Por ejemplo, en el caso de los trabajadores forestales, las diversas coordinadoras que allí existen intentaron realizar un petitorio de lucha que reuniera las demandas comunes y más importantes de todos los sindicatos y demás organizaciones de trabajadores del sector, pero no todos y cada uno de los problemas que aquejaban a los trabajadores, pues ello además de ser imposible, si no lo es, al menos entrabaría por años la posibilidad de generar una plataforma de lucha común con la qué enfrentarse a las grandes empresas forestales. Por su parte, la existencia de una organización política de clase, con táctica y estrategia clasista supone, a su vez, la existencia en su interior de componentes que representan al conjunto de los diversos sectores sociales presentes en el país o en un territorio determinado. Solo de esta forma es posible asegurar, aunque sea mínimamente, la posibilidad de desarrollar una visión de conjunto que comprenda la totalidad de las manifestaciones sociales y desarrollar la teoría revolucionaria que requiere Chile en estos momentos. No basta con reconocerse Marxistas o Leninistas. Es necesario analizar y comprender la realidad socio-económica chilena teniendo como base la aplicación de las premisas filosóficas y políticas del marxismo y las formas organizativas del leninismo, pero no su copia. Para esto, es necesaria la Organización Política y esta tarea no la pueden realizar autónomamente ni las organizaciones locales ni las organizaciones sectoriales. Ahora bien, en la reconstrucción del Movimiento Popular, y por lo dicho, debemos ser cautelosos en las políticas que desarrollemos. La orgánica revolucionaria debe ser capaz de reconocer cada uno de los espacios, y realizar un trabajo eficaz respetando cada uno de ellos. Por eso, al hablar de la interrelación que debe existir entre los 3 espacios, nos referimos a que es impensable pretender construir una alternativa revolucionaria, sin siquiera reconocer la realidad material en la que nos desenvolvemos.


Por tanto, el espacio global o multisectorial debe funcionar, como señalamos anteriormente, como síntesis del espacio local y sectorial, o sea, donde desarrollamos nuestro trabajo diariamente. Será un error si el espacio de síntesis no da cuenta de las reales necesidades del Pueblo, caso en el cual terminaremos elaborando tácticas y estrategias que no tienen correlato con la realidad, y que representan más a la organización que al Pueblo. La situación anterior se puede apreciar, por ejemplo, cuando el Partido Comunista plantea como objetivos poner fin al Binominal con la consigna “No a la Exclusión”; ¿Representan estos objetivos los reales intereses del Pueblo chileno?, ¿O más bien son políticas elaboradas por un espacio político (el comité central), que no se alimenta de la realidad, de lo que sucede en el día a día en las luchas sociales? Podrá responderse que es sólo una táctica, pero sin duda dicha táctica no aporta en nada para la reconstrucción del Movimiento Popular, ya que el Pueblo simplemente no se siente identificado con estas consignas, porque no nacieron en su seno. Las necesidades del Partido y su camarilla dirigente se hacen pasar como necesidad del Pueblo, siendo que es necesario que las necesidades del Pueblo sean los objetivos de la Organización Política. La otra cara de la moneda la representa el basismo, típico de la inmadurez política. Es decir, con el trabajo que se haga en el espacio local basta, sin dar cuenta de la necesidad de realizar las síntesis que engloben a la totalidad de la realidad, e ir dando de esta manera pasos seguros en la construcción, y no conformarse con luchar en el sector natural, sino que proyectar la lucha al cambio revolucionario de la sociedad. Este basismo reniega de la necesidad de construir junto al Pueblo la teoría revolucionaria chilena para realizar la Revolución; pretende que con el mero trabajo práctico (como si la teoría viniera del cielo) se solucionarán los problemas sociales y que a partir de allí surgirá como por arte de magia la conciencia revolucionaria en el seno popular. O, peor aún, señalan que basta con lo que se sabe (en el fondo lo que los iluminados saben) no debiéndose entregar al Pueblo más que las herramientas básicas indispensables para la solución de problemas locales o sectoriales, no comprendiendo la necesidad de la lucha de clases como un todo. Por ello, los espacios no se pueden entender separados uno del otro, sino que se relacionan dialécticamente. Para efectuar síntesis políticas efectivas, se requiere conocer la realidad de los espacios sociales, realidad que sólo se conocerá si es que trabajamos en ella y para que tenga sentido el trabajo local y sectorial debe existir un espacio de síntesis (al decir un espacio de síntesis no se quiere decir que exista un único espacio globalizador sino la necesidad de que exista dicho espacio, que la construcción revolucionaria no carezca de desarrollo teórico ni estratégico con qué oponerse a los explotadores o a los reformistas no revolucionarios) que complete el círculo de lucha revolucionaria. La construcción que se vaya realizando debe ir dando cuenta de la dialéctica entre lo parcial y lo global, pero siempre en todos los espacios debe contener las expresiones políticas y sociales de dicho lugar, ya que sólo de esta manera aseguramos que el Pueblo se sienta identificado con las demandas que se levanten, por el hecho de que ellas nacieron del mismo. La Organización Política no puede “inventar” las necesidades, sino que debe hacer valer las que, luego del análisis correspondiente, emanen de la realidad, que repetimos, seremos capaces de identificar si llevamos a cabo nuestro trabajo social práctico, como parte del Pueblo que somos. Debe realizarse la unión dialéctica entre la Teoría y la Práctica, es decir, deben dejar de existir como polos opuestos que se excluyen mutuamente como ha sido la tónica de esta etapa. Para concluir, es preciso dejar claro que la Organización Revolucionaria debe existir en todos los espacios señalados, no se presenta como la instancia de síntesis que deja el trabajo práctico a los menos avezados y que se reserva sólo la tarea de elaborar teoría. La verdadera Organización Revolucionaria emana del Pueblo, se reconoce como su organización, no lo suplanta, por el contrario busca generar a partir de sus mejores exponentes las capacidades de elaboración teórica y práctica en el seno mismo del pueblo, de los trabajadores, de los estudiantes, pobladores. Sólo de esta forma se puede garantizar que paulatinamente mejores y mejores cuadros participen en la dirección de su propia revolución, involucrando a la mayor parte de la población consiente en la lucha.


Hacia la construcción de los pies del pueblo EL DEVENIR ESPONTÁNEO DE LOS HECHOS NO NOS SACARÁ DE LA ENCRUCIJADA: Si queremos que algo ocurra, cualquiera sea nuestro propósito en el terreno de la política, es muy probable que nuestras aspiraciones nunca se lleguen a cumplir si no nos preocupamos a tiempo de construir las condiciones y herramientas necesarias para que esto sea posible. A un objetivo complejo no se llega de improviso, de golpe. Su logro por muy rápido o violento que en ocasiones parezca, siempre esconde tras él, muchos y variados elementos que han tomado forma en distintos instantes del tiempo, y probablemente en diferentes espacios de la realidad, que de una u otra manera se relacionan entre sí, para hacer posible que algo ocurra. Es razonable por tanto pensar, que entre esas muchas cosas que hacemos, o en las cuales nos vemos involucrados en el presente, por muy necesarias y justificadas que resulten en lo inmediato, solo algunas de ellas, anticipan las futuras realidades a las cuales aspiramos.

LA BÚSQUEDA SIMPLE, DE LA UNIDAD, HOY NO “HACE” LA FUERZA. En estos días asistimos a la proclamación de más de un llamado unitario, donde algunos actores populares proponen, desde sus trincheras independientes, la creación de nuevas centrales, coordinadoras y frentes obreros, que en algunos casos tienen resueltos incluso los programas, en circunstancias que en los actuales contextos sociales, marcados por la inexistencia de una tendencia político social revolucionaria, efectivamente instalada en el seno del pueblo, estos llamados unitarios generan complejas contradicciones. En los escenarios que se avecinan, cada día va a ser más necesario agrupar y unir, para controlar y cooptar posiciones, agrupar y unir a los explotados para generar los contextos sociales que permitan poner fin a la exclusión política de quienes aspiran a sumarse a la institucionalidad. También es necesario agrupar y unir a los trabajadores, para construir una tendencia revolucionaria en el mundo laboral y en forma simultánea sacar a la “izquierda independiente” de su actual posición social, proyectándola a los grandes escenarios nacionales. En estos términos, la “mítica unidad de la clase”, se instrumentaliza desde muy diversas perspectivas, tan divergentes como lo son las propuestas emergentes al interior de la franja organizada. Es en este escenario complejo donde se sitúan los constructores del presente (incluidos nosotros obviamente) y se debería actuar conforme a ello. Estos llamados unitarios que en el presente se limitan a la coordinación de los dirigentes más conscientes, es posible y necesaria, pero requiere tener los pies bien puestos en la tierra, a la hora de definir sus eventuales perspectivas y logros, so pena de incurrir nuevamente en profundos autoengaños. Quienes nos vemos llamados a participar de instancias de coordinación laboral tenemos que reconocer que en dichos espacios actuamos como individuos, y no como efectivos representantes de la clase, ya que, a diferencia de otros momentos de nuestra historia, hoy existe una profunda brecha entre esa tímida vanguardia de dirigentes conscientes que empieza a despuntar y la condición político-social de sus representados. Desde esta perspectiva el desafío parece consistir, en la coordinación de los dirigentes de avanzada, pero no para desgastarse en construir referentes artificiales cuyos acuerdos copulares, la mayor parte de las veces, no pueden ser sustentados efectivamente por sus bases, sino a cambio de ello avanzar en la resolución democrática de los problemas que demanda la politización del pueblo desde una perspectiva independiente de clase. La coordinación de una reducida franja de dirigentes conscientes hoy tiene poca relación con la unidad efectiva de la clase, pero adquiere un tremendo sentido cuando se ponen en práctica los principios de ayuda mutua en directa relación con dos diferentes tareas de primera importancia: o

El auto-desarrollo político social interno de sus organizaciones de base,


o Hacer de la franja de trabajadores sindicalizados la principal base de sustentación del proceso de organización de los productores que hoy permanecen dispersos y desorganizados. En estos tiempos “la unidad no hace la fuerza” en el plano general del quehacer del trabajo. El legendario lema obrero todavía no se puede dotar de acuerdos sustentables en el tiempo, ni en el terreno de los programas ni en el de las prácticas político sociales, lo que reduce la magnitud de los “esfuerzos unificadores amplios” a expresiones básicas relacionadas principalmente con la solidaridad y la socialización de experiencias. Esto traslada el centro de gravedad del problema al plano local, ya que es al calor de las demandas reivindicativas, donde se contraponen directamente los intereses del patrón y el trabajador sin tapujos ni segundas intenciones; donde la unidad de los explotados adquiere en estos tiempos una tremenda relevancia.. La unidad es una tarea urgente en el terreno local, donde se libran día a día las confrontaciones parciales con el capital. Es ahí donde es necesario empezar a demostrar, que los trabajadores unidos, posicionados correctamente en su espacio local, son capaces de desplegar exitosamente sus primeras fuerzas, empezando a ganar los conflictos parciales con el capital, ya que hoy la mayor parte de éstos se pierden no solo por las limitantes legales, o por carecer de asesoría jurídica sino por la falta de unidad local y la precaria planificación política de ellos. Sin duda la unidad de los trabajadores adquiere diferentes formas de construcción según el marco estratégico en que se promueva. El apresuramiento demostrado por algunos actores populares en construir instancias unitarias nacionales, tan limitadas estructuralmente por las actuales condiciones históricas, solo son explicables bajo la perspectiva de estrategias de desarrollo político ajenas a la democracia popular revolucionaria, que definitivamente no compartimos.

LA LUCHA HOY NO SE GANA, SÓLO, MOVILIZÁNDOSE EN LA CALLE. Imaginar las fuerzas sociales que fluyen espontáneamente, desbordando sus propias cadenas, copando los espacios públicos, para realizarse como clase, encierra verdades peligrosas. Sin movilización probablemente no hay posibilidades de desarrollar un proyecto social revolucionario, pero no se puede confundir, simplemente, la movilización, con la acumulación de fuerza popular. Ambos no son lo mismo y es el segundo concepto, en tanto contiene al primero, el que anuncia el desarrollo de una alternativa viable. La historia está llena de ejemplos en que la movilización se desarrolla sin la adecuada correspondencia con otros aspectos trascendentes, propios de un proceso efectivo de construcción de una alternativa revolucionaria. Las clases explotadas se pueden movilizar sin estar construyendo efectivamente un proyecto social alternativo, y pueden terminar ganando la guerra pero en el mismo acto perdiendo la revolución. La revolución social seguirá siendo una quimera mientras no seamos capaces de resolver, colectivamente, en el marco de la permanente confrontación entre las clases, al menos los siguientes aspectos de una propuesta popular: o Cómo logramos construir en este mundo des-estructurante formas de asociación político-sociales independientes y estables. o Cómo logramos hacer efectiva la participación amplia y democrática de la clase en la elaboración de los programas que anticipan la nueva sociedad a la que aspiramos. o Cómo demostramos que esa nueva sociedad “prometida”, diseñada a través de nuestros programas, es más productiva y justa que la actual. o Cómo construimos las herramientas necesarias para reproducir, defender e imponer la propuesta popular en plena lucha de las clases.


o Cómo hacemos de todo esto un único proceso, simultáneo y coherente, en los planos local, sectorial y general, de nuestra vida social cotidiana.

LA HEGEMONÍA DE LAS POSICIONES REVOLUCIONARIAS EN EL SENO DEL PUEBLO: En un escenario futuro, de complejidad creciente, las posiciones revolucionarias se presentan como una alternativa potencial, pero con importantes limitaciones. Desde una condición de tamaña precariedad como la que hoy vivimos, no se puede esperar reaparecer convertidos en importantes protagonistas de la historia, tan sólo porque los contextos sociales evolucionen, como si los otros actores que despliegan sus fuerzas en el mundo laboral no existieran. Los tiempos que vienen, serán productivos si somos capaces de dar forma a una tendencia independiente en el mundo del trabajo y a una tendencia revolucionaria en el seno de la izquierda como conjunto. Hoy no está en juego la hegemonía de las posiciones revolucionarias al interior de la clase. Hoy tan sólo está en juego la posibilidad de convertir las movilizaciones venideras en un efectivo proceso de acumulación de fuerza popular. Ese es el desafío que define el quehacer de los revolucionarios en estos tiempos: “configurar una “tendencia - político – social - revolucionaria en el seno del pueblo”, ya que estamos seguros que esto no ocurrirá espontáneamente, por la sola fuerza de la movilización, si no nos preocupamos de construir oportunamente las herramientas que lo hagan posible. Intentar en alguna forma acotar los posibles logros de las posiciones revolucionarias en el corto y mediano plazo, revisten de realismo las prioridades que se hagan en relación a la construcción de una fuerza popular independiente en el presente. Permite definir los acentos y ejes principales del debate ideológico. Permite en alguna medida orientar la construcción hacia lo que es necesario resolver efectivamente, y no desgastarnos en esfuerzos que probablemente requieren de otra relación cuantitativa / cualitativa, en el desarrollo de nuestras propias fuerzas, para poder lograrlo.

EL REARME TEÓRICO DE LA CLASE La reconstrucción del pensamiento de los explotados, tras 35 años de imperio impune del poder de las clases dominantes, demanda a su vez lo siguiente: o o o

El debate político – ideológico interno y fraterno La socialización de experiencia adquirida en la lucha cotidiana. El estudio riguroso de las ciencias sociales y políticas, asistido por “especialistas”.

Es necesario abrir el más profundo e intenso debate político- ideológico posible en el seno de las organizaciones populares existentes, a fin de depurar éstas, de las evidentes deformaciones teóricas acumuladas no sólo como consecuencias directas de la derrota popular, sino, además, como resultado esperado del prolongado periodo de resistencia que por estos días intentamos abandonar. Promover en todos los espacios posibles, locales, sectoriales y globales, las iniciativas de autoformación, basadas en la socialización y análisis de conocimientos y experiencias para que los “descubrimientos”, o nuevos conocimientos teórico – prácticos, que el pueblo obtiene como fruto de la lucha cotidiana, encuentre un camino que permita su conocimiento amplio y se acumulen en forma creciente las enseñanzas que de ellos se desprenden. El debate político-ideológico fraterno, y la socialización de la experiencia en desarrollo, se presentan como pilares fundamentales de la formación colectiva, pero además, no hay que olvidar que la humanidad ha acumulado un extenso


legado de conocimientos cuya aprehensión resulta determinante a la hora de ampliar nuestros horizontes de constructores. El Pueblo como conjunto mantiene una de sus más valiosas reservas teóricas en los docentes e investigadores comprometidos con el mundo popular. Profesores, científicos y estudiosos especializados, que formando parte del Pueblo trabajador, no han olvidado el origen, que en la eterna confrontación de las clases, tiene el conocimiento que en el presente atesoran, y conforme a ello están dispuestos a compartirlo. En estos tiempos en que con bastante frecuencia y con una vulgaridad que denota sólo ignorancia, se desprecia la educación y formación teórica de los trabajadores. La realización de “escuelas populares permanentes” adquiere una importancia trascendental. Estas escuelas donde el “conocimiento científico” se funde con la visión crítica del alumno constructor social, son el tercer eje indispensable en la reconstrucción de nuestro pensamiento independiente.

LA CONSTRUCCIÓN DE LAS BASES ORGÁNICAS DEL “PUEBLO POLITIZADO”. La superación de la estrechez de las formas de organización existentes, que no dan el ancho para sustentar un efectivo proceso de politización del pueblo, requieren, en primera instancia, (dada la necesaria transitoriedad de las actuales propuestas) invertir los esfuerzos en relación a tres criterios básicos que resultan de enorme importancia para abrir y potenciar el desarrollo de la organización popular actual hacia nuevos y futuros horizontes: o o

La redefinición de la unidad orgánica mínima La redefinición del militante

La redefinición de la unidad orgánica mínima. Hoy, donde lo que buscamos es generar nuestras propias capacidades de síntesis y elaboración política, es necesario que el trabajador se una con sus iguales ya sea sindicalizándose, o asumiendo otras formas de organización, pero además, junto con eso y en forma paralela, tiene que salir del estrecho rincón de su fábrica, para asociarse a otros actores populares, y en la interacción política fraterna que se genere entre ellos, ampliar su percepción del acontecer social. La unidad orgánica mínima debe concebirse como una unidad político social, que considere necesariamente, (cual micro dirección) integrantes de diverso origen sectorial para que en las actuales condiciones sean posibles, los procesos de análisis, síntesis y elaboración en la misma base de la organización. La unidad mínima de trabajo político social, “idealmente”, en estos tiempos de intensa des estructuración, debe estar constituida al menos por un trabajador, un poblador, un estudiante, un artista y un ambientalista, si efectivamente lo que se quiere es ampliar la visión que éstos tienen del mundo, y junto con ello potenciar las capacidades propias y autónomas de dar dirección política a sus luchas. La redefinición del militante Ya no basta con la auto proclamación de intenciones, con la inscripción formal en determinada tendencia política, agregando un número más a las estadísticas con que comúnmente se abultan cuantitativamente las orgánicas. Ese militante constituido en base a la autoreferencia política, dispuesto a ser conducido pasivamente, ya no sirve para enfrentar los desafíos del presente. En el otro extremo, también se muestra anacrónico el súper militante, ese verdadero marciano eximio conocedor de técnicas que van desde la SIPONA a las artes marciales, pero incapaz de construir junto a sus compañeros de trabajo un triunfo reivindicativo para el conjunto. La condición de militante en estos tiempos en que se construyen cimientos, no pude ser definida tan solo, por sus doctos conocimientos ni su propia auto referencia, sino de cara a las necesidades que la lucha de clases con el dinamismo que le es propio, demanda. El militante constructor no es un “grado” que asigna la orgánica, sino es más bien una forma de vida, que se auto constituye a si misma, en la medida que efectivamente participa de un proceso de auto formación sistemático y permanente, forma parte de una


unidad político / social (núcleo orgánico) y finalmente, en la medida que junto a otros integrantes del espacio local donde transcurre su vida cotidiana, es capaz de implementar planes de trabajo social independientes, planificados, ejecutables y evaluables. El estudio permanente, la capacidad de dar dirección política a lo que construye, y su práctica social consecuente, es lo que definen al militante constructor de estos días.

Diagnóstico del sector. La educación. Desde la “izquierda” en toda su amplitud, existe la percepción de que la educación en el actual sistema es un pilar transformador que posee como objetivo la movilidad social (avanzar en el status, aumentar la capacidad de consumo) y que está al servicio del desarrollo del país por lo que solo existe un problema respecto de las políticas neoliberales que la distorsionan al generar un mercado que precariza las condiciones del sistema. Esto es lo que llamamos el bien intencionado análisis superficial de la izquierda en su amplitud. En este contexto creemos que el análisis debe profundizarse a fin de lograr una política acorde a las necesidades que se identifiquen desde los diversos sectores, pero siempre con una mirada totalizante. Desde el punto de vista del obrero, la educación puede ser entendida como una inversión que busca la especialización de su fuerza de trabajo para supuestamente aumentar su valor de cambio. Esta lógica es impulsada por el Estado bajo el concepto de “movilidad social” y así abrir dos nuevos mercados para la inversión burguesa: 1. El sistema educacional, donde el obrero es el consumidor de la educación como un producto que ofrecen los capitalistas. 2. La banca privada, donde el obrero consume un producto que es un servicio de intermediación financiera llamado crédito, es decir, la presta de dinero en el tiempo ofrecida por los capitalistas que reportan en función del valor del dinero en el mismo, que es el interés. Así la apertura de estos dos, sigue la suerte de todo mercado bajo la lógica capitalista, expandirse. Lo que tiene como resultado que la especialización que supuestamente conseguiría el obrero, no aumente el valor de su fuerza de trabajo, ya que dicha especialización solo produce este efecto bajo la lógica de competencia entre los obreros que buscan que sea su fuerza de trabajo la requerida por los capitalistas. Es decir, al expandirse el mercado, pueden acceder a la especialización una cantidad demasiado alta obreros como para que les permita posicionarse sobre el resto de sus competidores. Esta situación produce una crisis en el mercado de la educación, que como toda crisis de mercado, conlleva la necesidad para los capitalistas de abrir nuevos mercados. En base a esta realidad y al no generar los resultados esperados por los trabajadores (futuros trabajadores) se produce


un descontento y en base a ese descontento se toma conciencia de los problemas generados, el endeudamiento y perdida de la inversión (inversión de un capital que no tenía por su condición de dominado y que comprometió su salario futuro), lo que implica que tendrá que reducir el valor de su fuerza de trabajo para poder mantenerse vivo en la competencia entre obreros por el salario. Es decir se genera un empobrecimiento en el corto y mediano plazo. Sin embargo este descontento estudiantil es una expresión más del descontento generalizado que se produce por la misma lógica de mercado en otras áreas de la vida. Es necesario hacer la salvedad en este contexto, de que no existe conciencia de que las problemáticas son generadas por el modelo de mercado, solo existe frustración por la imposibilidad de cumplir el sueño de ser Rico en este modelo, deseo implantado por el neoliberalismo como la evolución del paradigma capitalista. Las problemáticas generadas del funcionamiento ineficiente del modelo, además de la contradicción esencial de su auto concepción como mecanismo para la satisfacción de necesidades, siendo solo un reproductor de miseria y explotación, provoca una dispersión masiva del descontento y una acumulación individual del mismo. Bajo la teoría del modelo, identificamos que desde la reforma al sistema educacional del año 1981 en chile existe un sistema de educación mixto fiscalizado por el Estado. Esto implica, en teoría, que tal cual el diseño de todo modelo, el chileno está articulado en su esfera política, económica y técnica para la producción. Habitualmente el Estado en el aspecto político de un sistema de producción, que corresponde a su gestión, definirá los valores que este persigue, su función y las formas de participación para solucionar los problemas que se susciten. Esto no quita que en muchos casos, pueda optar por entregar la producción completamente a los “privados” e informar a la población sobre su funcionamiento; proveer directamente de la producción; financiar a los privados para la producción; o regular el mercado existente. En el caso del sistema de educación, el Estado en teoría financia y regula el mercado por una parte y provee directamente de la producción por otra . También en su esfera de gestión el estado debería determinar que producir, como producirlo, para quienes lo producirlo y donde quiere llevar dicha producción. De esto se determina el aspecto económico del modelo, referido a las formas de financiamiento, quien debe financiar la producción, o de donde saldrán los recursos para financiarla. Articuladas estas partes, recién podríamos estructurar un concepto de eficiencia en la producción o “calidad”, otros hablan de la satisfacción de las expectativas, o de si el producto funciona para realizar la tarea que se le predefinió. Estos elementos en Chile no están presentes en la práctica, independiente de si intencionadamente la dictadura militar pudiendo definirlo no lo hizo, o si actuaron fuerzas políticas que impidieron la construcción de un sistema de educación absolutamente privado (en contraposición a lo estatal) en Chile. Al no aplicarse el modelo liberal “teóricamente” correcto en Chile y en su reemplazo funcionar un sistema extraño y sui generis se producen fallos en el modelo (no fallos de mercado) que aumentan la riqueza generada el mercado de la educación. Al no estar respondidas las preguntas esenciales de una planificación estatal de la producción (¿que producir?, ¿Cómo producir? ¿Cuánto producir? ¿Para quién producir? ¿Dónde debe ir la producción?), no puede establecerse el financiamiento necesario para el funcionamiento del sistema, lo que produce que en la práctica las necesidades las determine el mercado. Al en teoría existir un modelo mixto de educación fiscalizado por el Estado, pero sin existir una gestión adecuada por el Estado, la regulación del mercado es casi inexistente poniendo al Estado en una posición de responsable frente a la satisfacción de una “necesidad” determinada por el mercado o lo que hoy llamamos “el derecho a la educación”, llevándolo a parchar todas aquellos “errores” de los privados, o a cubrir toda la demanda generada por el mercado. ¿Qué producir? Lo que se demande, ¿Cuánto producir? Tanto como la demanda exija, ¿Para quién producir? Para todo el que quiera consumir, etc. Esto hace del sistema de educación un saco roto para el Estado y un muy buen negocio para los capitales privados, generando el recelo de muchos miembros de la clase política, tanto del capitalismo comunitario, como de los sectores más liberales, no por el impacto social que tiene esta mala administración, sino por la irregularidad en sus ganancias.


La pugna política llevada a cabo durante estos 20 años entorno al “problema de la educación” en su amplio espectro, ha creado modificaciones sin un fin claro que han potenciado los fallos del modelo. Un ejemplo claro de esto es la creación de “normas de calidad”, entendida como un atributo del producto en torno a su eficiencia en la satisfacción de expectativas y que poco tienen que ver con la misma. Las agencias de Acreditación, incluida la Agencia nacional de acreditación, miden en el fondo aspectos que nada tienen que ver con el objetivo de la producción, difícilmente podrían hacerlo si el objetivo no existe, al menos no existe en teoría. A nuestro juicio el objetivo siempre ha sido lucrar de la servucción de educación y su venta, nunca satisfacer una necesidad. Este concepto de “calidad” medido a través de la acreditación es el que hoy le da sustento práctico a la esfera técnica del sistema de educación, es decir lo que este debe contener. Grado académico de los profesores, investigación, intervención con el medio (tradúzcase campos de extensión) etc. Criterios que nada tiene que ver con el objetivo de la producción, porque no existe o no es otro que el enriquecimiento. Para la universidad la obtención de la acreditación le permite subir el precio de su mercancía o aumentar la cantidad de consumidores de su servicio y es en virtud de esto que intentara cumplir los requisitos para obtenerla, o por otro lado sin obtenerla bajará los precios para no morir en la competencia y vender un producto “de menor calidad” pero más bajo precio. ¿Qué sentido tiene la incorporación de un profesor Doctor en determinada área a la universidad para dictar determinada cátedra? Aumentar la calidad de la educación con sus vastos conocimientos (podríamos desechar esta idea ya que no se trata de un pedagogo sino de un erudito) Pero a la calidad establecida por los criterios de acreditación, pudiera responderse en torno a la misma lógica. ¿y qué sentido tiene esto para el obrero? Un producto de mayor calidad, debiera aumentar en mayor medida el valor de cambio de su fuerza de trabajo. Pero como ya vimos, no se trata de que el producto sea de mayor calidad, es decir no se trata de que sea más eficiente en la satisfacción de necesidades (aumentar el valor de cambio de la fuerza de trabajo) y el estudiante muchas veces alcanza a percibir esto. De no existir estas “normas de calidad” la incorporación de cualquier profesor no tiene sentido para el empresario, dueño o administrador de la universidad, solo aumenta el coste de producción de su mercancía. Y para el obrero no aumenta no hace la diferencia más que en el supuesto de que la mal entendida “calidad” del producto aumentara el valor de su fuerza de trabajo, teoría que poco a poco se viene abajo. Sin duda subsanar estos errores en la aplicación del propio modelo capitalista neoliberal en el sistema de educación, solo nos llevaría a la satisfacción eficiente de las necesidades determinadas por el mercado o en el mejor de los casos a darle una especialización a la fuerza de trabajo de los obreros, que como describimos al principio no aumentara el valor de su fuerza de trabajo. Y aunque la aumentara solo se estaría dando la lógica natural del Capitalismo y la relación de producción a través del trabajo asalariado. Es por esto que el sistema educativo debe dejar de ser. La sistematización de los conocimientos debe ir en función de la satisfacción de las necesidades del pueblo determinadas por el pueblo y para esto se requiere de un cambio cultural profundo proyectado desde el diagnostico que identifica la descontitución del mismo. En base a este diagnóstico reconocemos como ejes fundamentales para la construcción en los espacios locales desde una perspectiva sectorial: o

La creación de espacios autónomos de la institucionalidad, diferenciados de los instrumentos políticos, con identidad de organización, para constituir espacios de convergencia entre actores con diagnósticos y lecturas similares. Espacios de construcción de sujetos colectivos y orientados hacia la participación y despliegue en espacios de disputa.


o

Estos espacios autónomos y de construcción de sujeto colectivo, deben desarrollar la capacidad de hacer síntesis en los espacios locales, generando estrategias políticas que puedan desplegarse hacia espacios de disputa en las acciones programáticas.

o

Entender las demandas como entes movilizadores, que generen las condiciones óptimas para el desarrollo la conciencia y la organización. Estas demandas no deben interpretar al Estado como una organización que de soluciones a las problemáticas sociales, sino como eje articulador del modelo de educación en crisis. Las demandas deben poseer una orientación democrática que posibilite la organización y constitución del Pueblo, siempre desde una perspectiva clasista y revolucionaria.

o

Por último, desarrollar espacios multisectoriales, que sean la forma a través de la cual se constituye el Pueblo, superando la organización social dada por el modo de producción, construyendo la autonomía necesaria para el desarrollo de la clase trabajadora.


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