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JUEVES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA
Escenas cósmicas de un juicio Éxodo 32,7-14; Juan 5,31-47 Hoy en ambas lecturas la “Realidad” es juzgada y en ambos casos gana. En el libro del Éxodo, justo después de la experiencia del becerro de oro, el Señor llama al pueblo de Israel a juicio y Moisés se convierte en su abogado defensor. Le recuerda a Dios su historia común y le pide a Dios que sea fiel a sí mismo y a sus promesas. El Señor cede, después de haber comenzado esta afrenta al decirle a Moisés “¡este es tu pueblo!” ¡Suena como un padre exasperado que discute con sus hijos! Lo maravilloso acerca del Antiguo Testamento es que presenta a Dios como un ser relacional, capaz de ser influenciado y cambiado, un Dios que da y recibe, lo cual lleva a la noción del Dios “personal” de la tradición judeo-cristiana. Esto sienta los cimientos del amor, de la libertad y de una relación verdadera, en vez del destino, de una ley incambiable y de lo inevitable. El secreto de la oración bíblica es esperar que Dios sea fiel a su nombre, a su identidad y a los patrones de bondad del pasado, y no solo rogarle a Dios que se adapte a las necesidades inmediatas de mi ego. La oración, más que nada, busca, crea y preserva la relación, la cual siempre implica un dar y recibir. Aquí se trata ante todo de recibir. 92