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MIÉRCOLES DEL LA PRIMERA SEMANA DE CUARESMA
“No se les dará ninguna señal sino la señal de Jonás” Jonás 3,1-10; Lucas 11,29-32 Considerando cómo los católicos aman las apariciones y los milagros, cómo los protestantes han creado una técnica y fórmula de la fe, y cómo les gusta a los evangélicos el uso de la Escritura como “tótem y tabú” (nota de trad., escudo y prohibición), esta dura frase de Jesús asombra, y casi no se escucha. Hasta dice que es “una generación perversa” aquella que quiere algo más que la simple señal de Jonás. Él dice que ésta es “la única señal” que dará. Esto en realidad no nos satisface. Pues no es realmente una señal, sino una anti-señal. Exige que entremos al interior del estómago de la oscuridad antes de poder saber lo que es esencial. Insiste en que el trayecto espiritual se asemeja más a la entrega del control que a la toma del control. Quizá también esté diciendo que otros nos arrojarán por la borda, y que llegaremos a la orilla correcta más por la gracia de Dios que por alguna acción correcta de nuestra parte. Es claramente un signo perturbador y nada satisfactorio. ¿Y es esto todo lo que vamos a recibir?
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