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Verónica

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ricardo alberto pérez

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ño, blandujo y grasiento, que todo el tiempo intentaba reclutar jóvenes hermosos para convidarlos a una casa que tenía en la playa de Boca Ciega. Fue Dalia quien me contó que a cada visitante nocturno le daba como premio una de aquellas monedas de cuarenta centavos que la gente decían que daban mucha suerte para obtener más dinero; me explicó que al efectuar el pago totalmente simbólico, el sujeto le argumentaba a sus víctimas que estaba poniendo en sus manos la posibilidad de obtener dinero constantemente y sin muchas preocupaciones y riesgos. Aquel mariconcito era una mezcla rara que oscilaba entre lo angelical y lo repugnante, a la cual Dalia terminó identificando como Tocineta del Cielo».

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