Desde el cuerpo - Nabil Grijalva

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Desde el cuerpo

Desde el cuerpo Nabil Grijalva

FÓSFORO

ColeCCión de libros de la Caja de Cerillos 19

Nabil Grijalva | Desde el cuerpo

Primera edición: diciembre, 2022

Diseño editorial: Luis Fernando Rangel

fosforocuu@gmail.com Fósforo. Literatura en breve.

La literatura y las ideas son libres. ¡Que corra la voz! ¡Que ardan los fósforos!

Editado y producido en Chihuahua, México.

Los treinta

Tú, que treinta tienes lenta, seca, magra, —mujer joven— mujer que aprietan, que sangran desde el útero que rasgan con su boca, que gritan desde el pecho, —Tú, ¿para cuándo si treinta tienes?— y tocan tu vientre y buscan motivos miran tus manos sin anillos, no hay hombre, no hay hijos.

Mujer que lloran, mujer que cortan con el filo de la lengua.

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Y enredan sus nervios hasta romperla toda. Mujer que treinta tienes te deshacen, te desechan, te escurren en las sábanas, te untan la baba y limpian su aliento, su verbo hiriente. a ti, mujer, que treinta tienes.

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Antes

Escribo muy temprano antes de que me espante la alarma, antes de que el suelo se borre y la mañana me deje embebida angustiada; antes de ser una estampa rota o una imagen en la almohada. Surco las hojas con la punta, esparzo las letras a destiempo una a una se dibujan, otras se esconden en la pluma, otras se manchan entre las líneas. Borro, inicio, cuento, hundo, muevo, cerco, provoco el encuentro —conecto— arranco las preposiciones

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hago andar a los verbos vida, vivo. Me gusta escribir en silencio y que el cerebro dócil, las manos limpias y los ojos serios maniobren con tantas palabras, tantas mentiras, tanto miedo.

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Baile

Van al baile van solas las mujeres van y andan, mueven los pies para olvidar para dejar en cada paso la pesadumbre de estar vivas, de cocinar a diario, de cubrir las camas con sus cuerpos secos; de lavar la loza con sus manos pálidas, con sus uñas marcadas de angustia como mustias moviéndose en el suelo por debajo de quienes creen poseerlas.

Y van solas recogiendo el suspiro de la tarde libres de un dolor intermitente; lustran el aire con sus caderas, mojan su frente,

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olvidan, ríen van solas por fin a luchar con sus carnes, con el espejo, con su vida solas van, solas y libres.

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Cuando estás ahí frente a tanto azahar caminando blanco a media luz y en un pasillo infinito todo te dice que no: y es no porque te has visto ajena a tanto rigor ornamental, a la dicha creada desde las historias baratas que venden en anaqueles de segunda. No, porque das un paso y tiemblas los zapatos aprietan y tus dedos perforan la alfombra mal puesta. Caminas

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No

caminas y lloras, ojalá corrieras como la pintura en tus mejillas. Te deslizas contenta aparente rígida, ínfima entre tanta gente. ¡Qué lastima saber que esa negación [se esconde cubierta de ramas y labrada en las bancas aquellos que son barrotes y que hoy reprimen tu anhelo!

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La estaca

Tengo una estaca en el pecho de ver a mi madre llorando. Se ha clavado durante los años en una tierra que no encuentro en aquella que de erosionar muere, desencanta.

Y entonces ahí la estaca tiene un lugar en el fondo va a lo profundo fría, como lluvia de invierno; se entierra en el corazón, se abre, expulsa su sangre como agua, va sin rumbo, sin hacer cauce.

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Corre la sangre en el cuerpo de ver a mi madre llorando.

Me ha puesto roja la vida de lumbre los ojos, y así me ha cubierto toda de ese dolor absurdo, de ese dolor absoluto, hechura de la injusticia.

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Murmullo

Parece que el silencio aúlla cuando sola estás. Quieres que calle el murmullo del movimiento insistente del viento escondido en las esquinas que lucha, que busca salida en esa escuadra amenazante, en esa unión que recoge al corazón dormido aquel que solo despierta cuando encuentra victoria en el llanto. Ella se estremece entre sollozos y disipa el miedo esconde la causa de esta ausencia la ausencia que alza los brazos para cubrir su rostro, para limpiar la piel que muda y que cambia al primer murmullo.

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Sola estás queriendo cazar el deseo, amando las cuatro esquinas llorando en tu propio espacio.

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Me miré con ternura los muslos estaban chorreando tu espuma la que dejas, la que no encontró morada la que entre espasmos suavizó mi sexo: a ti te hizo más hombre a mí, un trozo de carne barnizada.

Y parece costumbre el paso de tu nombre por mis piernas como si tuyas fueran como si tejer amor con restos de placer fuera un anhelo profundo. ¿Qué sabes tú de las células que truenan dentro? que rasgan que hacen un sesgo que revientan mis ganas de decirte que no.

17 Libre

Que no soy depósito de tu ejército ni frasco de conservas fermento no soy la tierra en donde dejar semilla sin vida.

Quiero mirar las piernas enteras saber que son mías que están limpias que andan libres y solas sosteniendo el aliento el deseo oportuno de una mujer [enamorada: de su tiempo y a su modo.

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Árbol

En la genealogía del follaje, están rasgados los nombres que saben bien del recelo. Desde la raíz abrieron la tierra perforando de mala gana su patriarcado profundo que fue minando el deseo de ser un fruto una hoja verde una vena incierta que rompe su curso en la entereza del tronco. Esos nombres dueños del torso calan el apellido riegan con sus letras propiedades deshacen sus placeres en otras ramas y confunden su derecho a dar vida dominando la historia.

El agua sube de la propuesta imperativa

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de su necedad, su descendencia, y hace un camino propio —único— un verde desdichado al que la costumbre nos hizo creer que, pese a todo, somos visibles.

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Aire

Las ondas del cabello son el humo que alimenta al aire, aire mordaz que es cautivo y sierpe. Te cubre de añoranzas abraza los pulmones de recuerdos te hunde, te lleva, se mueve; enrosca tus ojos, te espanta los sueños.

Y es el aire que cubre el expiro de tus labios que se han cerrado los da por muertos, les da la muerte. Se va.

Y ahí te deja dormida, tendida en el abandono, fue el aire, lo culpo. Se ha ido, dejó mis manos con grietas

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mis manos vacías mi cuello hendido, seco como un trozo de madera acostada sobre el suelo deseando florecer, volviéndose raíz y en sus cabellos guardar un soplo de aire, ligero.

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Viva

Si me dejas me visto de cielo toda y así, envuelta en una nube seré paciente para lloverme, hacer de mi cuerpo agua darme a la tierra saciar los campos dispersando tu ausencia y el dolor que me causas. Seré agua sin cauce en un río que no cesa, que anda, que se pierde y no descansa. Déjame entonces para ser vida para dar vida, para que no me estorbe tu nombre en esta caída natural de mi cuerpo dolorido.

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Constanza

Mucho añoré tu presencia y hoy tienes tu casa en mi cuerpo, ahí en donde el agua es tu morada y mis suspiros, tu alimento; donde das vueltas regodeándote de tu felicidad inmensa, de esta sonrisa que provocas. Abres y cierras tus manos, mueves y tuerces tu boca esa boca que será cueva y eco, esa boca que tomará tus palabras, será presa de tu pensamiento y libre para el corazón enérgico.

Estás aquí, dentro. Constanza,

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mujer inhóspita mujer que sabe de la espera, saldrás y serás luz —de invierno— tendrás tus ojos abiertos serás aquel gran misterio de mi mente y mi pecho enternecido.

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Lloras

Parece que no funciona que está parco, el cuerpo no quiere no siente insistes una, dos, muchas veces abres tus piernas te jalan, te mueven te miran desnuda te tientan la sombra sumas los días, les marcas diagonales —insistes—

Se quiebra la piel grita en el papel tu deseo el calendario ya sobra el santoral no alcanza

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y lloras, lloras porque no hay vida, el vientre bajo está inerte —insistes— una, dos, varias dosis las sublimas en tus dientes, no paran las ansias haces diligencias te inclinas ante el cielo, hablas a Dios. Haces del alba tu noche no puedes contener lloras.

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En penumbra

I

Sobrevivir al encierro a mirar desde la ventana las nubes agolpadas en el cielo mi cielo que no ve la luz la luz que se esconde moribunda detrás de tus ojos tus persianas entreabiertas que apenas asoman deseo.

II

La locura me ha hecho firme: palpita la mente, transita la mente sucumbe la mente y decido. sí, ha sido el encierro, el laberinto de pliegues por el que pasa tu cuerpo y por el que todo sucede.

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la muerte se queda perdida en este camino incierto. III Te veo dormido, tu sueño se mueve tu pecho se abre, te extiendes sobre el lecho, el espacio que construimos en el que nos doblegamos —una noche— en este espacio en el que hoy duermes mientras yo escribo. te hablo en silencio, expiro.

IV Quieta me rompo en las palabras

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trato de disuadir lo que siento para no lastimar tu entereza, tu estructura ósea, erguida, tu orgullo ceñido bajo la cadera. se achica mi torso, el corazón que, de remaches, vive, que de angustia y penumbra [ya cuelga de los puros hilos.

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Miedo

Me da miedo llorar tanto secar mi vientre, dejarte sola me sientas rugosa, arena que el oasis muera. No quiero que tu piel se hunda que mis vísceras te quemen, que mi mente, desierta no deje vida entre tus venas pero no puedo. Lloro sin descanso, no duermo me he llenado de angustias, se sacia el desvelo pensando, ¿cómo darte vida sin agua? ¿cómo darte amor con este tormento? Quiero que el agua dulce vuelva, que te envuelva y en su reflejo te consueles. Quizá se condensen esas lágrimas,

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se

hagan

nubes

hazlas nubes— hazlas que lluevan, diles que lluevan cumple el ciclo, que, en mi cuerpo se ha hecho una osadía.

Listón

Ella descubrió el sol después del medio día. alzó sus pequeñas manos, las movió de un lado al otro como buscado enredarlo en sus dedos. La luz fue un listón de colores, una fiesta tornasol detrás del vidrio; miró su reflejo en el piso, un vestido de sombra en el suelo, fue el sol —indiscreto— que cruzó su cuerpo lo mantuvo seco, caliente, lúcido, vívido, color de niña. Ella se miró plena, cerró sus ojos llena de vislumbre se fue y durmió tranquila pues su universo le había regalado una tarde completa [de otoño.

Contenido DesDe el cuerpo

Los treinta Antes Baile No La estaca Murmullo Árbol Aire Viva Constanza Lloras

En penumbra (I, II, III, IV) Miedo Listón

Catorce cerillos altamente flamables

Nabil Mariana Grijalva Hinojos

(Chihuahua, 1987)

La segunda de cuatro hermanas, como la lechuga en el sándwich. Estudié Letras Españolas, así como la Maestría en Humanidades Facultad de Filosofía y Letras de la uach. Desarrollé el quehacer de investigación como becaria del Verano de Investigación 2009 en el Instituto de Investigaciones Filológicas y el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la unam. Trabajé como reportera para omnia, espacio en el que publiqué dos de los textos que le serían galardonados por la Asociación Mexicana de Mujeres Periodistas en el 2011. Obtuve la publicación del libro de poesía Con B labial/versos encontrados (2014) al ganar la convocatoria Soltar las Amarras del Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua. Formé parte de la publicación Versos norteados (2017); también participé en El grito de la mujer (2018) y la antología Diamantinas (2020) de la convocatoria lanzada por el colectivo La otra feria y Poetazos.

Desde el cuerpo de Nabil Grijalva se terminó de imprimir el mes de diciembre de 2022 en la ciudad de Chihuahua en los talleres de Sangre ediciones por Fósforo dentro de la colección de libros de la caja de cerillos. El tiraje constó de 50 ejemplares.

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