Principios del Comunismo

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de trabajo inútil. También esto se simplificará extraordinariamente en la sociedad comunista, y por muy peregrino que esto pueda parecer precisamente por la razón de que, en esta sociedad, la administración no deberá velar solamente por determinados aspectos de la vida social, sino por la vida social en su conjunto, en todas y cada una de sus actividades y manifestaciones. Poniendo fin al antagonismo entre el individuo y la colectividad, oponiendo a la guerra social la paz social, cercenando la raíz misma del crimen, no tendrá ya razón de ser la mayor parte, la parte inmensamente mayor de las funciones que actualmente desempeñan las autoridades administrativas y judiciales. Ya en la actualidad vemos cómo los delitos inspirados por la pasión van viéndose desplazados cada vez más por los nacidos del cálculo, del interés, cómo disminuyen los delitos contra las personas, al paso que aumentan los delitos contra la propiedad. Si los progresos de la civilización se encargan por sí mismos de ir suavizando las explosiones violentas de la pasión, ya en la sociedad actual, que se halla en pie de guerra, ¡cuánto más no sucederá así en la sociedad comunista, en la que reinará la paz! Los delitos contra la propiedad desaparecerán por sí mismos, faltos de base, cuando cada cual cuente con lo necesario para la satisfacción de sus necesidades materiales y sus impulsos espirituales, cuando se borren las diferencias y gradaciones sociales. La justicia criminal se extinguirá por muerte natural, y con ella la justicia civil, que casi sólo entiende, en realidad, de casos relacionados con el derecho de propiedad o, por lo menos, de transgresiones nacidas en el fondo del estado social de guerra en que vivimos. En la nueva sociedad los litigios serán raras excepciones y no, como ahora, consecuencias naturales de la hostilidad general, y allí donde surjan podrán zanjarse fácilmente por la vía del arbitraje, sin necesidad de jueces.

También las autoridades administrativas encuentran ahora su fuente principal de actividades en el continuo estado de guerra en que vive la sociedad: la policía y toda la administración no hacen, en realidad, otra cosa que velar por que la guerra se mantenga velada y bajo formas indirectas, por que no degenere en la violencia abierta, en el crimen. Pero, así como es infinitamente más fácil mantener la paz que circunscribir la guerra dentro de ciertos límites, es infinitamente más fácil administrar una sociedad comunista que una sociedad basada en la competencia. Y si va ahora la civilización ha enseñado a los hombres a buscar su interés en el mantenimiento del orden público, de la sociedad pública y el interés público, haciendo con ello que resulten superfluas en buena parte la policía, la justicia y el gobierno, ¡con cuánta mayor razón no ocurrirá esto en una sociedad en la que se elevará a principio fundamental la comunidad de intereses, en la que el interés público se confundirá con el interés individual! Lo que ya ahora ocurre a pesar de la organización social, ocurrirá entonces con mayor razón y en mucho mayor medida, cuando las instituciones sociales, en vez de estorbarlo, por el contrario, lo fomenten y lo apoyen. También por este lado podemos contar, en consecuencia, con un incremento considerable de la mano de obra, mediante el rescate de la que ahora sustrae el orden vigente a la sociedad. Una de las instituciones más costosas, de que la sociedad actual no puede prescindir, son los ejércitos permanentes, que privan a la nación de la parte más vigorosa y más útil de sus brazos y la obligan a alimentar y sostener a esta parte improductiva de la población. Por el presupuesto de nuestro propio Estado sabemos lo que nos cuesta sostener un ejército permanente: veinticuatro millones al año y doscientos mil brazos de los más vigorosos arrebatados a la producción. En la sociedad comunista a nadie se le


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