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Seises y saetas

Introducción
R, esulta para mí especialmente grato introducir este ~agnífico libro "La Basílica Catedral de Lima" presentado por el Banco de Crédito del Perú, cuando este templo celebra sus 400 años de historia. La memoria histórica de tan importantes acontecimientos ocurridos en la Basílica Catedral me llenan el corazón de gozo al contemplar con que delicadeza y erudición se han recogido extraordinarios ensayos y excelentes fotografías en esta publicación.
La catedral nos habla de nuestro pueblo, de su historia -secular y religiosa, de su concepto de la vida. Por ello, consideramos este templo como una verdadera casa de familia y hogar de toda la comunidad, en resumen, la casa de nuestro Padre Dios que abre las puertas a sus hijos. Los católicos no debemos consentir que se pierda esta preciada herencia espiritual que, como factor de identidad, ha unido y enriquecido a los pueblos conservando en sus entrañas aspectos importantísimos de su acontecer.


Ante su belleza artística y religiosa me viene ~lamente y exclamó las palabras del Salmo 26,8: "Señor, yo amo la belleza de tu casa, el lugar donde reside tu gloria". El carácter específico de la Iglesia catedral se condensa en la palabra iglesia, empleada por la tradición cristiana tanto para aludir al edificio material, como para referirse a la comunidad de los fieles. Pero quiero rescatar aún otra acepción un tanto simbólica. La catedral es también la Iglesia mayor o Iglesia madre. En efecto, la catedral es aquella iglesia en la que "el Obispo tiene situada la cátedra, signo del magisterio y de la potestad del pastor de la Iglesia particular, como también signo de la unidad de los creyentes en aquella fe, que el Obispo anuncia como pastor de la grey" (Ceremonial de los Obispos). Al contemplar su belleza cultural y su raigambre histórica, resaltamos el hecho de que toda esta riqueza está unida a su condición de lugar dedicado expresamente y para siempre a Dios. La bendición divina ha hecho de este edificio un relicario de recuerdos que evocan figuras egregias de nuestra iglesia· limeña como son Santa Rosa de Lima primera santa de América, Santo Toribio de Mogrovejo, segundo Arzobispo de Lima, San Martín de Porres, San Francisco Solano, San Juan Masías entre otros. Recientemente la encíclica del Papa Juan Pablo II sobre la Eucaristía, pone de relieve el misterio de la presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo como centro y culmen de la vida cristiana. Por ello el Arzobispo preside la Santa Misa cada domingo en la Basílica Catedral y convoca así, alrededor del altar, la fe de los fieles a la comunión con Jesucristo a quíén él representa. La toma de posesión canónica de la Arquidiócesis por parte de un ]JUevo Arzobispo, una vez que se ha mostrado y leído la carta apostólica de nombramiento por el Santo Padre, queda patente cuando aquél se sienta por primera vez en la cátedra. Al apreciar el cuadro completo de todos mis antecesores, que están en la sala capitular del museo, elevo al Cielo una plegaria por ellos y me encomiendo a sus sabias mentes y fervorosos corazones que supieron conducir a esta iglesia de Lima de la mano de Dios por los caminos del Señor. La historia.nos presenta al Venerable Cabildo de la Catedral de Lima a través de las iniciativas que durante siglos enriquecieron este templo. Con la colaboración de diversas instituciones, y en otras ocasiones como fruto de sus generosos aportes, los canónigos limeños son auténticos artífices de esta Iglesia Primada del Perú. Nuestra gratitud y reconocimiento a los venerables canónigos que en estos 400 años colaboraron para conservar este monumento, para estudiar y dar a conocer sus archivos ypara guiar a millo~es de visitantes que han contempladoeste~feiiiplo. En estos tiempos que vivimos podría uno preguntarse para qué sirve la catedral, para qué construyeron un edificio tan espléndido. La respuesta es diáfana. "La catedral es de Cristo; le pertenece por esencia. Esta Santa Iglesia es suya. Para Él hay una Cátedra construida desde la cual un sucesor de los apóstoles-el Obispo-haciendo sus veces enseñará al Pueblo. Para Él hay un Altar, en el cual el sacerdote que lo personifica hará subir sacramentalmente hasta Dios Padre el sacrificio que instituyó en la Última Cena. Para Él se celebra aquí la reunión -la iglesia- del pueblo de bautizados, con el fin de elevar himnos de alabanza y plegarias suplicantes". Son palabras escritas por un obispo de feliz memoria que responden a ese posible interrogante. Desde los orígenes del Cristianismo el esplendor del culto y de la liturgia han encontrado su expresión en el arte y en la arquitectura como reflejos de la fe de los pueblos. La fe hecha cultura como nos recuerda Juan Pablo II.