Concurso de cuentos : El imaginario Literario de los habitantes de Diego de Almagro

RECOPILACIÓN DE CUENTOS Concurso Aniversario N°40 De La Comuna De Diego De Almagro

El imaginario Literario de los Habitantes de Diego De Almagro

Departamento de Cultura y Turismo Ilustre Municipalidad de Diego de Almagro 2014

CRÉDITOS

Publica: Ilustre Municipalidad de Diego de Almagro y Departamento de Cultura y Turismo

Organiza: Relaciones Públicas Dirección De Desarrollo Comunitario Departamento de Cultura y Turísmo Ilustre Municipalidad de Diego de Almagro

Diseño y Diagramación Valerie Andrea Galleguillos Martínez

Ilustración Jessica Alejandra Molina Gómez

Impresión IMPRENTA SUBTERRANIS José Pedro Alessandri 2300 Of. 12C Macul- Santiago Fono: (56)(2) 22718288

ÍNDICE

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Bemoles de una historia de amor

Quinteros

Cementerio de ratones

Pueblohundiano

Crónicas del Matta

Pato Guevara

El alma hundida en el pueblo

Cydra

El descanzo del perdón El destino de un pisquero

Pueblina

El muchachito

Mr. Washington

El promesante El tesoro

Nahuel Eloy

El volcán de Pueblo Hundido

Gualy

En la puerta del sol Hijos de esta tierra

Comanche

La historia de la Miroslaba

Antu

La historia de una tribu La matanza en El Salvador

Luis Aguirre Vergara

Las andanzas de Don Leopoldo

Cenit

Nostalgia de mi pueblo

María Isabel Contreras

Pueblo Hundido en tiempos de ley seca

Salvador Guiroux

Un extraño encuentro

Ismael

PRÓLOGO “EL TIEMPO ES MUY LENTO PARA LOS QUE ESPERAN, MUY RAPIDO PARA LOS QUE TEMEN, MUY LARGO PARA LOS QUE SUFREN, MUY CORTO PARA LOS QUE GOZAN: PERO PARA LOS QUE AMAN, EL TIEMPO ES ETERNIDAD.”

William Shakespeare Uno de los objetivos del Departamento de Cultura y Turismo de la Ilustre Municipalidad de Diego de Almagro, es difundir y fomentar el Patrimonio Cultural de nuestro pueblo, por lo que es de gran importancia recoger y editar los cuentos que se presentan en los concursos que la Ilustre Municipalidad a través del Departamento de Relaciones Públicas realiza. Estos se han transformado en una tradición que rescata el pasado y el presente de la Comuna de Diego de Almagro gracias a las narraciones de escritores de este territorio comunal.

Por lo tanto, el Departamento de Cultura y Turismo expone su interés por gestionar opciones de financiamiento, que permita a través de un fondo la publicación de obras de escritores locales que no cuentan con los medios para ello.

En conjunto con el Gobierno Regional de Atacama, a través de sus Fondos Concursables (FNDR), hemos creado una instancia para aquellos escritores que nos cuentan a través de sus obras sobre nuestra cultura. De esta manera el hábito de la lectura se va insertando en la localidad, incentivando a la comunidad a apreciar el hermoso arte de escribir.

Invitamos a leer esta serie de cuentos que fueron presentados en el marco del Aniversario N° 40 de la Comuna de Diego de Almagro y disfrutar del arte de las letras a través de estos escritores que pasan inadvertidos en nuestras vidas, pero siempre están en la senda de la difusión y conservación de nuestro patrimonio cultural, entregándonos siempre más de una sorpresa.

Reiteramos los agradecimientos al Departamento de Relaciones Públicas y a los autores de cuentos.

BEMOLES Y SOSTENIDOS DE UNA HISTORIA DE AMOR CON OLOR A PAMPA

Por QUINTEROS

E

l longitudinal norte “Longino” avanzaba presuroso en medio de la pampa atacameña, atrás había dejado los verdes parajes de La Calera con rumbo al desierto

mas árido del mundo, en unos de sus vagones mirando impávido por la ventanilla se encontraba sentado José Escalante, solo un par de escudos en el bolsillo y una armónica era su equipaje, hace ya un día se había embarcado en la ciudad de La Serena con la esperanza de correr suerte y así cambiar su vida. Esa era la idea que rondaba en su cabeza hace tiempo, desde cuando escucho a un par de señoras hablar en el mercado sobre sus viejos que habían viajado al norte en búsqueda de riqueza, porque si que se ve plata en esos parajes decían esperanzadas.

El pueblo de destino era incierto, si bien había gastado el poco dinero ahorrado en pagar el viaje hasta Iquique, bien sabia que las cosas podían cambiar en el camino, el mundo era un libro abierto solía decir y con sus 23 años bien peinado solo había recorrido pocas de sus hojas y al mirar la vasta inmensidad del desierto sabia que en unos de esos pueblos nortinos imaginados en sueños se escribiría quizás el capítulo más importante de su historia.

Acunado por el duro traqueteo del tren y por el calor abrumador de la pampa, que le daba como tablazos en la cara, en sus adentros recordó el pasaje de la biblia sobre el pueblo de Israel caminando por el desierto en búsqueda de la tierra prometida, no es que fuera muy cristiano, sonrió. Pero en algo de sus venas había quedado incrustado de cuando oficiaba de monaguillo en aquellos ya lejanos verano de infancia, no por propia voluntad sino mandado por su abuela, mujer devota de Andacollo, tan piadosa resulto la ñora que él creía que ella a sus años debía estar orinando agua bendita.

El silbido del tren de las 16:50 lo sacudió de la modorra de sus recuerdos, el convoy hacia escala en Pueblo Hundido, este acomodándose abruptamente, a través del vidrio pudo percibir como la estación se repletaba de personas, un misticismo especial flotaba en el ambiente, hipnotizado por lo que sus grandes ojos negros contemplaban, presurosamente se puso de pie, quizás este era su tan esperado pedacito de tierra.

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Parado ya en la pisadera del vagón, alisa su pantalón y desempolva su chaqueta, tras pasar la mano por su frondosa cabellera, con un gran brinco toco el suelo pueblino.

Apenas su humanidad de 1.70 se posa en el andén un grupo de comerciantes se le acercan con el fin de ofreces sus productos, “el rico tecito en botella”, “la cazuelita reponedora paisanito”, o “el pancito recién salido del horno” eran parte del mercadeo, a su vez un grupo de niños movedizos se ofrecían para cargar equipajes, a estos últimos desecho inmediato, si solo traía con el su espíritu aventurero.

Hipnotizado por el encanto del villorrio, empieza a caminar por las calles polvorientas sin mayor rumbo, mirando el incendio del crepúsculo sobre los techos de las casas, detiene su andar en una pequeña plaza, a esas alturas al rechinar de tripas era evidente y el cansancio de tan larga jornada de viaje aun mas, por lo que se anima a sentar debajo de la sombra del quiosco ubicado en el centro del lugar a comer un trozo de pan que había comprado en la estación. Fue en ese instante en que ve a un grupo de estudiantes, cruzar en dirección hacia él, entre ellos se encontraba María del Carmen Avilés, una mujer de belleza extraordinaria y de modales muy refinados, hija del dueño de la pulpería, la cual oficiaba como profesora en la Co educacional N°4, única escuela del poblado. José con su habitual aire de galanteo, queriendo llamar la atención de la señorita, saca su fiel compañera de ruta, su armónica, y empieza a tocar a los compas de Leo Dan, una de sus canciones favoritas, ideal para dicha ocasión…

“Como yo no estoy Ni comprometido ni casado, ni nada Y usted no esta Ni comprometida ni casada ni nada Porque no charlar un ratito, eh, Para no sentirnos tan solos, ah…”

La melodía, como un chorro angelical colmo de súbito la plazuela y dejo suspendidos a todos en su sitio, en las más diversas posiciones, con los ojos redondos de asombro, los presentes se miraban unos a otros y luego miraban como él hacia vibrar el aire con su música, apenas termino de tocar como descongelados de golpe, estallaron en aplausos y mientras los niños reían divertidos, la bella mujer lo miraba complaciente, este a su vez con la alegría de la tarea cumplida, desplegó el lienzo de su sonrisa blanca. Luego el grupo comienza su retirada y él se queda un largo rato solitario y conturbado por la transparencia de esa mirada.

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La invernal noche de desierto ya había descendido sobre los cerros, José afantasmado por la oscuridad de la noche, alumbrado solo por el fulgor sonámbulo de la luna, continua su caminar en búsqueda de un lugar donde reposar sus huesos, lo primero que encuentra es un viejo vagón abandonado y es allí donde decide pernoctar. En el helado suelo de ese refugio de latas oxidadas, no deja de pensar en tan hermosa damisela, en las brumas de un sueño lento una sensación de afecto le pulía el espíritu.

El sol despunta con el Villorio, los rayos de ese primer amanecer en Pueblo Hundido contrastan con el frio nocturno sentido pocas horas antes, José despierta radiante, antes que el reloj marcara la hora ocho, el ya se encontraba recorriendo el poblado, con la esperanza de encontrar nuevamente a María del Carmen, nunca en su vida había experimentado esa necesidad apremiante de querer ver a una persona, mucho menos entendible si jamás había entablado palabra alguna con ella, ¿será que en realidad existe el amor a primera vista?, se dijo, un rubor en su rostro fue la respuesta.

Tras varias horas, convencido de que quizás no correría la suerte de esa primera vez, lucidas imágenes lo hacen recordar el lugar en donde la vio salir junto a los niños el día anterior, y es allí a donde decide dirigir sus pasos, con la inseguridad de que le sabrían decir algún dato de ella.

Ya afuera de la Heladería Trujillo, pensó una manera de preguntar por la señorita, sin que fuese mal visto, es que en pueblo chico todos se conocen y no sería tan fácil que a un afuerino sin un motivo adecuado le dieran información, algo se le vino a la mente. Y decidió pasar, en el interior del local un hombre le saluda amablemente, a lo que José responde con una sonrisa, bien sabia que esta era su mejor carta de presentación, luego saca su armónica y se la muestra indicándole que la tarde anterior mientras reposaba en la plaza, a un grupo de niños se le había quedado esta en una de las bancas, tras tratar de alcanzarlos se pierden de vista por lo que ahora le urgía saber a quién entregarla, a lo que el hombre responde que es más que seguro que es a algunos de los alumnos de su ahijada la Marujita quienes habían pasado junto a ella por un helado, a la que podía encontrar en la escuelita dos cuadras más arriba, este agradeciendo la información sale del local.

A medida que iba caminando, su cuerpo se iba haciendo a cada paso presa de un misticismo especial, al llegar a la altura de la escuela, algo en la atmósfera le electriza el ánimo, le trastorna y alborota el corazón, con la completa seguridad de llevar a buen término su objetivo, empieza a merodear por los alrededores…

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En el balanceo de un primer caminar lento, María del Carmen se pasea por la pequeña sala, los versos de Neruda son parte de la clase de ese día, viviendo los últimos días del invierno, los pensamientos del poeta serian de mucha utilidad para la próxima fiesta de la primavera. Empecinada en dicha tarea, entre flores y golondrinas hechas rimas, el toque de campana interrumpe la jornada y los futuros declamantes salen corriendo de la habitación.

Cuando el reloj marca la hora una, el sol cae en ángulo recto sobre el poblado, la joven profesora aparece en la entrada del lugar, es ahí en donde el amante peregrino, quien había aguardado sigilosamente, se le acerca y galantemente le dice si la señorita le permitiría el honor de acompañarla hasta su casa, luego de un segundo eterno, ella responde que muchas gracias, que era muy amable el caballero, pero su señora madre la aguardaba un poco mas allá. José en un síntoma de trastorno queda perplejo mirando como ella se retira en dirección al mar.

Si en el desierto abundan los espejismos, el lucharía para que su amor no corriera la misma suerte, se dijo, por lo que apurando el tranco polvoroso, decidió seguirle. Ya a pocos pasos de ella, en conocimiento del nombre de su amada, valiéndose una vez más de su galantería, entre bemoles y sostenidos de su armónica empieza a tocar…

“Mary es mi amor, solo con ella vivo la felicidad Yo se que nunca a nadie más podría amar, porque la quiero de verdad Por eso Mary, por favor, dame tu mano continuemos siempre así…”

En ese instante María del Carmen, hecha un solo tremolar de huesos, pero con una sonrisa a flor de labios, se voltea, es que el joven armonicista podría ser un buen acompañamiento para los poemas primaverales, pensó.

Y es así, sin darse cuenta del tiempo, entre un grupo de idealistas soñando con una comuna autónoma, mineros empampados bajando de los cerros en búsqueda de noches bohemias, niños corriendo por las calles llenas de lavazas y barro, tapadas del arquero condorito, fiestas de san Juan de chico Soto, Pañuelazos al viento de la Sarita Cortes y su compadre Julin en la Quinta, e incandescentes tardes pampinas, la pareja de jóvenes se empieza a conocer, un ardor recorre cada vena de sus cuerpos, un nuevo amor Pueblo Hundiano nace en el incendio magnifico de los cuatro horizontes.

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CEMENTERIO DE RATONES

Por ”PUEBLOHUNDIANO” “A mis padres, a Luis Larenas y a los pirquineros de Pueblo Hundido de ayer y de hoy, que inspiraron este relato.”

V

enían de noche, durante el día se quedaban en sus madrigueras y esperaban a que oscureciera para moverse justo a la hora en que “el Larenas” y “el Porojo”,

pirquineros de Mina Valeria, regresaban a comer, jugar cartas y después dormir profundamente para volver a trabajar al día siguiente.

El Larenas y el Porojo eran amigos desde hacía muchos años, se habían conocido en la “Leonesa”, una antigua mina de cobre en el viejo Pueblo Hundido, donde habían estado trabajando por muchos años; allí había estado bueno hasta que el precio del cobre bajó y “el Chute” tuvo que vender la mina por lo que debieron irse de allí sin más. Aquella vez después de haberlos finiquitado, les dijo que cuidaran la platita que harto les costaba ganársela, que no se la fueran a gastar donde la Luzmira Flores, la dueña del “Mokambo” el prostíbulo más famoso en ese momento en Pueblo Hundido. El Chute le tenía “sangre en el ojo” a la Luzmira, que creía que porque tenia las mejores “chiquillas” de la zona podía venir a ningunearlo a él y negarle la entrada a su lenocinio, diciendo que a su negocio no entraban viejos negreros y explotadores.

“Que se habrá imaginado esa puta” ya se las pagaría todas juntas, pensaba para sus adentros. A pesar de las recomendaciones que se les dio, el Larenas y el Porojo apenas tuvieron la plata en sus manos hicieron la acostumbrada “bajada del minero” a Pueblo Hundido. Esa vieja tradición que habían aprendido de sus padres, que indicaba que debían entrar una y otra vez a los prostíbulos a gastar el dinero ganado en la mina para buscar el amor en los brazos de una meretriz y beber alcohol durante varios días como si el mundo se fuera a terminar porque ellos decían que “minero que no toma no gana platita” y una vez terminada la bajada volver al cerro sin un peso en los bolsillos y sin amor.

No solamente no hicieron caso sino que por el contrario se pasearon un mes entero por el Mokambo, el Lucifer, el Cairo, El cambia la vida, y otros prostíbulos famosos de Pueblo Hundido, donde acudían todos los mineros de la zona.

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Pasada ya la borrachera el Larenas y el Porojo, sin dinero y sin amor estuvieron varios meses pasando hambre y miserias mientras trabajaban en diferentes minas de la zona donde o no les pagaban o lo que ganaban no alcanzaba ni para la sal.. Así las cosas decidieron probar suerte en la mina Valeria, una mina de cobre cercana a Inca de Oro. Los pirquineros más viejos decían que esa mina antiguamente había sido buena y quizás les podría ir bien si se atrevían a trabajarla. Fue así como un buen día se animaron a pedirle la concesión al dueño de la mina “el Chute Alberto”, quien acepto de malas maneras y con la condición que en el campamento (como le decía a la única casucha que tenia) no se podía beber los días de trabajo, cosa a la que no pusieron reparo ya que no querían saber nada con el alcohol, ni con las mujeres y solo querían ponerse a trabajar y juntar platita para pagar las deudas que habían dejado.

El Larenas era el minero más viejo de los dos, no era nortino, había salido de Santiago a los 14 años buscando una mejor vida y arrancando de las palizas que le daba su padre cada vez que se emborrachaba con sus amigos. En sus correrías de minero había pasado de todo para sobrevivir, los tiempos de antes eran mejores, como cuando según él había estado trabajando en minas tan buenas en Inca de Oro donde se sacaba mucho “metal”, y los camiones salían cargaditos con oro “mijita”, solía contarles a las “niñas” en los prostíbulos para impresionarlas.

El Porojo, cuyo verdadero nombre era Rodolfo, y que había sido bautizado así una vez por un tío que lo visito desde Argentina, quien por decirle “poroto” en alusión a su baja estatura fuera escuchado por sus amigos, los que se confundieron y comenzaron a llamarlo “Porojo”. Porojo era de la zona, nortino neto, había nacido en Mina Carmen, la antigua mina de fierro en la tercera región, cerrada por la dictadura militar de Pinochet en 1973. Desde entonces su familia y el habían tenido que salir arrancando de los “milicos” que la buscan por comunistas. A partir de entonces habían trabajado en distintas minas de la zona, la San Luis, la Chatal, la Franklin, entre otras se destacaban en su ajetreada vida de pirquinero que comenzó a los 11 años, cuando su padre decidió que ya estaba grande. De tanto andar de mina en mina decidieron ir a establecerse en el antiguo Pueblo Hundido que comenzaba a nacer cuando con suerte habían dos calles y la gente acarreaba el agua en unas mitades de tambores forradas con neumáticos llamadas “cuarterolas”, tiradas por burro o a mano, para abastecerse y alumbraban sus casas con el famoso “chonchon”, unas pequeñas lamparitas artesanales hechas de pedazos de trapo o “huaipe” las que introducían dentro de un tarro metálico al que ponían bencina y luego prendían fuego para abrigarse en las frías noches de invierno en Pueblo Hundido. Era dura la vida en aquel entonces y él pensaba que si no fuera por la cantidad de cobre y oro que tenían esos cerros nadie viviría en estas soledades.

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El Larenas y el Porojo desde que se habían conocido no se habían separado mas y no habían parado de trabajar en las minas, y de entrar y salir de los prostíbulos de la zona. Fue así como también desde que el chute les dio permiso de trabajar la mina, se dedicaron a trabajar duro y parejo para juntar platita y hacer la bajada del minero pronto. Llevaban 1 mes de trabajo y todo marchaba bien si no fuera por los famosos ratones pre-cordilleranos que arrasaban con todo a su paso, ellos los llamaban los “dañinos” por sus estragos que dejaban en todas las cosas del campamento cada vez que atacaban. Eran muy voraces, grandes, peludos, con manchas blancas en el hocico y en el estomago. Hacían varios meses ya que al Larenas y el Porojo se les aparecían las ropas agujereadas, las camisas hechas trizas y las pretinas de los pantalones devoradas por culpa de los famosos ratones. Llevaban mucho tiempo sufriendo sus ataques sin saber qué hacer para expulsar a estos indeseables visitantes del campamento.

Un soleado día nortino el Porojo llegó con el “Satanás”; un viejo gato angora que antaño le había servido en otras faenas mineras como cazador y que por su ferocidad se había ganado ese apodo entre los mineros, ahora estaba viejo y gordo, y solo servía de compañía. Más que remedio pronto se había convertido en otro problema, se la pasaba echado todo el día por lo que los mineros tuvieron que conformarse con su holgazanería. Una de las tantas frías noches pre-cordilleranas el Satanás no quiso entrar al campamento, por holgazán no había querido moverse y se quedo allí a la intemperie sin saber que esa madrugada seria emboscado por los zorros del lugar los que se hicieron un festín con su carne. Al otro día al levantarse para trabajar, el Porojo se dio cuenta de la tragedia, y no podía dar crédito a lo que veían sus ojos; ahí estaban los restos de su amado Satanás esparcidos por el suelo. A pesar de haber sido siempre un minero duro y poco expresivo, el Porojo no pudo aguantarse las lágrimas y se echo a llorar como niño sin consuelo por su amado gato que era lo más cercano que le iba quedando después del Larenas. Luego de eso y ya superado el shock inicial atino a darle cristiana sepultura en un humilde ritual donde lo sepulto puso una pequeña cruz blanca en el cerro lo acompañaban el sepelio el Larenas el viento y la soledad del desierto atacameño.

Pasada la tragedia y esperando un tiempo prudente en honor al difunto el Larenas llego con “el Flaco”. Un perro largo y flacuchento al que le faltaba un pedazo de oreja la que había perdido en una pelea callejera cuando andaba enamorado de la perra Laica, una perrita poodle, la más fina de Pueblo Hundido y que siempre lo desprecio.

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Ese rechazo había despertado en el Larenas tal ternura que lo adopto como a un hijo, le hacía mucho sentido lo que le pasaba a ese perro porque en más de una ocasión el había recibido las miradas de desprecio de una fina mujer de Pueblo Hundido. Por esta razón rápidamente afianzaron una amistad entrañable, el flaco era su más fiel compañero y él lo consideraba un amigo y confidente, a quien le narraba sus mas íntimos secretos, aquellos que no había compartido con el Porojo ni cuando estuvieron aislados en la cordillera más de dos meses a causa del Invierno. El Flaco, escuchaba sus penas de amor, sus alegrías, y sus sueños de una vida mejor y de algún día encontrar una buena mujer que le diera cariño y comprensión. El Flaco sin embargo para desilusión del Larenas resulto tanto más holgazán que Satanás. Se la pasaba recostado todo el día al sol esperando que le dieran algo del tarro del jurel, los huesos o restos de la comida que les quedaba del almuerzo y las cenas y meditabundo , pensando en su amada Laica. La única vez que el Flaco se molestaba en mover su cabeza era para refunfuñar a una mosca que le revoloteaba la nariz o agarrar el pedazo de pan que le tiraban. Se la pasó así mucho tiempo hasta que un día lo encontraron muerto,“murió de penas de amor”, decía el Larenas, quien lo encontró tieso una mañana al levantarse y con la mirada perdida en el horizonte, como en búsqueda de su eterna amada.

Junto a su amigo, cavaron un hoyo, pusieron una cruz blanca en el cerro y así el Flaco fue a acompañar al Satanás al improvisado cementerio de la mina Valeria.

Un día después de visitar la tumba del Flaco y rezar mucho por él, y por su amigo para que les saliera mineral de buena ley y bajar al pueblo, el Larenas como por arte de magia pensó en una solución para eliminar los ratones para siempre, parece que el Flaco era su “santito milagroso” y escuchaba los rezos. Y venia a resolver desde el más allá el trabajo que no hizo en vida, pensaba el Larenas para sus adentros.

Fue así como luego de reflexionar un rato no perdió más tiempo y comenzó a recolectar alambres, un tarro de 20 litros, un pedazo de madera, clavos y todo cuanto sirviera para preparar el invento. El ingenioso artefacto consistía en una tabla de madera que cruzaba de lado a lado el tarro de 20 litros la que tenía en su centro una bisagra que permitía que esta pudiera doblarse al momento que algo demasiado pesado se paraba en su centro y la que se le ponía un pedazo de queso justo en el centro como cebo.

Al momento de desplazarse el animal hacia el interior y obtener su preciado botín se activaba la bisagra y el roedor iba a dar directamente al fondo del tarro donde por más que pataleara por su vida “terminaría llenito de agüita y ahogadito sin remedio” decía el Larenas riéndose maléficamente mientras el Porojo observaba entusiasta y a la expectativa de poner en práctica la “divina” solución.

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Después de la faena y luego de comer y jugar cartas como de costumbre decidieron poner a prueba esa misma noche “El balancín de la muerte” como denomino el Larenas a su propio invento. Se fueron a acostar con el compromiso de que no dormirían esperando saber que sucedería. Estuvieron buena parte de la noche despiertos luchando contra el sueño que de tanto en tanto los vencía esperando alguna señal o buena noticia que les digiera que su plan había resultado, sin embargo no sucedía absolutamente nada y solamente se oía el repicar del viento en la choza y el silencio terrible de la soledad del desierto nortino. Parecía que los ratones se habían puesto de acuerdo y hoy no vendrían a visitarlos, pensaban.

El Porojo fue el primero en sucumbir y entregarse al sueño sin saber ni de su alma. Larenas por su parte estaba empeñado en demostrar como su tan “mentado” balancín serviría y no quedaría como un charlatán frente al Porojo a quien le había apostado una corrida entera de cervezas en la casa de la Luzmira la próxima bajada. Era ya casi de madrugada y no pasaba nada, Larenas había decidido ya rendirse y dormir, cuando escucho el primer ruido sospechoso, se ergio para escuchar mejor y se puso muy contento pensando que su invento era eficaz y como el Porojo tendría que pagarle esa corrida de cervezas que habían apostado y que ya echaba de menos por tantos días en el cerro solos sin cariño de mujer y algo para beber. Su desilusión fue grande al descubrir que no se trataba de los tan ansiados ratones pre-cordilleranos sino que de una falsa alarma y en vez de ratón se trataba de un zorro chilla muy típica de la zona que rondaba alrededor de la casucha, seguramente buscando algo de comida. A pesar de la desilusión el Larenas no declino de su actitud y continúo esperando mucho tiempo hasta quedarse completamente dormido. El Porojo lo despertó bruscamente ya que estaban atrasados para ir a trabajar, allí el Larenas cayó en la cuenta que se había quedado dormido sin saber si su artefacto había dado resultado y temiendo que el Porojo hubiera saboteado la operación para no pagar la corrida de cervezas apostadas, por lo que se apresuro en vestirse y mientras se ponían a medias los bototos pensaba ya resignado en como haría para pagar la apuesta. El Larenas se aproximo tímidamente hasta el rincón de la casucha donde se encontraba ubicada la trampa mortal, temeroso del resultado que vería, sin embargo al acercarse completamente comprobó con gran alegría y emoción que en el fondo del tarro flotaba casi con una mirada de reproche e inerte un gran ratón cordillerano. Los dos mineros saltaban de alegría y felicidad ante lo que parecía el resultado positivo del invento y partieron a trabajar saboreando esas próximas cervezas donde la Luzmira.

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Paso el tiempo, la trampa había resultado todo un éxito, y cada noche antes de dormir se acostaban escuchando el delicioso sonido de la caída de algún ratón al fondo del tarro. Gracias al “balancín de la muerte” habían dejado de aparecer las camisas roídas, las pretinas de los pantalones agujereadas y las camisas hechas trizas, razón por la que estaban muy felices. Así pasaron varios meses cayendo ratón tras ratón en el balancín y eran cada vez más y más las víctimas. El éxito del balancín había sido tal que ahora tenían otro problema; habían tantos “bichos” muertos que ya no hallaban que hacer con ellos, ni donde dejarlos, por esta razón es que decidieron que tendrían que enterrarlos junto al Flaco y al Satanás en el improvisado cementerio del cerro.

Luego de un tiempo no se dieron ni cuenta y ahora a sus queridas mascotas los acompañaban centenares de pequeñas crucecitas blancas en el cerro mirando el horizonte las que en la noche parecían brillar como estrellas en el firmamento. Los mineros adoptaron esta actividad como un ritual y cada vez que enterraban a un difunto roedor llegaban los escapularios, rosarios, coronas y un sinfín de enseres religiosos. Fue tanto el fervor que hasta un pequeño altar habían construido para sus queridos Flaco y Satanás, donde acudían a rezar diariamente y pedirles por una buena producción en la faena. Al cabo de un tiempo el lugar se fue convirtiendo en un campo santo artesanal y lugar sagrado de oración y ofrenda donde luego de rezar religiosamente a sus divinidades partían a trabajar.

Casi como por cosa divina de la noche a la mañana al Larenas y al Porojo les había cambiado la suerte, las carretillas les salían con metal de excelente ley, cargaditas, y empezaron a ganar mucho dinero. Su éxito llego a tanto que enseguida dejaron la faena tirada y hicieron la bajada del minero donde se lo pasaron cerrando cuanto local había en Pueblo Hundido dándose la gran vida por varios meses, para cuando cayeron en la cuenta nuevamente estaban en la bancarrota y tan pobres como antes.

Tal como la vez anterior nuevamente el Larenas y el Porojo se encontraban buscando una faena minera para poder comer y pensar en lo perdido hasta que la suerte o la divinidad se acordaran de ellos y poder hacer la “bajada del minero”. Mientras tanto seguirían siendo los pirquineros de siempre, seguirían tratando de encontrar la mina de sus sueños, las que les regalara la verdadera felicidad y los ayudara a encontrar la mujer que les diera el cariño que tanto anhelaban, esa que les diera hijos y que les enseñara a confiar más en ellos mismos y no tanto en los favores milagrosos de los ratones del cerro.

Continuara…

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CRÓNICAS DEL MATTA

Por PATO GUEVARA

E

l local estaba ordenado como de costumbre, las mismas mesas, la misma gente, las mismas mulatas de cuerpo exquisito. Entraron como la rutina lo mandaba, ya

con varios litros de alcohol en el cuerpo no les importo estacionar el vehículo en un lugar donde todos lo apreciaran, por el contrario lo dejaron a la vista para tentar al destino.

Te saborearía entero le dijo una mujer chocolate con sus labioso deseosos de ser besados, mientras se acomodaba sus enormes pechos, tras ese pronunciado escote. El la desnudó completamente con la mirada, se imaginaba envuelto entre sus pechos, cabalgándola desenfrenadamente y besándola centímetro a centímetro su piel de loba de mar. Bailaron un rato, le incrusto sus manos en su diminuta cintura y transaron los pasos de aquella ranchera que sonaba de fondo, ella sin esfuerzo alguno le coqueteaba tocándose delicadamente sus pechos de mujer fogosa, se mojaba los labios con su lengua de felina, mientras le susurraba al oído los valores de sus servicios. El erguía su masculinidad cuando sus caderas tropicales se estacionaban sobre él, tuvo que aguantarse con todas las fuerzas del mundo para no acabar en ese momento, pues la mulata movía su cuerpo con su que, con su algo.

Tenía 21 años y llevaba poco en aquel burdel de Pueblo Hundido, aquella pantera era la fiera más deseada, por tal razón era el alto precio que cobraba, para recién salir del local, valor agregado tenia pegarse un revolcón con ella, pero valía la pena.

Abandonando el local, bajo la complicidad de la noche, casi arrancando de los amigos pues quería disfrutarla palmo a palmo, devorar sus caderas y penetrarlas hasta que todo el pueblo supiera que fue de él.

Se fueron en un vehículo hacia el delirio sexual que el dinero había logrado comprar, en el camino la chiquilla le deletreo una petición con características de amanezca “chico, colombiana que no come no culea”, el nunca le supo el nombre, solo la llamaba cual película, Pantaleón y las visitadoras, “la colombiana”.

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La luna inmensa en Pueblo Hundido, baño de luz los gritos candentes de la muchacha, su piel se fundía de pasión y su respiro alimentaba a los vecinos que sentían sus caderas revoloteando por ahí, todos escucharon sus quejidos, sus sollozos de mujer amada, el sudor de su cuerpo la notaba todos en sus sabanas, pues era el sueño erótico de un pueblo entero. Esa noche llevaba su nombre, la luna, la brisa, las luces, los sonidos, todo hecho sus murmullos, el local se llamaba Manuel Antonio Matta y ella simplemente, “la colombiana”.

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EL ALMA HUNDIDA EN EL PUEBLO

Por CYDRA

M

e embarqué en un bus con destino a prácticamente a algo prohibido, había planeado mucho tiempo este viaje, no podía dar marcha atrás ahora, me repetía a

mi misma cuando venían las dudas.

Mi cabeza estaba confusa, mis manos temblorosas, mi cuerpo no respondía y mi mente se enlazaba con pensamientos de antaño, con recuerdos que de pronto venían a mí, que aparecían desde lo más profundo de la memoria.

Eran aproximadamente las nueve de la noche un frío día de invierno 27 de agosto de 1978, el país entero estaba paralizado porque un tipo de ideales diferentes al resto se había tomado el poder unos años atrás, la verdad no me importaba mucho siempre fui de una clases acomodada y no me afecto en lo absoluto el llamado “golpe de estado” nunca me importo la política. En mi mente habían otras cosas, en algún lugar de ella estaba mi esposo un gran hombre, muy esforzado, cariñoso, simpático, buen mozo y bien posicionado. La verdad es que no lo amaba para nada…

Mis hijos, dos hermosos pequeños, la verdad ninguno se parecían a él. El hombre por el que estoy aquí, era imposible que se pareciera a él, pero aun así siempre tuve esa idea absurda, aunque a pesar de todo era lo que más anhelaba en el momento que los llevaba en mi vientre, tenía el sueño de poder encontrar en sus rostros el rostro del hombre que de verdad he amado en la vida pero no fue así, solo por eso me causan un poco de rechazo… Él, el hombre por quien quise emprender este viaje, para volverlo a ver en ese pueblo hermoso, en ese pueblo en el que la luna enamora más que cualquier cosa pero no más que él. ¿Qué a donde voy? A Diego de Almagro le respondí al muchacho que pedía los boletos en el bus. ¿A qué voy? Dudo que le interese pues no me pregunto, dudo que a alguien le importe mis verdaderas razones por las que quiero volver ahí, se supone que enterré un pasado desastroso el cual por mi maldita curiosidad y mis acciones espontaneas voy a desenterrar.

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Allí la gente es distinta a como es en la capital. Allá la gente es fría y solo piensa en sí misma, tuve que hacer muchas cosas para venir aquí, muchos favores y responder muchas preguntas ya que uno no puede pasearse libremente por donde quiera en estos momentos, en este país. Vine con la excusa de ver a mi madre que esta en este cementerio, la verdad no pienso ni siquiera pasar por ahí para no sentir su olor a putrefacción, no era mi madre biológica, pero fue la que estuvo conmigo toda la vida, toda mi miserable vida, fue la que me dio de comer y vestir durante muchos años y también la que me quito lo que yo mas quería, fue la que me separo de él. ¿El? ¿Qué quien era él? El, era lo más hermoso que existía en este pueblo, su pelo caía entre sus ojos color pardo y sus pestañas lo acompañaban haciendo que su mirada fuera una armonía perfecta, su nariz tenía una curva maravillosa y su boca, su boca era como recién sacada de una escultura, el lo era todo su nombre, Leonardo Contreras, mi nombre no importa en estos momentos.

No sé qué hora es pero toda la gente está durmiendo, se me paso el tiempo volando mientras pensaba en él y que haré cuando lo vea, que le diré y como lo voy a encontrar.

Cuando éramos pequeños sentíamos que teníamos una conexión especial porque siempre estábamos cuando nos necesitábamos, así es, lo conocí desde pequeña, jugábamos juntos porque nuestra historia empezó como la gran típica historia de amor, se hizo después de una linda amistad ¿y cómo llegamos a separarnos? Ni siquiera yo lo sé bien, se que fue mi madre la que me vio besándolo un día y me quiso llevar lejos, decía que él era un hijo de obrero que no era nuestra clase, creo que ese día llore, llore tanto que no recuerdo haber hecho más que llorar, ¿ahora entiendes por que la odio? Por qué odio a esa mujer que me arrebato la felicidad cuando la tenía en mis manos, desde ese día la vida se volvió confusa, era como una tristeza eterna, ya no salía el sol para mí, no veía luz, no veía salida por ningún lado, en realidad aun no la veo.

Me costó mucho pero al fin ese día logre conciliar el sueño…

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28 de agosto de 1978 La mañana estaba fría y en el bus todo el mundo estaba despierto, al parecer dormí mas de la cuenta y es que en mi interior no quería despertar, tuve un sueño hermoso, soñé con él, Leonardo me abrazaba con sus fuertes manos y éramos los mismo jóvenes aventureros que les gustaba perderse entre los cerros de Pueblo Hundido.

Podíamos estar ahí toda la tarde, veíamos como se escondía el sol, para luego esperar a ver cómo salía la luna, podíamos estar ahí horas tomados de la mano sintiendo como nuestra respiración hablaba por nosotros, podríamos estar ahí, así, toda una vida, como me hubiese gustado congelar ese momento en el tiempo y no solo en la memoria…

La gente del bus se estaba desesperando, había una señora con dos niños, el más pequeño era muy travieso, me hacia recordar a Fabián, mi hijo. En facciones no se parecía mucho, en realidad no se parecía nada pero se movía y gritaba de la misma manera, eso me ponía de mal humor aunque me calmaba saber que no quedaba mucho viaje y a la vez me aterraba, así paso el día, estaba muy cansada y no sabía por qué, quizás era algo casi imposible de controlar, las horas de viaje me estaban pesando en el cuerpo, lo único que quería era que mis ojos no se cerraran pero cada vez se me hacia mas difícil, creo que dormí veinte o treinta minutos no mas, cuando estaba llegando a la estación de mi pueblo, se me vinieron mil recuerdos a la mente en ese momento y a la vez fue como haber retrocedido el tiempo todo estaba igual al parecer el nombre era lo único que había cambiado en Pueblo Hundido. Empecé a observar todo detenidamente desde la ventana del bus y era justo como lo recordaba, estaba todo de la misma manera y allí estaba él, Leonardo no lo podía creer, era la misma persona que deje en ese lugar, el mismo muchacho de 17 años, ni un rastro de haber envejecido, que increíble, me sentía como si me hubiese tragado un tazón de mariposas, baje rápidamente y lo mire a los ojos, eran casi los mismo ojos, su mirada era distinta como si la vida no le pesara…

-Leonardo- le dije con un hilo de voz tembloroso.

Me miro como si nunca antes me hubiese visto, una mirada fría que jamás habría imaginado en el. ¿Quién es usted señora y como conoce mi nombre? –me respondió con palabras cortantes y furia en su rostro, mis músculos rígidos, pensé que iba a golpearme, estaba más confusa que antes

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¿Por qué Leonardo me trataba así? ¿Acaso el no había pensado en mi todos estos años? ¿Cómo era posible que no se sintiera igual de miserable que yo todos estos años? ¿Qué acaso él es feliz? ¿Acaso él fue feliz sin mí?

-Leonardo como no me reconoces- le dije con el mismo tono de voz que use en las palabras que ya había pronunciado, aun no podía controlar mis nervios.

En ese momento el sonrió, sonrió y mi mundo se dio vuelta por completo, olvide esos 30 años que viví lejos de él, fue como volver el tiempo atrás, que ganas de abrazarlo y besarlo que ganas de tenerlo para siempre y no dejarlo ir otra vez.

-Usted debe estar hablando de mi padre, si de mi padre tiene que ser de él, porque es imposible que nosotros nos conozcamos-Leonardo Contreras- dije yo, de nuevo y mi mente había dado otro giro inesperado.

-Si el mismo, mi padre, bueno, lamento decirle que ha llegado tarde, mi padre murió de una grave enfermedad un par de meses atrás, pero si quiere saber más de él puede hablar con mi madre, ella vive en el mismo lugar donde mi padre ha vivido toda su vida, me imagino que sabe donde es, ahora me tengo que ir, un gusto señoraSe sacó su sombrero y se despidió de mi. ¿Madre? ¿Hablar con su madre? ¿Leonardo era su padre? ¿Leonardo tuvo hijos? Y su hijo me envió a hablar con su madre porque Leonardo había muer… y en ese momento quedé paralizada no se cuanto tiempo estuve sin reaccionar, creo que no moví ni un musculo del cuerpo hasta que por fin la palabra salió de mi boca “muerto” Leonardo estaba muerto, era algo imposible de creer, me arme de valor y fui a hablar con ella, las distancias no eran tan grandes de hecho no eran nada comparadas a las de la capital, en el camino me invadía la pena y a la vez la ira, los nervios y a la vez la nostalgia, tenía todas las emociones en un solo momento…

Llegue a la casa de Leonardo, estaba igual que siempre y salió una mujer mucho más joven pero en muy mal estado, su pelo estaba desordenado, su maquillaje corrido, sus ojos hinchados y parecía que no se hubiese cambiado de ropa en semanas, ni siquiera le dije “hola”.

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-Quiero saber de Leonardo- dije firme y distante a la vez, imponiendo el respeto que yo siempre merecí, le hablé como nunca antes le había hablado a nadie, como me hubiese gustado gritarle así alguna vez a mi esposo cuando decía que yo era una pueblerina inútil o responderle de esa forma a mi madre por todas las veces que me golpeo. Impuse mi orgullo antes de todo en ese momento, impuse mi orgullo por amor, la mujer me miro con una cara de tristeza que me quebraba el alma por dentro, pero mi ego era más grande.

-Solo ve al cementerio- me dijo con su voz desgarrada y me cerró la puerta en la cara, me volví a sentir basura, su dolor era más grande que el mío y su silencio valió más que todas mis soberbias palabras.

Mi insistencia no paró ahí, fui al cementerio, estaba igual que la vez que fui a enterrar a mi madre, sentía un olor asqueroso no sé si era mi mente o en realidad habían grietas en los ataúdes de ese lugar, era terrorífico y a la vez mantenía el misterio inspirador, sentía que en todas las tumbas había algo que me miraba, busqué una por una sin pedir permiso miraba sus nombres y causas de muerte hasta que por fin lo encontré “Leonardo Contreras 1931-1978 muerto de amor”, ¿Muerto de amor? Leonardo murió de amor, murió de amor por mí y me importo poco que estuviese muerto, daba igual, si murió de amor por mí, el sufrió lo mismo que yo, la paso de la misma forma e incluso peor, me sentía egoísta, sucia pero a la vez feliz. De pronto todas las voces empezaron a hablar, el cementerio entero se volvió en mi contra “señora” me decían una y otra vez “señora, señora” ¡CALLENSE! ¡Cállense de una maldita vez!, yo no soy egoísta, yo no sé si lo amo, no sé porque estoy feliz, no sé por qué no lloro por el ahora, no lo sé y ahí en ese preciso instante desperté…

El joven que pedía los boletos me estaba hablando.

-Diego de Almagro ¿Se baja acá? – preguntó con una dulce sonrisa en su rostro Mire por la ventanilla del tren, se veía todo diferente, mi pueblo conservaba la mística y la hermosura del desierto pero todo había cambiado, eché un vistazo general a todas las personas que estaban ahí y no estaba el, ni rastro de Leonardo, ni de su hijo ni siquiera alguien que se asimilara físicamente, en ese momento me di cuenta que yo no seguía amando a Leonardo, yo quería ver si Leonardo había sufrido lo mismo que yo, si había pasado sus años miserables por culpa de nuestro amor no correspondido, yo quería que así fuera y eso, eso no es amor…

-No, mi viaje sigue- le dije al joven de los boletos sin ninguna expresión en mi rostro.

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¿Por qué no bajé? ¿Por qué no lo busque? ¿Por qué no le dije “ya no te amo”? ¿Por qué no me liberé de mi duda? ¿Por qué no quise saber si él había llorado por mi alguna vez?

No lo sé, no sé si Leonardo está vivo o no, si tiene familia o está feliz o si esa mujer que vi en mi sueño existe, no sé si él aun piensa en mí, no sé si se aferro a alguna estúpida para armar una familia como yo, no se mucho, no sé nada, lo único que sé es que este pueblo tiene algo, este pueblo hundido que se llena de magia en las noches de luna llena, esos atardeceres donde el cielo parece estar en llamas, esas dunas desoladas, llenas de tristeza, llenas de recuerdos, se que este pueblo hundido entre los cerros me vio crecer, me vio amar y me vio volver y los va a ver volver a todos, porque llama, los cerros llaman al nortino como la miel a las abejas y sé que volveré, quizás no en busca de un Leonardo, quizás no en busca de un pasado enterrado, quizás no en busca de un sueño, pero volveré algún día y aunque hoy no haya tenido el valor de recorrer las calles que conocen mis huellas, el hecho de tan solo estar ahí mientras el sol caía me hizo recordar que tengo mi alma hundida en este pueblo.

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EL DESCANSO DEL PERDÓN (Vivencia nortina)

I

C

omo cada mañana apuro el paso para llegar a la hora, la rutina de la inspección diaria interrumpía con la llegada de un nuevo huésped; pálido en extremo, las

cuencas de sus ojos son tan marcadas como las huellas de sufrimiento de su alma.

Poco o nada es lo que habla y no esta condiciones de mantenerse en pie, lo han derivado del hospital del pueblo y su diagnostico es silicosis y algo más.

Con el transcurrir de los días del hosco e intratable el nuevo residente entra en confianza, su nombre Simón, hace gala de ser hombre, según su decir macho, tozudo y además como su actividad es ser minero o mejor dicho pirquinero en Inca de Oro, su compañero habitual es el trago y la soledad.

Don simón rápidamente nos descubre y nos hace sabedores de su constante mal humor, sus gritos , sus ordenes, y la culpa de cada uno de sus sufrimientos, por supuesto, es nuestra, por todo esto se hace acreedor del rechazo unánime de todos los residentes del hogar.

A sus gritos o alaridos nos tomamos indolentes su envidia prospera y mas lo envenena algún otro abuelo es atendido con mas diligencia que el. Con nosotros estuvo algunos meses, meses que un ´principio parecían años.

II Por mi trabajo tengo un estrecho contacto con los abuelos, especialmente cuando su salud se resiente y por eso mismo don Simón absorbe mi tiempo casi en su totalidad, gracias a esta dependencia percibí cuando Don Simón dejo vislumbrar la gran tragedia que lo atormentaba, lo que no lo dejaba vivir, ni morir en paz.

El fastidio que me produce, el acordarme que cada mañana tendré que encontrarme con él, da paso a lastima y dolor.

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Con el correr de los días se transformaron en impotencia y agotamiento al no poder mitigar un poco su sufrimiento y con el paso del tiempo se transforma en comprensión y un cariño sincero y profundo.

Cuando nos atormenta con sus crisis de ahogo (las que son a diario), Yo deduzco que su manera de perder ayuda para su atormentado corazón, ayuda que en las largas tardes a la espera de la caída del sol, trato de ofrecerle, pero el tan macho y terco rehúsa.

El tiempo sigue avanzando entre carreras al hospital, tubos de oxigeno, alimentación especiales, yerbateros y cualquier secreto de la naturaleza que le aconsejen, veo que don Simón cada día mengua su físico.

III Una tarde calurosa de verano, después de una crisis de ahogo cuando sus fuerzas son nulas, me siento a su lado, le tomo sus manos y le hablo. Creo que Dios en su infinita bondad me guió en ello, todo lo que digo sale de lo profundo de mi alma, motivado por el cariño que siento hacia él y el sufrimiento que sus ojos derraman.

Don Simón estaba tan cansado de luchar y sufrir su pena, que quiso compartirla conmigo, como así su padecer se aliviara.

Me habla a grandes rasgos de su vida de joven, fue participante de enfermería, en el ejercito formo su familia.

- ¿Qué paso con ella?- No me queda claro- solo deduzco que tiene un hijo.

Con el paso de los años, cuando frisaba los cuarenta años, se volvió a enamorar y formo una nueva familia, su esposa, mujer joven y hermosa a sus ojos, era tranquila y preocupada de su casa, ella lleno todas las expectativas que tenia, todo funcionaba para Don Simon.

Los ir y venir de la vida depara muchas sorpresas, un día del que no recuerda la fecha ni la estación del año, su hijo llego a vivir con ellos. La alegría de don Simon fue enorme, los dos cariños más importantes de su vida los tenía a su lado, además para él era tranquilizador la presencia de un hombre en la casa pues motivado por el trabajo, se ausentaba mas de los deseado del hogar.

Su voz se evaporaba, la furia y la vergüenza le impiden seguir adelante, respira penosamente, hace una seña pidiéndome más oxigeno, al rato vuelve a hablar bajito, como para que no se escuche y en un susurro sale el torrente de pena, ira, odio.

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-

¡Cometieron adulterio¡ mi mujer y mi hijo, cometieron adulterio.

Un día llego a casa, luego de una jornada de trabajo y su mujer y su hijo no estaban, habían escapado juntos.

En su vida nunca más brillo el sol, creyó volverse loco, su mundo se derrumbo y dice que ya nunca volvió a recuperarse, los dos más grandes orgullos de su vida le habían roto el corazón.

A partir de entonces el odio gobernó su vida y cada día transcurrido era otro peldaño hacia el fango y la oscuridad, todo rencor y la amargura que desde ese día rumio lo convirtió en un despojo humano y todo el que con querer o sin querer se cruzo en su camino, sufrió las consecuencias.

Cuando don Simón termino de hablar, lloraba silenciosamente.

IV La vida del hogar sigue lenta y monótona en el que hacer de cada cual, don Simon sigue adelante o mejor dicho hacia abajo, su caminar no varía mucho, después de esa tarde de verano, se siguieron escuchando sus gritos, las carreras al hospital también continuaron y el sufrimiento que día a día vive, sigue transmitiéndolo a todos quienes estamos cerca de él. Ahora ya nadie se queda sereno ante su dolor.

El tratar de entender cómo se siente y mi conversación no ayuda mucho, pero después de mucho dar vueltas en mi cabeza a una idea le hable a don Simón.

Yo tengo un amigo muy especial, mi amigo ha atravesado mares, continentes y cordilleras para anclar en este norte árido, de esperanzas y fe. Su misión es acercarnos a dios, sobre todo a los que estamos más desamparados materia y espiritualmente.

Le dije tal vez le ayude, daño no le hará, converse con él, don Simón, usted sabe que yo lo quiero mucho y a él también y creo que donde hay tanto amor, el resultado siempre será positivo.

-

Don Simón me miro largo rato y al final asintió

José entra a la casa una tarde de sol, bueno, puedo ser cualquier tarde, pues nuestro norte es prodigioso en ofrecernos sol, yo estaba ausente, no sé cómo fue su primer encuentro, solo sé que cuando le daba las buenas noches, Don Simón me dijo: El sacerdote que es su amigo vino, conversamos mucho y quedo en volver.

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Lo último que me dijo, sonó a complicidad y al mirarlo me pareció que abozaba una sonrisa, Después de este episodio don Ramón empeoro, el doctor me explicaba su evolución e insistía en que su diagnostico era silicosis terminal y algo mas y según su parecer lo que mantenía vivo era algo más. José sigue visitando a Don Simón a diario en la casa, se siente muy acongojado por su sufrir, juntos pedimos por su descanso pero este no llega.

Pasan las semanas y los encuentros con José ya son solo en el hospital, pues Don Simón para seguir viviendo, mejor dicho para seguir respirando depende de oxigeno permanente y de suero, cada vez que nos veamos José me dice lo que tiene q hacer es perdonar, solo eso.

V La mañana amaneció fresca y húmeda de camanchaca, Don Simón, dice que quiere hablar conmigo y como él es tan de la casa, el médico me autoriza para quedarme y conversar.

El me mira sonriente y yo encuentro algo que no se ajusta, algo está fuera de norma o control en Don Simón, no atino a ordenar mis ideas, lo miro entre nervioso o incrédulo y lo único que atino es a darle un abrazo entre cables, tubos y sondas.

Don Simón mi querido don Simón está sentado en la cama riendo. Conversando, gastando bromas. ¿El oxigeno?, quien se acuerda de él.

Después de recuperada de la sorpresa el habla, me dice quiero arreglar algunas cosas, pues luego me iré, me entrega un dinero y entre risa y risa dice, un velorio sin flores no es tal y deseo que no se note pobreza, así que usted disponga que sea así.

Cuando lo miro desde el umbral de la puerta habitación para despedirme, solo escucho su risa clara, que ilumina su rostro y en sus ojos se refleja unas gracias desde el alma.

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Cuando encuentro a José, no necesito preguntar nada, un apretón de manos al tiempo me dice ¿te acuerdas de la parábola del hijo prodigo? Afirmo con la cabeza, era lo que Simón necesitaba escuchar para que su corazón atrofiado y enfermo de tanto odiar recuperara su salud. ¿Sabes?, perdonó, repartió perdón a manos llenas, a su hijo, a su mujer y también pidió perdón, con esa acción dios le otorgo por lo que tanto espero, el descanso, el descanso del perdón.

Al día siguiente, recibo una llamada desde el hospital, Don Simón ya descansaba, nuevamente apuro el paso, pues debo realizar los trámites que corresponden y preparar el velatorio, por supuesto que no se noto pobreza, las flores esparcían su aroma en todo el salón.

Ha pasado mucho tiempo, años desde ese entonces, mi vida ha sido de miel y de agraz y cuando la aflicción toca mi puerta, viene a mi memoria la risa de Don Simón y ahora soy yo la que da las gracias desde el alma.

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EL DESTINO DE UN PISQUERO

Por PUEBLINA

C

orría como el año 1929, cuando el rechinar de las ruedas del tren que llegaba a la estación de Pueblo Hundido, más conocida como La Calera chica.

Hacía que muchos hombres y familias llegaran en busca de los nuevos horizontes, como trabajo y asentamiento en esta reciente localidad. Entre estos pasajeros venia del sur, Rafael Veliz, acompañado solamente por su pequeña maleta de cuero, venia en búsqueda de riquezas a esta zona, ya que se hablaba mucho de el bienestar de la zona, especialmente de Potrerillos, el joven apuesto de sombrero de ala ancha, denotaba su cansancio por el viaje, su fatiga lo llevo a pasar por las tradicionales cazueleras, de la estación de ferrocarriles, y a la vez consultando por alojamiento. Admiró el paisaje desolado de los cerros, en camino sus pasos por las calles polvorientas al Hotel Nacional, ubicado en calle Juan Martínez, pleno centro comercial del pueblo.

Una vez ubicado contó a otros pasajeros sus sueños y que a la vez también venían en busca de los mismo, en su conversación unos mineros lo invitan a trabajar a unas minas de cobre, pero el poco dinero que se ganaba, lo hizo más soñador y ambicioso, esto lo llevo a hacerse de otras amistades de mala reputación, hombres como el guatón Bartolo, el Brito y el Salomón, contándoles lo que quería obtener idearon contrabandear pisco de Pueblo Hundido a Potrerillos, por medio de carretas tiradas por mulas en la inmensidad y la oscuridad de la pampa, este sería su oficio junto a su gran amigo el guatón Bartolo, oficio que lo llevo a ser poderoso y líder de la banda pisquera, sin importarles destruir todo lo que en su paso encontraran, robar y asaltar a sus amigos y enemigos, todo por el vil dinero que soñaba tener.

Así Rafael Veliz, llego a tramar, las más oscuras maldades, por su peligrosa ambición.

Una noche cuando llevaba su contrabando junto a él Guatón Bartolo, estas desbarrancaron en la cuesta de potrerillos, fue tan grande su ira que de un movimiento veloz acertó una puñalada en el corazón del guatón Bartolo, su mejor amigo, casi hermano, que sin mediar amistad ni cariño, ni mucho menos arrepentimiento, lo dejo botado en la soledad del camino.

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Ya acostumbrado al dinero y a la opulencia, no tan solo visitaba prostíbulos, casa de remoliendas clandestinas, si no que era el dueño de las mujeres más lindas que caían rendidas a sus pies, por el fácil dinero q regalaba, pero pobre la que se negaba, bastaba con un corte en la mejilla con su puñal de oro, para marcarlas de por vida, por no acceder a su lujuriosos caprichos, era tan malo y poderoso que en sus viajes al sur del país, traía jóvenes hermosas, que engañaba y las enamoraba y las vendía a las casas de la noche, más bien dicho a prostíbulos y burdeles que hacían furor junto a la música y el alcohol.

Hombre bandolero, pero machote, dueño de la noche del pueblo, que muchas veces nadie sabía que sufriría en silencio por su soledad, con los bolsillos llenos de dinero y sus pagos con relucientes pepillas de oro, quiso comprar una casa de remolienda clandestina, cuya dueña era la famosa Isolina, que por sobrenombre le decían la Negra Michea, mujer de hermoso cabello negro ondulado, de un bonito y atractivo físico que llamaba la atención de todos los hombres. La orgullosa mujer no quiso aceptar su dinero, haciéndole difícil no tan solo la compra, sino también su vida, ya que por primera vez, este contrabandista pisquero, conoce el amor y seducción real de esta cadenciosa mujer.

Su capricho lo encaminaba esta fiestera, incluso dejando botado sus propios clandestinos, solamente para contemplarla y verla cada noche a la luz de las lámparas que alumbraban sobre las mesas del burdel.

Siguiendo su maldad cada vez ganaba más dinero, como de costumbre y de mala manera, obteniendo todos sus deseos, incluso llegando a ser el rey poderoso como en lo económico y en el ambiente nocturno junto a sus secuaces, siendo capaz de los más horrendos crímenes, sus grandes manos lucían hermosos anillos de oro, fueron mutilando a hombres y compañeros de juego, que trataba de detenerlo en este pueblo, donde se creía dueño hasta de la ley, pueblo creciente sin policía, ni orden, lo hacía más peligroso, incluso haciendo tratos con su contrabando con los más pudientes de la zona, ya que contrabandeaban los licores más finos y caros, como los de aquella marca Mitjans, cuyo precio era tan elevados, ya que eran licores especiales, como gin, coñac, whisky, cinzano y la famosa menta que los adinerados solamente podía adquirir.

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Un día después de tramitar sus negocios clandestinos, venia de vuelta de Potrerillos en el tren de las doce y frente a él estaba sentada la mujer de sus sueños, la negra Michea, quien iba a creer que andaban en lo mismo, curioso destino los unía en este viaje, trato de hablarle y ser amable, pero ella con su silencio y su mirada entre ojo lo hacía tiritar de pies a cabeza, ya que su corazón parecía arrancarse del pecho, pero esa rebeldía de mujer que se creía importante, lo hacía imponente ante ese amor verdadero, que por primera vez sentía a pesar del ser malvado que era, a la llegada a la estación de Pueblo Hundido, ambos se separaron sin decir absolutamente nada en el medio del bullicio de la locomotora y los gritos de las cazueleras, tomando diferentes caminos.

Su obsesión con la negra Michea se hizo tan real, que cada noche frecuentaba su burdel para ver a su deseada mujer, pero para su sorpresa ella tenía su amante, el cual la acompañaba en su oficio, despechado y herido por lo observado, lleno de ira se dirigió hacia él, matándolo de un certero balazo, sin mediar palabra alguna. Quien le iba a creer que este contrabandista pisquero le iba a doler tanto el alma, a pesar de todo lo que poseía y que a la vez de sobraba.

En su silencioso luto, la negra Michea juro venganza y se decía así misma, “todo tendrás, pero nunca mi corazón”, la negra empezó a demostrar una sínica amabilidad, llevándola poco a poco a acercarse a él, pero las noches oscuras y largas del invierno de este pueblo, no lo hacía compartir su lecho. La música y el baile de las prostitutas esclavas de la noche no satisfacían al bandolero de ojos verdes y sombrero de ala ancha, que todo lo que él decía lo tenia de buena o mala manera.

Inteligentemente la Isolina, le demostró su cariño a pesar de su gran dolor, pero a la vez el contrabandista se sentía muy feliz, porque por fin tenía todo lo soñado, dinero, negocios, la mitad del pueblo y su gran amor, que lo hacía feliz creyéndolo el señor del poder, ya que cada mujer que trabajaba en la noche , el era dueño de cada paso que daba, pero su apreciado tesoro era esa mujer que fue la única en robarle su corazón, y toda su vida.

Una noche una cualquiera quiso matar a su negra, pero el rápido bandolero no lo permitió y con un puñal en mano, mato ala imprudente mujer, quien quiso hacerse dueña de su amor, amor comprometido de la mujer más envidiada de las lujuriosas y pecaminosas noches de Pueblo Hundido.

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Al paso del tiempo la dicha y la felicidad de él , los hacía más fuerte y poderoso en todo ámbito, pero el corazón de la negra tenia dueño , su amante inolvidable difunto, tanto así que la tristeza y la rabia la hacían enloquecer de pena, pero a la vez con su pasión habilidosa envolvía a aquel delincuente pisquero que en plena ley seca contrabandeaba el horrible tesoro que los borrachos de la zona adquirían, pese a todo una tarde de primavera un matrimonio se llevaba afecto en la casa de remolienda más famosa del pueblo, la bulla ensordecedora de la música y el jolgorio de las mujeres, hombres asistentes hicieron la dicha más grande de este hombre enamorado que nunca pensó en tener lo que había soñado especial mente a su hermosa deseada mujer, esperando en tener hijos y por fin una gran familia, entre los brindis de licores más finos, observaba a su negra elegante y fina vestida con su hermoso traje blanco, pero bastó un vaso de pisco que el mismo contrabandeaba junto a sus cómplices lo hizo caer en una trampa mortal, un pisco venenoso del cual él se jactaba de disfrutar lo hizo caer a los pies de quien con una sonrisa malévola rezo por última vez “todo tendrá, pero nunca mi corazón” así el dolorde algunos participantes , especialmente de los delincuentes amigos, se hizo notar en aquella remolienda.

Junto a unas pocas coronas y flores lo acompañaron en su velorio, escasas personas, borrachos y delincuentes junto a el llanto de las pecadoras mujeres hacían creer el de un verdadero dolor. Al atardecer del día siguiente y el chinar de las ruedas del tren de la estación de Pueblo Hundido, partía su cuerpo con su pequeña maleta de cuero, Rafael Veliz, el hombre apuesto se sombrero de ala ancha, viajaba de vuelta rumbo al sur, solamente con eso , no con lo que había soñado, con riquezas y fortunas, mientras el tren partía solo lo despidió la negra Michea, en su adiós de un Pueblo Hundido, una vez tranquila de a ver vengado a su verdadero amor, se sentó al costado de la estación a disfrutar de una rica y sabrosa cazuela , pensando que realmente , que ni la fortuna del pisquero, fue dueña de su corazón.

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EL MUCHACHITO La Vida De Un Pueblino

Por MR. WASHINGTON

N

o sabía cómo comenzar esta historia del muchachito, busque palabra tras palabra tras palabrear sin hallar como conversar, así que comenzare esta narración como

el padre de él.

Después del terremoto de Vallenar ocurrido en 1922 y después de quedar sin nada, con cuatro hijos y una esposa emigraron hasta Pueblo Hundido.

Don Jacinto Rojas, viajando en tren y dejando todo atrás llega a un pueblo que en ese tiempo tenía tres estaciones de trenes, el ferrocarril del norte, el ferrocarril del sur y el ferrocarril estatal, con un oficio de mecánico y una familia por alimentar y en búsqueda de bienestar, decide trabajar en minería con Don Belarmiño Fuentes.

Llegó viviendo en carpas hasta después de hacerse su casa, hasta afirmar la situación económica.

Con dos hijas y dos hijos, Carmen y Lola, Callo y Raúl, Carmen no resistió una enfermedad y falleció. Eran tiempos duros en aquellos días, pero la vida recompensa a los esfuerzos de Don Jacinto. Comenzó a tener una pequeña fortuna, que con gran inteligencia pudo tener al poco tiempo, obteniendo terreno para su casa y algunas herramientas. Trabajando de minero y haciéndose conocido de mecánico, comenzó a construir su casa y se hizo de un camión, empezó hacer sus propios fletes en la Sierra; Santa Inés Chica, Mina Vieja, El Hueso y otros. Se hizo de muchos amigos de los cuales fueron los collas, pueblo indígena de esos tiempos. Luego llegan más hijos, uno de ellos es Don Veto, quien nació en el pueblo, otros tres fallecieron.

Comienzan con el acarreo de la leña, la cual era sacada de la cordillerano cual era cortada por los collas y él se encargaba de trasladar a diferentes sectores de la zona. Ya con los dos primeros hijos grandes les enseñaba a conducir y comienza con su propia empresa de transportes

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Don Jacinto se compra otro camión ya que uno era suficiente para tantos pedidos y sus hijos con experiencia en el transporte, se dedica a su taller siendo el único en la zona construyendo con sus propias manos herramientas, entre algunas fueron; una grúa mecánica para retirar motores de los vehículos de aquellos tiempos, una embobinadora, un torno y una fragua que se utilizaba para el tratamiento de fierro.

Ya todo esto habían nacido, Iris, Nelly y muchachito el concho de la familia, Muchachito gozando de todos los privilegios que en esos tiempos se podía tener, bueno a todo esto Don Jacinto tenía su genio, el caballero luego de pasar noches bohemias y beber varios tragos cambiaba su personalidad, sacando lo más perverso de su genio y después de escuchar algunos relatos lo cual uno de esto fue que Don Jacinto tenía un arma, la cual era un rifle que usaba para asustara las personas y otras veces para abatirse a disparos con carabineros , los cuales ahuyentaba desde la casa.

Luego ya con una empresa formada y muchachito en la escuela N°4 y después de algunos años, Don Jacinto con su conocimiento de electromecánica se hace a cargo del primer motor eléctrico para la iluminación del pueblo. Los horarios de iluminación de ese entonces eran desde las 18 hrs hasta las 23 hrs.

Don Jacinto con una vida bohemia y en su arranque de locura, apagaba el generador y dejaba al pueblo sin luz el fin de semana cuando todos estaban de fiesta, Las personas le reclamaban don Jacinto ¿Que paso con la luz? Y él decía ¡ se descompuso y no lo voy a arreglar a esta hora por que ya es muy tarde y mas encima estamos por apagarlo así que no molesten mas ¡ Bueno luego de un tiempo un engranaje del motor eléctrico se rompe. El engranaje estaba en el extranjero y se demoraría entre 6 a 8 meses en llegar y la gente q estaba a cargo le dijo a don Jacinto que no hay nada más que hacer lo sentimos.

Pero don Jacinto no se dio por vencido, se levanta un día y se pone a buscar materia y con su experiencia construye el engranaje dañado en menos de una semana usando solamente la fragua, el torno y su habilidad en la mecánica.

Luego instala y arma el motor eléctrico y lo hace funcionar en menos de 15 días. Avisa a la gente de Chañaral el cual no podía creer que una persona con tan pocos recursos construyera un engranaje que ni en Chile estaba. Luego al cabo de 8 meses llego el engranaje el cual no lo cambio ya que el otro todavía funcionaba bien, pasado el tiempo y de una vida de esfuerzo comienza a deteriorar su salud y fallece el año 1958 producto de un paro cardiaco.

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Bueno como en toda familia cuando se sufre la perdida del pilar que es el padre, cae todo lo construido por el, con la división de los hermanos mayores y con una economía ya rota comienza la aventura de Muchachito.

Ya con todas las cosas que tenia don Jacinto, herramientas y demás vendidas, mas los hermanos divididos y sin tener a veces que comer , se va a casa de su hermana a ya en Chañaral, dejando los estudios y llegando hasta 6° básico que en estos tiempos seria 8° básico. En Chañaral se pone a trabajar en el día de cajero en un salón de pool y en la noche de ayudante en el cine.

Muchachito antes que falleciera su padre, juega a la pelota en la selección de Pueblo Hundido, jugaba como arquero le decían “chimenea con yoque” Era un perico chico, flaco y más encima fumaba a corta edad. Luego de un partido que lo habían invitado unas personas más adultas, ya que era muy bueno recibió un pelotazo a corta distancia de un jugador que estaba picado por no poder batirlo, el cual lo golpeo en la cara dejándolo inconsciente, durante el resto del partido no jugó más.

Muchachito antes que falleciera su padre, juga a la pelota en la selección de Pueblo Hundido, jugaba como arquero le decían “chimenea con yoque” Era un perico chico, flaco y más encima fumaba a corta edad. Luego de un partido que lo habían invitado unas personas más adultas, ya que era muy bueno recibió un pelotazo a corta distancia de un jugador q estaba picado por no poder batirlo, el cual lo golpeo en la cara dejándolo inconsciente, durante el resto del partido no jugó más.

Bueno el dinero que se hacia lo mandaba a su madre que estaba en pueblo hundido, ya que a su corta edad tuvo que hacerse cargo de su familia, que en ese instante constaba con Nelly, Iris, y su madre. Después de un tiempo Muchachito regresa y comienza a trabajar en la leña con una persona que no recuerda el nombre y le explicare por qué. En unos de esos viajes el conductor con quien el andaba realiza una mala maniobra perdiendo el control, sufriendo un terrible accidente , teniendo consecuencias graves para Muchachito, el cual sale disparado del camión golpeándose con el parabrisas y cayendo a unos metros del camión. Muchachito sufre varias contusiones, pero la más grave se encontraba en su frente la cual tenía una abertura que ni lo imaginas.

Bueno en ese tiempo no habían hospitales, existían los practicantes y uno de ellos era Don Juan Leyton quien lo asistió medicamente en aquellos días.

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Al cabo del tiempo, Muchachito se recupero y comenzó a aprender a conducir y se puso a trabajar en unos de los camiones que tenia la familia , todavía realizando fletes de ripio y agua.

Muchachito cumplió la mayoría de edad y tuvo q cumplir con sus servicios militares en 1965, ingresa al regimiento de telecomunicaciones en Antofagasta donde desarrolla su personalidad y madures. Termina su deber militar y regresa con mejoras, mira su habilidad mecánica ya que el camión se descomponía habitualmente. El en uno de esos fletes bajando por calle Montandon mira y se encuentra con una niña de no más de 15 años y fue como amor a primera vista, después de ese momento Muchachito la siguió buscando y el que la sigue la consigue.

Aquella niña había llegado de la oficina Chile en donde había nacido la hija de Don Juan y Doña Adela, viajando en tren desde el norte cuando era muy pequeña a la edad de 8 años aproximadamente con 10 hermanos mas, Don Juan trabajaba en la salitrera ya nombrada luego lo que llego comenzó a trabajar en el manto en 1961 aproximadamente. Doña Adela se dedicaba a la casa y hacer dulces para la venta cuando llegaba el tren, en la salitrera se criaron jugando entre las ollas y los desmontes que quedaban abandonados, doña Adela tuvo más hijos en total un total de 22, no todos sobrevivieron, algunos de los vivos son, la Guatona, la Nilsa, el Rubio, el Tarzan, el Israel bueno no recuerdo más nombres, esos eran algunos de los nombres y seudónimos.

Bueno aquella niña de 1.54 de cabellera larga y negra hermosa y radiante en esos tiempos de familia religiosa pero ella era picara, aun cuando no lo reconozca, bueno sigamos con la historia.

Muchachito y aquella niña decidieron juntarse pese a todos los obstáculos que tuvieron en ese momento, comenzaron viviendo en casa de Muchachito, ella se lleva bien con la madre de él. Bueno esta pareja comenzaron a trabajar juntos en los fletes de ripio, ya que ella estaba embarazada y tenía que trabajar para comer. Luego algunos problemas empezaron a comenzar entre la hermana de muchachito y en ese tiempo juntos habían levantado una pieza de 3x3 en un terreno que muchachito había pedido, decidieron irse a vivir sin muchas comodidades pero felices.

Al tiempo Muchachito conoce a Don Custodio Berenguela , dueño de los buses el cobre, los cuales corrían de potrerillos hasta Combarbala, el cual lo va a buscar a la casa por haber escuchando que un joven era buen conductor y mecánico , le hizo una prueba y quedo al tiro como chofer de los famoso microbuses.

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De primero la gente reclamaba ¡no será muy jovencito el chofer! y Don Custodio les decía vean primero y después opinen. Muchachito acostumbrado y criado en cacharros no le costó acostumbrarse a las micros ya que para él era un lujo subirse.

Al cabo de un tiempo la gente estaba acostumbrada a Muchachito que cuando él no estaba, los pasajeros preguntaban por él.

Muchachito fue bien querido por Don Custodio, que un día conversando le dijo: Muchachito elije con cual micro te quedas y Muchachito le dijo - ¡No después don Custodio, yo así estoy bien no se preocupe!

Al cabo del tiempo don Custodio berenguela fallese.

Muchachito renunció y se fue a trabajar a Inca Bus como mecánico ya en ese tiempo tenía tres hijos, dos de los cuales nacieron en Pueblo Hundido y una niña en Chañaral, luego llegaron más hijos, una niña y dos niños mas, los cuales nacieron en El Salvador ya que en ese tiempo por ser contratista de Codelco tenía algunos beneficios.

Bueno en una de las historias de Muchachito cuenta que después del Golpe de Estado y el siendo buen mecánico de Carabineros, lleva la patrulla la cual era tipo camioneta llamada popularmente “la juanita”, bueno se la llevan por un desperfecto mecánico el cual Muchachito encuentra. A todo esto mientras la reparaba comenzó a beber unas pilsener, luego llega carabineros y le pregunta cómo está la patrulla y el dice que está casi lista.

-Gracias maestro le puedo pedir otro favor, -¿Cual será?

-¿La puede llevar hasta Llanta?

Muchachito dice - no hay problema.

Bueno a todo esto y con algunas copas demás bajan la patrulla y su compañero jugaba con la sirena.

Bueno muchachito pensó: “lo voy a asustar en la curva antes de bajar” así que acelero, pero calculo mal, pasando de largo chocando con las barreras. Se le paso hasta la curadera que llevaba, así que revisaron la camioneta y devuelta a El Salvador, estuvieron toda la noche, hasta el otro día arreglándola, por eso si bebe no conduzca jajajaja.

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Bueno ya muchachito con una familia y 6 hijos compro una camioneta, con la cual salía con su familia de vacaciones, algunas de esas partes fue a Andacollo, las piscinas que en ese tiempo no la conocía nadie, después de un tiempo quedó sin trabajo y se puso a trabajar en la leñ, la cual en esos tiempo la vendía a panaderías y a vecinos.

En uno de esos viajes a la cordillera, andaba con su esposa y cuñado, venían bajando y quedando parado a mitad de un cruce de línea ferrea, el no se preocupa total dijo, el tren por acá no pasa, estaba con niebla y derrepente se escucha un claxon y los tres dicen - ¡el tren! - y la camioneta se había detenido y no arrancaba, Muchachito le dice a su esposa - tu maneja y yo con el rubio pechamos la camioneta - con casi una tonelada de leña, ni la movían y de repente arranca la camioneta, la sacan y pasa el tren, no la podían creer, el susto que habían pasado.

Después del tiempo vende la camioneta y se compra un camión año 66 viejo y todo, desarmado él dice - voy a reparar - y su esposa le dice - ¡compras puras cochinadas¡ bueno, el lo repara y sigue viajando a la cordillera sacando leña, no le iba mal pero no era para toda la vida. Al cabo del tiempo llega a la casa de unos empresarios de la zona quienes le ofrecen trabajo en su empresa como mecánico. Trabajando prácticamente 26 años de su vida y después de casi 40 años fumando y una vida bohemia sufre un infarto cerebral, por lo que queda con secuelas de memoria y mal de parquinson. Le cuesta asumir que el ya no era el mismo.

Bueno después de haber hecho un recorrido por esta historia que fue la vida de mi padre, me quedo con un consejo que me dejo “hijo tuviste la dicha de tener a tu padre al cual yo no tuve, espero lo que yo te he entregado sea suficiente y si he cometido errores, nadie nace sabiendo cómo ser padre, yo no lo tuve espero haberlo hecho bien” Ese relato se lo dedicó a el que con su aventura y su historia me inspiro y a esa persona que fue uno de los primeros pioneros, de los hijos de Pueblo Hundido y en este cuento recordado.

Dedicado a todos aquellos, los hijos, padres, abuelos de este pueblo, que al igual que yo tienen su historia.

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EL PROMESANTE

“A los pueblinos que antes de viajar por el socavón de la muerte, regaron con sangre y sudor estas tierras calcinantes, dando vida a un vergel preñado de hombres y mujeres de esfuerzo”

U

na mano transpirada, maloliente y callosa me levanto el mentón, el penetrante olor a sudor y enjundia de gallina me hizo recobrar la consciencia, después de

algunos minutos y aun luchando contra los brazos de los que ya viven en el reino de la muerte, logre reencontrarme con el mundo de los vivos.

Frente a mí, la mano inmisericorde del desierto, el hambre y la soledad dibujaron una crueldad infinita, el rostro de una mujer casi esquelética, cuyos ojos parecían a ver traspasado hacia mucho tiempo el umbral de la muerte. Sin embargo, me sonrió, me lleno el espíritu de esa ternura que solo acompaña a la hembra del norte, yo pude detrás de esa piorrea intratable que mostraba encías cual volcanes en erupción y por cuyas laderas se deslizaba diminutos ríos de pus y sarro, un gusto de bondad genuina, casi maternal.

“Ya ta gueno hijo ¡salgase de la procesión!, todos aquí queremos ver a la virgencita y pagamos las mandas prometidas, pero uté de ayer que ha recorrido el pueblo e rodillas, si hasta de lejos se puede ver sus huesitos ensangrentados, ya no sé quien e ute ni diadonde viene pero eta gueno ya pus cabro, etoi segura que la patrona le va a hablar de ute al señor, esa muestra de fe no la tiene nadie pues ño. Tome un poquito e agua, tómela de a poquito que le puede dar la lipiria, como a los caballos”.

Sabía que la mujer tenía razón, habían sido muchas horas de arrastrarme, por las calles pedregosas de Pueblo Hundido. Un ejército de cuchillos pétreos me arrancaba la carne, los hijos del polvo entraban y salían de mis llagas, el viento recorría los cerros invitando la escoria milenaria a formar parte de los que me hacían sufrir. Y hasta el sol, mi buen sol, apuntaba sus flechas templadas en la fotosfera directamente a mis heridas, todo aquello, toda aquella confabulación los hacía felices, era la venganza anhelada, tanto odio atesorado, tanta comprensiva sed de justicia Doña, le dije susurrando con gran esfuerzo, tratando que mis palabras no perdieran cuerpo ni sentido al mezclarse con el vomito que salía de mi boca, yo debo seguir, debo continuar, debo terminar lo que empecé, a eso vine y debo hacerlo..

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Parecía que mis palabras de moribundo, pero granítica convicción ilumina la mirada de aquella mujer, sus ojos brillaron cual granate de bohemia sacado del corazón de la tierra, por allá en chimberos. ¡”ta bien mi niño! ¡ta bien! Ute sabe lo que hace, yo voy a etar ojo al charqui por siaca, hay etan llevando a la virgen, ¡sígala!, ¡sígala!. Tome hijo llevese esta botellita de agua y valla echándosela en las rodillas, es de matico niño, es de matico, lo mejor que hay”.

Y así proseguí mi procesión, de rodillas, como se presentan los humildes, regando cada grano de tierra con mi sangre, mojando el viento con mi sudor, mirando de frente al sol abrasador, habitué por siempre de Pueblo Hundido, Retumban sobre mis sienes los incompases de un bombo, pitos y trompetas si sentido que buscan asemejarse a alguna melodía, miro a lo lejos y solo veo cerros, solo cerros, siempre sin despertar de siestas milenarias, siempre silentes.

Hasta insufribles, sin saber, sin ni siquiera sospechar, que mientras Morfeo los acariciaba, muchas manos sigilosas, descaradas han transformado gran parte de sus cuerpos en un trozo de papel verde con una pirámide en su lado izquierdo, cuyo ojo en su interior busca saciarse de la gente humilde.

Y aquí voy yo, arrastrándome como gusano, quejándome como criatura mal pariendo, la verdad es que hace un instante, mi sufrimiento era mayor.

La voz, la mirada, la compasión de esa mujer ha llenado de energía este cuerpo lacerado, me detengo un instante, la recuerdo, la re imagino y la veo hermosa, todo ella es hermoso, hay mujer, seguramente tu creador no malgasto el tiempo en cosas superficiales banales, de tanto y único valor para nosotros, los seres humanos, decididamente, el creador compilo todo su talento y majestuidad para esculpir algo que perdurara todo el tiempo del tiempo y luego de consumar su obra la envió hacia mí para volverme a la vida, hoy hace un instante, recién ay mujer que bella eres.

A pesar de ser divinidades las que artesanaron esta mujer, ella es hija de hombre, es hija de mujer, en consecuencia se equivoca, se ha equivocado más de lo que su tiempo de vida le permite y se seguirá equivocando, de hecho algo, que lo ha hecho conmigo, ha dicho que el cielo es testigo de mi fe, por la virgen del Carmen, pero yo no creo en esa divinidad de hecho, lo que más detesto es lo relacionado con la fe mariana. Es otro sentido de lo que yo hago, mi fe descansa en otros intereses, yo estoy en este suelo del norte, Pueblo Hundido, Diego de Almeyda, Diego de Almagro o como se llame

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para limpirar o apagar las tropelías, pendencias y crímenes de mi padre, me lo pidió mi vieja, ella dice que los sacrificios de esta manda compensaran dolores antiguos y el alma de mi padre podrá al fin descansar en paz. Si por mi fuera, esa alma debería estar eternamente en el limbo, sin embargo la pobre vieja me lo ha pedido y lo hare ¡claro que lo haré!

León es mi apellido, porque león era el suyo, Carlos le llamaba sus cercanos y Carlos me llamaba mi madre. Las mujeres tienden a que sus hijos y me refiero al primer hijo lleven el nombre de su padre y el hombre acepta porque es el sentir de la mujer.

Todo encamina muy bien siempre y cuando marche sin sobresaltos, de no ser así, el nombre molesta a todos, a la madre, porque le recuerda un fracaso amoroso, ella evita pronunciarlo, porque al nuevo amante le parece que el marido está en casa. Y bueno yo me llamo como mi padre y no me molesta por las razones anteriores dadas, el estigma hizo de mi vida su hogar, porque mi taita trunco la vida de gente buena de este pueblo, Sesgo futuros de ideales nobles, ataca y humillo, valiéndose de su poder físico y económico, engrandecido su fortuna engañando y estafando a empresarios menores como el turco jure, persiguió a las cabronas con sus sequíos de prostitutas, por negarse a favores económicos y otra índole y bajo apercibimiento por el mismo desde las sombras, tuvieron que rearmar sus burdeles en una calle al norte del pueblo, todo apadrinado por mi padre, aun cuando él era su cliente preferente. Se sentía dichoso cuando sus amigos de la delegación cobraban multa por $ 40 por incumplir tal normativa, parte de ese dinero era para el, robo un centenar de bultos de casimir desde la pulpería y cometió cientos de tropelías cuando era palanquero del longitudinal, se comprometió a hacer llegar a Pueblo Hundido 10.000 durmientes en el vapor “general Prieto” y nunca llegaron, el hombre amigo mío, era el que la llevaba en este pueblo. Hacía y deshacía, intocable, inatacable ante cualquier problema, su amigo Felidor Palma, juez del depto. Era su fianza y gran defensor.

Estas situaciones, arbitrariedades y uso de poder se han dado y se darán siempre en el mundo de la raza humana, en consecuencia, yo no estaría aquí por esas razones, si no simplemente por petición de mi madre. Ella es de una de esas mujeres antiguas que aman una vez en la vida, y ese amar dura por toda la existencia, aun cuando su hombre era lo más parecido a la figura del demonio, tan bien descrita en textos religiosos y bueno ella determino que yo, su hijo Carlos León formara parte de alguna cofradía, que rindiera devoción a la virgen, para limpiar los pecados cometidos por mi progenitor, y eso hare.

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He dedicado mi vida al campo, también me hice experto geriatra, he dedicado el tiempo a compartir y ayudar a los senescentes, he estudiado mucho, no he tenido problemas económicos para cancelar mis estudios, mi padre dejo el dinero para eso, no obstante ese dinero siempre ha olido a minero explotado, a gente pobre, huele a pueblito humillado, a fabricante de grasa, a saldero de cuero.

Tengo la palabra y razón para asegurarle a la Zuna ( porque Zulinda se llama), pero ella contra razona y me dice, para mí y usted hijo la memoria de su padre es sagrada, tienes que ser como él , yo la miro, no digo nada, busco un rincón, el más solitario de la casona y fumo y fumo en silencio.

El me puso aquí y aquí voy yo, arrastrándome mis rodillas, desvaneciéndome por momentos, tomo agua y sigo el resto de sangra que me queda se desliza por las piedras, se me nubla la mente, voy a caer, voy a caer, voy a caer , mi mente viaja como un rayo en el tiempo y de pronto me veo niño otra vez, es septiembre, hace frio, estoy comprando dulces en la peluquería de la mina Alaska, me dice el pulpero saca dos grandes y uno chico, yo saque tres y tres y Salí corriendo, de repente alguien me toma y me lleva por el aire, me abraza, me besa y me dice dale un beso a tu mamá, la nueva reina septembrina, la eligieron la flor más bella de esta primavera, ahora vamos Pueblo Hundido para la celebración, vaya a buscar a su hermano, yo salgo corriendo hacia la casa cuando escucho la voz de Zunilda que me dice, guarde en su chaleco la botellita de agua café que esta sobre la mesa, es agua de matico si se caen, agua de matico, es lo mejor que hay.

Una voz estridente, cual filoso cuchillo cerceno aquellos recuerdos y me trajo de vuelta a la realidad, era el párroco del pueblo, quien valiéndose de un megáfono triplificaba el volumen de sus palabras, dándole ex profeso, distintos poseedores de fonéticas tan propio del lenguaje de los ángeles.

Mi antipatía hacia los hombres de sotana, se minimizo cuando manos al cielo daba por concluida la procesión, m llene de gozo, ¡había cumplido!, ¡si.. había cumplido!

Aun estaba con vida, mi cuerpo estaba colmado de heridas, mi cansancio era extremo, pero nada que una buena botella de mayorca no pudiera remediar, no sé si todo lo que he hecho rescatara a mi padre del infierno mismo, no lo sé, de lo que estoy realmente seguro es que una viejecilla me abrazara y podre ver nuevamente esa hermosa sonrisa de reina, como en tiempos de antaño, allá en el norte en la mina Alaska en chimberos, en Pueblo Hundido.

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EL TESORO

Por NAHUEL ELOY

U

n poco más lejos del ruido…

Juan izo la vista cansada. La paseo por la desnudez arrobadora de los cerros ca-

llados, magníficos estos, en los brotes del color de su piel acanalada por azotes de todo tipo.

Las herramientas en ristre, prestas a fraguarse a tesón y golpes con el punto escogido para enterrar su tesoro: Un saco harinero ahitó de sus valías contenedor omnisciente del historial de su esfuerzo.

Uno tras otro el certero remezón de la tierra. Cavidad que se rinde al acero viejo de la picota y ante los hombros anchos de la pala mango de roble. Abertura que se tragara los empates de la vida con esta vida hecha de sol a sol y un poco mucho de luna.

Juan saco el pañuelo enmugrecido y en su zona mas lisa seco el sudor caliente que le negaba el sosiego.

El hoyo debe ser profundo para que no lo vaya a horadar algún animalejo del desierto… “un hoyo que llegue a la cochinchina” para que los que quisieran buscarlo tuviesen una tarea difícil… un hoyo que se corra unos metros cuando un fulano ande cerca…

Sentado al borde de su abismo culminado. El estomago hormigueo molesto. Todo era suficiente… el sombrero de lona blanca manchado de vino tinto echado hacia delante cubría el brillo de sus ojos atizados por los recuerdos.

Las manos vibrando sin descanso. Aun en el reposo sobre las huesudas rodillas, tiraban hacia atrás la tela de sus viejos pantalones, las puntas de sus pies miraban hacia abajo al igual que su barbilla siempre al borde de la mudez definitiva.

Juan velo en silencio su tesoro. Lo despidió como se despide al que ha sido importante en el tiempo… sin lágrimas, sin oraciones ni ruegos. Convencido del bien venir.

La primera palada de tierra para desandar lo andado sonó como suena la tierra cuando cubre las raíces de los arboles… ¡Y claro! Su tesoro era algo como eso… un árbol, en pleno desierto baldío, con un elemental natural disfrazado de pájaro, de piedra o

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de lagarto, que sería su duende, su gnomo, el celador eterno de este tesoro… acaso alguna vez por una lluvia fortuita la punta de un arco iris alcance con un beso colorido la tumba de su “cofre” harinero.

El pueblo como siempre retozaba por la tarde satisfecho del almuerzo. Una modorra cavilosa relacionaba las sombras de las casas con el estadio amable de los juguetes enterrados. El viento seguía portando limos, para acunarlos en alguna parte, refinando un carácter. ¡Mira el loco Juan viene de vuelta!

Loco le llamaban por que todo solitario se le asigna un desden… La muralla de su casa blanqueada de cal atacada por la punta de un clavo oxidado evidencia de su mote ganado apenas un mes llegado a estas tierras secas y amplias.

El apodo lo gano en el Cairo, populoso y concurrido chinchel, una noche como muchas donde los mineros combaten el polvo de los pulmones con buenas jarras de vino.

Hombres rudos. De palabras duras como las palmas de sus manos curtidas por su relación indisoluble con las herramientas. Hombres de cerro enamorados inconscientes de la esperanza. Despreciadores decididos del destino, hombres de acero endulzados solo por las caderas de estas mujeres dispuestas al contacto que no requiere amores ni palabras… El vino vuela en una noche siempre corta que prolonga su espíritu, solo en los más fuertes, en los capaces de seguir “luchando” con la tierra por más días de lo que el hígado quisiera.

En un rincón del barullo, agazapado, como en todas las visiones quietas que dé él se tenían, el loco Juan jugaba con su vaso pequeño: el anular izquierdo y el pulgar derecho hacían girar el cristal y su contenido como un mar bravío soltaba sus tonos rosáceos y botaba bocanadas de su aroma acido.

Una garganta acostumbrada a soportar esta cascada amarga sonaba sin embargo, en quejido cuando el juego llegaba a la unión de las bocas.

Juan al compás de su melancolía deposito el vaso vacio sobre la mesa pintada de verde agua. Esquivo la cabeza del clavo que asomaba en un extremo y con el dedo pequeño presiono el recuerdo.

-La mente cuando quiere puede sacarnos volando de cualquier parte… Todos estos de fiesta y yo pensando en ellos, en los míos, en los que perdí en esa noche maldita del invierno… si tan solo hubiese llegado más temprano yo hubiese sabido que hacer ante la crecida del Rio Huatulame… nos hubiésemos amarrado al eucalipto del patio

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y no nos hubiese movido ni el ala de un ángel de ese abrazo… El recuerdo me persigue… me atormenta… quiere algo de mí.

Fue entonces que “Agol” el demonio del alcohol tomo su cabeza mal herida y en un acto de mal la estrello una y otra vez fuertemente contra la cercana muralla… Esto lo dijo un hermano evangélico que por casualidad se hallaba en el lugar… Pronto ante la sorpresa de todos Juan se puso de pie y con los ojos rojos de ira dio con unas extrañas palabras: ¡Fantasma insomne… Elucubrador de averno o paraíso… Castigador en halo de espejos ataviados por desazones o redescubrimientos… Mano de fantasma sobre pelo de fantasma! … Era como si efectivamente le hablara a una persona en frente suyo… ¡pobre hombre! La insania siempre llega al mal alimentado…

Juan retorno a su asiento con la cabeza más gacha que de costumbre. Poso su mejilla derecha sobre la mesa adornada por su jarro y su vaso salpicado, cerró los ojos y solo los abrió cuando escucho su nombre…! Juan, Juan ya es hora de cerrar… Váyase a su casa!... “su casa”… un montón de palos apilados con un muro de adobe para adornarlo con una puerta… Unas latas viejas como techo y el piso, de tierra como la tierra de los cerros… “su casa”… mas no su hogar.

Ya voy Piñones no se preocupe… y parsimonioso como sacerdote en pulpito. Juan tomo su paleto azul marino y con pasos de niño llego hasta la puerta… ¡chao loco Juan! Le soltó en carcajadas que animaron a otras un parroquiano con aspecto infantil pero con cuerpo de gigante… Juan le sonrió, un pensamiento extraño se le alojo en la nuca: debo hablar con ellos, deben saber lo que he hecho…

-El loco tiene enterrado un montón de oro…

- ¿y como sabis voh?

-Es que cuando lo vi el otro día le pregunte que andaba haciendo porque venia tapao e tierra…

Miii me vai a decir que te contesto… si ese loco no habla con nadie.

-Si se paro enfrente mío y mirándome como chivato ganoso me dijo “fui a enterrar un tesoro” y siguió caminando con la cabeza metía entre los hombros… ¿y voh viste de donde venia?

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-Del otro lao de los rieles…

Como un rio caudaloso la noticia lleno el caserío.

Como nunca el loco Juan fue el foco de las miradas y de los murmullos y las conversaciones en voz alta siempre rozaron su solitaria persona. Los más osados e irrespetuosos jóvenes, se permitían a los gritos pedirle que les dijiera “donde estaba el entierro”… se fraguaron planes como el de mandarle a la boca roja para que en una copula gratuita le arrancara el mapa del tesoro… ¡NADA! Su celibato era profundo.

El respeto por la memoria era algo que le habían enseñado sus padres, sobre todo cuando el recuerdo punza como lanza embravecida en el corazón viejo y meditabundo.

El agua le refresco el rostro adormilado. El tambor para el aseo pareció estar más frio que de costumbre. Era extraño. En primavera las latas se calientan al punto de ser casi intocables.

Sentado en su camastro de madera Juan escuchaba la campana de iris en su anuncio de agua que se alejaba poco a poco. Con una lentitud que la pereza le envidiaría. Se puso de pie y ante el pequeño espejo vio su rostro moreno surcado por los cincuenta y ocho años que lo señalaban. Sus ojos de castaña quemada quedaron fijos en el pellejo que colgaba de su barbilla… si me dejara la barba no se me notarían tanto las arrugas… ¡qué importa! La Rosalva me querría igual con mis colgajos… Una tibia sonrisa mostro sus dientes amarillentos atacados de nicotina. Sus labios amoratados de vino susurraron una melodía.

El sol como siempre parecía rabioso de brillo. Sus bocanadas ardientes parecían apuntar justo al asentamiento. Las cuecas y las tonadas recordaban el afán del día: Fiesta patria día de la independencia… los preparativos del desfile se tomaban la calle con ahinco. Las casas de los ferroviarios con puntura nueva aportaban a la usanza del engalanamiento.

La contadora de historias lo conminaba a cambiarse la corbata que no jugaba en lo más mínimo con la camisa elegida para la fiesta. A las festividades patrias había que ir con el mejor atuendo y en consonancia alegre con los panderos que suenan tan bonito.

El estruendo de las bandas ya se notaba cuando ella se lanzo otra vez a la carga.

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-Yo tengo un primo que dirige la banda de una escuela de Copiapó… linda la orquesta… cuando tocan la canción nacional la gente se emociona tanto.

-Hola Daisy ¿Cómo esta?... ¿se fijo en los bomberos?... tienen vestimenta nueva…

-Yo tengo un sobrino que es capitán de bomberos allá en salamanca… tienen unos trajes negros con botones dorados que cuando se los ponen con unos pantalones blancos se ven tan lindos.

El brillo en sus ojos indicaba que estaban viendo esos trajes en su trance ensoñado en su desdoblamiento viajero que superaba los deslindes de los cerros. Tomo aire, continuo…

-- Mi sobrino una vez se metió en una casa que ardía como el infierno y saco a una guagua de ocho meses ganándose el aplauso de todo su pueblo… A mi sobrino lo quieren tanto…

Daisy… ¿vio los canarios nueves que llegaron a la tienda del chino?...

-Mi abuelita siempre criaba pajaritos… le gustaba escucharlos cantar cuando ella se tomaba sus mates… a mi me regalo una pareja… pero yo los deje volar porque verlos encerrados me daba tanta pena.

Juan silente como el oasis de chañares. La observaba en su cualidad parlante y no dejaba de notar que su espíritu soñador seguramente llenaba los vacios de su alma con estos asaltos de palabras., La fiesta como de costumbre se emborracho de alegría y en el escozor del fin. Los pensamientos afloraron.

Otra vez el dolor impertinente. Que no sabe de festejos ni de compañías.

Nuevamente la angustia que le hace cruzar los brazos como buscando el escape por el ombligo… mamita tira del cordón… yo me acurruco y tú me jalas otra vez a los brazos.

Le escucho decir a Juan el hermano evangélico que por su casualidad pasaba por el frente de su casa y lo vio de espaldas sobre el viejo neumático de camión que criaba un joven aromo en su hueco llenado con tierra de hojas.

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La noche le apuro las recurrencias de las sombras. Acostumbradas estas a hermanarse con la pena de algunos pensamientos. Apenas combatidas con la vela parsimoniosa, habitante del cajón manzanero contenedor de sus bototos entierrados desconocedores absolutos del betún y la escobilla.

Arrodillado como tantas veces con el mazo en la caverna silenciosa. Cateando el compromiso del cerro en su intercambio de espíritu. Los ojos clavados en algún punto del alma. Pensó entonces en sus padres. Antiguos habitantes del paraíso.

El tenía catorce años cuando primero su taita “entrego las herramientas” y cerró sus ojos ahítos de vida con una paz que aun lo sobrecogía.

Después su santa madre. Un mes apenas aguanto la pena y agarrándose de una pata de su viejo pancho. Agarro vuelo sin antes, por última vez, arreglarle el pelo con saliva.

Arrodillado callado y manso. Niño con las manos vencidas de tierra. Sintió la bruma húmeda que anunciaba amaneceres. ¡Estoy listo! Musito… la carga es la precisa… ¡El loco se dinamito… el loco Juan se mato!

En el centro de la cancha de futbol. En esa cancha que vibraba cuando el longino aullaba de paso. En esa cancha donde el pueblo se agrupaba alegre a apoyar colores hermanados por afinidades de todo tipo. En esa cancha el loco Juan se prendió dos velas en el estomago y desperdigo su alma en el refresco de Pueblo Hundido.

De nada valió la cercanía con la posta y de la carrera de Walter, el practicante, hasta el lugar preciso donde el hombre con su cigarro a medio terminar encendió la corta mecha y negó cualquier arrepentimiento.

-Este gallo dejo un tesoro grande esño… dicen que es un baúl de dos metros por dos metros llenito de pepitas de oro…

-Yo escuche que eran quince demajuanas llenas de pepas grandes…

-Yo escuche que era una maleta grande llena de billetes y monedas de los pagos…

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- Yo lo vi muchas veces rumbeando como para Chañaral… se me ocurre que lo enterró apegao al rio… no cre, la borra se lo hubiese llevado en una crecida… yo siempre lo veía caminando pal frente de la mina tres gracias… Tai loco cabro chico palla penan las animas… pero yo lo vi varias veces y de noche sobretodo… Tai soñando penaca…

Ni que hubiese sido el coluo ese gallo.

Pasaron muchos años y en todos ellos la leyenda del tesoro del loco Juan fue transmitida oralmente. Se transformo en una verdad condimentada según el paso del tiempo con sus nuevos ámbitos.

Los avatares inmediatamente posteriores a la muerte del suicida. Indican un desenfreno incontenible en pos del hallazgo del secreto de su escondrijo… se hablo de cavernas subterráneas, de arboles demarcatorios, de conteos de pasos. Se menciono a testigos compañeros de pala en el evento. Se insinuó que la contadora de historias sabía toda porque era la única persona con la que se comunicaba. Se dijo que un par de duendes se encargaban de correr el tesoro cuando un fulano andaba cerca… decían que la tierra sonaba cuando esto ocurría y que el miedo impedía racionalizar la dirección que el entierro tomaba… hubo uno que dijo que vio cuando el entierro paso debajo de él y no se atrevió a voltear la cabeza para ver donde paraba.

La contadora de historias dijo que ella no sabía nada pero que tenía un primo en Guatemala que había enterrado un tesoro muy grande.

Benito convocaba al razonamiento. Juan que había llegado del “sur” siempre a pesar de los decires. Fue un hombre prudente… no por hablar poco vamos a tildar a un hermano de insano… además esas conjeturas de tesoros no venían al caso cuando el jamás dio muestras de opulencia ni ostento nunca respecto a sus poruñadas… estoy de acuerdo dijo don Yayo en cuanto a la persona de Juan. Pero por qué vamos a poner en duda lo que dijo Audilio que le dijo el hombre… Claro sentencio Egidio para que iba a inventar algo como eso… yo mismo lo he visto al Audilio volver más traspirado que mulo de pisquero cuando vuelve de la búsqueda por la pampa.

El pueblo no razonaba. Cada día durante años, numerosos pueblinos saltaban las barreras ferroviarias y se internaba en el descampado. Coloreando el paisaje de azuleos, amarilleos y preferentemente de tonos rojizos que a la lontananza parecían llamaradas salidas del suelo. Se esmeraban en una frenética y muchas veces incoherente carrera por el hallazgo. “a este tesoro lo cuida el cola e flecha”… nunca se va a encontrar esa merca…

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El pueblo después de mucho retorno a su calma añosa.

Volvió a la santa paciencia de sus tardes calurosas. Al predicar encendido de los conversos y arrepentidos. Al puerta a puerta de la fe acalorada. Al apretón de manos dominguero en ritual de natural sanación. A la saliva medicinante sobre las rasmilladura futbolística. A la libreta del almacén chino, en su eterno saldo de confianza.

Volvió al andar consuetudinario del hombre de la tarde que cuando deje de pasar romperán recién los años de tibieza de la monotonía.

En las filas del agua se recordaba frecuentemente la historia del loco que enterró un tesoro en el desierto.

El turno era largo asi que había tiempo para enterarse… sobre todo si algún niño del otrora enfrentaba en el presente avatares propios de los garantes de otros. Los más viejos y de buena memoria lanzaban la primeria piedra… -Y que no se halla encontrado nunca el cofre del loco Juan ah¿Así se llamaba el hombre… usted lo conocía?... Si… y como casi todos nosotros venia de la cuarta región cambiando la echona por el mazo y la poruña… a mi, mi papa me dijo que tuvo una china… No, nunca… el era amigo de una mujer a la que le decíamos la contadora de historias… Ella todavía está viva. ¿Si?... ¿ Y cómo se llama ella… Donde vive?... Vive en la once de marzo… se llama Daisy.

-Una monedita patroncita por el amor de Dios…

Tome, pero cómase algo no se la tome toda.

-Gracias patroncita… ¡ahhhh suspiro de pato para usted!

-Este viejo es muy re lacho se hace el leso no mas… el Popeye es más tranquilo y respetuoso… pero si el suspiro e pato no le hace daño a nadie… Además no tiene muy buen gusto… Una risotada colectiva en la fila calurosa coronaba un intercambio familiar y amable.

-¿Ya se va patroncita?... ¿Por qué no espera el taxi del segura? Creo que como en dos horas más pasa… ¡JA! Lo otro es esperar la carreta y los burros de don Dulio…

-¡Pesado… me voy donde Raulito el costurero!

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El caserío desde los años del entierro había crecido notoriamente. Frente a la cancha de futbol se habían instalado los galpones de los Inca-Bus. Una flota de buses local que habían prosperado en la zona norte a propósito de la demanda creciente por venir a probar suerte a estas tierras nortinas que ofrecían esperanzas mayores de mejoramiento económico.

A pesar de todo, el carácter de amistad primaba por sobre todo mal habito que prontamente era detectado y castigado con la temible e inocente ley del hielo.

Muchos sucumbían a ella. Entendian que la soledad en el silencio del desierto puede hacer pasar un mal rato hasta el mas duro de los futres. Otros los malitos de cuna simplemente eran atrapados por sus propios actos y en consonancia con sus opciones tenían la vida que elegian.

No me tranque la pelota pos amigo… si le digo que el loco era mi tio… Dejeme entrar a la casa para revisar esos cuadernos… - Otro mas - rezongaba Cacilio. Ya van como cincuenta sobrinos del loco Juan y todos con distintos apellidos.

Desde que el había decidido volver a vivir a esa casa que le arrendara veinte y cinco años atrás al infortunado muchos habían golpeado esa puerta diciendo que tenían un parentesco con el orate. Todo porque se había filtrado el hecho de que Juan había dejado en ella una maleta repleta de cuadernos que la gente decía contenían pistas para encontrar el tesoro… ¡no, no, no, no, no y no! Entientan que de ser cierto eso yo ya hubiese iniciado una búsqueda documentada y en diez y nueve años nunca he ido para la pampa a buscar nada.

A pesar de esto el pueblo no entendía, desconfiaba. No pocas veces sorprendió a niños pequeños tratando de entrar solapadamente a su casa, seguramente mandados por adultos cobardes y ambiciosos. Su esposa Eduvigis le decía que tenia que hacer algo, denuenciar las molestias en Chañaral, acudir a carabineros.

Por su salud mental Cecilio tomo una drástica decisión. Citando a todos los interesados hizo una quema publica de todas las pertencias de Juan “el loco que enterro un tesoro en algún lugar del desierto al otro lado de los rieles” -Estas cosas que quemo frente a ustedes eran solo cuadernos de poemas. El pobre hombre era un loco que aparte de hacer entierros escribia poesías. Por favor no me molesten más. En mi casa ya no queda nada de este señor. Lamento hacer esto pero necesitamos vivir en paz.

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La pira ardió unos 10 minutos y marcos un joven grande de buen corazón se apuro en rescatar un pequeño trozo de papel amarillento que salto de la hoguera y ayudado por un puñado de tierra detuvo la ondulación de la llama. Puso ante sus ojos el papel rescatado del averno y lo leyó “La muerte no existe… somos semillas eternas en tierras eternas. El tiempo no existe… somos del instante infinito el eterno presente”.

El buen gigante guardo el papel en el bolsillo de su camisa con una extraña sensación de hallazgo. Apuro sus trancos largos y abrazo a su madre apenas esta le abrió la puerta de la casa. ¿Qué le pasa mi niño? No me diga que está enamorado… ¿Alguna niña linda me está robando este corazón de oro? El, simplemente la miraba con la serenidad que este desierto le había enseñado.

El tejado cargado de juguetes viejos, salpicado de maderitas de algo invisibiliza el desdén. Oculta el desperdicio de los propios ojos.

Hoy somos más consumidores que antes… tenemos más opciones y en una artificiosa sensualidad nos creemos felices sin sentirlo.

Cien palabras al menos separan el presente del pasado. Un revolar de gorriones alrededor del árbol nuevo lleva la huida de los niños traviesos hacia el parnaso risueño de los ángeles traviesos: La alegría.

Cien palabras desde la gesta, desde la voz primera, desde la fundación. Cien palabras para entender las primeras penas. Cargar los primeros féretros e inaugurar el cementerio.

Una vía dolorosa nace, se hace. Se acostumbra a las miradas caídas. Se parapeta de cerro para que no se vuelen nuestros muertos. Las flores de papel los tarros de leche convertidos en floreros para claveles, hermanados con verdores de cartulinas y papel lustre. Se parapetan también el viento con alambres delgados y amables.

Cien palabras enamoradas de la luna encantando el crecimiento del cabello con la magia selenita… Luna llena, alma nueva. Accesos de orientaciones patológicas negadas por el doctor galeno mas proclive a la invisible luna nueva.

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Cien palabras para contrarrestar la impersonalidad del dinero con su rostro de lata.

Aun se fían los viejos hombres de los viejos hombres. De aquella historia nacida en los tatarahabitantes traspasada en la trashumante plaza que se alimenta de las palabras… ¡Estaba claro! El par de hojas que le habían caído en la cara un día que venía desde los cerros verdosos los había escrito el loco Juan… pero… ¿sería esa la zona del entierro? El viento en la pampa revolotea a su antojo y parte para donde quiere…

Marcos decidió ir esa tarde para aquella zona…

Si Don Lalo. Nosotros nos conocimos en caldera y el veintiuno de mayo del año dos mil yo llege a este pueblo… bueno me recibieron con desfile cosa que es de buen augurio… usted ha sido muy amable de confiar en nosotros y no se preocupe, que no lo voy a defraudar….

Sergio había llegado sin su familia a trabajar con un amigo en un negocio en el centro de Diego de Almagro. El seria el responsable de las ventas y la administración total del negocio. El amigo seria el encargado de traer la mercadería desde la capital de manera tan frecuente como la demanda de los clientes lo indicara. Todo resulto muy bien desde el principio y la ocupación constante permitió una rápida adaptación a este pueblo de carácter amable y sosegado.

Don Rene, antiguo habitante, amable hasta la molestia insistía en que debía traerse pronto a su esposa Angelina y a sus dos pequeños hijos: Andrés de seis años y Francisca de dos. Por que vivir solo en el desierto es un cuco viejo gancho…

Pronto cuando hubo de consolidarse un poco el negocio y las condiciones se dieron para arrendar una casa Sergio se trajo a los suyos. Habitaron primero en una casa de dos pisos en la calle Ohiggins en pleno centro cívico de la ciudad, casi al frente del edificio de la municipalidad. A Angelina le costó mucho adaptarse… acostumbrada al clima húmedo de su pueblo costero el sofoco y la ausencia total de conocidos la hizo llorar mas de una vez queriendo volverse a la casa paterna. La tozudez de Sergio inhabilito la idea… habían venido para formarse como familia y a tratar de mejorar económicamente como muchos antecesores.

Los años pasaron y la calle Lastarria casi al final de su garganta les dio un espacio un poco mas amplio que el anterior. Al ver que ya definitivamente se quedarían por estos lares Sergio se integro a un comité pro vivienda llamado manto tres gracias. Todo tuvo un buen derrotero. Fueron beneficiados como familia con una de las

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pequeñas casas que a precio de regalo el municipio y el gobierno de turno patrocinaban.

El espacio propio era muy pequeño así que no podían cambiarse de inmediato. Primero tenían que ampliar.

En un rápido trazado Sergio ideo el escenario ideal para sus particularidades. Esto significaba edificar prácticamente todo el terreno dejando un pequeño patio para colgar la ropa del lavado.

Ya mi campeón… Vamos a hacer una zanja profunda para que se no se nos vaya a caer la construcción… ¿Qué tan profunda papito?... que lo tape a usted… que se le vea el puro remolino.

Con la alegría del que trabaja en lo “propio”, los hombres de la casa pusieron muchas ganas en el asunto. Papito al final ¿de dónde somos nosotros?... ¿De dónde venimos?... mi mamita dice que nosotros somos pájaros raros en este sitio… hijo cuando a uno se le pregunta que de dónde vienes. Una buena respuesta seria: Del paso anterior… es que somos de tantas partes… del cielo y del infierno… y el viento, digo yo, el viento nos lleva a su antojo por los tumbos inmanejables de la vida. ¡Papa mira… aquí hay algo!

El pequeño Andres con los ojos y el corazón desbocados de emoción señalaba un bulto blanquecino que se asomaba de entre la excavación… ¡Mama mira ven a ver lo que encontramos!... Angelina y Francisca corrieron a la algazara y en rápida decisión tomaron buen palco… a ver hijo. Hay que sacar la tierra con cuidado, dijo Sergio, no menos asombrado que su nombre niño que le cedía el honor del desentierro.

Poco a poco… a ratos con las manos y hasta con la pala y el balde de juguete de la playa fue enfrentada la tarea. Pronto. Ya Mostraba su cara un saco viejo…harinero según la letra roja aun impresa que aunque macilada permitía ver perfectamente el nombre del productor: “molino collico” rezaba la cara de este costal que mostraba a simple vista ser detentor de algo.

La tierra. Húmeda de encierro hacia notorio su perfume de lluvias atrapadas. Como un chispazo extraño, Sergio pensó que el de ayer al igual que él, dejo caer su sudor sobre el cumulo de remociones… unitotalidad… alguna vez volveremos al polvo cavilo.

Ya el saco estaba totalmente al descubierto y al contrario de su apariencia, levantarlo no mereció gran esfuerzo.

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El pequeño Andrés entonces lo recibió sin dificultad y aceptando la ayuda de su hermana. Situaron el trofeo bajo la mirada expectante de Angelina.

Un silencio cómplice le dio al momento una significancia familiar que apuro los corazones de los niños que agitados como gorriones en vuelo saturaron sus oídos de un tamborileo que no perdió el tono hasta que Sergio dijo: Lo que halla dentro de este saco debe haber estado ahí por mucho tiempo… viene del ayer… debe de cargar una historia que hay que respetar.

Un cuadro. De aquellos retratos pintados con excelencia por artistas voluntariosos y que con maestría ofrecían una alternativa a la onerosas fotografías en blanco y negro del otrora. En el, tres personas. Un varón una mujer y un niño.

Dos cuadernos de hojas amarillentas y tapa plomiza que dejaba ver el nombre y la caligrafia de su dueño… una botella vacía de vino con diez pepitas de oro para pagarle a los duendes el buen oficio de la cautela según decía una nota secundaria.

Un par de pañuelos blancos doblados en cinco partes y en su interior un papel cuadriculado escrito por lado y lado hasta el ultimo reglón.

El resto trapos y hojas de diario para cubrir y salvaguardar los elementos principales del entierro.

Abrazados y conmovidos, todos ingresaron a la casa buscando el sosiego necesario para enfrentar la lectura necesaria… Sergio lo hizo en voz alta.

“La pena me trajo en su montura dura hasta este pueblo lejano domador de cerros.

Me trajo convencido que en el silencio habita el olvido… que en el pique mas profundo, en la obscuridad antojada esta el sosiego. Me hizo creer que con baños de luna mi alma cerraría su sangría dolorosa… que sin remedio a golpes lentos el viento, renovaría mi cara torturada y el sol convertiría mis manos en creadoras de esperanzas…

Me engaño la pena por pena. Con amargura callada me transformo en su paladín cabizbajo. El pueblo me tildo de insano… no lo culpo. Cualquiera que en un lugar de fiesta grita sus palabras dolorosas, lo merece… Mi mutismo tiene que ver con que casi todas mis palabras se fueron en los oídos de mi mujer y de mi angelito el día que el rio me los arrebato con su rugido impertinente…

Sé que en este lugar donde he depositado mis valores… En este lugar solitario, alejado de las tenues luminarias del poblado. Donde hoy en silencio tiene tono de viento y donde las bocas de la luna juegan con la tierra cuando en la noche pierden

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la brasa que el día ha azuzado. Donde el solo amarillo fustiga al terrón adormecido y lo vuelve casi piedra. Donde el frio se ensaña con los cerros y atemoriza a los lagartos… habrá mañana ruidos y luces, puertas y ventanas. Habrá niños jugando.

Seguramente ya no todos sabrán el nombre del otro pero se verán mas de alguna vez en el lugar donde nosotros los del ayer hemos construidos las veredas tranquilas por donde los hombres pueden rumbear a tranco satisfecho a sus casas. Seguramente el llamado del agua aglutinara eternamente a los habitantes confiados de la matriz de la vida, la matria original heredada por nuestros originarios ancestros. Marcada con la sutileza de la tinta vegetal sobre la roca.

Los cerros verdosos testigos diagonales de mi punto de entierro. El manto dominante con su cabeza levantada se guardaron mi secreto. El pueblo busco oro y como en el sino de las religiones busco fuera de sí mismo lo que la naturaleza le ha dotado muy adentro”. “oiga gancho dicen que encontraron el tesoro del loco Juan… ¿y donde seria? Creo que lo tenía enterrado detrás del cementerio el badulaque… ¿y quién fue el que lo encontró? Dicen que una señora que vive en la población los héroes… Vamos a echar una sapeadita.

Sergio que había escuchado la conversación partió detrás de los dos hombres y muy pronto se dio cuenta que eran muchos los diegoalmagrinos que iban en la misma dirección deseosos de saber de una vez de que se trataba el bendito tesoro.

Ya al cruzar el puente aledaño al club deportivo social y cultural “Manuel Antonio Matta” la cantidad de personas era enorme. Niños, jóvenes, adultos y ancianos presurosos enfilaron hacia el extremo de la población.

Al llegar, ya una cantidad importante de individuos se amontonaba frente a una puerta… Oiga don oto ¿Quién vive en esta casa?

Allí vive la contadora de historias gancho… ella conoció al loquito…

Sergio al escuchar el dialogo de estos viejos habitantes. En la certeza de su hallazgo no podía entender lo que se traía entre manos esta mujer que por la cercanía que tuvo con el legendario Juan debería entender un poco siquiera la inspiración del viejo conocido.

De pronto una anciana mujer con un paso tan lento como lo aprendemos. Se paro frente a la multitud… Era ella. Parecía venir caminando directamente del pasado acaso recién conversada con Juan en una tarde de mates.

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¡Dinos Daisy! ¡cual era el tesoro… Muéstranos la mercancía que el loco dejo guardada! ¿Estaba detrás del cementerio? ¿Era un baúl grande? ¿Eran pepitas de oro? ¿Era una maleta con billetes y monedas? ¡NO! No estaba detrás del cementerio… estaba dentro del cementerio. Precisamente en la jardinera de su tumba de tierra… ¿Cómo? Eso es muy pequeño… estas mintiendo otra vez… La turba comenzó a inquietarse y profiriendo algunos insultos conmino a la mujer a mostrar su hallazgo.

Esta, alzando la mano mostro un papel amarillento. Sergio recordó enseguida los cuadernos del saco… La contadora de historias abrió el papel y antes de ponerlo frente a sus ojos. Busco entre la multitud la mirada del nuevo habitante y observándolo fijamente recito.

EL TESORO SON USTEDES… Un murmullo molesto le movió los cabellos a la anciana al tiempo que ella concretaba: Eso es lo que cada uno de los nuestros que fundaron la vida en este, nuestro pueblo nos dejaron. Un tesoro. Un montón de oro brillando en nuestras pieles asoleadas. Y en nuestras calles viejas. Un montón de juegos infantiles llenando de risas las cavernas mineras con el recuerdo. Nos dejaron el saludo, el respeto por el otro. La preocupación por la ausencia en las escuelas. Nos enseñaron la labor que hoy nos convoca…

No perdamos la memoria… decía el papel por el otro lado… sin memoria no hay presente.

Poco a poco la gente en silencio empezó a retirarse… ¡Vamos pele! ¡Vamos pulga!

Jóvenes nerviosos e incansables

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-No creo que sea cierto… pa mi que tiene guardadito el oro… Yo no entendí ni jota…

La calle volvió a la calma habitual y por la tarde alguien dijo: ¡El entierro del loco Juan debe estar detrás del internado!

Algunas miradas prendieron brillo, otras, bajaron la cabeza y la guardia.

Sergio sorprendido y maravillado decidió nunca decir lo que había encontrado. Tomo la decisión que seguramente el buen joven descubrió hace años… De pronto tuvo la certeza de que no estaba solo. El viento le golpeo la cara. Se supo un duende celador de tesoros.

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EL VOLCAN DE PUEBLO HUNDIDO

Por GUALY

N

ada, no sentí nada. Solo un zumbido sordo, que como yo, iba de pequeño a grande. Pensé que estaba soñando, pero sentía el olor a tierra y a quemazón, eran

tan reales. Entre que quería abrir los ojos y no, porque todo era raro y en una de esas, la había embarrado. Al fin, no fue la valentía lo que me alentó a sobreponerme, abrir los ojos y levantarme. Más bien la curiosidad y quizás, si se puede en un niño de diez años, el morbo.

Lentamente abrí los ojos pero no alcance a ver nada. Pura tierra. Era un tierral como aquellos a los que estábamos acostumbrados en el pueblo. Pero ese olor, ese olor, lo podía identificar, pero poco me acordaba, había más olor a quemado que otra cosa.

Decidí levantarme. No lo hice de un salto, porque me dolía todo como si me hubieran dado una buena zurra con correa y todo. Pero no. Estaba donde los Cuellar, en ese patio-casucha que tenían de hogar.

Me mire, parecía un empolvado de esos que mi abuelo traía en su camión cuando tenía viajes al sur, me dio risa al pensarlo, yo, un empolvado, y con esa sonrisa marcada en mi rostro comencé a sacudirme, era tonto, pero la risa no se me iba y mientras más me sacudía mas me reía, ya no era una pura mueca, eran chillidos y después carcajadas. Andaba confundido pero muerto de la risa y entre carcajada y carcajada, de pronto creí escuchar un quejido, después otro, y otro y otro. De pronto como si hubiese visto al diablo comencé a buscar a mis amigos, ya se me había afinado el oído y el zumbido era más leve. Se me estaban despejando las ideas y obviamente la que habíamos tenido segundos antes no había sido la mejor.

Ocho genios en su más brillante apogeo repartidos por todo el patio de los Cuellar, en la calle de atrás, la jotabeche. Uno a uno los fui encontrando, unos tirados por aquí, otros por allá, otros entre las jabas de cerveza que quizás a modo de trofeo guardaba fielmente el papa del clan Cuellar, un borracho empedernido que ni cuenta se daba de lo que pasaba a su alrededor.

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Sorpresa era la palabra, porque mientras los iba hallando, los encontraba tal cual si estuviéramos en guerra, con la ropa quemada, una que otra astilla enterrada, y si me hubiesen preguntado en ese rato, yo estaba seguro que iba a encontrar a algún par de camaradas baleados o muertos. Mientras lo pensaba… La sorpresa se iba transformando en susto y algo de frustración. Los sobrevivientes no encontrábamos al “Peteco” y ya estábamos seguros que andaba con nosotros.

En una de esas se escucho un ¡¡Ayyyyyy!!! De ultratumba, y guiados por el sonido partimos en su búsqueda, se nos retorció todo al ver al pobrecito, sin cejas, pestañas y su típico copete de limón… desaparecido. El huevón lloraba y en eso entro el pánico grupal y todos, toditos nos pusimos a llorar. Pero no hubo tiempo, a lo lejos, pero cada vez más cerca se escuchaban los gritos de la mama del “Pateco”. El sonido había sido tan estrepitoso que habíamos alertado a la cuadra entera, así que sin más ni más, nos pegamos una sacudida, cubrimos (los que podíamos) nuestras heridas de guerra y nos esparcimos. Todo como un ejército bien preparado para huir y dispersarse en caso de peligro. En segundos, el patio de los Cuellar estaba sin indicios de vida, y lo subrayo, porque el que se quedo, que fue el “Peteco”, para gusto de todos, estaba medio muerto, y las bajas, en la guerra, hay que dejarlas atrás. Mientras corríamos a las madrigueras bases, nuestras casas, a mi me pareció escuchar a lo lejos a la señora Amelia gritando ¡Asesinos!, ¡Asesinos!, pero no me detuve a comprobarlo, solo entre a mi casa petrificado y me escondí debajo de mi cama, mi trinchera, para que se pasara el susto y preparar sarta de mentiras que le inventaría a mi madre para seguir siendo su hijito, el “Calambrito” que todos conocían.

Todo había comenzado al menos una hora antes, en una de nuestras diarias aventuras.

En la mañana habíamos ido al río a sortear, como cada día la “borra”, que cual alfombra de arena de decatlón , dejábamos marcados nuestros saltos, cada cual más peligroso y largo, y digo peligroso, porque si en una de esas andabas en tu día malo, perdías el equilibrio y ¡plaf!, chapuzón, lo que en realidad, en otro lugar, quizás en el sur, no era nada, era agua, pero aquí, en Pueblo Hundido, era una amalgama de sal, concentrado de cobre, y desperdicios. Todo ello, el conjunto perfecto para que en la casa te recibieran con una buena felicitación de correazos, un buen baño de agua helada, a la cama y sin comer, como un verdadero preso de guerra. ¡Mmfff!.

Adorábamos el peligro, cosas de hombres, o más bien, de niños.

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Estaba también el típico juego de escupir mas lejos, y el del meado, el que habíamos ido perfeccionando, y en el río, en los lugares donde la borra estaba suave, era facilísimo ver quien de todos los contrincantes meaba más lejos. Estábamos entretenidos, y para demostrar la valentía, comenzamos a saltar lado a lado del rio. El ganados. El que sorteaba la parte más ancha.

Siempre nos ganaba el “Loco Tito”, el matón infaltable en cualquier grupo de amigos.

Ya habíamos saltado todos, yo como nunca, iba punteando, me había mandado un rajazo de esos que me salían pocos y en verdad ya me sentía ganador, pero claro, ninguno daba a conocer su opinión porque faltaba el Tito. Como no quería parecer maricón y lógico, quería ganar como siempre, eligió una parte anchísima insalvable para cualquiera de nosotros, pero como era “Loco”, en una de esas le salía.

Observó la distancia…retrocedió…lento…lento, como si supiera cuantos pasos necesitaba para quedar indemne en el otro lado. Cuatro. Los conté, fueron cuatro pasos los que dio antes de correr a toda velocidad dando un grito de guerra… fue como verlo en cámara lenta. En el aire, seguía moviendo los pies y brazos, como dándose impulso con el viento… todos le vimos al otro lado, y si, llego, pero al borde y en segundos se tambaleo hacia delante, hacia atrás, hacia delante, hacia atrás, hacia delante y ¡paf!, sin más ni más cayó estrepitosamente en la borra, fue increíblemente ridículo e hilarante, pero antes que cualquiera soltara la carcajada se levanto de un salto, y con la mano en alto y apuntándonos uno por uno dijo - al que se ríe le saco la cresta - . Glup, sonrisas tragadas. No nos quedo más que ir a la copa de agua y bañar al huevón para sacarle la borra y evitar los cariñitos de casa.

Tiramos piedras un rato, mientras el “Tito” se secaba. Después, cruzamos la estación y para pasar el mal rato, decidimos comprar algún dulce donde el “Chino”. El chino Marco. Según decía mi abuela, había llegado desde la mismísima china, era chino de verdad, bueno, eso quedaba en evidencia con solo tratar de descifrar lo que decía, cualquiera se daba cuenta, además y seguramente, en China eran millonarios, pues tenía su tienda de abastos con todo lo imaginable y también inimaginable, la tienda más grande de ese tipo en el pueblo, aceite por litro o menos, de esos tambores grandes con la rara maquinita que entregaba el liquido viscoso, carne, cerveza, cigarrillos, dulces y tantas otras cosas.

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Yo a veces dudaba de su procedencia, hasta que un día me devolví a la casa leyendo la boleta, lo primero que decía era Kam Shun Wong Kau, o algo así, cuando llegue a la casa le pregunte a mi mama que significaba, y me dijo que ese era el verdadero nombre del chino y que se lo había cambiado, porque en el pueblo nadie lo podía pronuncia como correspondía.

En eso estábamos, comiéndonos los dulces de en la esquina de su negocio, por la calle Juan Martínez que era el lugar obligado para ponerse a conversar de cualquier cosa y con quien fuera. Nos quedamos riendo y discutiendo quien era el mejor, quien había ganado las competencias, nos reímos esta vez sí del Tito que nos miraba de reojo, y pensábamos que haríamos después de almuerzo.

El “Caballo Loco” vio la caja de carburo que tenía el chino marco en su tienda de abarrotes. Bajaron las risas y nuestra conversación a boca de jarro fue acallándose poco a poco, aquietándose hasta convertirse en un cuchicheo. Al “Pateco” se le había ocurrido algo serio… de jerarquía. Teníamos que robarle el carburo al ”chino”. Total, al Marco no se le iba una, era requetecontra apretado nunca daba un dulce de mas y pese a que fiaba, no se fiaba, porque en su libreta tenia estampadas las firmas de cada uno de los habitantes del pueblo, pueblo que vivía del mineral esquivo para las familias mineras y las cazuelas que se ofrecían en el tren, que a pesar de ser buen negocio, y solicitadas por los pasajeros, fueran al norte o al sur, les llamaba despectivamente “cazuelas de jote”.

Afinamos nuestro plan, debía hacerse mientras estuviera distraído como tendero, o en sus eternos juegos de cartas con los conocidos, quienes le pagaban las apuestas con dinero y con los cuales el sellaba sus deudas con chocolates y si era mucho, con una cajita de vino. Para mayor distracción nos dividiríamos y mientras unos se robaban la bolsa de cabro, los otros se asegurarían de entretenerlo. Nada podía salir mal, nuestro plan era… Un plan perfecto.

Cuando se dieron las cosas, y sin pensarlo dos veces le robamos una bolsa enterita. Ni cuenta se dio de nuestro plan, el que ejecutamos con sagacidad de lince por compromiso con la misión y claro, mientras estaba distraído anotando en una libreta a uno de sus clientes las compras de la quincena.

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Nos sentamos afuera de las latas de los Cuellar con nuestro botín, comentando nuestra gran hazaña. Habíamos hecho leso al menos leso, y habíamos salido librados. Sentados y muertos de la risa medio nerviosa que teníamos, se nos fue yendo la adrenalina que nos mantenía inquietos, y comenzamos a pensar que haríamos con tal bien ganado botín.

No nos habíamos dado cuenta, pero de pronto sentimos ese olor agradable que nos envolvía. Ese olor amargo y fuerte que caracteriza al carburo. Parecía una bolsa de harina, pero todos conocíamos el producto, nuestros padres trabajaban en minas y a mas de alguno de tarde en vez nos mandaban a comprarlo. Era atrayente, a mi me encantaba el olor y siempre me ofrecía para ir a buscarlo.

Todos queríamos tener la bolsa, así es que la compartimos, la íbamos pasando de mano en mano, algunos metían el dedo, otros la apretaban, era nuestra, y porque no, ganada con honor.

Así fue hasta que el “Pata de Monja” tuvo la bolsa, porque en un leve descuido y un solo movimiento el “Mono” se la arrebato y se puso de pie.

-Ya cabros, vamos, hagamos una cosa- dijo. Nadie pregunto nada y le seguimos todos en fila india, cual si fuera el capitán de nuestra guerrilla, y claro, aparte, porque todos estábamos curiosos, queríamos saber que cresta se le había ocurrido.

El “Mono” nos guió hasta dentro de la propiedad de los Cuellar, si así se le podía llamar al montón de latas que nos escondían. Una vez dentro de la propiedad, este agarro la bolsa, acumulo su contenido en el piso y comenzó a horadar en el centro, grato fue nuestro asombro al ver que armo un verdadero volcán, un volcán de carburo.

Nos gusto su idea, pero le faltaba algo. Comenzamos entonces a tirarle desde lejos el maíz que tenia la gente de la casa para alimentar a las gallinas, un tipo de rayuela a lo niño. Lo hicimos hasta que el aburrimiento nos dejo medio atontados, entonces decidimos limpiar nuestro volcán sacando las semillas. Indicación inequívoca de que verdaderamente estábamos aburridos.

Fue entonces cuando al “Guatón” se le alumbro la ampolleta, mientras estábamos sentados cerca del carburo, sin más, se abrió el marrueco y orino dentro del macizo, borboteo inmediato, el sonido entretenido de las burbujas, además del olor amargo y fuerte nos parecieron atractivos.

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En segundos todo el resto de la pandilla estábamos en ronda meando con ganas la copa de nuestro volcán. Todo entre risas y carcajadas que solo la pura inocencia infantil puede explicar. Era entretenida esa suerte de proceso químico que provocaban nuestros meados, tanto así, que para extender la algarabía y frenar un tanto el alboroto nos ordenamos y decidimos ir meando de a uno y de a poco para poder seguir disfrutando el borboteo, el olor y el humo, que hacía de ese montón de carburo un verdadero volcán. Nuestro propio volcán.

El carburo borboteaba y borboteaba, y entre meado y meado su olor se hacía más penetrante. Nos entretenía todo aquello, y más aun, el humo que se esparcía por el lugar entre voluta y voluta para después desaparecer. Todo era mágico para todos nosotros, y claro está, para cualquier niño de diez años lo hubiese sido.

Cuando se nos acabaron los meados, nos quedamos allí, riéndonos, empujándonos y disfrutando de nuestra obra, arte puro de la imaginación infantil.

Con una mañana disfrutada a concho, como vivíamos cada día, ya el hambre nos venía persiguiendo, se acercaba la hora de almuerzo y había que estar en casa para almorzar en familia, si no, no solo el hambre nos perseguiría, sino también la correa para unos buenos zurrasos.

En eso estábamos cuando surgió la culminación de nuestro proyecto infantil. Alguien gritó - ¡yo tengo fósforo saca en mi bolsillo! - “Peteco”…”Peteco”, el tipo de la gran idea.

Nos miramos y sentimos como siempre se suele tener entre amigos, una mirada cómplice. Todos y cada uno de nosotros quería tirar el fosforo, pero en un descuido del “Peteco” le arrebate los fósforos y gritando dije –yo lo lanzo-…Todos retrocedieron, no sabíamos que iba a pasar, así es que al acercarme me estremecí y me sentí valiente, como un héroe, como aquellos de las revistas de historietas.

Luego con parsimonia para poner al resto en redoble de tambores, encendí el fósforo, me acerque aun mas y lo lance, con tan buena puntería que acerté medio a medio en el centro de nuestro volcán, el que a pesar de haber dado indicios de actividad, no nos había advertido de su pronta explosión.

Todo fue en cámara lenta desde que encendí el fósforo, iba cayendo, cayendo, y mientras lo hacía, los niños se hacían cada vez más atrás.

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Yo no tuve tiempo. La explosión fue tan fuerte, tan estrepitosa, que su onda expansiva me arrojo fuertemente contra las latas. Creo incluso que perdí el conocimiento por un rato, hasta que sentí el olor a tierra y a quemazón y claro el zumbido agudo en mis oídos.

Ese día tuve suerte. Como la onda expansiva fue tan fuerte y yo era el que estaba mas cerca solo me hizo volar, y la amalgama química que habíamos hecho no me alcanzo.

El resto de los soldados no corrieron la misma suerte con algunas astillas enterradas, otros con media ceja quemada, y bueno el “Peteco”, el más perjudicado con todo y copete tostado a lo carburo.

Después de haber identificado a los ¡asesinos!, la señora Amelia me fue a buscar y le dijo a mi mamá que me iba a echar a los carabineros por la inmensa maldad de mi corazón… dijo, ¿mi corazón?, si al final de cuentas fue su hijo el de la idea de los fósforos y yo solo el alma valiente que fue capaz de acercarse al volcán con expectativas de riesgo desconocidas, pero lógicamente no tan altas y peligrosas como el resultado.

Me sacaron la cresta, y además estuve como un mes sin salir por miedo a los pacos, no me habían ido a buscar a la casa, pero no sabía qué pasaría si me encontraban en la calle. Los niños, el “Caballo Loco”, el “Pata de Monja”, el “Mono”, el “Peteco”, el “Guatón”, el “Lalo”, y el “Loco Tito”, pasaban todos los días por la casa a buscarme para ir a jugar, pero como les dije, estaba asustado, pero poco a poco se me fue el temor a los pacos y se completo la banda.

Me sorprendió ver a todos como si nada hubiese pasado, aunque claro, “Peteco” me lo recordaba cada vez que lo miraba, con su copete inexistente y con algunos pelos creciéndole en las cejas. Con el tiempo, las heridas de todos los guerreros sanaron, así como mis temores, el férreo grupo que se había juntado sin saber cómo ni por qué, siguió haciendo de las suyas, y esta historia, como una de las tantas se convirtió en leyenda.

Todavía, los pueblinos antiguos que viven en la añosa calle Jotabeche, recuerdan la explosión, la banda de niños arrancando y el copete de limón del “Peteco” chamuscado.

De vez en cuando aun nos reunimos a recordar nuestras anécdotas, pero siempre la que mas carcajadas entrega es la del volcán, el volcán de Pueblo Hundido, que en menos de una hora entro en actividad e hizo explosión, marcando con ello, uno de nuestros recuerdos más atesorados.

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EN LA PUERTA DEL SOL

U

na tarde de verano, específicamente el 06 de enero, en aquel pueblo del norte de Chile, me encontraba en lo alto del cerro, donde unos años colocaron allí la virgen del Carmen, virgen que aún permanece con su rostro expresando onda tristeza, debe ser porque su hijo le llevaron hace muchos años ya ¿quizás donde?, no se sabe de él, ni siquiera se sabe cuando regresara, algunos creyentes dicen que pronto ya viene, pero ella continua con su semblante triste de aflicción, pero es hermosa, muy hermosa como flor de Jacinto.

No sé porque, pero de inmediato comencé a recordar lo que deben haber sufrido aquellas personas que en años difíciles perdían a sus seres queridos, en este recordado ¿quizás qué?... las arroje al cielo y pareciera que allí quedaron estampadas.

No sé cuánto tiempo transcurrió, desde ese episodio de preguntas y respuestas de observación y dudas de meditación.

Tan pronto transcurría el tiempo y ya las sombras comenzaban a filtrarse por entre los cerros, apareció por sorpresa y sin asustarme una linda lagartija, tenía unos ojos grandes y una cola muy larga, rápidamente me miro y regreso de inmediato a su majestuosa guarida, hecha de pequeñas rocas puntiagudas, comencé a tirarles pequeñas piedrecitas como para jugar con ella, en un momento creí que entendía mi intención pero apenas hice ruido con mi pie, salió rápida, hasta chistosa con su traje de piel color café.

Me siento ahora bien y mas al mirar la ciudad desde lo alto, ver la tierra tan cerca del cielo, me hizo bien, respire profundo… me volví y contemplé nuevamente el hermoso rostro de la virgen y quise en forma telepática transmitirle un mensaje de consuelo, que no se aflija, que sonría, que que aun existe gente buena, sobre todo en este pueblo, personas que hacen que este mundo sea mucho mejor, que los que se fueron un día vuelvan, y los que mataron por matar, se vayan para siempre, por aquí para ellos no hay lugar.

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Qué hermoso es todo, los colores que se han formado en el cielo, es casi o tan hermoso como un árbol de chañar. Desde aquí contemplo los techos desordenados, pero en perfecto orden, para seguir despertando en mi gran amor por este lugar, la magia secreta que posee.

Miro al cielo y ya comenzó a descender siguiendo un camino pedregoso, formado por los fieles que suben a darle tributo a la virgen del cerro, que ya les conté, bailan le saludan en su día, le piden cantidades infinitas de favores y le agradecen los mínimo.

Horas muy oscuras se aproximan, comienzan en el cielo a aparecerse las primeras estrellas, es por lo que veo, el regreso de los hombres que salieron temprano a la faena, desafiando el calor y el peligro, hombres muy humildes como las comidas que llevan en sus loncheros, ellos conocen el cansancio, se codean con la fatiga y desconocen la palabra pereza.

Todo se transforma ya el cielo se cubrió de las más perfectas estrellas, siento mi rostro la suave brisa del viento y silenciosamente seguí bajando regreso a mi hogar. Seguramente mañana hará calor, el sol por detrás de aquel cerro, con la fuerza que caracteriza a este místico lugar, compuesto por trabajadores mineros, amigos de la piedra y hermanos de la puna, hijos del mineral y del caliche.

No nací aquí, pero pareciera que de aquí siempre he sido, en estos momentos al final de la calle principal, sale la luna gigantesca, globo de plata no se esconde tras ninguna nube, porque no tiene nada que ocultar, mis ojos se llenan de lagrimas, porque el ángel de la emoción me hace pronunciarla en voz alta la palabra maravilloso, realmente maravilloso.

Si alguna vez visitas este lugar, te quedaras porque así suele suceder, algunos dicen “la pega”, otras apuntan a la tranquilidad, pero sea cual sea el motivo, te quedaras y escucharas diversas historias sucedías aquí, de la Damiana, de la quinta los chañares, la finca, la fiesta de las chayas, las tomas, los derechos de los mineros, la camanchaca, la pachamama y las apachetas, escucharas de la carreta abandonada en el camino, de duendes, la llorona y así miles de historias ciertas y verdaderas o no, te cautivaran, tomando mate al lado de un fogón comiendo churrascas tostadas con aroma a carbón.

Vuelve a Diego de Almagro al anochecer y saldrá el sol otra vez, se escuchan las quemas y el ruido del tren, permaneceré aquí observando los cerros, verdaderos dinosaurios dormidos.

Estaré siempre contigo, mi cogedor amigo, el pueblo de Pueblo Hundido.

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HIJOS DE ESTA TIERRA

Por COMANCHE

E

ra como un sueño que iban construyendo juntos. Cada día encaminaban sus pasos al cerro que se erguía imponente ante sus miradas y con palas, picotas y combos,

acuñaban día a día la esperanza de construir una gruta para la Virgen del Carmen. Y lo hacían a manos limpias, solo con el equipaje de sus años jóvenes y de corazones fervientes por plasmar en medio del cerro, el cobijo para la patrona de sus mandas y favores.

Eran siempre los mismos, el Lucho, la María, el loco Carlos, el Pato y otros que se fueron uniendo en la medida que las fuerzas y el espíritu horadaban ese cerro solitario, plantado en medio de las poblaciones aledañas, que bullían con el canto de los escasos pájaros, la risa de los niños en el jardín infantil cercano y los vecinos que observaban de cuando en vez, para ver que hacían estos muchachos y muchachas picando el cerro. Cupido lanzo su flecha. Primero fueron furtivas sonrisas, entre la María y el Lucho. Furtivas y a escondidas porque el papa de María era cosa seria cuando le miraban mucho a su regalona. Y el Lucho era trajinado en la lides del amor. Dicen, que producto de sus años de minero, la vida le había enseñado más de la cuenta y por ahí, según las señoras del lugar, habían hasta un par de hijos que reclamaban el apellido.

Era pleno verano del 85 y entre risas, palabras cruzadas y más de un chorro de agua para refrescarse, María y Luis se fueron amando a escondidas. Aunque el resto sabia de este amor, eran cómplices para no despertar el enojo de Don Samuel. Entre la mordedura al cerro construyendo la gruta y los ensayos de bailes comanches, la chica de 15, se entregaba a los brazos corpulentos y fornidos de Luis, que ya pasaba los 25.

El hoyo del machupichu era su punto de encuentro, tras las escapadas de María del regazo de su padre, con quien compartía la casa, tras la partida de su madre, hace muchos años, mujer que se enamora del amigo minero de su esposo y arrima sus

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cuerpos apasionados y clandestinos por allá por una vieja mina de oro, en el sector de Carrera Pinto. De vez en cuando la mujer se deja caer en Diego de Almagro para ver a su hija y un retoño que dejo con apenas cinco añitos. Claro que lo hace cuando don Samuel anda en la mina, para no tropezar con él, encuentro que termina a veces en insultos y bajezas propias del ser humano, dolido y engañado.

María se fue haciendo rápidamente de niña a mujer. Con apenas 13 años debe tomar las riendas de la cocina, el cuidado de su hermano, las labores de la casa y la protección de su padre. Minero viejo de andar cansino, curtido por los años y con una silicosis a cuesta que apenas le deja respirar bien. Y se fue haciendo fuerte entre los platos, el lavado de ropa, sus cuadernos y sus libros de la escuela Aliro Lamas. Luis en cambio tiene otra historia. De juergas, de mujeres de fácil vida, entre copas y copas, tras la bajada del minero deambulando entre el Calipso, el Cairo y Como nos cambio la vida. Regalón por esencia de las chicas de esos lugares. Claro que solo cuando baja con buen platal. De pobre ni siquiera lo saludan. Y eso lo sabe bien. Se propone cambiar y hacer feliz a la mujer que ama. Deja el mundo de la noche y se enfrasca solo en su trabajo de pirquinero por allá abajo del pueblo, en la mina Manto tres gracias. Se enrola en los comanches y a fuerza bruta le da al bombo, no despegando los ojos de su amada, que deambula entre las bailarinas, coqueteando de vez en cuando con el fornido muchacho.

Y habrían de pasar meses y meses de este amor en silencio y a escondidas. Y don Samuel no se las trae con chicas. Va de frente al bulto. Como viejo minero. Sin miedo al cerro y al hundimiento. Total ya los ha vivido. Dicen que del último que se salvo, fue gracias a que había salido a la superficie a buscar agua y la dinamita. Sus tres compañeros y amigos quedaron atrapados allá al fondo y tapado por toneladas de piedras estériles y sin valor.

Y lo encaro de frente. Era tarde y lo pillo en la plaza. Lo tomo de brazo y lo saco del grupo donde Luis conversaba y reía. Y se lo trajo hasta la esquina, donde está el kiosco del loco Reyna. Era tarde noche y pocos deambulaban por la plaza.

-Mire gancho, se me aparta de la María, que no está hecha para brutos como usted. Yo quiero que mi hija se case con un hombre de bien. No con un cabaretero como usted.

Y que le quede clarito. Desde hoy mismo, me la deja tranquila, no vaya a ser cosa que mañana lo encuentren con un “poto” de dinamita amarrado en su correa. ¿Me entendió, gancho? -

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-Oiga don Samuel, le replico al instante el Lucho, zafándose del brazo que el pequeño hombrecito le apretaba con fuerzas. Yo quiero a su hija. La quiero para bien. Ya no soy el loco de antes. Ella me ha hecho cambiar y los rezos a la virgencita del Carmen. Le juro que la amo. Se lo juro por la virgencita de la gruta -Mira Lucho, a la virgencita no me la tocai… menos para jurar una mentira… Yo te conozco y el que nace chicharra muere cantando. Así que, partiste. Me dejai a la niña tranquila, si no otro gallo te va a cantar en la mañana, y las maracas de tus amigas tendrán que llevarte flores al camposanto… Y te largaste, mierda, antes que te patee el trasero… yaaa La construcción de la gruta seguía avanzando, con los chistes del loco Carlos, los pelambres del pato Jiménez, y el agua heladita que nos traía la luzmarita desde su casa al frente de la gruta, allá abajo en la calle Pedro Aguirre Cerda. Costo harto picar el cerro. Pero estos hombres, mujeres y niños le supieron ganar a la adversidad. El sueño era instalar la imagen de la virgen del Carmen y cada año, llegar hasta allá en procesión, el día 16 de Julio, día de la tirana chica. La fiesta más popular y religiosa del poblado.

El lucho poco a poco se fue distanciando de María y ya eran escasos los días que iba a picar el cerro, no iba a los ensayos y menos concurría a las citas en el machupichu…

Y María sufría en silencio. Miles de historias pasaban por su joven mente. Cientos de recuerdos le consumían el alma. Esos paseos de la mano, casi al final del día, hacia el estanque del agua potable. Subiendo y bajando cerros. O esas escapadas a Los chañares, largas caminatas aferrados al amor, y entre besos y besos, dulces melodías de la radio a pilas que cargaba el Lucho en la sintonía de Amistad FM. O aquellos atardeceres interminables en la vieja estación, donde el lucho hacia recuerdos de su madre, una vieja cazuelera que invirtió toda su vida entre cazuelas, te en botellas y pan amasado, para criar a sus otros siete hermanos. Y así desfilaba por su mente y su joven corazón estas imágenes imborrables de esta pasión y de este amor, que la llevaba fácilmente al llanto, escondiendo sus lágrimas en el viejo delantal del colegio, para que no la viera su padre.

Y un día, el Lucho no apareció nunca más. Solo María sabía la verdad. Entre las hojas de su cuaderno de Matemáticas, guardaba celosamente el tesoro más preciado de un alma enamorada, pequeños trazos y letras que el lucho le había dejado.

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“Mi amor, nuestros corazones estarán unidos para siempre. Ya pronto serás mayor de edad y podrás irte conmigo. Yo me voy en busca de un mejor trabajo. No quiero terminar como tu padre o el mío, y para que nuestros hijos me vean y me tengan por siempre.

Y tú también: Nos amaremos hasta más allá de la muerte. Se lo pedí anoche a la virgencita, esa virgencita nuestra que dejamos en la gruta que juntos construimos. Te amo. Y espérame”.

Dicen que la distancia, apaga el fuego del amor o lo enciende como una frágil hoguera, hasta hacerlo intenso.

Nunca sabremos ciertamente si este amor se apago. Lo único cierto es que Maria, saco su cuarto medio en el liceo Manuel Magalhaes Medilng, cuidando de su hermano y estando al lado de su padre en sus últimos días. El viejo Samuel dejo esta tierra entre barrenos, picotas y chuzos. Lo encontraron sin vida una mañana de otoño en el viejo rancho de calaminas en la Mina Alaska.

Y Maria se hizo aun más fuerte. Ya su hermano cursaba la básica en la escuela Sara Cortes, recién construida, alla abajo a la salida sur del pueblo, cerca de la villa 4 de Octubre, haciendo de vecinos con el hogar del anciano minero. De su amor nunca mas supo. Ni una carta, ni una flor para el dia de cumpleaños, como lo hacía siempre. Ni una llamada en navidad. Nada de nada. Pero, ella lo anidaba en su corazón de mujer.

Y había tardes que se le veía sentada en la vieja estación, quizás esperando la llegada de algún tren. Al igual que Penélope, de Serrat…

“Penélope, con su bolso de piel marón Y sus zapatos de tacón y su vestido de domingo Penélope, se sienta en un banco en el andén Y espera que llegue el primer tren, meneando el abanico.”

Habrían de pasar muchos años. Y ahí estaba Lucho, erguido, con la frente en alto, admirando la nueva gruta y la imagen imponente de la virgen, que cuida el pueblo.

Admirando la obra del Alcalde Zavala. Algo que nunca se le había pasado por la mente, del joven minero. Ese cerro que había abierto a golpes de puño y sudor juvenil, convertida en un templo al aire libre. Y cuantas tiranas chicas habían pasado por sus años fuera de su tierra. Estuvo horas y horas contemplando la imagen y mirando de reojo a su Diego de Almagro, había crecido majestuosamente con los años. Largas calles pavimentadas, casas coloridas y techos al viento, jugando con los colores del desierto, con los colores de esos cerros que parecen abrazar el poblado.

En el bolsillo de la camisa, la foto de María, que había guardado con amor, entre veranos, otoños, primaveras e inviernos fuera del lugar.

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El sol se escondía entre los cerros y encamino sus pasos, bordando la parte trasera del techado, por detrás del viejo cuartel de bomberos. Saltando entre los pocos rieles y durmientes que datan del pasado glorioso del ex Pueblo Hundido. Sin darse cuenta llego a la vieja estación, que aun conserva añosos carros y recuerdos de su niñez y juventud.

La silueta de María se dibujaba tímidamente entre los peldaños de la escalera de cemento. El mismo lugar donde un día se habían visto por última vez. El mismo lugar donde su madre gritaba las cazuelas y el té en botella cuando paraba el tren hace muchos años ya. Era la misma María que había dejado de ver por muchos años. Era la misma María que había amado siempre. Lagrimas de amor, mojaban la camisa del lucho y el vestido de mujer de María, que abrazados dejaban caer sin decir palabras.

Solo fundidos en el abrazo del amor eterno, ese amor que dicen solo se ve en las películas. Mentira, también se viven en la vida real.

Volvieron sus miradas hacia la gruta, y allá a lo lejos, brillaban los faroles, que alumbraban la imagen de la virgen del Carmen. Que seguramente los bendecía a la distancia. Y corrieron por Juan Martínez, cruzaron la plaza vieja y la nueva. Nada paraba la loca carrera de estos dos corazones, que cruzaban entre autos y gente, por la calle Pedro Aguirre Cerda, rumbo a la gruta y el amor se sello, tomados de la mano, mirando en silencio y rezando a la morena del Carmelo, entre lágrimas y abrazos.

La luna de esa noche, salió a saludarlos, como un gran queso de plata recién fundida, como dice Tussel en su poema a la “Luna de Pueblo Hundido”.

El amor una vez más había triunfado. Y era para siempre.

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LA HISTORIA DE LA MIROSLABA

Por ANTU PRÓLOGO

Fernanda Miroslaba Cortes Arenas, fue encontrada muerta hace cuatro meses en el basural de Diego de Almagro, enterrada y en condiciones deplorables. Los animales de por ahí estaban comiendo de su cuerpo, que estaba desnudo ¿culpables? NO. Aun nadie sabe como realmente fueron los hechos y quien verdaderamente fue el infeliz o los que le robaron su vida. Hasta el momento no hay testigos, ni pruebas de lo sucedido esa noche, solo se sabe que salió desde su trabajo (alrededor de las 2 am.) con dirección a un pub, compartió con sus amigos hasta cerca de las 7 am. Y desde ese momento en que ella supuestamente se fue a su hogar, nunca más fue vista, su cuerpo yacía en el basural, hallada tres días después de su desaparición, por un hombre que se encontraba en el lugar.

De que paso exactamente, no se sabe… solo que le arrebataron su vida, sin darle oportunidad de ayuda, nunca pensaron en su familia ni en su hijo que le esperaba en su hogar aquella noche. A veces la vida te enseña de manera tan cruel. Te arrebata y te pone en situaciones realmente amargas, las cuales te dejan sin aliento y sin consuelo., El destino se llevo a los 22 años a Fernanda, en una de esas malas jugadas de la vida, una de esas jugadas que te hacen ver realmente no te tomaste le tiempo para regalar una sonrisa de sinceridad y verdadera amistad, la cual toma solo unos pocos segundos de tu tiempo, tiempo que muchas veces malgastas en odios y frustraciones. Dejando de lado así, algo que realmente siempre estuvo para ti y que lamentablemente no valoraste a tiempo.

“Por cada minuto de enfado, perdemos sesenta segundos de felicidad” Inspirado en la que fuera en vida mi amiga Fefi

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H

asta ese momento de su corta vida, esta hermosa hadita no había podido conocer aun el gran mundo exterior. Su mayor anhelo, su gran sueño era poder liberarse

de ese mundo de fantasías en el que siempre vivió.

Su madre, una bella mariposa y su padre un fuerte ángel, la habían encerrado en un enorme palacio que estaba sobre nubes de algodón, un protegido palacio que la alejaba de toda maldad del mundo.

Un día el hadita Miroslaba (así sus padres la habían llamado) decidió escapar de su enorme palacio y creó un plan para lograrlo. Al caer la noche, espero que sus padres cerraran sus ojos y viajaran al país de los sueños, donde iban cada noche y tomo la gran llave que abría el candado de la puerta principal. Los guardias no percibieron la presencia de la hadita Miroslaba tratando de escapar del palacio y como esta hermosa hadita era muy inteligente y audaz, no tuvo que hacer mayor esfuerzo para escapar.

Una vez fuera del palacio esta hadita miro a su alrededor y sintió la sensación más bella que nunca había sentido, la belleza de libertad. Lo que nunca pensó es que esa bella sensación marcaria su vida y la de sus padres para siempre.

Comenzó su viaje, tomó camino por un largo sendero , el cual se veía del principio era muy bello, muy limitado y con mucha hermosura por descubrir. Decidió caminar ya que sus alitas aun no estaban muy grandes y todavía sentía el miedo a volar.

La hadita Miroslaba caminaba muy contenta por el sendero, hasta que derrepente, apareció un bello saltamontes: - Hermosa hadita, pareces muy sorprendida por cada detalle, como observas cada espacio de la naturaleza, al parecer te había visto por aquí, ¿cuál es tu nombre?

Muy tímida ella respondió, ya que sus padres siempre le advirtieron de la maldad - Mi nombre es Miroslaba y si nunca había visto nada como esto, es realmente asombroso.

El saltamontes se ofreció a guiar su camino y acompañarla, ella se sintió débil y a la vez protegida. Aceptó sin reclamo. Este saltamontes le mostraba un mundo de libertad y relajo, por el cual ella se sintió hechizada, no dudó ni una vez en quedarse con él

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- Yo cuidare de ti hermosa hadita, pero esto solo lo debemos saber tú y yo, será nuestro pacto (pacto que la llevaría a la cruda realidad) - Pero ¿qué es lo que tenemos que ocultar? ¿Hay algo malo? (si, lo que este bello saltamontes sentía era vergüenza) - No hermosa hadita, es solo que existe mucha envidia en este mundo y no quiero que destruyan nuestra invencible amistad.

Ella sabía muy dentro, que realmente no era eso, pero se sintió tan hechizada por su bello saltamontes que acepto cualquier petición de él.

Así continuaron esa amistad en la cual ella se sentía muy atrapada. Un día recordó por qué ella quería ser libre, y su vida hasta el momento no era lo que ella siempre imagino.

- Mi bello saltamontes por qué no les mostramos a todos esta gran amistad que hemos llevado en secreto.

El saltamontes ya sabía que en el gran sendero, el cual recorrían juntos, todas las especies que allí habitaban ya rumoreaban y burlaban de esa amistad entre ellos, lo cual al bello saltamontes ya irritaba de sobre manera -. ¡Yo no quiero que nadie se entere! ¿Entiendes? .- ¿Pero cuál es el problema?.... su inocencia aun no la dejaba ver lo que realmente era…

El simplemente negaba lo que ella era para él, y ella seguía sintiéndose en su mundo de fantasía.

La hadita Miroslaba no tardo mucho en ver y darse cuenta de lo que era el rechazo, comenzó a doler el corazón de forma extraña, una agonía que nunca había sentido, descubrió por primera vez lo que era el dolor, pero era ese dolor que te desilusiona, ese dolor que te deja sin respiración tanto llorar, entendió eso de lo que su madre mariposa siempre la había querido proteger. En ese momento quiso desplegar sus alas y poder escapar de ese horrible momento, pero aun sentía mucho temor volar.

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- Seguiré mi sendero y sé que no te importara, pero yo si me sentí realmente orgullosa de ti. Adiós bello saltamontes, cuida tu camino.

Así fue como la hermosa hadita Miroslaba continuo su camino, el cual recién comenzaba.

Caminando entre los árboles, tierra y ramas logró llegar a un lago que estaba en medio de un gran arcoíris. Allí se encontró con muchas especies, había ninfas del bosque, duendes, unicornios, hermosas aves y entre todos ellos en un rincón muy escondidos… los cocodrilos. Todo era belleza, la embargaba una felicidad enorme, de a poco curaba su herida, en ese momento fue cuando descubrió que cada dolor tiene una cura, no totalmente pero algo que aliviaba y hacia más suave el sufrimiento.

Se introdujo en este lago de ensueños, allí conoció a las ninfas y unicornios, los cuales le brindaron su amistad sin interés. Por fin se sentía realmente acogida, sus amigas ninfas era muy vanidosas y hasta a veces veleidosas.

-Esa hadita es muy hermosa y sociable, es una suerte tenerla aquí.

-¡Como dices eso, yo no confío nada en ella!... no me gusta para nada su presencia.

Las ninfas no lograban ponerse de acuerdo, pero ella no era gran problema, aceptaba crítica y no deseaba ni sabía lo que era pelear con los demás.

Las ninfas del bosque eran muy apegadas a los unicornios, los cuales no agradaban mucho de los duendes, pero esta hadita no le daba mucha importancia. Ya que su interés era conocer mas y mas.

Entabló muy linda amistad también con los duendes, cosas que los unicornios y ninfas no aceptaban.

- ¡No puedes hacer eso! No puedes ir por ahí repartiendo amistad sin antes consultarnos ¿o estas allá o estas acá?

- Yo no entiendo cual es el problema, para mi corazón todos somos iguales, no necesito escoger, mi amor alcanza para todos sin límites.

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Con el paso del tiempo esta hadita fue sometiéndose casa vez más y descubriendo sin querer lo que era la maldad, envida, rencores, etc. Sintió que su mundo de fantasía poco a poco se desmoronaba, se dio cuenta que hasta el momento no había sentido amistad sincera, si sabía que existía seres buenos, pero aun no la aceptaban tal cual era.

Ya casi con el alma envenenada y con la desilusión a cuestas, sintió curiosidad por saber quiénes eran esos seres a los cuales le tenían rechazo.

- ¿Por qué nadie toma en cuenta a los cocodrilos?, pregunto.

- Ellos se han llevado a muchos de nosotros a las sombras y no los hemos recuperado más.

- ¿A las sombras?

- Si las sombras, un mundo oscuro en el cual se pierden y se quedan atrapados y sin dignidad.

Esta hadita que ya sentía su alma desilusionada y que aun así deseaba descubrir todo lo que existía, decidió darse la oportunidad de conocer a los cocodrilos, ella aun tenía su inocencia a flor de piel.

Se introdujo en el valle de los cocodrilos….

Hermosa hadita! ¿Te acuerdas de mí? (era su bello saltamontes el cual ya vivía en las sombras) - Mi bello saltamontes estas aquí…

Pero una vez más el saltamontes la desilusionaría, rompiendo así lo que ultimo que quedaba de tranquilidad en el alma de la hadita Miroslaba. Se marcho este saltamontes dejándola en el valle de los cocodrilos.

Miroslaba fue perdiéndose lentamente en este valle oscuro, perdiendo sus sueños , su magia, sin pensar en las consecuencias que le dejaría creer en la falsa amistad de estos seres que ya habían canjeado su alma.

Esta hadita no vio retorno, no miro hacia ningún lado, solo obedecía a sus impulsos.

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Su alma ya gangrenada en dolor, no quiso ver la salida… no pensó en sus padres que por ella esperaban y se cometió a los cocodrilos, cuando por fin logro desplegar sus alas y poder volar, sintió que su luz de a poco se pagaba, ya no había vuelta atrás, esta hadita había encontrado su fin.

Llena de tristeza, dolor, decepción, amargura y sin poder creer en nada, sus alas se marchitaron y sus ojos se cerraron en la penumbra de un mundo de sombras, sus padres nunca más pudieron encontrar su alma, su búsqueda fue en vano… vivieron en agonía sin tener un consuelo jamás.

El frágil corazón de la hermosa hadita no pudo aguantar,dejando así su ilusión de libertad y felicidad, siendo solo un trago amargo de desolación y desesperación, pero quedo su huellita de humildad y un legado de paz, para todos aquellos que la conocieron.

Fin

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LA HISTORIA DE UNA TRIBU

A

ntiguamente, hace muchísimos años existía una tribu que estaba en un oasis llamado la Quinta los Chañares (que entonces no era un oasis), la tribu no tenia

nombre, todos los tribútanos no creían en Dios, pero creían en dioses griegos, en ese tiempo todavía había una pequeña playa en donde pescaban muchos peces y caracoles gigantes (amonites). Pero también cazaban animales terrestres para hacer ofrenda a los dioses.

El jefe de la tribu era Golden, su esposa había fallecido cuando un puma ataco a la tribu, pero su hija Silvia logro sobrevivir del puma.

Fecha 31 de diciembre año 999 Golden envió a sus mejores pescadores, ya que no había podido pescar nada, Golden fue a su cabaña para afilar su arma, para ir de casería, ya que no era buen día de pesca, las mujeres recolectaban frutos mientras que los hombres cazaban, pero mujeres y hombres pescan.

El jefe acompañado de tres hombres fueron a la quinta para ver que podían cazar, uno de los hombres diviso una pequeña liebre y con esa oportunidad hicieron una emboscada para atraparlo, pero la tribu no lograba pescar ni un solo pez, asi que tenían que hacer el peligro de ir en canoa al mar abierto, donde habían muchos tiburones pero muchos peces.

Golden llega a la tribu con un venado y dos liebres, que felizmente cenaron, los pescadores van a mar abierto.

Fecha 1 de enero de 1000 A la mañana siguiente todos los pescadores regresan con muchos peces, pero uno

está herido, ya que un tiburón le quito la pierna, como no existían remedios tenían

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que sacrificarlo y dárselo a los dioses, era una ceremonia larga y dolorosa, donde el chaman Utnag está a cargo , la ceremonia es tan larga que se tarda un día entero y no hay tiempo de cazar, pescar , pero sí de recolectar.

Fecha 2 de enero año 1000 La ceremonia fue todo un éxito, ahora continua al otro día, los peces que trajeron ayer son tantas que tuvieron que dar la mitad a los peces, Golden fue a cazar, solo porque todas las mujeres fueron a buscar frutos del chañar y no podía dejar sola la tribu.

Golden no ha visto nada para cazar y regresa a la tribu sin nada pero al mismo tiempo las mujeres traen un coctel de muchas y distintas frutas, mayoritaria mente frutos de chañares, Golden decidió contar cuentos que le habían pasado años antes, para que la tribu siguiera respetándolo dijo: Un día antes de ser el jefe de la tribu, yo no tener experiencia en peleas, aparecer ave gigante yo vencer a mano libre (esta entre cremillas ya que ellos no hablaban español, pero estaría traducido así).

Fecha 3 de enero año 1000 Al día siguiente Golden se despertó y vio que un ave que estaba robando los alimentos almacenados, pero el ave no era cualquier ave, era el ave gigante que hace algunos años había matado Golden, el nombre del ave se llamaba ave del terror, era el último de su especie, Golden no sabía cómo había sobrevivido, pero algo era claro, tenia que hacer algo, Golden pesca su lanza y le pega en el pico, causándole una mínima herida, el ave responde dándole un fuerte picotazo y quebrando su lanza con una fuerza increíble.

Al ver la situación los tributanos liberan al tigre dientes de sable, que era su mascota y era la única esperanza.

El tigre fue encontrado por la esposa de Golden, así que fue guardado de recuerdo y con mucho aprecio y es muy bueno batallando, el mejor arma de Golden. El tigre pelea matando al último ave del terror, recibiendo una pata del ave por su fuerte esfuerzo, Golden logra sobrevivir sin ningún rasguño y se siente afortunado de seguir con vida.

Golden después de meditar algunos minutos, decide tener un subjefe de tribu, que lo sustituyera, llama a toda la tribu diciéndoles que va a tener un sucesor, por ley de su tribu, su sucesor no debe ser un familiar cercano y el elige a Tonro.

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Fecha 4 de enero año 1000 Tonro está autorizado para hacer varias cosas, Tonro se va de cacería con dos hombres, Silvia se fue al rio a cazar peces, ella sumerge la red, espera un momento y saca la red con varios peces, los cuales deposita en un recipiente hecho de greda, después de pescar varios peces, Silvia se encuentro un animal desconocido para ellos. Silvia al llegar a la Aldea les cuenta del animal y describe como es : era un animal alargado sin pies, que parecía una cola con cabeza que sacaba una lengua partida en dos y media como 3 metros.

El animal era una anaconda, los tributanos nunca habían visto una anaconda, así que no le creyeron, al mismo tiempo llego tonro con antílopes.

Fecha 5 de enero año 1000 La tribu estaba dando muchos grandes pasos, domesticaron caballos, empezaron a construir casas a base de tener una civilización propia, ahora tienen pirámides más desarrolladas que los egipcios, y todas las demás civilizaciones juntas.

Mientras Golden construye las pirámides , tonro sale a pescar por una ruta nueva que descubrió Silvia, en este lugar hay muchos y variados peces pero también era un sitio de recolección de huevos de animales, tonro ya que es estratégico, usa algunos huevos de cebo porque el usa caña de pescar y no red de pescar, pero a unas horas después de salir, encuentra unos extraños huevos que almacena en frasco, el regresa con montones de peces gigantes y con los huevos que había encontrado de un animal sumamente extraño, para saber que animal era asique dijo: “yo gustar en hacer para atrapar criatura misteriosa” Golden le respondió: “ yo estar de acuerdo pero ir solo dos” Tonro fue con Woldo, al llegar al lugar no había nada, voltearon y una anaconda macho se trago a Woldo, matándolo al instante, Tonro le entierra la lanza a la anaconda pero no estaba , la anaconda hembra inspeccionando con cuidado sin que lo atacara, una anaconda huyo trotando del lugar.

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Fecha 6 de enero año 1000 Tonro después de haber huido del nido de la anaconda, regresa a la tribu viendo que estaba vacío y de una vivienda sale una anaconda gigante hembra de cinco metros, que lo intenta atacar, pero falla, de la nada sale Golden y Silvia enterrándoles lanzas a la cabeza de la anaconda causándole la muerte, Golden le dijo a Tonro: “Tonro la tribu estar repleta de esas cosas, tener cuidado, tomar lanzas y arrójaselas” Tonro al oírlo fue a su tienda a sacar tantas lanzas como podía sostener, pero solo había una duda ¿Dónde está toda la tribu? ¿Estarían refugiados?

Al estar distraído Tonro no se habían percatado de que había una anaconda atrás suyo, que estaba dispuesto a comérselo, cuando entra Golden ve a la anaconda y él le dice a Tonro sobre la enorme serpiente y Tonro le entierra cuatro lanzas en la cabeza matándola.

Al final del día se exterminan casi todas las anacondas.

7 de enero año 1000 A la mañana siguiente mientras Golden cazaba las ultimas anacondas, la anaconda alfa se enojo tanto que fue a atacar a Golden personalmente, ella le arranco un brazo a Golden y lo dejo agonzando en el piso, caminado afortunadamente por ahí estaba Tonro para recuperarlo, mientras Tonro le llevaba a Golden hierbas medicinales el cielo se oscurece y a lo lejos relampagueaban los rayos y empezaron a caer rayos a la tribu.

A lo lejos luces extrañas salían de las nubes, los tributanos se encargaron de apagar sus viviendas, Golden quería ayudar pero no podía ya que estaba herido y no era el único herido, las maquinas voladoras empezaron a absorber la playa y los arboles pero no podían arrancar los chañares, además se llevaron a los tributanos ya que solo estaban recolectando riquezas naturales que necesitaban.

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Fecha 10 de enero año 1332 Han pasado 300 años después de que se fuera la tribu, el paisaje había cambiado drásticamente, las pirámides de la tribu por efecto de la erosión se transformaron a unos cerros y las antiguas islas también se transformaron en cerros, los animales que existían se extinguieron al no acostumbrarse a su nuevo hábitat, la playa se transformo en el desierto mas seco del planeta y el bosque de chañares ahora es un oasis en medio del desierto. Ya nada volverá a ser igual.

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LA MATANZA EN EL SALVADOR

M

i nombre es Alvin Humphrey Hoffman, vivo actualmente en la ciudad de Washington DC. (EEUU), en estos ultimo días que me sentencia el avanzado cáncer pul-

monar que me acompaña hace años atrás, me decidí a escribir esta carta para anexar junto a mi testamento que será leído ante mis hijos próximamente, quizás buscando que ellos traten de comprenderme y entender los motivos de mi decisión, creo que por primera vez en mi vida esta será la única determinación valiente que me atrevo a realizar.

John ,Lisa y Peter Humphrey Stuart, queridos hijos su padre Alvin nació en el año 1927 en el campamento minero de Potrerillos, ubicado en el norte de chile exactamente en el departamento de Chañaral, mi padre William Humphrey se mudo a dicho campamento con mi madre rose Hoffman, debido a la inauguración del mineral de cobre emplazado en toda la pre cordillera cercana a Pueblo Hundido, mi padre llego como gerente general de la empresa Andes Cooper Mining Company, y asesor de la Railway Potrerillos Company, encargada de las maestranzas del ferrocarril construido desde potrerillos ,hasta el embarque en Barquito.

Mi infancia no fue la misma que la de cualquier chico normal, me crie en un lugar inhóspito con un clima y geografía dura, todo esto amplificado por una forma y un estilo de vida sesgado por nuestras clases sociales y económicas que nuestra nacionalidad lo recalcaba cada vez que despertábamos en la mañana. Nuestra vida comenzó a desarrollarse en el mineral, siendo mi padre un hombre déspota y yo diría casi un tirano, el trataba muy mal a los empleados y por el si fuera poco con los demás integrantes de la colonia americana, trataban siempre de diferenciarse con el resto de los habitantes de Potrerillos.

Cuando niño fui criado prácticamente por mi nana Luisa, quien fue la empleado de muchos años en el “chalet” familiar del sector americano. Ella me enseño que la vida no era así como lo planteaba mi padre, en nuestro chalet vivía yo con mi nana

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mi padre se la pasaba todo el día en la administración de la empresa y cuando salía del trabajo se reunía junto a los demás compatriotas en el “The Cooper Club”, el cual era un centro de entretención solo para los administradores y altos cargos de la empresa, hay noche tras noche bebían whisky y fumaban cigarros Camel, todos ellos importados y para uso personal, mientras mi madres hundida en una profunda depresión por vivir en medio de la nada, sufría desconsoladamente en su habitación y se le sumaba al sufrimiento los efectos que produce el vivir a mas de tres mil metros sobre el nivel del mar.

Yo no podía acercarme a los demás niños del campamento, mi padre me lo prohibía, puesto que yo decía tenía que formarme de niño para mandar a esta tropa de obreros inútiles, buenos para nada, mi enseñanza se baso durante mi niñez y mi adolescencia en profesoras particulares dentro de mi hogar y encontrar todo tipo de lujos para la época, lujos que un niño a pocos metros mas allá no podría imaginar, teníamos productos importados, como cajas de cereales y leche condensada.

En la adolescencia nada cambio mucho, me gustaba salir a caminar a la plaza de potrerillos, para observar tan hermosa iglesia, siempre lo hacía a espaldas de mi padre y coludido con Luisa, mi nana; mi padre en ocasiones se enteraba y me regañaba a tal extremo que el miedo de compartir con los trabajadores era inminente en mi estructura psicológica. Mi padre me obligaba a ir con él a sus oficinas y terminábamos la jornada laboral camino al club americano en nuestro automóvil “station wagons” único en la zona y proveniente obviamente de Estados Unidos: en ese club ultra clasista mi padre me enseñaba a jugar bridge, tenis, golf, deportes rarísimos que tuve que adoptar en mi condición de hijo de dueño y de Norte americano. Además de adquirir costumbres deportivas de mi nación, me acuerdo que en mi casa y en las demás del barrio americano, (no así en las chozas de los obreros y empleados) celebramos el día de acción de gracias, halloween, y el 4 de julio, día de la independencia de mi país.

En el año 1959 a mis 32 años de edad recibí la noticia que me cambio la vida, se inauguraba a unos pocos kilómetros de Potrerillos el campamento minero de El Salvador, trasladando a la gente que vivía en la mina vieja de Potrerillos y nos trasladaba a nosotros también para administrar los intereses de la Andes Cooper. Cuando mi padre me conto la noticia y me aseguro que me aria cargo de la empresa, puesto que su avanzada edad no le permitiría tomar tan alta responsabilidad; fue tanta mi desesperación y mis nervios por alcanzar el cargo para el que fui educado, partí raudo a

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comprar cigarrillos, me acerque a la plaza y fume tres cigarrillos al hilo mirando a los pobladores, que subían sus pertenencias a los “Inca bus”, para emprender viaje al nuevo cerro de la empresa.

Mi familia y yo subimos al station wagons y recogimos al dueño de la pulpería, para bajar luego a la cuesta “los patos” con destino a El Salvador.

En la bonita década de los 60 me curtí en la administración de la empresa privada, dedique gran tiempo de mi vida a crear más viviendas para los empleados casados y solteros, también mande a fabricar un gran casino para la diversión de obreros, construí un terminal de buses para Inca Bus, abrí nuevos puestos de trabajo en el ferrocarril, etc. Sin embargo mis compatriotas no aceptaban mezclarse con los chilenos, y con amenazas de mi padre tuve que seguir cumpliendo el rol de jefe y participar en los juegos de bridge, tenis y en las celebraciones de halloween, acción de gracias y el 4 de julio, quizás por eso nunca quise tener hijos en Chile, no quería esa forma de vida para mis descendientes, una vida de mentira, una burbuja donde el más poderoso no puedes mezclarse con la mano de obra. Mi padre se dedico junto con sus asesores a controlar mis acciones y presionar mis decisiones, recuerdo que siempre le tuve un exacerbado respeto a su persona, siempre entendí su nulo cariño a mi madre y a mí, los golpes que recibí siendo niño, era una enseñanza para mi futuro como gerente general.

Ya corría el año 1964, el país estaba convulsionado, la sociedad se encontraba en el principio de una polarización ideológica y sumía como presidente de la republica de Chile, el demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva y en el norte mi padre seguía indicándome lo que tenía que hacer y qué decir para que el negocio se mantuviera entre nosotros. Mi padre no veía con muy buenos ojos las intenciones del mandatario chileno, quien promulgaba una ley que intervenía directamente en el que hacer nuestro, esta fue llamada, “Chilenizacion del cobre”, que consistiaen que el estado compraba una gran cantidad de acciones de nuestras empresas que nos hemos preocupados de la explotación del metal rojo, para reestructurar la industria cuprífera , pero sin desincentivar la inversión y la contribución técnica de las empresas extranjeras, una chilenización como escuche muchas veces decir a mi padre Williams en la cual los capitales extranjeros aun continuábamos llevándonos las riquezas de Chile.

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Un año más tarde como yo lo había previsto y comentando a oídos sordos como de costumbre, comienzan a generarse problemas con los trabajadores, llegando. Un año más tarde como yo lo había previsto y comentando a oídos sordos como de costumbre, comienzan a generarse problemas con los trabajadores, llegando en el mes de Octubre de 65 a producirse un paro indefinido acogido por el personal de la Andes Cooper Minning y de la Potrerillos Railway Company, el paro tenía por objetivo mejoras salariales, sin embargo esto provoco lo que me temía como dueño del campamento, los militares hicieron uso de la autoridad que les otorga el estar en zona de emergencia, se detiene a dirigentes del gremio, en allanamientos a sus casas y locales sindicales y los detenidos absorben en su plenitud la ley de seguridad interior estado.

Para el siguiente año las cosas no mejoraron mucho a pesar de que yo sentía que las demandas salariales de los trabajadores eran justas y necesarias, para mi padre bastaba con matarlos a todos. Es así como el 1 de marzo de 1966, los campamentos mineros de Potrerillos, El Salvador, Llanta y Barquito, paralizaron sus faenas en apoyo a los trabajadores del Teniente, el mismo día que se inicio el paro en el norte, se declaro estado de emergencia en el departamento de Chañaral, produciéndose gran cantidad de allanamientos de casas, deteniendo a mis amigos dirigentes, Julio Arancibia, Carlos Gómez, Jaime Sotelo, Pablo Gutierrez y Hernan Carraza; los cuales fueron enviados a la cárcel de La Serena y a muchos otros anónimos, se les allano sus casas y se les expulso a Pueblo Hundido.

Mi padre me obligo a entrevistarme en nuestra residencia con el ministro del trabajo de la época, Don William Thayer y a pesar de la negación el ministro, mi padre y mi madre firmaron un decreto en nombre de la Andes Copper Minning Company, en la cual los militares a cargo de la zona de emergencia de Chañaral y comandados por el coronel de ejército Manuel Pinochet Sepulveda, ordenan la renaudacion de las faenas de El Salvador, Potrerillos y el puerto de Barquito; es así como el día jueves 11 de marzo me reuní con mis trabajadores en el sindicato de Salvador para conversar y tratar de solucionar las diferentes entre mano de obra y empresa. Quedamos muy contentos con las posibilidades soluciones que entre todos buscamos para mejorar la calidad de vida de las personas y el desarrollo de nuestro campamento.

A las dos de la tarde, todo cambio mientras yo dialogaba con mistrabajadores, mi padre secretamente se comunicaba con el gobierno y se pone de acuerdo para ordenar el desalojo del local sindical donde se encontraban los trabajadores por parte

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de militares, carabineros y detectives quienes caminan hacia el sindicato en donde se encontraban trescientos obreros, mujeres y niños, almorzando en la olla común.

Cuando llegan los militares de la mujer de un obrero llega en mi casa a alertarme de lo que sucedía en el local sindical contándome que un teniente de carabineros apellidado Hald, más un piquete de tropas intentaron entras al local sin leer la orden de desalojo, cuando llegue al lugar mis ojos se llenaron de lagrimas por fuertes rafas de lacrimógenas, que salían desde el interior del sindicato mientras los trabajadores trataban de escapar. Mientras miraba a mis trabajadores correr como ratas, sentí la ráfaga de ametralladoras por parte de carabineros y militares, la primera en recibir balas fue Osvaldina Chaparro, la cual se encontraba embarazada de tres meses. También en ese momento cae Francisco Monardez y Mauricio Dubo Borquez, además de una gran cantidad de heridos. Luego de este hecho se produce una segunda descarga deja dos muertos mas y veinte civiles heridos. Pero en esta descarga se produjo la muerte de Luisa , mi nana que acompañaba a su marido obrero, no podía creer que la mujer que se había convertido en mi madre se encontraba en el suelo sin vida rematada con seis proyectiles por la espalda, me llene de coraje saque mi arma del bolsillo y cuando se incorporaba para hacer justicia el Coronel Pinochet junto a mi padre me detienen y me entran al estación vagón, en el interior mi padre me golpea y me hace entender lo inentendible, siempre justificando su actuar malévolo, indiferente, clasista y manipulador.

Al llegar a la casa me encuentro con una guardia personal de militares, custodiando nuestras miserables vidas, como si a alguien les importara un tirano insensible, una vieja paranoica y un cobarde como yo, que toda la vida he estado ejecutando ordenes del señor William, el gran gerente de los americanos.

No pude dormir en toda la noche pensando en esa pobre gente que daba su vida por una justica social y por defender sus derechos como trabajadores y mi póbre nana, la persona más humilde que me enseño a respetar a mis semejantes y enseño a disfrutar todos los momentos de mi infancia en estas solitarias tierras de Chile. Al amanecer del otro dia me entere de las siguientes tres muertes y la variedad de heridos; finalmente el saldo de la masacre fue de 8 muertos entre ellos, Osvaldina Chaparro, Luisa Hernandez, Francisco Monardez, Mauricio Dubo, Ramon Contreras, Delfin Galaz, Manuel Contreras y Luis Alvarado, también me entere que finalmente los mismos obreros y sus familias, luego de la masacre taparon los cuerpos con planchas de Zinc.

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La conciencia de remordía el alma por no haber evitado tanto desastre, aunque el gobierno desato todo esto, mi culpa fue acobardarme frente a mi padre, al no enfrentándomele a sus planes junto a personeros de la presidencia y sus macabros planes contra nuestros trabajadores, como un grano de arena para este dolor, me entreviste negocie con el señor Pinochet, para que los restos de los obreros y mujeres asesinadas, puedan ser velados en el sindicato, ante lo cual el militar accedió y los cuerpos de los ocho asesinados fueron velados en el sindicato, además yo como representante de la empresa Andes Cooper, done los ataúdes para las víctimas, el funeral fue el 12 de marzo, comenzó a las seis de la tarde, los féretros iban a ser llevados al cementerio en un camión, pero se decidió llevarlos a mano, por lo cual acompañe a la familia de mi nana Luisa a llevarla a su última morada, comenzando por la ciudad y luego por el desierto. Hasta llegar al cementerio, acompañados de cerca de 3 mil personas.

Después de ese trágico acontecimiento me quede por dos años más en El Salvador, hasta la muerte de mi padre y mi madre en el campamento, fue ahí cuando decidí marcharme de Chile devuelta a mi lejano y desconocido país, quería borrar de mi mente lo sucedió, todos los días se me daba vueltas por la mente la posibilidad de haber hecho algo mas para evitar la masacre en El Salvador, pero en fin quizás las cosas pasan por algo, solo dios sabe lo que nos espera en la vuelta de la esquina y esto fue lo que nos toco vivir por un par de billetes más en los bolsillos de la elite.

Cuando pise suelo americano en Washinton D.C. , ya a una avanzada edad, me uní junto a una gran mujer que ahora en su madre y decidimos adoptarlos a ustedes tres como nuestros queridos hijos y formar una gran familia lejos de maldades , lejos de asesinatos y lejos de la cobardía.

En mis últimos años que me están quedando quiero decirles que el dinero que les tocara será lo necesario para vivir tranquilamente y lo demás ya va viajando a Chile, como donación al sindicato de los trabajadores de Codelco, división El Salvador, yo sé que no reparo nada, pero me sirve en algo para paliar esta pena y esta culpa que me quedo en el corazón, desde aquellos años vividos en la región de Atacama, Quiero que entiendan que lo más sagrado que les puedo dejar no es el dinero, sino mis ganas de verlos felices y que enfrenten la vida sin miedos sin ataduras y sepan siempre que los amo y los cuidare por siempre.

Su padre Alvin.

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LAS ANDANZAS DE DON LEOPOLDO

Por CENIT

C

on un sol abrazador, de esos que curten el cuero, secan tierra y apenas te dejan respirar, caminaba en la soledad de la pampa atacameña Don Leopoldo, pirquine-

ro profesión heredada por su padre.

Llevaba treinta largos días metido en las entrañas de los cerros, que el cansancio se hacía sentir en sus huesos… ¡Maldita Mula! ¡Me venga a dejar botao la muy condenada! Pero ya verá, seguro que ya llega a la casa primerito que yo. Tener que cargar este pesado saco de metal, eso me pasa por consentirla tanto, y el cara de gallo que pucha que pega fuerte hoy, por lo menos dentro de mi minita la “grandiosa” no hay tanto calor allí no se sabe si es de noche o de día; mi taitita que en paz descanse me decía “cuídala bien hijo mira que la grandiosa un día será conocida en todo Chile”, pero la verdad es que el viejo se equivoco, me sirve para un sustento de familia…

Conocía el terreno como la palma de su mano, cerros y quebradas donde acompañaba a su padre en largas jornadas. Cuando era pequeño solía colocar trazos de vidrio a lo largo de su caminar para no perderse, aun de vez en cuanto logra ver sus brillantes reflejos.

El sol quietito, ni siquiera una brisa nada y Don Leopoldo vio entre sus pertenencias y apenas unas gotas de un liquido transparente “solo me queda un poquito de agua ardiente” con lo que me costó quitarle unas botellas mas a esos contrabandistas, mi papa a punta de pistola hacia los tratos pero ¡son todos unos sin vergüenzas! ¡Maldita suerte la mía! Si pá mi que esa condenada mula se la tomaba, en fin tengo que seguir o después me pilla la noche y el frio en la pampa si que es fregao.

Caminaba y caminaba aquel hombre sin contar el paso de las horas, el paso de los años lo largo de sus jornadas el peligro, sus manos curtidas sus pies cansados. La belleza del contraste de los colores del desierto, parece pintada a mano, Don Leopoldo amaba su mágico desierto, como muchos que nos maravillamos al conocerlo…

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Se sentó en una roca a descansar admirando su alrededor, entre dientes se decía “todavía me falta re mucho y ya es hora de la choca” me comiera una rica cazuela en el rancho de doña María con pura papita y arroz, se me hace agua la boca, es que no hay comparación con ese plato pero ni que sepa la Juana esa sí que es cosa seria todo el tiempo me repite “eres un viejo lacho” mire que ir a comer al rancho teniendo comida en casa, es que las cazuelas de la mariita son únicas; capaz que se me enoje la Juana y no quiera cocinarme más con lo aburrió que estoy yo de cocinarme en la mina ahí si que la hago de oro como dice mi compadre. Ese sí que es diablo, y me lleva a la perdición también, le gustan las chiquillas y tomar; él dice que hay que gozar la vida, pero un dia se nos paso la mano aparecimos como a los tres días después a la casa mi compadre estaba acostumbrado a desaparecer, pero a mí me fue re mal me tenían toda mi ropita afuera de la puerta y yo dale con decirle a mi señora que me había portado como un santo que me perdonara pero nada, se entero de todo el pueblo, mas vergüenza. Tuve semanas durmiendo en la casa de mi compadre haciendo merito para volver le llevaba flores a la Juana, como a las mujeres les gustan y mi comadre me hacía unos quequitos para los niños, que me preguntaban por qué no estaba en la casa y ahí me daba la pena; mi compadre dale con decir “lo vivido y lo tomado no se lo quita nadie cumpa” según él para subirme el ánimo, en fin me costó pero me perdono y jure nunca mas por la virgencita de portarme mal.

Bueno se los debo a mis niños que de niños ya no tienen nada, el mayor Cipriano se fue a probar suerte a la capital Santiago el dice que allí hay más oportunidades le ha ido bien pero lo extrañamos mucho, luego está la Terecita mi regalona, a ella no le fue muy bien se enamoro de un afuerino de esos que vienen al mineral del Salvador, atrás de los gringos, a trabajar pero le pego la desconocida y se quedo con su niñito Manuel.

Que yo cuando supe me enfurecí quería sacar la pistola de mi taita y matarlo, pero la Juana me hizo entender “que no era ni la primera ni la ultima que le pasaba eso” el cabro chico me robo el corazón.

El cachito mio es el Leopoldo ese sí que es agallao le gusta todo lo que yo hago y es re habiloso pá las letras me ha tratado de enseñar pero la verdad es que no le pego ná aparte mi cabeza ya no está para eso, la directora de la escuela N°9 señora Sara Cortesdice que el niño va a llegar muy lejos yo lo quiero bien cerca la verdad es mi regalón, claro que es enamoradizo de las chiquillas digno hijo de tigre digo yo.

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Bueno quizás mi nieto siga siendo lo que yo hago ser un pirquinero, amar la tierra y agradecer sus frutos ¿Quién dice si la mina un día es como lo dijo mi taitita?

La Juanita mi compañera tan sacrificada y buena mujer me salió. Yo la conocí en una salitrera del norte vivía con sus padres y hermanos cuando la vi me enamore a primera vista como dicen, claro ni me miro, me costó mucho conquistarla eso que yo no era mal parecido y no me faltaba pero yo la quería a ella. A veces me paraba horas frente a su casa como tonto (uno se pone asi cuando se enamora) y ná que salía, le mandaba saludos con mis amigos y ni me pescaba pero yo no me daba por vencido. Un día con una lluvia del demonio llevaba unas horas frente a su casa mojao como pollo, salió y me paso una manta me dijo “Váyase para su casa mañana conversamos y me trae la manta” me fui más contento que perro con pulgas al otro día me emperifolle, me a perfume y pesque la manta y me fue pá su casa con el corazón apretao iba a golpear la puerta cuando ella salió, con su carita de porcelana, su pelito largo, me quede mudo me quito la manta y me hizo que tenía que hablar con sus padres como correspondía eso me dijo y tartamudeando al decirle que yo la quería y quería algo serio con ella, su papa me miro muy serio “mire mijito de amor no vive la gente” mal comienzo pensé si no tengo nada que ofrecerle solo amor pero me la gane con esfuerzo amor y paciencia y como buen chileno un dieciocho de septiembre nos casamos de allí a sido mi compañera ¡hay que han pasado cosas entre los dos! Y pucha que me a soportado si igual me ama mucho.

Entre recuerdos lindos avanzo Don Leopoldo entre piedras y tierra ya no sentía sus hombros a causa de su pasado seco ya entrada la oración se comenzó a divisar los primeros chonchones de luz en su amado Pueblo Hundido por fin he llegado ahí está mi pueblito que tantas alegrías me ha dado que me acogió como, acoge a cualquiera que quiera venir muchos de los que llegan a la estación del tren se quedan en mi pueblo maravillados con la calidez de su gente.

Yo me lo imagino en unos años mas grande, prospero alegre como siempre ¿Quién sabe si mi Pueblo Hundido será una gran ciudad? Aunque yo jamás le quitaría su autenticidad.

Alli esta mi mula esperándome afuera de mi casa y yo cargadito pero feliz estoy en mi pueblo.

FIN

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NOSTALGIAS DE MI PUEBLO

Por María Isabel Contreras

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erpenteando la difícil geografía de esta larga y angosta faja de tierra, en un rinconcito de Chile, se encuentra mi querido Pueblo Hundido, tierra de gente cari-

ñosa y trabajadora, Pueblo Hundido, acunado por los cerros, el más simpático, el más acogedor en su belleza de la Pampa calcinada por el sol, el más inconfundible en su singular encanto, por sus empedradas callecitas encaramadas desordenadamente en sus caprichos, sus cerros donde la gracia parece manifestarse más expresivamente a esa hora sentimental del bello crepúsculo.

Pueblo Hundido que tienes historias plagadas de leyendas y picardía, con gente honrada, luchadora y solidaria, pueblo que ha visto nacer a sus hijos, a profesionales de valor que ha dado todo a cambio de nada. Pueblo Hundido donde nació y aprendió a soñar el alma mía, eres un pueblo que con respeto recibes en tu seno a quien se ha dormido para no despertar, que goza cuando su gente ríe y llora cuando su gente sufre, eres pueblo de mineros situado en medio del desierto de Atacama, tuviste un pasado feliz, tuviste riquezas tus minas, eres un pueblo viejo y noble, corren los años, ya estamos en 1920, ya empezaban a llegar personas con la ilusión de instalarse con algún negocito, ya que empezaba el trabajo de Potrerillos, la Andes Cooper Empresa Americana. Recuerdo a Don Pedro Contreras, y de Don Horacio Toro comerciantes y mineros, “para muestra un botón”, narro una parte de la vida de ambos para que nos demos cuenta que con el esfuerzo y tesón de cada no lograron ver sus sueños cumplidos.

PEDRITO Pedro Contreras Álvarez, nació en Casablanca el día 29 de Junio del año 1873, día Lunes 3 y media de la tarde. Viudo se volvió a casar el 26 de Noviembre de 1952 con María Raquel Contreras Bravo, nacida el 25 de Septiembre del año 1909 día jueves a las seis de la tarde en Viña del Mar, de este matrimonio nacieron tres hijas, M° Isabel,

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Juana del Carmen y Raquel del Carmen, fue un matrimonio feliz. Pedrito como todos le decían era comerciante y decidido venir al Norte en busca de mejores días, fue así que llegó por esta tierra y se radicó en el pueblito minero de Catalina que quedaba cerca del ahora inexistente Altamira, trabajó varios años con mucho tesón, en Catalina se instaló con un negocio tipo bazar, donde se vendía de todo, el negocio se llamaba “El Negro”, más cuando empezó el trabajo del mineral de Potrerillos más o menos como el año 1920 un poco después se vino a Pueblo Hundido, con el sueño de comprar un terrenito y construirse una casita, fue así que con los ahorros que tenia buscó el terrenito que el quería y construyó su casa en calle Torreblanca esquina Montandon, una casa grande, bonita y quedó también ubicada justo en el sector céntrico del pueblo que ya estaba empezando a crecer.

Venían comerciantes ambulantes y también con el sueño de hacer fortuna, Pueblo Hundido empezaba a ser noticia, se sabía que era una zona muy comercial, nacía Pueblo Hundido y estaba tomando camino. A todo esto “Pedrito” terminaba su casita que tanto soñaba y se instaló con su negocio, grande, bonito, ahí se vendía de todo lo que Ud. buscara.

El nombre de la tienda era “La Violeta”, lo que se buscaba en La Violeta lo encontraba, era deposito de licores, mercería, paquetería, zapatería, ropa, ternos, perfumería, joyería, materiales para los zapateros, suela, clavos tintas, de todo hasta droguería (farmacia) y así simultáneamente.

Don Pedro se sentía feliz de poder compartir su felicidad, de ver su sueño hecho realidad, con la gente que venía a comprar o simplemente a conversar, persona que venían a verlo no se llevaban las manos vacías, siempre se llevaban un engañito. Una vez ya que hizo su ambiente, don Pedrito empezó a conocer a la gente especialmente mineros, pirquineros, que le conversaban de las minas que ellos trabajaban y empezó a interesarse por las minas, mientras tanto el negocio seguía viento en popa, eso mismo dijo, no estaría mal si yo también pidiera unas minas para buscar gente para que las trabajaran, fue así como remato unas minas en la Sierra de Caballo Muerto, pago sus patentes y puso trabajo, no le faltó gente que quería trabajar con él cuando empezó a trabajar en las minas. Tenía trabajando a diez pirquineros, él les llevaba semana por medio, sus víveres y agua, todo caminó muy bien, sin problemas es más hasta o hizo pensar… ¿y si yo comprara oro?... ¿Qué pasaría?...tengo que ver para saber ya que yo no entiendo mucho pero me arriesgaré… ¡Ha dijo!...pero tengo un problema no tengo el horno para fundir!...ya sé me fabricaré un hornito para quemar, para fundir y también fabricaré un soplete, ..¡Mano a la obra!... y se puso a fabricar el horno, en pocos días el horno estaba listo, lo fabricó de ladrillos dentro de el horno

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12 p ocillos donde se fundía y trabajaba con carbón de espino, él tenía unos moldes de lata, cada uno de estos moldes se podían moldear ½ kilo de oro, él compraba oro y lo llevaba a Santiago y lo vendía en la moneda y como no hay persona que pague el noviciado él lo pagó, como no sabía mucho en dos oportunidades le vendieron pellas trayendo una bolita de fierro en su interior así que cuando le venía a vender las pellas de oro, las quemaba con el soplete, soplete que él mismo se había fabricado, lo hizo con cuero y madera y con un pedal para hacerlo funcionar con el pie, igual que las maquinas de cocer. Cuando compró la segunda pella de oro la encontró tan chica para tanto peso, entonces vino, busco una cierra y la partió en el medio traía una pequeña bolita de fierro, a don Pedrito, le gustó esta nueva experiencia y siguió comprando oro, una vez que el juntaba el orito, lo fundía, arreglaba su maletín y partía en tren a Santiago, una vez allá se encaminaba con su maletín, con el cargamento y lo vendía en la Casa de la Moneda Santiago, volvía feliz de ver su misión cumplida.

Cuando en Pueblo Hundido se sufrió una crisis muy grande y los mineros de distintas minas venían él los habilitara, él ahí estaba firme como peral con ellos y así como el los valía cuando necesitaron ellos también no tuvieron problema en cumplir.

Después Pedrito murió, supimos por un sobrino que Pedrito tenía un dinero en vale vista depositado en el Banco Trasatlántico en Alemania, nosotros no teníamos idea de esto porque nunca se hizo nada, cuando supimos, averiguamos, se fue a Santiago pero por no haber hecho las averiguaciones en la fecha nos dijeron que la fecha había pasado que se tenía que haber hecho cuando el murió y no después de tres años, según comentarios era varios millones.

Pero solo Dios sabe las cosas y que sorpresas nos da la vida… ¡uf!... ¿verdad?..¿Qué hubiera hecho Ud. con ese dinero?...

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DOMINGO TORO Domingo Horacio Toro Martínez, nació en Vallenar el año 1896, casado en Carrizal Alto el 12 de Mayo del 1916 a las 08:00 hrs. con doña Ema del Carmen Torrejón Pizarro, del matrimonio nacieron 12 hijos, matrimonio muy prolífero. De estos 12 hijos murieron 2 varoncitos y una niñita, don Horacio Toro llegó a Pueblo Hundido en el año 1916, él era una persona muy busca vida , muy versátil él trabajó en mueblería fina y era un gran pintor, hacia unos cuadros fantásticos, pintaba varios una vez que los tenía listos se dirigía a la esquina del negocio de los chinos, por calle Juan Martínez con Montandon, se ponía a vender su arte, por cosas de la vida se fue a Catalina al interior a una parte que se llamaba Cachinal de la Sierra, era un nuevo yacimiento de minas donde sacaban oro y plata y como estaba muy bueno con mucha esperanza buscó nuevos horizontes, donde su viaje no fue en vano, le fue muy bien juntó un pequeño capital y vuelve muy feliz a Pueblo Hundido con la idea de instalarse con un restoránt ya que Potrerillos estaba en su auge, llegaba mucha gente en los enganches y se quedaban uno o tres días y partían, una vez instalado conoció a don Mauricio, este señor era el que sabia cuando llegaban los enganches y le avisaba y le decía,…¡Mire amigo tal día viene otro enganche, prepárese para que los reciba!..., entonces don Horacio tomaba cartas en el asunto, se preparaba y cuando llegaba el enganche no tenía problemas con la comida ni las camas.

Con todo esto él no olvidaba la minería, sus manualidades, la pintura, que para hacer esos cuadros él usaba pintura marca Zapolín. En este rubro del restorant no faltaba los pisqueros que llegaban a alojarse y comer, pues tenía nombre que era bueno, muy bueno el servicio, entre los pisqueros tenían todos sobrenombres, por nombrar algunos: El Guatón de las limas, Los Hermanos Covoy, El Guacho Lucho y El Gaucho eran los más conocidos.

Don Horacio Toro fue el que descubrió la mina Caballo Muerto después la compró una compañía que le puso por nombre Aurífera Nueva Alaska, con la venta de esta mina cambió mucho su vida y adquirió otra mina que se llamaba Roca Negra, por el metal que salía de este yacimiento era muy bueno, aún está un hijo de la familia Toro Torrejón que es minero y sigue trabajando en la famosa Roca Negra siguiendo lo que el papá le dijo que esa mina no se vendiera nunca. Don Horacio también tuvo pertenencias de mina en el mineral de El Salvador, que en su época era Indio Muerto.

Sus hijos como jóvenes dejaron de pagar las patentes, no sabiendo que al dejarlas de pagar las perderían y podían otras personas interesarse por ellas y rematarlas así como sucedió se perdieron las minas no así la…. “Roca Negra”.

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VIVENCIA…¡ Y SE CREIA CHORITO! Cierto día llegó al restorant de don Horacio una persona que quería conversar con el jefe, entra y dice… ¡e tú!... ¡quiero conversar con el jefe!... ¡Yo soy!...responde don Horacio,… ¡Ha jefe! …¡Me urgía conversar con Ud., sabe quiero que Ud. me fíe una cantidad de pisco, no muchas!...el propósito de este hombre era venderlas en Potrerillos y parece que don Horacio no era de los que se convence fácilmente y empezaron a discutir y a discutir, el hombre se alteró y saca un revolver y amenaza al dueño de casa, en eso salen discutiendo afuera del restorant y cuando justo aparecen los Carabineros montados a caballo, andaban haciendo la ronda y se dan cuenta de la discusión y uno de ellos dispara un tiro de su carabina, el hombre se asusta, corre y se arranca y nunca más volvió al restorant para que le fiaran pisco.

HISTORIAS VIVIDAS… FINADO BRECHE Era Breche un hombre muy simpático, atractivo, alegre y bueno para la talla, cierto día por alguna razón estaba peleando a combo limpio con otro compañero, el Breche le estaba dando una golpiza tremenda cuando de repente de entre la ropa y el poncho el otro hombre saca un revolver y le dispara 2 tiros en la guata al pobre Breche, pero no por eso así siguió peleando, luchó con el hombre hasta que le quitó el revólver y con el mismo le dio de cachazos en la cabeza y el hombre medio atontado arrancó, Breche lo siguió en un momento quiso disparar el revolver ya no tenía balas, Breche ya se sentía muy debilitado pausadamente caminó queriendo seguir al otro pero dio dos o tres pasos y calló. Ahí quedo Breche sin poderse mover nunca mas.

Esto sucedió en Pueblo Hundido, en la calle Torreblanca esquina Montandon.

FIESTAS PATRIAS En las fiestas del 18 de Septiembre nos preparábamos para tener surtido el negocio, con géneros, zapatos y todo lo necesario, la gente desde meses antes se preparaba para hacerse la pinta y lucirla para el 18 de Septiembre, los desfiles se hacían en la Plaza Chica o la Plaza Vieja se le decía.

Las ramadas se hacían en frente al negocio del Chino, daba gusto ver todas las casas pintadas con sus banderas flameando al viento que traía el olor a asados, al rico olor a empanadas, escuchando como las cantoras cantaban las cuecas, bailando, haciendo

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sonar las espuelas y la gente desde la entrada mirando parada afuera.

Fecha que no se puede olvidar, tiempos pasados que dejan hermosas raíces, Pueblo Hundido hoy Diego de Almagro, que creo que para todas las personas nacidas en este pequeño rinconcito de Chile no se nos olvidará jamás, tierra donde vivió y murió don Pedro Contreras Álvarez y de lo que de él quedo poco a poco todo se fue esfumando solo queda parte de la vieja casa de barro como mudo testigo de tiempos felices y de los recuerdos de antaño. Pedrito murió el 12 de Agosto de 1957 sus restos yacen en el cementerio de Pueblo Hundido.

POR UNA ALBACORA Muchos años después el hijo mayor de don Horacio Toro, el Osvaldo Toro se relacionó con don Zotero Araya y su hermano José Araya, ellos comerciantes y transportistas, se reunieron y quedaron de acuerdo de presentar todos los papeles en Chañaral, para hacer el pedimento de unas minas, todas estas minas quedaban en la Sierra de Caballo Muerto, donde ahora es El Salvador, los presentaron y les dijeron que tenían que volver el Miércoles, bien se fueron conversando con las esperanzas puesta en Dios, todo resultara bien, siguieron caminando y llegaron a la caleta y se encontraron que estaban sacando Albacoras, preguntaron por el kilo, le respondieron no se vende por kilo, solamente entera, después de pensarlo compraron una más pequeña y se vinieron a Potrerillos con la Albacora en el camión, cuando venían saliendo de Chañaral se les hecha a perder el camión y no pudieron viajar ese día hasta que arreglaran el camión, en eso ellos estaban donde el mecánico y escucharon que la compañía Codelco Chile estaba haciendo los papeles para comprar y compraron la Compañía haciendo así el trabajo minero lo que ahora es El Salvador.

Gracias a la Albacora y el camión que se hecho a perder se dieron cuenta que no pudieron contra la corriente.

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Quisiera decir algo a todas esas casas de barro del pasado Pueblo Hundido…

CASA DE BARRO Duerme feliz mientras pasa el tiempo Mi reina de barro estilo colonial Tu guardas la fragancia del pasado Testigo mudo eres del recuerdo familiar.

Duerme feliz en tu pasado Más ahora te pincela el progreso Pues ya no hay reinas como tu de barro Solo monstruo de pasado yeso.

Estoy feliz de recordar a mi viejo pueblo y personas, ya es tarde y todavía escribo, tengo mucho sueño y mucho frío. Mientras la luna llena ya está apareciendo tras los cerros y se levanta coqueta, sonríe y nos guiña disimuladamente con sus rayos refulgentes abraza a mi pueblo dormido, si parece un maravilloso fruto de plata.

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PUEBLO HUNDIDO EN TIEMPOS DE LEY SECA

Por SALVADOR GUIROUX (Pueblo Hundido, III región, Atacama. Actual ciudad de Diego de Almagro)

S

ábado 07 de septiembre de 1930/ 01:10 AM. Comenzó la redada prevista desde hace un mes atrás por las reducidas fuerzas de carabineros apostadas en las

faldas del cerro caracol, en busca del gran cargamento de pisco que llegaba desde el lejano valle de Huasco y de Copiapó hasta estos oscuros y recónditos parajes de Pueblo Hundido; el guacho previsto de antemano, vigilaba sigilosamente desde una esquina como lo hacía desde el comienzo de su vida siempre tapándole las espaldas al rey del elixir de la vida, Pedro malo: el surtido de toda la pre cordillera minera, llevaba el pisco y el aguardiente a manos de trabajadores de Andes Copper Mining Company de potrerillos y a los dueños de prostíbulos y salones de fiestas en Pueblo Hundido sin dejar de mencionar a las faenas de mina Carmen y Manto tres gracias, Pedro malo siempre se hacía acompañar de su banda siempre atentos de dar la vida por él, Lucho grande, Lucho chico, el indio pancho y la roca; que compartían años de lealtad hacia el malo.

Rafael Torreblanca era la calle que acunaba a la organización durante muchosaños; se comentaba en el pueblo que el que entraba a esa calle salía con la mitad de sus pertenencias, si es que lograba salir. Es que el control que poseía Pedro malo era innegable, todo el sector se rendía a sus planes. La calle se llenaba en las noches de delincuentes, alcohólicos, prostitutas y niños vagabundeando en las esquinas, todo esperando el momento de beber el éxtasis que los sacaba de aquel submundo y los transportaba por lo menos por una vez a la felicidad tan escurridiza para todos ellos.

Era un peligro constante; riñas, crímenes pasionales, ajustes de cuentas y un sinfín de actividades que a la calle Torreblanca le daban el titulo de la “ratonera Del pueblo.

Justamente en la “ratonera” fue donde Pedro malo se había instalado para dirigir las operaciones de la ruta del pisco; la cual se encargaba de distribuir por su entorno.

Desde ahí planifico, gano respeto e integro a hombres para su colaboración.

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Fue en la Torreblanca donde el malo contacto al lucho grande, al indio pancho, a la roca y al lucho chico para ser sus leales y fieles colaboradores, además de acoger al guacho desde pequeño y entrenarlo para sus mandados y serle útil a la organización.

El guacho, encontrado tirado en la calle jotabeche por el malo, había crecido al amparo de la banda y por ende debía respeto, lealtad y un cierto grado de cariño a sus protectores y abastecedores de la maravilla liquida que recorría cada cierta hora sus venas y se encajaba brutalmente en su hígado y en su cabeza; contaba ya con veinte años de edad, una estructura ósea delgadísima, aspecto de descalcificación y estéticamente desarrapado. Esa noche vio pasar cuatro caballos de carabineros seguidos de diez carabineros a pie, altamente armados y preparados, al tiempo que subían a todo galope por la plaza Manuel Rodríguez, a un costado de la estación ferroviaria. El guacho entra sigilosamente a un túnel de la calle principal de Pueblo Hundido llamada Juan Martínez, se introduce como puede y comienza una loca carrera ayudado de una candela por el oscuro y escabroso laberinto de tierra reforzado con rieles.

La roca, el lucho grande, el lucho chico y el indio pancho se habían conocido en la cárcel y se reunieron apenas salieron inmediatamente al llamado de Pedro malo; asesinos de profesión, curtidos por la noche y por todo el submundo de arrastra, eran encargados de derivar botellas clandestinas de pisco y aguardiente por el Departamento de Chañaral, además de cubrir las espaldas del manda más de la banda de traficante de licor.

El lucho grande criado a golpes por un padre alcohólico, consumió desde los ocho años; año donde decidió escapar de esa vivienda engendrada de maleficios e irracionalidades; viajo por toda la columna ferroviaria del país con un saco al hombro en donde arrastraba ira, descontento, amargura, desolación y una cabeza llena de resentimientos; cuando al fin regreso a su cuna se unió a la banda para recaudar los fondos necesarios que lo sacaran a una vida más fácil para sus hijos y también con el deseo de enviciar y hundir a varios más que cargaran así como el con el peso de ser un don nadie.

El lucho chico se unió a la organización después de haber cumplido con sus quince años de presidio por el parricidio ejecutado a los trece años de edad, y además del asesinato a sangre fría de cinco de sus vecinos que se oponían a sus planes de venganza infantil. Llegaba después de quince años a colaborar con su padrino Pedro malo en la empresa fructífera de la venta de lo que para los dueños de la producción minera era considerado prohibitivo para los trabajadores que se descuidaban de sus labores con mucha facilidad.

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El indio pancho, experto en armamento, nacido y criado en las ramas de carabineros; desilusionado por la poca movilidad en su trabajo, había decidido integrarse definitivamente a la banda ilegal para abastecer a Pedro malo de todo lo que necesitaba para su resguardo y la tranquilidad de su territorio hegemónico. Este entrenador de los malhechores del malo se había especializado en distintos retenes del país para autodenominarse el más rápido en carabinas. La roca; hijo de convicta, nacido en la cárcel que fue su único resguardo desde pequeño, se acostumbro tanto a ese estilo de vida que cuando su madre salió de allí él se vio obligado a matar a un senador de la republica lo cual le permitió volver a su mundo; hasta que recibió el llamado desde la cárcel el día de su escape para encargarse especialmente de hacer la barrera de hierro del líder.

Aquella noche recibieron uno por uno el mensaje del guacho cerca de las 01:09 de la madrugada; salieron apresuradamente de sus aposentos dirigiéndose al cubil para esconder todo tipo de evidencias y facilitar el escape de Pedro hacia los cerros circundantes, pues sabían que el golpe policial ya estaba previsto con anticipación.

01:00 A.M. ya tenían en sus manos el poder de allanamiento dictado por la ciudadanía que veía en esta banda la maldad y la muerte que acechaba a cada minuto y en cualquier mirada. Este allanamiento era para llevar a cabo la misión “enjaulados”, misión que se venía investigando y desarrollando hace ya más de cuatro meses atrás. Los oficiales tenían en su poder un sinfín de pruebas que unían al dueño de las empresas Irrarrazabal, las mismas que mantenían el monopolio de las tabaqueras del norte del país, con una organización poderosa vinculada al tráfico del pisco. Toda esta investigación fue llevada a cabo por los oficiales Mendez, Lira y su capitán Reinoso, los más experimentados en micro trafico del país.

Lo más rápidamente posible entraron esa noche al centro mismo de las calles polvorientas de Pueblo Hundido, alertados por los ladridos que aumentaban cada vez más su avance; el capitán se fijo detenidamente en el aspecto raquítico del joven que se encontraba en una esquina y no dejo de llamarle la atención la mirada sigilosa de este y el bulto que se apreciaba entre sus ropas.

Hay que escapar rápidamente de acá don Pedro, se escucho decir en un nerviosismo inconfundible al lucho grande mientras abría la puerta del cubil y a esas palabras se le agregaban las del indio pancho que aportaba con “ya nos han descubierto” en segundos se escuchaban los relinchos y los galopes de los caballos que ostentaban para sí.

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¡Carabineros, todos manos arriba! Mientras que de un golpe se venía abajo la puerta del lugar que cobijaba a Pedro malo. Revisen todo mandaba el capitán Reinoso, al percatarse de su atraso decidió salir en busca de los traficantes.

01:20 A.M. se escucho el impulso dado a las riendas de los animales al detenerse, seguido de la polvadera emergente de esas infernales calles roñosas, cuando el guacho quedaba enjaulado entre las bestias que bajaban hacia la entrada de la calle Torreblanca; después de una tormentosa paliza salió a relucir el verdadero oficio del muchacho del cuchillo camuflado. Con la información ya asimilada y el joven guacho esposado atrás de la carreta de mulares, la caravana se dirigió hacia las quebradas del interior y hacia la bajada del rio Salado.

01:40 A.M. Llegaron al lugar de destino, se bajaron de sus negros caballos y se internaron a pie en la quebrada del Salado para poder esperar el alba en resguardo; el indio pancho comenzó a cargar las carabinas y navajas para traspasar a sus colegas; cuando desde lejos se escuchaban los gritos y ordenes que se daban los miembros de las fuerzas policiales locales que cada vez se acercaban hacia su destino. ¡Tomen sus puestos, cubran la retirada, y prepárense para la diversión! Se le escucho arengar a la roca desde lo alto de un montículo arenisco. Ustedes dos por la izquierda, los otros dos a la derecha y los otros síganme! ¡Lira ve a buscar a los guardias privados de la Andes Copper! Ordenaba el capitán Reinoso a sus hombres para pedir ayuda extra a la misión; la noche calaba los huesos y se internaba en los más escalofriantes sentimientos que posee el miedo, que ni para esos hombres de armas era totalmente controlable.

01:40 A.M. La población de Pueblo Hundido se despertó impactada con los ruidos de caballos y de balas que viajaban sin destino en una marcha letal a la carne que se le cruzase en su camino, todos sin excepción cerraron sus ventanas, aseguraron sus puertas con rieles cruzados y calmaron a sus hijos en las piezas de adobe y caña con pisos de tierra, todos enmudecieron, desde el jefe de estación ferroviaria hasta los peones de la misma empresa estatal por un lado y de la privada por el otro, pasando por los comerciantes, profesores de la escuela coeducacional N°4, el repartido de agua y los dueños y apires de las grandes minas ubicadas en el sector.

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02:00 A.M. La balacera era incesante cuando carabineros dio con las sombras de los integrantes de la banda, bajo órdenes del capitán los suboficiales se atrincheraron como pudieron a manera de conformar un semi circulo alrededor de los maleantes, posición que se vieron obligados a intentar en dos ocasiones por las seis bajas que sufrieron a manos de los dos luchos que poseían la fama de acertar a dos hombres con una sola bala. Dentro de la quebrada del rio se parapetaron Pedro malo y sus hombres defendiendo a muerte su prestigio y su libertad, Pedro malo afinaba su puntería en la oscuridad cuando siente el crujir de la frente del indio pancho al momento de que una bala le atravesaba la sien, seguido del desvanecimiento del cuerpo sin vida del experto en armamento del grupo. Pedro se agacho para verificar las pulsaciones dándose cuenta que eran nulas, ya estando en el suelo tiene un minuto de lapso donde la vida le pasa completamente en un segundo, se recuerda de su niñez en las minas criado por su madre y golpeado y violado por su padre, a los ochos años su familia bajo a radicarse al pueblo donde Pedro a esa edad ya era un estorbo para la familia y fue desechado a la calle por ser una boca mas; Pedro a esa edad no tenía nada, busco asilo en la parroquia del pueblo donde el cura le facilito un cuartucho para que durmiera a cambio de los mismos favores carnales conocidos en el hogar paterno; en la calle Montandon conocida como “la calle de los chinos” Pedro encontró un empleo en el comercio ayudando en sus quehaceres al chino Horacio, quien enseño el oficio al muchacho a punta de golpes y maltratos. Entre golpes y abusos Pedro fue buscando una salida a su penosa vida en la calle y en la sobrevivencia en ella, ya no podía volver el tiempo atrás lo que había vivido no podía alejarlo de su existencia sino en mas aprender de eso y fortalecer el alma y el cuerpo para no volver a repetirlo; combo a combo se fue abriendo camino en las calles polvorientas de Pueblo Hundido, su niñez entraba en su cuerpo a la hora de pelear su territorio y sacaba toda ira en un puño o en lo que estuviera a su alcance transformándose en un diestro manipulador de navajas y armas de fuego; ya en su adolescencia participo en bandas dedicadas al robo en la ciudad del puerto de Chañaral, época en donde se gano el apodo de malo por su iracundo actuar y estar dispuesto a todo a la hora de poner las cosas en su lugar. Ya de vuelta en su natal Pueblo Hundido entra a las organizaciones dedicadas al tráfico de pisco, negocio rentable puesto que en esa época los dueños de Andes Copper MIning Company ubicada en Potrerillos apoyados por las autoridades estatales quienes a través del artículo 162 de la ley de alcoholes, mediante el cual se prohíbe el ingreso de bebidas alcohólicas a las instalaciones industriales y mineras sin la autorización previa de las respectivas administraciones declarándose zona seca a Potrerillos.

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Bajo este contexto histórico Pedro malo encontró la respuesta de para que servía en esta vida, comenzó haciéndose uno de los bravos pisqueros en combates y emboscadas a otras bandas rivales, asaltos a inocentes pobladores, riñas callejeras, vida entre cabaret y cabaret, cliente especial de el Cairo, cabaret del negro Campbell consumiendo gota a gota de placer emanada por las mejores prostitutas de la región. El malo obtuvo su reputación en las calles y en la ruta del pisco en donde solamente los valientes se atrevían a pasar por la quebrada del rio y el pozo Fisher, ahí entendió que tenía que emprender por sí solo y buscar su propia red de pisqueros, fue el momento para reclutar a ciertos contactos de la vida y agrupar a los mejores delincuentes de la zona, así llego a los luchos, al experto en armas pancho y a la roca para convertirlos en la más recordadas bandas de traficantes de Pueblo Hundido; además de darle ocupación al guacho que años atrás había recogido de la calle con la intención de protegerlo y descargar su virilidad como también su padre había hecho en el.

Una bala alojada en su hombro izquierdo lo trajo nuevamente al presente, había que escapar rápidamente de ese lugar, dio las órdenes pertinentes a su grupo y se lanzo a la carrera cuesta arriba del rio para tomar rumbo al sector de la “quinta los chañares”, fueron saliendo agrupados esperando un milagro que les permitiera lograr el objetivo de huir. Solamente sintieron el silbido de las balas a su alrededor puesto que la roca detuvo su andar a medio camino para cubrir la retirada y recepcionar los plomazos que amenazaran al líder, dándole fin a su existencia como siempre lo hubiese querido, como guardaespaldas del mas malo.

Los caballos salieron raudos junto a su capitán a la siga de los pisqueros que corrían desaforadamente por el llano queriendo llegar como se pudiera a resguardo. En cosas de minutos los policías alcanzaron a los corredores atrapando a los dos luchos quienes por oponer resistencia fueron ajusticiados en el mismo lugar con un tiro de gracia en la sien; solo quedaba uno y era el más importante para acabar con la red de tráfico que se ramificaba desde Pueblo Hundido hasta Potrerillos, pero justo en el momento en el que estaba a tiro cañón aparece la sombra de un jinete encapuchado que súbitamente sube a su caballo a Pedro y se da a la fuga con todas sus fuerzas perdiéndose a lo lejos e internándose nuevamente al pueblo; en esa loca carrera Pedro se va desvaneciendo por la pérdida de sangre en la herida de su hombro hasta caer definitivamente en las manos de Morfeo.

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Reinoso al mando de la operación ordeno registrar milímetro a milímetro el recinto protibulario debido a los antecedentes del locatario. El negro Campbell era conocido en el mundo nocturno pueblohundiano y por todos respetados, era diestro en la navaja y un bravo cuando había que hacerlo a mano limpia, el era el alma de la juerga minera y quien suministraba los mejores licores y prostitutas a los felices trabajadores que quisiesen ser acogidos por la casa del pecado como nombraban la gente de bien a su antro de perdición. Entre el desorden provocado por los policías no se encontró nada y el negro Campbell con una amabilidad casi de santo los invito caballerosamente a salir del lugar para que sus prostitutas lograban conciliar el sueño para estar preparadas a la bajada del segundo turno de mineros que esa misma noche se dejarían caer en el cabaret para probar los placeres sexuales que por todo el oro del mundo ellos no dejarían de recibir.

Cuando ya no quedaba rastro de carabineros, el negro Campbell camino al cuarto de la puta Vero conocida entre los mineros como la “enamoradiza” y con ayuda de ella retiro la cama a un costado y abrió algo así como una puerta secreta hacia un subterráneo iluminado por una humilde velita. Al estar abajo se acerco al hombre echado sobre la cama lo bofeteo hasta despertarlo y le obsequi un vaso de agua y un trozo de pan.

Pedro aun débil se incorporo como pudo en la cama e interrogo a su interlocutor: ¿dónde estoy? ¿Cómo llegué a este lugar? ¿Quién eres tú? Soy yo, tu amigo el negro Campbell, estas en mi casa y llegaste gracias a un hombre que te rescato y te trajo a este lugar, el dice que tiene agradecimientos contigo y te debe algunos favores, de hecho esta ahora conmigo pero recupérate bien primero y luego conversamos. Dicho esto el negro se dirige hacia la escalera, abre la puerta e invita a otro hombre que se encontraba en la pieza a salir a desayunar; Pedro con una visibilidad a medias ve salir a la sombra del Campbell y otra sombra robusta de un verde extraño y que al salir se ubica en la cabeza una gorra del mismo color. La puerta comienza con el proceso de recuperación y del maltratado cuerpo montándolo encima y entregándole todos los trucos que en sus veinte años de oficia había aprendido en diferentes campamentos mineros.

Al cabo de una siesta de veinte minutos el malo se incorporo, ya no había nadie junto a el, como pudo se vistió y subió la escalera que conectaba el subterráneo con la planta principal de la casa. ¿Cómo estas Pedro? Le pregunto el negro Campbell a su huésped, sin esperar respuesta salió raudo a la pieza para asegurar la casa entera de

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de la segunda arremetida de las fuerzas del orden público; luego de un par de minutos entra el hombre misterioso de la gorra al pequeño cuarto. ¡Cabo Lira! ¿Usted? Se dijo el malo para sí; tómalo como una manera de agradecerte dijo el carabinero, hasta aquí cumplo yo, todos estos años que tu banda opero en Pueblo Hundido te cubrí las espaldas y te libre de las redadas del capitán a cambio del cuarenta por ciento de tus ganancias que recibí y me han ayudado bastante a vivir y como para salir de este pueblo antes que descubran mi corrupción, así que por todos estos años de negocios te agradezco salvándote la vida y nos veremos algún día en el infierno, ¡Adiós y suerte!

Pedro no dijo ni una sola palabra solo siguió con la mirada al cabo mientras salía de la puerta principal hacia el exterior.

Luego de este episodio Pedro malo continuo escondido por alrededor de un mes en la casa del negro Campbell; comiendo, bebiendo y revolcándose con la vero por cortesía de la casa.

Finalmente el malo decide y planea su escape para cruzar la cordillera con destino a la ciudad de Mendoza en Argentina pero primero decide visitar por última vez el cubil que lo cobijo en sus mejores años como capo de la mejor banda de pisqueros de Pueblo Hundido, entra por la puerta de atrás y se introduce en la humilde choza de adobe con piso de tierra en donde evoca todos sus recuerdos observando las botellas, el armamento y las cargas de carretas que esperaban silenciosas las dos mulas que alivianaban su peso. Antes de retirarse se dirigió al patio y quedo estupefacto con la imagen que sobresalía de la escena, lleno de moscas y gusanos se encontraba la cabeza degollada del guacho. ¡Pobre niño!, exclamo Pedro para luego darle algo parecido a una cristiana sepultura, seco sus lagrimas y se retiro del lugar rápidamente.

Noviembre 1930/ 14:30 P.M. Con el sol como primer espectador se inicio en la plaza Manuel Rodríguez el juicio público al suboficial de carabineros cabo Juan Lira por traición a la institución y a la patria, en el lugar se aglomeraron las autoridades locales a cargo del Gobernador del Departamento de Chañaral, Don Simon Valdivieso, el Delegado Provincial de Pueblo Hundido Don Augusto Fuentes, el Gerente General de la Andes Copper don Paul Smith, el Comisario del reten Pueblo Hundido Capitan Jorge Reinoso, el cura Parroco Padre Juan José Rosales, además de contarse presente a todos los vecinos de la localidad. Se improviso en plena plaza una horca y se dio lectura al decreto de pena de muerte por traición que en cada palabra del Gobernador aumentaba su resonancia con los juicios de los pobladores que a viva voz se pronunciaban.

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Al terminar la lectura el mismo capitán Reinoso ejecuto la ordenanza de muerte secundado por la gente que al unísono hacia la cuenta final a la orden de uno, dos y en ese momento el capitán recordó la manera de cómo descubrieron que Lira apoyaba a la organización más peligrosa conocida en los últimos años, fue el día domingo justo cuando terminaban la redada en el cabaret del conocido negro Campbell, él como capitán dio la orden de abandonar el recinto sin embargo mando al cabo Tomas Méndez a parapetarse en la cima del cerro donde en cuyas faldas se encontraba el famoso cahuín “cambia la vida” hasta que alguna señal viniera proveniente de allí. Fue en horas de la tarde cuando Méndez ya agotado por las horas de vigilia vio salir a su compañero de armas vistiendo el uniforme de la institución y mirando para todos lados en señal de ocultamiento de información.

Méndez concurrió al reten ubicado en las faldas del cerro caracol a informar de lo ocurrido a su superior, Reinoso inmediatamente allano la casa del cabo Lira encontrando grandes cantidades de dinero y ropas típicas de las utilizadas por las bandas de pisqueros que asolaban las quebradas. Lira fue destituido y retenido en la comisaria por el tiempo de un mes, mes que a punta de golpes diurnos y nocturnos fue contando toda su verdad sin embargo nunca dio el paradero del bandido más buscado por la policía pueblohundiana. Asi también el capitán recordaba los múltiples allanamientos al cabaret de Campbell en búsqueda de la verdad, verdad que nunca quiso revelársele en los rincones del antro nocturno aunque ahora poseía en sus manos el tan esperado decreto de la gobernación chañaralina para detener y clausurar definitivamente el local del negro. De repente sintió el eco popular de la sentencia final para Lira ¡Tres!

Aaahhh fue el ultimo gemido de dolor del cabo que se retorcía suspendido en el aire mientras el cordel se impregnaba en cada arteria de su cuello y el aire disminuía al tiempo que su corazón se reventaba.

15:00 P.M. A lo lejos la sombra de un hombre se acomodaba nuevamente su capucha y daba un fuerte zapatazo a su caballo para perderse a todo galope en dirección sureste camino al poblado de Inca de Oro. Terminada la ceremonia Reinoso agrupa a sus carabineros y azuza a los caballos y a sus monturas a enfilarse por calle Torreblanca en busca del locatario dueño del “cambio de vida”. Al llegar al sitio el negro Campbell es visitado por diez puños en dirección a su estomago el capitán lee el dictamen y se procede a clausurar el local ¡un momento! Replica Campbell escupiendo sangre de su garganta, el negocio es mi vida

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me lo dejaron mis padres y sin él no sabría como ganarme la vida además me ha dado cierto respeto en la comunidad no lo voy a perder ni menos por un bandido que ya está acabado; Pedro se alojo acá por presiones del cabo Lira que me obligo a refugiarlo so pena de cárcel por mis locuras de juventud y además fue esta maraca que trabaja para mí que me lloro que se quedara disque se estaba enamorando y soñaba con tener un hijo de puta; en cuanto al malo, acaba de escapar con dirección a Inca de Oro. Reinoso se quedo atentamente escuchándolo y mirándolo fijamente a los ojos ordeno a sus subalternos; ¡Araya, rompe el dictamen y la clausura! ¡Morales, lleva a la puta a la delegación! ¡Mendez y los demás síganme! ¡Acá no ha pasado nada! Una hilera de caballos se vio perderse por calle Montandon hacia arriba acompañados de la tierra y el polvo que en el desierto van con uno como la misma sombra Dos días exactos duro la cabalgata por el desierto hasta llegar a Inca de Oro y sin tiempo que perder los cinco carabineros tomaron declaraciones en los burdeles a cada uno de los pirquineros que frecuentaban esos lugares, dentro de la borrachera a uno se le salió que lo había visto montando su caballo en dirección al oasis ubicado a pocos metros de la ciudad llamado la “Finca de Chañaral” Los verdes uniformes enfilaron a plena luz del día para aprovechar el sol mientras que en el burdel el pirquinero era pasado por cuchillo por los demás asistentes gracias a su información tan desafortunada.

Al llegar al sector de la finca los carabineros se tomaron un pequeño descanso, bebieron ellos y los animales de las aguas que corrían por las vertientes y se alimentaron del fruto del chañar que es típico en la zona. En las horas de la tarde comenzaron a rastrear la zona punto a punto puesto que la quebrada tenía una gran extensión; en eso estaban los policías cuando un certero tiro le vuela los sesos a uno de ellos cayendo instantáneamente al suelo. A la orden de refugiarse emitida por su superior los cuatros que quedaban corrieron a buscar guarida dentro de los pequeños morros ubicados cerca de la hilera de agua, en esa huida cae otro carabinero atravesado por la espalda y ya solo quedan tres de ellos. Arriba de la quebrada se encuentra altamente armado el hombre más buscado de la provincia a esas alturas, disparando a lo que se moviera y lamentablemente para los hombres de armas lo primero que se movió fue el pecho del carabinero Matamoros quien recibe en pleno corazón el impacto. Dentro de la desesperación Reinoso acierta en el estomago y Méndez da un espectacular tiro al centro del pecho de Pedro malo, justo cuando los dos policías habían acabado con sus municiones.

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La balacera termina y Pedro malo cae unos cinco metros al precipicio, con sus últimas fuerzas el malo toma firme su arma para disparar pero un zapatazo se la arrebata seguido de un puño al rostro por parte del capitán del escuadrón. En su sed de venganza y sin tener más balas el cabo Méndez agarra un gran peñasco y le da muerte con más de veinte repetidos golpes en el cráneo. Luego de la improvisada jornada dejan el cadáver del malo y arman una rustica vivienda para pasar la fría noche a campo abierto.

Al comenzar el siguiente día, los dos policías miraron de reojo a la bandada de jotes que se daban un festín con los restos sin vida del famoso traficante, Reinoso alejo a los plumíferos ato el cuerpo a su caballo y dio la orden de regresar al mismo tiempo que Méndez sacaba de su cinto una cuchilla y cortaba rápidamente la cuerda ¡Este desgraciado no tiene a nadie que lo recuerde ni que lo visite! Acto seguido con las manos comenzó a cavar un hoyo para la sepultación de un delincuente.

De regreso en Pueblo Hundido y después de haber dejado enterrada la historia de Pedro malo en plena pampa los carabineros se encontraron con una multitud en la plaza que se disponía regresar a sus hogares, en el centro se encontraba sin vida la Vero muerta por lapidación por la jauría de gente después de que el delegado en acto público mencionara los pecaminosos actos de la prostituta enamorada, tan solo quedaba con ella el cura párroco de Pueblo Hundido guiándola en su largo viaje hacia el mas allá y cerciorándose en terreno de su fallecimiento de manera de ocultar a los feligreses las visitas que amablemente la putita realizaba sagradamente cada cierto tiempo a la sencilla parroquia local para que el cura en persona le sacar los demonios como solamente los machos saben hacerlo.

Así es más una época había concluido, quizás la época más oscura y más temible que se vivió en las calles polvorientas de Pueblo Hundido. Con la muerte de los últimos y más terribles traficantes del pisco, se limpio el honor y la vida familiar en un rincón del desierto chileno.

Un año más tarde en Pueblo Hundido se realizo en el reten del cerro caracol el cambio de mando, recibiendo dichos honores el ahora capitán Tomas Méndez quien quedo a cargo del reten de Pueblo Hundido, agradecido de la comunidad y deseando un futuro prospero a Jorge Reinoso quien era destinado con el grado de General a la ciudad de Copiapó. Por esas circunstancias que tiene la vida se presentaba en acto público al centro de la plaza el nuevo Delegado Provincial de Pueblo Hundido vitoreado por todos los vecinos y el era nada menos que Guillermo Campbell, el “negro Campbell”.

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Pasado un tiempo la comunidad fue olvidando los hechos de violencia pasando a un desarrollo en la vida del pueblo a la vez también taparon un hecho histórico y que las nuevas generaciones de ahí en mas no tuvieron la dicha de conocer o reconocer, sin embargo hechos como estos son veredictos e innegables porque en un tiempo determinado de la vida de Pueblo Hundido ocurrió y ocurrió en tiempos de Ley seca.

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UN EXTRAÑO ENCUENTRO

Por ISMAEL

E

l desierto se veía surcado de caminos en todas direcciones, Unos más marcados que otros, todos se perdían detrás de las lomas resecas que subían y bajaban

como un mar inmóvil, la costra yerma de la tierra parecía la piel de un gigantesco reptil y nosotros microscópicos insectos transitando en un microscópico vehículo, por entre sus grietas y pliegues.

-¿Por dónde? Pregunto Edgardo deteniendo la camioneta y sacando la cabeza por la ventana como para mejor. Tenía los ojos entrecerrados a causa del sol.

-No sabemos – dije - ni hay quien preguntarle.

Hasta donde alcanzaba la vista, solo se veían cerros pelados y secos, ni cactus, ni un cactus, ni un ave, ni un insecto siquiera.

-Yo creo que la luna es más hospitalaria que este desierto.

-Seguro, al menos hay una bandera yanqui flameando, aun que se dice que eso fue solo un montaje dije.

Yo soy Ismael, y esa vez andábamos con Edgardo recorriendo para el lado de Inca de Oro, investigando acerca de ciertas leyendas locales, no es que fuéramos antropólogos, ni por el estilo, es solo que nos gusta recorrer y además nos llamaba los mitos y leyendas, esas historias en que la magia se mezcla con la realidad o más bien, en que la magia forma parte de esta última.

-Me parece imposible que alguien pueda vivir en estos parajes, Dijo Edgardo. - Buscábamos a un tal Bahamondes, un minero solitario que nos dijeron que tenía un ruco por esos lares, al abrigo de una quebrada, cerca de unos piques en que se afanaba solitario, habíamos dejado inca hace más de dos horas, hacia el oriente, y los datos que nos dieron ya se nos habían acabado hace rato .

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-Debimos haber dibujado un mapa.

Seguimos otro rato, una última tirada antes de devolvernos, oteando los dos la lejanía en busca de cualquier seña, que delatara la presencia humana, de repente a lo lejos se vio una polvareda, luego pareció como un chorro que arrojara polvo desde nuestro avance. Nos detuvimos para ver mejor y pudimos ver que era un pequeño tornado levantando el polvo del desierto, se trasladaba dando la impresión de un extraño espíritu flotante, sugerente y mágico en el escenario intemporal del desierto, paso frente a la camioneta, cruzando el camino, cual si hubiera querido decirnos algo y se fue, perdiéndose tras una quebrada. Nos miramos sorprendidos, no habíamos dicho nada hasta el momento para no arruinar la extraña visión.

-Era como un fantasma ¿tomándose fotos? – dijo Edgardo bajando de la camioneta.

-No – respondí, bajando también.

Mientras el alargaba el brazo por la ventanilla para coger la cámara, me di cuenta de un objetivo que relucía a lo sobre una loma, mire mas detenida mente, pero no podía determinar lo que era, aunque sin duda se trataba de un objeto artificial, como de vidrio o metal, se lo señale a Edgardo y enfilamos la proa hacia allá, dejamos la camioneta cerca y partimos caminando cerro arriba por una pendiente suave y arenosa, se veía por todos lados abundante material pétreo con contenido de cobre en esas características, manchas de un hermoso verde Calipso, en un punto donde se acumulaban unos montones de piedras, descubrimos un pique, una excavación de reducida entrada que se hundía en la tierra perdiéndose su fondo en la penumbra. Cerca de la entrada había una escalera hecha de sogas y tablas atravesadas, aunque se notaba que no se había usado en mucho tiempo, por lo gastada y semienterrada, además había esparcidos diversos objetos, botellas de cerveza, latas oxidadas, uno que otro reseco bototo.

-Más duro que zapato arriba del techo – dije.

-¿Escuchaste eso? – Dijo Edgardo – son como martillazos.

Aguzamos el oído y sin duda sea oían golpes que salían desde la excavación, eran unos ruidos metálicos rítmicos, aunque se oían muy lejanos, nos acercamos a la boca del hoyo y gritamos hacia adentro: -¡Hola!, ¿Hay alguien?

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Los golpes cesaron y aunque un rato esperando por si reanudaban, no volvió a suceder, seguimos recorriendo el área y descubrimos las ruinas de unos rucos, quedaban unas hileras de adobes que marcaban claramente unas habitaciones, en donde seguramente los pirquineros habían habitado, incluso estaban esparcidos por ahí, los muebles que usaran. Unos sillones desvencijados, restos de camas, incluso un gran televisor Westinghouse, con la pantalla quebrada, semienterrado en la arena.

-Hace tiempo que nadie vive aquí- dijo Edgardo sentándose en un destartalado sillón y cruzando la pierna, cual si se hallara en el living de su casa.

-Si pero ¿y los golpes que se escuchaban en la mina?- dije.

Ambos miramos en derredor, como buscamos algo, mas nuestras miradas solo encontraron áridos cerros como pieles de inmensas tortugas, la pregunta quedo flotando en el aire y al no hallar respuestas se fue llevada por la brisa, ya no estábamos tan seguros de haber escuchado esos ruidos.

De repente apareció detrás de unas rocas un perro, era flaco y chico, muy parecido a un zorro, nos miro como desinteresadamente, estirando la nariz en distintas direcciones y como lo que olio no parecía gustarle, se fue por donde había venido.

-Sigámoslo – dijimos- donde hay un perro, hay un hombre.

Lo perdimos y reencontramos alternativamente durante un rato a través de una pequeña quebrada mientras la luz menguaba y el aire se iba enfriando. Ya pensábamos volver, cuando detrás de un rocoso promontorio apareció una visión insólita: un hombre viejo, vestido de chaqueta y corbata, sentado sobre una piedra ante una fogata, nos miro sin mayor sorpresa, como si nos hubiera estado esperando.

-Buenas – dije.

A lo cual él respondió con una semi-sonrisa y un asentimiento de cabeza, era un hombre flaco, aunque recio según se notaba a través de su traje, con una descuidada barba medio crecer, al parecer se calentaba de hace poco rato en la fogata, aunque nada mas había alrededor que denotara que estaba haciendo ese hombre allí, solo en medio de la nada ¡y porque llevaba traje!, nos acercamos lenta y confiadamente y como era natural nos arrimamos al fuego, frente al hombre, nos miro a uno y a otro con expresión tranquila, como cediéndonos la primera jugada.

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-¿Cómo esta? – Dijo Edgardo.

- Bien, ¿usted? – Dijo el viejo.

Daba la impresión de haberse tomado un par de vinachos hace poco, si bien no se veía ningún rastro de botellas o vasos, miro al fuego y se puso a revolverlo con un palo, no parecía interesarle ni intrigarle gran cosa nuestra presencia.

-Andamos buscando a un tal Bahamondes – dije, mas para entablar una conversa que para otra cosa.

-¿ Y para qué sería?- Preguntó ¿le debes algo? - Y se echo a reír mostrando unos dientes amarillos e irregulares, nos reímos también y dijimos que no, que solo queríamos hablar con él.

-No lo conozco – dijo.

A estas alturas Edgardo y yo pensábamos, aunque no lo dijéramos, que nos venía la noche en el desierto y que tal vez sería bueno volver, pero en fin ya estábamos ahí, y teníamos que ver que salía de esto. ¿Que no lo conocía?, resultaba improbable que las personas no se conocieran en un territorio prácticamente deshabitado. Otro dato incomprensible, además de la incoherencia de su traje.

-viene de una fiesta? – bromeo Edgardo.

Aprovechándose del buen humor del viejo. Este se rio de nuevo, pude ver que tenía varios implantes de oro en los dientes, pareció que iba a responder, pero en cambio se puso serio y dijo: -Ustedes no buscan oro La pregunta nos tomo por sorpresa, aunque no era descabellada, la mayoría de las personas que hurgaban en el desierto lo hacían movidos por el oro u otros minerales.

No dije, estamos haciendo una investigación, en eso me acorde del perro-zorro y me extraño que no estuviera echado a los pies de su amo, llegamos aquí siguiendo a su perro. Dije mirando alrededor.

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-¿Cuál perro?, Yo no tengo ningún perro- dijo echando otra tabla al fuego.

Edgardo y yo nos miramos extrañados, algo no calzaba en todo esto, luego de un momento de silencio nos miro como significativamente y pregunto cómo a quemarropa.

-¿Ustedes que buscan? - A estas alturas ya se estaba casi oscuro y lo irreal del paisaje la situación daba para que la imaginación se pudiese a trabajar y se ganara un espacio en la realidad, nosotros andábamos investigando el tema de las leyendas, si había dos clásicos en las leyendas del desierto eran el oro y el diablo, que ´por lo demás pareciera andar siempre juntos, y ese tipo que teníamos enfrente salió de la nada y tan de traje se asemejaba mucho a como suele pintar al malulo en los mitos mineros y cafeadores. Me dediqué a observarlo mientras Edgardo lo escuchaba hablar sobre algo, en verdad parecía un viejo muy real, con todos los detalles de una persona cualquiera, sin rasgo de sobrenaturalidad, pero quien podía saber, sentí cierta inquietud, pero no miedo ¿para qué?, Ya estábamos ahí ¿Qué podíamos hacer sino seguir el juego, fuera el que fuera?

-Si me permite voy a regar las plantas – Dijo el viejo y se fue detrás de unas piedras, mientras nosotros, como es lógico aprovechamos para conferenciar.

-¿Qué te parece? – Pregunté Es algo extraño, su corbata no hace juego con el terno. Bromeo Edgardo.

Ya el último resplandor del día se había ocultado tras los cerros y la noche se acomodaba, como nosotros alrededor del pequeño fuego que nos convocaba a esa reunión incierta en medio del desierto, volvió trayendo una botella de vino ¿de dónde la había sacado?

-¿Quien tiene sacacorchos? - Preguntó, sentándose en el mismo lugar que antes, no teníamos, por supuesto, pero Edgardo que miraba la botella con avidez, se ofreció a abrirla de todos modos, de alguna manera, el viejo me miro y en su estilo incoherente o misterioso que tenía me pregunto.

-¿Usted que anda buscando?

-A mí me gusta viajar y conocer – respondí sin pensarlo mucho. Puso una cara indescifrable, de ojos vidriosos y resoplo como una foca, no sé si he disco que usaba un pequeño sombrero negro, se lo quito un momento y se rasco la canosa mollera.

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-Entonces usted nunca será feliz, porque el mundo es demasiado grande y la vida demasiado corta.

Hecha la sentencia y sellada con su correspondiente mirada significativa, volvió a ponerse el sombrero, miro a Edgardo como para hacerle una predicción similar, pero viendo lo que este pretendía con la botella de vino se limito a un estilo mucho más prosaico: -Le va a saltar vino en la cara. - Y es que Edgardo había quitado el envoltorio metálico del corcho, e intentaba hundirlo con un lápiz.

-Eso cree usted, pero yo me he visto en estos trances antes- le respondió.

De repente y también a quemarropa siguiendo su propio estilo me atreví a preguntarle - ¿Usted vive por aquí?

- No ando en unos negocios – me respondió ágilmente y con naturalidad, como si se hallara en un banco o en una oficina en Copiapó.

-¿Es minero?- Pregunte aun.

-No al contrario- respondió.

En eso me desatendió para preocuparse por lo que hacía Edgardo con la botella ¿al contrario?, ¿Qué diablos significa eso? Y ¿Qué clase de negocios podía estar haciendo en ese lugar, vestido de esa forma?

-¡Pase por acá!- Le dijo a Edgardo de repente, si quiebra la botella nos vamos a quedar sin nada, con mucho cuidado empujando el corcho, hasta que el vino empezó a aflorar de a poco.

-¿Ve?, Mas sabe el diablo por viejo que por diablo, y le pego un trago a la botella Bebíamos hablando cualquier cosa, era imposible interrogar al viejo sobre cosas concretas, con respecto a si mismo, pues las desdeñaba con un ademan o cambiando sencillamente de tema y yéndose por las ramas, y entre rama y rama, se fue tejiendo la arboladura de aquella extraña reunión nocturna; aves nocturnas volaron silenciosamente, mas allá de del alcance de la débil luz de nuestra fogata y mientras los reptiles y los dinosaurios dormitaban alrededor su sueño inmemorial.

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Estábamos haciendo un camino que iba de Inca de Oro a Flamenco, derechito para allá dijo el viejo indicando con la mano hacia la costa mas allá de las sombras, lo hacían gringos para cargar el cobre de aquí, me toco trabajar con un ingeniero que se llamaba Stevens, si mal no recuerdo, era buenazo pal trago el gringo, en la mañana se ponía primero justo después de zamparse un pollo entero, con papas y todo, y parece que el whisky se le iba derechito a la nariz, porque la tenia colorada y húmeda todo el tiempo, bueno una vez me toco acompañar a Stevens a ver unos topógrafos.

Yo le llevaba un morral con herramientas y documentos, mientras él iba en una mula sin ensuciarse ni los zapatos, pulcramente lustrados. Pero el gringo se había tomado un par de tragos de mas y de repente sin saber cómo se fue de lado y se cayó de la mula, pero pasaban que este andaba siempre, no sé yo por qué con una pistola en el pantalón y esa vez se le disparo, haciendo un hoyo en un pie, ¡como maldecía el hombre!, aunque yo no entendía nada, porque yo no hablaba ni pizca de inglés, ni el de español, total que lo ayude a subirse a la mula y emprendimos regreso para Inca, me daba pena el gringo, que arto debía doler el balazo. El viejo me pidió la botella de vino, se, la pase por encima del fuego, le puso dos tragos largos y siguió, mientras se la alargaba a Edgardo.

-Claro que el gringo me hizo una chanchada, que nunca pude entender. Cuando llegábamos a la oficina de la compañía, me apuntaba con la mano y se quejaba a gritos, yo no entendía lo que se hablaba en ingles, pero por señas pude darme cuenta que ¡me acusaba de a verle disparado!, me agarraba del brazo y gritaba, yo me zafe como pude y corrí, no era culpable, pero me di cuenta de que nunca iban a creer en la palabra de un pobre jornal contra el ingeniero gringo, supongo que le dio vergüenza que los demás supieran que estúpidamente se había disparado solo y prefirió culparme a mí. La cosa es que corrí y me escondí en una bodega, toda la tarde y en la noche Salí y largue para los cerros, a donde un pirquinero que conocía, tuve que caminar toda la noche y fue difícil porque no había luna, pero yo conocía esos cerros porque había andando trabajando para arriba un tiempo atrás, así que en la mañana llegue donde este amigo y le dije que tenía que esconderme un tiempo, una vez allá tenia q hacer algo así que se me puse a picar piedra también.

Mi compadre sacaba oro, pero tan poco que apenas le daba para ir tirando, y yo era más una carga que otra cosa para él, pero no me atrevía a bajar todavía, por temor a que me anduvieran buscando, yo había subido con unos pesos en una bolsita de cuero pero la había extraviado en el camino, producto de los nervios, como al tercer día me propuse trabajar un tramo a ver si la encontraba en un par de lugares, donde recordaba haberme detenido a descansar.

Baje caminando en la mañana y me encamine a un lugar donde recordaba haberme detenido, esa vez había cortado a tramos por fuera del camino por si acaso y así

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mismo lo hacía ahora, mire por todos lados sin hallas ni una pista, aunque si estaba mis huellas en el polvo, de repente miro hacia debajo de la quebrada y me doy cuenta que la bolsita estaba abajo en el fondo, no me explique cómo había llegado allá , pero me baje a buscarla, llegue abajo y cuando me agacho a recogerla, veo unas piedras que me llamaron la atención, yo ya había sido ayudante de minero y sabia que allí había oro, seguí rebuscando los alrededores y reconocí un filón que sobresalía entre unas grietas, no se sabía la profundidad, pero estaba clarito, se me estremeció el corazón y partí poco menos que corriendo a donde mi gancho a contarle, llegue arriba sin habla y él pensó que me seguía la policía, cuando le conté lo que pasaba , puso unas pepas de como dos monedas de oro y me llevo corriendo de nuevo que le mostrara la beta, yo ya no tenía aire para caminar, pero el animaba y me tironeaba de la camisa.

Cuando le mostré se puso serio y me hizo prometer que no le contaría nadie más, volvimos arriba y preparamos todo, para trasladarnos para abajo y mi compadre me dijo que bajara al socavón a buscar herramientas que había dejado, yo baje por una escalera de cuerdas, pero abajo no encontré nada, sentí como una punzada en alguna parte de mi mismo, y me urgí por volver rápido, pero la escalera ya no estaba ¡imposible subir sin ella! Grite y grite, aunque ya sabía lo que había pasado. La ambición ciega a los hombres.

Aquí se detuvo, como para tomar aliento, se saco el sombrero y se paso la mano por la cabeza, le alargue la botella con el ultimo trago, mientras recibia, Edgardo le formuló la pregunta que flotaba en el aire - ¿Y cómo salió de ahí?

El viejo tomo la botella y se la llevo a los labios, se empino el concho que quedaba y la puso en la tierra, acto seguido se levanto y se puso el sombrero, nos miro tristemente y echo a caminar hacia la noche, de primera creímos q iba al baño, pero no volvió, nos paramos a buscarlo aunque algo nos decía que era inútil.

La fogata semi apagada y la botella vacía, nos dieron adiós y echamos a caminar hacia la camioneta, a poco andar salió la luna iluminando el camino como amanecer plateado, estaba casi llena y a su luz se imponía desplazando las palabas, yo me sentía como un personaje de cuento, no estaba seguro de lo que había pasado y sabía que era inútil tratar de razonar en ese momento, al entrar a la camioneta Edgardo dijo: -He oído hablar de ese camino entre Inca y Flamenco, ya no se usa y debe haberse construido hace por lo menos 100 años.

Echo a andar el motor y arranco, pero sin encender las luces, el camino se veía nítido y los cerros se recortaban como pálidos lomos de dormidos reptiles gigantes, tendidos bajo la eterna noche de los tiempos.

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Fin.