En la Haya, Calderón Maquina su Propia Impunidad

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Calderón maquina

GLORIA LETICIA DÍAZ Y JESÚS ESQUIVEL

P

ese a los esfuerzos de Felipe Calderón para frenar la demanda por crímenes de guerra y de lesa humanidad que en su contra interpusieron cerca de 23 mil mexicanos ante la Corte Penal Internacional (CPI), en diciembre próximo la fiscal Fatou Bensuada podrá definir su destino. Presentada el 25 de noviembre de 2011 contra el presidente mexicano y otros protagonistas de la guerra contra el crimen organizado (incluidos el narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, y de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván), la demanda pasó el primer filtro: la fiscalía del CPI determinó que hay materia para juzgar. Ahora está a punto de entrar al “análisis preliminar”. Llegar a esta etapa “es algo muy grave porque implica que la fiscalía de la CPI le dice al mundo que en México se están cometiendo crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, pero se le da una última oportunidad al gobierno de demostrar que tiene tanto capacidad como voluntad de juzgar esos delitos”, sostiene en entrevista con Proceso Netzaí Sandoval Ballesteros, el abogado de los demandantes. El expediente de 700 fojas entregado al entonces fiscal de la CPI, Luis Moreno Ocampo, originalmente documentaba

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1877 / 21 DE OCTUBRE DE 2012

su propia impunidad

Felipe Calderón puso en práctica una estrategia para intentar diluir la demanda de los 23 mil mexicanos que lo acusaron de crímenes de guerra y de lesa humanidad en la Corte Penal Internacional, según revela a Proceso un funcionario federal. El presidente, explica, designó en la embajada de México en los Países Bajos a dos incondicionales con la misión de protegerlo de los golpes jurídicos que pudiera recibir desde allá. Más aún, añade que el mandatario saliente también pactó con Enrique Peña Nieto mantener a esos escuderos en sus puestos diplomáticos. 470 casos de violaciones al derecho internacional, 200 de ellos relacionados con torturas de militares cometidos en instalaciones castrenses (Proceso 1838). Actualmente el documento cuenta con más de mil 400 cuartillas por las aportaciones que organizaciones civiles y víctimas de la guerra contra el narcotráfico han enviado a la CPI. Calderón no ha escatimado en el uso de la fuerza del Estado para evitar que el caso avance, tanto así que nombró a uno de sus maestros en la Escuela Libre de Derecho, Eduardo Ibarrola Nicolín, como embajador en el Reino de los Países Bajos con

un objetivo: detener cualquier demanda contra Felipe Calderón por delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, ya que, según organizaciones no gubernamentales, la mala conducción del combate al narcotráfico ha dejado un saldo de más de 70 mil muertos, por lo menos 10 mil desaparecidos y unos 160 mil desplazados por la violencia. “Fue Calderón quien directamente le dio esa instrucción a Ibarrola. Lo envió a los Países Bajos a que evite que lo demanden por violaciones a los derechos humanos, esa es su única misión”, revela un alto funcionario federal al corres-


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