Izquierdas mexicanas en el siglo XXI. Problemas y perspectivas

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HÉCTOR DÍAZ-POLANCO

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campo de quién es régimen, quién es gobierno, quién apuntala el Estado en el que vivimos y el de quiénes se oponen a esta formulación neoliberal en lo socioeconómico, en lo político y en lo cultural. Las iniciativas más interesantes se están haciendo en este último campo, a través de la vía electoral, pero con posiciones bastante radicales. Derivan de ahí iniciativas de carácter organizativo: constitución de nuevas organizaciones o movimientos políticos, independientemente de que adopten o no la denominación institucional de partido. De hecho, cualquier organización que tiene un proyecto político, una dirección propia, que se delimita de los demás grupos sociales por sus propuestas, su programa, etc., con independencia del registro institucional o no, es un partido político en la definición gramsciana; es una fuerza política organizada con propósitos de producir efectos transformadores. En ese campo hay iniciativas interesantes de organización social y política. En el caso del movimiento lopezobradorista, incluso existe con manifiesta intención de convertirse en partido reconocido, con registro, pero con su propio programa político. Hay otras iniciativas que derivan de grupos sectoriales; por ejemplo, en el mundo rural, campesino, indígena y popular, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln) plantea una propuesta interesante. Será discutible; puede uno estar de acuerdo o no con este enfoque, pero es una propuesta significativa que está sobre la mesa. Podría decirse que ha disminuido su fuerza, pero lo fundamental de sus propuestas sigue vigente. Me parece que todavía tiene potencial político, y su papel va a depender de lo que haga en los próximos años para definir su destino y trayectoria. Hay propuestas, en la misma línea central, que se vinculan a situaciones o sectores determinados, como, por ejemplo, movimientos alrededor del grave problema de seguridad del país, después de que Felipe Calderón lo hundiera en el infierno de criminalidad en el que estamos. El caso del movimiento encabezado por Javier Sicilia, con sus altas y bajas, con sus apariciones y retiradas a la reflexión, es una iniciativa interesante, como otras en el campo de lo que se llama sociedad civil (donde destaca el movimiento de jóvenes estudiantes #YoSoy132). Todas estas formas organizativas, si se dan coyunturas favorables, en el futuro inmediato podrían converger en una gran fuerza política de izquierda. No se trata de forzar alianzas o de construir una unidad artificial, sino de plantearse la posibilidad de que se encuentren intereses comunes, en los que haya acuerdo, que conduzcan a acciones políticas conjuntas; es decir, a una lucha común. Para mí, este sería un logro fundamental. Aunque uno pueda adoptar una actitud pesimista al ver tantas tendencias divididas y sin acción concertada, estamos en un momento favorable para la izquierda. Nunca antes había tenido tanta incidencia sobre una porción tan grande de la sociedad como la que tiene hoy. Los que ven con desazón la división de la izquierda, su dispersión y su debi-


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