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Lucha compañero por lo que vendrá Y nuestro mundo cambiará cuando empieces a luchar Lucha contra la represión Lucha, hallarás el amor
La secuencia remite a dos películas independientes de la época. Por una parte a Crates (1970) de Alfredo Joscowicz, quien meses después se convertiría en profesor de Montero en el CUEC. En una secuencia crucial de la cinta, Leobardo López, interpretando al personaje principal que renunciaba a sus posesiones para buscarse a sí mismo, camina convertido en un vagabundo a la orilla de un lago, emite un grito liberador antes de sumergirse en el agua, ahora con una connotación bautismal, como el inicio a una nueva vida. En el contexto post 68, la historia tramada por Joskowicz y López suponía un principio de despolitización en el que un hombre se comprometía consigo mismo antes de comprometerse con los demás.33 Por otra parte, existían también algunas coincidencias con Quizá siempre sí me muera (1971) de Federico Weingartshofer otra producción del CUEC marcada por el debate de la actitudes que debían tomarse después del 68. Se trataba de una cinta que evaluaba los efectos de la represión en los estudiantes, y abría una reflexión crítica sobre el caso. También tenía una secuencia en la que retrataba a un joven deprimido con su novia en el café, como lo hizo Montero en La libertad es un hombre chiquito…, hablaba de la incomunicación entre los estudiantes en el campus de Ciudad Universitaria y hacía aparecer a su protagonista como náufrago, con la ropa hecha jirones, en la playa y en la montaña, como una metáfora de la juventud desorientada. Pero Montero conocería esas películas hasta finales de 1973, cuando ingresó al CUEC. Las coincidencias son entonces producto de un imaginario compartido por jóvenes de clase media urbana de la primera mitad de los años setenta. En su siguiente película, Chuchulucos y arrumacos para burgueses (1974) Montero recrudecería su crítica a los excesos del radicalismo del discurso polí33 Alfredo Joscowicz había dicho sobre su película lo siguiente: “Creo que es un compromiso que elude la mayoría de la gente que se dicen politizados, intelectualizados, etcétera, que es el compromiso fundamental de vivir y eso es lo que me gustaba en el fondo de la filosofía cínica. […] Creo que comprometerse con uno mismo es la manera de comprometerse con los demás.” Revista Cinemateca, No. VI, 1973. Citado por Emilio García Riera, Historia documental del cine mexicano, Tomo 15, página 99.
tico revolucionario que por entonces dominaba al CUEC. En aquellos días, los integrantes del Taller de Cine Octubre, entres quienes se encontraban José Woldenberg, Jaime Tello, Trinidad Langarica y Armando Lazo, entre muchos otros, habían establecido una línea de cine político comprometido y de denuncia con el que Montero y algunos miembros de su generación (José Luis Benlliure, Miguel Lima, Carlos García Agraz, Mario Luna) discrepaban. Alfredo Joskowicz fungió como tutor de la cinta, que fue trabajada dentro de su taller: Joskowicz se reía mucho del corto que quería hacer, de Chuchulucos… Decía: “bueno, pues te estás pitorreando de todo. No te la van a perdonar los de Octubre” Y que pues iba también así como mensaje a los compañeritos que estaban ahí. Y que lo recibieron. Jamás de los jamases tuve buenas relaciones con ellos, con Woldenberg, con Lazo, con Trinidad… A final de cuentas todo concluyó en la necesidad de discutir el tipo de cine que iba a hacer el CUEC. Entonces fue como decir: ¡chinguen a su madre, cabrón! ¡Películas bien hechas, aunque sean reaccionarias!34
Era una crítica al llamado al cine imperfecto hecho por Julio García Espinosa y seguido por la gente del Taller de Cine Octubre.35 Ahora con la ayuda de sus compañeros de generación (Benlliure, Lima) emprende la filmación de una cinta cargada de referencias a Jean-Luc Godard (Los carabineros, 1963) pero sobre todo concentrada en la crítica mordaz al radicalismo de izquierda. Una vez más Marco Antonio Madrid hace el papel protagonista, un joven de pelo largo, pantalón de mezclilla y saco, que se dedica a ligar en los cafés de la Zona Rosa adoctrinando a las mujeres. Lee a Marx después de hacer el amor, y se junta con sus amigos para brindar “por la muerte de la intelectualidad burguesa”. Montero utiliza intertítulos como recurso irónico, una suerte de narrador externo que interpela la historia: “¿Qué es intelectualidad burguesa?” La lucha revolucionaria del joven y sus amigos está teñida de sentido del humor. En una secuencia que recuerda mucho a Los carabineros, suben al 34 Entrevista a Rafael Montero, Op.Cit. 35 Julio García Espinosa, “Por un cine imperfecto”, en Hojas de cine. Testimonios y documentos del Nuevo Cine Latinoamericano, México, SEP-UAM, 1988, páginas 63-77.