EL CINE SÚPER 8 EN MÉXICO. 1970-1989

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Se trataba de un ejercicio de cine directo sobre un personaje típico de barrio, un comerciante de Tepito que vive momentos de gloria en los salones de baile de la zona. Para entonces Rebollar tenía una larga carrera como superochero. Desde la segunda mitad de los años setenta había colaborado con Sergio García en su Taller Experimental de Cine Independiente desde la filmación de Hacia un hombre nuevo (1976) y Tlayacapan: CCH campesino (1976). En 1979 trabajó en la Filmoteca de la UNAM en la formación de un departamento especializado en la producción y difusión del cine en súper 8. Con este apoyo institucional, Rebollar había logrado la reactivación de los concursos, inactivos desde mediados de los años setenta. Entre el 12 y el 16 de noviembre de 1979 organizó un Primer Encuentro Nacional y para marzo de 1980 un Primer Encuentro Internacional de Cine Súper 8. En 1981 había organizado un Tercer Encuentro Nacional en Jalapa, aquel en el que había concursado Que Dios se lo pague y que había sido declarado desierto. La gestión de Rebollar fue importante, en la medida en que por primera vez los superocheros contaron con un apoyo institucional que, dadas las características de la UNAM, preservaba la independencia de las películas y estaba lejos de perfilarse como un mecenazgo estatal. Además, había abierto el súper 8 mexicano, tradicionalmente local y aislado, a un amplio circuito internacional superochero. El reconocimiento a Que Dios se lo pague de Lupone en los Festivales Internacionales de Cine Súper 8 de 1981 es una buena prueba de ello. Rebollar recuerda de la siguiente manera el impacto del reconocimiento del súper 8 de otras latitudes: Era bastante diferente. Mira, por ejemplo: de los cuatro países latinoamericanos donde se hacía realmente súper 8, digamos… vaya, de manera importante, no como cosas aisladas –Argentina, Brasil, Venezuela y México–, México se caracterizaba por el súper 8 de contenido social. Los venezolanos hacían lo que ahora hacen los chavitos en video, en DVCAM: así, muchos efectos, y cosas raras ¿no? pero lo hacían en súper 8. Los venezolanos antes de que hubiera video-arte ya lo hacían en súper 8. Y los europeos también. Y en Brasil se hacían ficciones, fíjate: buenas historias, muy divertidas, con mucho sentido del humor; pero como no había chance de hacerlo a nivel industrial, pues decían “vamos a hacer un cortometraje en súper 8”, ¿no? Pero pues metían actores, e

historias así, bastante divertidas y de muy buena factura. Y los argentinos eran… pues también, ficción, y cosas por el estilo. La onda del documental aquí, revolucionario, y de denuncia social, y todo.24

La historia de cómo llegó a filmar El Tirantes está cargada de cierta improvisación característica de muchos superocheros. Por entonces él era amigo del organizador del Festival de Montreal, a quien le solía enviar superochos cuando trabajaba en la Filmoteca. Alguna vez se fueron de viaje a la playa, en la zona de Atoyac, y el canadiense le propuso invitarlo para el próximo festival, pero como realizador. Para lo cual, necesariamente tenía que hacer una película. Ya de regreso en Canadá, periódicamente enviaba faxes y cartas preguntándole por la película. El Guajo le daba largas. En eso conoció al Tirantes en un salón de baile y se le ocurrió hacer un documental sobre su vida. La siguiente vez que el canadiense le preguntó por la cinta, le dijo que ya estaba filmándola, le describió al personaje e inclusive le dijo que duraba 45 minutos. Pero se le vino el mundo encima cuando le llegó un boleto de avión para ir a Montreal. Para producirla vendió bonos de coproducción de 50 pesos, y recuerda que muchos de sus colegas lo miraron con desconfianza. Sin embargo filmó la película a toda prisa y recuerda haber hecho la última pegadura justo antes de salir al aeropuerto. La vio por primera vez en Montreal y le gustó.25 En El Tirantes Rebollar siguió una técnica de cine directo y seguimiento a un personaje semejante a la que había empleado con Lupone en Gancho al hígado. Aquí el chiste es tener un muy buen personaje, que esté dispuesto a colaborar, y siempre hay la manera de armar algo muy interesante. La película de Lupone –la del cura [Que Dios se lo pague]– y ésta de Tirantes a mí me dejan dos enseñanzas que son muy padres –que además curiosamente poca gente ha explotado, creo, ahora en video, que en video habría más chance de armarlo. Tú empiezas a trabajar con alguien, digamos, el registro de la vida cotidiana; cámara en mano todo el tiempo, pegada la cámara todo el tiempo… Aparentemente no pasa nada: ¡pues todo lo que pasa! A la hora que ya lo ves en pantalla, y estructurado, 24 Entrevista a Rafael Rebollar por Álvaro Vázquez Mantecón, 26 de agosto de 2005. 25 Conversación con Rafael Rebollar, 5 de mayo de 2006.


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