CRÓNICAS FIL

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crónicas

FIL

6 de diciembre de 2009

2009

DOLORES GARNICA

L

a FIL es energía. Un torrente de pasión y cultura generado por unos 600 mil visitantes. Gente fascinada por sus ídolos: sus rostros y sus pieles, sus sonidos y olores. Detrás de los 300 mil títulos que abarrotan esta FIL, hay miles de creadores. Así acontece en cualquier feria del mundo, de Madrid a Frankfurt, pero sólo aquí, en Guadalajara, los ídolos se hacen carne y se dejan tocar. Erica González ya lo experimentó. Esta ama de casa de 45 años espera la fila en el módulo de Santillana, cargada con ocho libros para conseguir la firma de Rosa Montero. La historia del rey transparente le cambió “un poco” la vida. –¡Rosa!, ¿no te acuerdas de mí?, le espeta Luz. Te invité a cenar... –Claro, claro que te reconozco..., contesta muy sorprendida Rosa Montero. Diálogos tan cómicos como este se repiten a lo largo del día en las más de 50 sesiones de autógrafos confirmadas, en las presentaciones de libros, en el ciclo “Los lectores presentan” (inventado, a propósito, por Rosa Montero), que este año reúne siete títulos, en los módulos y hasta en los pasillos.

III

Una

palabra tuya...

Escritores y lectores desatan su pasión por los libros en la expo

“¿ Y cuántos libros autografiados serán leídos?” Dentro de la Expo, los 500 autores presentes se convierten en protagonistas: firman, platican, abrazan, leen y sonríen entre ese murmullo parecido a un avispero que se escucha permanentemente. Los autores se transforman en seductores rockstars poco convencionales: de lentes, canas, sacos de pana y libros bajo el brazo. “La fiesta la hacen los escritores y los lectores juntos”, dice Jorge Volpi. Debajo de cinco grandes globos que recuerdan los zeppelin, y donde Los Ángeles, ciudad invitada de honor este año, proyecta películas de Hollywood, Gerardo de la Garza, un tipo raro que se define como escritor y viste de un negro solemne, confiesa tener un vicio más grande que el cigarro: Matthew Pearl. “Tengo contacto con este escritor por internet y me invitó a saludarle. Es un guía, un maestro.” Un auténtico maestro, José Emilio Pacheco, reciente Premio Cervantes, desata la locura entre unos mil jóvenes. Y dice una de las frases más sabias, más humildes y más profundas: “El mérito está en el libro, en la persona que lo va a leer, no en el autor”. Esto, dicho así, en una feria en que a los escritores se les contempla como a un firmamento de estrellas, ofrece otro motivo para acercarse a la FIL. A la pasión por el libro y por el escritor, Pacheco une la pasión por el lector frente a la muchachada que Xavier Velasco defiende. Él también fue joven: “Cuando lees a un autor que te gusta, desarrollas una complicidad, una amistad

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El Premio Nobel Orhan Pamuk, durante la firma de libro Foto: Jorge Alberto Mendoza

“El mérito está en el libro, en la persona que lo va a leer, no en el autor” con él, aunque no sepa que existes. Así que una palabra suya bastará para sanarte. Te sientes entendido, querido, y esta relación con mis lectores es una recom-

pensa. Me recuerdan a mí persiguiendo a Cortázar en el Palacio de Minería”. Exclusiva de la FIL es esa energía por conocer al escritor, por vivir el encuentro del lector con el rostro de las letras que en la intimidad revolucionaron su vida. Para el escritor mexicano Juan Domingo Argüelles el asunto tiene una definición: fetichismo. Esa devoción que nos une al libro como objeto, esa revelación que explica el porqué de las maletas con rueditas que algunos bibliófilos cargan desbordando libros; ese berrinche del niño en medio del pasillo por un libro para colorear, o ese olor intenso a papel bond, junto a la lectura, es el gran recuerdo de la feria. “¿Cuántos libros autografiados serán leídos?”, pregunta Argüelles. En la larga fila de entrada a la FIL, de tenis blancos y calcetines negros, Enrique García y su esposa van emocionados a la presentación del libro de su escritor favorito, Paco Ignacio Taibo. Viajaron desde California con una fotografía en la que se abrazan a él: “Nos interesa co-

nocer a los escritores. Así te haces una mejor idea del libro”. La FIL desata pasiones. Más de 200 personas se agolparon para obtener la firma en tinta negra del reservado Premio Nobel Orhan Pamuk, el domingo pasado. Para Sandra, Guadalupe, Montse y Marisol, esas chicas de “la prepa”, a las que no se les desordena un cabello, reunidas a las puertas de la presentación de El viajero del siglo, de Andrés Newman, conocer a su escritor predilecto es “como conocer a tu cantante favorito”. Eduardo Crespo, con expresión seria y cámara digital al cuello, tiene otra filosofía a la hora de acercarse a este evento: “Vengo a conocer a los escritores y si me caen bien, decido si me compro el libro”. En esta FIL hay 300 mil títulos. Todos llevan un rostro en esa parte que no puede ser leída, pero sí sentida. “Yo quisiera conocerlos, pero mis autores preferidos están todos muertos”, confiesa con sentimiento el escritor David Toscana. En esta feria se honra a todos. [


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