MDB

Page 7

–Lo que sea–, se burló Gabe y despidiéndose con un rápido movimiento de su muñeca. Pasamos a un lado del cabeza de rastas y nos dirigimos más allá de la multitud de mujeres que se alineaban en el pasillo. Eran un grupo variado, pero sobre todo se veían desarregladas y llenas de enfermedades. Con unas cuantas excepciones. Algunas parecían no mayores a 18 años, ojos inocentes, piel sin marcas... un reflejo de mí a esa edad. Mierda, probablemente luzcan así hasta hoy. Era triste, quería agarrar a todas y hacer una línea recta hacia la salida. No puedo ni imaginar lo que podría haber sucedido en sus vidas para llegar a este lugar, para hacer lo que estaban a punto de hacer. Pero, estoy segura que cada una tenía su propia historia, al igual que yo tenía la mía. Cada una tenía un número pegado en sus estómagos y estaban de pie delante de un espejo que se alineaba en la pared del lado opuesto. –Espejos polarizados––, explicó Gabriel. –Cada cliente que entra tiene una reseña de todas las chicas que esta noche están para la venta. Son arreadas por aquí como si fueran ganado y puestas en exhibición para los fenomenoídes que, por alguna razón, parece que no pueden echarse un polvo por su cuenta y tienen que rebajarse a este nivel. – ¡Caramba, Gabe gracias! Eso no me hace me hace sentir como una total mierda. –Oh, cariño. Sabes que no era esa mi intención–, dijo, tratando de hacerme sentir mejor. – Eres demasiado buena para este tipo de cosas, y lo sabes. Tú no eres ellas––, dijo, señalando hacia las otras mujeres en la sala. –Pero lo entiendo. Lo estás haciendo por Renée y tiene que ser lo más desinteresado que he visto. Y esas otras mujeres bien podrían tener su propia Renée en su casa. Llegamos al final del pasillo y Gabe llamó a la puerta. Una voz gritó para que entremos, pero cuando Gabe se giró indicándome la entrada, me entró el pánico. Iba a comenzar a hiperventilar por completo de un momento a otro, lo juro. ––Cariño, mírame–– dijo Gabe, obligándome a mirarlo de frente. ––No tienes que entrar. Podemos dar la vuelta ahora y salir de este agujero del infierno. ––No, no podemos––, dije, fieros temblores atravesaban mi cuerpo sin importar cuanto tratara de estabilizar mis nervios. ––No puedo entrar contigo, estas por tu cuenta desde ahora –– dijo con una pizca de remordimiento y preocupación. Asentí comprendiendo sus palabras y agaché la cabeza para que no viera las lágrimas que empezaban a brotar de mis ojos. De repente Gabe me abrazó contra su pecho, prácticamente sacándome todo el aire de mis pulmones. ––Puedes hacerlo, Mierda, tal vez realmente vas a sacar algo de buen sexo de esto. Nunca se sabe. Don Juan podría estar del otro lado del espejo solo esperando quedar rendido a tus pies.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.