años, lo que odian los agricultores como odian las malezas que se propagan. El día que ustedes vieron a las tiendas de campaña mostrar su blancura arrogante, su ira no conoció fin; cuando vieron los embudos ennegrecidos de sus naves, quisieron romper sus cuellos. Semejante armonía del estado, ¿cómo les permitió a otros matar a la serpiente y cazar al ciervo? El sol y la luna ardían brillantes, ¿cómo les permitieron a aquellos que muestran una cabeza de cabra vender carne de perro? Finalmente,
Ustedes no eran milicianos ni guardaespaldas, entrenados en las artes de la guerra, sino simples campesinos de granjas y aldeas; se convirtieron a sí mismos en reclutas.
No podían esperar ser entrenados en las dieciocho disciplinas de la guerra, o introducidos a los noventa planes distintos de batalla. Todo lo que tenían era un trozo de tela, pero no esperaban un cartucho de municiones, o un saco de explosivos; en sus manos sostuvieron una vara de bambú, ya que despreciaban un cuchillo largo o un casco. Con trenzados fardos de paja, prendieron fuego a la casa de un religioso; su espada, sólo un grueso cuchillo, suficiente para degollar al teniente.
No es necesario que los oficiales toquen el tambor, ustedes superaron los obstáculos, viendo al enemigo como nada; no temieron el fuego de los franceses; asaltaron el portón, se sacrificaron por la causa. Atacaron furiosamente y el miedo se apoderó del enemigo.
Rompieron filas y huyeron, abandonando los barcos de hierro y de bronce. 49