EL NUEVO LENGUAJE DE CERDA El plan aportó la clasificación primaria del territorio: -las «vías»: constituyen el espacio público de la movilidad, del encuentro, del soporte a las redes de servicios (agua, saneamiento, gas…), el arbolado, el alumbrado y el mobiliario urbano. -los espacios «intervías»: (isla, manzana, bloque o cuadra) son los espacios de la vida privada, donde los edificios plurifamiliares se reúnen en dos hileras en torno a un patio interior a través del cual todas las vivien dasreciben el sol, la luz natural, la ventilación, como pedían los movimientos higienistas. Cerdá defendía el equilibrio entre los valores urbanos y las ventajas rurales. «Ruralizad aquello que es urbano, urbanizad aquello que es rural» es el mensaje lanzado al principio de su Teoría General de la Urbanización. Su propósito era dar prioridad al «contenido» (las personas) por encima del «continente» (las piedras o los jardines). La forma, tema tan obsesivo en la mayoría de planes, no es más que un instrumento, si bien de máxima importancia, pero a menudo demasiado decisivo y a veces prepotente. La magia de Cerdá consiste a engendrar la ciudad a partir de la vivienda. La intimidad del domicilio se considera una prioridad absoluta y, en un tiempo de familias numerosas (tres generaciones), hacer posible la libertad de todos los miembros se podría considerar utópico. Cerdá cree que la vivienda ideal es la aislada, lo rural. No obstante, las enormes ventajas de la ciudad obligan a compactar, esencia del hecho urbano, y a diseñar una vivienda que permita su encaje en un edificio plurifamiliar en altura, y disfrute, gracias a una esmerada distribución, de una doble ventilación por la calle y por el patio interior de la «manzana». La caricia del sol está asegurada en todos los casos. ESTRUCTURA DEL PLAN CERDA En el plano propuesto por Cerdá para la ciudad destaca el optimismo y la ilimitada previsión de crecimiento, la ausencia programada de un centro privilegiado, su carácter matemático, geométrico y con visión científica. Obsesionado por los aspectos higienistas que había estudiado en profundidad y disponiendo de una amplia libertad para configurar la ciudad, ya que el llano de Barcelona no tenía casi ninguna construcción, su estructura aprovecha al máximo la dirección de los vientos para facilitar la oxigenación y limpieza de la atmósfera. En la misma línea, asignó un papel clave a los parques y los jardines interiores de las manzanas, aunque la posterior especulación alteró mucho este plan. Fijó la ubicación de los árboles en las calles (1 cada 8 metros) y escogió el plátano para poblar la ciudad después de analizar qué especie sería la más idónea para vivir en la ciudad. Además de los aspectos higienistas a Cerdá le preocupó la movilidad. Definió una anchura de calles absolutamente inusitada, en parte para huir de la inhumana densidad que vivía la ciudad, pero también pensando en un futuro motorizado con unos espacios propios separados de los de convivencia social que los reservaba por las zonas interiores. Incorporó el trazado de líneas ferroviarias que le habían influido en su visión de futuro cuando visitó Francia, si bien es consciente de que éstas tienen que ir soterradas, y le preocupó que cada barrio tuviera una zona dedicada a edificios públicos. En este sentido incluye los avances dentro de su ideario progresista cuando afirmó: “cuando las vías férreas se hayan generalizado, todas las naciones europeas serán una única ciudad, y todas las familias, sólo una, y sus formas de gobierno serán las mismas”. La solución formal más destacada del proyecto fue la incorporación de la manzana; su forma crucial y absolutamente singular con respecto a otras ciudades europeas viene marcada por su estructura cuadrada de 113,33 metros con unos chaflanes de 45º.