Como ha quedado patente, el proyecto se enmarca dentro de una tradición de edificios icónicos en España conocida como “efecto Guggenheim”. Se trata de redefinir la iconicidad contemporánea a partir de la función de la forma y la presencia de lo público en la ciudad.
La iconicidad se define como la relación de semejanza entre un objeto y la idea que representa. ¿Qué ocurre si llevamos esta definición al extremo? Una estación es la puerta de una ciudad. ¿Qué ocurre si unimos la cualidad formal y representativa de las puertas históricas de Madrid con un programa de puerta contemporánea?
La Castellana quedaría definitivamente acotada en su extremo norte con un gran edificio que culmina el eje monumental. Quedarían así dos grandes puertas para la ciudad, una al Sur (Atocha) y una al Norte (Chamartín), unidas por el eje principal de la misma.