Lenin, el imperialismo y la guerra Cuando en los primeros días de agosto de 1914, Lenin, exiliado en Zúrich (Suiza), recibe el ejemplar del Vorwarts (órgano del Partido Socialdemócrata alemán) anunciando el voto favorable a los créditos de guerra, piensa que es falso. ¡Imposible que esta socialdemocracia alemana –todo un modelo para los partidos obreros a escala internacional, y particularmente para la socialdemocracia rusa- haya podido caer de tal modo en la traición! En los siguientes días, debe sin embargo rendirse a la evidencia: lo inimaginable ha tenido lugar. En Alemania, pero igualmente en Bélgica, en Francia… Desde todos los lados del frente de guerra, los dirigentes socialdemócratas sostienen a sus gobiernos en guerra, y se justifican invocando la defensa de la democracia y la soberanía de la nación contra “el opresor”.
“Una guerra burguesa, imperialista…” Lenin denuncia de entrada “una guerra burguesa, imperialista, dinástica”1. Los verdaderos objetivos de los beligerantes son: “La lucha por los mercados y por el pillaje de otros estados, la voluntad de detener al movimiento revolucionario del proletariado y de la democracia en el interior de los países beligerantes, el intento de engañar, dividir y de diezmar a los proletarios de todos los países arrojando a los esclavos asalariados de una nación contra los de otra en beneficio de la burguesía.” El voto a favor de los créditos de guerra por parte de los dirigentes del partido socialdemócrata alemán es una “traición pura y simple al socialismo” que “no tiene justificación de ninguna forma”. Como es una traición la actitud de los dirigentes de los partidos socialdemócratas belga y francés al entrar en gobiernos burgueses de guerra.
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“Las tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea”, 24 de agosto de 1914.
Ahí está la “quiebra ideológica y política” de la II Internacional, una quiebra que no cae del cielo: “Los oportunistas venían preparando desde hace tiempo la quiebra de la II Internacional, rechazando la revolución socialista para sustituirla por el reformismo burgués; rechazando la lucha de clases y la necesidad, llegado el momento, de transformarla en guerra civil, convirtiéndose en apóstoles de la colaboración de clases; predicando el chovinismo burgués disfrazado de patriotismo y defensa de la patria e ignorando o negando esta verdad fundamental del socialismo, expuesta en el Manifiesto del Partido Comunista, la de que los obreros no tienen patria”. Y Lenin concluye que “la futura Internacional debe liberar definitiva y resueltamente al socialismo de esta corriente burguesa.” La situación queda así establecida: La II Internacional está muerta y por lo tanto se emprende el combate por una nueva Internacional. Lenin llevará este combate encarnizadamente durante todo el conflicto, particularmente contra los dirigentes de la II Internacional, los Kautsky (Alemania), Guesde (Francia), Potressov (Rusia), quienes se atreven a justificar su completa capitulación ante la burguesía en guerra en nombre del marxismo, invocando precedentes históricos, en particular las posiciones defendidas por Marx y Engels en el curso de las guerras del siglo XIX. Estos últimos habían llegado a considerar como legítimo, en ciertas circunstancias, el apoyo a uno de los bandos en guerra en medida en que éste representaba un movimiento históricamente progresista: el de una burguesía ascendente portadora del desarrollo de las fuerzas productivas y que, a tal efecto, pretendía afirmarse como clase dominante de la sociedad contra el feudalismo; incluso un determinado movimiento de emancipación y de constitución de naciones contra los imperios opresores. Así, por ejemplo, apoyaron al “Norte” contra el “Sur” en la guerra de secesión en los Estados Unidos, o a la Prusia agredida por Napoleón III, en 1870, que pretendía de esta forma impedir la realización de la unidad alemana (aunque este apoyo cesara rotundamente cuando la guerra, defensiva, se convirtió en guerra de conquista con la invasión de Francia y, posteriormente, con la participación de la represión contra la Comuna de París). Por esta misma