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EL MADRID GALDOSIANO, cien años después de la muerte de don Benito
Benito Pérez Galdós, el canario más “madrileño”, llegó a la capital de España, en septiembre de 1862, cuando sólo tenía 19 años. Había embarcado en Gran Canaria en el vapor Almogávar, y en la Villa y Corte falleció, el 4 de enero de 1920. Se cumple el centenario de la muerte de uno de los mejores escritores costumbristas de nuestra historia, y en especial, de Madrid. Una placa, adosada a la fachada, recuerda que en esa casa vivió y murió, un espacio que actualmente ocupa la finca número 7 de la calle de Hilarión Eslava. Ángel del Río López, Cronista Oficial de la Villa de Madrid y de Getafe. Real Asociación Española de Cronistas Oficiales (RAECO)
Se vino a Madrid para ser universitario y hacer la carrera de Derecho, y no pensó entonces que se “doctoraría” como uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y, junto a Baroja, Mesonero Romanos y Ramón Gómez de la Serna, como gran narrador de la vida y los personajes de la capital de España. Durante los primeros meses de su estancia, vivió en una pensión del número 3 de la calle de las Fuentes, y después, en otra situada en el número 9 de la calle de la Salud. Él explicaba su modo de vida en sus inicios en la gran ciudad: “Entré en la Universidad, donde me distinguí por los frecuentes novillos que hacía, como he referido en otro lugar. Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital. Mi vocación literaria se iniciaba con el prurito dramático, y si mis días se me iban en “flanear” por las calles, invertía parte de las noches en emborronar dramas y comedias. Frecuentaba el Teatro Real y un café de la Puerta del Sol, donde me reunía con algunos de mis paisanos”. El Madrid que se encuentra don Benito a su llegada es el de las tertulias literarias, la Exposición Nacional de Bellas Artes, el Plan Castro para el Ensanche de la ciudad, la reforma de la Puerta del Sol, la construcción de las primeras casas en el chamberilero barrio de Tetuán de las Victorias, la desaparición de los aguadores y la llegada de las aguas del Lozoya a la capital. En ese año de 1862, nacerían José Francos Rodríguez, la infanta María de la Paz de Borbón, el conde de Romanones y Fernández Arbós, y morirían, Francisco Martínez de la Rosa, el torero Pepete, cogido por un toro de Miura, y Evaristo San Miguel.
Muy vinculado a Madrid, Galdós vivió en la calle Hilarión Eslava de la capital.
Esa inquietud por descubrir, primero, y narrar después, el ambiente costumbrista, le llevó a escribir una de las obras cumbre de la literatura española: Fortunata y Jacinta, donde sitúa a sus personajes, arquetipos del casticismo, en los escenarios más populares de la Villa, después de haber culminado otra gran novela: La Fontana de Oro, emblemático lugar de tertulias liberales que él frecuentaba. Pérez Galdós fue autor teatral, diputado en Cortes y candidato al Nobel de Literatura, en 1915, a propuesta de la propia Academia Sueca, aunque de él dijo el esperpéntico Valle Inclán, que sus novelas “olían mucho a cocido”.