Convocatoria el viejo y la mar jesús f solís alpuche

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CONVOCATORIA La Secretaría de Marina-Armada de México, como parte de los eventos conmemorativos al Centenario del 21 de abril de 1914, Gesta Heroica del Puerto de Veracruz, invita a personas mayores de 65 años de edad a participar en el VI Concurso Nacional Literario “Memorias de El Viejo y La Mar”. Este concurso tiene como objetivo acercar a personas mayores de 65 años de edad al Mar, a la ecología marítima, a nuestra cultura naval y al quehacer y ser de la Secretaría de MarinaArmada de México, motivándolas al desarrollo de su capacidad creativa a través de la escritura, en la que relaten sus experiencias, añoranzas o anécdotas relacionadas con la mar. La información de datos personales proporcionados por los participantes, serán consideradas como datos confidenciales de conformidad con los Artículos 3 Fracc. II, 18 y 19 de La Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental y demás ordenamientos jurídicos aplicables. "Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa”. El relato obtuvo el primer lugar correspondiente al Estado de Yucatán y la Secretaría Convocante tiene todos los derechos de autor. Las fotografías 1; 2; 3 y 4 corresponden al Museo Naval y 5; 6 y 7 a la gira en que el ganador participó como uno de los reconocimientos a los ganadores de parte dela Secretaría del Ramo.

MEMORIAS Y RELATOS DE MI ABUELO Y LA MAR JESúS SOLíS ALpUchE La voz de mi Abuelo es una voz muy antigua que viene del mar. Según él, el mar es una escuela de sabiduría en donde tuvo su origen la vida, y esta sabiduría es tan antigua como la vida desde sus orígenes mucho antes que el Chilam Balam. Las palabras que nacen del pensamiento del Abuelo no tienen visión colonial, ni colonizada. Es una voz fuerte con raíces fuertes, como la del Primer Árbol, el Yáax Ché. Voz segura, porque sabe muy bien a donde va y donde te lleva, como era el Zac Bé de nuestros antiguos mayas. Pero mi abuelo no se resigna a su antigüedad, dice que el corazón no envejece, que es la piel la que se arruga, también dice que entre los marinos de su generación hay muchos viejos jóvenes, y también que ahora, hay muchos jóvenes viejos que no se adaptan ni entienden la vida en el mar, en la tierra ni en ningún otro lado y se amargan en alcohol. Es más, mi abuelo tenía ya como de 65 años y no quería reconocerme como su nieto, decía que soy su sobrino, para que yo no fuera la evidencia a su


edad. No se deja engordar y hasta ahora con más de 70 años camina bien derechito y dice que no le duele nada, que su vida en el mar en lugar de oxidarlo, el salitre lo hizo inoxidable. Me dice cosas extrañas y extraordinarias de su vida como marino militar, de sus ex compañeros militares indígenas, su espiritualidad y la interacción de todos los genes y elementos que supone se integran en el universo y nos llegan a todos del mar, que ocupa las tres cuartas partes de nuestro planeta, que en lugar de Planeta Tierra, se debería llamar, Planeta Mar. Ideas que desde más antes siempre trató de mover y hoy trata de inculcar y enseñarme con sus ejemplos, anécdotas, y experiencias relacionadas con su vida de trabajos en el mar. Cuando me habla de su vida siento que soy él y he vivido, o voy a vivir, lo que me está contando. Mi mente y su mente quedan tan sintonizadas que estoy seguro que él también cree que a mi edad, yo soy él, y voy a vivir lo que él me cuenta y voy a hacer y contar lo que él me dice. Yo le creo, lo que me conviene, y digo que en la escuela ya no nos enseñan cosas como las que él sabe, bien enseña y nos convienen a todos, niños y adultos. Por ejemplo cuando me dice que hay una ética militar, una regla de oro de convivencia y disciplina, que a bordo de un barco o un avión de la Marina Armada de México, es vital para la coordinación de todo militar en el trabajo. Y esa regla de oro en la cadena de mando es que “Tan noble es mandar como obedecer, y mandará mejor quien mejor sepa obedecer”. Para mí es una regla inobjetable de convivencia y respeto en el trabajo. Y puedo vivir lo que el abuelo en sus 16 años, cuando no le es posible continuar sus estudios y con otros de sus compañeros, al terminar la secundaria, solicitan ingresar a las escuelas militares. Como destacados integrantes de la banda de guerra en la escuela secundaria, de sus instructores militares, van adquiriendo los marciales arreos de la vocación; no obsta el impacto de los James Dean o Sal Mineo de la etapa de


rebeldías sin causa que se reproduce entre los adolescentes como leyenda urbana de los años 50 en nuestro país. Eso no les afecta. Del grupo varios ingresan al H. Colegio Militar, pero mi abuelo quiso ser marino y aunque no logra ingresar a la H. Escuela Naval de Antón Lizardo, logra ingreso como Grumete en la Escuela de Clases y Marinería (Esclamar) donde conoce, vive y estudia en La Antigua Escuela Naval Militar, del tres veces Heroico puerto de Veracruz, que según recuerda, con juvenil sonrisa de picardía, está en las calles de Landero, Arista y Coss, donde los sábados al medio día varias chicas del puerto esperaban a los marinos y aspirantes a marineros que ya portan orgullosos el atractivo uniforme, blanco en verano y negro en invierno, con dinero del pre, en los bolsillos dispuestos a gastar. Cuando el abuelo me habla de la Antigua Escuela Naval Militar, se le humedecen los ojos. Dice que sólo estuvo un año internado y le daban 10 pesos diarios de prepago cada semana, pero en ese tiempo era dinero para ellos como jóvenes y algunos hasta tenían para enviar a sus casas.

Antigua Escuela Naval Militar, hoy Museo Naval de México


Recuerda que el edificio tenía amplios corredores y muchos salones de clases en donde se enseñaban los valores no sólo inherentes a la profesión naval que se inició en el Puerto en 1825 con la Academia Naval, que hasta 1897 se transformó en la Heroica Escuela Naval Militar sino también el amor a nuestras raíces. Cuando le preguntaba quien atacó la Escuela en abril de 1914, se ponía rígido. No sólo atacaron la Escuela, atacaron a todo nuestro país, atacaron a México y quienes habrían de ser, -respondía, ni modo que los chinos o los rusos-, fueron los norteamericanos, nuestros grandes y queridos amigos los norteamericanos… Por qué??? muchos se preguntarán Por una simpleza: en Tampico fueron detenidos 8 gringos tripulantes de un buque estadounidense, creo que el Dolfing, por lo que el gobierno yankee pidió que el gobierno se disculpara y hasta izara la bandera estadounidense en señal de desagravio. No te voy a engañar, la realidad es que el gobierno estaba en manos del usurpador Victoriano Huerta y el mismo tenía serios problemas para cumplir sus compromisos con el gobierno norteamericano, pues la verdadera revolución mexicana ya estaba en pie, por eso los gringos querían asegurar sus intereses invadiendo el país antes que otra cosa sucediera. Lo de los 8 gringos detenidos, como la guerra de los pasteles franceses, era puro pretexto. O sea que la invasión de Veracruz formó parte de un plan del gobierno norteamericano para desgastar más la impopular presidencia de Victoriano Huerta, -el usurpador que traicionó al presidente Madero siendo parte de su gabinete-, y como una estrategia de Estados Unidos apoyar a Venustiano Carranza para que llegase al poder. De paso, el gobierno norteamericano aseguraba sus intereses en México, sumido en el conflicto de facciones revolucionarias en lucha, entre los cuales se encontraban los intereses de las empresas petroleras extranjeras, que el Presidente Cárdenas expropió 24 años después, y hoy el gobierno quiere volver a poner en sus manos... Huerta ordenó a la guarnición abandonar la plaza de Veracruz para concentrarse en Tejería, quedando en la Escuela el Comodoro Azueta, su hijo


José, Virgilio Uribe y otros cadetes, que junto con la policía municipal y varios ciudadanos, incluyendo mujeres veracruzanas, se dispusieron a defender el puerto de 50 embarcaciones de la Armada norteamericana con 6 mil marines, de los cuales 1500 fueron suficientes para reducir a los heroicos defensores, no sólo de la Escuela que fue su principal blanco en el puerto, aquel 21 de abril en que fue asesinando Virgilio Uribe en el primer re fuego.

Teniente José Azueta

Cadete Virgilio Uribe


El Teniente José Azueta, hijo del comodoro Azueta, que se integró a la defensa de la Escuela por solidaridad con su padre, murió el 10 de mayo por causa de la grave herida que recibió de los norteamericanos en el combate. Se dice, que en reconocimiento a su valor militar el comandante invasor norteamericano, almirante Fleitcher, mandó ofrecer apoyo médico, incluso traslado a los Estados Unidos para su curación, pero José Azueta lo rechazó resentido por su fervor patriótico militar mexicano en contra del imperio norteamericano, que impunemente invadió nuestro país.

Te lo cuento como me lo enseñaron en aquel recinto de gloriosas paredes que son testimonio de los hechos, explicados en mi época por marinos militares que sí sabían lo que decían de historia. Victoriano Huerta renunció a la presidencia el 15 de julio de 1914 y los norteamericanos se retiraron de Veracruz y del país el 23 de noviembre, después que el día 3 del mismo mes, Eulalio Gutiérrez considerado carrancista que les garantizara el cuidado de sus intereses asumió la presidencia de la República, supuestamente a pedido de Villa y Zapata que después tomaron en sus manos la ciudad de México, sin más objetivo que demostrar el poder de los verdaderos hijos de la revolución, que en realidad poco sabían en qué consistía.


Mi abuelo cuando habla de esa guerra nunca dice de qué lado se hubiera puesto como soldado de la marina activo en la revolución, pero sí una cosa siempre me deja claro: que ser político o ser patrón no favorece en nada la espiritualidad y que el único Jefe, que tenía una mística y evidentemente una causa de sustentabilidad y autonomía era Emiliano Zapata como agrarista. Él era el único que tenía identidad con los campesinos indígenas que luchaban por Tierra y Libertad y para que la tierra sea de quien la trabaja. Al principio de los años 60s, salió del Centro de Capacitación de Esclamar en la Antigua Escuela Naval Militar para embarcarse en el Transporte Durango de comisión rumbo a Orange, Texas USA, en busca de la primera flotilla de 20 dragaminas que mejoraría nuestro heroico cuerpo naval. En lugar de tamboras y cornetas hubo de acostumbrarse a las órdenes por medio del silbato y a la chicharra del buque que en distintas formas ordenaba, diana, babor y estribor de guardia o maniobras de combate. Abordo todo es diferente, hasta el lenguaje Orange, Texas, según el Abuelo, en 1962 es un pueblo pequeño de gringos borrachos y amarillentos, pero con una bahía enorme con cientos de barcos empaquetaditos que el presidente Roosevelt mandó construir a principio de los años 40s cuando Estados unidos, en la coyuntura de la Segunda Guerra, optó por la conveniencia militar de una guerra prolongada con el Japón, una guerra que deje dinero a las empresas navieras y armamentistas estadounidenses, en el marco de la competencia industrial que se desarrollaba entre los dos países, y la considerable amenaza de la Armada japonesa frente a la de Estados Unidos, aún después que el 30 de abril de 1945, Alemania se rindió ante los Aliados. El ataque madruguete a la supuestamente “desprevenida” Flota del Pacífico en la Base Naval de Pear Harbor, asentada en la isla de Oahu, de Hawái el 7 de diciembre de 1941 en que Estados Unidos pierde 19 barcos y perecen más de 2 mil personas entre marines norteamericanos y empleados de la base, es la causa para que Estados Unidos le entre a la Guerra ese año; y cuatro años después, el 6 y 9 de agosto de 1945 en las islas de Hiroshima y Nagazaki, tenga el pretexto para estrenar bombas atómicas ordenadas por el presidente Truman, hasta hoy únicos ataques nucleares en la historia.


Japón se rindió 6 días después, el 15 de agosto; y cientos de barcos listos para una guerra prolongada, destructores, Fragatas, corbetas y barreminas, quedaron sellados y amarrados en batería, hasta esa fecha, en los muelles de la bahía en Orange, Texas. Traer 20 de ellos era nuestro encargo.

A sus 17 años mi abuelo se había internacionalizado, pero no quedó impactado por la vida en estados unidos, pues hasta ahora dice que lo único bueno que tiene el país del norte, son las gringas. De regreso de Orange, Texas rumbo al puerto de Tampico le tocó el Dragaminas DM-07 su primera casa en el mar. Hasta entonces pudo sentir el efecto de un ser hombre de mar: “sailor” como le llaman en Estados Unidos a los marineros. Las guardias de vigía en el magistral le permitieron acumular razonamientos y reflexiones de lo que es la belleza, la grandeza, el poder, la fuerza y la violenta naturaleza del mar. Por observación primero y luego por los libros conoció y comprendió la enorme riqueza y poderío económico-marítimo de nuestro país. Navegamos hacia el sur en el noroeste del Golfo de México, cuyo litoral es de 3 mil kilómetros y llegan al Mar Caribe por el Canal de Yucatán. En la derrota dice que llegó a ser el más en el mantenimiento y canto del rumbo, rumbo, rumbo, rumbo… para que el oficial de guardia ratifique o rectifique el derrotero del buque.


Pero si tomamos en cuenta los más de 8 mil kilómetros del litoral del Pacífico, tendríamos más de 11 mil kilómetros de costas y litorales con un potencial enorme de desarrollo en recursos naturales y turísticos. Este litoral tiene el derecho internacional de 200 millas patrimoniales a partir de la línea de la costa, así que en todo el país nos pertenecen 2 millones 800 mil kilómetros de patrimonio marítimo, una riqueza inconmensurable de los mexicanos que están en manos de nuestra Marina Armada de México proteger. Nuestra llegada a Tampico fue apoteósica. La entrada por el caudaloso río Pánuco fue impresionante por el orden en que fueron entrando 20 buques de guerra con todos los gallardetes izados maniobrando en el río. El 1º. De junio de 1962 el presidente López Mateos fue quien inauguró los 20 barcos en el puerto, que luego fueron asignados a los diferentes puertos del país. Al abuelo le tocó Ciudad del Carmen, que entonces no era un puerto petrolero, sino primer puerto camaronero. Ahí ascendió a Cabo de Cañón, primer nivel del escalafón en la jerarquía de nuestra marina nacional. Navegar en aquellos tiempos que no había satélites, con sólo el sextante, la Osa Mayor o los faros como puntos de referencia, creo que le dieron a mi Abuelo un olfato sutil y extraordinario para su ubicación correcta, no sólo geográfica sino hasta sicológica y sociológica. Además que abordo, en sus momentos de descanso, devoraba lectura de libros de todos los autores conocidos y por conocer, lo mismo que los Reglamentos que establecen las obligaciones y derechos militares. Los Cabos pueden ser de Cañón, de Mar, de Máquinas o de Servicios especiales y son el último eslabón de la cadena de mando en un buque de guerra, por lo que requieren de mucha responsabilidad, pues sobre ellos recae el peso de la ejecución de todos los trabajos de mantenimiento, maniobras y ejercicios militares dispuestos por el mando de abordo; mando que en ocasiones suele violentar la ética militar, partiendo de la premisa de que “Si el superior se equivoca, vuelve a mandar…” Por lo que de esta manera en algunas unidades militares, del Ejército o la Armada, se fueron arraigando actitudes contrarias al afán de servicio y más adictas al ejercicio del poder de mandar por mandar, que hoy con el neoliberalismo económico son muy peligrosas para nuestra verdadera seguridad nacional..


Cuando mi abuelo me habla en esta forma, ya no sé si es él o soy yo el que habla, o es que los dos somos la misma persona. Es fácil entender que el poder dominante y arbitrario se ha equivocado siempre, y hoy, en tiempos de globalización, más que nunca, cuando por medio del miedo, la culpa o el hambre busca imponernos sus intereses. No se puede globalizar la sumisión y el sometimiento como quieren los grandes centros de poder. O quizás sí, pero sólo entre la cadena oligárquica y sus políticos. Para los militares que son la salvaguarda de la patria es imposible. Y su máxima reflexión es que: “El agua hace que floten los barcos, pero también puede hundirlos...”

En 1967 el abuelo y yo regresamos a la Antigua Escuela Naval Militar de Veracruz (Cen-Cap de Esclamar) a seguir escribiendo esta historia. Habíamos sido promovidos para ascender al histórico cuerpo de condestables. Para entonces el Abuelo decía que la maldad estaba creciendo en nuestro país y que no podíamos dejar que el mal de la dominación sea más fuerte que nosotros. Por esa causa es que hay que estudiar mucho. La educación es nuestra batalla más grande para el futuro. Tenemos que hacer fuerte a México en conocimientos, haciéndolo fuerte todos somos fuertes.


En nuestro tiempo, para ser Condestable, tienes que saber armar una pistola 38 o 45 en un minuto, las M2 y el Fusil Ametralladora Ligero (FAL) en dos minutos; Las ametralladoras de 20 y 40 milímetros en 15 minutos y el cañón de 3.50 en 20. Hay que saber hacer los nudos de la “ballestrinque”, “Barrilete” y el “as de guía” en 5 segundos y la “margarita de dos y de tres” y “as de guía doble” en 30 segundos. También saber trazar rumbos con el conocimiento del norte geográfico y el norte magnético. Con el sextante bajar la estrella polar al horizonte, lo mismo que la luna y las estrellas a las muchachas del puerto…

Al salir de la Esclamar en 1968 nos dieron un bonito silbato de acero mónel, símbolo del mando, y el nuevo uniforme de Maestranza. Casi todos los egresados tiraron sus birretes a la basura despectivamente, para ensamblarse el quepí con el águila dorada sostenido en dos anclas cruzadas símbolo de nuestra institución patriótica. Nosotros guardamos el birrete por mucho tiempo, incluso muchos años en retiro. Porque seguimos siendo jóvenes, ¡qué digo!, niños que en la senescencia, todos los abuelos, no podemos ni debemos dejar de ser y llevar adentro. Porque tanto la experiencia del viejo como la inocencia del niño y la


grandeza del mar de donde proviene la vida de ambos, son comunes en el espiral de los ciclos diferentes de la vida.


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