¡firmes! octubre 2014 a

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FEDERACION DE MILITARES RETIRADOS A.C. GRAL. FRANCISCO J. MÚGICA “DEJAR DE LUCHAR ES EMPEZAR A MORIR” S.R.E.21000586-.EXP.0021000579-.FOLIO 586 Cda. Tonantzin 7 Int.101, Col. Tlaxpana, Del. M. Hidalgo, Méx. D.F., 11370 Tel. 5396 5385; samuellaravilla@gmail.com Tel. 6383 4113; <licysargento@gmail.com> Cuentas: Banorte 0680328678 y BBVA Bancomer 2827680090,ambas a nombre de Francisco Torres Cruz.

México, D. F., a 13 de octubre de 2014

EL CASO TLATLAYA La masacre ocurrida en ese poblado del Estado de México, pone en evidencia una mas de las acciones fuera de la Ley, que han venido cometiendo las Fuerzas Armadas Mexicanas, gracias a una desmedida complacencia de los Altos mandos de las Instituciones Armadas hacia el Ejecutivo Federal, exceso que ya obliga a SEDENA y SEMAR de los últimos sexenios, a explicar a la nación, la razón del porqué –si la hay- se dejaron arrastrar por el llamado Mando Supremo hasta la violación de la Constitución, que viene desde la misma instalación de esos gobiernos, hasta el sacrificio del personal militar, especialmente de las clases subordinadas: oficiales y tropa, en cumplimiento de las órdenes emanadas de la superioridad. La marcha del pasado sábado 11 de septiembre efectuada por la sociedad mexicana, puso en evidencia la incomprensión de la gente, acerca de lo que ocurre a los soldados del pueblo, que se hayan actualmente entre el desprecio y la compasión de la ciudadanía. De esta situación son responsables los


Altos Mandos del Ejército y la Marina al lanzarse a la calle a cumplir órdenes violando la Ley. Las Fuerzas Armadas Mexicanas en su misión de conservar la Seguridad Interior, solo pueden intervenir cuando la Policía resulte incapaz para guardar el orden, esto no significa que el Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina puedan efectuar labores policiacas ante la población civil, que también debe ser preparada en el caso de la suspensión de garantías individuales, en alguna localidad donde se llevan a cabo operaciones militares contra la delincuencia organizada, cuyo desempeño conlleva implícito el rigor castrense. El Art. 89. Fracción VI de la Constitución faculta al Poder Ejecutivo a disponer de la fuerza armada permanente para mantener la seguridad interior y la defensa exterior de la nación. La Fracción VIII para declarar la guerra, previa ley del Congreso de la Unión. Contrariamente el Mando Supremo declaró “la Guerra” contra el narcotráfico y los Altos Mandos de inmediato sacaron del cuartel a la tropa a combatirlo, sin que los pobladores de las regiones afectadas fueran advertidos del significado de esa decisión. Pronto surgieron los problemas porque los soldados en razón de su disciplina y preparación para la guerra, saben cumplir las órdenes. Las consecuencias fueron inmediatas cuando se presentaron casos de muertes accidentales durante las acciones militares. Momento en que debió actuar


el Congreso de la Unión para respaldar la actuación de las tropas y salvar a la población civil, demarcando las zonas de suspención temporal de garantías individuales, pero los políticos se negaron y los militares, aceptaron iresposablemente seguir operando en esas circunstancias. Lamentablemente la tropa y el mismo pueblo pagaron las consecuencias como ha sido notorio . La población, las organizaciones de derechos humanos, los legisladores, la opinión pública, no encontraron mas culpables que la tropa cumpliendo con la misión recibida y vinieron las reformas a las Leyes correspondientes, cuya observancia lleva a la tropa a la comisión del delito de desobediencia en el caso de no cumplir las ordenes superiores o caer en falta de espiritu militar que es motivo de baja inmediata, lo cual quiere decir simplemente que dejaron de ser soldados, hasta caer en la vergüenza de ser capturados por grupos de defensa civiles. En cuyo caso los mandos pasaron a la categoría burocrática, de administrar la presencia de las Fuerzas Armadas en lugares convenientes, sin riesgo, cumplimentando “órdenes superiores” del Secretario de Gobernación, eso sí muy bien pagadas, como escoltas, ceremonias, público de desfiles, de mitines políticos y si tienen suerte desempeñar misiones gringas como “Cascos Azules”. Lo ocurrido en Tlatlaya, no puede quedar simplemente en la consignación del Oficial y 7 de tropa que lo acompañaron en esa misión. Ningún


Oficial con siete individuos de tropa y un vehiculo, a las dos de la madrugada, puede realizar –sin cometer grave delito- una acción como la de Tlatlaya por su cuenta, sin autorización del Comandante inmediato del operativo y además sentaría mal precedente aún para el Comandante de Batallón que no fuera oportunamente informado al respecto. En el Ejército Mexicano no se pueden mover las unidades para un cometido como fue el caso, sin conocimiento del Alto Mando. Ese apoyo de la ciudadanía es noble, muy loable y demuestra el cariño que aún guarda el pueblo a pesar de acontecimientos que ya son históricos, por sus soldados del Ejército del Pueblo, heredero de los principios de la Revolución Mexicana; fortalece a la tropa, haber visto marchar ese día a importante sector de la sociedad, pidiendo justicia para los militares que se enfrentan a enemigos de la Ley y el orden, a delincuencia organizada y posteriormente son consignados a la Justicia Militar por la propia superioridad que es quien debe responder por las consecuencias de las órdenes impartidas a ese personal. La tropa tiene de su lado al pueblo de México, es el mas grande estímulo que puede recibir como consecuencia de lo acontecido y no podrá olvidarlo. Gral. Brig. Ret. Samuel Lara Villa


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