6 perrenoud philippe 2007desarrollar la practica reflexiva

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D e s a r r o l l a r l a f r A c u í a r e f l e x i v a e n e l o f i c i o D E ENS ER AR

♦ Desarrollar una reflexión ética, pero no desde una perspectiva abs­ tracta sino basada en casos concretos y dilemas vividos por los par­ ticipantes. ♦ Insistir en las dimensiones colectivas de la responsabilidad y en ios límites de la acción individual. ♦ Hacer comprender que el esclarecimiento de las finalidades —siem­ pre de form a relativa- deja sin resolver la cuestión de la eficacia de la escuela y de la realización desigual de su proyecto en función de la clase social de los aprendices. En pocas palabras, sobre la cuestión de los valores, de las finalidades y del sentido, el formador debería recordar a cada uno a sus responsabilidades, fidelidades, solidaridades personales, y proceder a la deoaluáón del proble­ ma a los actores.

Trabajar sobre la identidad sin encarnar un modelo de excelencia Los profesores entrevistados por Huberman (1989) se preguntaban lo si­ guiente: «¿Moriré de pie, con la tiza en la mano y ante una pizarra negra?». O también: «¿Quién soy? ¿Qué hago en este oficio? ¿Acaso vale la pena? ¿Soy capaz de enseñar? ¿Sin renunciar a mis principios en el empeño?». En un oficio de lo humano que obliga a asumir riesgos a quien lo ejer­ ce y a aquellos a quien se dirige, el hecho de cuestionarse la identidad es legítimo. La pregunta adquiere una fuerza y una actualidad variables según las personas y, en cada caso, según los períodos. En este ámbito, el form ador se encuentra a veces atrapado por una pregunta explícita, a menudo confrontado a la dificultad de ser inconfesa­ ble, y ello se traduce en lo no-verbal o en intervenciones que reflejan duda y sufrimiento. La tentación de encarnar un m odelo identificador está entonces muy presente. Se supone que el form ador ha resuelto sus propias crisis de identidad y que ocupa esa función o ejerce ese oficio porque ha cons­ truido competencias valorizadas. Es normal que se le considere un punto de referencia e incluso una norma. N adie controla totalmente los fen ó­ menos de proyección o de identificación que suscita, pero un m ínim o de lucidez nunca va mal. Rostand describió con excelencia el desafío del form ador: F orm a r mentalidades sin conform arlas, enriquecerlas sin adoctrinarlas, ar­ m arlas sin alistarlas, com unicarles u n a fu erza , seducirlas con la verdad pa ra conducirlas a su prop ia verdad, darles lo m ejor de un o mismo sin esperar esa recompensa llam ada descendencia. (Citado por Jacques Merlán en una uni­

versidad de verano)


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