En las aulas ronda el miedo

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Premios Emisión 14-2012 A las aulas las ronda el miedo Simón Bolívar encabezó la marcha marcial de los próceres del bicentenario. Las botas de los pequeños actores eran zapatos envueltos en bolsas de basura; el uniforme, un frac azul y un jean; el estandarte del ejército era la bandera patria. Bolívar es un joven trigueño, con unas patillas largas maquilladas, mentón arriba y voz firme. Cuando los pasos armónicos se detuvieron gritó ¡libertad! - Lástima tan buen actor pero con problemas de drogas. - Los aplausos callaron los comentarios de una de las asistentes. El ambiente: una batalla con decenas de muertos, no dista mucho de la vivida a las afueras de la escuela donde se hace la obra de teatro. El miedo está en las aulas y en la orquesta de la escuela. Luis no teme ser el responsable de la música después de las 6:30 de la tarde. Así puede silenciar las balas que zumban aquí y allá y a las que ya no les corre. A sus compañeros les sobra miedo, o mejor, “les falta disciplina”. Ya sin el uniforme de Bolívar, y sin el maquillaje, a Luis se le descubre que sus brazos son más morenos, como si pasaran expuestos al sol, que de su oreja izquierda quedan un par de huequitos de aretes. Sus cejas que apenas se dibujan, atenúan un rostro de dolor. Luis es timbalero, lo acompaña la tambora, la lira y la corneta. La música de la combinación de instrumentos es lo más le gusta, pero bien podría olvidarse de ellos porque los lleva grabados en su garganta y de inmediato imita el sonido: 1


Bambamquiririnbambám.

La técnica la aprendió de un primo, fue tan

aparentemente sencillo como copiar el sonido y movimiento del bafle. En el barrio de la comuna 16 -Belén en la noche ronda la soledad, el luto para muchas familias, mientras los sin rostro ‘cuidan’ desde la esquina comunicado por chat de Blackberry. Por eso muchas madres no dejan asistir a sus hijos a los ensayos de la orquesta. Luis igual se queda, ya le perdió el miedo a la guerra. Sabe de la dinámica del conflicto. Lo asume con tranquilidad. La profesora E -por Estella y excelencia- como le dice Luis a quien le enseñó a escribir y a leer en una escuela en la comuna 13 tiene una sonrisa amplia y brillante que inspira tranquilidad. Casi 10 años después, Luis dibuja con sus dedos, sobre una mesa blanca, el mapa de su barrio y el camino que usa para ir a la escuela. Tiene clara la estrategia de los combos enfrentados: Chivos y pájaros luchando por el control de rentas ilegales. El rector de la institución educativa de Luis se ve desbordado por la situación que envuelve la escuela. Hace diez años vio a las Autodefensas por los linderos de la institución, con armas largas y las insignias; pero en esta ocasión es gente de la comunidad. Hasta sus oídos han llegado los nombres de ‘fulanitos’ y familiares de estudiantes que han sido vistos en lo alto del morro como centinelas. Toda la comunidad estudiantil está en medio del conflicto. La escuela es un lugar estratégico para los combos, pues está rodeada de los lugares que

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tradicionalmente han sido utilizados por los ilegales; canchas de fútbol y parqueaderos de buses. En la comuna 16 (Belén), hubo dos estudiantes amenazados, igual número que en la comuna 13. “En la 16 se retiraron 189 estudiantes, uno asesinado, dos amenazados y una amenaza generalizada contra la población afrodescendiente”, advierte el informe de la Personería municipal. En todo Medellín, el número de estudiantes desertores es de por lo menos mil doscientos. Luis marca con su índice los puntos estratégicos ¡Uff! Yo creo que ellos acá tienen algo. Él sabe que la hora pico del barrio depende de la salida y entrada de la jornada escolar. Es cuándo más personas hay en las calles y empieza a caer la noche. Los ilegales se pueden camuflar entre ellos, igualmente, los estudiantes son potenciales clientes del negocio de la droga. La Policía detuvo el 8 de mayo de 2011 un verdadero arsenal de guerra a menos de una cuadra de la escuela: 3 fusiles AK 47 con proveedores, cuatro pistolas, una escopeta, un revólver, cerca de 900 cartuchos 9 mm, radios avánteles, droga; entre otros elementos. En el operativo se capturó a un mayor de edad y un adolescente, como lo informaron las autoridades, por medio de un comunicado. Para explicar las balaceras de su barrio, Luis junta y aparta sucesiva y rápidamente las yemas de sus dedos con el sonido de las explosiones. Sus uñas están mal cortadas y tienen uñeros. Parecen cicatrices de la guerra que simula y vive de cerca desde las mismas aulas.

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El barrio ahora se expande entre una quebrada que sirve como frontera social y un morro de casas apeñuscadas, de cuadras quebradas en esquinas de callejones estrechos y empinados; en los quiebres, camuflados con el paisaje urbano: los combos. Historia de dos hermanos El hermano de Luis le quitó el miedo. -

Pero sabe una cosa, usted se me parece a él, me dice

Él fue tan juicioso en el colegio, allá, en Armenia Mantequilla; fue acá, en Medellín, donde se empezó a dañar, dice Luis. Armenia, está al occidente de Antioquia. Es un pueblo pequeño y de cuentos de brujas, parecidas a las que aparecen en sus pesadillas. Pero en realidad el sueño de Luis es invertir en la Bolsa de Valores y tener una pared con todos los diplomas. Sabe que el dinero cobra sentido con el esfuerzo porque también ha visto como se esfuma. Quiere seguir estudiando las matemáticas. -

Eso nunca engaña mijo.

Regresa al tema de su hermano. Andrés se graduó, prestó servicio militar en la comuna 13. “Nosotros lo visitábamos; cuando terminó, mi mamá le pagó los exámenes para ser soldado. Ella trabajó mucho, se iba a pie, hizo muchos esfuerzos. Éramos necesidad”. Pero le quedó restando un examen. Nadie le quiso colaborar, haciendo un gesto con su lengua inflando el cachete izquierdo 4


indicando que quienes pudieron estaban cerca. 80 mil pesos lo apartaron de su sueño de ser soldado. Se quedó en la ilegalidad. Por un par de meses perdieron el rastro de Andrés. En el ambiente: explosiones de pólvora y lucecitas de colores titilando a destiempo en la montaña. Fue la primera y única vez que Luis vio a su madre desconsolada. Al mes siguiente recibieron la llamada del hijo mayor, Andrés. Estaba en un grupo armado de la comuna 13. -

¡Qué casualidad en el lugar donde prestó servicio!, dice Luis

“Una vez fuimos a visitarlo”, recuerda. Esperaron una hora el bus para San Javier la Loma. Llegaron a una casa de solo muchachos. Era un segundo piso azul con la divisa de toda la comuna. “¡Más bonita!”, 3 piezas y una cocina en la que no cocinaban. Luis lo supo porque no había nada en la nevera. El cuarto de Andrés era azul claro, como cielo, para persuadir el ambiente a infierno que sintió Luis. “Era sucia, vivía el estrés encima”. La familia de Luis se fue a vivir a la comuna 13 y allí fue donde conoció a la profesora E. con una cabellera muy larga con la que jugaba. Para la profesora eran momentos de guerra y sangre que aún le entre cortan la voz. -

Es que los niños de San Javier la Loma, iban a la escuela a dejarse querer

Así fue hasta que decidieron regresar a Belén pasados unos años. Era mitad de año y Luis no tenía los papeles en regla. De nuevo, como siguiendo la E, encontró a la profesora en la institución a la que aspiraba ingresar. 5


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Cuándo me vio se le abrió tremendo corazón, recuerda la profesora

Él dijo, “un imán me trae detrás de la E”. Cuando llegó de nuevo a la escuela la vio con el pelo corto. Las canas habían aparecido. Hoy la profesora tiene 55 años. Luego del hecho el respiro fue corto. Luis se abrigó con una de las cobijas regaladas a su hermano tras la desmovilización de los paramilitares en 2005. En Medellín fueron cerca de 3 mil hombres. Luis estaba en quinto de primaria y su hermano los sostenía. Su madre recibía regalos de ‘Tato’, un amigo de su hijo que llegaban en esas motos que corren como llorando. Pii, piii, pii… Ese año, Luis hizo su primera comunión. -

Yo decía que de smoking porque me sentía más creído.

Salones desolados Según la Personería de Medellín, en la ciudad hay por lo menos 23 instituciones educativas oficiales en situación de riesgo por fronteras invisibles impuestas por ilegales. La cifra de deserción oscila entre 40 y 150 casos por cada una. “La violencia intrafamiliar y el conflicto social y armado que atraviesa la ciudad, continúan afectando un número importante de instituciones educativas, muchas de estas localizadas entre fronteras territoriales ilegales, quedando expuestas al fuego cruzado”, concluye el informe. La escena de estar en el piso protegiendo sus niños de balas que se disparan cerca de la escuela la ha vivido la profesora Estella. Su salón tiene ventanas de vidrio que le dejan ver como se enfrentan los combos en el morro.

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El presente en la ciudad llevado a cifras no es mucho más alentador. De acuerdo con la Unidad Permanente de Derechos Humanos, en 2011asesinaron a 14 estudiantes y amenazados otros 370. Pero una imagen que nunca había visto la profesora E, es que sus propios alumnos de segundo de primaria, en la misma escuela donde estudia Luis, la quieran matar. El salón tenía la mayoría de sus sillas desocupadas. Cerca del setenta por ciento de sus alumnos faltaron a clase por la situación de orden público en la zona a mediados de 2011. La amenaza era general para quienes pasaran los límites impuestos por los combos. El miedo reinó. La profesora se sentó un segundo en su escritorio para tomar aire. Les escondió su dolor a los niños. Se paró al tablero para proponer una actividad. Al darles la espalda, dos niños juegan a esconderse entre las sillas para juntar las palmas de sus manos y sus dedos índices apuntando en forma de pistolas a la espalda de la profesora E. Disparan. Los niños deberían ir a la escuela a dejarse querer. *Los nombres fueron omitidos o cambiados por seguridad de las fuentes y el nombre de la escuela y el barrio por protección de los menores de edad.

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