Aproximación a la historia del transporte colectivo de la ciudad de Valencia

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EL MÍTICO PAJARO AZUL

Azul y amarillo La Valencia de aquellos tiempos, una ciudad en la que, a pesar de los tópicos de "la tierra de las flores", "la luz del Mediterráneo", "el azul del Mediterráneo" y otras frases hechas,no se correspondía con la realidad puesto que el color estaba ausente. Una ciudad en blanco y negro con toda la gama de grises como en las películas de la época. Sus gentes vestían de oscuro, apenas una blusa o camisa blanca. Los lutos por fallecimiento familiar eran rigurosos (incluso para los niños) y muy prolongados en el tiempo: cuando decidían quitarse el luto otro fallecimiento de un tío o primo los remitía a la situación anterior. Calles llenas de curas con sotanas negras, monjas con hábitos negros, todas las personas mayores vestidas de negro con sombrero o boina negrajncluso muchas chicas se casaban de negro. La publicidad, los carteles anunciadores,los escaparates,nombres de comercios,allá por donde fueres: ¡negro!. Recuerdo con especial nostalgia el viaje desde el pueblo a Valencia para comprar el traje de la primera comunión, mi madre, abuela, tías y hermanas especulaban como debía ser: nada de marinero, de calle y de color para que sirviera para muchas ocasiones y así fue: entre color salmón y teja muy suave con zapatos marrones y blancos a juego. Mi primera comunión, en mayo, en plena primavera con un sol espléndido, yo destacaba entre el blanco y azul marino de mis compañeras y compañeros, aportando un ligero toque de color ante tanta uniformidad. El pájaro azul, así se denominaba un tranvía que destacaba por ser amarillo y azul, más grande y más rápido deslizándose por ésta ciudad carente de color en la que sus gentes sobrevivían en sus horas más negras; los "salvadores de la Patria" así lo habían decidido y no era cuestión de protestar si querías seguir disfrutando de las vistas que desde el pájaro azul, cuando circulaba con las célebres "jardineras" enganchadas, llenas de chicos y chicas eufóricos y con muchas ganas de vivir, enfilaba una vez atravesado el río la avenida del puerto con destino a las playas. Playas donde pasar el día entre risas,bromas.juegos y quizá algún que otro beso, produciéndoles a sus protagonistas una explosión de luz y color que guardarían en su recuerdo. Al final del día, el tranvía azul y amarillo los devolvía a esa terrible uniformidad carente de color que llenaba toda la ciudad. Se tardó muchos años todavía en ver la luz y por lo tanto el color.

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