INTRODUCCIÓN El tiempo está muy vencido para que todo historiador, sea cual fuere su postura filosófica haga un esfuerzo por cobrar plena conciencia de ella, y por lo tanto, del significado y alcance de su actividad cultural. Solamente se logrará este fin si se obliga a sí mismo a decir en molde lo que en conciencia se piensa. El historiador tiene el compromiso de dar sentido a su quehacer. Implica acatar el fundamento de su actuar para convertirlo en norma de conducta y sustento teórico de cada una de las afirmaciones y los actos que constituyen su trabajo profesional. El marco teórico de referencia llegaba a maniatar, más que explicar, la orientación del trabajo histórico que le seguía. INTERROGANTES: ¿Cuál es el sentido del estudio histórico? ¿Quiénes deben conocerlo y hasta dónde? ¿Qué sentido tiene estudiar, investigar la historia, y difundir lo estudiado o investigado? ¿Para qué la historia? Fue una cuestión hecha en 1980 por un grupo de intelectuales de los cuales sólo dos son historiadores. Dichos problemas se resuelven en el hacer mismo. La historia tiene su razón de ser en el hecho de que debe ser conocida y utilizada en beneficio de la sociedad que produce su conocimiento, sobre todo en el mundo contemporáneo. Las características y peculiaridades de los procesos que propician la difusión de la historia, deben ser objeto de estudio y análisis de quienes se dedican a producirlo: los historiadores. El historiador realiza la difusión de su conocimiento, para entender que el análisis de esta acción o conjunto de acciones no debe contemplarse sólo desde una perspectiva pedagógica, y menos exclusivamente didáctica, sino que, requiere de un abordaje mucho más complejo, que atienda a las diversas modalidades de su aplicación. El conocimiento histórico se construye para ser mostrado.