Sivak 2 el papel de la prensa argentina en los 90 suarez

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El nuevo papel de la prensa argentina Adriana Amado Suárez 1 Resumen: El presente trabajo es un avance de mi tesis de doctorado sobre la prensa argentina durante la década del noventa, desarrollada en la FLACSO. La hipótesis de la investigación gira en torno a la reconfiguración de los actores participantes en la industria de los grandes diarios, y los efectos que ello pudo acarrear en la producción de la información. Se parte de la premisa de que la organización mediática está inserta en un campo de fuerzas sociales (sociedad y audiencia; propietarios, clientes y proveedores; fuentes; periodistas y empleados) cada una de las cuales que tiene un papel importante en la producción de información. En este sentido se postula que en los noventa la función activa de los periodistas en la producción de la información fue debilitándose a favor de las fuentes y oficinas de prensa, que toman la iniciativa en las noticias. Palabras-clave: prensa, noticia, fuentes, información, periodistas, Resumo: O presente trabalho é um avanço de minha tese de doutorado sobre a imprensa argentina nos anos noventa, desenvolvida na FLACSO. Minha hipótese de investigação reside na nova configuração dos atores que participam na indústria dos grandes diários, e os efeitos na produção de informação. A premissa é que a organização da mídia é localizada em um campo de forças sociais (sociedade e audiência; proprietários, compradores e fornecedores; fontes; jornalistas e empregados), cada um dos quais tem um papel importante na produção de informação. Assim foi que nos anos noventa, a função ativa dos jornalistas foi enfraquecendo a favor das fontes e as gerências de imprensa, que são os que decidem as notícias. Palavras chaves: imprensa-notícia-fontes-informação-jornalistas

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Licenciada em Letras, Magíster em Comunicação Institucional, pesquisadora e professora na Universidad Nacional de La Matanza e na UCES. A sua tese de doutorado (FLACSO) sobre a imprensa argentina é dirigida por Eliseo Verón.


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¿Quiénes hacen las noticias? La organización mediática participa de un sistema en el que se relaciona con otros

participantes

sociales

(sociedad;

audiencias;

propietarios;

clientes

y

lectores;

proveedores; fuentes; periodistas y empleados; distribuidores; otros medios). Mi investigación de doctorado se ocupa de los grandes diarios argentinos, en tanto usinas informativas sociales por excelencia, y su relación con los actores que participan activamente en la producción de la información (usinas menos evidentes, pero contundentemente productivas). De esta manera, se busca describir los aspectos estructurales de los diarios, sus vínculos con actores externos a la organización mediática, y las consecuencias que la participación de éstos tienen en la producción noticiosa. Así planteada podría parecer que la cuestión no aportara demasiado al campo investigado. Max Weber señalaba como instancia fundacional de la investigación sobre la prensa, la importancia del vínculo de los diarios con los actores de la industria tales como anunciantes, proveedores de papel, inversores. Sostenía por entonces que estos aspectos eran cruciales para abordar adecuadamente este objeto de estudio, dado que “la prensa es necesariamente una empresa capitalista y privada” (Weber, 1992 [1910]: 253) tan dependiente de los compradores como de los anunciantes. Sin embargo, las investigaciones disponibles en muy pocos casos profundizaron los efectos que éstos (especialmente los segundos) ejercieron en la prensa, más allá de denuncia de su influencia y de un estado de permanente sospecha sobre las presiones de los poderosos. De hecho, en nuestro país no existen datos sistemáticos sobre el peso de los anunciantes en la economía de los medios. Por caso, el informe sobre inversión publicitaria lo elabora la Asociación Argentina de Agencias de Publicidad en base a estimaciones y a estudios


propios (Gallichio, 2001). El hecho de que incluso las mismas investigaciones oficiales (Secretaría de Cultura de la Nación, 2003) fundamentan sus conclusiones sobre estos datos, muestra la ausencia de investigaciones alternativas o complementarias a las del mercado. En este contexto, los señalamientos que suelen hacerse en relación a la dimensión mercantil de la prensa, quedan muchas veces en una cuestión superestructural en el mejor de los casos, dado que faltan precisiones acerca de cómo las dimensiones políticas y económicas influyen directamente en la producción noticiosa. De hecho, no existen en Argentina estudios sobre los efectos concretos que estos tienen en la rutina cotidiana de construcción de noticias. Esto no significa desconocer la línea de investigación que se ocupa de la economía política de los medios, que ha tenido un importante desarrollo. Sin embargo, estos estudios se han ocupado principalmente de los procesos de conformación de los conglomerados mediáticos, los efectos de la concentración empresarial en la configuración de la industria y las políticas públicas que debieran regular estos aspectos. Incluso los propios autores señalan que todo este esfuerzo no cuenta todavía con la base sólida que requeriría: “Una de las áreas despobladas, casi inexistentes en las ciencias sociales de América Latina es la economía de la cultura: las producciones simbólicas son cada vez más cuantificadas, presupuestadas y sometidas a impuestos por economistas que no entienden bien de qué se trata eso de la cultura, mientras los especialistas en cultura seguimos opinando con pocos datos, como si sólo nos ocupáramos de excelsas creaciones del espíritu” (García Canclini, 1996: 10). Esta observación podría extenderse a las numerosas investigaciones que denuncian las presiones del entorno político en la prensa, muchas de las cuales son una descripción de


efectos obvios de la influencia de los poderosos de turno en la prensa, sin ofrecer explicaciones precisas ni dimensionar mínimamente las variables que intervienen en el problema descripto. Como ejemplo podrían citarse las numerosas investigaciones sobre la prensa de la época del Régimen Militar de 1976, que indaga sobre las presiones del gobierno de facto sobre diversos medios, especialmente los procesos de censura, temática que sigue resultando muy atractiva para la investigación académica. Podrían incluirse también las publicaciones que describen los cabildeos del periodismo con el poder, explicados como un juego político de actores que intervienen en el espacio público a través de la prensa. Este aspecto ha sido desarrollado en gran medida por la investigación periodística que durante los noventa encontró en la publicación editorial el espacio que la observación crítica a los medios no suele tener en la prensa periódica. En esta línea podrían inscribirse las biografías de personalidades públicas que develan la trama del vínculo prensa-poder, como las que relatan los casos de los empresarios de medios, típicamente best sellers en la época de su lanzamiento. Más escasas son las investigaciones que buscan demostrar la influencia que esta cercanía de la prensa con el poder ejerce en la opinión pública, como podría ser el caso de las acusaciones sobre la complicidad de la prensa en la crisis económica desatada a fines de 2001 como intenté analizar en un artículo previo (Amado Suárez, 2004). Sin embargo, estas dos grandes líneas suelen correr por cuerdas separadas, y no ofrecen una visión de conjunto que dimensione la complejidad del sistema que pretenden describir. Se postula, en cambio, que la investigación de medios no puede involucrar la dimensión económica (correspondiente al espacio de la producción), aislada de los aspectos social (espacio de la discusión o de la sociedad civil) y político (ámbito de las


decisiones). Como planteó Eliseo Verón, “los medios no constituyen un meta-espacio más, junto a los espacios común, social y político; hay que pensarlos en otro plano: son transversales, y su funcionamiento se ha vuelto hoy la fuente principal del cambio social.” (Verón, 2001: 134). Sin embargo, tradicionalmente la investigación de los medios ha tomado alguno de estos tres aspectos por separado: los problemas de la significación (análisis de la producción significante); la cuestión de la eficacia (problemas del reconocimiento) y las cuestiones de la transmisión (circulación). Paolo Fabbri distingue tres campos de problemas que, según él, se han sucedido en el transcurso de la evolución histórica de las ciencias de la comunicación: los problemas de la significación, los problemas de la transmisión y los problemas de la eficacia. Esta tripartición me resulta muy cómoda, porque corresponde punto por punto a mi propio modelo de las posiciones que se pueden adoptar en el estudio de la comunicación: lo que Fabbri llama los problemas de la significación es para mí el campo del análisis de la producción significante; la cuestión de la eficacia corresponde a mis problemas del reconocimiento; entre estas dos posiciones se sitúan las cuestiones de la transmisión, que yo identifico como de la circulación.” (Verón, 2001: 128). Es innegable que, los medios ocupan en el sistema social una posición de privilegio que les permite legitimar su función de constructores/transmisores de realidad social. Sin embargo el proceso de producción y circulación de la información excede la órbita de los medios, contando actualmente con una participación activa de otros actores, que coloca a los medios ya no como productores, sino como recolectores y transmisores de información que otros producen y promocionan. Pero si bien se reconoce mayoritariamente que “Los medios (sin excluir otros agentes de socialización) proveen marcos cognitivos, contextos de percepción de la realidad social”, a la vez que se asume que “Ahora reconocemos que los medios juegan un rol específico de intermediarios simbólicos colectivos, pero en cambio, ya no les atribuimos más que un rol privilegiado


en cuanto a la influencia que ejercían” (Wolf, 1997: 256). Los medios de alguna manera se ven condicionados por el contexto social, y específicamente en el tema que nos interesa, es innegable que las condiciones sociales de la última década han influido enormemente en la esfera mediática. Retomando la propuesta de Weber, consideraremos que “el ámbito público configurado por la prensa no sólo refleja diferentes concepciones del mundo (Weltanschauungen), sino que está surcado por relaciones de poder” (Weber, 1992 [1910]: 249), derivadas de los aspectos empresariales de los medios. Estos aspectos no se agotan en relación a la demanda de capital para la expansión empresarial, aspecto estudiado por la economía política de los medios, sino también el papel de los compradores y anunciantes, la función de la prensa en la formación de la opinión pública, los criterios de selección de información, las agencias de noticias, la formación y las cualidades del periodista, para tomar los parámetros propuestos por el sociólogo alemán.

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Fundamentos de la hipótesis de trabajo La mayor parte de los textos sobre periodismo escritos por periodistas, y los manuales

de estilo de los diarios parten de una autoimagen del periodismo que no suele reflejarse en la práctica cotidiana. Michael Kunczik describe la situación de la siguiente manera: la visión “clásica” del trabajo periodístico describe un periodista con iniciativa propia, que sale a desarrollar una investigación sobre un tema que él mismo eligió (Kunzcik, 2002 [1988]: 277). Pero es poco probable, agrega este investigador, que esto ocurra en la realidad porque el periodista de hecho se dedica en gran medida a procesar la información que le llega de las instituciones que cuentan con organizaciones dedicadas a


la producción de la información, como ser los departamentos y agencias de relaciones públicas. El periodista argentino Daniel Santoro dice que “La investigación es la esencia de nuestro oficio, porque el periodismo es siempre indagación y búsqueda” (Santoro, 2004: 13). Sin embargo, cuando en unas páginas después menciona el famoso caso del Watergate, en donde dos jóvenes periodistas emprendieron una investigación que comprometió la administración Nixon, distingue la actitud Bob Woodward como la de “un periodista novato de The Washington Post, que desconocía las alfombras rojas por las que circulaban los acreditados de la Casa Blanca” (Santoro, 20004: 19). Es decir, que reconoce que el periodista investigador, modelo a seguir, suele ser la excepción del periodismo rutinizado, articulado al proceso de producción informativa de las fuentes estables. Y en esta sutileza está la distinción principal de este estudio. La tesis no se ocupa de las condiciones ideales del periodismo, ni de los excepcionales casos en los que aparece una investigación reveladora, generalmente desarrollada por fuera de los circuitos mediáticos refractarios a noticias que comprometen a los personajes del poder. Que las investigaciones periodísticas más proverbiales de los noventa se desarrollaron principalmente en el mercado editorial, estaría de alguna manera confirmando el poco espacio que ofrecieron los medios a la investigación periodística en su estado puro durante los años noventa. Antes bien, todo parecería indicar que es imprescindible considerar como parte fundamental del trabajo periodístico las rutinas de profesionales acostumbrados a las invitaciones generosas de las fuentes, cuidadosos del vínculo con los poderosos y acostumbrados a formar parte del selecto grupo de periodistas invitados a los cócteles de prensa y comitivas oficiales.


Sin embargo, el prestigio del periodismo de investigación pone en un segundo nivel la producción informativa estandarizada, subsidiaria a las fuentes externas. De ahí que exista un doble discurso entre los periodistas, que reconocen por lo bajo la dependencia de las fuentes activas para la producción de información, pero que insisten en sostener una imagen de iniciativa propia y autonomía. Lorenzo Gomis destaca esta contradicción con ironía cuando dice que “Los hechos no se presentan solos a las manos de los atareados periodistas encargados de escogerlos para publicarlos o arrojarlos al cesto de los papeles. Ni siquiera por regla general han sido buscados afanosamente por reporteros que fuman en pipa, aunque esto también suceda a veces” (Gomis, 1991: 59). Mientras que se define al periodista como una “persona curiosa, inquieta y callejera” (González, 1998: 28), el ejercicio profesional encuentra que los periodistas pasan la mayor parte de sus horas en la oficina con una lista de teléfonos celulares actualizada y una casilla de correo dispuesta a recibir comunicados oficiales de las más diversas instituciones. Una reciente investigación del Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS, 2004) para toda Latinoamérica señalaba que los periodistas en Argentina dedican el 72% de su tiempo al trabajo de oficina, proporción más alta en el continente. A la hora de establecer la prioridad de los procedimientos de producción de información, los mismos entrevistados sostienen que “la entrevista exclusiva es la fuente de información que más pesa en un artículo. También es muy valiosa para los encuestados la información de background, y en menor medida, las notas de prensa y notas enviadas por las fuentes, el análisis de cifras, balances y estadísticas y las reflexiones y opiniones propias” (IPYS, 2004: 18). Sin embargo, a la hora de analizar el peso específico de cada uno de estos recursos, se aprecia que las actividades analíticas y de recepción de información institucional (en el gráfico,


en las barras coloreadas en rojo) son más importantes que las de investigación independiente. No deja de ser interesante señalar que esta investigación, basada en una encuesta de opinión de tipo valorativa, menciona en primer término el procedimiento recomendado por el manual, pero el gráfico resultante muestra que las fuentes institucionales tienen mucha importancia.


Gráfico 1: Fuentes de información (Argentina)

Fuentes de información para Argentina (Informe IPYS, 2004) (0= poco importante/ 5= vital)

Entrevista exclusiva con la fuente

Información background (libros, otros artículos sobre el tema) Nota de Prensa / Material enviado por fuente

Análisis de cifras/balances, estadísticas

Opinión personal/Reflexiones propias

Páginas web privadas

Información de otros medios

Declaraciones tomadas en conferencia de prensa

Páginas web del Estado

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La hipótesis que guía la investigación asume que esta particular forma de desarrollar la tarea no es una decisión personal de los periodistas. Antes bien, es una consecuencia no deseada –y muchas veces negada- de las condiciones de trabajo que impone una estructura empresarial que privilegia lo económico. De ahí, la aparente contradicción entre estas condiciones reales y ese ejercicio periodístico modélico de la investigación periodística, lo que pone al periodista en una situación de mayor precariedad en tanto que al negarse la existencia de estos procedimientos carece de rutinas explícitas para resolver las situaciones cotidianas. De las 100 consultas que selecciona Darío Javier Restrepo (2004) en el libro que resume su taller de ética periodística en la Fundación para el Nuevo Periodismo, dirigida por Gabriel García Márquez, 13 tercian sobre la mejor manera de manejar las fuentes, y 23 corresponden a consultas sobre desviaciones a los procesos prolijamente estipulados por las teorías del newsmaking, especialmente en lo concerniente a las presiones directas en las noticias. Esto se explica en la medida que la dependencia de la información producida por la fuente es similar en todos los países de Latinoamérica, siguiendo la misma investigación del IPYS sobre el origen de la información. De ahí surge de que la información enviada por la fuente externa es la primera en importancia en el caso de Bolivia y Uruguay y la segunda en Argentina, Chile, Ecuador, Paraguay Venezuela y Perú, luego de la información producida por periodistas del área y antes de los despachos internacionales, periodistas de otras áreas, y otros medios de comunicación. Dada la dimensión que cobraron los actores del contexto organizativo de la prensa, puede postularse que éstos se han constituido en co-emisores con una función


preponderante en la construcción de las noticias. Por ello, la construcción de la información pública no sería producto exclusivo de la prensa sino que, para describir adecuadamente el proceso, sería necesario considerar a los otros participantes y las funciones que desempeñan en la producción colectiva de sentido. Dice Gomis que “Los poderes públicos y las demás grandes fuentes habituales de noticias son organizaciones de producción de hechos que disponen además de abundantes canales de comunicación: portavoces, gabinetes de prensa, etc. Y la organización de los medios a su vez busca esas fuentes para llenar los espacios de la programación diaria” (Gomis, 1991: 61). A pesar de que la participación es de suyo elocuente, generalmente no suele reconocérsele la función crucial en la producción de noticias, y mucho menos se cuenta con investigaciones sobre el impacto que la participación de este actor en el proceso noticioso. En un primer acercamiento puede establecerse que estas condiciones de producción tienen impacto en el discurso (que se reflejan en estrategias discursivas concretas, formas particulares de referenciar las fuentes, dilución del emisor, etc.). Por caso, tomamos las conclusiones de un estudio sobre los diarios The New York Times y The Washington Post, citado por Gomis, que señala que “Hasta la mitad de las fuentes no aparecen identificadas. Los autores [Brown et al.] llegan a la conclusión de que los medios tienen menos control de la agenda que presentan de lo que quieren pensar y que al aceptar el anonimato de las fuentes, se perpetúa la invisibilidad de los realmente poderosos.” (citado por Gomis, 1991: 62). Todo esto nos permitiría suponer que la fuente es alguien más que un informante que responde a la demanda del periodista, y que puede ser un agente activo en la construcción de la información: “Las relaciones con las fuentes son esenciales para los media


informativos y a menudo constituyen un proceso bilateral muy activo. Los media informativos están en constante búsqueda de contenidos adecuados y éstos (incluso los inadecuados) siempre están buscando una forma de entrar en las noticias” (McQuail, 2000: 342). Estas observaciones no hacen más que mostrar la complejidad del sistema de la información y los numerosos factores condicionantes del proceso de producción de noticias, lo que refuerza la idea de que el estudio del discurso noticioso requiere una identificación y sistematización de las circunstancias en las que éste se genera.

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El campo de la prensa Un análisis exhaustivo sobre la condición de los periodistas argentinos se ha publicado

en el libro Los que hacen la noticia, resultado del trabajo de un equipo de investigadores de la UBA, dirigidos por Stella Martini y Lila Luchessi (2004). El libro compila entrevistas en profundidad realizadas a periodistas en distintas funciones y que se desempeñan en diversos medios, buscando una reflexión sobre las condiciones en que realizan su tarea. El material ofrece testimonios completos que dan una descripción de la situación, que ratifica que no parece ser del todo claro para los periodistas cuáles son las restricciones estructurales que dificultan su tarea, aunque suelen ser muy críticos en la descripción de la situación general. De hecho, en la investigación de Martini y Lucchessi, muchos de los participantes sólo aceptan hablar de determinadas circunstancias con la garantía de que su testimonio quede sin identificación, alegando que su crítica le puede traer complicaciones en su trabajo. Algo similar surge de analizar los resultados de una investigación cuantitativa, que compara el ejercicio del periodismo en cinco países de Latinoamérica (Schmidt-Liermann


et al., 2003). Para el caso de Argentina, queda más que demostrado que lo los periodistas son reticentes a hablar del acceso a la información y de su vínculo con las fuentes, lo que pone en foco la necesidad de tomar este aspecto desde la investigación académica. Las escasas investigaciones cuali y cuantitativas disponibles sobre la profesión (Schmidt-Liermann, 2003; IPYS, 2004; FOPEA, 2005) muestran claras contradicciones en la descripción de las tareas propias y la calificación general de la profesión. Por ejemplo, la encuesta realizada por FOPEA (2005) arroja datos en este sentido: cuando a los consultados se los indagó sobre su nivel de independencia, un 56,8% le asignaba la nota entre 8 y 10 (de una escala de 1 a 10). Sin embargo, cuando en otra pregunta se les pedía una caracterización de la profesión, los mismos encuestados dijeron que el periodismo argentino era “Condicionado” (55,7%) y “Complaciente” (27,3%), mencionando la condición de “Independiente” apenas el 1,4% de la muestra.

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El papel de la prensa Lo que surgen claramente de los avances de investigación, es que ha cambiado

sustancialmente la composición de fuerzas en el escenario de la construcción de las noticias. Las estructuras que protegían al periodismo en el ejercicio de su profesión se fueron debilitando en los aspectos legales, técnicos e institucionales. Las redacciones se fueron achicando para responder a exigencias de “optimización de procesos” y muchos periodistas empezaron a buscar nuevos espacios para ejercer el periodismo que el estrecho margen de las redacciones no permitía. Surgen los perioproductores (Anguita: 2002, 73), emprendedores que desde el lugar simbólico que le dan las firmas de los grandes diarios, legitiman sus espacios alternativos en televisión o radio, que mantienen


con auspiciantes propios. A su vez, los noventa configuraron un nuevo escenario institucional, donde numerosas organizaciones empresariales y de la sociedad civil aprendieron a dirimir sus cuestiones en el escenario público de los medios. En la medida en que los poderes fácticos se volvieron más sensibles a los cambios de humor de la opinión pública y a las directrices de la opinión publicada, los actores sociales fueron aprendiendo a tensar las cuerdas que ejecuta la melodía de la agenda social, que en este esquema tiende a coincidir con la agenda mediática. Así, con mayor o menor envergadura, con mayor o menor profesionalismo, empezó a ejercitarse la prensa institucional con el objetivo de conocer los vericuetos por los cuales colar en esa agenda las voces de quienes quieren escucharse y hacerse escuchar en público. Así se consolidaron las agencias de prensa como actores privilegiados en un escenario alicaído. Según la consultora Deloitte & Touche, la consultora de Relaciones Públicas Nueva Comunicación encabezó los últimos años el ránking de facturación, con unos montos que superan ampliamente la facturación de muchos medios: $ 8.182.901 (año 2001), $ 9.896.619 (1999) y $ 7.283.370 (1998), para tomar algunos años como parámetro. El escenario de espacios periodísticos alternativos, ávidos de conseguir notas y auspicios, sumado a la necesidad de figuración pública, consolidó canales que de alguna manera conforman un ámbito marginal al de los multimedios, y cuyo poder no reside en sus audiencias, que son más bien escasas, sino la cercanía que estos espacios permiten de sus hacedores (en muchos casos periodistas de grandes medios) con sus promotores (los mismos auspiciantes que recurren a la prensa generalista). Este nuevo lugar de encuentro de las fuentes y los periodistas propicia el tráfico de información que, desde estos lugares marginales, pasa a la gran prensa, sensible de por sí a los grandes anunciantes y a los


poderes consagrados. El análisis de contenido de las dos últimas elecciones presidenciales muestra la sugestiva correspondencia entre los candidatos con mayores pautas publicitarias y el espacio editorial asignado por los medios a su campaña y los resultados electorales. Como ejemplo puede tomarse el informe elaborado de Poder Ciudadano y Konrad Adenauer (2003), que muestra que la proporción de espacio obtenido en medios los dos meses previos a la elección coincide a los porcentajes electorales obtenidos por los principales candidatos.

La descripción realizada por Osvaldo Tcherkaski en su libro La ocupación revela cómo existen diarios que se editan “por parcelas de alquiler y venta de información, como se vende publicidad” (Tcherkaski, 2003: 126). Desde su conocimiento interno de los procesos noticiosos, el periodista que fue Secretario de Redacción de Clarín durante muchos años relata cómo los comunicados oficiales ingresan a las páginas sin


cuestionamiento ni chequeo: “La figura que condensa este cambio fue estampada con notable eficacia lingüística por el Pentágono por la palabra embedded: el material fuente de las redacciones viene procesado desde las empresas, los medios políticos, gubernamentales, policiales, los diversos estamentos del mapa institucional del sistema” (Tcherkaski, 2003: 270). El concepto embedded recurre a la metáfora espacial para describir una cuestión estructural: la información externa se “incrusta” en el sistema, preparado para el encastre perfecto. Como bien mostró la experiencia de la cobertura noticiosa del diario El País del atentado del 11 de marzo de 2004, siempre hay tiempo para pedir disculpas si los hechos osan desmentir la información publicada, siempre excusada en la “versión oficial”. Claro que en Argentina ni siquiera contamos con defensores de los lectores dispuestos a pedirles disculpas a las audiencias por las premuras con la que se elaboraron las noticias. Apenas si algunos diarios le ofrecen al lector un espacio donde se publican las cartas de aquellos en condiciones de escribir algo que responda a la lógica de encastre, es decir, un texto llamativo, novedoso, conciso e interesante. En Argentina los antecedentes de los mecanismos de reflexión y crítica de las prácticas periodísticas son escasos (Amado Suárez, 2005). De hecho, sólo un medio institucionalizó la figura del Defensor: el diario Perfil y su Ombudsman pasaron fugazmente en 1998, y se restituyeron tibiamente en 2005, con el relanzamiento del diario. En nuestro país los medios ni siquiera se animaron a desarrollar un manual de estilo: apenas si el diario La Voz del Interior de Córdoba lo elaboró en 1990, y los diarios nacionales Clarín y La Nación lo editaron recién en 1997, sin demasiada difusión entre sus lectores ni aplicación práctica. Estos dos medios son los únicos que hoy cuentan con


una especie de protofigura de Ombudsman, muy distante de la función más compleja del defensor de lectores tradicional. Lo que nos muestra este escenario es que la prensa ya no puede explicarse desde las lógicas de análisis de siempre, porque ésta es una prensa que se está redefiniendo a fuerza de experimentación y marketing de diarios. Me decía un periodista muy importante de la sección política de un matutino porteño que él no podía imaginarse quién lo leía, y que por eso escribía para él, lo que incluso hace poner en duda el clásico abordaje desde la teoría del contrato de lectura. Claro que esto se entiende mejor cuando se aclara que el periodista en cuestión no trabaja en la redacción del diario, sino que su puesto de trabajo permanente esté en la sala de prensa de un edificio público a escasas veinte cuadras del diario. Citando nuevamente a Tcherkaski (2003: 271), los cambios son aceptados no sin perplejidad: “En los casi cuarenta años que llevo en esta profesión, la crisis de legitimidad y credibilidad que ahora la afecta no figuraba entre las peores predicciones que pude haber temido o imaginado con mis colegas. La autocensura, el sensacionalismo, el temor a perder el trabajo, son las determinaciones excluyentes de un campo profesional que siempre confinó la libertad de prensa a las fisuras entre las líneas de tensión y las marañas de interés de cada época”. En este contexto, sólo queda asumir la verdadera profundidad de los cambios y comenzar a pensar nuevas formas de preservar aquello que antes era privilegio absoluto de los periodistas, es decir, la noticia.

Bibliografía:


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