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Música

Por: Gerardo Zago Cuando uno ve una película, hay ciertos temas que van de cajón a la hora de discutirla con alguien: la historia, los actores, los efectos especiales… Algunos individuos más snob incluso dialogarán sobre la dirección, o la cinematografía. Pero hay un tema que constantemente elude nuestras mesas de debate sobre una película y que sin embargo es un ingrediente fundamental en todas ellas: la banda sonora. No exageremos. Claro que hay películas cuyo OST nos enamora, incluso hay algunas en las que este elemento es lo más destacable de todo el filme (la recién estrenada Jobs es un buen ejemplo de esto). Y es por eso que en este artículo, le dedicaré unas líneas a varias obras musicales que nos hicieron vibrar en la sala de cine (o en la comodidad de tu sala). Empecemos con un clásico. Si existe un género que explota muy bien el ingrediente sonoro de una película, es el cine de terror. Y si vamos a hablar de películas de terror que hagan bien esto, no podemos dejar de lado a Psycho (1960), del maestro británico Alfred Hitchcock. Cualquiera puede corroborar que esta es una obra clásica y

emblemática del género del suspenso, y no cabe duda que gran parte del impacto que ella causa en el espectador es provocado por su espeluznante score. Bernard Herrmann,

frecuente colaborador del director, fue el encargado de crear ésta que quizás es su mejor composición; el limitado presupuesto con que contaba lo obligó a usar un ensamble de cuerdas en lugar de una orquesta completa, lo cual termina por ser ventajoso, ya que el sonido chillante de las cuerdas sin otro que lo equilibre mete poco a poco al espectador en la tensión de la trama. El fragmento musical de la escena de la regadera es probablemente el más famoso en la historia de la música en el cine (lo lamento, Marcha Imperial). Mi intención era hablar de películas más recientes, pero esa tonadita de la regadera es tan épica que no podía quedarse fuera de la lista. Y hablando de tonaditas épicas, demos un salto de varias décadas hacia otra película con una tonadita épica: Kill Bill (2003 el volumen I y 2004 el II), del increíble Quentin Tarantino. Cualquiera que haya visto la película (sí, para mí Kill Bill es una sola, nada de la uno y la dos) sabrá exactamente a qué tonadita me refiero: cada vez que Beatrix encuentra a una de sus “presas”, la cámara hace un acercamiento a su rostro, mientras esta inconfundible pista comienza a sonar. Sin embargo, esta pista no es lo único bueno del soundtrack que posee este largometraje. La película aborda estilos tan variados como el Western y diversos escenarios asiáticos, y la banda sonora cumple plenamente la

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