APOSTILLAS AL BOMBARDEO A PLAZA DE MAYO

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UNA MACRI DIFERENTE Ana Carmen Macri, "la Peti", fue integrante de la camada de diputadas electas tras la aprobación del voto femenino y una de las fundadoras del Partido Peronista Femenino. Durante la “Revolución Libertadora” estuvo detenida junto con 91 legisladores peronistas acusadas por “traición a la patria”. Tras haberse desempeñado como secretaria de Radiología en el Hospital Rivadavia y luego de haber sido directora en el Hogar de Tránsito Nº 2 de la Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón, Macri saltó a la política. En 1948, Evita la nombró Pro-secretaria y asesora Argentina en la Conferencia Interamericana de Mujeres. Con la sanción de la ley de los derechos políticos de la mujer, Evita la envía primero a Tucumán y después a Santa Fe a organizar el padrón femenino. Allí organizó casi 700 unidades básicas del Partido Peronista Femenino. “Era difícil decirle que no a Evita. Me dijo, nunca lo voy a olvidar, `Peti, ¿por qué no querés ir a Tucumán a afiliar a las mujeres? ¿Es por algún novio? Te lo mando para allá. ¿Es por salud? Va el mejor médico. Yo le dije que creía que la política no era para mí, que era como sinónimo de engaño. Y Evita me dijo: `Vos andá. Si a la semana no te gusta, te hago volver. Pero andá, porque los soldados se prueban en el campo de batalla', relató Macri en una entrevista sobre el momento en que tomó la decisión de involucrarse en la actividad política. En 1952, “Peti” asumió su banca de diputada en el Congreso Nacional. Tras el golpe del 55 fue detenida. Primero estuvo en una cárcel de mujeres porteña y luego fue trasladada al penal de Olmos. Una vez liberada, se incorporó inmediatamente al Comando Táctico de la Resistencia. Sesenta años después, el ex ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Casal, le pidió perdón en vida en nombre del Estado y le entregó el legajo carcelario en el que consta que había sido detenida por “fanática peronista”. Extracto de nota de Página 12 BIBLIOTECA VIRTUAL PERONISTA

REVOLUCION FUSILADORA – LA PROSCRIPCION DEL PERONISMO Boletín Oficial, 9 de marzo de 1956 Visto el decreto 3855/55 (6) por el cual se disuelve el Partido Peronista en sus dos ramas en virtud de su desempeño y su vocación liberticida, y Considerando: Que en su existencia política el Partido Peronista, actuando como instrumento del régimen depuesto, se valió de una intensa propaganda destinada a engañar la conciencia ciudadana para lo cual creo imágenes, símbolos, signos y expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas: Que dichos objetos, que tuvieron por fin la difusión de una doctrina y una posición política que ofende el sentimiento democrático del pueblo Argentino, constituyen para este una afrenta que es imprescindible borrar, porque recuerdan una época de escarnio y de dolor para la población del país y su utilización es motivo de perturbación de la paz interna de la Nación y una rémora para la consolidación de la armonía entre los Argentinos. Que, en el campo internacional, también afecta el prestigio de nuestro país porque esas doctrinas y denominaciones simbólicas, adoptadas por el régimen depuesto tuvieron el triste mérito de convertirse en


sinónimo de las doctrinas y denominaciones similares utilizadas por grandes dictaduras de este siglo que el régimen depuesto consiguió parangonar. Que tales fundamentos hacen indispensable la radical supresión de esos instrumentos o de otros análogos, y esas mismas razones imponen también la prohibición de su uso al ámbito de las marcas y denominaciones comerciales, donde también fueron registradas con fines publicitarios y donde su conservación no se justifica, atento al amplio campo que la fantasía brinda para la elección de insignias mercantiles. Por ello, el presidente provisional de la Nación Argentina, en ejercicio del Poder Legislativo, decreta con fuerza de ley Art. 1º Queda prohibida en todo el territorio de la Nación a) La utilización, con fines de afirmación ideológica Peronista, efectuada públicamente, o propaganda Peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados o grupos de individuos, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, sociedades, personas jurídicas públicas o privadas de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales pertenecientes o empleados por los individuos representativos u organismos del Peronismo. Decreto-ley 4161 Se considerará especialmente violatoria esta disposición la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios Peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto o el de sus parientes, las expresiones “peronismo”, “peronista”, “ justicialismo”, “Justicialista”, “tercera posición”, la abreviatura PP. , las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales “Marcha de los Muchachos Peronista” y “Evita Capitana” o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente depuesto o su esposa o fragmentos de los mismos. b) La utilización, por las personas y con los fines establecidos en el inciso anterior, de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrina, artículos y obras artísticas que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales creados o por crearse, que de alguna manera cupieran ser referidos a los individuos representativos, organismos o ideología del Peronismo. c) La reproducción por las personas y con los fines establecidos en el inciso a), mediante cualquier procedimiento, de las imágenes símbolos y demás, objetos señalados en los dos incisos anteriores. Art. 2º - Las disposiciones del presente decreto-ley se declaran de orden público y en consecuencia no podrá alegrarse contra ellas la existencia de derechos adquiridos. Caducan las marcas de industria, comercio y agricultura y las denominaciones comerciales o anexas, que consistan en las imágenes, símbolos y demás objetos señalados en los incs. a) y b) del art. 1º. Los Ministerios respectivos dispondrán las medidas conducentes a la cancelación de tales registros. Art. 3º - El que infrinja el presente decreto-ley será penado:


a) Con prisión de treinta días a seis años y multa de m$n: 500 a m$n. 1.000.000 b) Además, con inhabilitación absoluta por doble tiempo del de la condena para desempeñarse como funcionario público o dirigente político o gremial; c) Además, con clausura por quince días, y en caso de reincidencia, clausura definitiva cuando se trate de empresas comerciales.

Cuando la infracción sea imputable a una persona colectiva, la condena podrá llevar como pena accesoria la disolución. Las sanciones del presente decreto-ley será refrendado por el Excmo. Señor vicepresidente provisional de la Nación y por todos los señores ministros secretarios de Estado en acuerdo general. Art. 5º - Comuníquese, etc. – Aramburu – Rojas - Busso – Podestá Costa – Landaburu –Migone. – Dell´Oro Maini – Martínez – Ygartúa – Mendiondo – Bonnet – Blanco – Mercier –Alsogaray – Llamazares – Alizón García – Ossorio Arana – Hartung – Krause.

Memorias y olvidos para el 16 de junio de 1955 Que el bombardeo se cuente sin sordina Juan Besse* La masacre perpetrada en Buenos Aires el 16 de junio de 1955 –cuando aviones de la Marina de Guerra y de la Aeronáutica bombardearon el centro cívico de la ciudad– ha sido silenciada a lo largo de los años, pero ¿de qué silencio se trata? El bombardeo, como pocos acontecimientos políticos, ha sido y es materia de una memoria social más extendida de lo que se cree y forma parte de lo que Hugo Vezzetti (Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Siglo XXI, 2003) denomina memorias militantes. En particular, las construidas en el campo peronista y filoperonista. En tal sentido, para amplias capas de población, las bombas del 16 de junio han pasado a ser un trauma; entendido, "más que como algo irrepresentable y fuera del tiempo", como experiencia anclada en la historia (Andreas Huyssen: "W. G. Sebald: la memoria alemana y la guerra aérea" en Punto de vista, Nº 79). Esta noción de lo traumático introduce los correctivos de Freud a la deshistorización del trauma impulsada por algunos de sus epígonos. Al analizar la obra de W. G. Sebald, Huyssen sugiere otra categoría que refuerza, en simultáneo, el abordaje del trauma como un real que resiste la simbolización pero que a la vez es condición de la narración histórica: el bombardeo constituye así –para quienes carecemos de la experiencia misma– una experiencia de "traumatización transgeneracional". Y si lo es, podemos pensar que algo de la experiencia misma ha sido transmitido: no se puede olvidar aquello que no se recibió (Yosef Hayim Yerushalmi, Usos del olvido, ed. Nueva Visión). Hoy mi generación, la de los nietos de los perpetradores –o la de los hijos pero en el tiempo de los nietos– se ha puesto a contar, en la doble acepción de narrar los hechos y de contar los muertos, qué sucedió ese 16 de junio. Los libros de Gonzalo Chaves (La masacre de Plaza de Mayo, ed. De la Campana, 2003) y Daniel Cichero (Bombas sobre Buenos Aires. Gestación y desarrollo del bombardeo aéreo sobre Plaza de Mayo, ed. Vergara, 2005) reconstruyen –sobre la base de múltiples fuentes y con discrepancias propias de un estudio de memoria– la nómina de muertos. Esos nombres, hasta hace poco indistintos, todavía están en busca de una simbolización. Las listas son el comienzo del necesario camino de desolvido que una sociedad debe transitar para constituirse en nuevos términos. Sin embargo, en contraste con la enormidad del crimen, las narrativas sobre el 16 de junio son escasas. Fueron producidas en el campo de la investigación periodística escrita o cinematográfica mediante trabajos de cine documental, también como prácticas complementarias de la militancia política –folletos, escritos breves– o como textos literarios. Todas esas narraciones recortan, desde el exterior, la figura de un objeto ausente: el de la investigación en el campo específico de las ciencias sociales de los acontecimientos de ese día y de sus proyecciones tanto en la coyuntura golpista como en la larga duración. El 16 de junio ha sido enunciado, mencionado, referido en muchos escritos, a veces, brevemente descripto entre la marcha de Corpus Christi y la apertura hacia las fuerzas políticas opositoras iniciada por Perón después del 16, como


si se tratara de una viñeta propia de las postrimerías del segundo gobierno peronista. La señal de su agonía. En fin, como parte de la serie de sucesos que jalonan el camino al golpe de septiembre. Así, la seriación imaginaria que lo toma como un acto necesario ha impedido su adecuada inscripción simbólica.

Es más, en muchos de los relatos de la investigación académica, a modo de una prefiguración arcaica del discurso de los dos demonios –que marcará un segmento significativo de la discursividad de la recuperación democrática posterior al 83–, el bombardeo hace pareja explicativa con la quema de las iglesias llevada a cabo la noche misma de esa jornada trágica. La represión "historiográfica" y "sociológica" de los hechos puede comenzar a ser explicada por los devenires mismos del campo político y el campo intelectual que, más allá de sus propias legitimidades, parcialidades y desencuentros, durante casi cincuenta años coincidieron en una estrategia sin estratega: la invisibilidad de la magnitud de los hechos y de las implicancias del acontecimiento. En el envés de esa estrategia silente, la contingencia del 16 de junio fue deviniendo, nublada y gris como esa tarde larvaria, en una condición necesaria para la reproducción de dichos campos en los años venideros. Ahora bien, con pocas excepciones, lo dicho hasta la fecha pone a descubierto, más que un silencio, un decir con sordina. Una minimización de los hechos y sus consecuencias que habla a las claras de una represión política de los recuerdos acerca del acontecimiento, cuyas hebras es menester desanudar si se quiere inscribir el bombardeo de Plaza de Mayo como algo más que un morboso recuerdo traumatofílico. El 16 de junio, transmitido de generación en generación por la vía de la memoria social, se abre al trabajo de rememoración colectiva. *Docente en las universidades de Buenos Aires y de Lanús Fuente: Pagina|12, 23/06/05

El Bombardeo de Plaza de Mayo Por Alberto Lettieri. Cada 16 de junio aparecen ante nuestros ojos las trágicas imágenes del Bombardeo de Plaza de Mayo. Bombarderos de la Marina y de la Fuerza Aérea Argentina, con cruces pintadas y bendiciones arzobispales, descargando decenas de toneladas de proyectiles sobre los trabajadores, los transeúntes y hasta los escolares que transitaban por las cercanías de la Casa Rosada. Gritos y expresiones de pánico y desesperación, cadáveres mutilados, el genocidio de un pueblo a manos de quienes los argentinos les habíamos confiado las armas y la misión de protegernos. Como producto del festín de la muerte, se contabilizaron 308 cadáveres y más de 700 heridos de extrema gravedad. A esto debe sumarse “un número incierto de víctimas cuyos cadáveres no lograron identificarse, como consecuencia de las mutilaciones y carbonización causadas por las deflagraciones”, según consignó la investigación realizada en 2010 por el Archivo Nacional de la Memoria de la Secretaría de Derechos Humanos.


Uno de los fines declarados de la acción terrorista era el de matar a Perón, pero fracasó. El objetivo de fondo consistía en sembrar el pánico y la desmovilización para garantizar el retorno a la Argentina pre peronista, luego de tumbar al gobierno democrático. La heroica Resistencia se encargaría de imposibilitarlo. La decisión de Perón de llamar a la calma, incluso de ofrecer su renuncia para evitar una sangría mayor a nuestro pueblo terminó por abonar el camino de la impunidad de los criminales complotados. Sólo dos meses después la Fusiladora depondría al gobierno democrático, abriendo un largo capítulo de 18 años de tiranías y ficciones republicanas protagonizadas por la UCR, con la exclusión del partido mayoritario como signo indeleble. A ninguno de los protagonistas que ejercieron el gobierno durante la proscripción del peronismo se les cruzó siquiera la idea de hacer justicia con las víctimas, aunque socialistas y radicales siguieran reclamando su condición de “humanistas”, “democráticos” y “pluralistas”. La exclusión del peronismo les habilitaba a desempeñar funciones que sistemáticamente les negaba el voto popular. Avanzar en el terreno del esclarecimiento de los trágicos sucesos del 16 de junio equivalía a dispararse en el pie. No sólo porque la vigilancia militar lo hubiera impedido, sino porque saldría a la luz la responsabilidad de radicales, socialistas, empresarios, jerarquías eclesiásticas y militares en el tramado sanguinario. Al menos

el bombardeo de Guernica había tenido como ejecutora a la aviación de la Luftawe alemana. En su versión criolla fueron los propios uniformados y civiles argentinos los que se regodearon con la orgía de masacrar a su propio pueblo. Un breve repaso -incompletode los organizadores contribuye a echar luz sobre las responsabilidades de ese capítulo del genocidio argentino. Un genocidio iniciado por unitarios y liberales-conservadores entre 1829 y 1916, y continuado durante la primera presidencia de Yrigoyen, los atentados y el bombardeo durante el 2do Gobierno de Perón, la Resistencia peronista y la Dictaduras Cívico-Militares. El articulador del bombardeo fue Raúl Lamuraglia, un empresario muy influyente de la UCR y muy próximo al establishment estadounidense, quien contó inicialmente con el respaldo de Alberto Gainza Paz (a quien años atrás se le había expropiado el diario La Prensa por su acción conspirativa y disolvente) y del presidente uruguayo Batlle Berres, puesto que el destino final de los aviones terroristas sería el territorio de la nación vecina. En noviembre de 1954 los complotados se reunieron en la quinta de Lamuraglia en Bella Vista (Provincia de Buenos Aires), con la asistencia de los marinos Jorge Bassi –que había propuesto el plan–, Francisco Manrique, Néstor Noriega, el ex capitán del ejército Walter Viader, Carlos Bruzzone, el comandante de tropas de la Fuerza Aérea Agustín de la Vega, y varios políticos de la oposición, entre ellos el radical Miguel Ángel Zavala Ortiz, el socialista Américo Ghioldi, Jaime Mejía, Mario Amadeo, Luis María de Pablo Pardo – que sería Ministro del Interior de la Dictadura de Eduardo Lonardi–, Adolfo Vicchi –Embajador en los Estados Unidos durante la Dictadura de Pedro E. Aramburu– y Alberto Benegas Lynch. Para apoyar el ataque aéreo se armaron por entonces los Comandos Civiles, compuestos por militantes del arco económico y social del anti-peronismo, y que desarrollaron sus acciones entre 1954 y 1955. Estaban compuestos por radicales, conservadores, demo progresista, demócratas cristianos, socialistas, intelectuales de izquierda, nacionalistas católicos y grupos juveniles católicos, procedentes de las clases alta y media y estudiantes universitarios. Algunos de sus Jefes porteños fueron el capitán Walter Viader, el ingeniero Carlos Burundarena, Juan Francisco Guevara, Renato Benzacon, Darío Hermida, Adolfo Sánchez Zinny, Edgardo García Pulo, Francisco Olmedo y Raúl Puigbó. También participaron Francisco Trusso, Mariano Grondona, Mariano Castex, David Michel Torino, Emilio De Vedia y Mitre, Augusto Rodríguez Larreta, Mario De las Carreras, Emilio Posse, Eduardo Madero Lanusse, Reinaldo Tettamanti, Alejandro Astiz, Roberto Etchepareborda, Menendez Behety, Rodolfo Urtubey y Luis Maria Pueyrredon.


Dos años antes, los hermanos Carranza, dirigentes de la UCR, habían provocado un atentado criminal en las estaciones de subte próximas a Plaza de Mayo. En el interín, varios intentos de asesinar a Perón habían fracasado. Ninguna de esas iniciativas tuvo castigo. Más aún, uno de los terroristas de 1953, Ángel Carranza, sería designado como Ministro de Transporte de Raúl Alfonsín, y tras su fallecimiento se inmortalizaría su nombre asignándoselo a una estación de Subte. Nada menos que el escenario de sus actos terroristas contra el pueblo argentino. Ni la UCR, ni el socialismo, ni el establishment argentino, ni las fuerzas armadas, ni la Iglesia, ni los intelectuales que respaldaron la acción criminal del Bombardeo hicieron un mea culpa de sus acciones. Varios actores procedentes del peronismo, que tuvieron a su cargo responsabilidades públicas, decidieron mirar para otro lado en aras de una pretendida “pacificación”. Es tarea ímproba tratar de construir un futuro compartido sobre la injusticia. Tampoco alcanza con tratar de borrar de la memoria colectiva responsabilidades y decisiones, excluyendo de los contenidos escolares las pruebas del oprobio. El Bombardeo de Plaza de Mayo fue una de las tantas ocasiones en las que una minoría privilegiada y su claque política e intelectual confirmaron su decisión de sostener sus privilegios a cualquier costo. Entre el discurso humanitario y las prácticas terroristas hay un abismo que no se ha cerrado con el paso del tiempo. También existen otros genocidios menos visibles. La exclusión, el hambre, el hacinamiento, la ignorancia. La mayoría ha salido a la luz durante la actual cuarentena. ¿Volverán a invisibilizarse cuanto concluya? El entramado de responsabilidades sobre el Bombardeo de Plaza de Mayo y su sistemática invisibilización con la destacada salvedad de las investigaciones propiciadas entre 2009 y 2011-, refuerza la incomodidad que experimentan las instituciones y los medios de comunicación frente a cada nueva conmemoración del 16 de junio. Apenas algunas imágenes lacerantes, condenas formales y, como fondo, el incómodo silencio. El síndrome del 16 de junio se ha hecho carne en la sociedad argentina y sólo ha conseguido profundizarse a lo largo de 65 años. ¿Será hora de asumir socialmente nuestro pasado e impulsar una iniciativa para honrar el sacrificio de las víctimas incluyendo al Bombardeo dentro de las efemérides nacionales? El filósofo George Santayana (Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana Borrás,1863-1952) afirmó que “El progreso, lejos de consistir en cambio, depende de la retentividad (…) y cuando la experiencia no se retiene, como entre los salvajes, la infancia es perpetua. Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. (Those who cannot remember the past are condemned to repeat it)”. No sería una mala idea aplicar su consejo.

Cristo Vence – Bombardeo a la Plaza de Mayo Revista el Abasto

Hace 66 años, el 16 de junio de 1955, la extrema derecha cometió el Bombardeo a la Plaza de Mayo en un intento de asesinar al presidente Juan Domingo Perón mientras se pretendía perpetrar un golpe de estado que lograron a los meses… Dos años antes el mismo grupo subversivo de extrema derecha había atentado en la Plaza de Mayo (el 15 de abril de 1953) en un ataque terrorista que consistió en la detonación de dos bombas mientras se realizaba un acto sindical organizado por la Confederación General del Trabajo (CGT) en la Plaza de Mayo. Como resultado murieron seis personas y más de 90 quedaron heridas, entre ellos 19 mutilados.


Ahora, volvamos al 16 de junio de 1955, cuando varios escuadrones de aviones pertenecientes a la Armada Argentina, bombardearon, tiraron nafta encendida y ametrallaron con munición aérea la Plaza de Mayo y la Casa Rosada, así como el edificio de la CGT y la entonces residencia presidencial, matando a más de trescientas ocho personas e hiriendo a más de setecientas, entre civiles y militares. El ataque fue caracterizado por un alto grado de violencia y odio político-social, así como por la impunidad de los responsables decretada por autodenominada Revolución Libertadora, que tomó el poder tres meses después y que dio lugar al terrorismo de Estado, aparecido años después en el país. A continuación, les dejamos el material redactado por Viviana Demaría y José Figueroa publicado por este medio en dos partes hace exactamente nueve años.

Cristo Vence EN NOMBRE DE DIOS La humedad de la madrugada empapaba las sábanas que envolvían el cuerpo del Capitán de Fragata Néstor Noriega. El frío se sentía con mayor intensidad. De todos modos, nada impidió que durmiese en calma. Desde la cocina avanzaba un familiar aroma a café con leche que lo despertó. En la esquina derecha de su habitación, a los pies de la cama, rezongaba un reclinatorio. Eran las 4 de la mañana, rezó. Pidió la fuerza necesaria para derrotar al enemigo en la dura batalla que tenía por delante. Pidió también por el perdón de sus pecados y por si acaso al final del día no regresaba con vida, que su alma fuera recibida en los brazos del Altísimo.

Se persignó y se dirigió hacia la ventana para echar un vistazo antes de . El cielo encapotado le arrancó un insulto. Ese día, la consigna que ardía en su mente y en su corazón, debía triunfar. Costara lo que costase, Cristo vencería. Dio las últimas órdenes y trepó a su North American AT-6. A las 10,30 despegaron los aviones de Punta Indio. A las 12,40, Néstor Noriega besó su rosario blanco, nuevamente se persignó y arrojó las primeras dos bombas sobre la Casa Rosada.

LA VIDA POR PERÓN El Gloster Meteor trazó una sublime curva en el cielo. Como un kamikaze bajó hasta situarse a unos cuarenta metros del suelo de la avenida y orientó su trompa contra el edificio de la CGT. De los cuatro cañones de 20 mm comenzaron a desprenderse las balas trazadoras que trepanaron el frente. Héctor Passano ya estaba de pie en la azotea dispuesto a dar la vida por Perón. Luego de un instante de espanto, desenfundó su pistola 45. Esperó a que el aparato estuviera más cerca y le vació medio cargador de frente. De pronto creyó que había tropezado cuando cayó de espaldas, pero esto no lo distrajo. Le metió el resto de las balas a la panza del avión hasta que sus ojos ya no vieron nada. Dos proyectiles lo habían partido por la mitad. Pero Héctor nunca lo supo.

ÁNGELES Inés Pilar Amezúa y Viola Sara Bun bajaron presurosas de la ambulancia. Sus ojos horrorizados no daban crédito a esas imágenes. Pedazos de gente… trozos de cuerpos… barro de sangre… aullidos de dolor y ellas dos, en medio del espanto, como ángeles en sus blancos y almidonados uniformes de


enfermeras. Mientras el avión venía ametrallando con sus cuatro cañones toda la avenida, ellas estaban socorriendo la poca vida que había quedado entre hierros humeantes y escombros. Quedaron deshechas cuando las brutales balas de 20 mm se ensañaron con sus alas.

LA RENDICIÓN Eran las 16,45. Los comandos civiles habían desertado. Los marines habían sido vencidos en la batalla del bajo y los sublevados del Ministerio de Marina se habían rendido. Noriega les comunica a los pilotos en vuelo que el plan ha fracasado, que deben volar hacia Montevideo. Esto no va a quedar así, rugió. A aterrizar, fue testigo de una imagen patética. Trescientos tipos se peleaban a patadas por subir a un avión de transporte donde sólo cabían cincuenta. Ustedes hijueputas –le ordenó a tres de sus oficiales que estaban a punto de subir- ponganme dos bombas, o los cago a tiros.

EL GASÓMETRO Ya en el aire, buscó el objetivo. Van a aprender la lección… gritaba en la cabina… ¿les gusta cantar la vida por Perón?, pues hoy van a dar la vida por Perón… ¡hoy Cristo Vence carajo! La enorme estructura de noventa metros de altura y cincuenta y siete metros de diámetro se distinguía perfecta. Un piquete de cientos de obreros había cortado la Avenida Gral. Paz en la intersección con la Avenida de los Constituyentes. De espaldas a ellos, se levantaba el “Gasómetro”. A quinientos metros abrió fuego. Una sola bala mataba a cinco obreros promedio. Su risa era demencial. Dejó caer las dos bombas y puso rumbo al exilio. No explotaron. Su rabia pudo más. Me cago en Dios – pensó.

LA HISTORIA QUE NO FUE Las 75.000 toneladas de gas habrían deflagrado en medio de una bola de fuego de 300 mts de diámetro. La monstruosa explosión habría calcinado todo en un radio de 4 km. y su onda expansiva habría llegado hasta el Tigre. La magnitud de la explosión habría sido de 2,4 grados en la escala de Richter. Villa Devoto, Villa Ortúzar, Santos Lugares, Villa Maipú, Coglhan, Vicente López, Núñez, Villa Adelina, Villa Ballester, Tres de Febrero, Billinhurst, Villa Bosch, Belgrano, Colegiales, Paternal… hubieran sido devastadas. ¿Por qué la masacre de Buenos Aires permaneció borrada de la memoria social y política por más de 50 años?, ¿A cuánta gente estuvieron predispuestos a matar? Viviana Demaría y José Figueroa


Cristo Vence (II) “No se imagina lo que he rogado para que saliera bien esto y mataran al atorrante de Perón” Luis Batlle Berres Presidente del Uruguay, 1955 “La caída del tirano Perón en Argentina es la mejor reparación al orgullo del Imperio y tiene para mí tanta importancia como la victoria de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas del Imperio Inglés no le darán tregua, ni descanso en vida, ni tampoco después de muerto” Winston Churchill Discurso en la Cámara de los Comunes, 1955. O JUREMOS POR CRISTO MORIR “Yo os digo que nunca un pueblo es tan grande como cuando está de rodillas ante Dios, y nunca es tan pequeño como cuando se postra de rodillas ante un hombre”. Son las emocionadas palabras del sermón de la Hora Santa que resuenan en la Basílica del Santísimo Sacramento. Las pronuncia el confesor de Pedro Eugenio Aramburu, Rvdo. P. Iñaqui de Aspiazu. Es el 15 de junio de 1955. Son las últimas horas de ese día. En varias iglesias de la capital, los “comandos civiles” entonan emocionados el grito de guerra con el que se hermanan. La Sagrada Congregación Consistorial excomulga “de jure” al Gral. Perón, por decreto firmado por el Cardenal Adeodato Piazza. Cuando mañana muera el dictador, su alma irá directo al infierno. Hay delirio místico y exaltación combativa. Las armas son bendecidas. Todo está listo para ese gran día que tarda en amanecer. LOS COMANDOS CIVILES DE CRISTO Mariano Grondona En la Facultad de Derecho, organizó los “Comandos Civiles”. Formó parte del comando estudiantil que atacó la Casa Rosada. Egresado del Colegio Champagnat, ingresó en un seminario para convertirse en sacerdote pero desistió y se decidió por la abogacía. Fue profesor en la Escuela Superior de Guerra. Apoyó activamente todos y cada uno de los posteriores golpes de estado. Recibió el Premio Konex de Platino y el de Brillante en el rubro Comunicación-Periodismo, también el Diploma al Mérito Konex en el campo de Análisis Político y varias veces el Premio Martín Fierro.

Oscar Camilión Formó parte del comando estudiantil que atacó la Casa Rosada junto a Mariano Grondona. Se recibió de abogado con Diploma de Honor. Entre 1965 y 1972 se desempeñó como Jefe de Redacción del diario Clarín. Durante la presidencia de Arturo Frondizi fue Jefe de Gabinete del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Ministro Consejero de la Embajada Argentina en Brasil y Viceministro de Relaciones Exteriores. Durante la última dictadura cívico-militar se desempeñó como Embajador argentino en Brasil, ocupó también el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y fue nombrado Secretario General Adjunto de la Organización de las Naciones Unidas. Carlos Menem lo nombró Ministro de Defensa de la Nación. En ese cargo, fue procesado por su vinculación con el contrabando de armas a Croacia y a Ecuador.

Adolfo Vichi Co-autor (junto al radical Miguel Zavala Ortiz) de la proclama golpista de 1951 –Asonada del Gral. Benjamín Menéndez-. Si triunfaba el Golpe, sería parte de un triunvirato civil. Miembro del sector clerical del Partido Demócrata Nacional. Gobernador de Mendoza gracias al fraude electoral. Durante la Revolución Libertadora


fue designado Embajador en Estados Unidos. Posteriormente, Arturo Illia lo designaría embajador en Inglaterra. Miguel Zavala Ortiz Co-autor (junto al Demócrata Adolfo Vichi) de la proclama golpista de 1951 –Asonada del Gral. Benjamín Menéndez-. Tripuló uno de los aviones que bombardeó Buenos Aires. Ex diputado nacional entre 1948 y 1950 por la Unión Cívica Radical. Integró la Junta Consultiva de la Revolución Libertadora en representación de la Unión Cívica Radical. Arturo Illia lo nombró Ministro de Relaciones Exteriores. Enrique José Olivera, (Vicejefe de gobierno de Fernando de la Rúa en la ciudad de Buenos Aires) promovió la colocación de su nombre a una plaza de la ciudad que él mismo bombardeó. Américo Ghioldi Firmante de la proclama golpista de 1951 –Asonada del Gral. Benjamín Menéndez-. Integró la Junta Consultiva de la Revolución Libertadora en representación del Partido Socialista. Director del periódico “La Vanguardia”. Allí, escribió “los socialistas argentinos saludan emocionados el gran esfuerzo de liberación de la tiranía que acaba de realizar el pueblo argentino con la ayuda principal y decisiva de la aviación”. Durante la última dictadura cívico-militar fue designado como embajador argentino en Portugal. Con gran entusiasmo, otros “socialistas” formaron parte de la Junta Consultiva de la Revolución Libertadora: Alicia Moreau de Justo, Nicolás Repetto y Ramón Muñiz. Luego de los fusilamientos donde –entre otros- murió el Gral. José Valle, escribió en “La Vanguardia”: “En primer lugar, es dato fundamental de los hechos acaecidos, la absoluta y total determinación del gobierno de reprimir con energía todo intento de volver al pasado. Se acabó la leche de la clemencia. Ahora todos saben que nadie intentará sin riesgo de vida alterar el orden porque es impedir la vuelta a la democracia. Parece que en materia política los argentinos necesitan aprender que la letra con sangre entra”. Luis María de Pablo Pardo Dirigente católico. Miembro del Movimiento Nacionalista Argentino. Participante activo en la sublevación de 1951. Fue el enlace civil entre los elementos subversivos de la Armada y el Ejército previos al bombardeo de Plaza de Mayo. La Revolución Libertadora lo nombró Ministro del Interior. Frondizi lo nombró Embajador en Chile. Levingston y Lanusse lo nombraron Ministro de Relaciones Exteriores. Fue nombrado Embajador en Suiza durante la última dictadura cívico-militar. Formó parte del Centro de Estudios Estratégicos de la Armada y de la Fundación Navarro Viola. Mario Amadeo Dirigente católico. Fundador del Movimiento Nacionalista Argentino. Fue Ministro de Relaciones Exteriores de la Revolución Libertadora. Fundador del Opus Dei. Fundador de Tradición Familia y Propiedad y de los Cruzados de Cristo Rey. Desde allí, realizó proclamas a favor de Hitler y Mussolini. Frondizi lo nombra Embajador de Argentina ante Naciones Unidas. Allí fue Presidente del Consejo de Seguridad. Durante la última dictadura cívico-militar integró la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas con el aval de Videla. Autor responsable del Decreto-Ley 22068. La ley 22068 (de fallecimiento presunto por desaparición), fue promulgada el 12 de septiembre de 1979. La misma establecía que se podía declarar el “fallecimiento presunto” de la persona cuya desaparición de su lugar de residencia hubiese sido denunciada entre el 6 de noviembre de 1974 (fecha de declaración del Estado de Sitio) y 1979.


HUELLAS EN LA CARNE, HUELLAS EN EL ALMA

Ivan e Iva eran los padres de Vijode Jarak y cinco hermanos. Hacía siete años que habían llegado al país desde un campo de refugiados croata luego de padecer la Segunda Guerra Mundial. Al mediodía del 16 de junio regresaba junto a su madre de hacer algunos trámites en Paseo Colón al 1200. Habían tomado el trolebús y por error descendieron una para antes. Vijode vio un helicóptero y aviones. “Soltaban algo, y se lo dije a mi madre. Ella, con la naturalidad de haber estado en la guerra, me dijo: ‘Son bombas’…Con mi madre cruzamos Paseo Colón hacia el Ministerio de Hacienda (hoy de Economía). Las bombas explotaron justo cuando pasamos detrás de un trolebús. Mamá cayó con la pierna destrozada por una esquirla. Gateando, la arrastré hasta las escalinatas del Ministerio…” Alberto Rábanos tenía 25 años en 1955. Era un joven cabo defensor del régimen democrático perteneciente al Regimiento Motorizado Buenos Aires. “Estábamos en Pichincha y Garay. Había una campana para alarmas, y a la una menos cuarto la tocaron. No sabíamos qué pasaba. Llegamos frente a la Aduana y desembarcaron los soldados de mi columna de vehículos. Yo volví al regimiento a buscar municiones. A los soldados les ordenaron tirar contra el Ministerio de Marina y la Casa de Gobierno que, se suponía, estaba tomada. Cuando volvía por la calle Defensa me ametralló un Gloster Meteor. Eran aviones de la Aeronáutica, al principio leales, que se dieron vuelta en el aire; por eso les decían panqueques”. César García era médico recién recibido y ese día estaba realizando su guardia en el Hospital Argerich. “Acudí al hospital a las ocho de la mañana. Al mediodía, el médico a cargo de la guardia, el doctor Camilo Cicchero tuvo que subir al cuarto piso a operar a un chico. Entonces comenzaron a caer los heridos y el hospital se desbordó. Todos fuimos enfermeros, camilleros y médicos. Lo primero fue seleccionar a aquellos que tenían posibilidades de vivir. Uno de los pacientes era la hermana del ministro de Economía de Perón, Ángel Borlenghi, que llegó con la pérdida total de su pierna y la amputación de media cadera. Falleció antes de entrar a la sala de operaciones. En la morgue hubo 99 muertos. Entre ellos recibimos tres trozos de cadáveres carbonizados que habían estado en el trolebús 305, que hacía el recorrido Lanús-Correo Central, que fue partido al medio por una bomba. Esos cadáveres fueron reconocidos por descarte”. Viviana Demaría y José Figueroa

Links a las notas originales https://original.revistaelabasto.com.ar/Noticias/282-Cristo_Vence https://original.revistaelabasto.com.ar/Noticias/283-Cristo_Vence_(II)


El bombardeo a Plaza de Mayo, un crimen de lesa humanidad Por Héctor Jorge Colás* 15 junio, 2021 Viedma.- (APP) El 16 de junio de 1955, treinta y cuatro aviones de la Aviación Naval y de la Fuerza Aérea Argentina arrojaron catorce toneladas de bombas y dispararon miles de municiones de sus ametralladoras sobre la Casa Rosada, la Confederación del Trabajo (CGT) y los edificios públicos adyacentes a la Plaza de Mayo, lo que provocó casi medio millar de muertos y aproximadamente 1.500 heridos. El bombardeo a Plaza de Mayo, inauguró las décadas más violentas de la historia argentina. Fue el episodio más sangriento e inhumano de siglo XX en la vida institucional del país. Se cumplen 66 años de ese crimen de lesa humanidad que increíblemente permanece impune, con el agravante de que algunos de los oficiales sediciosos todavía estaban vivos, cuando en 1973, se recupera el sistema democrático. Nunca fueron juzgados. Los principales referentes de la rebelión eran el ministro de Marina del gobierno de Perón, contralmirante Aníbal Olivieri, el vicealmirante Benjamín Gargiulo, y los tenientes primero de navío Emilio Eduardo Massera, secretario de Olivieri, y sus ayudantes Horacio Mayorga y Oscar Antonio Montes, entre otros. También participaron los generales Pedro Eugenio Aramburu y León Bengoa. Entre los civiles estaban en el golpe de Estado, Luís María de Pablo Pardo, nacionalista católico y conspiraban en un mismo bando radicales como Miguel Angel Zabala Ortiz, conservadores que respondían a Adolfo Vicchi, y socialistas de Américo Ghioldi. El plan era asesinar al presidente constitucional, Juan Domingo Perón, usurpar el poder y proclamar una Junta de Gobierno militar con ministros civiles como Vicchi y Ghioldi y Zabala Ortiz. Una vez normalizado el país se haría la convocatoria a elecciones generales con la proscripción del peronismo. Los sectores concentrados del poder económico y financiero no toleraban ni aceptaban que a pesar de la crisis económica que padecía el país Perón había decidido mantener el porcentaje más alto de distribución del ingreso en toda la historia latinoamericana. A mediados de 1955, la participación de los trabajadores en el Producto Bruto Interno (PBI) era cercana al 53 por ciento. Incidió en la planificación del golpe cívico-militar el creciente enfrentamiento de Perón con la Iglesia. Las razones de fondo eran económicas, pero las de superficie fueron políticas. A Perón no era posible derrotarlo en las urnas. El 14 de abril se suspendió en todas las escuelas la enseñanza obligatoria de religión y moral. El 20 de mayo se suprimió por ley la exención de impuestos a los templos y organizaciones religiosas y se llamó a una Constituyente para separar a la Iglesia del Estado. Los católicos de todo el país se pusieron en pie de guerra. Y los militares y civiles opositores, también. En el mes de abril de 1955, el gobierno propuso pasar el día de la Bandera al 18 de junio. Fue, para los nacionalistas, un nuevo agravio. El momento de acelerar el golpe ocurrió luego de la manifestación de Corpus Christi que puso en la calle a unos 100 mil católicos y opositores al gobierno. Los líderes de la rebelión deciden, entonces, que bajo el pretexto de un “desagravio a la bandera” una flota de aviones sobrevuele la Catedral metropolitana, arrojando flores. Era la señal para el ataque contra Plaza de Mayo. Por eso en lugar de flores, cayeron bombas.


Las crónicas señalan que el ataque sangriento comienza con la descarga de dos bombas por parte de Noriega a las 12.40 y se sucede en tres oleadas hasta las 17.45. Muchos aviones llevaban inscripta la sigla “Cristo Vence”. Perón era, a esa altura, el anticristo. Pero el movimiento fracasó. Perón logró refugiarse en los subsuelos del edificio sede del Ejército, hoy Libertador, con los ministros de Guerra, Franklin Lucero, el fiel almirante Ramón Brunet, el jefe de la Aeronáutica, brigadier Juan Ignacio San Martín y el general Arnaudo Sosa Molina y Juan José Valle, que negociaron la rendición de los marinos atrincherados en el Ministerio de Marina. Rápidamente se produjo la llegada de numerosos camiones de la CGT con obreros armados con palos, cuchillos y una columna de motorizados acompañó el asalto final al edificio de la Marina. Unos 90 aviadores— entre los cuales estaba el teniente de navío Carlos Alberto Massera, hermano de Eduardo Emilio— y Zabala Ortiz logran fugarse en un avión de la armada al Uruguay, donde son asilados por el gobierno de Luis Batlle. El ministro de Marina Olivieri, Toranzo Calderón y Gargiulo se habían entregado a los generales Sosa Molina y Valle. En el momento de su rendición los amotinados exigieron que la “turba” -como definieron a los militantes peronistas que rodeaban el edificio- se fueran a su casa. Esa misma noche mientras se destruían e incendiaban iglesias, Perón, pronunció un discurso pacificador, pero firmó el decreto para que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, presidido por el general de división Juan Eriberto Molinuevo juzgara y procesara a los 150 militares sediciosos. En agosto fueron condenados por el Tribunal Militar a destitución e inhabilitación y prisión los cabecillas de la rebelión. Ningún civil fue procesado. Pero un mes después la conjura fue planificada en todo el país y el 16 de setiembre de 1955 Perón fue derrocado y desterrado y se proscribió al peronismo movimiento político mayoritario de la vida nacional por 18 años. El alejamiento de Perón, estuvo vinculado con la posibilidad de una guerra civil y la destrucción de importantes y vitales organismos del Estado. “Yo no caí del gobierno. Yo me fui para evitar un enfrentamiento entre argentinos. Mi decisión fue siempre de no reprimir. No lo hice con los responsables del Bombardeo a Plaza de Mayo, que les correspondía la pena de muerte, según la Ley 14.117. Ante la amenaza de una guerra civil y destruir a los bienes inestimables de la nación y provocar la muerte de poblaciones inocentes, creo que nadie puede dejar de deponer otros intereses y pasiones”.


El almirante Isaac Rojas, al mando de la Flota de Mar, había advertido a Perón de que «de no renunciar”, bombardearía las instalaciones petroleras de YPF en Mar del Plata. Los buques se situaron frente a la costa de Mar del Plata. Dos cañonazos destruyeron los tanques con petróleo. Anunció que la próxima operación iba a ser sobre las destilerías de petróleo de La Plata, y si Perón no presenta la renuncia, seguirían hasta la destrucción de los tanques de Dock Sud. Las amenazas de bombardeo apuntaban no sólo al puerto, al sur de la ciudad, sino también al área central, de los edificios Casino y Hotel Provincial, y la tradicional playa de La Perla. Prosiguiendo viaje y por Radio Pacheco advierten a la población civil que debe evacuar la zona adyacente al dock de Berisso porque se produciría el bombardeo de la Destilería de La Plata. También el objetivo del marino era destruir distintos objetivos adyacentes al puerto de Buenos Aires. El 17 de junio de 1955 el diario Clarín de Buenos Aires en su editorial calificó al bombardeo como “monstruoso e inhumano”. Señalaba que por “primera vez en las luchas civiles argentinas, un sector de las Fuerzas Armadas, esgrime los elementos que el Estado da para la defensa nacional, en un ataque a mansalva contra multitudes indefensas. Unánime fue el grito de horror y de repudio provocado por el crimen, palabra que debe aplicarse la acción de quines mataron sin discriminación a hombres, mujeres, niños y ancianos. Si en las guerras entre naciones es condenable el bombardeo de las ciudades abiertas, en un levantamiento contra las autoridades legalmente constituidas el suceso asume características de horrendo vandalismo”. Catorce días después de los bombardeos la mesa directiva del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical principal partido de la oposición, en un extenso comunicado señala entre sus principales fundamentos que “El radicalismo y el país quieren que la sangre argentina sirva, como en horas gloriosas a la causa de la democracia y de la libertad”. El documento firmado por el entonces presidente de la agrupación política, Arturo Frondizi y el secretario Federico Fernández de Monjardin, no hace mención ni lamenta los muertos y heridos en ese triste episodio de la vida nacional. En la parte resolutiva la Declaración de la Unión Cívica Radical señala en su artículo 1º que “La responsabilidad de los trágicos sucesos del 16 de junio de 1955 es enteramente del gobierno. 2º.- El radicalismo reitera su solidaridad con cuantos sufren cárcel 3º.- La UCR continúa su lucha por el restablecimiento de la moral y la democracia en la vida de la república. Este crimen de lesa humanidad fue un suceso que, por muchos años, pasó inadvertido, se le restó trascendencia o fue ocultado deliberadamente por editores, políticos y gobiernos. Muy pocos artículos y voces periodísticas recordaban esa luctuosa jornada en la que el odio y la irracionalidad se impusieron sobre


la mesura, la razón y la ética. Incluso, los sucesivos gobiernos constitucionales, radicales y peronistas no recordaron oficialmente la fecha ni hicieron comentarios sobre los bombardeos a Plaza de Mayo. Luego de cincuenta y cinco años de silencio, el Estado argentino asumió la responsabilidad de identificar y reparar a las víctimas de aquel acto criminal perpetrado por integrantes de las Fuerzas Armadas en complicidad con grupos civiles. Trescientas nueve víctimas mortales pasaron a formar parte de un luctuoso listado que, por la naturaleza de los hechos y el paso del tiempo, se mantendrá por siempre. Recién el 16 de junio de 2005, el gobierno del Presidente Néstor Kirchner recordó oficialmente esa salvaje masacre. En la conmemoración del 50 aniversario de esa criminal asonada los medios de difusión, por primera vez, dieron a conocer una amplia y profusa información sobre esos tristes hechos que conmovieron la vida institucional y política del país. A 66 años de ese criminal suceso es preciso rendir un justiciero homenaje a los muertos y heridos por los bombardeos de Plaza de Mayo y repudiar el accionar de los militares que intentaron asesinar a un presidente constitucional de la Nación con la siniestra complicidad y participación de civiles de distintos partidos políticos opositores al peronismo. *Periodista

BOMBAS SOBRE PLAZA DE MAYO 16 junio, 2021 0 Historia, A las 12:40 del frío y nublado jueves 16 de junio de 1955 realizan su bautismo de fuego la Fuerza Aérea Argentina y la Aviación de la Marina de Guerra: 40 aviones oscurecieron el cielo de Buenos Aires. 22 North America, 5 Beerchraft, 4 Gloster y 3 Anfibios Catalina bombardean y ametrallan civiles indefensos en Plaza de Mayo y alrededores. El saldo de la masacre fueron más de 300 muertos, entre ellos un colectivo (ómnibus) lleno de niños. Luego de la gloriosa gesta los pilotos huyen hacia Uruguay. Es el primer y único bombardeo a una ciudad abierta realizado en el mundo (es decir a una ciudad neutral, libre de guerra alguna o conflicto armado) con el agravante de haber sido realizado por sus propias fuerzas armadas.

Bombas sobre Plaza de Mayo Por Roberto Bardini En la mañana del 16 de junio de 1955, efectivos de la marina de guerra y «comandos civiles» intentan sin éxito copar la Casa Rosada y tomar prisionero al presidente Juan Perón. El mandatario busca refugio en el edificio del ministerio de Guerra y se dispone a sofocar la rebelión. A mediodía, aviones Gloster Meteor de la Armada bombardean y ametrallan la sede del gobierno y la Plaza de Mayo. Una de las primeras bombas estalla en el techo de la Casa Rosada. Otra, le pega a un trolebús lleno de pasajeros y mueren todos. Los aviadores subversivos lanzan nueve toneladas y media de explosivos. Hay 350 muertos y 2 mil heridos. Setenta y nueve personas quedan lisiadas en forma permanente. Los agresores huyen hacia Uruguay, donde solicitan asilo político. Al día siguiente, el diario Clarín –que no se caracteriza por sus simpatías peronistas– escribe: «Las palabras no alcanzan a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación que ha provocado en el ánimo del pueblo la criminal agresión perpetrada por los aviadores sediciosos que ayer bombardearon y ametrallaron la ciudad». Fue la segunda vez en toda la historia argentina que la ciudad de Buenos Aires era bombardeada. La primera ocurrió a principios del siglo diecinueve, durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807. En esta ocasión, a mediados del siglo veinte, no existía un estado de guerra, quienes atacaron por sorpresa vestían uniformes militares argentinos y las víctimas fueron civiles desarmados, también argentinos. El ataque a traición de los aviadores navales subversivos produce un terrible impacto emotivo en la población. Durante meses no se habla de otra cosa en los hogares de todo el país. En «Dossier Secreto – El


Mito de la Guerra Sucia», el periodista norteamericano Martin Andersen cita el informe de un analista de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, quien describe este estupor generalizado en un mensaje enviado a Washington a las tres semanas del sangriento acontecimiento: «Este tipo de hecho es enteramente ajeno a la historia de la Argentina moderna (…). El bombardeo del 16 de junio de 1955 explotó con una fuerza cataclísmica, por tanto, sobre una población civil condicionada por un siglo de paz y que tenía la confirmada creencia de que semejantes cosas no ocurrían en la Argentina. Se detecta en la gente no sólo el sentimiento de escándalo, sino de vergüenza de que semejante matanza de civiles inocentes pudiera haber ocurrido en el corazón de Buenos Aires». Perón no quería enfrentamiento entre las fuerzas armadas y, mucho menos, entre militares y trabajadores. Aquel 16 de junio de 1955, después del primer bombardeo a la Casa de Gobierno, el general le ordenó a un mayor del ejército que fuera a hablar con el secretario general de la CGT: – Ni un solo obrero debe ir a la Plaza de Mayo –le dijo al oficial. Y refiriéndose a los aviadores navales, agregó: –Estos asesinos no vacilarán en tirar contra ellos. Ésta es una cosa de soldados. Yo no quiero sobrevivir sobre una montaña de cadáveres de trabajadores. El relato de este hecho tiene una dimensión mayor porque su autor es Pedro Santos Martínez, un historiador insospechado de simpatías peronistas (citado en «1»6-1955 – La Nueva Argentina», La Bastilla, Buenos Aires, 1988). Los obreros salieron a la calle igual, al grito de «¡Perón, Perón!» Muchos fueron masacrados desde el aire o al quedar atrapados entre dos fuegos. Sus cadáveres permanecieron dispersos en la Plaza de Mayo, mientras tropas leales y rebeldes se tiroteaban en el triángulo formado por la Secretaría de Marina, la de Ejército y la Casa Rosada. Martínez describe otro episodio que da una idea de las convicciones morales de los golpistas. Por la tarde, los subversivos atrincherados en la Secretaría de Marina desplegaron una bandera blanca que, de acuerdo a las reglas militares, sólo podía significar dos cosas: diálogo o rendición. El general peronista Juan José Valle y otros oficiales leales se dirigieron al lugar para parlamentar, con instrucciones de ser tolerantes con los rebeldes. Cuando la comisión se acercó al edificio, la bandera blanca fue arriada y una ametralladora los recibió con ráfagas de plomo. Perón narra en su libro «Del Poder al Exilio», citado por Martínez, que cuando una multitud enardecida se concentró con garrotes frente a la Secretaría de Marina, el almirante golpista que estaba al mando envió un «dramático» mensaje al jefe del ejército: «Intervenga. Mande hombres. Nos rendimos, pero evite que la muchedumbre armada y enfurecida penetre en el edificio». Ese mismo día, después de recuperar el edificio, el general Valle le dijo a Perón: – Mi general, este ejército no le va a servir para la revolución popular. Arme a la CGT. El militar ignoraba que con esas palabras firmaba su propia sentencia de muerte. El ejército nunca le perdonaría su lealtad a Perón. En la noche, como reacción popular a los bombardeos, fueron saqueadas e incendiadas la Catedral Metropolitana y las iglesias de Santo Domingo, San Francisco, San Ignacio, San Miguel, La Merced, del Socorro, San Nicolás de Bari, San Juan Bautista, la capilla San Roque y templos de Olivos y Vicente López. Poco después, trascendió que el Papa Pío XII ha excomulgado al general Perón. (Nota al pasar: curiosamente, Pío XII siempre se negó a tomar idéntica medida con Benito Mussolini y Adolfo Hitler. Según algunos historiadores, el Papa le debía a Mussolini el reconocimiento del Vaticano como un Estado soberano de dos kilómetros cuadrados de superficie, con inmunidad diplomática y exención de impuestos. Investigaciones periodísticas de postguerra evidenciaron, asimismo, que el Vaticano organizó –a cambio de ciertas compensaciones económicas– una muy eficaz red de escape de los nazis hacia Estados Unidos y América del Sur). Durante años, los antiperonistas repetirán que los incendiarios de los templos contaban con la complicidad de policías y bomberos. Y los historiadores oficiales pondrán más énfasis en la quema de las iglesias que en la masacre de civiles perpetradas horas antes por la aviación naval. Años después, muchos jóvenes repetirán lo que escucharon de chicos en sus casas. Desconocerán que antes los antiperonistas habían matado, herido o mutilado a más de 2 mil personas.


El 6 de julio de 1955, Buenos Aires amanece con nieve por primera vez en muchos años. Algunos agoreros se empeñan en interpretar la novedad como una señal de que vendrán tiempos difíciles. Los acontecimientos posteriores confirmarán las sombrías predicciones. Luego del bombardeo de la aviación naval a la Plaza de Mayo, Perón no sólo no toma revancha –contrariando el sentimiento de sus propios seguidores– sino que busca la pacificación interna. En julio, levanta el estado de sitio, deja en libertad a varios detenidos políticos y elimina algunas restricciones políticas. El 31 permite utilizar la radio, el principal medio de comunicación de la época, a dirigentes opositores. Perón ofrece renunciar a la jefatura del movimiento peronista y mantener sólo el cargo de presidente de la nación. En búsqueda de la reconciliación, el general cambia a integrantes de su gabinete, sustituye al jefe de policía y se desprende de Raúl Apold, su jefe de propaganda. Al mismo tiempo, designa a Cooke como interventor del partido en la Capital Federal. Sin embargo, la situación ha llegado a un punto sin retorno. Conservadores, radicales, comunistas y socialistas exigen la renuncia del presidente. El Ejército, la Marina y la Aeronáutica conspiran abiertamente y los «comandos civiles» se organizan. El 31 de agosto, Perón ofrece su dimisión. Una concentración en Plaza de Mayo, organizada por la CGT, lo obliga a retirarla. En ese mismo acto, el general cambia su tono de voz y rectifica el rumbo: «Por cada uno de los nuestros que caiga, caerán cinco de ellos», promete a la muchedumbre. (Dos décadas más tarde, miles de muchachos peronistas corearán: «¡Cinco por uno / no va a quedar ninguno!»). En su libro «1»5″, el historiador Félix Luna sostiene: «La oratoria de Perón era fresca, original, feliz en sus ocurrencias y hasta en sus ocasionales chabacanerías. Expresaban una personalidad arrolladora, sanamente agresiva, nutrida de una sabiduría suburbana que su auditorio comprendía inmediatamente. Los discursos de 1955, en cambio, fueron ululantes convocatorias al odio».

DDHH //// 16.06.2017

Los bombardeos del '55: cuando el odio quedó impune El 16 de junio de 1955 se produce el bautismo de fuego de la Aviación Naval y de la Fuerza Aérea Argentina. ¿Contra quienes descargaron sus bombas y sus ametralladores? ¿Qué fuerza de ocupación extranjera colonialista o imperialista amenazaba nuestro territorio?

https://www.agenciapacourondo.com.ar/ddhh/los-bombardeos-del-55-cuando-el-odio-quedo-impune Por Carlos Ciappina* Nadie podría responderse esas preguntas lógicas desde la lógica. Nada de eso…el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea se hará contra el propio pueblo Argentino; ¿en dónde? En la Plaza de Mayo, en el centro de la capital de la Nación; una plaza de mayo colmada de gente, de pueblo. Así, Buenos Aires se convertirá en la primera ciudad abierta del mundo en ser bombardeada por la aviación sin declaración de guerra, sin estar el país en conflicto armado externo o interno. Las propias Fuerzas Armadas argentinas bombardearon y ametrallaron a los civiles que se reunían en la Plaza de Mayo. Imaginemos a la Fuerza Aérea Francesa bombardeando París; o la norteamericana haciendo lo propio en Washington. Aún Guernica (aquella ciudad abierta devastada por los fascistas) fue bombardeada por la aviación alemana e italiana, pero no la española. ¿Cómo fue esto posible? ¿Qué es lo que inauguró? La explicación de fondo admite dos razones profundas: odio de clase y necesidad de reconfigurar el orden económico y social del país a diez años del gobierno peronista.


El peronismo había trastocado profundamente las estructuras de la Argentina agro-pastoril: El programa del peronismo estatizó y nacionalizó las empresas y recursos considerados claves para la economía nacional, afectando la tradicional hegemonía del capital británico y sus socios locales; centró su política exterior en una posición equidistante de los EEUU y la URSS (lo que en la práctica, habida cuenta que Perón no era un comunista; significaba mantener a raya el imperialismo norteamericano, en especial en América Latina); reformuló el sistema de comercio exterior, quitándole a las casas exportadoras de granos y carnes el monopolio de la negociación de nuestra riqueza agroexportadora y redireccionando esos ingresos hacia la industrialización nacional; reduciendo profundamente la rentabilidad de la elite terrateniente (los que creían ser dueños “naturales” de la Nación y su pueblo) y obligándola por primea vez en su historia a reconocer la autonomía y la conducción de un Estado que no era “de ellos” sino de los intereses de la nación. Esta transformación profunda del comportamiento económico tradicional de la argentina va de la mano (en una unidad indisoluble) con la política consistente en la sanción de un conjunto de medidas de mejora laboral y social de una profundidad inédita: una legislación obrera, que garantizó, alentó y profundizó la organización sindical y transformó a la clase obrera en el actor político-social clave del primer peronismo; en su sostén y también, porque no decirlo, en la garantía de las conquistas alcanzadas en ese período. El salario y las condiciones laborales dejaron de ser una atribución disciplinadora de los patrones y comenzó a tener que ser negociado entre sindicatos y empresarios bajo la regulación estatal. La sanción del Estatuto del peón rural visibilizó a los verdaderos hacedores de la riqueza de la “Argentina de la edad de oro”. La riqueza que esa elite creía era obra suya se basaba en el tratamiento casi esclavizado de cientos de miles de trabajadores rurales que mal vivían y mal comían mientras sus patrones despilfarraban la riqueza por ellos generada en paseos por Europa y en la construcción de castillos traídos piedra por piedra de Francia. En la esfera social (asociada a la laboral) el peronismo ajustará su política social a la frase que pronunciará Eva Perón: “allí adonde hay una necesidad, hay un derecho”. Miles de escuelas, cientos de hospitales públicos, cientos de Hogares-Escuela para niñas/niños; alimentos, juguetes y ropa para millones de niños que siempre habían visto desde “la ñata contra el vidrio” a la ropa de cama, los dulces y los juguetes como objetos de lujo. La idea y la práctica de que vivir bien es un derecho garantizado por el Estado y no la incierta realización de una dádiva de beneficencia para aquellos que agacharan la cabeza y agradecieran la limosna de quienes usufructuaban la riqueza de la nación se instala como certeza en las clases populares a partir del peronismo. La educación entendida como derecho y la realización del ideal del ascenso social a través de la misma se profundiza con el peronismo en el poder: la Educación Universitaria deja de ser paga y los niveles de cobertura en la educación técnica y secundaria se amplían como nunca antes para darles lugar a los hijos/as de los trabajadores. Si no se comprende la profundidad del trastocamiento social que significó el peronismo, no puede comprenderse el bombardeo de Plaza de Mayo de junio de 1955. Los aviones de la Armada y de la Fuerza Area que llevan (inequívoco mensaje de complicidad con la jerarquía católica) dibujada la insignia “Cristo Vence” son el instrumento brutal de la “vieja argentina”. Los pilotos ven que la Plaza está colmada de gente (se calculan 30.000 personas que estaban arribando) , pero no les importa, o a lo mejor, lo prefieren: sus bombas y metrallas asesinan a los que osaron querer cambiar el orden de los dueños tradicionales de la Nación, los terratenientes, la jerarquía católica y las Fuerzas Armadas, fieles custodios de la propiedad, la familia y el orden social piramidal. Los aviones que bombardean la Plaza de Mayo son también la herramienta de la clase política tradicional que se suma al golpe militar para derrocar al gobierno que había logrado obtener el voto popular. Detrás de los aviones y las bombas están los civiles que se llamaban paradógicamente “democráticos”. Conspiran con los militares y avalan los bombardeos los políticos como Miguel Angel Zavala Ortiz de la UCR; Américo Ghioldi del Partido Socialista junto a Adolfo Vicchi del partido demócrata nacional y Mario Amadeo y Luis María de Pablo Pardo del nacionalismo católico. Los aviones que bombardean la Plaza de Mayo son, también la expresión de un profundo odio de clase: el pueblo durante el primer peronismo había comenzado a ocupar el centro de la escena política; las mujeres individual y colectivamente se incorporaron también a la vida política de la mano de esa figura intragable para la elite que fue Eva Duarte de Perón ; las plazas , los cines, el teatro, la cultura, los lugares de veraneo, las universidades, comenzaron a llenarse de pueblo. Para la elite, tradicional beneficiaria de un país para


pocos, la “negrada”, el “aluvión zoológico” que ahora consumía, disfrutaba, iba al cine y se mostraba orgullosa por las calles se volvió una imagen insoportable. Si no se los ´podía derrotar por el voto, pues bien, no estaba mal bombardearlos:9.500 Kg.de bombas, bombas de fragmentación de trotyl, miles de balas 7,62 y 20 mm sobre la población pacíficamente reunida…el piloto de la marina Carlos Enrique Carus es el último que debe pasar sobre la plaza….ya no tiene bombas ni balas , pero en su odio antipopular arroja sobre la gente reunida en la plaza los tanques de repuestos llenos de combustible, cientos de litros de combustible transforman la plaza en un infierno de fuego y decenas de trabajadores mueren incinerados. ¿Y qué ocurrió con los pilotos que asesinaron a 364 personas y dejaron heridas a más de 800? Nada. Absolutamente nada. Se exiliaron en Uruguay donde fueron recibidos como héroes por el gobierno antiperonista de Battle. Volvieron en setiembre de 1955 luego del golpe de la Revolución Fusiladora y fueron recibidos (aquí también) como héroes. Durante décadas fueron tratados como “libertadores” por la prensa hegemónica y los partidos tradicionales de nuestro país. ¡Los asesinos fueron tratados como republicanos y demócratas! Y no es casualidad que sus nombres se reiteren en los genocidios posteriores. Participaron en los bombardeos de junio de 1955 Osvaldo Cacciatore (futuro intendente de Videla en Buenos Aires), Emilio Massera y su hermano Carlos Massera, Horacio Mayorga; Carlos Suarez Mason futuros genocidas y represores de la última dictadura… Los bombardeos de Plaza de Mayo son también la punta del iceberg del círculo que llevó a una dictadura tras otra: Partidos políticos antipopulares, jerarquía eclesiástica, corporaciones militares y medios de prensa hegemónicos asociados no sólo para impedir que un partido popular (el peronismo) se sostuviera en el poder; sino también (y más importante) para destruir el orden económico-social y la movilización popular que el peronismo inauguró. Los asesinos y sus cómplices civiles nunca fueron juzgados y ni siquiera recibieron la repulsa de la sociedad civil. Esta impunidad habilitará su participación en nuevos golpes y nuevas experiencias represivas. Por eso, el 16 de junio también es una fecha para confirmar y reiterar MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA. *Vicedecano de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP.


En esta foto, de pocos días antes de aquel fatídico 16 de junio de 1955, vemos a un grupo de jóvenes Granaderos en el rancho de tropa. Rostros jóvenes, muy jóvenes... Dos de ellos morirán en combate, defendiendo la Investidura Presidencial. El segundo de la derecha era el Granadero Oscar Adolfo Drasich, el segundo de la izquierda era el Granadero Rafael Inchausti. En total fueron nueve los granaderos muertos ese día.Dejaron la vida en aquella jornada de horror, defendiendo el orden constitucional: José Alodio Baigorria, Laudino Córdoba, Mario Benito Díaz, Orlando Heber Mocca, Pedro Leónidas Paz, Ramón Cárdenas, Oscar Adolfo Drasich, Rafael Sotelo Inchausti y Víctor Enrique Navarro. Todos de tropa. Fuente: Granaderos del Bicentenario


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