EDITORIAL
TINTA/ CUERPO Seguramente para quienes no conocen, al igual que yo, el asunto de las “modificaciones corporales”, les resulta llamativo, no por el hecho de considerarlo un estigma social, si no más bien por la ignorancia propia frente a este tema, que a pesar de ir in crescendo, aún no está del todo instaurado en la cultura nacional. Eran finales de los 80 e influenciados por la cultura extranjera nacen los primeros tatuadores, quienes imitando estilos, eran autodidáctas en su mayoría. Al principio aparecen las máquinas rotativas hechas a base de materiales artesanales como motores de radio, portaminas, etc. Ya por el año 2000 llegan las primeras máquinas electromagnéticas a base de bobina, junto con agujas presoldadas y una gran variedad de tintas. Es así como el tatuador chileno comienza a abrir sus espacios migrando al extranjero en busca de conocimiento y enriquecimiento cultural. Ya no se sienten llenos al plasmar un tatuaje prediseñado, más bien se inicia la concepción de que cada pieza gráfica debe ser única y con un sentido determinado. Actualmente a pesar de ser un mercado instaurado fuertemente, queda mucho por mostrar y aprender de esta cultura, para que así el tatuaje sea valorado como lo que es, un arte que precisamente al poseer un soporte diferente al común, como lo es la piel, lo hace algo digno de valor gráfico por todo lo que conlleva compositivamente. Es así como nace este proyecto, crear cultura, proyectar, hacer crecer y difundir el tatuaje en Chile.
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