" Manifiesto del antimanifiesto
¿Cómo lograr un equilibrio entre la pureza de las ideas y la riqueza de lo impredecible?
¿Deberíamos seguir creando manifiestos, o es momento de aceptar que la arquitectura se define más por lo que hacemos día a día que por lo que escribimos?


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La arqu tectura es, por naturaleza, un campo de batalla de conceptos. Se la ha defin do como el reflejo del tiempo y, al mismo tiempo, como la búsqueda de la atemporalidad. Se la ha presentado como un acto de orden, pero también como la manifestación de la contrad cción.


La arquitectura no es solo volúmenes bajo la luz, sino también sombras, vacío y experiencia. No siempre es "sabia" ni "correcta", porque depende del tiempo, el lugar y quien la habita. A veces, lo verdaderamente arquitectónico no se ve, sino que se siente. página $

Algunos sostienen que su propósito es responder a necesidades, mientras que otros la ven como una imposición de formas sin justificación aparente. Si fuese solo util dad, ¿qué sentido tendrían los gestos ornamentales? Si fuese solo arte, página =
¿cómo justificar
su funcional dad?
Hay quienes la descr ben como la construcción de espacios habit bles, lo que implicaría que toda vivienda es arquitectura. Pero también hay quienes la reducen a una man festación cultural, lo que dejaría afuera estructuras anónimas que carecen de intenciones formales. ¿Es posible que algo sea arquitect ra solo porque así lo declaramos?











La contradicción es inevitable porque la arquitectura no es un objeto, sino un proceso de pensamiento. Y en esa tensión entre lo efímero y lo eterno, entre lo útil y lo simbólico, se mantiene en constante redefinición.
Quizás el pr blema no sea encontrar una única definición, sino aceptar que todas las definiciones pueden ser ciertas y fals s al mismo tiempo.
