Crisis de la merluza y protesta obrera

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21/06/2005). Por el momento aceptemos esta explicación. Sin embargo, consideramos que en futuras exploraciones deberemos indagar en otros sentidos de dicha aceptación. Fallecido Abdul Saravia, la dirigencia sindical, menos hábil políticamente, tuvo además que enfrentarse a la crisis pesquera, ante la cual desarrolló una estrategia de defensa del ingreso de pescado a puerto, sin prestar demasiada atención a la situación de los trabajadores cooperativizados. El cambio de directiva del año 2002 fue sin duda una de las consecuencias de la crisis.

La construcción del enemigo

Dentro de los trabajadores cooperativizados/desempleados, existían en el puerto muchos militantes vinculados a partidos de izquierda y a sectores de la izquierda peronista. Fueron estos los sujetos que aparecieron como activadores de las protestas, al mismo tiempo que pugnaban por darle una dirección al conflicto. Sin embargo, a pesar de las diferencias coyunturales, todas las corrientes compartían las críticas hacia la dirigencia del SOIP. El 9 de julio de 1997, día del primer piquete de nuestro ciclo, los obreros denunciaban que “el SOIP no existe, son del mismo palo que el gobierno de Menem y negocian con él, con los grandes empresarios, siempre a espaldas de los trabajadores. Vendieron los convenios colectivos y están colaborando con la depredación” (El Atlántico, 10/07/1997). Días más tarde declaraban respecto de la directiva sindical “…sigue sin aparecer, se lavó las manos en todo esto, crearon las cooperativas de trabajo, dejaron a la gente en la calle, nunca más se calentaron por el afiliado. Ellos colaboraron con los empresarios para quitarnos el derecho y la dignidad como trabajadores” (La Capital, 16/07/1997). Así, tomaban carácter público las críticas de un núcleo de los obreros cooperativizados hacia la dirigencia del SOIP. Esta tensión se agravó durante las primeras asambleas de enero de 1998, en las que el sindicato se declaró en contra del paro. Juan Luis Saravia se definía en contra del paro porque afectaría a la flota fresquera y su pretensión era garantizar un mínimo de ocupación para los obreros en relación de dependencia. Al mismo tiempo, señaló ser el blanco de pseudo organizaciones que “se dedican sistemáticamente a incentivar posturas ideológicas totalmente a contramano de las necesidades de la gente del pescado” (La Capital, 3/01/1998). Por su parte, Luis Verón repudió la actitud de los dirigentes del SOIP “porque tienen compromisos políticos (con dueños de barcos y plantas) y no pueden ir en contra de ellos”. Días más tarde, los dirigentes del SOIP publicaron un comunicado en que volvían a decir que apoyaban los reclamos de los gremios, pero decían “No” al paro, y agregaban consideraciones sin ningún desperdicio. Sostenían que:

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