PERFIL AUTOBIOGRÁFICO Nací en Gernika en 1942 y el pasado 33 del 32 cumplí 72 años Fahrenheit. Nada menos. En 1966, con 23, concluí en nuestra entrañable Escuela del Retiro madrileño, los siete cursos, que generalmente necesitaban más de 7 años de esfuerzos, y me lancé al ruedo de la vida profesional. Para ser lo que había decidido ser: ingeniero de caminos, canales y puertos. Cuarenta y seis años después, creo que puedo decir, con sano orgullo, que nunca he dejado de serlo y que, hoy, soy y me siento más ingeniero que nunca. Entre 1966 y 2012 muchas cosas han cambiado en nuestro país. Esencialmente a mejor. Y el progreso impresionante en las infraestructuras −en las Obras Públicas, las obras de todos− ha contribuido decisivamente a que así sea. Y yo he sido testigo y protagonista, con muchos otros, de transformaciones de las que disfrutamos cada día y a las que, en su inmensa mayoría, no estaríamos dispuestos a renunciar. Aunque algunas hayan nacido a destiempo o hayan sido gestadas por la incompetencia o la codicia. Concluidos los estudios −es un decir, porque nunca he dejado de estudiar−, trabajé en Cubiertas y MZOV, en el proyecto y construcción de los puentes sobre el nuevo cauce del río Turia, obra que transformó Valencia y que resolvió para siempre su gravísimo problema de inundaciones. Me integré en un equipo experimentado que provenía, fundamentalmente, de Venezuela y de Angola: el “portuñol” era casi nuestro idioma cotidiano. Durante todo el año 69 trabajé en París, en la destacada ingeniería que se había ido creando en torno a Freyssinet. Aproveché el tiempo. Fui completando mi formación trabajando en proyectos muy variados de puentes y estructuras de hormigón pretensado. En enero del 70, ya de regreso, renunciando a la multitud de oportunidades que tuve −aquí y fuera de aquí−, puse los fundamentos de Esteyco, la sociedad de ingeniería que es la obra de mi vida. Tenía 27 años. No tenía vocación empresarial pero intuí, y acerté haciéndolo, que para trabajar profesionalmente con la amplitud de miras que yo me estaba planteando, necesitaba una organización y un equipo. Más adelante, impulsé la creación de otras ingenierías más especializadas −Wasser, Knossos y Kinesia, entre ellas−, y facilité las cosas para que al cabo de unos años “echasen a volar”. Para abrirnos camino necesitamos tenacidad y esfuerzos considerables. Partimos de cero. No teníamos prácticamente acceso a los proyectos de obras hidráulicas y portuarias que, por entonces, se estaban construyendo. No existía tradición de contratación de ingenierías por la Administración Pública. La Dirección General de Carreteras del Ministerio de Obras Públicas tenía unas extraordinarias Oficinas Regionales de Proyectos. Como tenía un excepcional Servicio Geológico y las Confederaciones Hidrográficas, unos magníficos equipos de ingenieros. Instituciones que en las últimas décadas han sido progresivamente debilitadas, lo que ha supuesto un empobrecimiento real del país, sin que nadie se haya sentido culpable de tan lamentable desafuero. Nosotros, durante años, sobrevivimos desarrollando, en la sombra, muchísimos proyectos de cimientos y estructuras de edificaciones urbanas e industriales, modestamente remunerados. Esporádicamente proyectábamos, también, alguna estructura singular o algunos puentes para las Autopistas de peaje que se estaban construyendo y que habían sido proyectados por algunas ingenierías de primera fila, alemanas, noruegas o catalo-americanas, entre otras, que fueron viveros de destacados ingenieros. Como lo fueron las propias oficinas técnicas de las Concesionarias.