Publicación digital_ Certamen Literario_ Lina Beck-Bernard_ 2024_ ISP 60

Certamen Literario 2024 “Lina Beck- Bernard” Relatos y poesías premiadas

INSTITUTO SUPERIOR DE PROFESORADO N° 60 PROFESORADO DE EDUCACIÓN SECUNDARIA DE LENGUA Y LITERATURA

SAN CARLOS CENTRO

INDICE:

Fragmento El Río Paraná En: Cinco años en la Confederación argentina. Lina Beck- Bernard

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Presentación

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Categoría A: estudiantes del Instituto Superior del Profesorado N°60

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Primer Premio Narrativa: La Libreta. Cardozo, Brisa Ludmila

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Segundo Premio Narrativa: Caperucita y su piloto mágico. Lingua, Solange

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Mención Especial Narrativa: La historia detrás de un éxito. Inmvinkelried, Débora

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Primer Premio Poesía: Te volví a ver. Daiana Pillonel

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Mención Especial Poesía: Cuando puedas volvé. González, Brenda.

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Categoría B: Estudiantes Secundarios

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Primer Premio Narrativa: Así, sin más, un barrio inglés. Enría Alonso, Catalina. E.E.S.O. N°213

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Segundo Premio Narrativa: La Caja. Lance, Ingrid. E.E.S.O. N°530

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Mención Especial Narrativa: El cuadro. Romano, Sofía E.E.S.O. N°568

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Primer Premio Poesía: Suicidio. Peralta, Marcos. E.E.S.O. N°568

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Segundo Premio Poesía: Historia de Constelaciones. Nieremberger, Sofía E.E.S.O. N°213

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Mención Especial Poesía: Feigielson, María Emilia E.E.T.P. N°631

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“No vemos ninguna vela, ninguna embarcación viene hacia nosotros. Ya estamos en el desierto, con su grandeza, su absoluta soledad, su solemne melancolía. De pronto, Camilo, uno de los marineros, oculto en la espesura, entona con voz fresca y melodiosa una bacarola italiana; el estribillo, repetido en coro por sus compañeros, hace pensar en el movimiento cadencioso de los remos sobre el agua y en el balanceo del esquife medido por las ondas. No sabría traducir la impresión que sentí, oyendo aquella melodía dulce y triste, realizada con gracia por la sonoridad de la lengua italiana. Ningún concierto de artistas célebres en Europa me había impresionado como esas canciones sencillas de pescadores genoveses, difundiéndose en el silencio de una naturaleza virgen y traídas por la brisa ligera que apenas rizaba la superficie del río. Para los marineros era el canto de la madre patria, un recuerdo bello del golfo, una reminiscencia del hogar; para nosotros una revelación súbita de lo que puede la música inspirar en las horas excepcionales de la vida. Escuchamos aquello encantados, emocionados, cuando se dejó de oír el ruido de las hachas contra las ramas y el crujir de los árboles hendidos por los golpes. Otras ideas nos invaden: He aquí la lucha por la vida, ruda, continua, positiva, al lado de la poesía que sólo se nos concede por instantes. Digámonos para cobrar ánimo, que la una es pasajera y eterna la otra, que el infinito existe virtualmente en todo sentimiento capaz de hacernos sobrevivir”.

Fragmento de El Río Paraná en “Cinco años en la Confederación argentina” Lina Bernard

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Presentación

Es una alegría compartir esta publicación, fruto del primer Certamen literario “Lina BeckBernard”, organizado por la sección del Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura del Instituto Superior del Profesorado N° 60 “27 de Septiembre” de la ciudad de San Carlos Centro.

Las obras aquí reunidas pertenecen tanto a estudiantes secundarios de escuelas dentro de nuestro radio de influencia como a estudiantes de nuestro instituto.

La organización de este certamen se llevó a cabo entre los meses de mayo y octubre de 2024.

Durante ese tiempo, nos acercamos a las escuelas secundarias para presentar la propuesta y, así, promover la escritura no sólo como un medio de expresión sino, también, como un espacio de creación artística.

El Certamen lleva el nombre de Lina Beck Bernard en homenaje a esta escritora y viajera francesa del siglo XIX, cuya obra fue clave para documentar y reflexionar sobre la realidad latinoamericana de su tiempo. A través de sus crónicas y relatos supo dar cuenta de la vida en estas tierras con una mirada aguda y sensible, y dejar un valioso testimonio que vincula la literatura con la observación crítica y el compromiso con la cultura.

El jurado estuvo compuesto por profesores de nuestra institución, como Maribel Ávila y Federico Coutaz, así como por egresados recientes, Merlina Paroni y Jorge Rodríguez. Además, estudiantes avanzados del Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura, coordinados por la profesora Ana Rondina, participaron en la evaluación de las obras presentadas por los alumnos de nivel secundario.

Asimismo, contamos con la valiosa participación de la profesora María Soledad Yost como jurado externo.

Sin el compromiso y la dedicación de todos ellos, este proyecto no hubiera sido posible.

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Esperamos que este Certamen, además de ser un espacio de participación, se convierta en una oportunidad para descubrir nuevas voces y talentos. Invitamos a los lectores a sumergirse en estas páginas y disfrutar de las creaciones literarias que con tanto entusiasmo y dedicación han sido concebidas.

Equipo organizador.

Prof. Maribel Ávila.

Prof. Lucas Berone Prof, Federico Coutaz Prof. Marcelo Ferrero.

Prof. Claudia Garutti.

Prof. Romina Magnin.

Prof. Ana Inés Rondina.

Prof. María Emilia Reynares.

Coordinación.

Prof. María Virginia Ceré Prof. Estela Verónica Hildbrand.

Secretaria General:

Directora:

Prof. Analía Boasso

Prof. Cecilia Mariano.

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CATEGORÍA A ESTUDIANTES INSTITUTO SUPERIOR DEL PROFESORADO N° 60 “27 DE SEPTIEMBRE”

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NARRATIVA: Primer Premio (Categoría A) Autora: B. Ludmila CARDOZO (“Lila Noir”), Prof. de Lengua y Literatura (ISP60)

La libreta

Era un día gris, de esos que parecen envolver el mundo en una capa de tristeza. Sentada junto al ventanal, observaba un paisaje monótono que no lograba captar mi atención. Mi mente se sumía en un océano de recuerdos, algunos dulces, otros amargos, pero todos impregnados de una melancolía que me atrapaba, más intensa que de costumbre.

El reloj de madera, opaco y antiguo, con un ancla tallada que parecía haber sido pulida a mano con esmero, marcaba las 17:17. “Hora espejo”, pensé, y un escalofrío recorrió mi espalda, como si el tiempo mismo me mirara desde el otro lado. Con esfuerzo, me levanté, sintiendo el peso de la tristeza en mis hombros. Me abrí camino hacia la puerta, cada paso un acto de voluntad que parecía desvanecerse en la bruma del día.

Las calles estaban casi vacías, como si el mal tiempo hubiera disuadido a la gente de salir. Los pocos transeúntes se movían con prisa, cabizbajos y ajenos a su entorno, sumidos en sus pensamientos, como sombras de sí mismos. Mis pasos resonaban en la acera, acompañados por el crujir melancólico de hojas secas bajo mis pies. Algo en el aire me decía que este día no era como cualquier otro; había una inquietud latente, un presentimiento que se hacía eco en mi interior.

Al llegar a la esquina frente a la panadería, decidí cruzar la calle. En ese instante, un bocinazo rompió el silencio, un sonido abrupto que me hizo detenerme en seco. Un auto negro y reluciente apareció de la nada, frenando a escasos centímetros de mí. Me quedé inmóvil, con el corazón latiendo con una fuerza desmesurada, mientras todo a mi alrededor se desvanecía en una quietud que parecía burlarse de mi miedo.

Fue entonces cuando la vi. En el borde de la acera, una libreta de tapa negra y gastada parecía haber sido abandonada, como si aguardara mi llegada. Atrapada entre la curiosidad y el temor, dudé por un instante. Pero un nuevo bocinazo, aún más insistente, me obligó a recogerla, sintiendo su peso en mi mano, no físico sino algo más profundo, más inquietante.

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La panadería, cálida y acogedora con su aroma a pan recién horneado, apenas logró desviar mis pensamientos de la libreta. Realicé la compra casi por inercia, intercambiando palabras vacías con la dependienta, mientras mi mente permanecía cautiva en el misterio que había encontrado.

La libreta parecía exigir ser abierta, y una parte de mí temía lo que podría hallar en su interior.

Al llegar a casa, me senté de nuevo junto al ventanal, observando cómo el día se desvanecía lentamente en un crepúsculo apagado. Con una mezcla de recelo y curiosidad, saqué la libreta del bolsillo. La tapa, áspera y desgastada, parecía guardar secretos, como si cada grieta en su superficie contuviera ecos de historias olvidadas. La abrí con cautela, y las primeras palabras parecieron danzar ante mis ojos, como si anhelaran ser liberadas.

Eran relatos, pero no del tipo que uno encuentra en libros comunes. Estas narraciones estaban impregnadas de una oscuridad palpable, escritas con una tinta que parecía rezumar miedo. No pude dejar de leer, aunque cada palabra se enraizaba más profundamente en mi mente, como si fueran semillas de un árbol retorcido que germinaba en mi interior.

A medida que avanzaba en la lectura, las palabras parecían cobrar vida, revelando relatos perturbadores que se entrelazaban con mis propios temores. Las historias estaban impregnadas de una oscuridad sofocante, cada una más inquietante que la anterior, como si la libreta absorbiera las angustias de quienes habían escrito en ella.

Llegando a la última página, me encontré con un silencio abrumador. No era solo la ausencia de más palabras, sino una sensación opresiva que se apoderó de mí, como si la libreta hubiera extraído algo esencial de mi ser. La oscuridad que había absorbido de las historias se instaló en mis entrañas, dejándome con un profundo desasosiego y la sensación de que algo se había perdido irremediablemente.

Los días que siguieron se convirtieron en un laberinto borroso, envueltos en una niebla mental que me impedía regresar a la normalidad. La libreta permanecía ahí, sobre la mesa, un objeto extraño que me desafiaba a tocarla de nuevo. Sabía que debía deshacerme de ella, pero cada intento era en vano. Se había convertido en una marca indeleble, una huella que no se borraría, aunque la destruyera.

Mi vida se transformó en una sucesión de días grises, donde el sol apenas asomaba y las 6

noches parecían eternas. La rutina perdió su color, y todo lo que hacía, desde el café matutino hasta las conversaciones superficiales, se sentía como un eco vacío. La libreta, con su tapa negra y desgastada, era el único testigo de mi transformación, y aunque lo sabía, no podía cambiarlo.

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NARRATIVA – Segundo Premio (Categoría A) Autora: Solange LINGUA (“Aika Libertad”), Prof. de Lengua y Literatura (ISP60) CAPERUCITA Y SU PILOTO MÁGICO

Había una vez una niña que vivía en el bosque junto a su mamá, su hermanita Zuri y su tía Margarita. En el mismo bosque vivía su papá con su madre Amanda.

El invierno era muy duro allí, nevaba permanentemente y todo se teñía de blanco brillante. Las casas de aquel lugar tenían hogares con grandes chimeneas para calmar el frío y el chocolate en barra no podía faltar.

Un día el papá de Caperucita llamó por teléfono: —Hola hija, no me siento bien, la fiebre no me baja y se me terminó el medicamento. ¿Me podrás traer una nueva tableta? -le preguntó su padre con voz débil.

—¡Hola papá! ¡Claro que sí! ¡Iremos con Zuri! Mamá seguro nos deja… -respondió Caperucita.

A su tía Margarita no le gustó la idea de que las niñas vayan solas hasta la casa de su padre.

Así fue como les ofreció acompañarlas porque se decía en el pueblo que, por los caminos del bosque, andaba un lobo furioso que atacaba a las personas. Cuando llegó la madre y escuchó a su hermana lo que les decía a las niñas, la tranquilizó y le dijo: —¡Margarita! ¡No asustes a las niñas! ¡Tenés que dejar que ellas sean independientes! ¡Aparte de día los lobos no andan por los caminos, ellos son muy desconfiados! ¡y a su padre le va a hacer bien verlas un rato!

Así fue como Caperucita sacó del ropero su piloto amarillo y el de Zuri que era igual al de ella, pero de color violeta. Luego la madre les preparó una mochila con el medicamento que su papá les pedía, chocolates en barra y un libro para su abuela. Antes de salir, su mamá les dijo: —Escuchen bien lo que les voy a decir, vayan por el camino que está marcado con banderines rojos, tengan cuidado con los charcos de agua y no tarden en volver. ¡Manden saludos de nuestra parte! Y vos Caperucita como hermana mayor ¡Cuidá a Zuri!

—¡Bueno mamá! ¡En dos horas estaremos acá! —respondió Caperucita y salió junto a su hermana hacia la casa de su papá.

Para llegar, debían atravesar el espeso bosque. Caperucita y Zuri comenzaron caminando, luego se les ocurrió correr y saltar los charcos de agua que estaban congelados por el frío que hacía. Después de un largo rato emprendieron su travesía nuevamente.

Cuando se encontraban en la mitad del trayecto, al lado del camino junto a una hilera de pinos, 8

estaba el lobo acostado cubierto de sangre en todo su cuerpo. Las niñas al verlo, se quedaron inmóviles.

El lobo levantó su cabeza y les dijo: —Hola niñas, me encuentro muy herido, unos cazadores me han lastimado la pata. Necesito su ayuda para no morirme -volvió a colocar su cabeza sobre el pasto nevado.

Caperucita recordó aquel cumpleaños cuando su abuela llegó con una caja de regalo y adentro había un piloto de lluvia amarillo haciendo juego con las botas de goma. Al medírselo su abuela Amanda le había dicho un secreto que jamás se olvidaría.

Al escuchar la agonía del lobo recordó el secreto, se sacó el piloto mágico y lo cubrió. Zuri seguía inmóvil con los ojos negros bien abiertos observando lo que su hermana hacía.

—¡Zuri tenemos que ayudarlo! ¡Te estoy hablando! – le gritaba Caperucita.

Así fue como el lobo respondió: —Caperucita dale su tiempo, ella está asustada. – y se dirigió a la pequeña —Zuri, yo solo soy un lobo herido. Necesito llegar a mi casa y ustedes tienen que ayudarme.

Caperucita tomó de la mano a su hermana y comenzó a caminar para buscar ayuda, pasaron por debajo de los banderines rojos donde había abundante nieve hasta que tropezaron con una roca y cayeron a un profundo pozo.

El lobo escuchó los gritos de auxilio y se levantó rápidamente, ya que sus heridas estaban curadas. Cuando llegó al pozo en el cual estaban las niñas, se le ocurrió usar el piloto como una soga y así fue como las rescató. Caperucita le agradeció mucho, le dijo que estaban yendo a la casa de su padre y lo invitó a que las acompañara.

A través de la ventana se encontraba Amanda en su sillón, tejiendo una bufanda verde. Cuando vio que sus nietas vestidas de pilotos y botas de lluvia, venían con el lobo, abrió la puerta con una sonrisa. Caperucita se lanzó hacia ella para darle un fuerte abrazo, le contó que el piloto que le había regalado le salvó la vida al lobo y a ellas. Zuri tomó la bufanda que estaba en el sillón y se la colocó al lobo. Ya no le tenía miedo.

La abuela miró al Lobo y le dijo: —Querido lobo, esta bufanda te protegerá al igual que el piloto que te regalaré. Ya nadie te hará daño y podrás volver con tu familia – buscó un piloto pequeño de color azul que se encontraba en una maleta dorada en la habitación.

El padre de las niñas, se levantó de la cama y fue a ver que estaba pasando, cuando vio que su madre llevaba en sus manos un nuevo piloto. Le dijo: —¡Mamá! ¡¡¿se puede saber cuántos pilotos tenés ahí guardados?!

—¡Es un secreto hijo! — y lo invitó a merendar junto a sus hijas y el lobo.

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Caperucita aprovechó a llamar por teléfono a su mamá para que no se preocupara, le contó la maravillosa tarde que estaban pasando y le dijo muy feliz que su piloto era mágico. No nombró al lobo porque prefería contarle personalmente lo sucedido.

Su madre no entendió lo del piloto mágico, porque detrás de ella se escuchaban los gritos de su hermana Margarita que estaba mirando tele y aparecía en la pantalla una imagen de Caperucita y Zuri, acompañadas del lobo.

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NARRATIVA: Mención Especial (Categoría A) Autora: María Débora IMVINKELRIED (“Mumi”), Prof. de Lengua y Literatura (ISP60)

“La historia detrás de un éxito” Esa mañana desperté muy temprano, tal y como es mi costumbre desde que obtuve la tan ansiada jubilación, preparé concienzudamente mi desayuno y me dispuse a hojear el periódico, otra de mis costumbres actuales, hasta que el timbre del teléfono me sobresaltó, dudé en ir a levantar el tubo, porque por un instante se me erizó la piel.

El llamado informaba acerca del fallecimiento de uno de mis mejores amigos. Una hora más tarde me encontraba camino al funeral, que era en la capital, a mi lado mi esposa, compañera de tanto tiempo, de tanta vida vivida. Llegamos y en la vereda de la casa de velatorios observé dos siluetas de espaldas, los reconocí al instante, y cuando nuestras miradas se cruzaron, coincidimos en un tiempo tan lejano, casi remoto diría yo. Éramos tan jóvenes, con todo el ímpetu, todos los sueños por cumplir y alguna que otra fantasía de muchachos. No quisimos terminar el colegio secundario ninguno de los cuatro, entonces nos fuimos a anotar para trabajar a la cristalería del pueblo, ¡¡¡¡que para nuestra sorpresa a la semana siguiente ya nos tomaba como empleados de planta y comenzábamos a trabajar!!!!

Cuánta diversión propia de muchachos, cuanta vida por delante y cuantos anhelos por cumplir.

Era tanto el trabajo que había, debido a un pedido de Europa, que esa semana entrábamos a trabajar en las primeras horas de la madrugada, era pleno invierno, una helada tras otra, hacía muchísimo frío, lo cual nos llevó a tener la necesidad de tomar algo caliente, como para agregar calor al cuerpo.

Comenzamos a recorrer el pasillo que nos adentraba al sector de oficinas, al final del cual se encontraba la cocina, pero al pasar frente a la puerta de la oficina del dueño, algo muy dentro de mí hizo que buscara instintivamente el picaporte. Se abrió. Fue la decisión más rara y feliz de toda nuestra vida, lo que encontramos superó todas nuestras expectativas de vida hasta el momento, nuestras ambiciones y tal es así que al abrir el cajón superior derecho del imponente escritorio la vi, una llave tan dorada como el sol, o en este caso para nosotros como el oro, ya que ésta abrió la caja fuerte.

Sobre un paño de color rojo rubí, antiguo, se encontraba la pequeña cajita de cristal, que dejaba entrever el ansiado pedacito de papel.

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Lo que vino después fue cuestión de tiempo, llamados y de un suegro inversor, comenzaba nuestra propia fábrica. Nos instalamos en un pueblo situado a cien kilómetros de distancia con respecto a la fábrica de nuestro pueblo por cuestiones de mercado y de competencia. La hicimos grande, entre los cuatro, siempre los cuatro, acompañados por nuestras esposas e hijos, la familia se agrandaba en todos los sentidos. Y crecimos, inclusive, el cristal resulto más puro, más magnífico, una verdadera genialidad.

Pero, como todo en esta vida, o casi todo, nada es eterno. Nos sobrevino una de las tantas crisis económicas de nuestro país, llevándose nuestra fábrica junto a nuestros sueños, se llevó todo, no dejó nada, solo recuerdos de una época muy feliz. Nos fuimos separando en busca de trabajo, y la vida continuó, sin embargo algo callamos para siempre.

Ahora nosotros tres, despidiendo a uno de los cuatro, también despedíamos tácitamente un pedacito de la fórmula para fabricar cristal.

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POESÍA – Primer Premio (Categoría A) Autora: Daiana PILLONEL (“Celeste Alai”), Prof. en Educación Primaria (ISP60)

Te volví a ver

Te volví a ver y ya no era yo quien te acompañaba.

Te volví a ver y bailabas con ella, como jamás lo hiciste conmigo.

Te volví a ver y te veías feliz con ella, como nunca te vi sonreír conmigo.

Te volví a ver, y te arrodillaste y simulaste pedirle casamiento a ella, como nunca lo hiciste conmigo.

Te volví a ver y me di cuenta que al final vos y yo no éramos el uno para el otro, que al final de cuentas tenías razón.

Te volví a ver y sonreías.

Te volví a ver y entendí que nunca fui yo.

Te volví a ver y pude despedirme sin decir una palabra.

Te volví a ver para dejarte ir por fin.

Te volví a ver y ya no duele.

Te volví a ver y me di cuenta que al fin soy feliz.

Te volví a ver y pude volver a mí.

Me volví a ver.

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POESÍA – Mención Especial (Categoría A) Autora: Brenda GONZÁLEZ (“Claveles rojos”), Prof. de Educación Inicial (ISP60)

Cuando puedas volvé.

Volvé en los colores del invierno que reflejan el color de tus ojos día a día.

Volvé envolviéndome en la brisa tibia de la media tarde.

Volvé en el canto de los cardenales de cada mañana en la planta del patio.

Volvé en la reencarnación de aquel gorrión que nos viene a visitar cada día.

Volvé en el rayito de sol que traspasa mi ventana cada tarde a la hora de estudiar.

Volvé en la mariposa más grande y hermosa que revolotea en el campo del frente.

Volvé en el brillo de cada estrella que me acompaña en la vuelta a casa.

Volvé a recordarme que estas siempre a mi lado con cada pluma blanca que se atraviesa en mi camino.

Cuando puedas volvé, yo siempre te estoy esperando en cada atardecer porque es ahí donde vos siempre llegabas…

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CATEGORÍA B ESTUDIANTES SECUNDARIOS (CICLO SUPERIOR)

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NARRATIVA: Primer Premio (Categoría B) Autora: Catalina ENRÍA ALONSO (“Lorelai Gilmore”), E.E.S.O. N°213 Así, sin más, un barrio inglés “Garden Avenue” era, sin más, como cualquier otro vecindario inglés. De pocas manzanas y

habitantes, casas pequeñas de colores claros, una muy cerca de la otra. Las veredas siempre pulcras, con pequeños trazos de césped de color verde fantasía cortado al ras del suelo. Árboles en los jardines, de copas redondas y troncos bajos. El vecindario jamás tenía siquiera un resto de basura o suciedad. Así, sin más, la perfección, como en todo barrio inglés. Las personas de modales pulcros eran cordiales entre sí, el ambiente era ideal. Los señores, vestidos de camisa azul, saco, corbata y pantalones de vestir, llevaban su pipa y sombrero bombín con gran porte.

Amanecían antes de que el sol apareciera, saludaban a su familia con un beso en la mejilla y se iban a trabajar en su Aston Martin, claramente inglés. Las esposas permanecían en sus casas, trapeando el piso, cuidando a sus niños, emprolijando el jardín y pasando el plumero varias veces por cada rincón; por último, preparaban un delicioso buffet para su marido y compartían el almuerzo en familia. Luego leían el diario y hablaban de lo milagrosa que era la marina, así, sin más, como cualquier familia feliz inglesa.

Aquel lugar era tan perfecto que la mínima discrepancia era fácil de notar y propia de juzgar.

Aunque se tratara de simples rosas rojas en lugar de rosas rosadas inglesas en el patio trasero de alguna casa, o simple pasto italiano en lugar del sofisticado césped inglés en la vereda de entrada. Había solo dos casas que no se parecían a las demás, la casa de la familia Williams y la casa que anteriormente perteneció a la señora Belinda. La casa de la familia Williams era más grande que las demás, con dos pisos en lugar de uno y más de dos balcones, con grandes ventanas blancas y un jardín con mucha variedad de flores. Pertenecía a la familia de un médico inglés, muy reconocido, que tenía una esposa hermosa a la cual amaba; y si bien vivían en la gran ciudad, visitaban Garden Avenue los fines de semana para descansar. A pesar de que a los habitantes del vecindario aquella casa les resultaba algo pretenciosa, le tenían mucho respeto a la familia Williams. Así, sin más, era la familia inglesa perfecta. Por otro lado, la casa de la señora Belinda era de tamaño mediano y colores oscuros. Belinda era una señora cascarrabias y amargada que había muerto sola mientras dormía. Tras su muerte nadie quiso mudarse allí. Sin embargo, un día un hombre desconocido recién llegado de algún lugar lejano decidió comprar la casa. Sacó un sobre blanco abultado y dejó la cantidad de libras necesarias sobre el mostrador del intendente para convertirse en el nuevo propietario de la vivienda. Éste 16

le dio las llaves y de manera inmediata el hombre se instaló en su nuevo hogar. Su llegada causó revuelo, nadie sabía de dónde venía ni por qué había decidido instalarse en Garden Avenue. En los primeros meses, el vecindario había creado suposiciones sobre el desconocido, pero se descartaban rápidamente por la falta de argumentos. Con el tiempo, los habitantes del vecindario terminaron por aceptarlo, a pesar del juicio tajante preferían mantener un ambiente cordialmente inglés. Sin embargo, nadie sabía demasiado sobre él. El hombre jamás asistía a la iglesia ni le abría la puerta al cartero, no dejaba las ventanas abiertas o las luces encendidas por la noche. Tenía bigote, pelo oscuro y portaba un rostro de rasgos fuertes, cejas pobladas, una piel pálida y ojos negros brillantes de expresión melancólica. Tenía también un porte elegante, de gran altura y silueta esbelta. *** Era un sábado de julio inglés muy caluroso cuando el señor Williams se dirigió hasta la casa de su más fiel amigo, el señor Bobby, quien lo invitó a pasar y pidió a su esposa que les sirviera un vaso de whisky inglés a cada uno. Conversaron sobre el clima y la realeza británica, como de costumbre, hasta que Williams dijo que debía realizar una confesión. _ Cuénteme estimado Williams, ¡vamos!, sin tanto suspenso. _ Me encuentro muy apenado, Bobby. Le he realizado estudios a mi esposa ya que sufría muy seguidamente de jaquecas y malestares y me he encontrado con algo poco agradable. Mi esposa se encuentra terriblemente enferma y tiene los días contados.

Fue por esa desgarradora noticia que los amigos pasaron toda aquella tarde entre whisky y lamentos. Tal como el estimado señor Williams había predicho, su mujer tenía los días contados y a las pocas semanas falleció. Se realizó un velorio inglés tan hermoso como ella, un cajón de madera de arce y detalles en oro. Todo el vecindario se encontró presente y llevaron flores al entierro. Cada familia dio al señor Williams su más sincero pésame.

Con el pasar de los días todo volvió a la normalidad en Garden Avenue, las personas regresaron a su rutina habitual y la muerte de la señora Williams había quedado en el olvido, salvo por su esposo. El señor Williams llevaba flores a su tumba todos los fines de semana, hasta que tuvo una emergencia médica en la ciudad y no podría viajar hasta Garden Avenue.

Por esto mismo le pidió a su queridísimo amigo Bobby que en su ausencia dejara un ramo de rosas inglesas en la tumba de su esposa. Aquella tarde de sábado el cementerio se encontraba vacío, pero cerca de las últimas tumbas, específicamente en la de la señora Williams, se hallaba 17

un hombre de alta y esbelta figura. Era inconfundible, se trataba de aquel hombre tan misterioso que vivía en la antigua casa de la señora Belinda. A Bobby le resultó extraño, ¿con qué sentido el hombre se encontraba allí?, ¿acaso tendría algún conocido enterrado en el cementerio inglés de Garden Avenue? _Saludos, buen hombre. ¿Qué hace usted en este lugar triste en un día hermoso como hoy?

Bobby advirtió que aquel hombre se notaba algo nervioso, sin embargo contestó sin titubear. _Buenos días, Bobby. Hace un par de días me he enterado de la muerte de la señora Williams, no tenía idea alguna de su velorio, por eso no he asistido. La señora Williams me resultó muy dulce y amable, por lo cual quise venir a traerle un ramo de flores, me apenaría de mí mismo si no lo hiciera.

A Bobby le resultó algo extraño pero supuso que no tendría de qué dudar, su argumento le resultó muy coherente.

Un par de días más tarde, Bobby, como de costumbre, leía su diario mientras tomaba su té inglés. Leyó en orden y con tranquilidad como cualquier inglés hasta que llegó a la última página. “La tumba de la señora Williams fue asaltada”. Bobby escupió un chorrito de su té por lo impactado que estaba pero siguió leyendo atentamente con los ojos muy abiertos. “La mañana del domingo, la señora Rosa se dirigió al cementerio para visitar a su difunto marido y se encontró con que la tumba de la señora Williams había sido asaltada con el ataúd a medio abrir y tierra a su alrededor. La comisaría del pueblo se ha encargado de investigar pero lo único que ha encontrado fue una pala cerca de la tumba con la que suponemos se ha cavado el pozo. Ciudadanos, no hay de qué preocuparse, la intendencia de Garden Avenue se ha encargado de los daños y ha puesto refuerzo de cuidadores en el cementerio”.

Bobby, con el corazón latiendo a gran velocidad, recordó su visita al cementerio la tarde del sábado y al hombre que se encontraba allí, en la tumba de la señora Williams. Corrió entonces hasta la única cabina telefónica que había en Garden Avenue para llamar a su amigo, el señor Williams, que escuchó aterrado la noticia y rápidamente se dirigió hasta Garden Avenue.

Cuando llegó a la casa de Bobby conversaron hasta atar los cabos sueltos. Ambos concordaron que seguramente el hombre tenía algo que ver con este hecho. Rápidamente se condujeron hacia la antigua casa de Belinda en el Aston Martin de la familia.

Al llegar, la casa, como siempre, parecía inhabitada. Ninguna luz encendida, las ventanas cerradas y un silencio que ahora resultaba tenebroso. Los hombres, como cualquier inglés, llamaron a la puerta suavemente, pero al no recibir respuestas comenzaron a insistir con 18

golpes cada vez más fuertes. Tras más de un cuarto de hora esperando, los hombres se impacientaron y decidieron abrir aquella puerta de madera a la fuerza. Primero la empujaron, al ver que esto no funcionaba forzaron la manija y finalmente arrollaron la puerta con el Aston Martin de Bobby. Así, sin más, melodramático como cualquier inglés.

Al entrar a la casa, Bobby y Williams se encontraron con una escena desgarradora; el cuerpo del hombre yaciendo sobre la alfombra de la sala de estar, con los pies y las manos estiradas, se hallaba con el torso desnudo rodeado por un charco de sangre. Un cuchillo se encontraba clavado en la costilla izquierda justo en el lugar del corazón. El hombre tenía una expresión horrible, los ojos abiertos y los labios morados indicaban que su muerte había sido dolorosa, pero no presentaba marcas por intentos de sobrevivir, por lo cual, el señor Williams, médico inglés, comprendió que se trataba de un suicidio.

Luego de unos segundos de observar perplejo aquella escena, Williams se acercó al cuerpo, al fin y al cabo no sería el primer cadáver que vería. Bobby quedó analizando la escena con la espalda pegada a la trompa de su auto que se encontraba en el medio de la sala. Apartada del charco de sangre había una nota -como si el hombre hubiese sabido que alguien lo iba a encontrar- en letra manuscrita sobre un papel pulcramente blanco manchado con pequeñas gotas de sangre: “Estimado señor o señora, observe atentamente la repisa”.

La escena había dejado perplejos a aquellos hombres ingleses que no se habían percatado de aquel lugar; un sillón verde oscuro muy deteriorado y lleno de polvo, una mesa ratona con varios vasos de whisky, algunos vacíos y otros a medio beber, y un cenicero lleno de pedazos de cigarros, las paredes con manchas de humedad y los rincones llenos de telarañas. En el costado izquierdo de la sala había una gran repisa antigua de madera muy oscura, con los estantes llenos de polvo y con una gran cantidad de libros. El resto de la repisa se encontraba vacío, salvo por el estante más alto de la derecha, donde yacía algo horrible, atroz, impactante, inhumano, quizás hasta más tenebroso que la escena del hombre tendido en el suelo. Un corazón humano dentro de un frasco. Al ver aquello Williams trastabilló levemente hacia atrás del susto y Bobby gritó llevándose las manos a la boca. El impacto de los hombres era gigantesco, ningún inglés hubiese imaginado presenciar aquel suceso.

Luego de salir de su estupor, ambos lo entendieron. El frasco de tapa azul tenía en su interior el corazón de la esposa de Williams. Aquel sábado por la tarde, el hombre no sólo visitaba la tumba, estaba asaltando un cadáver y no cualquier cadáver sino el cuerpo inglés muerto de la esposa inglesa del señor Williams. Pero, ¿por qué un inglés cometería semejante atrocidad?

A un costado del frasco se encontraban dos sobres, uno más amarillento que el otro. Bobby, que seguía con la espalda pegada al auto le sugirió a Williams que no abriera esas cartas, vaya uno a saber 19

con qué se podrían encontrar. Pero Williams, lleno de dudas, tristeza e ira decidió que si había algo más que saber él sería el primero en enterarse. Abrió entonces el primer sobre, el más blanco de

ellos: “Oh mi queridísimo Alcott, debo informarte que me siento cada vez peor. Mi cuerpo, además de no verse como antes, tampoco se siente como tal. Cada día estoy más cansada y adolorida. No le he contado esto a nadie, ni siquiera a Williams, mi esposo, pero siento que no me quedan muchos días. Visitaré Garden Avenue con más frecuencia para descansar y pediré que me entierren allí. Tú sabes, Alcott, que es mi lugar preferido en el mundo. No tardes en venir, pronto nuestra promesa se cumplirá”.

Tu querida Mary Smiths, ahora Williams. Febrero de 1953.

Williams sin entender nada abrió frenéticamente el otro sobre amarillo de apariencia vieja. Le temblaban las manos como aquellos pacientes de Parkinson que solía atender: “Hoy, 17 de agosto de 1930 los apasionados amantes Mary Smiths y Alcott Edwards, plasmamos en este documento la promesa de nuestro amor. En la vida y en la muerte juramos solemnemente pertenecernos el uno al otro. A pesar de no poder correspondernos en esta vida, allí, en la muerte seremos uno por y para el otro. Yo, Mary, me casé y me convertí en una Williams, pero prometo solemnemente a mi amado Alcott que se trata solo de la influencia de mis padres ingleses. Mi corazón siempre será un Edwards aún apellidada Williams.

Afirmamos que cuando ambos muertos, nuestros corazones descansarán, el mío junto al tuyo, por la eternidad, hoy, mañana o aún luego de nuestra muerte. Mary Smiths y Alcott Edwars.”

El doctor Williams se sintió completamente desgarrado, el sabor de traición lo acompañó el resto de su vida. No podía creer que a un señor inglés, tan perfecto como él, se lo hubiese utilizado de tal forma. La noticia no tardó mucho en esparcirse por el vecindario.

Williams vendió su casa y jamás volvió a visitar la tumba de su esposa inglesa. Tampoco regresó a Garden Avenue y nunca más volvió a ver a Bobby. Este nunca supo si la promesa de los amantes había sido cumplida y, contrariamente a lo que sus vecinos podrían suponer, esperaba secretamente que aquella promesa de amor desenfrenado se hubiera llevado a cabo. A pesar de la conmoción que había causado todo aquello, era un hecho que en Inglaterra amores tan locos y puros como aquel eran casi inexistentes, la prudencia y perfección no dejaba lugar para la pasión. Así, Bobby observó lo que en un par de segundos sería su antigua casa. Se subió entonces a su nuevo Aston Martin, cargó las maletas en el baúl y se marchó hacia su nueva estadía, “Park Avenue”, dejando allí toda una vida de perfección inglesa arrebatada. Garden Avenue rápidamente quedó deshabitado y abandonado por aquel suceso, toda aquella perfección se había esfumado dejando un vecindario gris para nada inglés. Al final, cumplida o no la promesa, aquel vecindario ahora 20

pertenecía a los corazones de Mary y Alcott por el resto de la eternidad. Así, sin más, la perfección inglesa de Garden Avenue había llegado a su fin.

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NARRATIVA: Segundo Premio (Categoría B) Autora: Ingrid LANCE (“Tormenta”), E.E.S.O. N°530

LA CAJA Sonidos repentinos comenzaron a retumbar una y otra vez por la casa… estos no paraban, no se detenían, una y otra vez sonaron.

Pero no son ni serán ruidos terroríficos ni mucho menos, simplemente son los ladridos de mi perrita Tota, una perra mixta, o como nosotros la conocemos una “perra marca perro”.

Pasaron unos pocos minutos para que finalmente me decida a levantarme de mi acogedora cama para así abrirle la puerta a Tota, la bebé de la familia. Ella ingresa a la casa moviendo la colita con extrema felicidad, Dios sabrá qué estaba haciendo para estar tan contenta. Y con todo el miedo en mi corazón de ver algún trapo hecho hilos o algún pozo de tamaño extremo, observo todo mi patio trasero, pero no vi nada, no tenía nada diferente.

Me pareció raro, pero rápidamente lo ignoré ya que observé cómo Tota, de la manera más descarada posible, fue directamente a mi habitación y se acostó en mi cama sacando todas las posibilidades de volver a recostarme.

Simplemente me rindo, porque sé bien que no voy a poder sacarla ni con una carretilla.

Entonces no queda otra, voy a tener que hacer las cosas pendientes de mi escuela, que por buen estudiante que sea dejo todo para último momento, abro la carpeta, que como siempre está decorando mi escritorio, comienzo a revisar materia por materia.

-

Matemática… nada, Inglés… nada, Biología…

nada!! – Ya ilusionado pensando que no tenía ningún tipo de tarea, llego a Lengua, y sí, ésta sí tenía tarea: hacer un árbol genealógico de nuestra familia. ¡No puede ser, entre que no tengo ni una foto familiar de mierda, tengo que buscar información sobre algunos viejos que supuestamente son mi familia! Con suerte conozco a mi abuela Lala, ¡¡no tengo ganas de hacer esta estupidez!! -

Sí, no soy muy bueno

gesticulando mis emociones, pero ese viejo de Lengua me arruinó el finde, con esta tarea que después ni revisa.

Estaba por seguir soltando mi veneno, mi rabia, pero bien sé que por muy enojado que esté voy a tener que hacer esta tarea igual.

-

A ver …mente fría y pensá dónde puedo encontrar

algún tipo de foto en esta casa…–me digo. ¡En el altillo/ático!Claro, ahora que sé dónde está, va lo complicado: subir a ese nido de ratas, nadie sube desde hace años, además según me dijeron mis primos ellos vieron unas sombras negras dando 22

vueltas en ese ático…

Pero no importa, el valor obviamente corre por mis venas, yo soy un hombre, estoy listo para luchar contra todos y todo, yo puedo.

Respiré hondo y comencé a caminar en dirección a las viejas escaleras del ático, lentamente la atención fue subiendo por mi cuerpo, ya me estaba arrepintiendo, yo no soy ningún valiente, yo quiero a mi mami…

Pero ya no me podía arrepentir… ya estaba delante de las terroríficas escaleras, que tan solo de mirarlas parecían romperse.

-

No queda otra, tengo que subir… Pero… También

me puedo ir y decir que no tengo fotos familiares… ¡NO! No te podés ir, te va como el culo en Lengua… es por la nota!

Tomé aire una vez más y comencé la tortuosa tarea, di el primer paso… Luego el segundo, y en ese mismo segundo tan solo al tocar ese escalón se partió por la mitad, vi mi vida pasar ante mis ojos… y la verdad, qué vida más aburrida…

Ya estaba viendo mi final, sabía que no podía seguir luego de esto, estaba cayendo en cámara lenta… Pero me agarré de la escalera y fue donde entendí que estaba en el segundo escalón, que no me iba a morir por caer dos escalones.

Finalmente volviendo a la realidad tomé nuevamente un respiro y continué mi camino, mientras subía, el terror aumentaba, pero claro en este momento mi fanatismo por el terror me jugaba totalmente en contra…

Subiendo poco a poco, llegué a la enorme puerta de madera, tomé la manija y abrí esta tétrica habitación. La estúpida comenzó a hacer el sonido, ese sonido de las puertas en toda película de terror, ese a estar oxidado, bueno, igual… …

Ya con el corazón en la boca, terminé de abrir la puerta e ingresé a esa habitación tan terrorífica, caminé con lentitud buscando desesperado el interruptor de la luz, en ese mismo instante algo rozó mi pierna, algo sin explicación…

-

¡¡AAAAAH, LA PUTA MADRE QUÉ MIERDA ES

ESO!!

Corrí a toda velocidad a uno de los laterales de la habitación, en el transcurso comí telarañas y todo por andar con la boca abierta gritando…Dio la coincidencia de que en esa pared estaba el interruptor y encendí la luz.

Ya con la luz prendida el ático no se veía tan terrorífico, simplemente es una habitación con mucha basura acumulada durante años. Comencé a observar todo con tranquilidad, teníamos 23

un ropero que de lo viejo que estaba se le cayó la puerta, muchas bolsas que es más que seguro eran basura.

Comencé a mover un par de bolsas... sabía que este trabajo sería totalmente aburrido… revisar bolsa por bolsa, pero no quedaba otra.

A la hora y media de comenzar con la revisión de bolsas, entendí que en ninguna de estas bolsas podría encontrar las fotos que necesitaba, por lo que siendo el ropero lo único que quedaba, me encaminé allí y lo empecé a revisar.

Finalmente en uno de los cajones encontré las fotos junto a una hermosa caja de madera, con algunos detalles en oro, y una preciosa frase en el centro “Hoy y siempre nuestro amor florecerá. A”.

Tomé las fotos y por algún motivo me llevé esa hermosa cajita conmigo, comencé a bajar las escaleras con cuidado, y me dirigí a mi habitación donde todavía durmiendo en la mitad de la cama estaba Tota.

Dejé todas las cosas sobre mi escritorio junto a mi carpeta. Pero por extraño que parezca la caja seguía llamando mi atención, así que finalmente decidido, la tomé entre mis manos y la abrí.

En ella se encontraban unas 5 cartas ya abiertas, todas con la fecha de 1940 y con leves descripciones que estaban extremadamente borrosas por el tiempo. Decían algo como “para que nuestro amor no termine ni hoy ni nunca”.

-

¿De dónde salieron estas cartas? ¿Quién es A? ¿Por

qué las tenemos guardadas? Esas preguntas retumbaban en mi cabeza, pero por respeto a la privacidad de la persona no quería leer las cartas…

Y juro que no las quería leer, pero mi curiosidad me ganó. Comencé a abrir la primera de las cartas, tenía la fecha de 10/02/1940. Es una carta algo breve.

“Esos ojos claros que mi mañana ilumina, esa sonrisa que me da fuerza para seguir, esa risa que parece de bruja que a pesar de que te avergüence, para mí es la mejor que existe, te amo mi reina… atentamente. A.” -

Qué elegancia la de Francia! ¿Qué onda con esta

carta, es puro amor? Me empalagué solamente de leerla.

Tomé la síguiente carta, nuevamente observé la fecha: 10/03/1940.

“Hoy mi día fue pesado, pero tan solo con verte pasar todo ese cansancio se esfumó, en cambio se volvió felicidad, le estoy agradecido a Dios de que te pusiera en mi camino, de poder verte desarreglada, recién levantada, o hasta enojada, porque sin importar como te veas, volveré a tus brazos, porque en ellos encuentro felicidad,” 24

-

Más tierno este tal A, ¿Pero qué onda, a quién se la

está mandando? Bueno toca leer la que sigue. Tomé la siguiente carta nuevamente vi la fecha: 10/04/1940. Qué onda, mandó una carta por mes cada día 10.

“Mi reina esta mañana los jazmines florecieron, esas hermosas plantas, pero que ni con toda su belleza alcanzan tu hermosura, pero siendo sincero nada llega a ser tan hermosa como vos, ni los rayos del sol del verano, ni las mariposas ni los picaflores. Hoy y siempre. Tuyo, A.” -

Cada carta es más tierno, extremadamente romántico

A, pero es una pena que tan solo queden dos cartas, qué habrá pasado que dejaron de llegar estas cartas.

Tomé la penúltima carta, su fecha era 10/05/1940.

“Marina, qué nombre que al escuchar es como una melodía para mis oídos, ese nombre que pone una sonrisa en mi rostro, ese nombre es de la persona que se robó mi corazón” -

Marina…. ¡¡MARINA, LA ABUELA!! Grité a todo

pulmón, haciendo que Tota dé un brinco en la cama.

-

Perdón mi amor, te asusté.

Me acerqué a Tota y empecé a hacerle mimos, me sentí mal por haber asustado a la bebé.

Seguía haciéndole mimos a la reina de la casa y tomé la última carta, me recosté junto a Tota, abrí la última carta, y la empecé a leer con tranquilidad.

“Mi amor, mi reina, perdón por no poder estar más con vos, por no llegar a conocer a nuestro último fruto de amor, a Facundo, sé que podrás cuidarlo y criarlo de la mejor manera, que él será un hombre genial, al igual que nuestros dos niños mayores… Sé que estoy pidiendo mucho y que tal vez no me lo merezco, pero espero no me olvides, que me lleves en el corazón como yo te llevé estos 30 años que pasé a tu lado. Mi amor Marina lamento no poder seguir a tu lado como lo deseaba, por tener que irme antes que vos… Te voy a estar esperando en nuestra próxima vida con los brazos abiertos.

Te amo con el corazón, siempre tuyo Antonio” Sin notarlo lágrimas caían por mis ojos, ya entendí todas estas cartas fueron de mi abuelo…

Mi abuelo que falleció de cáncer de joven, muchos años atrás. Yo no lo llegué a conocer, escuché muchas historias sobre él y sobre el hermoso amor que tuvo con mi abuela.

En su momento no me imaginé que alguien de verdad podría estar tan enamorado, pero estas cartas… Éstas que mes tras mes le mandó a mi abuela con todo el corazón… En cada una de ellas se nota cómo su amor era mucho mayor al que ellos me contaron…

Deseo con todo mi corazón que se hayan encontrado en su nueva vida, que este inmenso amor que se tuvieron siga adelante. Ellos se merecen volver a ser felices…

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NARRATIVA: Mención Especial (Categoría B) Autora: Sofía ROMANO (“Zephyrus”), E.E.S.O. N°568 EL CUADRO

La señorita Elena D'ponse comenzó su carrera hace algunos años, a pesar de las constantes críticas referidas a su elección, eso no resultó un motivo para que diera por sentado sus estudios.

Le fascinaba el arte, y todo lo relacionado a ello, el teatro, la música, los museos... ¡Ah, los museos! Su mente estallaba de emoción cada vez que cruzaba por los interminables y anchos pasillos cargados con exposiciones de diferentes artistas. Cada una mejor que la otra. Se podía notar el empeño y dedicación que le habían puesto, para que, años después de haberla finalizado y hecho un análisis por los Expertos en las Artes, se les conceda el reconocimiento necesario mediante la exhibición de su trabajo en aquellas paredes y salones.

Desde niña supo que su pasión estaba en el dibujo. Podía pasar horas y horas sentada bajo el mismo techo, con lápiz en mano y una hoja en blanco, haciendo garabatos. Mantuvo esa idea fija en su mente hasta la mayoría de edad.

—¿Artes? No, de ninguna manera— se rehusaba el señor D'ponse, padre de Elena.

—¿Por qué no, padre?— le cuestionaba, impaciente.

—Con eso te vas a morir de hambre. Elige algo más —respondía cortante, sin darle más vueltas al asunto.

—Pero es mi sueño.

—A veces es mejor dejar los sueños a un lado y centrarte en la realidad. Los sueños son ilusiones por las que no vale la pena detenerse a voltear, la realidad es cruda y difícil, pero te hace fuerte—. Tras una pausa, siguió hablando: —El arte solo sirve para aquellos que no saben aprovechar al máximo su potencial y deciden desperdiciarlo en dibujos baratos y esculturas sin sentido.

—¿Por qué no puedes apoyarme? Es mi decisión—. Murmuraba, cansada de tener que escuchar siempre lo mismo y aunque su padre insistiera, no cambiaría de parecer.

—Porque es evidente que si sigues tomando tus propias decisiones acabarás en la ruina—.

Clavó su mirada en ella: —¿Quieres traerle deshonra a la familia? ¿Es eso lo que quieres?

—No, por supuesto que no—. Negaba con la cabeza.

—Entonces déjate de tonterías y escoge algo útil.

Y con la mirada puesta sobre su hija, se marchaba a la oficina, sabiendo que aunque no podía hacerla cambiar de parecer, al menos le había arrebatado parte de sus ilusiones.

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Pasados los meses, llegó Septiembre, los exámenes finales empezaban a amontonarse uno tras otro como resultado de exigencias por ser el último año. Faltaba poco para la graduación, y los profesores debían obtener un trabajo final de sus estudiantes, para ello, en una reunión, se tomó la decisión en conjunto. El trabajo a realizar era un cuadro a libre expresión, donde se podía plasmar y crear sin la intervención de un tercero, la única consigna para seguir era inspirarse en un artista de interés personal y exponer la obra el 14 de Diciembre.

Elena escogió como fuente de inspiración a Christopher Moreau, su abuelo materno. Un pintor reconocido durante los años 1950-2000, al cual nunca llegó a conocer en vida pero sí pudo presenciar varias de sus obras.

Tras investigar un poco, descubrió que le había quedado un proyecto inconcluso, titulado "El reflejo del diablo".

Ella estaba decidida a continuar con la creación de su abuelo. Por eso, luego de un largo trámite de llamadas, papeleos y documentación, se pudo comprobar el lazo sanguíneo familiar que los unía y la obra fue entregada.

Cuando recibió el cuadro envuelto y se deshizo del papel, un escalofrío se disipó por su cuerpo. Ver la imagen era observar el reflejo del mismo diablo en persona. Al lienzo le faltaba poco más de la mitad, un tercio de la obra estaba pintada y aún se podía vislumbrar algunas líneas de carbonilla sobre los espacios en blanco que faltaban cubrir. La fragilidad de las pinceladas, habían sido trazadas de tal manera que daban la impresión de estar ubicadas en el lugar correcto. Los colores que predominaban eran tonos rojizos, azules oscuros y violáceos, todos unidos y entretejidos entre sí dándole forma al personaje principal.

Una figura incompleta emergía desde el centro del lienzo, a su alrededor, el fondo oscuro y lúgubre que resaltaba el par de ojos rojizos, ojos que ardían como brasas chispeantes y reflejaban la perversión transformada en tono rojizo escarlata.

Para empezar a trabajar, decidió mudarse al pequeño y viejo taller de un amigo. Un lugar vacío y a la vez acogedor.

Tras haber iniciado el proyecto, un extraño sentimiento la acompañó durante semanas. Se empezó a sentir observada, cada una de sus acciones estaban siendo registradas por algo o alguien. Incluso durante sus noches de paz, escuchaba pasos recorrer las habitaciones, buscándola, sabía que no tenía mucho tiempo. Era consciente de lo que había hecho. Su destino estaba sellado, al igual que lo estuvo el de su abuelo hace tantos años atrás. La bestia vendría por ella, iba a llevársela. Ya era demasiado tarde, el cuadro fue completado y aquella cosa maligna, liberada. Finalmente, comprendió los motivos por el cual su padre, el señor

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Jorge Gustavo, le prohibía involucrarse en las artes, y aquella noche, en la madrugada del 13 de Diciembre, exhaló su último aliento. ¡Pobre muchacha! Si tan solo hubiera notado la cruz invertida trazada con óleo rojizo detrás del lienzo, a lo mejor se hubiera retractado de su decisión. Al final, perseguir lo que tanto anhelaba, la terminó conduciendo hacia su propia muerte, un pozo oscuro y sombrío, del cual jamás se sabría la verdad de lo ocurrido, hasta que quizás, en un tiempo no muy lejano, algún valiente se digne a revelar lo acontecido aquel día.

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POESÍA: Primer Premio (Categoría B) Autor: Marcos PERALTA (“Mixx”), E.E.S.O. N°568

Dentro de este mundo la gente muere a cada segundo, dejando a muchas otras tristes por el enorme descuido.

Hoy llegó el día que tanto esperé, ha llegado mi partida que tanto anhelé, podré ser libre de mi sufrimiento y así no tener que explicar cada pensamiento.

He pasado por mucho, aunque todos crean que es solo un problema diminuto, pero hoy me despido de mi vida, dejando para muchos una horrible partida.

Todos intentan averiguar por qué desde ese balcón, un día simplemente me armé de valor, sin dejar rastro de mi decisión, ni una despedida que pudiera alimentar mi temor.

La realidad es que sí dejé pistas, mi dolor fue visto por cada uno de ellos, se culpan por no haber hecho algo para evitar mis tristezas, pero no comprenden, ni quisieron 29

hacerlo en esos momentos.

La vida es dura para todos, pero otros tenemos que luchar con incontables monstruos, no tienen forma, y aun así destrozan en pedazos las almas.

Antes de controlar por completo las mentes descuidadas, matan cada sentimiento de alegría, haciendo que uno muera antes de quitarse la vida físicamente fría.

Lo siento... no pude luchar ni un minuto más, si pudiera volvería el tiempo atrás, quizás elegiría hablar de la verdad, pero antes de mi padecer, entendí que para mí nunca hubo salvación.

Me abandonaron sin saber, un día simplemente decidí no seguir en esta oscuridad que me consumió y llevó a mi extinción.

-Suicidio

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POESÍA: Segundo Premio (Categoría B) Autora: Sofía NIEREMBERGER (“Saturno”), E.E.S.O. N°213

“Historias de Constelaciones” En la noche La luna susurra y refleja en sus brillos Un anhelo sin fin Los planetas giran en su órbita Como corazones en un dulce abrazo El espacio infinito es como un lienzo pintado Con ensueño y esperanzas en cada rincón Las nebulosas de colores Son como declaraciones de amor En el vasto universo donde encontramos la razón de ser Los cometas cruzan dejando su estela Como besos destellantes en la inmensidad Cada vez que una estrella fugaz revela un deseo Un amor perdura en la eternidad Las constelaciones cuentan historias del pasado De amores del pasado De amores perdidos y encuentros inesperados Sus luces grabas en el cielo nocturno Nos guían y nos iluminan como un apoyo constante El espacio y la vida están unidos por un lazo eterno Impulsado por fuerzas invisibles El amor es la clave, el motor interno Que impulsa a los astros y a la vida en paz Es un abrazo cósmico dulce y sensible.

El espacio nos muestra su amor infinito.

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POESÍA – Mención Especial (Categoría B) Autora: María Emilia FEIGIELSON (“Butterfly”), E.E.T.P. N°631

Al principio, nombres sin sentido Tinta derramada, sin conexión Ojos vacíos, sin historia Sin reflejo, sin alma Pero con el tiempo, todo cambia Los nombres cobran vida y significado Dejan de ser solo tinta y papel Y se convierten en historias y recuerdos Sus ojos, un reflejo del cielo Claro y azul, sin nubes ni miedo U oscuro como el océano en la noche Profundo y misterioso, sin fin ni comienzo Los nombres y los ojos, unidos en el tiempo Contienen historias, secretos y sueños Dejan de ser solo palabras y miradas Y se convierten en la esencia de las personas.

En la avenida, un rostro familiar No un desconocido, sino ojos que brillan Iluminados por farolas en noches despejadas Un porte despreocupado, con el rompecabezas resuelto ¿Fue culpa tuya o mía? ¿Por qué volviste para irte otra vez? ¿Por qué amo tus ojos celestes? ¿Por qué me haces sentir?

Mi puerta estaba rota, sin defensa Tú te colaste, miraste, diste dos pasos Y mi mundo se convirtió en caos Pero no puedo odiarte Odiarte a ti es odiar una parte de mí Eres un pedazo de mi alma Un reflejo de mi corazón En tus ojos, un cielo despejado Un mar de sentimientos, un abismo profundo Me haces sentir, me haces vivir Aunque me dejes, aunque me hagas sufrir.

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Profesorado de Educación Secundaria de Lengua y Literatura Instituto Superior de Profesorado N° 60 “27 de Septiembre” San Carlos Centro – Santa Fe- Argentina.

Mayo 2025

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