Revista Découpage #3

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DÉCOUPAGE

El espacio de la memoria voluntaria adquiere el carácter de una geografía sentimental: el Señor Libro persigue al protagonista a través de los lugares en los que ha podido mantener una relación con sus seres queridos. El banco frente al río, la vieja casa pesquera… Solo así se conseguía una identidad entre ciudadano de la ciudad y tiempo, dotando a la memoria de sentido. Algo parecido sucede en La Jetée, especialmente en la primera parte de la película; el viaje en el tiempo necesariamente está ligado al sentido de las imágenes, y es el que permite que avance la estructura narrativa, convirtiéndola en lo que Ricoeur llamaba una lógica de la acción. La crítica al uso del tiempo a través de una doble concepción de la memoria también se sitúa en un contacto directo con el texto de Fukuyama. La racionalización del uso del tiempo está también ligado al plan de Los Ocultos, incluido el de aquel que es fabricado como asesino. Con ello, la memoria involuntaria y el olvido se oponen a la memoria voluntaria de Murdoch, que decide rehacer su vida conforme a la última memoria que tiene insertada. El desuso histórico viene dado por una recuperación del presente pese a todo. No hay una redención de la negatividad desde el amor como

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FILOSOFÍA

en el anterior film, sino un amor que debe rehacerse desde el principio, pues la mujer a la que amó ya no existe. Emma es presa ahora del último recuerdo de Los Ocultos, y por ello presa del mismo olvido involuntario de los lugares, aunque por fin puede llegar a Shell Beach. Tres películas por las que el tiempo no pasa. De todas formas, es importante comprender que la organización de la memoria se reformula no como una vuelta a la nostalgia del pasado, sino como terreno de batalla del presente. Una de las preguntas que le surgen a uno cuando acaba el texto de Fukuyama es "¿y qué decimos del pasado?". Claro está que el americano en esto es muy hegeliano: al final el espíritu gana al tiempo. Desde la Segunda Guerra Mundial, la memoria tal y como la concebimos en el terreno historiográfico, ha llegado a ser sinónimo de historia. La memoria se concibe como el consenso democrático sobre el pasado, en su triple sentido de reparación, catarsis e imperativo categórico. Quizá solo estas historias de fantasmas diluciden mejor cómo comprender lo mnemónico como un espacio de resistencia. Algún lector me dirá que falta 12 monos (Twelve Monkeys, Terry Gilliam, 1995). No está porque su obviedad es motivo suficiente para ello

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