¿PAZ EN LAS MESAS?
“¿Paz en las mesas?” por Gabriella Sonabend El colectivo Comida de Guerra ha estado viajando por el mundo durante los últimos 10 años, investigando y respondiendo a narrativas contemporáneas e históricas donde la comida encapsula la complejidad de diferentes conflictos, presentando su trabajo en forma de exhibiciones multidisciplinarias. Estos conflictos no son solo políticos, se extienden de lo familiar a lo social y abarcan lo colectivo y lo individual, retratan los conflictos de creencias, de dogmas, de identidad personal, de narrativas contradictorias, son el tejido de la vida humana. Para la última y más ambiciosa exposición de Comida de Guerra titulada ¿Paz en las mesas?, 25 artistas nacionales e internacionales responden a esa relación en el contexto de la Colombia contemporánea presentando su trabajo en el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá. Acercarse a un tema tan vasto como la relación entre comida y conflicto es una tarea interminable, la relación entre la comida y el conflicto está tan entrelazada como la de la vida humana con la respiración. Con cada exposición, este colectivo internacional (5 artistas principales más los artistas invitados) se ha centrado en una historia particular, creando proyectos expansivos que invitan al público local a participar compartiendo sus puntos de vista e historias. El título de la exposición ¿Paz en las mesas? evoca una multitud de imágenes y, como una frase a menudo se refiere a su antítesis, habla también del caos más allá de la mesa. Sugiere un momento en el que el entorno doméstico actúa como una isla protegida de los turbulentos océanos circundantes, las tormentas y los tsunamis que ocurren más allá. Implica que para lograr la paz, debemos estar dispuestos a compartir la intimidad, comer juntos, usar los mismos utensilios, respirar el mismo aire, estar en el mismo lugar al mismo tiempo. Esta es una idea hermosa, pero para poder comer juntos, primero debemos saber dónde se realiza la comida, acceder al transporte para llegar a ese lugar, entender los idiomas de los demás para compartir historias, ser tolerantes a los mismos alimentos, compartir los sabores, estar igualmente capacitados para sentarnos uno al lado del otro en el mismo nivel y no estar intimidados por nuestros vecinos para sentir que podemos sentarnos junto a ellos. El conflicto interno de Colombia es como un enorme nudo, atado furiosamente con hilos que se extienden a países, corporaciones e
individuos de todo el mundo, que van desde la historia profunda hasta el presente. Para dilucidar el conflicto se requiere el conocimiento de innumerables historiadores, activistas, líderes indígenas, periodistas y científicos; aquellos con conocimiento de los muchos recursos naturales del país y cómo estos han sido cultivados y explotados a lo largo del tiempo; aquellos que entienden la geografía de la nación y cómo los Andes y el Amazonas han actuado como barreras impenetrables entre las comunidades; aquellos que han estudiado cómo los diversos ecosistemas han dado refugio a los perseguidos y el secreto de los autores ocultos; historiadores de prácticas indígenas; de la historia colonial; de corporaciones americanas; de la fundación de las fuerzas armadas revolucionarias y el crecimiento de los militares y paramilitares, todo esto y más sin siquiera abordar el tema de la cocaína. La historia de Colombia es probablemente una de las más complejas e incomprendidas del mundo, glamorizada por algunos, demonizada por otros, es un país definido por enemistades y promesas de sangre, una nación de pasión, amor, miedo y dolor impulsado por la comida y conflicto. En “One River”, el botánico Wade Davis comparte una visión profunda de la relación entre la biodiversidad de Colombia y la geopolítica, como lo ilustra la dependencia de Estados Unidos de su botánico Shultes para navegar en territorio desconocido del Amazonas con el fin de identificar una variedad de caucho que podría resistir la plaga. y generar suficiente goma para ganar la Segunda Guerra Mundial. En “Las venas abiertas de América Latina”, Eduardo Galeano ilustra la relación inextricable entre los recursos naturales en el continente y la geopolítica, siguiendo narraciones desde la identificación de un recurso, hasta la aplicación de la mano de obra esclava para extraerlo, pasando por los monocultivos que diezman ecosistemas, hasta el inevitable colapso de las sociedades y la dependencia de las importaciones, asistencia social y medidas más drásticas. Gabriel García Márquez termina su épica “Cien años de Soledad” con una referencia a la masacre de las bananeras de United Fruits en 1929, que puede verse como el catalizador de los disturbios políticos. En "Más terrible que la muerte", Robin Kirk revela cómo las FARC y los grupos paramilitares manipularon el conflicto en Colombia para permitirles apoderarse de los recursos naturales. Estos son solo un
pequeño número de textos cruciales que comienzan a desentrañar el nudo de la historia y el conflicto colombiano. ¿Qué significa paz en la mesa en Colombia? En 2016, después de medio siglo de conflicto, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) entregaron sus armas a un equipo de las Naciones Unidas y se firmó un tratado de paz en Cuba. En el conmovedor video de Esteban Peña, “Sal”, vemos una imagen hecha de sal que muestra seis manos unidas para simbolizar un acuerdo. Las manos pertenecen al presidente Santos (Colombia), el presidente Raúl Castro (Cuba) e Iván Márquez (jefe de las FARC). Durante cuatro minutos, el artista usa sus propias manos para borrar la imagen histórica, recordando a la audiencia la fragilidad de la paz, la naturaleza indefinida de la política y el dolor y la amargura que quedan después de la destrucción de una promesa. En Colombia, la sal se usa para alejar a los espíritus malignos, pero también representa una moneda antigua. Antes de que los españoles colonizaran América Latina, la sal era más valiosa que el oro (un conducto para comunicarse con los espíritus del cosmos). Los españoles le dieron valor financiero oro, codiciando el recurso y así, creando una nueva fuente de conflicto. La sal es también el legado de los Wayuu de La Guajira, el único pueblo indígena de Colombia que nunca ha sido desposeído de sus tierras. En Gran Bretaña, la frase darle "sal a una herida" sugiere que estamos exacerbando una situación ya de por si dolorosa y en el antiguo testamento convertirse en un pilar de sal es un castigo por desobedecer a Dios. Esta pieza encapsula estas referencias y muchas más. Omar Castañeda usa oro para jugar con las ideas de valor y jerarquía. En su escultura “Corazón”, dos patas de pájaro se extienden de una lata chapada en oro, formando una figura de corazón. Estos están encerrados en un frasco de vidrio, presentándose como una reliquia del museo. Para Castañeda, la lata es un motivo crucial, que hace referencia al punto que deseamos importar y exotizar productos extranjeros, abandonando así nuestras propias tradiciones. Él observa el cambio de algo que se impone a una cultura, a una cultura que espera, incluso quiere esa imposición. Esta pieza hace referencia
específica a un fenómeno que surgió del reciente tiempo de paz en Colombia. Después de la firma del tratado del 2016, grandes áreas previamente dominadas por las FARC se han abierto al resto del país y, por lo tanto, al resto del mundo. Esto crea impactos tanto positivos como negativos, especialmente en la Amazonía, donde los biólogos y botánicos han descubierto nuevas especies de plantas y animales y, simultáneamente, las comunidades indígenas previamente aisladas y protegidas han sido expuestas rápidamente al mundo moderno, trayendo consigo enfermedades, tecnología y un flujo de nuevos alimentos. incluidos los productos enlatados y lo más problemático, el azúcar. La introducción del azúcar en las comunidades indígenas ha traído rápidamente numerosos problemas de salud que ponen en peligro la vida de una nueva manera impulsada por el proceso de paz. El nuevo acceso al territorio de la jungla, previamente inexplorado, trae consigo nuevas formas de comercio y con el descubrimiento de especies viene la amenaza de extinción, con la libertad viene la exposición al ciclo del capitalismo. La escultura de Castañeda existe dentro de un campanario, quizás con ironía, para recordarnos que nada puede permanecer realmente contenido, rechazando un alivio de la culpa y responsabilidad. El pasado prevalece en el presente. Finalmente haciendo referencia a las antiguas prácticas indígenas, Castañeda usa el oro como un conducto para los dioses modernos del capitalismo y el comercio. Tratando de entender cómo las comunidades indígenas de la Amazonía se han vuelto tan rápidamente adictas al azúcar lo cual conduce a problemas relacionados con la obesidad, Quintina Valero ha pasado los últimos meses forjando conexiones con las comunidades amazónicas. Las fotografías de Valero son el resultado de las estrechas relaciones que forma con sus sujetos, quienes frecuentemente nunca han compartido sus historias. Su enriquecedor método de investigación le ha permitido conocer algunas de las situaciones más frágiles del mundo, por ejemplo, en su serie que describe a los sobrevivientes del desastre de Chernobyl. Organizarse para pasar tiempo en el Amazonas ha resultado particularmente desafiante, ya que los furiosos incendios forestales han hecho que
grandes extensiones de la selva sean inaccesibles y hayan resultado en una gran presencia militar. Actualmente se desconoce si podrá comunicarse con su comunidad indígena elegida para contar su historia. Ahora, en 2019, debido a la ruptura del tratado de paz, es imposible saber qué conflicto reclamará próximamente esta tierra. Sol Bailey-Barker analiza otra era de la historia del azúcar. En su escultura “Commonwealth” combina un bate de cricket británico de 1910 con 300 cucharas, refiriéndose así al período de la historia de 1655-1834 en el que Gran Bretaña dominó las Indias Occidentales con la producción de azúcar utilizando mano de obra barata y esclavos de África; El comercio del azúcar construyó la infraestructura del Imperio Británico. La riqueza acumulada por la explotación de los esclavos africanos y los recursos del Caribe está incrustada en la Gran Bretaña moderna, visible en la arquitectura de las ciudades, la abundancia cultural de los museos británicos, los puertos, los canales y la configuración de la economía del Reino Unido. Durante el apogeo de este período, el azúcar ingresó a Gran Bretaña a un ritmo que permitió que los precios cayeran hasta un punto en que los trabajadores pudieran consumir el producto, a tal punto que el té azucarado reemplazó a la cerveza como alimento básico para los trabajadores. La importación altamente adictiva que proporciona aumentos de energía a corto plazo, se convirtió rápidamente en una muleta para una nación alimentada para sostener un imperio. BaileyBarker usa un bate de cricket para reflexionar sobre la disparidad entre las vidas de las clases y también sobre cómo los pasatiempos británicos se extendieron con el imperio, transformándose para simbolizar la lucha de otras culturas con el imperialismo británico y su ruptura. Teniendo en cuenta otro tipo de monocultivo, la serie fotográfica “Maduro” de Nina Dotti depende del juego de palabras referente al nombre del actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Utilizando sin rodeos el plátano como un símbolo fálico para resaltar la naturaleza egoísta y machista de los políticos venezolanos, la pieza tiene un contexto histórico pesado que evoca la frase 'República bananera', un estado que es políticamente inestable como resultado
del dominio de su economía por un sola exportación controlada por capital extranjero. La crisis alimentaria de Venezuela no se debe a la falta de recursos, el cambio climático o los desastres naturales, es una crisis impulsada solo por la política. Durante la presidencia de Chávez, los altos precios del petróleo y los recursos aparentemente abundantes justificaron su gasto desenfrenado que nacionalizó granjas, fábricas y corporaciones y subsidió alimentos. Después de la muerte de Chávez en 2013, Maduro asumió el papel de presidente heredando una deuda paralizante combinada con la caída de los precios del petróleo. Su respuesta fue imprimir dinero, lo que llevó a la hiperinflación, frenó las importaciones, estranguló las industrias nacionales y cuando finalmente decidió reforzar el control de la moneda, el resultado fue la corrupción, la pobreza y el hambre generalizada. Para empeorar las cosas, Maduro comenzó a recompensar la lealtad política al otorgar subsidios alimentarios a quienes se inscribieron en la Tarjeta de la Patria (que rastrea la participación en la votación). La serie de collage de Juan Cabello refleja la crisis que representa tanto los estantes vacíos como la abundancia natural, confluyendo la percepción exótica del mundo de los países latinoamericanos con la cruda realidad de la vida en la Venezuela de hoy. La crisis alimentaria de Venezuela es tan extrema que sus ciudadanos están huyendo a través de la frontera hacia Colombia para resolver sus necesidades básicas. Con más de un millón de venezolanos viviendo ahora en Colombia, el dogma que sugiere que son personas perezosas e incompetentes se está extendiendo para justificar por qué esto ha sucedido. La idea de que los venezolanos de alguna manera han provocado esta crisis se hace eco de las aterradoras palabras de los líderes fascistas anteriores y refleja los sentimientos de las personas xenófobas de todo el mundo. La pieza de Cabello destaca lo difícil que puede ser conciliar una realidad enormemente compleja con proyecciones externas de lo que es y representa un país. Habla de un poder para marcar las narrativas de los demás, mientras que convenientemente hace la vista gorda. ¿Cómo podemos traer esto a la mesa en busca de una solución?. El dolor de ser un sobreviviente y un desadaptado se enfoca en la
pieza de Marina Abramovic, “The Onion”, en la que mira a la cámara y come una cebolla cruda mientras las lágrimas corren por su rostro. Su voz en off lamenta una vida de sentirse inadecuada y culmina en el punto en que expresa su vergüenza por la guerra en Yugoslavia, la forma en que se ve y su deseo de algo más. La pieza termina con 'Quiero no querer más'. Su ingesta de cebolla parece evocadora de que Eva coma la manzana prohibida en el Jardín del Edén, el vínculo atemporal entre la búsqueda del conocimiento y la exposición al dolor, como si quisiera engendrar un castigo inevitable. Esta pieza habla de la realidad de ser una mujer visible dentro de cualquier estructura social contemporánea, asociando la lucha femenina para articularse públicamente con un sentimiento de vergüenza proyectado en los actos de valentía y autoconfianza. En contraste con la pieza de Ditto “Maduro”, aquí nuestra protagonista femenina debe consumir lo que es amargo en lugar de lo que está maduro si desea tomar el centro del escenario. La pieza hace eco de los trabajos anteriores de Abramovic, como por ejemplo, "El arte debe ser hermoso, Los artistas deben ser hermosos”, proponiendo la inseparabilidad del cuerpo y la mente desafiando las limitaciones aparentes de la resistencia física. “The Onion” también proporciona un mensaje de esperanza como es la resistencia y disposición de Abramovic para exponer su propia lucha. Es un recordatorio de nuestra capacidad para superar la adversidad proveniente del choque con el otro y quizás más conmovedora aquí, proveniente desde dentro de nosotros mismos. JJorge Eliécer Gaitán, un hombre que luchó frente a la adversidad y tenía grandes esperanzas para su país, fue político y líder del movimiento socialista de Colombia en la década de 1940. Gaitán soñaba con unir a la gente y era tanto adorado como despreciado. Después de su asesinato en 1948 (lo que provocó los disturbios que desataron La Violencia), su hija conservó su cerebro y su corazón en formaldehído, con la esperanza de que algún día fuera estudiado científicamente. Desafortunadamente, debido a la falta de precisión en el proceso de preservación a lo largo del tiempo, el formaldehído se secó y el cerebro y el corazón se congelaron en el museo Gaitán, ahora semi abandonado en Bogotá. El artista Germán Arrubla recientemente obtuvo acceso a este museo para crear una serie fotográfica del cerebro de Gaitán en su condición actual, el cual se vé
increíblemente como chocolate. En esto es en lo que se convierte en un gran líder, después de un peculiar acto de amor de una hija que espera que el futuro pueda aprender del pasado, un pasado ahora congelado e indescifrable. Reflexionando sobre cómo la comida puede ser una expresión de amor, el curador y escritor Hernán Barros describe a su madre como la primera Gastroperformer en su vida. Cuando era niño, Barros se negó a comer, por lo que su madre encontró un sinfín de formas de convertir su comida en obras de arte relacionadas con elementos del mundo que entusiasmaron a su hijo, haciendo referencia a lo que estaba aprendiendo en la escuela, viendo en la televisión o leyendo en libros, todo dándole forma a las arepas que él consumía. Barros, desde entonces mantuvo una fascinación referente a cómo la comida puede convertirse en forma de expresión y cómo se puede utilizar para abordar temas incómodos o polémicos. Como curador y colaborador dentro de este proyecto, esto se evidencia más claramente en la colaboración de Comida de Guerra con Simone Mattar. Simone Mattar presenta “Ópera de los Cerdos”, un desafiante espectáculo gastronómico sobre corrupción y poder, que expone a su audiencia a una cacofonía de resoplidos, gruñidos, expresiones de animales y explicaciones humanas. A través de una narración cantada, Mattar revela en tres actos cómo el cerdo continuará habitando los sueños más profundos de cocineros y poetas, manteniendo un lugar sagrado en el subconsciente de la humanidad. Históricamente, el cerdo simboliza dinero y pobreza, celebración y repulsión, suerte y avaricia. El cerdo ha sido utilizado como una metáfora a lo largo de la historia humana, desterrado por algunas religiones y culturas, mientras que otros lo han entendido como un espejo de la humanidad. Simone emplea los rasgos dramáticos de la ópera; su plasticidad, teatralidad, la convergencia de mitos, realidad, metáforas y personajes retratados con absurdo y sinceridad; Esta pieza presenta una forma de arte utilizada y adaptada a lo largo de los siglos de la misma manera que el cerdo se ha adaptado a través de recetas locales a lo largo del tiempo. La forma de la ópera permite
al artista disfrutar de la sátira política mientras se mantiene alejado del sujeto, protegido en parte por lo absurdo de la actuación. Dentro de Colombia, esta pieza adquiere un nuevo contexto histórico que hace referencia a la introducción del cerdo a América Latina en el siglo XVI por los conquistadores españoles. Ahora el cerdo es un alimento básico de la dieta colombiana que se encuentra en muchas de las comidas. En agosto de 2019, Iván Márquez y Jesús Santrich de las FARC publicaron un video en Youtube en el cual anunciaban su regreso a la guerra después de sólo tres años de paz. Justifican el conflicto porque sienten que el gobierno no ha mantenido su lado del acuerdo y se desconoce cuántos soldados retirados de las FARC elegirán unirse al conflicto después de experimentar el estar fuera de la guerra de guerrillas. El tratado de paz no ha terminado con todos los conflictos y otras fuerzas violentas se han beneficiado en el reciente período de paz. Sin embargo, ha mostrado a muchos la posibilidad de una vida más allá del conflicto constante que permite a los guerrilleros regresar con sus familias y disfrutar de los elementos más básicos e importantes de la vida humana, como compartir alimentos juntos. Paz en las mesas es más que una simple exposición, busca convertir el museo en un foro activo de discusión y darle una mayor sensibilidad a la red de motivaciones y esfuerzos contra el conflicto. Durante un período de tres meses, el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá se convierte simbólicamente en la mesa en la que se invita a todas las voces a sentarse juntas para compartir cada una su parte en esta vasta narrativa que ayuda a desentrañar el denso nudo que es la historia colombiana, que en última instancia es una historia global. Las obras de arte se convierten en alimentos, para ser masticados y digeridos, convirtiéndose en parte de la constitución del público. Las obras deben ser consumidas y digeridas para que la audiencia comparta una cultura interna y se vea a través de los ojos del otro. Por lo tanto, toda la exhibición es una actuación gastronómica, una ópera multisensorial que tiene espacio para ideas y opiniones en un contexto seguro. Es una invitación a encontrar nuevas formas de vivir a través de una comunicación abierta, comenzando con el simple acto de compartir en la mesa. Traducción Hernan Barros
The second Bread Zinaida Kubar Instalaciรณn con ceramica Dimensiones Variable 2019
‘Peace at the Table’
EXHIBITION TEXT BY GABRIELLA SONABEND, OCTOBER 2019 The Food of War collective have been travelling around the world over the past 10 years, researching and responding to contemporary and historic narratives where food encapsulates the complexity of different conflicts, presenting their work in the form of multimedia exhibitions. These conflicts are not just political, they stretch from the familial to the societal and encompass the collective and the individual, they portray conflicts of belief, of dogma, of personal identity, of contradicting narratives, they are the fabric of human life. For the latest and most ambitious Food of War exhibition entitled Peace at the Table, 25 international artists respond to the subject within the context of contemporary Colombia presenting their work at the Museum of Contemporary Art in Bogotá. Approaching a subject as vast as Food of War is a Sisyphean task, the relationship between food and conflict is as entwined as that of human life with breath. With each exhibition this international collective (5 core artists and guest artists) has honed in on a particular history, creating expansive projects which invite local audiences to participate through sharing their views and stories. The exhibition title Peace at the Table conjures a multitude of images and as a phrase often evokes its antithesis, it speaks also of the chaos beyond the table. It suggests a moment in which the domestic setting acts as an island safeguarded from the turbulent surrounding oceans, the storms and tsunamis beyond. It implies to achieve peace we must be willing to share intimacy, to eat together, to use the same utensils, to breath the same air, to be in the same place at the same time. This is a beautiful idea but in order to eat together, first we must know where the meal is taking place, we must be able to access transport to reach that location, we must understand each other’s languages to share stories, we must be tolerant to the same foods, to share the flavours, we must be equally able-bodied to sit beside each other at a level and we must not be intimated by our neighbours, to feel we can sit beside them.
Colombia’s internal conflict is like an enormous knot, furiously tied together with strings stretching to countries, corporations and individuals all over the world, reaching from deep history to the present. To unpack the conflict requires the knowledge of countless historians, activists, indigenous elders, journalists and scientists; those with knowledge of the many natural resources of the country and how these have been cultivated and exploited over time; those who understand the geography of the country and how the Andes and the Amazon have acted as an impenetrable barriers between communities; those who have studied how the diverse ecosystems have given refuge to the persecuted and secrecy to hidden perpetrators; historians of indigenous practices; of colonial history; of American corporations; of the founding of revolutionary armed forces and the growth of the military and paramilitary - all this and more without even broaching the subject of cocaine. Colombia’s history is probably one of the most complex and misunderstood in the world, glamorised by some, demonised by others, it is a country defined by both blood feuds and blood promises, a nation of passion, love, fear and pain driven by food and conflict. In One River botanist Wade Davis shares a deep insight into the relationship between the biodiversity of Colombia and geopolitics, as illustrated by the dependency of America on their botanist Schultes to navigate unknown territory of the Amazon to identify a genus of rubber tree which could withstand blight and generate enough rubber to win the Second World War. In The Open Veins of Latin America Eduardo Galeano illustrates the inextricable relationship between natural resources in Latin America and geopolitics, following narratives from the identification of a resource, to the enforcement of slave labour to extract it, to mono farming decimating ecosystems, to the inevitable collapse of societies and dependance on imports, welfare and more drastic measures. Gabriel Garcia Marquez ends his epic 100 Years of Solitude with a reference to the United Fruit Banana Massacre of 1929 which may be seen as the catalyst of political unrest. In ‘More Terrible Than Death’ Robin Kirk reveals how both FARC and paramilitary groups manipulated the conflict in Colombia to allow them to seize natural resources. These are just
a small number of crucial texts which begin to unravel the knot of Colombian history and conflict. What does Peace at the Table mean in Colombia? In 2016, after half a century of civil conflict, The Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) turned over their weapons to a United Nations team and a peace treaty was signed in Cuba. In Esteban Peña’s poignant video piece Salt we see an image made of salt showing six hands joining together to symbolise an accord. The hands belong to President Santos (Colombia), President Raul Castro (Cuba) and Iván Márquez (Head of FARC). Over four minutes the artist uses his own hands to erase the historic image, reminding the audience of the fragility of peace, the indefinite nature of politics and the pain and bitterness that remains after the destruction of a promise. In Colombia, salt is used to ward off evil spirits but it also represents an ancient currency. Before the Spanish colonised Latin America, salt was more valuable than gold (a conduit to commune with the spirits of the cosmos). The Spanish gave gold currency, coveting the resource, creating a new source of conflict. Salt is also the legacy of the Wayuu of La Guajira, the only indigenous people of Colombia never to have been dispossessed from their land. In Britain the phrase adding ‘salt to a wound’ suggests we are exacerbating an already painful situation, in the old testament being turned to a pillar of salt is punishment for disobeying god. This piece encapsulates these references and many more. Omar Castañeda uses gold to play with ideas of value and hierarchy. In his sculpture Heart two bird feet reach out of a gold plated tin can, forming a heart shape. These are encased by a glass jar, presented as a museum relic. For Castañeda, the tin is a crucial motif, referencing the point we desire imports and exoticize foreign commodities, thus abandoning our own traditions. He observes the shift from something being imposed upon a culture, to a culture expecting, even wanting that imposition. This piece specifically references a phenomena which has arisen from the recent peace-time in Colombia. After the signing of the 2016 treaty, large areas previously dominated by FARC
have been opened up to the rest of the country and thus to the rest of the world. This creates both positive and negative impacts especially in the Amazon where biologists and botanists have discovered new plant and animals species and simultaneously previously isolated and protected indigenous communities have been rapidly exposed to the modern world bringing with it disease, technology and an influx of new food including tinned products and most problematically, sugar. The introduction of sugar to indigenous communities has rapidly brought with it numerous health issues endangering life in a new way shepherded in by the peace process. New access to previously unchartered jungle territory brings with it new forms of profiteering, with discovery of species comes threat of extinction, with freedom comes exposure to the entrapment of capitalism. Castañeda’s sculpture exists within a bell jar perhaps with irony to remind us that nothing can truly remain contained, refusing a relief from guilt and responsibility. The past prevails in the present. Finally referencing ancient indigenous practices, Castaneda uses gold as a conduit to the modern gods of capitalism and trade. Seeking to understand how the indigenous communities of the Amazon have become so quickly addicted to sugar leading to sudden issues with obesity, Quintina Valero has spent the past months forging connections with Amazon communities. Valero’s photographs are the result of the close relationships she forms with her subjects who frequently have never shared their stories. Her nurturing method of investigating has allowed her insights into some of the world’s most fragile situations for example in her series depicting survivors of the Chernobyl disaster. Organising to spend time in the Amazon has proven particularly challenging as raging forest fires have made vast stretches of the jungle inaccessible and resulted in a large military presence. It is currently unknown whether she will be able to reach her chosen indigenous community to tell their story. Now in 2019 as the peace treaty has ruptured it is impossible to know which conflict will next lay claim to this land.
Sol Bailey-Barker looks at another era of the history of sugar. In his sculpture Common Wealth he combines a 1910 British cricket bat with 300 spoons. Referring to the period of history from 1655-1834 in which Britain dominated the West Indies with sugar production using both indentured labour from Britain and slaves from Africa; the sugar trade built the infrastructure of the British Empire. The wealth amassed from the exploitation of African slaves and Caribbean resources is embedded into modern Britain, visible in the architecture of cities, the cultural abundance of British museums, the ports, the canals and the configuration of the UK economy. During the height of this period, sugar was entering Britain at a rate which enabled prices to drop to a point where working people could consume the commodity, with sugary tea replacing beer as the staple for workers. The highly addictive import, which provides short term energy boosts, rapidly became a crutch for a nation fuelled to sustain an empire. Bailey-Barker uses a cricket bat to reflect both on the disparity between the lives of the classes and also on how British pastimes spread with the empire, morphing to symbolise other cultures struggle with British imperialism and the break from it. Considering another mono-farmed resource, Nina Ditto’s photographic series Maduro (meaning ‘ripe’ in English) hinges on the pun in the name of the current president of Venezuela, Nicolas Maduro. Unapologetically using the banana as a phallic symbol to highlight the egotistical and macho nature of Venezuelan politicians the piece has a weighty historical context evoking the phrase ‘Banana Republic’ a state that is politically unstable as a result of the domination of its economy by a single export controlled by foreign capital. Venezuela’s food crisis is not due to a lack of resources, climate change or natural disasters, it is a crisis propelled by politics alone. During Chavez’s presidency high oil prices and seemingly abundant resources justified his unrestrained spending which nationalised farms, factories and corporations and subsidised food. After the death of Chavez in 2013, Maduro took over the role of president inheriting with it a crippling debt teamed with plunging oil prices.
His response was to print money, leading to hyperinflation, he curbed imports, strangled domestic industries and when he finally decided to tighten currency control the result was corruption, poverty and widespread hunger. To make matters worse Maduro began to reward political loyalty by giving food subsidies to those who signed up for the Fatherland Card (which tracks voting participation). Juan Cabello’s collage series reflects on the crisis depicting both empty shelves and natural abundance, conflating the world’s exotic perception of Latin American countries with the stark reality of life in Venezuela today. Venezuela’s food crisis is so extreme that its citizens are fleeing across the border into Colombia to seek basic necessities. With over one million Venezuelans now living in Colombia, dogma suggesting they are lazy, incompetent people is spreading to justify why this has happened. The idea that Venezuelans have somehow brought this crisis upon themselves echoes the terrifying words of previous facist leaders and mirrors the sentiments of xenophobic people the world over. Cabello’s piece highlights how hard it can be to reconcile a vastly complex reality with outsider projections of what a country is and represents. It speaks of a power to brand one another’s narratives whilst conveniently turning a blind eye. How can we bring this to the table in search of a solution? The pain of being a survivor and an outsider is brought into sharp focus in Marina Abramovic’s piece The Onion in which she stares at the camera and eats a raw onion as tears run down her face. Her voice-over laments a life of feeling inadequate and culminates at the point where she expresses her shame over the war in Yugoslavia, the way she looks and her wanting of anything. The piece ends with ‘I want not to want anymore.’ Her eating of the onion feels evocative of Eve eating the forbidden apple in the Garden of Eden, the timeless link between a quest for knowledge and exposure to pain, as if her wants beget inevitable punishment. This piece speaks of a women’s visibility within any contemporary societal structure, associating the female struggle to articulate oneself publicly with a feeling of shame projected on acts of bravery
and self-belief. In contrast to Ditto’s piece Maduro, here our female protagonist must consume what is bitter rather than what is ripe is she wishes to take centre stage. The piece echoes Abramovic’s earlier works for example 'Art must be Beautiful, Artists must be Beautiful’ proposing the inseparability of body and mind by challenging apparent limitations of physical stamina. The Onion does also provide a message of hope as Abramovic’s endurance and willingness to exposure her own struggle is a reminder of our capacity to overcome adversity from others and perhaps most poignantly here, from within. One man who fought in the face of adversity and had great hope for his country, Jorge Eliécer Gaitán was a politician and leader of Colombia’s socialist movement in the 1940s. Gaitán dreamt of uniting the people and was both adored and despised. After his assassination in 1948 (which arguable sparked La Violencia) his daughter preserved his brain and heart in formaldehyde, hoping one day for it to be scientifically studied. Unfortunately due to the lack of precision in the preservation process over time the formaldehyde dried out and the brain and heart congealed in the semi-abandoned Gaitán museum in Bogotá. Artist German Arrubla recently gained access to this museum to create a photographic series of Gaitán's brain in its current condition which he shows looks uncannily like chocolate. This is what becomes of a great leader, after a peculiar act of love from a child who hopes the future may learn from the past, a past now congealed and indecipherable. Reflecting on how food can be an expression of love, curator and writer Hernan Barros describes his mother as the first gastroperformer he encountered. As a child, Barros refused to eat so his mother found endless ways to turn his food into artworks that related to elements of the world which excited her son, referencing what he was learning at school, watching on TV or reading in books all in the form of arepas. Barros maintained a fascination with how food can become performance and how this can be used to approach awkward or contentious subject matter. As a curator and and collaborator within this project this is most clearly evidenced in the Food of War’s collaboration with Simone Mattar.
Simone Mattar presents Opera of the Pigs, a challenging gastroperformance about corruption and power, which exposes her audience to a cacophony of snorts, grunts, animal expressions and human explanations. Through a sung narrative Mattar reveals in three acts how the pig will continue to inhabit the deepest dreams of cooks and poets, holding a sacred place in the subconscious of humanity. Historically the pig symbolises money and poverty, celebration and repulsion, luck and greed. The pig has been used as a metaphor throughout human history, banished by some faiths and cultures whilst being understood as a mirror of humanity by others Using the dramatic traits of opera; its plasticity, theatricality, the convergence of mythos, reality, metaphor and characters portrayed with absurdity and sincerity; this piece presents an art form used and adapted throughout the centuries in the same way the pig has been adapted through local recipes over time. The opera form allows the artist to indulge in political satire whilst maintaining distance from the subject, protected in part by the absurdity of the performance. Within Colombia this piece takes on a new historical context referencing the introduction of the pig to Latin American in the 16th Century by the Spanish conquistadors. Now pork is a staple of the Colombian diet found in almost every meal. In August 2019, IvĂĄn MĂĄrquez and JesĂşs Santrich of FARC released a Youtube video announcing their return to war after just three years of peace. Justifying conflict because they feel the government has not upheld their side of the deal it is unknown how many retired FARC soldiers will chose to rejoin the conflict after experiencing lives outside of guerrilla warfare. The peace treaty has not ended all conflict and other violent forces have profiteered in the recent peace period. It has, however, shown many the possibility of a life beyond constant conflict allowing guerrilla soldiers to return to their families and enjoy the most basic and important elements of human life such as sharing food together. Peace at the Table is more than just an exhibition, it seeks to turn the museum into an active forum of discussion and heightened
sensitivity to the web of motivations for and efforts against conflict. Over a period of three months the Museum of Contemporary Art symbolically becomes the table, at which all voices are invited to sit together to share their piece of this vast narrative helping to unravel the dense knot of Colombian history which is ultimately a global history. The artworks become the food, to be chewed on and digested becoming part of the audiences’ constitution. The works must be consumed and digested in order for the audience to share an internal culture and to see through each other’s eyes. Thus the entire show is a gastroperformance, a multi-sensory opera which holds space for ideas and opinions in a safe context. It is an invitation to find new ways of living through open communication beginning with the simple act of sharing food.
La Ăłpera de los Cerdos Simone Mattar & Food of war
Colectivo Food of War: Hernán Barros, Omar Castañeda, Quintina Valero, Simone Mattar, Zinaida Kubar, Carolina Muñoz.
Participación especial: Marina Abramovic, Raúl Marroquín.
Artistas invitados: Adriana Ramírez, Camillo Manrríque, Diana Velásquez, Esteban Peña, Germán Arubla, Ingrid Cuestas, Iván Cano, Jorge Luis Vaca, José Ismael Manco, Juan Cabello, Liana Correa, Luís Fernando Peñuela, Nina Dotti, Nick Drake, Rafael Gómez Barros, Rafael Piedrahíta, Sol Bailey-Barker, Red Comunitaria Trans de Bogotá, Tomás Espinosa, Marcos S. M. Felippe (músico).
Acuerdos de paz con las FARC, 2017 (sal). Del proyecto ImĂĄgenes que se desdibujan en el tiempo. Esteban PeĂąa Parga Video 4 minutos 18 segundos 2019
Para que la libertad con hambre Food of War Fotografia digital 100 x 70 cms 2018 -2019
Abulia German Arubla Impresiรณn con pigmentos naturales sobre papel Hanhemuhle digital art 60 x 60 cms 2015
Mancha Jorge Luis Vaca Serigrafia 215 x 275 mm 2019
Un pueblo en crisis Juan Cabello & Food of War Impresiรณn digital Dimensiones variables 2018
The onion Marina Abramovic Video 20’ 23’’ 1996
Tremendo Cambur I Nina Dotti FotografĂa 43 x 48 cm 2014
Nuevas especies Omar CastaĂąeda Escultura 25 x 15 x 15 cm 2019
COSMOGONIA ANCESTRAL - AMAZONAS Quintina Valero Fotografia digital impresa. 29 x 42 cms 2019
La รณpera de los Cerdos Simone Mattar & Food of war Gastroperformance variables 2019
Common Wealth Sol Bailey-Barker Escultura Variables 2017
Agradecimientos Laura Agustin - German Arrubla Deborah Barke - Patricia Barón r Felipe Barragán - Luis Fernando Barros Paula Bedoya - M. Amelia Bermejo Damian Cardona - Yolanda Carrasquilla Omar Castañeda - Álvaro Castro Manuel Castro - Roberto Castro Fernando Castro - Sonia Crespo Vilar Juliana Díaz Delgado - Carolina Ferro Maria Claudia Garces - Edward Gonzalez Gomez Luke Kelly - Krzysztof Lech H Lillegraven - Martina Mattar Carlos Mejia - Lucila M S Sciotti David Partridge - Diego Peña Sophía Porras - Fanny Ramirez German Ramirez - Nadia Santodomingo Simon Shipman - Cecilia Torres Sonia Toschi - Vitoria Toschi Tomas Veloz- Felipe Villar Stein
Diseño catálogo Laura Palma Robayo Oficina de Comunicaciones - Universidad de los Andes
Realización:
Apoya:
Universidad de los Andes | Vigilada MinEducación - Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964 - Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia