El noveno piso

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El noveno piso ESO 14 Curso 2016-2017


Prende una cerilla en una habitaciรณn apagada y deja que el fรณsforo propague la llama y te permita ver mรกs allรก de lo que te rodea.


1 Calló, calló desde un noveno piso, precipitándose al vacío. Se llamaba Daron, Daron Jones. No se sabe con certeza por qué: tenía una familia, una mujer y un hijo, llamado como él. Ni siquiera dejó una nota, por eso todavía hay gente que sostiene la posibilidad de que lo obligaron, de que lo mataron, o incluso, de que ni siquiera está muerto. Lo único que se sabe con certeza es que ese terrible suceso entristeció considerablemente la vida del pequeño Daron. *** -Daron, cariño, ¡vas a llegar tarde! - dijo Selene, la madre de Daron - ¿Me estás escuchando? preguntó Selene con tono de reproche -. -Mamá, para de hablarme como si fuera un niño, ya tengo dieciséis; además, me da igual llegar tarde o no. -Pues a mí no, así que ya te estás dando prisa. ¿Me oyes? -Vale, ya voy -. Daron bajó las escaleras rápidamente, cogió una tostada con mantequilla que había en un plato y salió de su casa; ya fuera miró su reloj, el que le había regalado su padre. ¡Las ocho menos cinco! Daron entraba al instituto a las ocho y calculaba que seguramente solo llegaría a esa hora si corría, así que pensó en lo furiosa que se iba a poner su madre cuando se enterara de que había llegado tarde, y sin pensarlo apenas, echó a correr. Cuando llegó al instituto (por los pelos) estaba agotado, así que entró en su clase y se sentó en su sitio. Ese día hacía ya diez años desde “el incidente”. Ese día, lo único que quería era sentarse y esperar a que el tiempo pasara lo más rápido posible y no tener que pensar demasiado. El profesor de Lengua entró en la clase, entonces Daron se dio cuenta de que ese no era su profesor de Lengua, sino que era otro, otro al que no había visto nunca por allí en todo el tiempo que llevaba él en ese instituto, pero, sin embargo, le resultó un rostro muy familiar, como un rostro que no había visto en mucho, mucho tiempo. - Hola a todos, mi nombre es Ignacio, y voy a ser vuestro profesor de Lengua durante un tiempo. José Luis, vuestro profesor habitual, se encuentra... indispuesto. A Daron le pareció un tanto raro el tono con el que había dicho la última palabra, pero ignoró su pensamiento. Al finalizar la clase, el profesor lo llamó. - Daron, quiero hablar contigo un momento, en privado, por favor. Daron se extrañó. ¿Por qué iba a querer el profesor nuevo hablar con él? El profesor lo guio hasta una sala parecida a un despacho. Sobre la mesa había periódicos del día de “el incidente”, fotos y un sobre cerrado. Daron se quedó mirando la mesa y recordó vagamente a su padre: cuando jugaban, cuando le leía un cuento antes de dormir o incluso a él hablando con su madre. Pero intentó alejar esos recuerdos de su mente. Hace ya bastante se había prometido que no recordaría más a su padre, porque eso le traía demasiada tristeza y nostalgia.


Entonces, el profesor observó que miraba a la mesa y se apresuró en quitar las cosas de ella. Carraspeó. - Verás, puede que tú no te acuerdes de mí, pero yo te recuerdo perfectamente, y llevo bastante tiempo queriendo decirte una cosa (hizo una pausa). Tu padre está vivo. 2 - ¿¡Qué!? ¿¡Cómo!? ¡No es posible, él está… está muerto! – dijo cada vez más apenado. - No, no está muerto, yo lo sé – reprochó. - Bueno, pues dime dónde está, Don Ignacio – dijo en tono chulesco. - No te lo puedo decir, niño – impuso. - ¿Y el sobre? – preguntó Daron de manera agresiva. - Son… sus trabajos. ¿Te acuerdas de su trabajo? - Mmmmmm… sí... - Venga, dime. ¿Lo sabes o no? - No, no lo sé, dímelo – exigió saber. - Tú no sabes que él es químico, y eso no es todo. Él estaba desarrollando un líquido que regeneraba partes perdidas, por ejemplo, que un manco volviese a tener mano. ¿Me sigues? - Sí, te sigo. - Y como comprenderás también, es un gran avance en ese campo. - ¿Y qué? – preguntó Daron. - Pues que un mafioso llamado Eduardo quería robar los trabajos de tu padre. Él y sus mafiosos entraron en su laboratorio y quisieron robar sus anotaciones, pero tu padre consiguió entregármelos a tiempo. Además, como tú ya sabes, se tiró de un noveno piso, pero tu padre es una caja de sorpresas y gracias a otra de sus investigaciones desarrolló un compuesto que hacía al ser humano muy flexible. Así, cuando calló no se hizo ni un rasguño, consiguió escapar y salvar sus cosas; tu padre es un gran hombre. Te llevaré con él. - ¿Cómo sabes tú todo eso? – dijo pensativo. - Tú no te acuerdas de mí, ya te lo dije, yo soy el mejor amigo de tu padre, él siempre me lo cuenta todo. - Vale, lo asimilaré – dijo Daron con un tono bastante peculiar. Daron se dirigió hacia una mesa de trabajo donde pudo observar una foto en la cual salía su padre. - Guaaa… - dijo asombrado -. Hace mucho tiempo que no veo una foto suya, ha cambiado mucho. - Jaja - se rio sutilmente -. Bueno, sin más dilación te llevaré con él, si tú quieres, claro.


Daron, obviamente, le dijo que sí. Ignacio le dijo que a la salida del instituto se fuese a la puerta de su piso. Ignacio abrió la puerta del despachito y disimuló como si solo hubiese hablado con un alumno de un tema cualquiera. A la hora de la salida se fue donde le había dicho Ignacio. Allí le estaba esperando él con un maletín que parecía rebosante de documentos importantes. - ¿No llegas muy puntual, eh, Daron? – dijo con tono sarcástico. - Ya, mi madre, que es una pesada llamándome a cada rato – reprochó. - ¡Ala! Echando culpas, jajaja – dijo en tono bromista. - Si tú lo dices… - dijo Daron casi riéndose. Empezaron a caminar con paso lento. Hablando, llegaron al coche de Ignacio; era un Seat Ibiza, el cual tenía ya sus años (estaba desgastado y la pintura se estaba cayendo). - Adelante, Daron – dijo Ignacio. Se montaron en el coche. Durante el camino hacia donde Ignacio se dirigía, Daron empezó a formularse preguntas en su mente: ¿por qué no se habrá puesto en contacto con nosotros antes? ¿Estará mi madre al tanto de esto y ella me lo habrá estado escondiendo? - ¿Te pasa algo Daron? – preguntó Ignacio. - No, nada - contestó Daron. El chico iba observando el camino hacia el que se dirigían y algo llamó su atención. Habían salido de la ciudad y se dirigían hacia un polígono de las afueras. Ignacio paró el coche en la puerta de lo que parecía haber sido un antiguo matadero. Daron miró extrañado a Ignacio y preguntó: - ¿Ahí está mi padre? Ignacio contestó: - Pasa, tu padre nos espera dentro. Daron empezó a sentir miedo. Había algo en el profesor Ignacio que empezaba a no gustarle. Dentro se encontró con otro hombre que no era su padre, pero lo que le hizo sospechar fue que escuchó a Ignacio decir por teléfono el nombre de Eduardo… Daron, algo desconfiado, pero aferrándose a la posibilidad de volver a ver a su padre, se adentró en aquel edificio medio en ruinas sin apartar la vista del desconocido, que lo miraba fijamente y con curiosidad. Volvió la vista a un lado y a otro, pero únicamente se percibía una enorme sala iluminada por la escasa luz que lograba penetrar a través de uno de los ventanales en que se acumulaba la mugre. - ¿Dónde… dónde está mi padre? – preguntó el muchacho. - Todo a su tiempo, Daron – le respondió el misterioso profesor. – Antes quiero presentarte a una persona. Mientras decía esto, Ignacio señalaba al otro hombre. Este le estrechó la mano, pero aquel contacto no le resultó desagradable, fue incluso cálido. Una sonrisa se dibujó en el rostro de aquella persona. - Sé que tienes muchas dudas, chaval, pero… las cosas se resolverán pronto – le dijo aquel hombre mirándole fijamente a los ojos.


- Sí – continuó Ignacio. – Ya llegó el momento. Después de diez largos años, es la hora de que sepas la verdad. - ¿Qué verdad? – preguntó casi asustado. - Eh… tu… tu padre – dijo el desconocido, algo azorado, mientras sonreía y se frotaba la nuca con la mano – esto… tu padre desarrolló más de lo que sabes. Descubrió algo más. Daron miró al profesor y a su acompañante; los dos sonreían con afecto. 3 - Pronto te contaré qué es lo que él descubrió y podrás verle en persona. Daron no entendía nada, no sabía si su padre estaría vivo o muerto. Tenía muchas ganas de verlo, pero la posibilidad de que no viviera le daba mucho miedo. Ignacio condujo a Daron a una habitación más pequeña y oscura que la anterior. Entre las sombras vio una figura de aspecto monstruoso y deformado. Estaba enjaulada. Un escalofrío recorrió su cuerpo. - ¿Es ese? ¿Es ese mi padre? – preguntó aterrorizado. - Sí, para tu desgracia - contestó Ignacio, en tono malicioso. Una horrible sensación recorrió el cuerpo de Daron al escuchar estas palabras. - ¿Quién eres? - ¿No está claro? Soy Eduardo, el mafioso del que te hablé antes. - ¿Qué…? ¿Qué le has hecho? – preguntó Daron, lleno de rabia. Tenía ganas de propinarle un puñetazo al falso profesor. - Su último descubrimiento necesitaba algunos ‘retoques’ para que me fuera útil, por decirlo de algún modo. Tras ‘retocarlo’, necesitábamos probarlo. Él se convirtió en nuestra ‘rata de laboratorio’ – remarcó la palabra rata, claramente a modo de ofensa –. El niño estaba perplejo ante la terrible historia que le contaba Ignacio. - Pero… ¿Cuál fue su último invento? - Hace diez años creó una fórmula química capaz de cumplir los sueños de los corazones bondadosos. Aunque era una buena idea, la verdad es que nadie poderoso la apoyó, todos están corrompidos. Un día, Bush, por aquel entonces Presidente de los Estados Unidos, y por lo tanto, hombre más importante del mundo, me encargó que robara su invento y que lo convirtiera en algo de provecho para él. Daron sentía ganas de acercarse a esa sombra en la que se había convertido su padre, pero estaba paralizado por el miedo que la historia de Ignacio le producía. - Estúpido imbécil de tu padre. No era más que un maldito comunista. - No hables así de mi padre, cabrón. - Calla esa boca o no sabrás el final, y te suspenderé en Lengua. - Deja los chistecitos para luego y sigue contando. - De acuerdo. Modificamos el invento para que pudiera cumplir los sueños de aquellos


corrompidos. Teníamos secuestrado a tu padre, pero, no sé cómo, consiguió escaparse con el invento. Sin embargo, Daron, no todo se acaba aquí, todavía falta el gran final… - Termina – dijo Daron impaciente. - Tras huir con el invento, lo reparó de nuevo y pidió un deseo. - ¿Qué clase de deseo? - Pidió cambiar su aspecto radicalmente, convertirse exteriormente en otra persona. - ¿Para qué? - Para protegeros y asegurarse de que no os pasara nada sin que nadie se diera cuenta de su presencia. Decidió hacerse pasar por un profesor… José Luis es tu padre, Daron. El niño se quedó sin respiración, atónito por lo que acababa de escuchar. Se le erizaron los cabellos. - Intentó por todos los medios que yo no lo encontrara, pero, casi diez años después, conseguí seguir su pista y llegar hasta él. El sábado lo capturamos, le arrebatamos el compuesto y volvimos a hacerle unas modificaciones. Anoche, cuando por fin todo estuvo listo, para comprobar que todo había funcionado bien, y de paso hacer sufrir a tu padre un poco y, además, conseguir algo provechoso, deseé convertirlo en un arma de destrucción, y mi sueño se hizo realidad. Tu padre es el nuevo King Kong. Daron saltó rápidamente al cuello del mafioso y le dio un golpe en la mejilla. Eduardo se lo devolvió con tal fuerza que el joven quedó tumbado en el suelo. - ¿Sabes? No sé por qué nunca destruyó el líquido. Tal vez tuvo esperanza de poder crear con él un mundo mejor. Menudo imbécil. El hombre hablaba dando vueltas alrededor del chico, mirándolo fijamente a los ojos, exhibiendo una mirada con la que alardeaba claramente de su superioridad frente al joven. - ¿Por qué me has traído hasta aquí? – preguntó Daron, ya incorporado, con la cara manchada de sangre y los ojos llenos de furia. - Eso no te interesa. Solo puedo decirte que no te necesito vivo. De hecho, ya sabes demasiado. Pulsó un botón y la jaula que encerraba al padre de Daron se abrió. 4 - ¿Dónde demonios estará este imbécil? – dijo la madre en el portal de su piso –. No me ha respondido a ninguna de mis llamadas. Joder, y encima son las 11 de la noche… Debería llamar a la policía. La madre empezó a teclear el número de la policía, pero estaba tan nerviosa que se le cayó cuatro veces el teléfono. Después de unos minutos, la policía respondió. - Buenas noches, somos el departamento de llamadas de emergencia de la Policía Nacional. ¿En qué puedo ayudarle? - Bueno, he llamado por la desaparición de una persona – respondió la madre a punto de tener un infarto –.


- Dígame cómo es esa persona – respondió el locutor con una voz fría y profunda. - Bueno, pues es rechonchito, alto, de pelo castaño oscuro, tiene los ojos azules y no lleva gafas. - ¿Dónde vive usted? - Vivo en Santander. - Vale, ahora dígame su código postal y calle. - Código Postal, 39005, Gran Casino Sardinero. - Dígame su portal y piso. - Portal 43, piso 9º D. - Perfecto, ahora avisaremos al departamento de Policía de Santander para que manden a unos agentes a su casa. Le harán algunas preguntas más por si acaso. - Muchas gracias… El teléfono de la madre, con la tapa trasera rota por las caídas, sonó de nuevo. - ¿Sí? – respondió la madre tartamudeando. -… - ¿Quién es? - ¡Buenas noches, somos de Vodafone, la hemos llamado para realizarle una oferta; solo tiene que responder para entrar en un sorteo...! - Me cago en tu familia; no llames a estas horas – respondió Selene malhumorada. El teléfono sonó de nuevo. - ¡Que no llames más! – respondió gritando. -… - ¿Diga? -… - Oye, responde. - Buenas noches… - ¿Quién es? - Mire, no le importa quién sea; solo le digo que sé dónde está su hijo Daron – manifestó fríamente. La madre se desplomó al suelo. 5 Hace 27 años.


Eran las ocho de la mañana; sus clases empezaban a las ocho y cuarto. Daron estaba esperando a Selene y ella no bajaba. Él la llamó y seguía sin aparecer. Al ver que ella no bajaba, decidió ir a la universidad. Al llegar a clase, vio a Selene hablando con un chico. Era nuevo en el centro. Daron no tenía ni idea de quién era, pero ella parecía que lo conocía. - Hola, Selene, ¿por qué no me has esperado? – preguntó Daron –. - Hola, Daron, no te he esperado porque me había llamado mi amigo. Daron se extrañó. ¿Por qué iba Selene a irse con un chico que había llegado nuevo a la Universidad? Selene se fue a buscarlo y lo acercó a Daron. - Encantado, me llamo Eduardo – dijo el chico –. - Encantado, yo me llamo Daron. La clase empezó y Daron no estaba centrado, no podía explicarse cómo Selene se pudo haber ido con ese chico, el nuevo de la clase. Al finalizar, se dirigió a Selene y le preguntó: - ¿De qué conoces a ese chico, Selene? - ¿A Eduardo? Lo conozco desde pequeña. Estudió conmigo primaria y al entrar al instituto nos separamos. ¿Sabes qué? - ¿Qué? – dijo Daron con pocas ganas –. - Eduardo no me lo dijo, pero yo sabía que él estaba enamorado de mí. - ¿Y tú de él? – dijo Daron preocupado –. - Antes sí, pero ahora no. Daron se quedó mucho más tranquilo, y de camino a sus casas, él se paró, la miró y le dijo: - Selene, ¿tú estás enamorada? - Yo, sí. ¿Y tú? Daron la miró fijamente y le contestó: - Estoy enamorado de ti. 6 De repente, se miran y se besan apasionadamente, pero desde una ventana del edificio de enfrente Eduardo contempla la escena y observa a Daron fijamente y con mucha rabia, ya que este se estaba quedando con el amor de su vida. Desde ese momento empezó con un plan para vengarse de Daron. Al día siguiente, Daron inicia el proyecto de sus sueños. Quería conseguir la fórmula química capaz de cumplir los sueños de los corazones bondadosos. Estaba muy alegre porque avanzaba rápidamente, sin embargo, en un movimiento inesperado se tropezó con una parte del experimento y lo destruyó. Todo su trabajo se había destrozado, tenía que volver a empezar de nuevo. Volvió a intentarlo y olvidó unos parámetros de sus cálculos en las hojas que tiró en la papelera cuando limpió dichos destrozos. Muy desilusionado, se sentía fracasado, pero, de repente, Selene apareció en su


laboratorio y descubrió toda su investigación. Sin embargo, como Daron no le explicaba nada, ella asumía que no debía comentar nada sobre su proyecto. Ella lo vio muy decepcionado e intentó que se despejara un poco y le invitó a salir y pasear el resto de la tarde; así, cuando regresara podría retomar su investigación con la mente más tranquila. Entonces, los dos se fueron a un parque cercano y se divirtieron apreciando la naturaleza, tomando fotos de animales, tomando algo sobre el césped... y regresaron. Eduardo parecía espiarles en todo momento porque los celos le mantenían concentrado en Daron, así que intentó descubrir de qué se trataba el secreto que mantenía en su laboratorio. Daron, ignorante de todas las artimañas que intentaba Eduardo para frustrar su proyecto, no entendía por qué su experimento no avanzaba. Resultaba que Eduardo entraba al laboratorio cuando Daron no estaba y le saboteaba cada paso de su proyecto, arruinando su trabajo. Pero, Eduardo, no contento únicamente con fastidiar su proyecto, movido por su ira, necesitaba hacerle aún más daño, así que decidió planear un accidente. Organizó una trampa para arrojarlo a las vías del metro justo en el momento en que este pasara. No obstante, Eduardo tuvo la mala fortuna de confundirse en ese momento con el hermano gemelo de Daron, de manera que este inocente muchacho sufrió un grave accidente que hizo que lo tuvieran que llevar rápidamente al hospital más cercano. Tenía heridas graves de las que no se recuperaría pronto y tendría que usar muletas y llevar escayola por un largo tiempo. Durante la recuperación, Daron dedicó mucho tiempo a ayudar a su hermano en las actividades diarias, en los ejercicios que el médico le recomendaba. Esto le distrajo de avanzar en su reciente proyecto. Además, Selene ahora compartía más tiempo con Daron porque le acompañaba en todas las actividades en las que ayudaba a su hermano. 7 Todas las mañanas que Selene acudía al hospital para ayudar a Daron en la rehabilitación de su hermano se acordaba de aquel fatídico día... Lo que Eduardo no sabía al haber tirado a “Daron” era que Selene los observaba desde el otro lado de la parada. Iba a visitar a Daron. Pero confundió a este con su hermano Daniel. Al contemplar la escena, Selene fue a ayudar a “su amado”. Logró ayudarlo. Pero, por desgracia, acabó malherido. Al sacar a Daniel del peligro, buscó a Eduardo con la mirada, pero no lo encontró. Sin embargo, no había tiempo para preocuparse por ese tipo de cosas. Había que actuar rápido. Afortunadamente, una de las personas que estaba viendo lo sucedido llamó rápidamente a una ambulancia. Ella, aún dolida por lo ocurrido, acompañó a Daniel de camino al hospital. Durante el trayecto, Selene estuvo hablando con la persona que ella consideraba como Daron, el cual yacía inconsciente. Le contó cosas sobre su pasado... sobre Eduardo... le dijo que su relación con él había terminado por completo. Que se había cansado de darle más oportunidades. Y finalmente... le besó. Al llegar al hospital, ella decidió quedarse con él. Al menos, hasta que se despertara. Selene, poco a poco, se fue quedando dormida. Y comenzó a soñar... En ese sueño estaba Daron. Pero no exactamente el Daron que conocía; parecía... mayor. Estaban en una playa, de aguas cristalinas y arena fina. Se sentía feliz. No tenía una razón en concreto. De repente, una nueva persona irrumpió en la escena corriendo hacia ellos. Al acercarse


más, pudo comprobar que era un niño quien estaba allí. Daron, le llamó con su propio nombre. No sabía exactamente cómo, pero ese niño, aparentemente llamado Daron, le resultaba muy familiar. El niño comenzó a jugar en la arena, y Daron se dirigió hacia ella. Sin embargo, cuando esta fue a abrazarle, se dio cuenta de que no era a ella a quien buscaba. Daron pasó a través de ella. Selene, asustada, miró hacia atrás. Daron estaba abrazando a una mujer. Inmediatamente, la reconoció. Era una de las compañeras de clase de Daron. De repente, despertó. Daniel se despertó al oír a Selene. Al incorporarse y verla allí, se asustó, e incontables preguntas le vinieron a la mente. ¿Por qué había una mujer a la que ni siquiera conocía en su habitación? ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Selene se acercó a Daniel intentando comprender por qué se había asustado tanto y procurando quitarse de la cabeza aquel mal sueño que acababa de tener. Daniel, aún más asustado por la distancia de aquella mujer, gritó pidiendo ayuda a alguna enfermera o a cualquier persona que pudiera aclararle lo que pasaba. Una enfermera acudió rápidamente en su ayuda. Mientras tanto, Daniel gritaba intentando echar a Selene. Ella pensaba que se había dado un golpe en la cabeza y que tardaría un rato en reconocerla, pero no tenía intención de marcharse. Daniel le dijo a la enfermera que no conocía de nada a Selene, y que se había colado en su habitación. -Cálmate, por favor. ¿Cuál es tu nombre? - Daniel Jones - contestó –. Selene se quedó de piedra y comenzó a recordar vagamente que Daron, en alguna ocasión, había mencionado a un hermano gemelo. Daniel. 8 Daron retrocedió unos pasos y acabó contra la pared. La bestia gruñó mientras sus ojos brillantes lo observaban fijamente. - Llegó tu fin, Daron, y luego caerá tu padre – dijo Ignacio, sombrío, como persona corrompida por los puros celos que su rival le causaba. Mientras tanto, Selene se acababa de despertar y se sentía confundida por las siniestras palabras que rondaban en su cabeza: “sé dónde está su hijo Daron”. Estaba en el hospital, debido a que los vecinos la habían encontrado inconsciente en el salón de su casa. Entró una enfermera. - ¿Se encuentra ya mejor, señora Jones? - Sí, algo confundida – respondió extrañada. - Bueno, ¿tiene a alguien al que llamar en estos casos? - Sí, mi hijo Daron - dijo un poco más tranquila - ¿Cómo he llegado hasta aquí? - Señora, yo solo soy una enfermera, no lo sé, solo me asignaron cuidar de usted y así hice – dijo mientras recogía algunas sábanas sucias que había tiradas al lado de su cama. - Ah… comprendo… - Pero sé de la persona que la trajo aquí – hizo una pausa –. Puede preguntarle al General Parsall.


- De acuerdo, ¿cuando me darán el alta? – dijo incorporándose de la cama. - Hoy, señora, solo fue un desmayo y se desconoce la causa. Sería únicamente una bajada de azúcar o de tensión. ¡Señora Jones, está usted fresca como una lechuga! - En ese caso, no hace falta que llame a mi hijo, gracias por la información. - De nada, señora. Durante la mañana Selene estuvo viendo la tele y cuestionándose si la llamada no era más que una broma de los amigos de Daron o si de verdad tendría que preocuparse. Fuera lo que fuese, dejó de pensar en ello y simplemente esperó a la tarde para comprobar si era así. Efectivamente, la madre tuvo que asumir la desaparición de su hijo; casi a punto de desmayarse nuevamente, se tranquilizó y llamó al número que la amable enfermera le había proporcionado. Tecleó de forma nerviosa y con sus dedos ágiles el número 654 768... y sonó el tono. - ¿Sí? – respondió el general. - Disculpe, señor Parsall… – dijo con la voz temblorosa mientras asumía la fatídica idea. - ¿Cómo sabe usted mi nombre, señora? – preguntó de manera agresiva. - Perdone, me salté las presentaciones. Soy Selene Jones, madre de Daron Jones; estoy buscándolo, desapareció ayer. No supe nada más de él, solo… - Señora, relájese y hable más lento, por favor. - ¡Sólo sé que es un secuestro! – chilló rompiendo a llorar. - Señora Jones, cálmese y cuénteme todo de forma tranquila – exclamó en tono de calma. - Vale, ayer por la mañana se fue al colegio, no volvió a su hora y pensé que solo había sido un acto de rebeldía por su parte. Ya sabe que los dieciséis son años difíciles… pero pasadas las once de la noche, recibí una llamada… era el secuestrador, aunque reconozco que me sonaba bastante peculiar su voz, como si ya la hubiese escuchado antes. Dijo que tenía a mi hijo y a partir de ahí… me desmayé – concluyó desahogándose. - ¡Ah! Usted es la señora que encontraron inconsciente en su casa – afirmó. - Sí, pero no es momento de hablar de si me quedé en el váter o en el sofá del salón mientras mi hijo está secuestrado. Por favor, general, ¿puede venir aquí a buscarlo? - Sí, llamaré a los expertos, que rastrearán la llamada que hizo el secuestrador e iremos a por él; tranquila, está en buenas manos – dijo triunfal. - Gracias – continuó algo más serena. Veinte minutos más tarde, llegó el coche patrulla con el general Parsall y otro hombre más bajo. Se llamaba Bobby y, aunque pequeño, era corpulento y aparentaba ser fuerte, al contrario que el general, que era un hombre alto y espigado, flaco, con barba de tres días y con una gorra que aparentaba haber pasado más de una misioncita. Los dos hombres invitaron a Selene a pasar al coche. Tardaron un tiempo en llegar al lugar en que se encontraba su hijo, aunque a Selene se le había hecho eterna la espera.


9 Daron se había quedado acorralado en una esquina, sin ninguna escapatoria. El monstruo lo miraba fijamente. Su mirada era realmente horrorosa, escalofriante. Eduardo miraba la escena con una sonrisa canina. De pronto, el joven dio un firme paso al frente, quedándose a solo un metro de la criatura. La miró de frente. Estaba seguro de que, en algún lugar, dentro de aquel escalofriante ser, permanecía el alma cálida de su padre. Estaba seguro de que una mirada sincera podría vencer hasta al monstruo más fiero. A continuación, un estruendo inundó la sala. Selene entró junto a los policías, que acababan de tirar la puerta abajo. Daron no se giró, pero a través del rabillo del ojo veía cómo los hombres de Eduardo desenfundaban sus pistolas. El primer tiro alcanzó a uno de los agentes. El segundo, a un mafioso. El inevitable tiroteo había comenzado y el caos empezaba a imperar alrededor de Daron hijo y Daron padre. De pronto, y casi por casualidad, los ojos del general se centraron por primera vez en la bestia, de cuya presencia no se había percatado aún. Emitió un alarido e, instintivamente, apretó el gatillo. Sin embargo, la bala se cruzó en su trayectoria con un blanco indeseado. Selene. En cuanto había visto la reacción del general al ver a la bestia, había previsto sus movimientos, y se había abalanzado hacia el cañón del revólver para salvar a su marido. “No”. Eso era lo que había dicho al sentir la bala impactar contra su pecho. Acto seguido, había caído, herida en el hombro, contra las baldosas del suelo de la nave. Daron, al oír el quejido de su madre, no había podido evitar girarse para saber qué estaba pasando. Ese momento fue suficiente para que el que había sido su padre se abalanzara sobre él, envolviéndolo en un extraño manto de ceniza negra. Unos segundos más tarde, dos figuras monstruosas emergieron: Daron padre y Daron hijo, ambos ahora con el mismo aterrador aspecto. Desde el suelo, Selene se retorcía de dolor mientras veía cómo las dos personas que más amaba en el mundo se habían convertido en aquellas criaturas cadavéricas que tenía ante sus ojos. Por primera vez, la luz del amanecer se filtraba por la puerta, permitiéndole ver con claridad el aspecto de los monstruos. Eran dos seres altos, tanto que en aquella nave tenían que agacharse para no chocar contra las vigas del techo. Sus pies se habían convertido en garras negras, rodeadas de venas rojas que derramaban algo de sangre. Las piernas estaban cubiertas de fibrosas tiras grises que subían y se introducían en el interior del cuerpo a través del cuello. Los troncos de ambos seres eran estrechos, y estaban cubiertos de espinas, ardientes como leña al rojo vivo. Apenas pudo aguantar la visión de sus rostros, aún peores. Contaban con dos bocas babosas cada uno, una sobre la otra, repletas de dientes grises y afilados. Encima, la nariz no era más que de hueso y cartílago, sin piel que la recubriese. Las mejillas estaban azuladas, y recubiertas de una extraña pasta gelatinosa que descendía desde la cabeza desnuda. Los ojos eran enormes, mucho más grandes que la cabeza de un humano, y carentes de iris. Solo contaban con unas gigantescas pupilas que ocupaban casi todo el espacio… Veinte años después, en el manicomio de San Juan de Dios, Málaga.


Selene recordaba con lágrimas en los ojos el último día en que había visto a su hijo. Recordaba cómo los médicos que la habían encontrado en la puerta del hospital, sola, tras oír lo que le había ocurrido, y sin tener a nadie que pudiera constatar aquello, acabaron tomándola por loca, y acabaron encerrándola en aquel lúgubre edificio. Se esforzó en buscar al general Parsall, que le había dejado en la puerta del hospital, para que contara la verdad, pero había huido. Nadie creyó aquello tan horroroso que había vivido, aquello… - Selene, ¿qué tal se encuentra hoy? – le preguntó Elena, su enfermera. - No muy bien. Me siento mal, este dolor de cabeza me está matando. - Bueno, entonces no sé si querrá que deje pasar al hombre que ha venido a verle… - ¿Una visita? - Sí, es un hombre uniformado… - Dile que pase. La enfermera se fue de la habitación, y en apenas cinco segundos volvió acompañada de un hombre de facciones cansadas y de unos cincuenta años. Una vez estuvieron a solas, Selene dijo, titubeando: - Señor… Parsall. - Señora Jones, seré breve. Llevo muchos años protegiendo a su hijo y su marido. - ¿Qué? ¿Usted? Creí… que me había abandonado. - Lo que he venido a decirle es que he conseguido encontrar una cura para ellos… - ¿Qué? ¿En serio? - Sí. Sin embargo, Selene, el precio a pagar es alto. - Lo pagaré… haré cualquier cosa. ¿Dígame, qué debo hacer? - Selene, escuche atentamente. Hace años, su marido creó una fórmula capaz de satisfacer los sueños de los corazones bondadosos. Como sabe, el mafioso Eduardo ‘El Sucio’ la robó y, tras modificarla, la utilizó contra el propio Daron… - Sí, lo sé… - Bien, el caso es que mis científicos han conseguido rescatar la fórmula original. - Y con ella… ¿podría lograr que mi marido y mi hijo volvieran? - Sí. - ¿Y qué precio a pagar tiene eso? - Selene, pidiendo ese deseo se lucha contra otro deseo hecho con una pócima de mismo poder, la de Eduardo. Por ello, hace falta acompañar la petición de algo para que tenga más peso que la de ‘El Sucio’. Hay que acompañarla… del propio corazón bondadoso de quien desea. - De… de acuerdo. Si… si ese es el precio de mi familia, no dudaré… no dudaré en pagarlo. - ¿Está segura de querer hacerlo? - Sí. Dígame, ¿cómo debo liberarme de mi alma? - Muriendo en el instante en que beba la fórmula. No deberá hacer nada. Ya nos hemos encargado, hemos añadido cianuro a la pócima. Morirá en el instante.


Ambos habían comenzado a liberar lágrimas en los ojos. Parsall sacó un botecito y se lo entregó a Selene. - Es esto, ¿verdad? – preguntó ella. Parsall afirmó. - Vale, de acuerdo. Pero antes déjeme escribir algo para mi hijo, por favor. Entrégueselo usted mismo. Parsall asintió. Selene escribió durante un rato. Cuando terminó, entregó la carta al general. - Adiós – fue lo último que dijo. Parsall creyó verla sonreír. Al mismo tiempo que Selene exhalaba por última vez, comenzó a leer el mensaje: 10 Querido Daron: Como sabrás, he dejado de vivir. Es irónica la razón de mi muerte: fue para salvarte a ti y a tu padre; así es, para salvaros. Si no os pudiera ver más, no tendría razones para vivir y me moriría de todas maneras, así que decidí sacrificarme por vosotros. Te prometo cuidarte y amarte toda la vida; siempre estaré a tu lado, y esa es una promesa que nunca romperé. Lo prometí, lo cumplí, siempre estuve a tu lado, aun cuando me tratabas de alejar, nunca quise faltar, necesitaba estar ahí contigo para siempre, verte y sentirme bien por apoyarte... me gustaba verte, admirarte, sonreír cuando tú lo hacías; verte feliz para mí era lo mejor del mundo; cuando estabas triste, se me destrozaba el alma; odiaba verte llorar. No me importaban los desprecios que me hacías, yo siempre te he querido y te querré como a nadie. Espero que me recuerdes aunque sea como un estorbo… Siempre en tu corazón, Selene. *** El general, acabando de leer la carta, derramó un último par de lágrimas y dejó un hermoso ramo de rosas en su pecho. Mientras se iba, todavía podía ver la sonrisa de Selene desvaneciéndose poco a poco. Nada más salir del manicomio, vio que era muy tarde, así que se fue a dormir sin comer nada. Parshall no podía dormir; parecía que tenía ansiedad, y cuando lograba dormirse, le atormentaban pesadillas, despertándolo de nuevo. Todas ellas tenían una figura que Parshall no sabía si recordaba de manera onírica: un contorno de mujer con algo que parecía un tallo de rosas espinoso en la mano. Aún medio dormido recordó lo de la noche anterior. Eran las 4:20 de la mañana, así que decidió tomarse un Paracetamol para relajarse y dar una vuelta con el coche. Todo estaba oscuro, solo había unos coches que Parshall supuso que tenían que


ir a trabajar temprano. El general, nada más tomarse su café de la gasolinera, se fue al centro psiquiátrico, que estaba abierto, para ver qué habían hecho con el cuerpo. -Hola, buenas. Soy el general Parshall, de la Brigada de Fuerzas Especiales 5. 0. ¿Sigue por aquí el cuerpo de Selene Jones? -Sí, al fondo. Habitación 42 - dijo la enfermera sin ánimo alguno. Al llegar, el cuerpo estaba tapado por una manta y tenía una etiqueta de identificación en la mano: Nombre: Selene Jones; Edad: 63; Autopsia: posible intoxicación por una sustancia muy peligrosa y rica en materiales pesados. La carta seguía en la mesa; decidió cogerla para dársela a Daron. Tenía que apresurarse si no quería que el grupo de mafiosos intercediese en la operación que estaban llevando a cabo, así que cogió rápidamente el cuerpo inerte de Selene y esperó a encontrar un momento en el que salir con él. Parshall, con una velocidad poco común de una persona de su edad, corrió hasta llegar a su coche. Se iba saltando todos los límites de velocidad y semáforos hasta llegar al zulo secreto en el que el Cuerpo de Seguridad mantenía recluidos a padre e hijo. Sin embargo, algo extraño parecía haber sucedido: no se había ido encontrando los resortes de seguridad dispuestos hasta llegar al escondite. Escuchó dos personas hablando tranquilamente; una voz le sonaba familiar, era la de Eduardo. -¿Qué hacemos con estas dos ratas: ¿las matamos o qué? -No los mates aún, creo que nos pueden servir de algo - dijo Eduardo. Ellos seguían hablando, pero Parshall, sin dudar en lo que harían ellos dos, abrió la puerta trasera de una patada y sacó su pistola. -¡Al suelo los dos! – dijo Parshall contundente con su pistola apuntándoles. - Mira a quién tenemos aquí, un viejo amigo… una pena que solo seas uno, ¿verdad? - ¡No tengo miedo a ninguno de vosotros, imbéciles! - ¿Ah, no? Pues mira, aquí tengo un juguete para matar a ratas como tú. Eduardo, sin prisas, sacó un kalashnikov, el cual recargó torpemente. El general no se atrevía a disparar. - ¡Pero qué haces bestia, eso en España no lo usan ni los militares! - Pero ni soy un militar ni una bestia – dijo Eduardo soltando una sonrisa. El mafioso alzó el arma apuntando a la cabeza del general y quitó el seguro, pero un destello de la puerta principal aturdió a Eduardo y a su compañero; era una flashbang. Entonces un grupo de agentes sacó sus M4A4 acompañados de un helicóptero militar, el cual le daba apoyo aéreo. - ¡Manos donde yo pueda verlas! - Esa voz… me recuerda a la de Bobby… Eduardo empezó a disparar sin escrúpulos y le dio en el pecho a Bobby, aunque lo protegió el chaleco reforzado. Eduardo, al gastar las treinta y dos balas de su arma, y su compañero, que se hacía el muerto, fueron rodeados. - ¡Vamos, hacedlo, matadme ya! - No lo vamos a hacer nosotros.


*** Eduardo fue esposado y llevado a comisaría. Parshall cogió los cuerpos dormidos de Daron padre e hijo y los introdujo en su coche para llevarlos a su domicilio, acompañado de Bobby. Aquel acomodó los cuerpos y descansó. Necesitaba tiempo para iniciar el proceso. Tres horas después. - Pfff, madre mía, qué dolor de cabeza… Espera un momento, ¿dónde estoy? Mamá, ¿dónde estás? El general Parshall le dio la carta a Daron. - Fue ella quien os va a salvar. Léela, por favor. Daron, horrorizado por lo que creía que pasaba, abrió la carta. 11

Daron terminó de leer la carta de su madre mientras le caían dos lágrimas por cada mejilla. Su padre también la leyó e hizo lo mismo que el hijo, llorar. El general Parshall les explicó por qué tuvo que sacrificar a Selene. Daron y su padre volvieron a su casa. Acababan de empezar las vacaciones de verano y no tenían nada que hacer. Unos días después, Daron recordó unas investigaciones que hizo él sobre la resurrección. Llevaba varios años investigando pero como no le salía nada, dejó la investigación. Avisó a su hijo y los dos fueron a su laboratorio. El laboratorio estaba lleno de polvo, telarañas y se escucharon varios sonidos que procedían de unas ratas. Empezaron a limpiar para poder trabajar en condiciones. Dos horas después, lo tenían ya todo limpio y comenzaron a buscar los archivos de la investigación. Daron se agachó a mirar en un pequeño armarito. El armario estaba cerrado con llave. Cuando limpiaron, se habían encontrado un llavero que podía tener cuarenta y cinco llaves más o menos. Empezaron a probar cada una y ninguna de esas cuarenta y cinco abrió el armario. Como no podían hacer otra cosa, abrieron el armario a patadas. En él había varios archivadores. Uno de ellos tenía escrito por el lateral: ¨La resurrección¨ por Daron Jones y Selene Jones. Abrió el archivador y todo el polvo que tenía en la primera página le entró por la boca. A Daron le dio una tos muy molesta y no paró de toser en un buen rato. Lo que ponía en el archivador resumidamente era esto: Para que una persona pudiera volver a la vida, había que volver a activarle el corazón, y para ello, tenía que entrar en el cuerpo una gran cantidad de energía, tenía que caerle un rayo al cuerpo. El cuerpo lo tenía Parshall. Entonces fueron al cuartel donde estaba él para pedírselo. - Parshall – dijo Daron.


- ¿Qué quieres, Daron? - dijo con pocas ganas de hacer algo. - Mi hijo y yo hemos estado mirando una antigua investigación que hicimos Selene y yo hace unos años. La investigación trataba de la resurrección. Para poder revivir a Selene nos hace falta su cuerpo. - Pues…el cuerpo lo hemos enterrado. Está enterrado en el cementerio municipal. - No hay ninguna manera de sacarlo, ¿verdad? - Una manera sí que hay, pero no es muy legal. Os puedo acompañar a sacar el cuerpo de la tumba. Daron miró a Parshall y asintió. Eran las dos de la madrugada y en la calle solo había las personas que trabajan por la noche y los jóvenes que estaban de botellón. Daron y Parshall saltaron el muro del cementerio con unas palas para sacar a Selene y un martillo para romper la puerta del cementerio y salir con el ataúd. Empezaron a cavar y no lo encontraban. Cavaron unos metros más, y allí estaba. Sacaron el ataúd a pulso y lo metieron en la furgoneta. Parshall llevó a Daron hasta su laboratorio, sacaron el cuerpo de la caja y lo metieron en un congelador para que no se descompusiera. Ahora solo les hacía falta un lugar donde llevar al cuerpo para que le cayese el rayo y un día de tormenta, una cosa que era muy extraña en julio. Así que a lo mejor quedaba una larga espera para que Selene pudiera volver a la vida. Daron también tenía que tener en cuenta que el cuerpo no aguantaría demasiado en el congelador, así que más le valía que hubiera una tormenta pronto.

12 Desgraciadamente no hubo ninguna tormenta, se llevaron el cuerpo al laboratorio de Daron y de repente le surgió la idea de irse a Brasil porque según sus investigaciones ese mismo fin de semana caería una gran tormenta. Parsall decidió acompañarles. Un tío de Selene, David, que era agente de investigaciones criminalísticas, se enteró de que Selene estaba muerta y que estaban tratando de resucitarla. Decidió ayudarles, así que les acompañó. Al fin y al cabo Selene era su sobrina favorita. Fueron al aeropuerto- El cuerpo de Selene lo llevaban en un frigorífico automático que inventó Daron para transportarlo, sin que se descompusiera. Todo el mundo se preguntaba por qué llevaban un frigorífico al aeropuerto, era muy sospechoso. Durante el vuelo Daron y David seguían investigando, Daron hijo leía libros y escuchaba música, y Parsall se quedó dormido durante todo el vuelo. Al fin habían llegado a Brasil, pero cuando salieron del aeropuerto… - ¡Oh, no, se me ha olvidado mi chaqueta! - dijo Parsall alterado. - Bueno, búscala, pero date prisa. Nosotros nos quedaremos aquí esperándote -dijo Daron. - Entendido. Parsall fue a buscar la chaqueta, pero al girar vio a Eduardo, que se había escapado de la cárcel, y que gracias a su compañero logró enterarse de los planes de Daron. Parsall pensó en contárselo a Daron, pero no quería estresarle más.


Regresó a donde estaba Daron y se montaron en el autobús para dirigirse a un hotel a descansar. Ya en el hotel, reservaron una habitación. Parsall, Daron hijo y David se quedaron descansando, mientras que Daron hacía unos cálculos más y comprobaba que el cuerpo de Selene seguía refrigerado. Estaba muy nervioso. Al día siguiente, cuando llegaron al sitio idóneo, se pusieron de acuerdo y empezaron a trabajar: pusieron a Selene sobre una camilla, le cayó el rayo y al fin resucitó. La tormenta fue todo un éxito, valía la pena irse tan lejos para recuperar a alguien tan valioso. Daron hijo estaba tan contento que le dio un fuerte abrazo. Realmente todos lo estaban. Selene se veía muy debilitada. Daron decidió dejarla en reposo durante varios días. Al cuarto día se despertó… - ¡Qué ha pasado! - Has revivido gracias a su proyecto. Ahora estás aquí con nosotros y jamás dejaremos que te suceda nada - dijo Daron hijo con una gran sonrisa. A Selene le costaba caminar, todos intentaban ayudarla. Todo volvía a la normalidad. Pero Eduardo tenía un malévolo plan: le escribiría a Daron que quería encontrarse con él justo al lado de un precipicio y le envió el mensaje con el móvil de Parsall. Justo al final del día fue para allá. Al encontrarse con Eduardo salió corriendo y por suerte escapó de su compañero. Lo único que quería Eduardo era deshacerse de Daron. Pero no quería que le pasase lo de la otra vez. Esta vez saldría perfecto, pensaba en lanzarlo al precipicio pero se escapó. Daron le contó lo ocurrido a su familia. Juntos se propusieron atrapar a Eduardo. Varios días después, Selene tuvo una enfermedad grave, por estar en contacto con muchas bacterias. Encontraron varias medicinas que la curaron y se mejoró. Para distraerse un poco se fueron al Amazonas y se adentraron en una aventura increíble. Vieron muchos animales salvajes, hicieron fotografías y subieron en kayak por el río. Fue una experiencia extraordinaria. Pasearon durante varios días por la ciudad. Todo lo que conocían les parecía impresionante. Cogieron todas sus fotografías y las metieron en un álbum para recordar esta visita. Justo aquella tarde ocurrió un incendio en el hotel provocado por Eduardo para vengarse de Daron. La mayoría logró salir viva, pero Daron y Selene no lograron escapar, así que murieron. Daron hijo se encontraba muy triste, esperaba que todo volviese a ser como antes, pero este inesperado incendio lo cambió todo. David quiso descubrir quién lo había provocado. Para ello le hizo varias preguntas a Daron, hasta que lograron recapitular todo lo que había ocurrido: el único sospechoso era Eduardo, pero él pensaba que no podría haberse escapado de la cárcel y haberlos seguido hasta allí para provocar el incendio. Entonces se le ocurrió preguntarle a Parsall, por si había visto algo sospechoso desde que llegaron a Brasil y este les confesó que había visto a Eduardo en el aeropuerto cuando fue a buscar su chaqueta. Entonces, fue cuando cayó en la cuenta de lo que les había contado Daron cuando aún seguía vivo sobre la escapada de Eduardo. Ya habían resuelto el misterio, solo hacía falta encontrarlo. Seguramente estaría cerca, ya que el incendio ocurrió esa misma tarde. Se les ocurrió ir a los lugares que habían visitado. Pista por pista encontraron su guarida; era pequeña y la compartía con su compañero. Escucharon que el plan de Eduardo era deshacerse de Daron hijo. No lograron entender por qué, pero Parsall y David estaban seguros de que debían proteger al chico, pero al cabo de unos días Eduardo decidió ejecutar su plan.


Pero justo en ese momento lograron capturarle y encerrarlo en una celda de extrema seguridad; estaban seguros de que no se volvería a escapar. Daron hijo estaba entonces seguro de que no correría peligro, y al día siguiente tomaron un vuelo de regreso a España. Esta vez casi todo había vuelto a la normalidad. Parsall seguía como agente de policía y Daron vivía con su tío. Ya estaba acabando el verano y pronto empezarían las clases. Todos los días Daron recordaba a sus padres, les extrañaba mucho. Pensó que quizás hubiera aprovechado al máximo el tiempo que pasaron juntos. Pero sabía que ellos siempre estarían en su corazón. Además su tío siempre le contaba anécdotas muy interesantes sobre Selene. Entonces se le ocurrió escribir su gran aventura, lo redactó junto a su tío y lo completó con el álbum que habían creado; fue un gran éxito. Nunca se sintió solo, siempre podía imaginar todos los momentos que pasó junto a su familia. … Y quién sabe si más adelante Daron encontraría la manera de hacer regresar a sus padres... ¡Quién sabe! FIN


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